Pakistán ¿Cuál es la salida?

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Con el desencadenamiento de una nueva oleada de terror estatal tras la imposición de la ley marcial en nombre del estado de excepción, la dictadura de Musharraf ha mostrado sus verdaderos colores. Se ha producido una represión brutal, miles de activistas sindicales y políticos han sido detenidos. Trabajadores violentamente golpeadas frente a las cámaras de televisión, los sindicatos una vez más aplastados junto con la opresión estatal con una avalancha de subidas de precios, aumento de la pobreza y ea y el desempleo, todo como resultado directo de la política del régimen actual. Con el desencadenamiento de una nueva oleada de terror estatal tras la imposición de la ley marcial en nombre del estado de excepción, la dictadura de Musharraf ha mostrado sus verdaderos colores. Se ha producido una represión brutal, miles de activistas sindicales y políticos han sido detenidos. Trabajadores violentamente golpeadas frente a las cámaras de televisión, los sindicatos una vez más aplastados junto con la opresión estatal con una avalancha de subidas de precios, aumento de la pobreza y el desempleo, todo como resultado directo de la política del régimen actual.

Al mismo tiempo, la imposición del estado de excepción ha descubierto una vez más las contradicciones y enfrentamientos dentro del mismo Estado. La situación del régimen es tan frágil y desesperada que la Corte Suprema de Justicia, que en realidad intenta controlar la rabia de las masas levantándose contra la política torpe y desastrosa del gobierno, ya no podía ser tolerado por Musharraf y la destituyó. Mediante el activismo judicial, la Corte Suprema de Justicia actuaba como una válvula de seguridad para preservar el orden existente. El acto de atacar a la judicatura en realidad era una autolesión debido a la crisis galopante del Estado. La mayoría de los dictadores de la historia entran en un estado de megalomanía y locura en vísperas de su desaparición. Se alejan de la realidad, se sienten asediados en sus escalones de poder y entran en el reino de la locura. Musharraf no es diferente, ahora sufre la psicosis de su indispensabilidad.

Hoy Pakistán está al borde de una guerra civil en varias zonas, el tejido social del país está hecho añicos, la economía está en ruinas y el ejército desmoralizado. Se ha perdido más personal militar en las insurgencias recientes que en las guerras contra la India. También demuestra cómo la "guerra imperialista contra el terrorismo" es un desastre para cada uno de los Estados que se encuentran en primera línea de la misma. También es un fracaso para EEUU, la retórica imperialista sobre "democracia", "derechos humanos" y "libertad" ha quedado al descubierto con este acto de degeneración por parte de Musharraf. También ha expuesto la impotencia del poderío norteamericano, no sólo en Iraq y Afganistán, sino también en Pakistán. Musharraf especula con eso. The Economist (10/11/2007) escribe lo siguiente:

"Puede que se haya sorprendido con la vehemencia de la condena a la que se ha enfrentado, sobre todo de EEUU. Pero como todo prestamista cuya insolvencia derriba un banco, podría calcular que gran parte de la furia mostrada por sus antiguos avalistas es pura fanfarronada, encubriendo así el miedo de su propia impotencia".

Con la suerte de Musharraf por los suelos y la estabilidad hecha estragos por la severidad de la crisis, los norteamericanos han intentado desesperadamente llevar algo de estabilidad a su acosado aliado. Intentaron confeccionar un "acuerdo" entre Bhutto y Musharraf para dar algo de apoyo a sus ejecutores políticos en Pakistán. Pero tan pronto como Bhutto pisó el aeropuerto de Karachi el 18 de octubre, el tamaño de la multitud que congregó puso el selló al acuerdo.

Napoleón dijo en cierta ocasión que en la guerra hay momentos en que hagas lo que hagas estará equivocado.

Musharraf debería haberse ido hace tiempo, uno de los principales factores que ha prolongado su dominio fueron los compromisos y la capitulación de la oposición en cada una de las coyunturas vitales. La razón principal es el declive de la izquierda, el coqueteo de la dirección del PPP con el imperialismo norteamericano y la retórica antiimperialista de los mulás, cuyo ascenso en realidad fue un producto de la propia política norteamericana. En general, los principales partidos políticos están comprometidos con la misma doctrina económica que el régimen de Musharraf ha aplicado durante estos últimos ocho años. Esto significa que la sociedad está arrasada por el hambre, la pobreza, la enfermedad, la ignorancia, el desempleo y otros males básicos a los que se enfrenta y que, en realidad, fue abandonada por la dirección política tradicional. Ellos no tenían otra política económica alternativa ni programa para las masas oprimidas. Los medios de comunicación, la intelectualidad y otras instituciones que dominan el horizonte político y social, estaban obsesionados con cuestiones como la "democracia", la "independencia de la judicatura", el "secularismo liberal", la "constitución", "el dominio de la ley", "el buen gobierno", etc.

Los parámetros de todo el debate político e intelectual estaban estrangulados dentro de los enfrentamientos de la superestructura política y estatal. Después del fracaso del modelo económico keynesiano en los años sesenta y setenta, todos los regímenes dictatoriales y democráticos han aplicado agresivamente la política de "trickle down" [trasvase de riqueza de los más pobres a los más ricos] exponiendo las glorias del "libre mercado". Esta política ha sido desastrosa para las masas en general y para el conjunto de la sociedad. El modelo desigual y combinado de crecimiento ha devastado tanto la infraestructura política como física, el sufrimiento de las masas es agónico.

La realidad es que la economía pakistaní está en una situación tan lamentable que ningún político puede seriamente llevar a cabo una política que pueda salvar este capitalismo corrompido. Sin su derrocamiento la sociedad no puede resolver ni uno solo de sus problemas. Los ex – izquierdistas y la dirección tradicional siente escalofríos ante esta situación. Por eso quieren caer en el olvido y arrastrar con ellos a las masas. Los fundamentalistas islámicos tienen su base real en el dinero negro procedente de la droga y el tráfico de armas, las madrassas (esceulas religiosas). Los fanáticos religiosos y las tendencias reaccionarias son el principal escudo protector para sus redes económicas criminales y la economía negra. Si estos recursos financieros no desaparecen, tampoco lo hará el fundamentalismo. Sobre todo, este es el interés material financiero que impulsa y patrocina este fanatismo religioso, y no va a dejar de ocurrir mientras exista el capitalismo. Después de todo, la economía sumergida es parte de este sistema, es como un tumor maligno que forma parte de un cuerpo enfermo.

La noción pequeñoburguesa de encontrar una solución política a la guerra en las zonas tribales y en la región de Swat (tomada por un levantamiento fundamentalista) es absurda y utópica. El régimen ha intentado varias soluciones políticas, desde las jirgas (asambleas de ancianos tribales) hasta algunos de los compromisos más corruptos con los talibán. Pero el conflicto ha resurgido una y otra vez. La crisis es demasiado profunda, intensificada por la evolución de este capitalismo paralítico, y ahora ha escapado al control de las estructuras del sistema existente. Necesita una solución quirúrgica o revolucionaria que no es posible con la agresión militar de un Estado decadente o con compromisos políticos entre las diferentes fracciones del capital financiero. Estas contradicciones han explotado como resultado de la intensificación de la crisis socio-económica.

Igualmente, el movimiento de abogados, aunque en sí sea un acto heroico, no consiguió un apoyo de masas porque sus reivindicaciones y objetivos no reflejaban las necesidades de las masas. Palabras como "sociedad civil" y "ciudadano" son el producto de un nuevo lenguaje creado por la intelectualidad al servicio de las ONGs, patrocinadas por la socialdemocracia occidental. Esta terminología está hecha adrede para diluir la división de clase y confundir la lucha de clases. Estos pequeñosburgueses trajeados están totalmente absorbidos por la sociedad capitalista. La mayoría de estos ex – izquierdistas tienen una actitud de desprecio hacia el socialismo o intentan inyectar el reformismo en una sociedad donde el sistema económico ha perdido la capacidad de reforma. Hace más de ciento cincuenta años Carlos Marx describió muy acertadamente estas tendencias en El 18 Brumario de Luis Bonaparte:

"El carácter peculiar de la socialdemocracia consiste en exigir instituciones democrático-republicanas, no para abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para atenuar su antítesis y convertirla en armonía. Por mucho que difieran las medidas propuestas para alcanzar este fin, por mucho que se adorne con concepciones más o menos revolucionarias, el contenido es siempre el mismo.

"Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen enfrente a una clase privilegiada, pero ellos, con el resto de la nación que los circunda, forman el "pueblo". Lo que ellos representan es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las posiciones de las distintas clases.

"Y si, al poner en práctica la cosa, sus intereses resultan no interesar y su potencia resulta ser impotencia, la culpa la tienen los sofistas perniciosos, que escinden al pueblo indivisible en varios campos enemigos, o el ejército, demasiado embrutecido y cegado para ver en los fines puros de la democracia lo mejor para él, o bien ha fracasdo todo por un detalle de ejecución, o ha surgido una casualidad imprevista que ha malogrado la partida por esta vez. En todo caso, el demócrata sale de la derrota más ignominiosa tan inmaculado cmo inocente entró en ella, cn la convicción readquirida de que tiene necesariamente que vencer, no de que él mismo y su partido tienen que abandonar la vieja posición, sino de que, por el contrario, son las condiciones las que tienen que madurar para ponerse a tono con él".

Hasta hace pocos días Musharraf actuaba de acuerdo con estas nociones. Era el apóstol de la "moderación ilustrada", la "liberación", un "demócrata" en busca de los "derechos humanos", los "derechos de las mujeres", el "secularismo" y otras cosas por el estilo. El hecho de que haya recurrido a la represión estatal demuestra la inutilidad de una genuina democracia y otras libertades similares en medio de una crisis económica galopante.

Paradójicamente, la mayoría de estas consignas terminan con el mismo lenguaje que caracteriza la retórica del imperialismo norteamericano a escala mundial. Por esa razón, el fundamentalismo y otras fuerzas reaccionarias no hacen tal esfuerzo para presentarse como activistas de la sociedad civil "secular" y "liberal", y como una extensión del imperialismo. La retórica de la "democracia" y la "libertad" imperialistas ha quedado al descubierto en Iraq y Afganistán.

Aquí en Pakistán existe rebeldía y repulsión hacia EEUU, sobre todo en las zonas pashtunes. Los fundamentalistas intentan explotar esta situación, pero debido a sus propias ideas oscurantistas y enrevesadas, no han podido conseguir una base de masas más allá de ciertos límites. Lo irónico es que la mayoría de los políticos "liberales" y "democráticos", incluida la dirección del PPP, se basan y apelan al imperialismo norteamericano para reinstaurar la democracia, conseguir unas elecciones libres y justas, y obligar a Musharraf a renunciar o conceder un gobierno civil.

Todo el establishment político espera la intervención de los norteamericanos y que resuelvan este caos por ellos. El ejecutor de esta gran tarea democrática se supone que debe ser el carnicero de Honduras: John Negroponte, el ayudante del Secretario de Estado norteamericano. Lo que va a hacer no requiere mucha explicación.

El asunto de unas elecciones libres, justas y la democracia es importante. Pero si echamos una mirada a la historia accidentada de Pakistán, podemos ver que las únicas elecciones relativamente libres y justas se celebraron en 1970. Si miramos el contexto, podemos ver que había una insurrección revolucionaria de las masas que había puesto al Estado de rodillas. En realidad, estas elecciones fueron relativamente libres debido a la enorme presión que ejercía la revolución de 1968-1969.

El Estado no se atrevió a amañarlas. El movimiento actual de Benazir y su rápido cambio de postura con respecto a la dictadura de Musharraf es el producto de otra contradicción totalmente diferente, el antagonismo de clases en la sociedad. La gran marcha que ella anunció fue brutalmente suprimida y subvertida hasta cierto punto, cuando el Estado pudo detener fácilmente a Benazir en Lahore y paralizar el empuje de los mítines. Sin embargo, el régimen de ninguna manera ha podido dominar el movimiento.

Los estudiantes se han unido como hicieron los abogados, periodistas y otros sectores de la sociedad. Los conflictos ideológicos se han reabierto entre los diferentes partidos de la oposición. El derechista APDM se ha negado a participar en la gran marcha. Cuando Imran Jan (el popular ex-campeón mundial de cricket), que está a la derecha, fue a la Universidad del Punjab, un feudo de los fundamentalistas del IJT (Islami Jamiat Talaba), el ala estudiantil del Jamaat-e-Islami, su ardiente aliado en el APDM, recibió una paliza a manos de activistas del IJT y fue entregado a la policía.

Después de sus palabras iniciales de "Roti, Kapra aur Makan" ("Comida, ropa y vivienda", la consigna fundacional del PPP) en Dubai y Karachi, Bhutto se ha alejado de esta posición. Conscientemente no quiere convocar una huelga general de veinticuatro horas para reforzar su gran marcha, todas las rutas que sigue esta marcha están en los cinturones industriales en los que hay millones de trabajadores.

El único elemento ausente en este movimiento contra la dictadura de Musharraf es la entrada del proletariado pakistaní. Si el movimiento continúa durante un tiempo prolongado, consigue un mayor ritmo e impulso, los trabajadores que ahora no estén afectados por el rápido cambio de situación, se podrían unir. Entonces se abrirían las compuertas.

El descontento entre vastos sectores del proletariado pakistaní es enorme. Todo está preparado para la rebelión. En las telecomunicaciones, energía, agua, electricidad, aerolíneas y en el sector postal, en realidad en casi todos los sectores industriales, existe una furia creciente contra los duros ataques que ha hecho este régimen contra los trabajadores.

El Estado tiene planes para intensificar estos ataques. Si Benazir hubiera vinculado estas reivindicaciones con el movimiento político y convocado una huelga general el 13 de noviembre, el día que anunció el inicio de la gran marcha hacia Islamabad, Musharraf ya no estaría.

En cualquier caso, él pende de un hilo. Pero esta convocatoria se habría enfrentado a los norteamericanos y amenazado el sistema que ella quiere preservar. Por esa razón, ha recurrido a la formación de alianzas con partidos de derecha, incluido el Jamat-e-Islami, para conseguir una transición hacia la democracia.

Justo ayer, el Jamat dio a Imran Jan una lección de sus ideales democráticos. Quizás ella pueda aprender un poco de la experiencia de Imran. Musharraf es débil y está nervioso. Pero los estadounidenses todavía no lo han abandonado completamente. Negroponte puede que intente buscar otro acuerdo. Musharraf está tan desacreditado que podría aceptar términos más duros. Incluso si es destituido y se convocan elecciones, las cosas no cambiarán de modo sustancial. Benazir podría convertirse en primera ministra en las elecciones de enero, si se celebran. Pero estas elecciones casi con seguridad estarán amañadas. No está descartado que las agencias del Estado puedan amañar el proceso electoral a favor a una coalición de derecha, tampoco se puede descartar otro golpe militar.

En la incertidumbre actual que se encuentra Pakistán hay todo tipo de rumores. Pero independientemente del resultado, Pakistán no va a salir pronto de esta situación. Si Musharraf, el comandante en jefe, no puede controlar a las agencias y elementos fundamentalistas en el ejército, ¿cómo lo podrá hacer Benazir en un contexto de debilidad de las estructuras del Estado, caos económico y una sociedad deshecha?

En el poder bajo el capitalismo, ella tendrá que recurrir a la misma política de desigualdad económica y, por lo tanto, seguir los dictados del imperialismo norteamericano. Pero el aspecto simbólico de otro gobierno del PPP podría sacar a la superficie la otra cara de la división de clases. Las masas proletarias y oprimidas de Pakistán anhelan un cambio. A pesar de la perniciosa supresión de las noticias en los medios de comunicación sobre este aspecto de la sociedad pakistaní, el país tiene tradiciones revolucionarias. Ha habido largos períodos de explotación y represión socio-económica. Las condiciones de las masas explotadas de Pakistán son insoportables. Están perdiendo la paciencia. Un cambio, con su partido tradicional en el poder, aunque sea simbólico, podría desencadenar una rebelión de masas.

La posible e inminente recesión de la economía mundial tendrá un efecto devastador sobre la ya deteriorada economía pakistaní. Esta situación exacerbará las contradicciones sociales, y para Benazir este escenario, sobre bases capitalistas, sería una pesadilla. La vaga ilusión se evaporará y la clase obrera no tendrá otra opción que emprender la acción revolucionaria.

Si, debido a la ausencia de un programa y dirección claras, y a una política vacilante y confusa de la dirección, el movimiento finalmente se apaga, la perspectiva de un gobierno de derecha será la más probable. La clase dominante podría mantener a Bhutto en la oposición hasta una fecha posterior cuando la amenaza del movimiento aparezca de nuevo.

Con la presencia de una organización marxista fuerte este movimiento revolucionario no se detendría donde se quedó la revolución de 1968-1969. Aquel acontecimiento creó una tradición: el PPP. Esta situación también plantea la cuestión de la supervivencia del PPP. La única opción que le queda es aplicar el manifiesto fundacional del partido que defiende la transformación socialista de la sociedad. Esa es la única salida para Pakistán. Todos los demás caminos llevarían al desastre y la barbarie.