¿Qué izquierda construir en Argentina?

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Nos encontramos en una etapa histórica que esta signada por la guerra, la revolución y la contrarrevolución empujada por la crisis que deviene del agotamiento del capitalismo que se encuentra en una fase de declive irreversible en términos históricos. 

Toda esta crisis se ha gestado desde hace tiempo y todos los intentos por parte de la clase dominante por superar la crisis capitalista han fracasado. A cada intento de restablecer el equilibrio económico lo que vimos, y vemos, es la ruptura del orden social y político. Este ha sido el escenario de los últimos años.  

Nos enfrentamos a una crisis orgánica del capitalismo. Una en la que todas las contradicciones acumuladas dentro del sistema durante años salen de golpe a la luz y como señalamos al comienzo se expresan a través de la guerra, como expresión de la barbarie capitalista, hoy fundamentalmente centrada en el este de Europa. Pero la contrarrevolución no solo se expresa en la crudeza de la guerra sino con el crecimiento de un bloque internacional heterogéneo de la ultraderecha, que cabalga sobre el descontento de importantes sectores de la clase trabajadora y la juventud ante el descredito en las instituciones de la democracia burguesa como en Italia o Suecia, pero también en Chile con el éxito parcial de la burguesía que de la mano de los reformistas logro desviar la histórica revuelta de 2019 hacia los canales seguros de la asamblea constituyente. Como contrapartida la revolución viene y se ha venido expresando a través de la irrupción de masas en varios países de distintos continentes. 

En última instancia esta situación está determinada por la existencia misma del sistema capitalista, ya que el ajuste es el resultado del capitalismo en crisis, junto a la ausencia de una dirección revolucionaria que pueda conducir a la clase obrera al poder para poner en pie un nuevo conjunto de leyes económicas, sociales y políticas que configuren una sociedad distinta. No basada en el lucro individual y la competencia sino una economía socialista planificada basada en la democracia directa, el bienestar general y la solidaridad.  

La economía internacional no enfrenta solamente una inflación, producto de emisiones monetarias descomunales y el aumento sideral de los costos de la energía sino a una crisis de sobreproducción que amenaza con empujar a la economía no solo hacia una recesión, sino hacia una depresión económica combinada con altos niveles de inflación. Lo que inevitablemente va a llevar a los gobiernos capitalistas a profundizar el traspaso de la crisis a las espaldas de los trabajadores y trabajadoras. 

Los bancos centrales buscan resolver, subiendo las tasas de interés y emitiendo deuda, la inflación que sacude al mundo para intentar conjurar la recesión económica. Pero lo que están creando es un caos financiero mundial con devaluaciones masivas, desplome de acciones y caída de los bonos de deuda. 

Es claro que el capitalismo ha fracasado, y esto aumenta incluso las tensiones entre los distintos sectores de la clase dominante. Que intentan doblegarse, no solo a través de la guerra militar, sino también poniendo en pie una economía de guerra con la intención de trasladar su propia crisis a los grupos capitalistas rivales, lo que tiene un impacto directo en las condiciones de vida de la clase trabajadora en todo el mundo.  

La agudización de la lucha de clases ya es un hecho en un país tras otro, y las perspectivas económicas y políticas dejan ver claramente que esta tendencia continuara incrementándose como producto de una desigualdad cada vez más abrumante y obscena. 252 personas poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas de África, América latina y el Caribe. 

Las corrientes políticas y sociales de derecha y ultraderecha que buscan instaurar discursos de odio clasista, son un elemento presente en la situación política. Pero esta no se da en un marco de ascenso de formas alternativas de fascismo, tan solo por ahora vemos bloques o coaliciones parlamentarias de derecha, que no tienen un carácter de masas, apelando a los sectores lumpenizados y de la pequeña burguesía descontenta, sino en el marco de una intensificación de la lucha de clases cada vez más marcada. Lo que se está preparando es una época de revolución global. Y esto se va a dirimir en las calles, en las fábricas, las escuelas, las universidades, los barrios y los lugares de trabajo a través de una lucha y un proceso vivo.  

La clase dominante puede intentar moverse, si la correlación de fuerzas se lo permite, hacia formas de gobierno que acentúen el control policíaco, instalando un discurso represivo, homofóbico y racista para intentar avanzar con el ajuste en defensa de la propiedad privada. Pero esto no implica un fascismo estatal en cuanto a su forma política, ya que para que esto suceda debería producirse una derrota total de la clase trabajadora y demás sectores explotados.  

En todo caso el surgimiento de partidos racistas de derecha se debe al desmoronamiento del viejo orden liberal como producto de los efectos de la crisis capitalista, qué fue hundiendo los centros políticos, produciendo desplazamientos hacia la derecha, pero también hacia la izquierda. En el último periodo hemos visto insurrecciones en Francia, Cataluña, Sudán, Argelia, Túnez, Hong Kong, Ecuador, Chile, Colombia, EE. UU, Haití, Irak y Líbano. Recientemente vimos el levantamiento en Sri Lanka y actualmente en Irán, Haití o Puerto Rico. El ascenso de Petro y el triunfo de Lula en la primera vuelta expresan de manera distorsionada el mismo fenómeno.  

Si bien reconocemos la amenaza de la derecha y nos movilizamos para oponernos a ella y derrotarla, marcamos enfáticamente que la clase obrera no está derrotada y se resistirá a cualquier movimiento en dirección a un Estado policiaco. Como sucede con Bolsonaro y como pronto veremos en Italia. 

Pero a su vez es necesario tener claro que, sin la organización y la dirección necesarias, el enorme poder de la clase trabajadora es sólo un poder potencial. Para que este sea un poder real es necesario materializar el programa de la revolución y esto no puede hacerse sin la construcción de un partido revolucionario con autoridad de masas que organice y dirija a la clase obrera, superando los límites de la espontaneidad, hacia el socialismo. Es decir, su propio estado y gobierno. 

En nuestro país este proceso comienza a manifestarse poco a poco. Nos encontramos en una fase preparatoria. En este contexto es necesario poner en discusión que izquierda necesitamos en Argentina, como parte de la construcción del partido mundial de la revolución socialista. 

¿Qué izquierda necesitamos? 

La situación en nuestro país es de extrema fragilidad. La precarización del empleo y la inflación promovida por los capitalistas y sus representantes políticos mantienen en la pobreza a cerca de 17 millones de personas, según números oficiales hay casi 4,2 millones de indigentes en el país. En tanto, la pobreza infantil, menores de 14 años, alcanzó el 50,9 %. Es acá donde vemos en toda su magnitud el ajuste que está siendo llevado adelante por el Frente de Todos, con el apoyo critico de la oposición de derecha que en todo caso busca recuperar el poder político del Estado para incrementar los ritmos del ajuste. 

En la perspectiva de caída de la economía mundial, y la obligación del régimen político de cumplir con la agenda del FMI, el presupuesto 2023 presentado por el super ministro de economía Sergio Massa contempla recortes en partidas como vivienda, universidad, seguridad social mientras se subsidia al sector privado y los ricos. Por lo tanto, lo que viene para los de abajo no es otra cosa que mayores ataques a nuestras condiciones de vida y trabajo. 

Esto a su vez es respondido con diversas luchas que recorren el país, como la lucha de los obreros del SUTNA, el paro y movilización de residentes de los hospitales en CABA, los acampes piqueteros en las principales ciudades del país, el paro nacional de ATE, parazos de la docencia en varias provincias, la lucha ambiental en Rosario, la masiva toma de escuelas secundarias en la Ciudad de Buenos Aires, etc. 

En este contexto marcado por la agudización de la lucha de clases es necesaria una izquierda que se construya sobre la sólida roca de la teoría marxista. Este es un factor de primer orden, ya que es sabido que sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. 

Esto implica tomar el marxismo no como un dogma o un libro de fórmulas, sino como un marco teórico, dialectico y vivo con el cual comprender y transformar la realidad, conectando cada vez más con la experiencia viva de nuestra clase. Esto es fundamental ya que tarde o temprano, los errores en la teoría se traducen en un desastre en la práctica y representan un revés a la lucha política de los trabajadores.  

Por lo tanto, los y las marxistas debemos estar en la primera línea de batalla de la clase trabajadora y la juventud que lucha para cambiar la sociedad. Nuestro deber es formar en las ideas del marxismo, como una herramienta esencial de la lucha revolucionaria, a los cuadros de la futura revolución socialista. 

La construcción de una verdadera organización marxista pasa por dar una batalla contra aquellas ideas que representan una correa de transmisión de la burguesía al interior de nuestras filas como ser el posmodernismo o el marxismo académico que son distintas variantes de reformismo. La tarea del partido revolucionario es la de dirigir la revolución proletaria. A fin de orientar la clase obrera hacia la conquista directa del poder, ya que se trata de liquidar las relaciones de producción capitalistas y no de reformarlas. 

Los partidos que integran el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) representan al sector más visible de la izquierda en el país, tanto por su presencia entre los trabajadores, la clase obrera y los estudiantes, como por su base militante presente en las luchas populares. Pero su principal debilidad es justamente la política de sus dirigentes que está enfocada en el parlamentarismo y el electoralismo. Lo cual representa un obstáculo para vertebrar cotidianamente a la clase obrera en la lucha contra el Estado burgués, ya que desarma políticamente a un sector importante de la vanguardia al poner el eje en la necesidad de contar con más diputados que permitan apuntalar una candidatura presidencial en 2023. Así las elecciones son vistas no como una posibilidad para llamar a los trabajadores y los estudiantes a desconfiar del Estado capitalista y sus instituciones, sino que se toman con un fin en sí mismo, como una forma de acumular poder gradualmente. Incluso cuando se plantea la consigna de “Por un gobierno de trabajadores” se lo hace en la lógica de plantear un gobierno del FIT-U dentro del régimen político de la clase dominante. 

Es en este sentido que nos parece necesario e importante agitar -como una de las tareas- la idea de un Congreso Obrero que aglutine a los sectores más avanzados de nuestra clase para discutir la preparación de una huelga general política. De esta manera se pone de relieve la necesidad de organizarse y actuar por fuera de los canales de la democracia formal, impulsando la autoorganización, la democracia obrera y las asambleas de base. La participación en el parlamento o en cualquier otro frente de lucha debe ser abordada desde esta perspectiva. 

Los trabajadores/as tenemos la capacidad y el poder, por nuestro rol en la producción, de parar la economía y organizarla sobre una planificación que destierre la anarquía del mercado capitalista que solo beneficia a los patrones. Es por esto que la tarea de la izquierda pasa por potenciar organismos de auto organización que puedan conformarse, a través de la discusión democrática y la acción, como embriones del futuro poder de la clase trabajadora en oposición al Estado capitalista y sus instituciones de gobierno. Contamos para ello con la propia experiencia de lucha de la clase trabajadora argentina que recorrió experiencias como los comités fabriles y barriales a mediado de los 70 o las Asambleas Populares del 2001. Es claro que urge abrir un debate fraterno, con sus bases, sobre la orientación política que viene atravesando la dirigencia del FIT-U. 

En este escenario Política Obrera aparece con un planteo más claro, y que compartimos, en cuanto a la necesidad de poner en pie un Congreso Obrero, como forma de orientar la lucha de la clase trabajadora. A la vez que pone blanco sobre negro las desviaciones que se vienen cristalizando en la dirigencia del FIT-U en relación al programa revolucionario. En este sentido la Tendencia expresa un paso correcto. 

Sin embargo, nos parece que la discusión acerca de la necesidad de construir un partido revolucionario, debe ser abordada desde la necesidad que tiene la clase obrera argentina de contar con un Partido de Trabajadores. No cabe duda que el lanzamiento de un partido basado en los sindicatos combativos, cuerpos de delegados y juntas internas recuperadas de las manos de la burocracia, tendría un impacto político enorme al ser el primer movimiento político sustentado en la clase trabajadora después de décadas y décadas de alternativas que solo plantean la conciliación de clases. Consideramos que esta discusión es fundamental y que debe ir ligada al planteo del Congreso Obrero. La política de frente único resulta indispensable en este punto. 

Política Obrera, en este sentido tiene una posición diferente, no solo en la formulación de un Partido de Trabajadores, sino además en un rechazo a la idea de un Partido revolucionario con las características que nosotros lo entendemos. ¿Por qué decimos esto? En varias oportunidades hemos participado en charlas y actividades organizadas por Política Obrera, los compañeros han respondido ante nuestros planteos que no parten de cero, que tienen una historia de décadas en el país, algo por cierto que reconocemos, pero hablamos de la necesaria formación de los militantes en cuadros políticos, que puedan desarrollar teoría sobre la experiencia y recogiendo la experiencia histórica de la clase obrera internacional, ya que si hablamos de transformar la realidad debemos, además de intervenir en la lucha de clases, estudiar lo que queremos transformar radicalmente, conocer para trasformar y en este sentido es la educación en la fragua del marxismo, en su método. No alcanza con ser una corriente que lucha.  

Entendemos que no se pronuncian ante la formulación del Partido de Trabajadores ya que, si bien no lo dicen de manera explícita, creemos que entienden que el Partido está siendo construido en ellos.  

Ahora ¿esto quiere decir que estamos a favor de un partido obrero reformista? No. Estamos a favor de una política que pueda otorgar a las juntas internas y los cuerpos de delegados junto a los sindicatos clasistas y sus bases la posibilidad de volcar su peso en la relación de fuerzas en el marco de la lucha de clases. 

Es decir que estamos por un partido independiente de los partidos del régimen, los patrones y su Estado. Un partido que ayude a romper con la sujeción al Estado capitalista que indeciblemente hace por múltiples canales, que las masas trabajadoras lo sientan como una verdadera herramienta para la lucha.  

Por lo tanto, cuando hablamos de Partido de Trabajadores lo entendemos en el sentido más amplio de nuestra clase, que contenga a todos y todas las trabajadoras independientemente de su experiencia o adhesión política a tal o cual partido. Donde los y las marxistas nos ubicaremos en el ala de izquierda dando batalla, en el seno del mismo, para dotarlo de un programa transicional. De darse esta construcción de un partido de trabajadores de masas, representaría un paso colosal ante la tutela política e ideológica por décadas del peronismo. Esto resulta fundamental para debatir fraternalmente. 

También es fundamental dejar atrás la histórica caracterización acerca de la necesidad de un Asamblea Constituyente en Argentina, ya que representa una traba para el desarrollo de una línea política que ayude a la clase obrera a llevar adelante sus tareas históricas.  

Creemos además que es necesario abordar la construcción de una alternativa de izquierda no solo con métodos basados en el centralismo democrático para garantizar la democracia interna, sino fundamentalmente desde el punto de vista del internacionalismo ya es la única vía correcta para luchar contra el capitalismo al resultar la base indispensable para unificar la lucha de la clase obrera a nivel mundial. 

Sólo sobre la base del internacionalismo se podrá derrocar el sistema capitalista, esto se deriva del hecho que el capitalismo se desarrolla como un sistema mundial. 

En este sentido desde la Corriente Marxista Internacional nos encontramos construyendo una alternativa internacional en los 5 continentes. 

¿Qué hacer? 

Los trabajadores y trabajadoras sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas y organización. Necesitamos un gobierno de trabajadores, pero como señalamos esto solo puede darse en la medida que la clase trabajadora avance hacia la toma del poder. Un proceso que claramente no se dará en línea recta. 

La unidad de la izquierda no puede plantearse como un abstracto, sino que solo puede darse en torno a un programa político claro que parta de la base de que sólo expropiando a la burguesía las palancas fundamentales de la economía para ponerlas bajo control de las trabajadoras y trabajadores en el marco de una democracia directa es posible movilizar el colosal potencial de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica en favor de la clase trabajadora.  

La crisis del régimen político argentino está determinada por la quiebra económica del Estado y la gravedad de la situación social, que ninguno de los partidos patronales puede resolver sin llevar adelante una política de recortes que ponga en riesgo la gobernabilidad. Esto abre una posibilidad para el crecimiento de la izquierda que debe ser aprovechada para construir el factor subjetivo que pueda resolver la crisis de dirección a la que se reduce la crisis de la humanidad.  

Desde la Corriente Socialista Militante (CMI-Argentina) consideramos que en última instancia la situación política va a estar determinada por la acción colectiva de los hombres y mujeres que sean capaces de construir la izquierda que necesitamos. Debemos armarnos teórica y programáticamente para ganar a los elementos más conscientes y activos de la vanguardia obrera y juvenil a las ideas del marxismo.   

Se prepara una época de revolución. Debemos tener claro el papel que los y las marxistas podemos desempeñar en la historia si construimos las fuerzas de la revolución. 

Si nos preparamos antes de que se produzcan los grandes acontecimientos podemos vencer a nuestros enemigos de clase. Construir las fuerzas del marxismo revolucionario es la tarea fundamental en estos tiempos.