Se profundiza la campaña de desestabilización burguesa contra el gobierno

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Contra la reacción: ¡Ni un paso atrás! ¡Hay que ganar la calle!

La Corriente Socialista Militante denuncia la campaña emprendida por los sectores decisivos de los grandes empresarios, banqueros, terratenientes y multinacionales, para desestabilizar al gobierno democráticamente electo de Cristina Fernández. En esos sectores identificamos a grupos económicos y sociedades empresarias como Techint, Arcor, Bagó, Clarín, la Asociación Empresaria Argentina (AEA), Sociedad Rural, la banca privada, etc.

Independientemente de la opinión que se tenga de este gobierno, ningún integrante del campo obrero y popular puede dudar de que los ataques que está sufriendo el kirchnerismo desde la derecha y desde el gran capital son consecuencia, no de los puntos débiles de su política, sino de los puntos fuertes de la misma a favor de los trabajadores y del pueblo pobre, y de la democratización de la vida social.

Ningún miembro consciente del campo obrero y popular puede dejar de ver que lo que pretenden estos sectores privilegiados de la sociedad es preparar una alternativa política a la derecha del kirchnerismo. Quieren un gobierno completamente adicto a los intereses del gran capital y de las mafias del aparato del Estado, que haga del cercenamiento del gasto social y de los derechos democráticos, y de la represión de las protestas populares, ejes principales de su accionar, siguiendo el ejemplo de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires.

Por ahora, son conscientes de que “no les da el cuero” para derribar el gobierno o forzar su renuncia. La oposición política en el Congreso está desarbolada, y carecen de un solo dirigente con autoridad de masas, mientras que el gobierno mantiene un apoyo sólido en la clase trabajadora. Lo que pretenden a corto plazo es acosarlo, hacerlo zozobrar, introducir el pánico y la desorganización en sus bases. Por eso están utilizando su control de los medios masivos de comunicación para enloquecer a la clase media y a la capa superior de trabajadores calificados, y movilizarlos activamente contra el gobierno.

Es lógico, por lo tanto, que exista una inquietud comprensible en millones de trabajadores, jóvenes y sectores populares diversos por la secuencia de acontecimientos habidos en las últimas semanas, que siguen a la campaña histérica que medios como Clarín, La Nación o Perfil vienen desarrollando contra el gobierno desde hace meses; y que incluye la utilización de un lenguaje reaccionario, violento y obsceno contra la presidenta y la militancia popular kirchnerista.

La campaña desestabilizadora

Esta secuencia de acontecimientos la constituyen el cacelorazo reaccionario organizado por estos sectores el 13 de septiembre y el que preparan para el 8 de noviembre, la reactivación de las maniobras del ruralismo patronal en conjunción con la derecha peronista y el moyanismo, la campaña histérica contra la presidenta Cristina que alcanzó su punto máximo en la maniobra organizada en la Universidad de Harvard, y más recientemente en la manipulación y utilización de la prensa burguesa del conflicto surgido en las fuerzas de la Prefectura y la Gendarmería sobre haberes mal liquidados, y en el secuestro durante 24 horas de Alfonso Severo, testigo en el juicio que se sigue contra la cúpula de la Unión Ferroviaria por el asesinato del militante del PO, Mariano Ferreyra.

En relación al conflicto de la Prefectura y la Gendarmería, es claro que ha sido fogoneado por los medios privados opositores y la derecha, que han estimulado a los sectores más reaccionarios en su seno para que radicalizaran y extendieran el conflicto. No es casual que Macri declarara que, aunque no compartía las formas de protesta, sí la comprendía por el “maltrato” que, según él, habían sufrido las fuerzas represivas en “los últimos 10 años”. De la misma manera, el bloque de senadores de la UCR se negó a firmar la declaración institucional “en defensa de la democracia”, impulsada por el oficialismo. Por eso, la firma de dicho documento “en defensa de la democracia” por parte del PRO, los diputados de la UCR y las demás fuerzas de derecha debe ser considerada hipócrita y debemos exponer abiertamente sus verdaderos propósitos: lavarse la cara delante de la población mientras que por detrás estimulan la protesta.

Si bien es comprensible el malestar en la base de la Gendarmería y la Prefectura por un blanqueo salarial que implica una reducción del ingreso de bolsillo, en modo alguno podemos apoyar amenazas veladas contra un gobierno sustentado en el apoyo popular y menos aún cuando algunos de los integrantes de estas fuerzas manifiestan abiertamente simpatías por elementos golpistas como Seineldín o realizan declaraciones reaccionarias. De la misma manera que estamos a favor de que se revierta la medida salarial para que no haya reducción de haberes en los ingresos de los integrantes de base de estas fuerzas, la mayoría de los cuales provienen de familias obreras y demás sectores populares, también exigimos la inmediata depuración de elementos fascistas y reaccionarios de sus filas por parte del gobierno, con la participación de las organizaciones populares representativas.

Es claro que un motivo principal de toda esta campaña de los medios de comunicación burgueses es la efectiva entrada en vigor de la, hasta ahora, proscripta Ley de Medios. Esta Ley entraría plenamente en vigor el 7 de diciembre, por decisión de la Corte Suprema de Justicia, y obliga a grupos monopólicos como Clarín a desinvertir en una parte sustancial de sus negocios para favorecer la democratización del acceso a la información y de su difusión. Con esta campaña pretenden provocar la máxima desestabilización social para obligar al gobierno y al aparato judicial a dar marcha atrás en la plena entrada en vigor de esta ley.

No ocultamos, pese a todo, nuestras discrepancias con aspectos de la política del gobierno que hemos señalado en otras ocasiones, y que se derivan de su intento imposible de conciliar intereses opuestos de empresarios y trabajadores y de tratar de gestionar un sistema capitalista que está basado en la explotación de los trabajadores y del pueblo pobre por el gran capital nacional y extranjero. Justamente son las deficiencias de esta política, más aún en el contexto de crisis económica internacional con los efectos en el país de reducción de la actividad económica y menores ingresos estatales, y que implican algunas medidas de ajuste, las que explota demagógicamente la oposición de derecha y su prensa para tratar de agrupar tras de sí a la pequeña burguesía insatisfecha y a sectores políticamente atrasados de la clase trabajadora.

Debemos resistir todo retroceso en lo conseguido y luchar porque la crisis la pague el gran capital. Pero no vamos a caer en la trampa. Jamás marcharemos del brazo de nuestros enemigos y sabemos de qué lado de la barricada estamos. Frente a la arremetida de la derecha nos posicionamos junto al gobierno y los millones de trabajadores y jóvenes que lo sostienen.

Por eso nos parece lamentable la posición de algunos sectores de la izquierda y del movimiento sindical en la CGT y en sectores de la CTA que aparecen confundidos y entrelazados con los peores enemigos de la clase trabajadora, para su mayor vergüenza y oprobio, apoyando abiertamente el cacerolazo reaccionario del 13 de septiembre y el que se prepara el 8 de noviembre; ubicando al gobierno como el enemigo a batir mientras que no depositan un solo reclamo en los empresarios ni plantean una sola crítica a la oposición de derecha. Esta es la política “obrera” que Moyano y Miceli impulsan en el “paro general” que anuncian para el 10 de octubre.

Ganar las calles

Los sectores decisivos de la burguesía están resueltos a llevar al país a la mayor desestabilización posible, quieren ganar la calle a través de la pequeña burguesía histérica y de sus tontos útiles en la periferia del movimiento obrero. Sería un error subestimar el peligro que se deriva de esta situación. No hay que dejarse ganar la calle, el movimiento obrero y popular debe mostrarle los dientes a la reacción y dejarle claro desde el vamos que no estamos dispuestos a retroceder ni un milímetro en nuestras posiciones. La debilidad invita a la agresión. La pequeña burguesía es ruidosa pero inconsistente. Una actitud firme de los trabajadores y demás sectores populares disgregaría rápidamente sus filas y la escindiría, atrayéndose a sus sectores inferiores.

La base obrera y popular del kirchnerismo, a través de sus organizaciones de base, debe dar el primer paso y organizar de manera inmediata una movilización nacional en las calles para enfrentar la campaña reaccionaria de la burguesía y de sus medios contra el gobierno y para defender nuestras conquistas acumuladas, mientras exige al gobierno que no transija ni dé marcha atrás en ninguna de ellas. Al mismo tiempo, deberían apelar al conjunto del movimiento obrero y popular, incluyendo al que se sitúa por fuera del oficialismo, para que se le una en una política de frente único y así enfrentar juntos la arremetida de la reacción de derecha, patronal y proimperialista.

No hay tiempo que perder. La voz de orden debe ser ¡a la calle! Contra la reacción: ¡Ni un paso atrás!