El Capital de Marx: Capítulos 4-8 – La plusvalía

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Después de haber trazado el desarrollo histórico de la producción de mercancías y del dinero, Marx dirige ahora su atención a la cuestión que había dejado perplejos a los economistas clásicos: ¿cuál es la fuente de la ganancia dentro del capitalismo?

Hasta este punto de El Capital, Marx se ocupa principalmente de los procesos históricos y de las explicaciones de los fenómenos que, en general, ya se comprendían. Por ejemplo, aunque no esté completamente desarrollado, el concepto de una teoría del valor del trabajo ya había sido propuesto por los predecesores de Marx. Asimismo, los economistas clásicos, al igual que Marx, entendían el capitalismo como un sistema de producción de mercancías y de propiedad privada, impulsado por el afán de lucro. Sin embargo, ninguno de los economistas clásicos pudo responder o explicar de dónde procedía el beneficio dentro del capitalismo.

¿Qué es el capital?

Para responder a esta cuestión, Marx comienza preguntándose: ¿qué es el capital? ¿Cómo surge este proceso histórico? ¿Y qué es lo que diferencia al capital del dinero o de otras mercancías?

En primer lugar, Marx subraya que el capital es el resultado de un desarrollo histórico, en particular, del desarrollo de la producción de mercancías y del intercambio:

“La circulación mercantil es el punto de partida del capital. La producción de mercancías y su circulación desarrollada, es decir, el comercio, constituyen las premisas históricas de su surgimiento. El comercio y el mercado mundial inauguran, en el siglo XVI, la biografía moderna del capital.” (p144, El Capital, Volumen I, Karl Marx, editorial Progreso)

El resultado de este desarrollo de la circulación de mercancías, tal y como se ha señalado en los capítulos anteriores, es el dinero, el «producto final» que marca «la primera forma de manifestación del capital». (p144)

La generalización de la producción y el intercambio de mercancías; el desarrollo de un equivalente universal en forma de dinero; la división del trabajo en la sociedad; la propiedad privada; el establecimiento de un mercado mundial: todo ello constituye, por tanto, los requisitos previos a la aparición del capital y del capitalismo.

Sin embargo, ninguno de ellos marca por sí mismo la diferencia cualitativa entre el capitalismo y los modos de producción anteriores. Las mercancías, el dinero, la división del trabajo, la propiedad privada y el comercio mundial han existido de una forma u otra a lo largo de la sociedad de clases. ¿Qué es entonces lo que diferencia y define al capital?

“El dinero como dinero y el dinero como capital se distinguen, en un comienzo, solamente por sus diversas formas de circulación.

La forma directa de la circulación de mercancías es M – D – M, o sea, transformación de la mercancía en dinero y reconversión de éste en mercancía, vender para comprar. Pero, junto a esta forma encontramos otra, específicamente distinta de ella, la forma D – M – D, es decir, transformación del dinero en mercancía y reconversión de ésta en dinero, comprar para vender, El dinero que describe en su movimiento esta última forma circulatoria, se convierte en capital, llega a ser capital y lo es ya por su destino.” (p144)

Por lo tanto, en las formas más primitivas de circulación de mercancías, el objetivo general del productor es la satisfacción de las necesidades. Cada individuo produce para poder vender; a su vez, vende para poder comprar. 

“Su finalidad es, por tanto, el consumo, la satisfacción de necesidades, o dicho en otros términos, el valor de uso.» (p147).

Ahora, sin embargo, vemos una inversión: ya no son las mercancías y el consumo el punto de partida y de llegada del ciclo; en cambio, vemos un ciclo que empieza y termina con el dinero. “[E]l comprador desembolsa dinero para recibirlo posteriormente como vendedor. Al comprar lanza dinero a la circulación, para extraerlo luego con la venta de la misma mercancía. Sólo se desprende del dinero con la intención premeditada de apoderarse nuevamente de él. Por tanto, no hace más que adelantarlo”. (p146)

Por lo tanto, con la generalización de la producción y el intercambio de mercancías, y el consiguiente desarrollo del dinero, la sociedad ha llegado a un punto en el que la producción ya no se realiza con el fin de satisfacer las necesidades de la sociedad. En su lugar, la razón de ser de la producción y el comercio es el beneficio: la creación de dinero a partir del dinero. “El ciclo D – M – D arranca del dinero y regresa finalmente a él. Su motivo propulsor y su finalidad determinante es, por tanto, el propio valor de cambio”. (p147).

El capitalista, por tanto, no se preocupa por las necesidades reales de la sociedad. En la medida en que se preocupan por satisfacer las necesidades, es sólo con el fin de vender sus productos y realizar sus beneficios. La fuerza motriz de la producción se convierte, por tanto, en el interminable afán de lucro:

“Como portador consciente de este movimiento, el poseedor de dinero se convierte en capitalista. Su persona o, mejor dicho, su bolsillo constituye el punto de partida y de retorno del dinero. El contenido objetivo de esta circulación – la valorización del valor – es su finalidad subjetiva, y sólo actúa como capitalista, o como capital personificado, dotado de voluntad y consciencia, en la medida en que la creciente apropiación de riqueza abstracta constituye el único motivo propulsor de todas sus operaciones. No se debe nunca, por eso, considerar el valor de uso como finalidad inmediata del capitalista. Tampoco la ganancia aislada, sino el movimiento incesante de la ganancia” (p149-150)

El capital, pues, se distingue por su naturaleza de riqueza autorreproductora; dinero que engendra dinero; valor que crea más valor; valor autovalorizante. La transformación del dinero en capital, por lo tanto, no es simplemente la alteración de M – D – M  en D – M – D , sino el paso a un circuito de D – M – D’ , donde D’ representa un valor mayor que D. En un mundo ideal para el capitalista, el circuito se reduciría aún más a  D – D’, eliminando la molesta necesidad de producir realmente algo.

Este deseo de alquimia financiera – producir dinero a partir del dinero –  puede verse hoy en día, donde el capital financiero ha llegado a gobernar. Los capitalistas se han divorciado completamente de la realidad y del proceso de producción real. Los economistas burgueses de hoy han perdido el contacto con todo lo que enseñaron sus antepasados clásicos. Al menos Smith y Ricardo, al igual que Marx, entendieron que el valor debe tener una base material; los banqueros de hoy, sin embargo, se han replegado a la más idealista de las posiciones, imaginando que el valor puede crearse de la nada. Sin embargo, de la nada no puede salir nada. Sólo la aplicación del trabajo puede producir nuevos valores en la sociedad.

Todos los intentos de eludir el proceso de trabajo dan lugar a un «capital ficticio», a un dinero que circula en la sociedad sin el correspondiente valor real en circulación y, por tanto, a burbujas e inestabilidad en la economía. Los banqueros y financieros obtienen, por supuesto, enormes beneficios, pero no los generan ellos mismos con sus negocios financieros. Más bien, el dinero que estos dudosos señores y señoras se pagan a sí mismos en forma de jugosos honorarios y bonificaciones representa simplemente una parte del excedente real generado en otra parte del proceso de producción real. Tal es la naturaleza parasitaria del capital financiero, que sobrevive chupando la sangre de la industria. El hecho de que este sector haya llegado a dominar la economía, especialmente en Gran Bretaña, demuestra la degeneración del capitalismo moderno, que ya no puede desarrollar las verdaderas fuerzas productivas de la sociedad.

Comprar barato y vender caro

Sin embargo, ¿mediante qué proceso el capital genera valor a partir del valor? En resumen, ¿cuál es la fuente de la plusvalía?

Hasta Marx, la concepción popular era que la ganancia dentro del capitalismo provenía de comprar barato y vender caro. En otras palabras, la ganancia – es decir, la plusvalía –  podía crearse simplemente a través del acto de intercambio, totalmente dentro de la esfera de la circulación.

Sin embargo, Marx explica que el proceso de circulación no es un proceso de creación, sino un proceso de metamorfosis: de dinero a mercancía y viceversa. En la esfera de la circulación, el valor cambia de forma, pero no se crea. El valor (valor de cambio) es una expresión relacional del tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción. Aunque se realiza mediante el acto de intercambio, el valor se crea en última instancia en el proceso de producción, es decir, mediante la aplicación del trabajo.

“El valor de las mercancías se representa en sus precios antes de que ingresen a la circulación; es, por tanto, premisa y no resultado de ésta…

“… El mismo valor, es decir, la misma cantidad de trabajo social objetivado, primero en la imagen de su mercancía, después en la imagen del dinero en que se transforma y, por último, en la imagen de la mercancía en que el dinero vuelve a invertirse. Pero este cambio de forma no implica una variación en la magnitud de valor”. (p154) 

Por lo tanto, la ley del valor – las leyes de la producción y el intercambio de mercancías –  “en la medida en que la circulación de la mercancía sólo condiciona un cambio de forma de su valor, supone, si el proceso transcurre en toda su pureza, el intercambio de equivalentes” (p154). Esta ley, como se ha comentado anteriormente, es una generalización que surge de los numerosos actos de intercambio que se producen universalmente en la sociedad. Aunque en cualquier caso individual puede haber una divergencia entre el precio al que se vende/compra una mercancía y su valor, en promedio las mercancías se intercambian sobre la base de una cantidad equivalente de valor, es decir, de tiempo de trabajo socialmente necesario.

 “Las mercancías pueden, por cierto, venderse a precios diferentes de sus valores, pero tal desviación se presenta como transgresión de la ley del intercambio de mercancías. En su forma pura, es un intercambio de equivalentes, por tanto, no constituye un medio de enriquecerse obteniendo más valor.” (p154-155)

Hay que tener en cuenta que los precios y los valores son expresiones relacionales entre mercancías, en última instancia, relaciones entre el trabajo de diferentes productores individuales. Por lo tanto, como explica Marx, si las mercancías se venden sistemáticamente a precios superiores a sus costes reales, el resultado es sólo una inflación general, no la creación de ningún valor nuevo:

“Supongamos ahora que, por cierto inexplicable privilegio, al vendedor le sea dado vender su mercancía por sobre su valor, a 110, cuando cuesta 100, o sea con un recargo nominal en el precio del 10%. El vendedor se embolsará, por tanto, un plusvalor de 10. Pero, después de ser vendedor, se convierte en comprador. Ahora, un tercer poseedor de mercancías se le enfrenta como vendedor y disfruta, a su vez, del privilegio de vender su mercancía un 10% más cara. Nuestro hombre ha ganado 10 como vendedor, para perderlos como comprador, En los hechos, todo el asunto se reduce a que los poseedores de mercancías se las venden entre sí con un 10% de recargo, lo que es lo mismo que si se las vendiesen a su valor. Tal incremento nominal de los precios, con carácter general, produce el mismo efecto que si los valores de las mercancías se tasasen, por ejemplo, en plata, en lugar de hacerlo en oro. Las denominaciones en dinero, es decir, los precios de las mercancías, aumentarían, pero sus relaciones de valor permanecerían invariables.” (p156)

El problema con el concepto de obtener beneficios comprando barato y vendiendo caro es su suposición de que existe un grupo de personas en la sociedad que son puramente compradores y un grupo que es puramente vendedores; “la existencia de una cIase que compra sin vender, es decir, que únicamente consume, sin producir.” (p157). Tal concepto se deriva de la visión no dialéctica de los predecesores de Marx, que no vieron la interconectividad dentro de la economía. En un sistema universal de producción e intercambio de mercancías, todos somos compradores y vendedores. Incluso los capitalistas son a la vez vendedores y compradores: por supuesto que venden un producto, pero primero deben comprar materias primas, invertir en maquinaria y pagar salarios a los trabajadores.

Aunque puede haber casos individuales de «engaño» dentro de cualquier acto aislado de intercambio, dicha estafa no puede contribuir a aumentar el valor dentro de la sociedad en su conjunto. Lo que se gana engañando con una mano simplemente se perderá después con la otra; la pérdida de un hombre es la ganancia de otro y viceversa. “El valor en circulación no se ha incrementado ni en un átomo, ha variado su distribución entre A y B. Lo que de un lado se manifiesta como plusvalor, es del otro menosvalor; lo que de una parte representa un más, representa de la otra un menos… La clase capitalista de un país no puede enriquecerse en su totalidad a costa propia.” (p158-159)

Por lo tanto, cuando se busca la fuente de la plusvalía en el capitalismo, no se pueden examinar los actos de intercambio aislados, sino que hay que analizar la producción y el intercambio en el conjunto de la sociedad. “Si se cambian equivalentes, no surge plusvalor, y si se cambian no-equivalentes, tampoco se genera plusvalor. La circulación o el cambio de mercancías no crea valor.” (p159)

Si no es en el acto de intercambio y en la esfera de la circulación, ¿de dónde proviene entonces la plusvalía? “Nuestro poseedor de dinero que, por el momento, no es más que una larva de capitalista, debe comprar las mercancías por su valor, venderlas por su valor y, sin embargo, extraer al final del proceso más valor del que invirtió. Su metamorfosis en mariposa debe transcurrir en la órbita de la circulación y fuera de ella.” (p161)

Fuerza de trabajo

¿Cuál es, entonces, la fuente del beneficio? Nuestro capitalista debe comenzar con dinero, comprar mercancías a su verdadero costo, vender su producto a un precio justo y, sin embargo, terminar con más dinero del que comenzó. «Nuestro poseedor de dinero», por lo tanto, “debe ser tan afortunado que, dentro de la órbita de circulación, en el mercado, descubra una mercancía cuyo valor de uso posea la peregrina cualidad de ser fuente de valor, cuyo consumo real sea por sí mismo objetivación de trabajo y, por tanto, creación de valor.” (p162)

En otras palabras, debe haber una mercancía que el capitalista pueda comprar y que sea capaz de crear valor. Y como explica Marx, “el poseedor de dinero encuentra esta mercancía específica en el mercado: la capacidad de trabajo o la fuerza de trabajo.” (p162)

Esta «fuerza de trabajo» – la «capacidad de trabajo»– se expresa normalmente en términos de empleo durante un periodo de tiempo determinado. Por ejemplo, los trabajadores están empleados con contratos que especifican un número de horas por semana o semanas por año que deben trabajar para el capitalista. La eficacia o la intensidad de su trabajo en este tiempo – es decir, la cantidad que realmente producen en una semana o un año determinado –  es entonces una cuestión que el capitalista debe optimizar por separado. El capitalista paga por el tiempo del trabajador; entonces depende del capitalista utilizar este tiempo de la manera más eficaz posible para producir lo máximo posible.

El salto cualitativo de Marx, por tanto, fue ver que los propios trabajadores no son sólo compradores de mercancías, sino que también son vendedores de una mercancía muy especial: su fuerza de trabajo, la capacidad de trabajar. Lo que el capitalista compra al trabajador, por tanto, no es su trabajo real, es decir, los productos de su trabajo, sino su habilidad o capacidad de trabajar.

Esta relación social entre el trabajador, como vendedor de fuerza de trabajo, y el capitalista, como comprador de fuerza de trabajo, es cualitativamente diferente de los modos de producción anteriores, como la esclavitud o el feudalismo. Bajo la esclavitud, el trabajador no es más que una herramienta, una mercancía que es propiedad absoluta del esclavista. El esclavo no vende su capacidad de trabajo como una mercancía; los propios esclavos son la mercancía. En el feudalismo, por su parte, el siervo trabaja en la tierra y ésta, a su vez, es propiedad del terrateniente feudal.

En el capitalismo, sin embargo, el trabajador no pertenece al capitalista, sino que parece vender su fuerza de trabajo por su propia voluntad. El trabajador, por tanto, no está «obligado» a trabajar para el capitalista; siempre puede elegir terminar cualquier contrato y buscar empleo en otro lugar. “Él debe ser libre propietario de su capacidad de trabajo, de su persona «. El poseedor de la fuerza de trabajo y el poseedor del dinero se encuentran en el mercado y entran de igual a igual en relación recíproca, como poseedores de mercancías, con la sola distinción de que uno es comprador, el otro vendedor; ambos son, por tanto, personas jurídicamente iguales.” (p162)

Sin embargo, esta situación, en la que una clase de personas vende su capacidad de trabajo a otra, no surge de forma natural. Aunque el trabajador no está «obligado» a trabajar para ningún capitalista individual, sin embargo, para sobrevivir, la clase obrera en su conjunto debe buscar empleo en la clase capitalista en su conjunto. En otras palabras, para que surja la relación obrero-capitalista, primero debe darse una situación en la que una clase de personas no tenga otro medio de supervivencia que vender su fuerza de trabajo a otra, es decir, trabajar por un salario.

“La naturaleza no produce a un lado poseedores de dinero o de mercancías, y al otro simples poseedores de sus propias fuerzas de trabajo. Esta relación no es histórica natural ni social, común a todos los períodos de la historia. Es, indudablemente, el resultado del desarrollo histórico precedente, el producto de numerosas transformaciones económicas, de la ruina de toda una serie de formaciones más antiguas de la producción social.” (p164)

Por lo tanto, para que el capitalismo prosperara, primero tuvo que crearse la clase obrera, es decir, tenía que haber una clase de personas que no estuvieran, como los siervos del feudalismo, atadas a trabajar en la tierra, sino que no tuvieran nada que vender para sobrevivir más que su capacidad de trabajo. Esta clase de trabajadores asalariados no surgió sin problemas, sino que fue el resultado de un proceso violento por el que los campesinos fueron arrancados de la tierra y arrojados a las nuevas ciudades, obligados a trabajar por un salario o a enfrentarse a una vida de pauperismo y miseria.

Así, como se ha destacado anteriormente, llegamos al verdadero significado del capital: no sólo el desarrollo de la circulación de mercancías, el dinero, el comercio, la división del trabajo y la propiedad privada; sino más bien, el capital como el resultado del desarrollo y la interacción de todas estas cosas; en última instancia, una relación social entre los seres humanos, entre los capitalistas, los propietarios del dinero y los medios de producción, por un lado, y la clase obrera, los trabajadores asalariados, por otro.

“Sus condiciones históricas de existencia [del capital] no están dadas, ni mucho menos, con la circulación de mercancías y de dinero. El capital sólo surge allí donde el poseedor de medios de producción y de subsistencia encuentra en el mercado al obrero libre como vendedor de su fuerza de trabajo, y esta sola condición histórica entraña toda una historia universal. Por eso, el capital anuncia, desde un comienzo, una época en el proceso de la producción social.” (p164-165)

Salarios

El trabajador, pues, vende la mercancía fuerza de trabajo. «Como todas las demás mercancías», señala Marx, «posee un valor». «¿Cómo se determina ese valor?» (p165)

Marx explica: “El valor de la fuerza de trabajo, igual que el de cualquier otra mercancía, se determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción y, por tanto, reproducción de este artículo específico… o sea, el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida necesarios para la subsistencia de su poseedor.” (p165)

El precio de la fuerza de trabajo está representado por el salario pagado a la clase obrera. Este salario, por lo tanto, debe ser capaz de cubrir los gastos necesarios para que el trabajador se mantenga, incluyendo la alimentación, el alojamiento, el vestido, la atención sanitaria, la educación; lo necesario «para mantener al individuo trabajador en sus condiciones normales de vida.» (p165)

Sin embargo, cuando se habla de los salarios y del valor de la fuerza de trabajo, es importante tener en cuenta que Marx siempre y en todo momento, como cuando se discute el valor de cualquier otra mercancía, está hablando de un promedio social, no de un caso aislado. No se trata, pues, del salario necesario para mantener a un individuo determinado, sino del salario social necesario para mantener a la clase obrera en su conjunto. A este respecto, Marx subraya que el valor de la fuerza de trabajo debe cubrir no sólo los gastos del trabajador individual, sino también los de su familia y, de hecho, la existencia continuada de la clase obrera en su conjunto. Si los salarios –  el precio de la fuerza de trabajo –  son empujados por debajo de este valor socialmente necesario, el capitalista se encontrará rápidamente con una escasez de trabajadores y las fuerzas del mercado de la oferta y la demanda trabajarán para hacer subir los salarios.

Del mismo modo, al considerar el valor de la fuerza de trabajo en términos de la sociedad en su conjunto, Marx explica los factores sociales e históricos presentes en la determinación de los salarios:

“el volumen de las llamadas necesidades vitales, así como el modo de satisfacerlas, son de por sí un producto histórico y dependen, por ello, en gran medida, del nivel cultural del país y esencialmente, entre otras cosas, de las condiciones y, por tanto, de las costumbres y aspiraciones con que se había formado la clase de los obreros libres. A diferencia de las otras mercancías, la determinación del valor de la fuerza de trabajo contiene, por tanto, un elemento histórico y moral.” (p165-166)

El salario social necesario, por tanto, no es simplemente el requerido para la subsistencia mínima de la clase obrera, sino que es el de una situación social e histórica determinada, que varía de país a país y de época a época. Por lo tanto, por un lado, se necesitan salarios más altos para los gastos adicionales, como las últimas tecnologías y los niveles más altos de educación, que los trabajadores necesitan para funcionar dentro del rápido ritmo del capitalismo moderno; por otro lado, la clase obrera, a través de una historia de lucha de clases, ha elevado la expectativa social de lo que debería ser un salario medio – y por lo tanto un nivel de vida medio –.

El valor de la fuerza de trabajo, por lo tanto, se reduce al de una relación social, en última instancia, de una lucha de clases entre la clase obrera y la clase capitalista; una lucha por salarios más altos en el lado de los trabajadores, y mayores beneficios en el lado de los capitalistas.

El proceso de producción

La fuente de la ganancia, por tanto, se encuentra dentro del proceso de producción; esta ganancia, mientras tanto, se realiza a través del acto de la circulación.

Este proceso de producción, explica Marx, es la unidad de dos subprocesos: el proceso de trabajo y el proceso de valorización. Marx comienza examinando el proceso de trabajo en su forma más generalizada y abstracta, libre de cualquier formación socioeconómica particular: como «un proceso entre el hombre y la naturaleza» en el que «actúa sobre la naturaleza externa y la modifica». (p171)

“Los factores elementales del proceso de trabajo son: la actividad orientada a un fin, o sea, el propio trabajo, su objeto y sus medios.” (p172)

Vemos aquí, por tanto, cómo Marx no distingue entre diferentes tipos de trabajo. En particular, subraya que «Lo que distingue a las épocas económicas no es lo que se hace, sino cómo, con qué medios de trabajo se hace.» (p173)

Hoy en día se ha desarrollado el concepto erróneo de que la clase obrera no existe en los países capitalistas avanzados debido a la destrucción de la industria y de los empleos «de cuello azul» en estos países. Sin embargo, Marx no romantiza ningún sector particular de la clase obrera ni ninguna forma particular de industria. Hoy en día, bajo el capitalismo, hay millones de personas que trabajan en el «sector de los servicios» y en empleos de «cuello blanco» que, no sólo siguen siendo claramente asalariados, sino que también se han visto obligados a organizarse, sindicalizarse y emprender acciones colectivas en defensa de sus condiciones. Una vez más, vemos que el concepto de clase trabajadora es una cuestión de relaciones sociales objetivas, de relaciones entre personas y de su papel social en la producción y en la sociedad, y no una simple insignia de honor que se puede imponer a determinados grupos sobre la base de una valoración subjetiva y personal.

En el proceso de producción, los productos del trabajo anterior – valores de uso existentes – se combinan y se convierten en nuevos valores de uso. “El mismo valor de uso que es producto de un trabajo, constituye el medio de producción de otro trabajo. Los productos no son, por tanto, meros resultados, sino, a la par, condición del proceso de trabajo.” (p174) Y es esta aplicación del trabajo la que da vida y vitalidad a los valores de uso; sin el trabajo, los objetos sucumben a los estragos del tiempo, perdiendo su utilidad y, por tanto, su calidad de valores de uso. “El trabajo vivo tiene que apoderarse de estos objetos, resucitarlos de entre los’ muertos, transformarlos de valores de uso potenciales en valores de uso reales y activos.” (p176)

El proceso de producción, por lo tanto, es también un proceso de consumo, un consumo productivo. Sin embargo, Marx distingue entre este consumo productivo – el consumo de valores de uso para la creación de nuevos valores de uso –  y el consumo improductivo, o «individual», que, aunque utiliza valores de uso, no crea ningún valor de uso nuevo. “Este consumo productivo se distingue del consumo individual en que este último absorbe los productos como medios de subsistencia del ser viviente, mientras que aquél devora como medios de subsistencia del trabajo, de la fuerza de trabajo del individuo puesta en acción.” (p177)

Esta distinción es importante a la luz de las modernas ideas keynesianas de estímulo gubernamental. Hay quienes creen que se puede resucitar una economía deprimida simplemente pagando a los trabajadores para que realicen actividades laboriosas pero improductivas, ya sea cavando agujeros en el suelo, construyendo carreteras a ninguna parte o creando y lanzando bombas. Pero tal actividad no hace más que consumir valores de uso sin crear ningún nuevo valor de uso; desperdicia fuerzas productivas sin crear ninguna nueva, actuando no como fuente de salvación, sino como un poderoso drenaje de la economía.

Valor excedente

Junto a este proceso de trabajo, que «es independiente de cualquier forma de esta vida y, más bien, común a todas sus formas sociales por igual.» (p177), Marx presenta el proceso de valorización. El primero es una abstracción general del proceso productivo, libre de cualquier contexto social o histórico, y por tanto libre de cualquier relación social o modo de producción. Ahora Marx dirige su atención específicamente hacia el modo de producción capitalista y la producción e intercambio universal de mercancías.

De nuevo, Marx subraya que, en el capitalismo, la producción no consiste en la producción de valores de uso, sino en la producción de plusvalía. “[El capitalista] No sólo quiere producir un valor de uso, sino una mercancía; no sólo valor de uso, sino valor; y no sólo valor, sino también plusvalor.» (p179)

Hemos visto que la fuente de este valor es el trabajo; la fuente de la plusvalía es el trabajador. Pero, ¿con qué medios puede el capitalista extraer un excedente de sus trabajadores? Si el capitalista adelanta 1.000 libras esterlinas en materias primas, maquinaria y salarios, entonces seguramente el valor total del producto es simplemente igual a estas 1.000 libras esterlinas. ¿Cómo extrae la clase capitalista en su conjunto un excedente del proceso productivo?

Marx esboza los diversos argumentos esgrimidos por los apologistas del capitalismo para justificar la existencia de los capitalistas en la sociedad y defender su derecho a obtener un beneficio. El beneficio, como se ha argumentado desde antes de la época de Marx hasta hoy, se dice que es la recompensa al capitalista por «asumir un riesgo»; la compensación por proporcionar medios de producción, por suministrar puestos de trabajo y medios de subsistencia a la clase trabajadora; el pago por «supervisar» el proceso de producción.

Por supuesto, “Se ha estado burlando de nosotros con toda esta letanía.” (p185) Está claro que los capitalistas no se arriesgan, si no, ¿por qué fue la gente de a pie la que se vio obligada a rescatar a los bancos? Igualmente, lejos de proporcionar a los trabajadores puestos de trabajo y salarios, los capitalistas son hoy responsables del desempleo masivo, exigiendo a sus representantes políticos en el poder una austeridad brutal. Es más, estos ricos señores y señoras rara vez juegan algún papel en la producción; lejos de «supervisar» la producción, están más divorciados de la misma que nunca, sentados en torres de marfil, vagamente conectados con el mundo real simplemente a través de llamadas telefónicas a sus gestores financieros.

Pero, como señala Marx, los propios capitalistas no son los que sienten la necesidad de sacar a relucir argumentos tan trillados y repetitivos. «Todo esto no vale ni un céntimo. [El capitalista] Deja todos estos vanos subterfugios y otras argucias por el estilo a los profesores de economía política, que para eso cobran. Él es un hombre práctico que, si bien no siempre piensa lo que dice fuera del negocio, siempre sabe lo que en éste hace.» (p185)

El capitalista, por tanto, entiende claramente la fuente de su plusvalía: el hecho de que la mercancía que compra – la fuerza de trabajo – al trabajador es diferente del trabajo real realizado por éste. En esencia, la plusvalía surge del hecho de que el valor de las mercancías producidas por el trabajador en el curso de un día es mayor que el valor de su propia fuerza de trabajo. Los capitalistas pueden vender las mercancías producidas por una cantidad mayor que la pagada al trabajador en forma de salario. La plusvalía, en otras palabras, es simplemente el trabajo no pagado de la clase obrera.

“Pero el trabajo pretérito; encerrado en la fuerza de trabajo, y el trabajo vivo que ésta puede desarrollar, sus costos diarios de manutención y su rendimiento diario, son dos magnitudes completamente diferentes. La primera determina su valor de cambio, la otra constituye su valor de uso. El hecho de que sea necesario medio día de trabajo para mantener al obrero con vida las 24 horas no le impide, ni mucho menos, trabajar la jornada entera. El valor de la fuerza de trabajo y su valorización en el proceso de trabajo son, por tanto, dos magnitudes diferentes. El capitalista, al comprar la fuerza de trabajo, tuvo presente esta diferencia de valor.” (p185-186)

“Ahora bien, si comparamos el proceso de creación de valor y el proceso de valorización, este último no es más que un proceso de creación de valor prolongado a partir de un determinado punto. Si este proceso llega únicamente hasta el punto en que el valor de la fuerza de trabajo pagada por el capitalista se sustituye por un nuevo equivalente, se trata de un simple proceso de creación de valor. Si el proceso de creación de valor se prolonga más allá de este punto, entonces se convierte en un proceso de valorización.” (p187)

“Por fin, el truco dio resultado. El dinero se ha convertido en capital.

“Todas las condiciones del problema se han resuelto sin infringir en lo más mínimo las leyes del intercambio de mercancías. Se ha cambiado un equivalente por otro.” (p187)

Capital constante y capital variable

El trabajo del trabajador es la fuente del valor y, a su vez, el trabajo no remunerado del trabajador es la fuente de la plusvalía y, por tanto, de la ganancia. Pero como el proceso de producción es también un proceso de consumo – un proceso de transformación de viejos valores de uso en otros nuevos – , ¿qué ocurre con el valor de cambio de los viejos valores de uso? Marx lo explica:

“El obrero añade al objeto de trabajo un nuevo valor, al agregarle cierta cantidad de trabajo cualesquiera sean el contenido específico, la finalidad y el carácter técnico de su labor. De otra parte, encontramos nuevamente, como partes integrantes en el valor del producto, los valores de los medios de producción consumidos… Es decir, el valor de los medios de producción se conserva debido a su traspaso al producto.” (p191)

En otras palabras, durante el proceso de producción – de trabajo y de valorización –  el trabajador utiliza los antiguos valores de uso, cuyo valor se transfiere al producto, al tiempo que crea nuevos valores de uso que contienen un valor adicional debido a su trabajo. De nuevo, la fuente de todo nuevo valor es el resultado del tiempo de trabajo socialmente necesario, aplicado por el trabajador en el proceso de producción.

“Por medio de la simple incorporación cuantitativa de trabajo se añade nuevo valor, a través de la calidad del trabajo agregado se conservan en el producto los viejos valores de los medios de producción.” (p192)

Los valores de uso anteriores – los productos en los que se cristaliza el tiempo de trabajo socialmente necesario –  consumidos en el proceso de producción incluyen los materiales, la maquinaria, el equipo y la infraestructura necesarios para producir los nuevos valores de uso. Todos ellos «[no] cambia de magnitud de valor en el proceso de producción.» (p199), por lo que Marx los denomina «capital constante».

Por otro lado, tenemos el «capital variable», «la parte del capital que se invierte en fuerza de trabajo» y que «reproduce su propio equivalente y, además, crea un excedente, el plusvalor, que también puede variar, siendo más grande o más pequeño.». (p199)

Por lo tanto, es sólo el capital variable, la aplicación de nueva mano de obra, lo que añade valor en el proceso de producción. Los materiales utilizados en la producción transfieren su valor al nuevo producto; por su parte, la maquinaria y los equipos utilizados para producir una multitud de mercancías transfieren su valor a los nuevos productos gradualmente a lo largo de su uso productivo. Por lo tanto, si una mercancía pudiera producirse de forma puramente automatizada, tomando los materiales y transformándolos en nuevos productos simplemente utilizando maquinaria sin ningún tipo de trabajo, entonces –  suponiendo que la ley del valor fuera libre de operar –   dicha mercancía tendría un valor igual al de los materiales y la maquinaria utilizados en su producción. Del mismo modo, si un producto puede obtenerse de la naturaleza sin ningún trabajo –  por ejemplo, simplemente recogiéndolo del suelo o arrancándolo del árbol –  , entonces no tiene valor de cambio. Por tanto, la naturaleza es una fuente gratuita de valores de uso.

En el capitalismo, la competencia y la búsqueda de mayores beneficios obligan a los capitalistas a intentar reducir continuamente tanto la parte constante como la variable de su capital adelantado. Al reducir cualquiera de ellas o ambas, un capitalista individual puede vender su mercancía a un precio inferior al valor medio social actual, rebajando así a sus competidores, ganando una mayor cuota de mercado y creando superbeneficios. Este proceso competitivo es lo que impulsó al capitalismo en su apogeo, permitiéndole desarrollar los medios de producción hasta niveles extraordinarios, con la continua reinversión de los beneficios en nueva ciencia, tecnología y técnicas que reducen los costes del capital constante, al tiempo que aumentan la productividad del trabajo y, por tanto, producen más valores de uso para una cantidad determinada de capital variable.

Pero esta cualidad progresiva del capitalismo también se convierte en su contrario y crea las condiciones para las crisis. Con la sustitución del trabajo por la maquinaria para reducir los costes de forma competitiva, se produce un doble problema. Por un lado, es sólo la aplicación del trabajo –  es decir, del capital variable –   la que tiene el poder de crear nuevo valor y, por tanto, plusvalía. Una línea de producción compuesta únicamente por máquinas no produciría plusvalía y, por lo tanto, tampoco beneficio para el capitalista, beneficio que constituye la fuerza motriz de su propio ser. Al mismo tiempo, es el capital variable –  los salarios pagados a los trabajadores –   el que forma la demanda de las mercancías producidas dentro del modo de producción capitalista. Con la sustitución de los trabajadores por máquinas, ¿quién va a comprar las mercancías que se producen? Los robots, a pesar de su productividad y eficacia, no pueden comprar mercancías.

Así, vemos cómo el capitalismo siembra las semillas de su propia destrucción. Por lo tanto, estas crisis no surgen debido a las cualidades o errores individuales de los capitalistas, sino como resultado de las leyes y la lógica interna del propio capitalismo. Sólo sustituyendo estas leyes de la producción por otro conjunto de leyes –  de las que se basan en un plan de producción racional y democrático; impulsadas por la satisfacción de las necesidades de la sociedad, no por el beneficio –   podremos poner fin a las continuas crisis que el capitalismo inflige a la humanidad, devolviéndonos a un estado de barbarie y pobreza en medio de la abundancia.