“El Estado es producto y manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables”. (El Estado y la Revolución, V. Lenin)
Los derechos humanos son históricamente vulnerados en Argentina; en sus diferentes formas encontramos el abuso policial, el gatillo fácil, las condiciones de detención ilegales y en condiciones deficitarias; la violencia de clase contra las mujeres, la prohibición del derecho al aborto y las restricciones al acceso a los servicios reproductivos; las políticas de hostigamiento y represión que enfrentan los pueblos originarios en su lucha por el derecho a la tierra y el agua, etc.
La juventud se ve impelida a pelear por sus derechos al trabajo, a la educación, a luchar por “Ni una Menos”, por el aborto libre, gratuito y seguro como vimos en 2018 con la lucha y movilización de miles de mujeres y hombres que impusieron la aprobación del proyecto de ley en la Cámara de Diputados, aunque luego fuera rechazado por el Senado.
La sacrosanta democracia burguesa se basa en 4 pilares esenciales: la iglesia, el aparato represivo, la justicia de clase y el parlamento que, a su vez, resultan ser los mayores obstáculos para la realización de cualquier derecho democrático elemental de las masas. En palabras de Lenin “el Estado capitalista es, en esencia, un destacamento de hombres armados que disponen de cárceles y otros elementos.”
Ante cualquier lucha que se emprenda por cualquier derecho, las masas chocan objetivamente contra la propiedad privada de los medios de producción, con la gran propiedad burguesa y sus instituciones, por esto debemos relacionar estas luchas con las que emprendieron las y los trabajadores durante la historia de la clase obrera argentina y hacer consciente esta continuidad de lucha de los de abajo.
En democracia
El crimen de Walter Bulacio en manos de la Policía Federal en 1991; el asesinato del soldado Carrasco en 1994 mientras cumplía el servicio militar. Las 38 víctimas en manos de las fuerzas represivas el 19 y 20 de diciembre de 2001. El 26 de junio de 2002 en el marco del Argentinazo tuvo lugar la Masacre de Avellaneda durante el gobierno de Eduardo Duhalde con los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
Jorge Julio López desapareció en noviembre de 2006 a manos de una patota ligada a la Bonaerense –paraestatales-; el asesinato en 2009 en manos de la policía bonaerense de Luciano Arruga, cuyo cuerpo fue hallado en el cementerio de Chacarita donde figuraba como NN en 2014; la desaparición de Paula Perazzi en setiembre de 2011, la prisión de Milagro Sala desde el 16 de enero de 2016, día en que fue encarcelada y permanece detenida desde hace 4 años y más de 100 días; más recientemente el asesinato de Santiago Maldonado encontrado 77 días después de su desaparición en 2017 y Rafael Nahuel en noviembre de 2017; el asesinato en una comisaría de Rosario de María de los Ángeles París en mayo de 2017; el arresto en estas semanas de Sebastián Romero; el asesinato en manos de la policía provincial de Tucumán del obrero Luis Espinoza el 15 de mayo de 2020 y el brutal ataque de la policía de Chaco a una familia Qom que irrumpió en una casa y golpeó salvajemente a menores y mujeres.
Esto demuestra que el gatillo fácil, los apremios ilegales de la policía, la violencia estatal contra las mujeres, la judialización de la protesta, todos expresan el vestigio del pasado contrarrevolucionario de la Argentina y ponen de manifiesto la corrupción, la podredumbre y las contradicciones no resueltas que siguen siendo el núcleo del régimen capitalista.
En toda su historia, el Estado argentino demuestra que el capitalismo no conoce límites cuando están en juego los intereses de la clase dominante.
En el pasado reciente, durante la dictadura cívico-militar del ’76, la desaparición forzada de personas, así como el asesinato y prisión de decenas de activistas, fueron algo común. A partir de la democracia del ’83, lo es el gatillo fácil y la judicialización de la protesta. El hilo conductor que une tanto una época de dictadura como una de democracia, en cualquier período histórico, es la dictadura del capital y, por lo tanto, el mantenimiento de su brazo armado para el disciplinamiento social.
Los acontecimientos que rodean a la desaparición forzada, el asesinato de trabajadoras y trabajadores, jóvenes y mujeres, nos obliga a una mirada general del papel del capitalismo argentino durante la dictadura de 1976 y su llamada “guerra sucia”.
No es intensión de esta nota hacer un recuento histórico, pero sí queremos señalar una de las “herencias” de la última dictadura cívico militar en ese período tan rico de luchas y de agudización de la lucha de clases.
El Cordobazo abrió un período revolucionario en Argentina como expresión de una situación que recorría el continente americano con una gran influencia de la Revolución Cubana y la experiencia de la lucha por el poder obrero con los cordones industriales en Chile en manos de la clase obrera y sectores pobres durante el gobierno de Salvador Allende.
En Argentina, tal período se cierra con la dictadura de 1976 como expresión de un diseño de ingeniería de alto vuelo pergeñado por el imperialismo norteamericano para el continente llamado “Plan Cóndor”.
El cínico General genocida Rafael Videla, al mando al inicio de la dictadura, fue quien sintetizó la idea de desaparecido como una incógnita. “Si el hombre apareciera tendría un tratamiento X. Si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido, no puede tener un tratamiento especial […] Es un desaparecido, no tiene entidad. No está ni muerto ni vivo, está desaparecido… Frente a eso no podemos hacer nada.” (Ni vivo ni muerto… desaparecido, You Tube 1979. La Voz 17/05/2013)
La resistencia obrera en las fábricas y en las barriadas populares durante los 7 años de dictadura se hizo sentir en los dos paros nacionales y en la marcha multitudinaria en 1982 contra el hambre que, junto a la derrota en la Guerra de Malvinas, debilitó profundamente a la dictadura militar; que pudo salir de escena en forma “ordenada” a través de la salida institucional garantizada por la Multipartidaria y desviando así el ascenso de masas.
Las barriadas populares
En la Argentina hay 4.228 barrios populares, de ese total hay 952 que están ubicadas en el Conurbano bonaerense. El partido con más villas es La Matanza, que a su vez es el más poblado. (Chequeado 27 mayo 2020)
El gatillo fácil es una constante en las barriadas de las grandes ciudades del país.
Desde 1983, la Coordinadora contra la represión policial e institucional (CORREPI) lleva contados 6.564 casos de gatillo fácil. Unas 1.300 personas (casi el 20% del total) fueron asesinadas durante los últimos tres años, entre el 10 de diciembre de 2015 y el 12 de febrero de 2019. En ese marco se realizaron cinco marchas Nacionales Contra el Gatillo Fácil.
Según la CORREPI unas 1.300 personas fueron asesinadas entre diciembre de 2015 y febrero de 2019, a razón de una cada 21 horas.
Durante los 4 años de Macri se cometieron el 20% de los casos de gatillo fácil, contando desde 1983, alentados por la “doctrina Chocobar”.
En el Conurbano Bonaerense en el periodo que abarca desde 1996 a 2019 hay un acumulado de 2.865 casos, y en la Ciudad de Buenos Aires en el periodo que abarca de 1996 a 2018 encontramos 738 casos según datos del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)
En Córdoba, según datos de CORREPI, 435 personas fueron asesinadas por el Estado desde 1983 hasta el 2018. El 78 % de los casos fueron durante los gobiernos de Unión por Córdoba De la Sota – Schiaretti, que lleva 20 años en el poder.
La represión no solo es en las calles con el gatillo fácil sino también en las cárceles argentinas donde se combina represión y muerte. Se calculan que desde 2009 a 2018 se duplicaron las muertes a 425 fallecidos de las cuales 189 por muerte violenta. Motines, “suicidios”, homicidios o lesiones producidas en los motines o protestas para reclamar mejores condiciones de detención.
Estos datos muestran una clara radiografía de la continuidad de una lógica ideológica y de un aparato represivo que muestra las dos caras de una misma moneda.
La violencia policial en las barriadas populares es una constante y se incrementa cotidianamente. Esta violencia es acompañada por otro tipo de violencias que se manifiestan en diferentes planos de la realidad, la falta de trabajo y la inseguridad cotidiana de no saber si hay un plato de comida en la mesa para el conjunto de la familia, o la incertidumbre de si solo se cuenta con una sola comida, o depender de las ollas populares o los comedores en las escuelas. La violencia ante la falta de un techo que permita acobijarse, sentirse contenido no solo por el calor de los afectos, sino por la posibilidad de una vivienda acorde a las necesidades básicas del grupo familiar. El dolor del hacinamiento y la precariedad sanitaria, el dolor de la falta de agua potable y de condiciones saludables para la vida humana y digna, se traduce en el odio de clase de los de abajo, a la policía maldita, a los políticos que solo recuerdan a las barriadas pauperizadas cada cuatro años regalando promesas o tan solo unos bolsones más.
El Estado ausente o presente en boca de los más rancios liberales o de quienes defienden una política nacional y popular arrojan a amplios sectores de la población a la desgracia y la barbarie, condenándolos a un futuro perpetuo de aberraciones y miserias, devaluando la vida humana hasta límites impensados. Tanto unos y otros -a pesar de sus diferencias concretas- al aceptar los marcos capitalistas del funcionamiento de la producción, pauperizan la vida de millones de mujeres y hombres, despojándolos del derecho más elemental: el derecho al trabajo. Es el capitalismo el que impone su lógica independientemente de quien gobierne.
La violencia resulta entonces de los intereses irreconciliables entre la minoritaria clase dominante y la mayoritaria clase trabajadora, que se manifiesta en diferentes planos, sea la justicia de clase, en la ficción de que somos “todos iguales” ante la ¡justicia ciega y equitativa!, pero que tan solo es una ilusión y un engaño para millones de trabajadores, para millones de hombres y mujeres que día a día deben levantarse para ganarse el mango, y cuando no lo hay, cuando no se ve una salida colectiva, muchas de las veces toman caminos errados de una salida individual, que conlleva a la muerte por el robo de una gallina, o del plato de comida. Es acá, en ocasión de este tipo de situaciones que la justicia deja caer su venda y aplica, por el robo de comida, la fusta y el garrote, mientras que la hipócrita burguesía y sus representantes políticos cuentan entre otras cosas con múltiples mecanismos de evasión en el sentido amplio de la palabra, por ejemplo, ante el robo de millones de dólares, endeudando al país, postrándolo ante el imperialismo y las agencias de créditos internacionales. O el flagrante comportamiento ante Decretos de Necesidad que evitarían, por ejemplo, los despidos y los grandes patrones desconocen y la justicia nada hace.
La consecuencia se encuentra a la vista con 15 millones de trabajadores por debajo de la línea de la pobreza, con un 50% en la economía informal y 3.00.000 millones que habitan en villas miserias.
Entonces las fuerzas del “orden” de la burguesía mantienen las barriadas populares en un estado de ocupación con la policía, gendarmería y prefectura.
María del Carmen Verdú, integrante de CORREPI, se refirió a los hechos de abuso policial de parte de las fuerzas de seguridad en el marco de los operativos por la cuarentena. En ese sentido, expresó que este contexto de excepción se “potencia lo que ya existía”, que es “una mirada de clase de quién es el que da las órdenes y quién es a quien debo controlar y disciplinar si soy un uniformado”. Luego nos sigue diciendo que “el aislamiento lo que no tiene que ocasionar es que nos aislemos en la circulación de la solidaridad activa, sino que eso tiene que multiplicarse y funcionar aún más, porque es por donde vamos a encontrar soluciones”.
El Secretario de Seguridad del Gobernador Axel Kicillof, Sergio Berni en una entrevista señaló que esto se asemeja a Sinaloa (México) en ocasión de recorrer una villa miseria de La Matanza, haciendo alusión a que no contaba con la logística, tecnología y recursos necesarios para enfrentar al delito, en este caso el narcotráfico (¿?). En realidad, la idea es evitar el desborde social, que en realidad son reclamos que surgen de las condiciones de sanidad y miseria a partir de la ocupación policial-militar. Como nos tienen habituados a la violencia estatal en manos de Sergio Berni o la anterior Ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich.
También Verdú en entrevista con Alejandro Bercovich en Radio CUT el 23 de junio, 2020 señaló en ocasión de la situación represiva de los tres meses de confinamiento, ante los abusos policiales en los barrios pobres en donde hubo más de 50 reportes con una docena de hechos cada reporte sobre situaciones de violencia policial y 12 casos de gatillo fácil en manos de la policía. Las muertes en los lugares de detención particularmente en comisarías, como es el caso de Santa Rosa de Conlara en San Luis de Florencia Magali Morales de 39 años que fue detenida por violar la cuarentena y a las horas estaba muerta en la Comisaría.
Un paso necesario
El sistema capitalista es violento, el valor no pagado del trabajo del obrero que crea un plusvalor del cual se hace propietario el empresario, originando así la esencia de la explotación o acumulación capitalista. Al trabajador se le paga menos de lo que realmente produce. Así pues, la diferencia entre lo que realmente produce y su salario es lo que se conoce como plusvalía. Esta plusvalía constituye la ganancia extra del empresario.
Esta es la esencia de la violencia, y por esto los intereses entre los capitalistas y los trabajadores son irreconciliables
La desocupación y el excedente de trabajadores, de jóvenes trabajadores sin futuro son víctimas de la violencia de la gran burguesía y sus instituciones.
Marx, señala que “ningún régimen social desaparece antes de haber desenvuelto sus fuerzas productoras hasta el máximo de lo que pueda alcanzar tal régimen, y ningún régimen social nuevo puede aparecer, si no halló previamente las condiciones necesarias en el régimen antiguo”. Y sigue “Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de propiedad existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y así se abre una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”.
Hoy en la Argentina, la capacidad ocupada de la industrias sobrepasa apenas el 40% y ésto supone despidos y suspensiones que van engrosando la economía informal y el hambre en general. Mientras tanto se toma recursos del Estado para salvar a los capitalistas y sus empresas. Axel Kicillof tomó “prestado” de la obra social provincial $400 millones para salvar a las clínicas y sanatorios privados “para sostener al sector privado mientras dure la pandemia, sin quebrantos ni despidos”. (ANRed 17/06/20)
O el rescate por múltiples medios a empresas pagando el 50% del salario de sus trabajadores, con créditos al 24%, o el caso que viene dividiendo las aguas del rescate de Vicentin (ver artículo en nuestra Web Revolución del 02/06/2020). Ejemplos en relación a los recursos del Estado para salvar a la clase dominantes y sus empresas sobran
El capitalismo ha quebrado, su incapacidad para resolver los grandes problemas nacionales se encuentra a la vista. Si en el pasado la dirigencia Kirchnerista hablaba de una burguesía buena y patriótica, en el presente el gobierno de Fernández & Fernández hablan de que la burguesía es fallida y que tal papel lo debe jugar el Estado.
La extranjerización de la economía es más de un 65%, este dato habla con claridad de que la única patria que conocen los empresarios tanto nacionales como extranjeros son sus ganancias y su avaricia de maximizar más y más sus ingresos.
La economía se va a desarrollar solo en manos de los trabajadores gestionando su producción, con las asambleas democráticas y la planificación estatal, avanzando en la expropiación de la propiedad privada de los medios de producción en manos de una minoría.
Carlos Marx en “La lucha de clases en Francia de 1848-1850” escribió: “Pero detrás del derecho al trabajo está el poder sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital la apropiación de los medios de producción (por la dictadura del proletariado, Ed.), su sumisión a la clase obrera asociada, y por consiguiente la abolición tanto del trabajo asalariado como del capital y de sus relaciones mutuas.”
Construyamos el Partido de trabajadores
Construyamos el Partido Revolucionario
La comprensión de este problema nos debe llevar a reflexionar sobre el papel del empresariado y el corset que representa la propiedad privada de la gran propiedad burguesa. Por ello, es necesario dar un paso en claridad y en la organización en la fábrica y en los barrios.
Ante la violencia estatal o paraestatal, ante la violencia de los narcotraficantes que queman la cabeza de miles de jóvenes con sustancias tóxicas que anula el rasgo revolucionario de la juventud, hay que poner en pie los comités de autodefensa en el barrio, que deben surgir y gestionarse en la asamblea barrial o en la fábrica, coordinando entre manzanas.
Los trabajadores junto a los cuentapropistas, trabajadores informales deben ligarse a las fábricas que funcionan y hacer un llamamiento a los obreros que se encuentran desocupados para acciones en común, no solo ante la violencia de todo tipo sino además ante el hambre y la desocupación. Recuperar los sindicatos para la lucha y la organización de la clase para avanzar en un gobierno de los trabajadores.
Poner en el debate la necesidad de poner en pie los comités de autodefensa ante el gatillo fácil, la militarización de los barrios y ante el narcotráfico es una necesidad que debe ser abordada.
La historia, la experiencia en nuestros cuerpos y nervios, el hambre, la represión y la desocupación, la perdida de nuestros pibes en mano de la maldita policía, no es más que la lucha de clases, en esto el papel de los gobiernos capitalista de cualquier tinte y de los jefes de las centrales obreras que dan contención para que no se salga de madres, sin resolver los problemas estructurales de la pobreza y ocupación que mantienen por medio de sus mediaciones, por uno u otro lado con políticas de conciliación y de colaboración ante nuestros enemigos de clases: los grandes terratenientes, empresarios y grandes capitalistas.
Debemos sacar las mejores enseñanzas.
La experiencia de lucha por una vida digna, ante la vida miserable que nos ofrecen, la lucha por la plena ocupación contra la desocupación que aumenta y que engrosa el ejército de desocupados. La lucha contra la violencia en manos del Estado capitalista y sus diferentes formas debe ser erradicada definitivamente.
Debemos poner en pie un partido de los trabajadores que realmente represente nuestros genuinos intereses. Nos dirán que es imposible, que resulta complicado. Hay en el presente y al margen de los llamados gordos sindicales o la Central Obrera como las diferentes facciones de la CTA, una camada de militantes políticos sindicales y de un segmento de trabajadores de base que se sienten identificados con los sindicatos combativos o llamados clasistas que deben tomar en sus manos la tarea de convocar al conjunto de nuestra clase a este objetivo tan necesario para estructurar una respuesta verdaderamente de masas en relación a los intereses generales de la juventud y de nuestra clase.
La disyuntiva sigue presente. Socialismo o barbarie capitalista.