A 40 años de Mayo del 68

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El Mayo francés representó una demostración de la poderosa fuerza revolucionaria que tiene la clase obrera, que puesta en marcha es capaz de cuestionar el control de la burguesía en un país capitalista desarrollado. Esta idea fundamental quedó de manifiesto el 31 de diciembre de 1968 cuando el general De Gaulle concluía su mensaje de fin de año con un deseo: «Enterremos finalmente a los diablos que nos han atormentado durante el año que se acaba».
Para conmemorar el 40º aniversario de la revolución de mayo del 68 en Francia, publicamos un extracto del trabajo: El año de la revolución: 30 Aniversario de Mayo del 68, de Bárbara Areal, que apareció en la revista Marxismo Hoy No. 4 de la Fundación Federico Engels (Mayo 1998)

El Mayo francés representó una demostración de la poderosa fuerza revolucionaria que tiene la clase obrera, que puesta en marcha es capaz de cuestionar el control de la burguesía en un país capitalista desarrollado. Esta idea fundamental quedó de manifiesto el 31 de diciembre de 1968 cuando el general De Gaulle concluía su mensaje de fin de año con un deseo: «Enterremos finalmente a los diablos que nos han atormentado durante el año que se acaba».

El boom de la posguerra, fundamentalmente en los países capitalistas desarrollados, afectó profundamente el panorama político, sobre todo a las direcciones de las organizaciones obreras, que quedaron deslumbradas por los «logros» de la economía de mercado. El capitalismo parecía haber superado sus contradicciones. Pero no era así. La clase obrera francesa se encargará de demostrarles a aquellos que renunciaban ya a su capacidad revolucionaria cuan equivocados estaban.

Un elemento central que marcará esta época influyendo decisivamente en la clase obrera europea y norteamericana, será la lucha de las masas de los países ex-coloniales por liberarse de la opresión imperialista. El triunfo de la revolución cubana en 1959 y en 1962 en Argelia, la resistencia heroica del pueblo vietnamita, despertará una ola de simpatía entre millones de jóvenes y trabajadores a escala internacional.

La lucha obrera parecía no conocer fronteras. Una lucha impresionante fue la denominada Primavera de Praga, cuando la clase obrera checoslovaca intentando establecer un auténtico régimen de democracia obrera, demostrando que la alternativa al asfixiante régimen burocrático no tenía porque ser el capitalismo.

Revolución en Francia

En Francia al iniciarse el año 1968 se cumplieron diez años de régimen gaulista y las organizaciones de la izquierda y los sindicatos no tenían entre sus perspectivas inmediatas movilizaciones generalizadas, ni mucho menos la posibilidad de una revolución. La burguesía, también deslumbrada por el auge económico de la postguerra, se hallaba enormemente confiada.

Los momentos revolucionarios son excepcionales. En la mayor parte de su existencia la clase, si bien lucha por mejorar sus condiciones de vida, no se cuestiona el sistema en su conjunto. Sin embargo a pesar de la apariencia de tranquilidad o conformismo con el orden de las cosas, los trabajadores y la juventud acumulan experiencia y elaboran sus propias conclusiones. Tanto entre los analistas de la burguesía, como entre sectores de activistas del movimiento obrero, hay cierta tendencia, aunque por razones diferentes, a identificar mecánicamente la actitud de los dirigentes obreros con el estado de ánimo y el ambiente entre la clase obrera. El que los trabajadores no respondan de inmediato a un ataque, o que permitan que sus representantes pacten con la burguesía acuerdos desfavorables a sus intereses sin una reacción inmediata, no significa satisfacción ni aprobación. Llegada la hora se pondrá en marcha, sin poder esperar a que sus organizaciones estén en condiciones de afrontar la toma del poder o pararse a considerar si sus dirigentes defienden el programa adecuado.

La juventud es la primera en salir a la calle

Como en otras experiencias revolucionarias fue la juventud la que reflejó de forma más rápida las contradicciones de la sociedad francesa. El 22 de marzo se inician en la universidad de Nanterre las primeras protestas a raíz de la detención de varios estudiantes miembros de un comité de solidaridad con Vietnam, acusados de atentados con explosivos. En respuesta, los estudiantes ocupan la universidad. Pero el gobierno francés respondió con más represión.

La represión despierta la solidaridad, el movimiento se extiende a toda velocidad, los estudiantes de bachillerato se suman a la movilización. El Barrio Latino se llena de barricadas, los enfrentamientos con la policía en la noche del 3 al 4 de mayo se saldan con un gran número de heridos y detenidos. La clase obrera ve con enorme simpatía el movimiento estudiantil. Todo el malestar acumulado bajo la superficie se empieza a expresar.

Con el desarrollo de la lucha surgen nuevas organizaciones como el Movimiento 22 de Marzo. Uno de sus máximos dirigentes fue Daniel Cohn-Bendit, estudiante de sociología. Hablamos de jóvenes que participan en manifestaciones contra las agresiones imperialistas en Vietnam, en Argelia; que se identifican con el Che. Sus discursos estaban cargados de una severa crítica a las organizaciones obreras, por su conformismo con el sistema. Mantuvieron su rechazo a la política del Partido Comunista Francés (PCF), el partido mayoritario de la clase obrera francesa en aquel entonces, y a los sindicatos mayoritarios. Sin embargo, se trataba de una crítica que olvidaba el papel decisivo de la clase obrera en la lucha por el derrocamiento del capitalismo y que no diferenciaba entre las aspiraciones revolucionarias de la base de las organizaciones de masas de la izquierda francesa y sus direcciones reformistas. ¿Cómo debía acercarse el partido a esta situación?

El PCF se enfrenta al movimiento estudiantil

Aunque parezca sorprendente, la dirección PCF, denunció a los estudiantes. El día 3 de mayo el ejecutivo del PCF publicó una declaración de condena contra la actuación de izquierdistas que utilizaban como pretexto las carencias gubernamentales y especulando con el descontento de los estudiantes intentan bloquear el funcionamiento de las facultades e impedir a la mayoría de los alumnos trabajar y pasar sus exámenes.

Frente a la represión del estado burgués, el PCF debería haberse colocado junto a los estudiantes. Se trataba de comprender qué estaba poniendo de manifiesto un movimiento que puso en pie de guerra a la juventud. Esta forma de aproximarse era el único método para elaborar las consignas y el programa necesario para llevar la lucha hacia adelante, para elevar su nivel de conciencia y superar sus prejuicios ofreciendo una perspectiva socialista.

Pero el PCF tuvo una actitud sectaria y de desprecio hacia el movimiento de la juventud. No olvidemos que, paralelamente, de enero a agosto de ese mismo año se desarrolló la Primavera de Praga y Waldeck Rochet, secretario general del PCF, justificó la brutal intervención militar soviética para aplastar el movimiento de los trabajadores y jóvenes checoslovacos.

La movilización se extiende a toda la sociedad

El 4 de mayo el sindicato estudiantil UNEF se vió obligado a reaccionar, y junto con el sindicato de profesores SNEP-Sup convocan una huelga indefinida hasta la liberación de todos los detenidos. La represión fue en aumento: El movimiento continuaba en alza. Continúan las manifestaciones y barricadas, cada vez más masivas.

A pesar de ello, ninguno de los grandes sindicatos, están por la labor de vincular el movimiento estudiantil con la clase obrera.

Con todo, la presión del movimiento era demasiado fuerte y consiguió imponer una convocatoria conjunta para el 13 de mayo, que es un rotundo éxito. El gobierno vuelve a retroceder y libera a los detenidos. En estos momentos, cuando la clase se siente fuerte, la capacidad de extraer conclusiones, de aprender, es enorme; los procesos se desarrollan mucho más rápido que en períodos de calma.

Una de las lecciones más importantes de la experiencia del Mayo del 68 fue que la clase obrera supo hacer una revolución, a pesar de no ser convocada por sus organizaciones, a pesar de no encontrar una dirección firme y decidida. Su instinto de clase fue guía suficiente para poner en tela de juicio el control de la burguesía.

La revuelta estudiantil era la antesala de la revolución

El movimiento estudiantil no tardó en contagiar a los trabajadores. La huelga de la fábrica Sud-Aviation de Nantes, se inició con reivindicaciones económicas: mantenimiento del salario, reducción de jornada; los trabajadores, sin ninguna directriz de los partidos o los sindicatos, ocuparon la fábrica. El 19 de mayo se contabilizaban 2 millones de huelguistas; el 20, 5 millones; el 21, 8 millones, y por fin el 28 de mayo son ya 10 millones de trabajadores en huelga. Las grandes empresas están a la cabeza, Renault, Michelín, Peugeot, Citroën, las minas, los puertos, los astilleros, el metro, el gas, la electricidad, ningún sector de la producción se salva del avance de la lucha. Millones de trabajadores ocupan las fábricas, instintivamente, hacen temblar uno de los pilares básicos del sistema capitalista: la sacrosanta propiedad privada, o lo que es lo mismo, el control por parte de la burguesía de los medios de producción. Los trabajadores se sienten dueños de las fábricas.

En varias ciudades surgen comités de barrio para organizar la lucha. En Nantes la organización de los huelguistas llegó más lejos que en ninguna otra parte. Los comités de barrio se constituyen en Comité Central de Huelga de toda la ciudad apoyado por los sindicatos obreros, de campesinos y estudiantiles. Rápidamente este comité toma en sus manos la dirección de la ciudad. Junto con la toma de fábricas, este es uno de los aspectos centrales del proceso revolucionario, cuando los trabajadores demuestran que la burguesía, sus instituciones y su Estado ya no son necesarios para hacer funcionar la sociedad.

Los dirigentes obreros renuncian a la toma del poder

En pocas semanas se produjo un cambio decisivo de la situación; no se trataba de una mera revuelta estudiantil. Es la clase obrera en pie de guerra, el sector productivo de la sociedad, sin cuyo consentimiento ni una fábrica funciona, ni los trenes, ni el metro, ni los autobuses, ni la gasolina se distribuye, ni hay pan, ni se publican periódicos; sin el consentimiento de la clase obrera el sistema no funciona, y ahora, la clase obrera francesa comprobaba su propia fuerza en la práctica.

La clase dirigente se encontraba sumida en una profunda desmoralización.¿En aquellas circunstancias, qué podía hacer la clase dominante? Sólo tenían una posibilidad: recurrir a los dirigentes reformistas y estalinistas, para intentar salvar al capitalismo.

El 25 de mayo se iniciaron negociaciones entre gobierno, patronal y sindicatos; y el 27 se llegó a un pacto que recibirá el nombre de Acuerdos de Grenelle. ¿Cómo es posible que mientras la clase obrera hace la revolución, los dirigentes se reúnan con la burguesía para salvar el capitalismo? El propio PCF reconoció que «el movimiento se orientaba hacia transformaciones del mundo en que vivimos más profundas y más decisivas».

Los dirigentes del PCF carecían de un programa revolucionario porque hacía tiempo que habían renunciado a basarse en la capacidad de la clase obrera para acabar con el capitalismo y construir una nueva sociedad. Finalmente la dirección del PCF volvió a hacer recaer la responsabilidad sobre los hombros del movimiento al que acusa de no estar lo suficientemente maduro para afrontar esta tarea.

La falta de una dirección revolucionaria permitió a la burguesía recuperar el control

Con los acuerdos de Grenelle la burguesía concedió reivindicaciones que habían sido rechazadas durante años, con la esperanza de enfriar los ánimos. A pesar de la aceptación de estas concesiones por parte de sus dirigentes, la clase obrera no abandonaría fácilmente las posiciones que había conquistado, porque el movimiento se sentía con fuerzas para conseguir algo mejor. El acuerdo fue ampliamente rechazado por la base de los sindicatos, la situación estaba madura para extender la experiencia de Nantes por todo el país.

La práctica nos muestra que solamente con la capacidad revolucionaria de la clase obrera no es suficiente para transformar la sociedad. El factor subjetivo, la existencia de un partido revolucionario de masas es indispensable para la victoria. Cuando la revolución empieza, la contrarrevolución levanta la cabeza. La burguesía no renunciará voluntariamente a la sociedad que le garantiza sus privilegios. La actitud «razonable» de los dirigentes obreros supuso un respiro para la clase dominante, pero el rechazo masivo al acuerdo siguió manteniendo la situación en la cuerda floja.

Pero a pesar de que todas las condiciones eran enormemente favorables, la clase obrera se encontraba huérfana. Después de semanas de luchas y ocupaciones de fábricas la única orientación que recibía de sus direcciones eran llamamientos a la calma, al pacto, a conformarse con mejoras salariales. Y los días siguieron pasando y el cansancio empezó a pesar porque no había nuevos pasos adelante.

El día 28 el gobierno gaullista dimitió y se convocó un referéndum que De Gaulle convirtió en un auténtico plebiscito. El 29 se celebró una manifestación en París organizada por la CGT a la que acuden 500.000 personas, a pesar de sus dirigentes. El 30 de mayo las tropas del General Massu (responsable de la represión sangrienta del imperialismo francés en Argelia) iniciaron maniobras militares en la frontera. La contrarrevolución siente como va recuperando el terreno perdido y actúa de forma decidida. De Gaulle y la burguesía, afronta el referéndum en los siguientes términos: «El caos o yo», hablando de la «amenaza de una dictadura totalitaria». Frente a esta propaganda la respuesta del PCF fue: «Contra la anarquía: por la ley y el orden, votad comunista».

Los trabajadores estaban solos, mientras sus dirigentes apelaban a la ley y el orden, que bajo el capitalismo significa el respeto a la propiedad burguesa, a sus instituciones y la renuncia a cualquier cambio en profundidad.

Ahora sí, producto de la política derrotista de los dirigentes obreros, la situación era desfavorable para la clase obrera. El 31 de mayo el PCF y la CGT firman un acuerdo, acompañado de la invitación de volver al trabajo, eso sí, con la garantía de que no habrá ninguna represalia.

Para la clase obrera la lucha no ha acabado

La burguesía tiene un especial interés, como parte de su campaña permanente de desprestigio de las ideas socialistas, en subrayar que Mayo del 68 aquello fue un gran error, y como prueba de ello señalan como han acabado algunos de los dirigentes del movimiento.

Pero la clase obrera, tiene que ir a trabajar para conseguir el salario para vivir. Y pese a las derrotas no tendrá más remedio que volver a levantar la cabeza y salir a la lucha. No es más que el comienzo. Continuemos la lucha.