Tiempos de concertación con los elementos paleolíticos de la burguesía criolla

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Se cierne en vísperas de las elecciones presidenciales de 2019, una estructura forzosa aunque siempre natural de la concertación política con el capital concentrado. Grupos de whatsapp de CEOS y dirigentes políticos y un fuerte lobby comunicacional en las redes sociales de parte de referentes del mercado, instando a la sociedad civil al voto de candidatos de derecha están mostrando una dinámica acentuada durante estos meses.

En Salta, el PJ provincial se ha escalonado detrás de la candidatura a vicepresidente del gobernador Juan M. Urtubey secundando al centrista Lavagna. Sin embargo, el paleolítico romerismo del ex gobernador y actual senador nacional Juan C. Romero, cuya familia ha gobernado la provincia durante décadas tanto en el Ejecutivo como indirectamente siendo componente de influencias -de cuyo plantel proviene Urtubey y la mayoría de sus funcionarios-, tiene las intenciones de constituirse en un factor de poder activo después de finalizar su mandato en el Senado. Esto ha generado crecientes tensiones en la dirigencia local e intrigas creadas con persecuciones y denuncias de espionaje de funcionarios urtubeycistas, que nuevamente se aglutinan cerca de Romero y pretenden disputar la gobernación.

En Salta, la burguesía criolla ha dado por finalizado el pretendido giro de recambio de décadas atrás, cuando Urtubey se establecía en alianza con sectores reformistas de izquierda como Libres del Sur para terminar haciéndose de la gobernación después de las nefastas y oscuras décadas del romerismo. Girando más, la naturaleza real de la cosa es que el romerismo regresa nuevamente (o nunca se fue). 

La geopolítica mundial está cambiando, la muerte lenta de la globalización y la hegemonía del mundo unipolar norteamericano, está derivando en nuevos vectores de intensidad en el capitalismo mundial con el establecimiento fuerte de China. En esta puja, hay una necesidad creciente de tierras raras, litio y cobalto para la producción de baterías, la producción de hidrocarburos y la agricultura mecanizada de organismos genéticamente modificados. Las diferentes facciones burguesas provinciales están moviéndose buscando la concertación con los grandes capitales norteamericanos, canadienses y chinos en el control de los activos en el territorio.

Seaboard Corporation, transnacional norteamericana propietaria de Tabacal Agroindustria en Salta (productores de azúcar, papel, biodiesel y derivados a base de caña de azúcar), hizo notar el pasado mes de junio, su descontento ante el gobierno nacional de Mauricio Macri, por una deuda de más de $ 40 millones de pesos que mantiene con el pequeño municipio de Irigoyen (Orán, Salta) en concepto de habilitación municipal. Seaboard no debía seguir operando y pagar la deuda, en un pueblo que en contraste tiene índices de desigualdad social, mortalidad infantil y pobreza entre los más altos del país. Sin embargo, apretó fuertemente al gobierno de Urtubey, funcionarios provinciales y municipales para lograr la condonación de la deuda ante la amenaza de precarizar (aún más) y despedir a 1.500 trabajadores de la planta.

Transversalmente en el norte del país, los elementos paleolíticos de la burguesía criolla buscan la concertación con los capitales concentrados y el advenimiento de inversiones en las provincias. La apertura económica plena y la economía primaria acentuada en el discurso de los ideólogos provinciales se erige como una supuesta modernización del Estado infestando de desarrollismo a diversos pueblos y territorios. Los peronismos provinciales y sus diversas variantes se articulan a las necesidades cada vez mayores de activos del gran capital. 

En los años próximos, la acentuación de este proceso estará marcada por las necesidades urgentes de materias primas de los países hegemónicos y la aplicación de políticas de mayor precarización laboral y persecución política a la clase obrera con mayor control y concentración de la territorialidad. La conciencia de clases y el salto germinal al derrocamiento de la burguesía, se mide en tiempos históricos. Sin embargo, no puede haber salida colectiva posible si no se construye un partido obrero revolucionario con un programa político que lleve finalmente a la revolución socialista.