Tercera ola en Argentina: Para terminar con la pandemia hay que organizarse para terminar con el capitalismo

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La propiedad privada de los medios de producción que impone el capitalismo, al convertir la vacuna en una mercancía más e impedir cualquier tipo de colaboración internacional seria que dé una respuesta global al fájelo del virus, ha empujado al mundo hacia una nueva ola de Covid-19 con el surgimiento de la variante Ómicron.
De acuerdo a un informe de Oxfam, durante la pandemia el 99 % de la población mundial se empobreció, mientras que las diez personas más ricas del mundo duplicaron sus fortunas. La riqueza de los multimillonarios en Latinoamérica aumentó en un 52 %. En su informe anual, la CEPAL señalo que hay 86 millones de personas en extrema pobreza en nuestra región.
Vemos así que la “recuperación” económica de 2021 se concentró en aumentar la fortuna de un pequeño número de ricachones en lugar de servir para mitigar los devastadores efectos sociales y laborales de la pandemia. En esto se expresa la irracionalidad de la barbarie capitalista.
La persecución irrefrenable del lucro, que está implícita en la reproducción del capital, está convirtiendo a la pandemia en un horror sin fin, al fomentar el surgimiento de nuevas variantes del virus. Las ganancias e intereses de las grandes farmacéuticas  que son puestos por encima de la preservación de la vida de la clase trabajadora deja a la vista que la propiedad privada representa ya no solo un freno absoluto para el avance de la sociedad sino una amenaza contra la vida humana, a la vez que el nacionalismo o proteccionismo de las vacunas expresa como la existencia del Estado nacional, aparte de un freno al progreso humano, es una amenaza de pandemia permanente al fomentar el surgimiento de cepas nuevas, más transmisibles.
Los gobiernos capitalistas de absolutamente todo el espectro ideológico han abordado la pandemia como una defensa irrestricta del capital y de la circulación de mercancías, incluida la fuerza de trabajo.
El escandaloso fracaso del capitalismo para hacer frente a la pandemia nos expone a la enfermedad, el hambre y el desempleo mientras los ricos se hacen cada vez más ricos. La crisis del coronavirus no es una crisis aislada, la crisis sanitaria y económica avanzan entrelazadas como parte de la crisis orgánica del capitalismo en su fase histórica de declive irreversible.

Omicron en Argentina

La tercera ola comenzada a fines de diciembre está golpeando duramente a la clase obrera, las trabajadoras, trabajadores y la juventud. Con un registro de inflación de 50,9% en 2021 y niveles de pobreza que ya afectan a 4 de cada 10 personas la situación es cada vez más dura para las trabajadoras y trabajadores ocupados y desocupados.
Según la UCA en 2021 el salario total de los ocupados fue de $50.534, el de los trabajadores con empleo pleno fue de $68.973, los de empleo precario de $44.798 y el de los trabajadores de subempleo inestable de $18.637. Según cifras oficiales del INDEC una familia necesita más de $76.000 para poder pagar alimentación y servicios básicos. La situación de cogobierno con el FMI abierta tras el “entendimiento” alcanzado a fines de enero, abrirá un escenario de mayor ajuste agregando más nafta al fuego.
Estos datos dejan en evidencia que el tan mentado y festejado crecimiento económico que anuncian funcionarios y medios oficialistas queda fuertemente concentrado en pocas manos. Grandes productores, acopiadores y comercializadores de granos, carnes y todos sus derivados, empresas hidrocarburíferas o la industria automotriz que se benefician de un esquema encubierto de transferencia de recursos desde el Estado hacia el “sector privado” responsable de la evasión y la fuga de divisas.

El relajamiento de las medidas sanitarias para “salvar la economía” de los de arriba produce estragos a los de abajo. Los actuales protocolos, impuestos por las patronales al gobierno, no contemplan ninguna medida sanitaria para proteger la salud de la clase trabajadora, sino para garantizar la presencialidad laboral que permita a través de la extracción de plusvalía mantener la reproducción del capital, es decir las ganancias de los capitalistas.

La “nueva normalidad” o la idea de “aprender a convivir con el virus” significa en la práctica darles rienda suelta a los contagios entre los trabajadores para sostener las ganancias empresarias. Es en esta línea que se aprobaron aislamientos más cortos y la eliminación de cuarentena para contactos estrechos o la eliminación de la cobertura como “enfermedad profesional” por parte de las ART. Así los gobiernos hablan de restricciones mínimas, limitándose a alentar la vacunación para alcanzar la “inmunidad de rebaño”. Pero en los últimos siete días se registraron 520.962 casos con una suba de muertos de más del 50% llegando a 1733 fallecidos. Esta tercera ola ratifica lo que vienen sucediendo desde el comienzo de la pandemia: la clase obrera es utilizada como carne de cañón para enriquecer a unos pocos.

Crecen por todos lados los casos de trabajadores o trabajadoras que son obligados a asistir con síntomas y sufren descuentos por hisoparse o no poder asistir al trabajo. Las patronales hacen uso de la pandemia para flexibilizar aún más las condiciones de trabajo. La tasa de desocupación en números oficiales está apenas por debajo del 10%, pero encubre gran cantidad de empleo informal, cuentapropista y de bajísimos ingresos.

Ahora mismo capitalistas europeos empujan la idea de tratar a la pandemia del Covid-19 como una endemia. El show de las ganancias debe continuar.

A su vez el malestar y la bronca en el personal de salud, súper explotado hasta el extremo, crece. Poco a poco se han ido desarrollando diversas luchas del personal de salud, pero de manera aislada. Urge poner en pie una coordinadora nacional de la salud que unifique la lucha de uno de los sectores más castigados por la pandemia.

¿Cuál es la salida?

La única “salida” que puede ofrecer el capitalismo a la pandemia es más desigualdad y más contagios, a la espera de que la vacunación vaya frenando la circulación del virus. Sin tomar en cuenta la posibilidad del surgimiento de nuevas variantes que vuelvan a aumentar los contagios. La clase dominante impone una férrea política para descargar el peso de la crisis sobre los hombros de nuestra clase.

Los trabajadores y trabajadoras, la juventud, tenemos que tener claro que solo la ruptura radical con el capitalismo en la perspectiva de un gobierno obrero puede garantizar una salida real desde el punto de vista de los explotados y no de los explotadores. Necesitamos un sistema basado en un plan racional y democrático de producción que garantice la salud, el pan y el trabajo, en armonía con la naturaleza. Justamente la anarquía de la economía capitalista y sus representantes políticos son los y las responsables de la actual situación.

Juntos por el Cambio representa a los sectores más rancios de la clase dominante, y buscan retomar el poder político del Estado para acelerar el ajuste y la transferencia de ingresos para los más ricos. El Frente de Todos por su propio límite de clase no puede llevar adelante una política de recomposición de la economía y la situación social, por el contrario, se ha convertido en el garante de la gobernabilidad capitalista y el ajuste. Pero ambos Frentes se mueven sobre un terreno altamente inestable, ya que no pueden gestionar el capitalismo en crisis sin llevar adelante una política de ajuste que ponga en riesgo la gobernabilidad.

Las necesidades básicas de la clase trabajadora y los sectores populares chocan constantemente con la propiedad privada de los medios de producción, con la gran propiedad burguesa y sus instituciones. Es por eso que necesitamos una herramienta propia que con independencia de clase (de los partidos del sistema, los patrones y el Estado) pueda llevar adelante un programa que enlace las luchas más inmediatas por la defensa de la vida, con la necesidad de derrocar políticamente a la burguesía, liquidando al capitalismo, poniendo en pie un gobierno propio que a través de la democracia obrera avance hacia una nueva legalidad. El Socialismo. La planificación socialista y democrática de nuestros recursos es el camino hacia adelante.

La nueva ola de coronavirus junto con el acuerdo con el FMI abren un escenario en el que se ira profundizando la crisis de poder que recorre al régimen político del país agudizando también la lucha de clases. La clase trabajadora solo puede confiar en sus propias fuerzas. La auto organización obrera en las fábricas, los barrios, lugares de trabajo, sindicatos, escuelas y universidades, como un frente único, que pueda discutir estas ideas cobran una importancia vital en la tarea de organizarse para terminar con el capitalismo.

La barbarie capitalista ya está entre nosotrxs. El futuro llego hace rato.

La solución es la revolución.