Durante meses, la lucha de los trabajadores del Hospital Garrahan por los $1.800 en el básico, se convirtió en el eje de la lucha por el salario y crispó la escena política nacional. Contra los trabajadores se levantaron el gobierno nacional, el aparato judicial y los medios de comunicación, tergiversando e intoxicando a la opinión publica. También hicieron lo suyo los gremios SUTECBA, UPCN y APM Durante meses, la lucha de los trabajadores del Hospital Garrahan por los $1.800 en el básico, se convirtió en el eje de la lucha por el salario y crispó la escena política nacional. Contra los trabajadores se levantaron el gobierno nacional, el aparato judicial y los medios de comunicación, tergiversando e intoxicando a la opinión publica. También hicieron lo suyo los gremios SUTECBA, UPCN y APM aguzando las diferencias al interior de los trabajadores y debilitando las medidas de fuerza, junto a la política carnera de la dirección del hospital. Más grave aún, la dirección de ATE-CTA, conociendo el apoyo que el reclamo tenia en los hospitales y la deteriorada situación de los trabajadores de la salud, tendió en los hechos a contribuir al asilamiento y desgaste de la lucha al negarse a implementar ninguna medida de fuerza de solidaridad.
Es verdad que se tardó en salir a buscar apoyo y coordinar con otros hospitales, en sacar el conflicto a la calle, en organizar el fondo de huelga, que hubo momentos donde se exageraron las fuerzas y que, a la hora de la verdad, se notó la ausencia de una corriente de oposición en el seno de ATE-CTA que pudiera torcer la política que se dio la dirección del sindicato hacia el conflicto.
Pero tampoco hay que olvidar que es una lucha de fuerzas vivas, donde la patronal y el Estado utilizaron todo lo que tenían a su alcance para hacer naufragar el reclamo y que, pese a todo, las Asambleas fueron la instancia de decisión colectiva de los trabajadores, sin oír los sabios consejos de algunos dirigentes que en plena lucha no tenían el valor de mirar a los trabajadores a los ojos.
De todas maneras, si bien no se consiguieron los $1.800, los $600 de adelanto y el 2% de antigüedad, el 20% de aumento conseguido (uno de los mayores aumentos conseguidos por los empleados públicos de todo el país) no fue un regalo sino un producto de la lucha. Por otro lado, la instauración de los $1.800 como reclamo cada vez más presente en el seno del movimiento obrero es un coletazo de la lucha de los trabajadores del Garrahan, que explica parte del ofuscamiento de gobiernos y patronales, tan acostumbrados a que los laburantes vivamos con el mínimo para comer, dormir y trabajar. Por último, la tenacidad de los trabajadores, su prestancia a luchar en la adversidad es un ejemplo para nuestra clase.
Ahora hay parar las medidas judiciales contra los dirigentes del conflicto con las que intentan atemorizar a los huelguistas. Y recuperar el aliento de una lucha a brazo partido y desigual, acumular nuevas fuerzas junto al balance honesto sobre los aciertos y errores del conflicto. Una corriente de oposición dentro de los gremios de la salud es una consecuencia y una tarea que dejó la lucha.
En las nuevas luchas que se abren acicateadas por la inflación, los trabajadores del Garrahan también tendrán su lugar.