Revolución y contrarrevolución en Irán: Una perspectiva marxista

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Publicamos este documento porque creemos que es un análisis muy bueno de los procesos que se desarrollaron durante la revolución de 1978-79 que llevaron al derrocamiento del régimen del Sha. Fue escrito por compañeros que participaron en la revolución, nos proporciona un análisis muy detallado y preciso de todas las fuerzas de clase diferentes que en ese período existían en Irán y confirma sustancialmente el análisis de nuestra tendencia en aquella época.

Publicamos este documento porque creemos que es un análisis muy bueno de los procesos que se desarrollaron durante la revolución de 1978-79 que llevaron al derrocamiento del régimen del Sha. Fue escrito por compañeros que participaron en la revolución, nos proporciona un análisis muy detallado y preciso de todas las fuerzas de clase diferentes que en ese período existían en Irán y confirma sustancialmente el análisis de nuestra tendencia en aquella época.

INTRODUCCIÓN

El siguiente documento fue publicado en Sozializm va Enghelab (Socialismo y Revolución) en 1984. Fue escrito a principios de 1983 por Saber Nikbeen, entonces miembro del Comité Ejecutivo Internacional del USFI (Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional, cuyo dirigente más conocido era Ernest Mandel). El documento forma parte de las discusiones previas al congreso mundial y representaban las ideas del ahora disuelto Partido Socialista Iraní de los Trabajadores (HKS). Los autores de este documento eran muy críticos con el USFI que de facto había apoyado a un grupo que había depositado ilusiones en el régimen de Jomeini.
Inmediatamente después del congreso mundial, el CEI (Comité Ejecutivo Internacional) del USFI aprobó una resolución basada en las recomendaciones de este documento que pedían la expulsión del USFI de los seguidores en Irán del SWP estadounidense que habían colaborado con el régimen de Jomeini, la autocrítica pública del USFI por sus posiciones equivocadas en la revolución iraní y apoyar el reagrupamiento iniciado por los compañeros iraníes. Al día de hoy el USFI todavía no ha publicado esa resolución.
Publicamos este documento porque creemos que es un análisis muy bueno de los procesos que se desarrollaron durante la revolución de 1978-79 que llevaron al derrocamiento del régimen del Sha. Fue escrito por compañeros que participaron en la revolución, nos proporciona un análisis muy detallado y preciso de todas las fuerzas de clase diferentes que en ese período existían en Irán y confirma sustancialmente el análisis de nuestra tendencia en aquella época.
(Nota de
In Defence of Marxism)

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PRIMERA PARTE

La situación actual

Casi cinco años después del derrocamiento del régimen de Sha, los rasgos fundamentales de la situación actual de la revolución iraní indican una vuelta atrás completa del movimiento revolucionario que comenzó en el período de 1976/77 y que llevó a una insurrección armada en febrero de 1979. Los resultados son evidentes: la pérdida de todas las conquistas de las masas explotadas y oprimidas, el reestablecimiento de una dictadura violenta más bárbara que el gobierno del Sha, el resurgimiento de un “orden” capitalista brutal y la reintegración de la economía iraní dentro del sistema imperialista mundial. Para aquellos que para justificar su negativa a romper con Jomeini todavía hablan de las “conquistas” de esta revolución, debemos revisar estos rasgos fundamentales de la situación actual.

1. La situación de las masas

a) Conquistas organizativas

La revolución iraní estuvo marcada, por encima de todo lo demás, por el hecho de que representó el principio de un período de intervención directa de las masas para determinar el destino del orden social. El alcance y la profundidad de esta intervención no fue comparable a todo el período histórico anterior o incluso con otras revoluciones de la historia reciente. En realidad, la revolución iraní siempre fue un excelente ejemplo de cómo un movimiento de masas en su desarrollo puede derrocar el poder político y militar de una dictadura burguesa violenta.

Además, la insurrección revolucionaria se expresó en numerosas formas de autoorganización de las masas. El destino de la revolución dependía en realidad de la extensión y el desarrollo de estos órganos: los shoras (consejos) de trabajadores, campesinos y soldados, comités de barrio, etc., Muchos sectores de la población que durante un largo período habían permanecido inactivos empezaron a participar en la lucha; incluido el movimiento de la mujer en defensa de la igualdad de derechos, el movimiento de las nacionalidades oprimidas por la autodeterminación, las luchas de los desempleados por empleo y seguridad social, el movimiento estudiantil por la independencia del sistema educativo, etc.,

El movimiento de los shoras, que a pesar de todas sus deficiencias era el más significativo de todos y resistió a los ataques de la contrarrevolución hasta el último momento, ahora está completamente aplastado. Su destino “legal” ha sido abandonado a las futuras decisiones de la Asamblea Islámica que, constitucionalmente, ya ha limitado sus poderes convirtiéndose en un organismo “islámico”, “consultivo” y “colaborador” con la participación de los empresarios bajo el control directo del estado. No habrían diferido mucho, si en algún momento hubieran revivido con ciertos límites, de los “sindicatos” de empresa del Sha, es decir, las herramientas de la represión capitalista en las fábricas. Sin embargo, hoy, las leyes de la República Islámica prohíben la existencia de las organizaciones de la clase obrera.

b) Conquistas sociales y económicas

La revolución, en sus objetivos sociales básicos, era una rebelión contra las injusticias de la “Revolución Blanca” del Sha y la crisis económica que afectó al país a finales de los años setenta. A continuación, inmediatamente, la revolución trajo muchas conquistas sociales y económicas de importancia para la gran mayoría de las masas.

Se produjo una absorción amplia por parte de los trabajadores de una gran parte del sector privado y la industria a gran escala propiedad del estado, los inicios de una imposición de control obrero de la producción y la distribución, el nivel alcanzado no se ha superado todavía en revoluciones recientes en las economías capitalistas subdesarrolladas. Los campesinos ocuparon la mayoría de las grandes propiedades, se crearon comités de aldea independientes para la distribución de la tierra, se formaron cooperativas de campesinos, el aislamiento de los usureros de “clase media” y los explotadores fue una característica importante del período revolucionario.

Estos acontecimientos marcaron la dinámica de la continuación de las luchas revolucionarias después del derrocamiento del régimen del Sha. Ninguna de estas conquistas se ha consolidado. Hoy se puede afirmar claramente que ninguna capa social de los explotados y oprimidos siente que ha conseguido algo con la “revolución”. Incluso las mejoras más básicas en las condiciones de vida de las masas se han ido erosionando o retrocediendo, por ejemplo, el aumento más o menos general del salario mínimo, la reducción de la semana laboral, las mejoras en la seguridad social, vivienda para los pobres, etc., En su lugar, ahora tenemos la inflación disparada, desempleo de masas, jornada laboral más larga, más sin techo y una emigración cada vez mayor del campo a las ciudades. La profundidad de la miseria económica para la gran mayoría de las masas no se puede comparar incluso con los peores años de las últimas tres décadas.

c) Derechos democráticos

El patrón político de todas las insurrecciones revolucionarias en la historia moderna de Irán indican que las demandas políticas centrales de las masas siempre han girado alrededor de la cuestión de los derechos democráticos. La insurrección de febrero trajo consigo muchos derechos democráticos, las luchas que han marcado la historia de los movimientos políticos durante los últimos ochenta años.
Por primera vez las masas iraníes disfrutaban de los derechos básicos de la libertad de expresión y organización, el derecho a participar en actividades políticos, a manifestación y huelga, derecho a elegir a los funcionarios, etc., Todas estas conquistas también se han suprimido brutalmente. Ni siquiera existe en el nivel de la llamada “nueva Constitución Islámica revolucionaria”. El grado actual de los derechos democráticos, puestos en práctica o reconocidos por el estado, sólo es comparable con el que existía antes de los inicios del siglo XX.

El único “derecho” reconocido por los clérigos es el de subyugación completa de todo a la ley arbitraria de los mulás. La forma represiva del estado “republicano” es tal que ahora las nuevas fracciones burguesas gobernantes pueden intervenir en la vida privada de los ciudadanos. Lo que a las masas se les permite creer, vestir, comer o beber, todo es decidido por el estado. La demanda central de la revolución iraní a favor de una asamblea constituyente y democrática que representara la voluntad de las masas tampoco se ha materializado.

En lugar de soberanía de la población ahora tenemos un Consejo Islámico de Guardianes nombrado a dedo por el clero que puede anular cualquier decisión que considere contradictoria con el código islámico. En ningún otro momento del siglo XX Irán ha sido tan antidemocrático como lo es en la actualidad. Los ataques religiosos reaccionarios a los derechos más básicos de las mujeres no se pueden explicar simplemente como una causa de la crisis del capitalismo. Tienen más que ver con el gobierno clerical y su ideología anticuada.

2. La reconstrucción del Estado

a) Democracia y dictadura

El régimen actual que ha sustituido a la dictadura del Sha y que tiene todas las riendas del poder ha demostrado ser capaz de desatar la represión más inhumana y bárbara contra las masas oprimidas y explotadas.

La tarea histórica de la revolución iraní en la democratización del estado también ha dado marcha atrás por un régimen que incluso en su expresión “legal” demagógica” abiertamente pretende que todo el poder reside en un hombre que está completamente al margen de todas las formas de control secular. En la “República” Islámica de Jomeini ningún organismo representativo puede tomar decisiones que contradigan sus deseos como faghih (primer mulá). Puede decidir quién puede presentarse a unas elecciones, derogar los resultados de las elecciones, cambiar y alterar cualquier institución social o política, controlar o distribuir todos los recursos sociales como él quiera, etc.,

En lugar de una dictadura monárquica en Irán tenemos una dictadura clerical que pretende tener un poder “divino”, absolutista e ilimitado. La separación de la mezquita del estado que ha sido la demanda más elemental del movimiento por la democracia durante más de un siglo ahora ha retrocedido más que antes de la Revolución Constitucional de 1907-09. El capitalismo, que en su período de crecimiento con la dinastía Pahlavi en Irán tuvo que quitar ciertas funciones del estado a los clérigos chiítas, ahora ha recurrido a una forma teocrática de gobierno para derrotar la revolución. La República Islámica no es otra cosa que una forma de gobierno donde una secta clerical se considera por encima del control “terrenal” de las masas y se ha proclamado como el gobernante supremo del destino de la sociedad.

El estado ultracentralizado, creado con la ayuda de las potencias imperialistas después de la Revolución Rusa para bloquear el avance del bolchevismo, se basaba en un sistema de privilegios nacionales para los farsis y la supresión total de los derechos nacionales para todas las demás nacionalidades. Los gobernantes islámicos, que pretenden que Irán no reconoce fronteras o nacionalidades sagradas, siguen fielmente sin embargo el camino Pahlavi con relación a los derechos de las nacionalidades oprimidas de Irán. Cualquier victoria en la lucha de estas nacionalidades por sus derechos nacionales será considerada como una amenaza importante para el aparato centralizado del estado. Los kurdos iraníes que heroicamente defendieron su derecho de autodeterminación, están amenazado con la aniquilación física total. De la ocupación militar de las zonas kurdas, el régimen de Teherán ahora ha “avanzado” para obligar al desahucio de comunidades enteros con el uso de bombardeos sistemáticos de pueblos y la destrucción de los cultivos, que ha provocado la devastación de regiones enteras.

b) Fuerzas represivas

A pesar de la importancia que tiene el aparato ideológico del estado, los instrumentos represivos del estado también han crecido hasta alcanzar proporciones espantosas.

La destrucción de la policía secreta del Sha, el ejército, los tribunales militares, etc., eran los objetivos más inmediatos del movimiento revolucionario. Incluso antes del derrocamiento real del régimen del Sha, sus instrumentos de represión eran tan débiles y se desintegraron ante los golpes asestados por la movilización de las masas. Cinco años más tarde, se han reconstruido estos instrumentos hasta casi alcanzar la fuerza que tenían antes de la revolución, pero además, también han aparecido nuevos e incluso más formidables instrumentos de represión, que pretenden se legítimos porque han “surgido de la revolución”.

Junto a la reconstrucción del ejército y la policía secreta, ahora existe toda una red de “instituciones revolucionarias” (nahads), incomparables en brutalidad a todo lo que antes existía. El Ejército Pasdaran (guardianes) Islámico, el Imam’s Komitehs (policía de barrio), los Anjomans Islámicos (asociaciones que funcionan en cada fábrica o institución), los tribunales islámicos, las fuerzas paramilitares de hezbollah (seguidores del Partido de Dios), etc., juntos han impuesto la peor represión de la historia reciente de cualquier parte de mundo. Cualquier oposición a la “unidad de la palabra” (la palabra de Jomeini) puede conllevar la ejecución del culpable. Sólo en los últimos dos años, el régimen islámico ha ejecutado cincuenta veces más socialistas que el régimen del Sha en sus treinta años de gobierno. El número de prisioneros políticos se ha multiplicado por diez, la mayoría sin cargos y sin información sobre su paradero. La destrucción moral, psicológica y física de los oponentes políticos llevada a cabo por el régimen de Jomeini tiene poco que envidiar a la de Hitler.

c) La burocracia

El enorme tamaño y poder de la burocracia estatal ha sido un punto central de las luchas populares en Irán. Durante el gobierno del Sha, sus dimensiones alcanzaron niveles sin precedentes (casi un millón y medio de funcionarios). La mayor parte de esta riqueza social la absorbía la burocracia. Se crearon muchas instituciones simplemente para legitimar el saqueo “oficial” por la “base social” de la dictadura. Hoy, el tamaño de la burocracia que vive a costa de las masas se ha más que duplicado. La integración de los instrumentos de dominio clerical en el reconstruido aparato del estado burgués ha llevado a una de las mayores burocracias de los países subdesarrollados. Además de los 1,8 millones de empleados públicos “normales”, existe ahora una clientela de 1,3 millones de mercenario pagados por el régimen. Además está la llamada “base revolucionaria de masas” del régimen (formada por más de 200.000 Pasdarans, 300.000 hombres del comité y todas las demás asociaciones como el Basij cuerpos de movilización o los anjomans islámicos), una gran proporción de clérigos chiítas con toda su red de mezquitas y compinches que están directamente pagados por el estado o viven indirectamente de los beneficios de las industrias nacionalizadas.

En Irán se da ahora una absurda situación económica en la cual, a pesar de que los ingresos procedentes del petróleo han vuelto a ser elevados (23.000 millones de dólares el año pasado), y que se ha frenado mucho del consumo abiertamente corrupto del aparato policiaco-militar del Sha, el gasto real en desarrollo ha caído a una quinta parte del existente antes del período prerrevolucionario, mientras que las distintas fundaciones de “caridad” de los mulás desvían dos veces esa cantidad para el bienestar del clero y sus secuaces.

3. El regreso al orden capitalista

a) La nueva clase capitalista

Lo que se podría considerar la característica específica de esta revolución comparada con las anteriores de Irán, obviamente fue su carácter social anticapitalista. La mayor parte del capital nativo fue expropiado después de la revolución. Cinco años después todavía el 60 por ciento de la industria a gran escala sigue “nacionalizada”. La supresión del movimiento de masas y el restablecimiento del aparato burocrático estatal ha creado rápidamente las condiciones necesarias para el regreso del “orden” capitalista, más cruel, corrupto y atrasado que antes. Una nueva capa de capitalistas ha sustituido al séquito del Sha. Esta capa, con el apoyo del clero (con quienes tienen vínculos políticos, sociales y familiares) y través de los canales del Estado, ha amasado rápidamente una gran fortuna. Esta nueva clase dominante capitalista, con una perspectiva extremadamente atrasada, ha salido de los comerciantes de los bazares y su inclinación por el atesoramiento y la especulación. “Los beneficios rápidos” es el lema de esta nueva burguesía “nacionalista”. No siente ningún escrúpulo a la hora de utilizar las formas más bárbaras de acumulación y se ha apresurado a ganar todo aquello que se le negó con Sha.
La escasez de las necesidades más básicas, la inflación y la superexplotación de los trabajadores y los campesinos pobres son las únicas características destacables de la “nueva” economía islámica. Bajo la bandera del Islam los peores aspectos del atrasado capitalismo iraní se han convertido en leyes “sagradas” inviolables. Las nuevas leyes laborales permiten a los capitalistas decidir libremente la duración de la jornada laboral si el trabajador individual está de acuerdo con el “contrato”. Como en la actualidad hay cuatro millones de desempleados esto significa que el capitalismo puede extraer tanta plusvalía como quiera del trabajador individual. En cada fábrica hay un comité donde el representante de los empresarios y el ministerio de trabajo se sientan junto a los “representantes” de los trabajadores (no elegidos libremente por ellos), y este comité puede incluso rescindir los “contratos” si lo demanda el empresario. Ninguna forma de negociación colectiva es considerada islámica.

El Consejo de Guardianes de la Constitución Islámica ha declarado sacrosanta la propiedad capitalista y no está sometida a ningún tipo de limitación. La escasa reforma agraria que existía y que obligaban a vender tierra de los grandes terratenientes a los campesinos sin tierra ha sido anulada porque se considera va en contra del Islam. También se ha expulsado a los campesinos de las tierras que ocuparon después de la revolución. Donde no se ha podido conseguir esto, se ha llegado a un acuerdo para compartir la cosecha, se trata de una reminiscencia del período anterior a las reformas agrarias del Sha.

La otra propuesta igualmente demagógica de nacionalización del comercio exterior se ha convertido en una ley que facilita el monopolio de un grupo de capitalistas pro-régimen, no sólo del comercio exterior, sino también del comercio interior. La concesión de una licencia de importación y el permiso a tener intercambio con el exterior, se han convertido en la forma más segura de convertirse en un miembro de la camarilla capitalista gobernante. Los beneficios de la diferencia entre los tipos de cambio “oficiales” y los precios reales del mercado por sí solos sirven para convertir a un pequeño comerciante en un magnate.

El régimen islámico de Jomeini, independientemente de los rencores que pueda tener contra algún grupo específico de capitalistas, está demostrando diariamente que está al servicio de la propiedad privada y la clase dominante, que se basa en la explotación de la mayoría por un puñado de capitalistas reaccionarios. La concentración de la propiedad y la tasa de explotación hoy son más elevadas que antes.

b) Antiimperialismo

La retórica antiimperialista del régimen iraní ha llamado mucho la atención. La realidad demuestra que hoy la dependencia económica, política y militar del imperialismo si no es más profunda, por supuesto no es más pequeña que antes. Los gobernantes islámicos han demostrado que para permanecer en el poder están dispuestos a ser serviles y a pagar el precio que sea necesario.

De todos los tratados secretos opresivos y explotadores firmados por el régimen Pahlavi con las distintas potencias imperialistas, se sabe que el nuevo régimen ha anulado sólo uno. Incluso en este caso, el contenido real de los tratados no se ha publicado. Para no molestar al imperialismo estadounidense el régimen iraní hizo más. También, al mismo tiempo, canceló otro tratado totalmente diferente: el tratado de 1921 firmado con la Unión Soviética.

El régimen islámico ha concedido una compensación muy generosa a todos los capitales extranjeros que fueron nacionalizados, a pesar de que la mayoría de las empresas debían a los bancos iraníes. También se cancelaron los “préstamos” que el Sha tuvo que dar a amigos de EEUU. Estos préstamos alcanzan los 9.000 millones de dólares. No ha intentado que se cumpla un acuerdo para comprar armas a EEUU valorado en 20.000 millones de dólares, el dinero ya lo pagó en su momento el Sha. También han capitulado ante las exorbitantes pretensiones de muchas empresas estadounidenses, incluido el Chase Manhattan Bank que debe 3.000 millones de dólares a Irán. Se calcula que sólo debido al asalto a la embajada estadounidense en Teherán el “antiimperialista” Jomeini tuvo que pagar 9.000 millones de dólares.

El valor de las importaciones iraníes de los principales países capitalistas está niveles más altos que durante el Sha. Suponen el 90% del total, la mayor proporción se gasta en materias primas y alimentos básicos. Casi sin excepción, todos los bienes de consumo producidos en Irán con licencia de los monopolios internacionales se están pagando como cuando estaba el Sha. Lo único que ha cambiado es el nombre de estas mercancías.

Muchos capitalistas extranjeros han declarado abiertamente su agrado con las oportunidades que existen en Irán para conseguir beneficios grandes y rápidos. El único aspecto donde los países imperialistas tienen menos control que antes es en la aún inestable situación política, sobre todo debido a la guerra Irán-Iraq.

La dependencia de armas del régimen de Jomeini del imperialismo ahora es un hecho bien conocido. Otros suministradores de armas habituales son EEUU, Europa occidental, Israel, Sudáfrica y Corea del Sur. Está claro que incluso durante la “crisis de los rehenes” no disminuyó la afluencia de armas estadounidenses a Iran.

c) Alianzas internacionales

La política exterior del régimen iraní es el mejor indicador de sus alianzas internacionales. Cada medida concreta que ha tomado internacionalmente, dejando a un lado la retórica hueca, ha sido dentro del marco de la defensa de los intereses de la reacción. Abiertamente ha ofrecido un frente anticomunista a Turquía y Pakistán. El régimen iraní está cooperando con estas dictaduras militares en la supresión de los movimientos kurdo y baluchi. Ha ofrecido acuerdos comerciales lucrativos para inducir a estos dos importantes aliados del imperialismo estadounidense a que recuperen el antiguo tratado que existía entre los tres países con el régimen del Sha.

La política de “ni oriente ni occidente” ha significado en Oriente Próximo la convergencia de la política iraní con los intereses de algunas potencias imperialistas, a pesar de sus aspectos contradictorios. Con el movimiento de no-alineación lo que han hecho es un acuerdo con el bloque anticomunista.

Sin embargo, han surgido algunas fracciones nacionalistas pequeño burguesas dentro del régimen iraní, y con ellas su profundo odio al comunismo y la URSS, la llamada de la no-intervención de EEUU en la región y el rechazo a todos los “valores occidentales” incluida la democracia. Esto ha provocado el surgimiento de una tendencia a agitar y hacer campaña contra “el gran Satán” (EEUU) y sus aliados en Oriente Medio, de forma que ha influido en algunas de las actividades contra EEUU, Arabia Saudí y algunos reinos del Golfo, particularmente Líbano. Sin embargo, todo esto se ha dado en un contexto de crear un margen de maniobra y también ha tenido unos efectos reaccionarios en los regímenes pro-capitalistas de la región.

La última pretensión del régimen de Jomeini con la capa antiimperialista y su “guerra santa” contra el régimen iraquí, es presentar a éste último como la herramienta del imperialismo estadounidense y un títere sionista. Esta guerra sin embargo ha servido muy bien a los intereses de EEUU e Israel, ambos están suministrando directa o indirectamente armas, munición y reservas a Irán. La presencia militar del imperialismo estadounidense en la región está vinculada directamente a esta guerra.

Gracias al régimen de Jomeini EEUU ha construido cuatro bases militares en la región y está colaborando abiertamente en maniobras militares conjuntas con los reinos reaccionarios del Golfo. La guerra ha sido también un instrumento de fortalecimiento para Israel que, después del derrocamiento del régimen del Sha, se ha convertido en el único aliado estratégico del imperialismo estadounidense.
La consolidación del estado burgués en Irán y el fortalecimiento político del régimen baathista iraquí son el resultado de la guerra. La destrucción de vidas humanas y de recursos económicos ha debilitado profundamente a ambos países, mientras que el imperialismo está llevándose los beneficios. Ambos regímenes cuentan con el apoyo suficiente para continuar la guerra.

Cuatro años de guerra han cambiado la correlación de fuerzas en la región a favor de los intereses del imperialismo estadounidense. El régimen iraní actualmente es el principal instrumento de esta política. La militarización de la vida social, la justificación de la supresión de todas las demandas legítimas de las masas, la consolidación de las fracciones más cínicas dentro del régimen y, lo más importante de todo, el regreso a la situación de ser un régimen capitalista dependiente bajo la cobertura de conseguir tanta ayuda como sea posible.

SEGUNDA PARTE

Lecciones de la revolución

Los datos de la situación actual [nota del editor: 1983] en Irán indican que el movimiento revolucionario de masas ha amainado y es incapaz de hacer frente a la contrarrevolución, ésta se ha apoderado totalmente del poder y ha reconstruido un estado burgués represor. Estos hechos demuestran que el nuevo régimen está creando rápidamente todas las condiciones necesarias para el reestablecimiento de un orden más corrupto y explotador integrado en el sistema imperialista mundial. ¿Cómo ha llegado la revolución iraní a este resultado?

1. Victoria de la contrarrevolución

a) La contrarrevolución en Irán

La recién establecida contrarrevolución ha surgido de la propia revolución. Esta es la peculiaridad de la revolución iraní de 1979. Las mismas fuerzas que pretendían la dirección del derrocamiento de febrero han tomado ahora el control total de un estado represivo y están encabezando la contrarrevolución de la burguesía iraní y el imperialismo mundial. No debe haber ninguna confusión en esto. Los imperialistas, las fracciones burguesas desposeídas, las fuerzas internas de la vieja dictadura, han sido capaces de intervenir e influir indirectamente en los acontecimientos iraníes y a través de la dirección de Jomeini. Él es, y ha sido durante todo este período, el líder de la contrarrevolución.

Defender que, debido a la aversión que tiene el régimen islámico por el imperialismo, los revolucionarios deben dar apoyo a este régimen es un error grave. La lógica de esta situación llevaría inevitablemente a la capitulación frente a la contrarrevolución actual. La verdadera lucha contra el imperialismo pasa por el derrocamiento de este régimen, no simplemente porque este régimen bloquee el camino de la revolución, sino porque es un hecho probado que está mantenido y apoyado por los propios imperialistas.

El régimen islámico no es sólo un régimen nacionalista burgués que ha llegado al poder como resultado de la lucha de liberación nacional, aunque (debido a su carácter de clase) es una fuerza “antiimperialista” inconsistente; se trata de una verdadera contrarrevolución contra una revolución que debería haber llevado al primer estado realmente obrero de Asia. Si alguien pretende decir que este régimen representa una amenaza para el imperialismo, debe demostrar que los imperialistas no son los principales beneficiarios de la contrarrevolución o que el régimen iraní no es el representante activo de esta contrarrevolución en Irán.

Decir también que, como el régimen que ha “surgido de la revolución” todavía no ha sido derrocado por el imperialismo o la burguesía monárquica, por lo tanto la revolución todavía no ha terminado, aunque se presente de una forma distorsionada, es no comprender en absoluto que el establecimiento de este régimen representó el principio, y alguien diría la victoria decisiva, de la contrarrevolución. Ésta estuvo liderada por la fracción de Jomeini y ahora esta fracción ha concentrado todo el poder en sus manos, por lo tanto, debemos decir que la contrarrevolución ha triunfado, la misma fuerza que salió a la luz a partir de la revolución.

Ahora está absolutamente claro y bien documentado que mucho antes de la insurrección de febrero, sectores importantes del ejército, la policía secreta y la burocracia se posicionaron detrás de Jomeini. El imperialismo estadounidense también intervino directamente propiciando un acuerdo negociado entre los jefes de las fuerzas armadas y la dirección clerical-burguesa, por no mencionar a los grandes empresarios burgueses que entregaron grandes sumas de dinero a Jomeini para que organizara su “dirección”.

Debido a la amplitud del movimiento de masas y a su radicalismo, la única forma de que la contrarrevolución burguesa pudiera triunfar era derrotando la revolución “uniéndose” a ella. Esto sólo podría conseguirse con el apoyo de una fracción de la oposición al Sha que querría asegurarse cierto grado de control sobre las masas. Este fue uno de los principales (si no el más importante) factores que permitió situar a Jomeini a la cabeza del movimiento de masas.

La razón por la cual el clero chiíta, especialmente la fracción de Jomeini, se adecuaba perfectamente a esta tarea resulta obvia. El clero siempre ha sido una institución importante del estado, bien entrenada para defender la sociedad de clases y la propiedad privada. Después de todo, la jerarquía chiíta ha sido el principal puntal del estado. El propio Jomeini procedía de una fracción que había demostrado su lealtad a la clase dominante ayudándola en el golpe de estado de 1953.

También era el instrumento menos odiado del estado, porque no era parte estructural de lo que estaba apoyando. A diferencia de la Iglesia Católica, siempre se mantuvo a distancia del estado. Especialmente en el período de desarrollo capitalista posterior a la Revolución Blanca, el clero siempre ha estado relegado a una posición secundaria. En realidad, debido a esto, una fracción cada vez mayor dentro de la jerarquía se ha visto obligada a oponerse al régimen. Esto ahora podría ser utilizado como un pasaporte dentro del movimiento de masas.

Debido a la debilidad de la oposición política burguesa, que no podía funcionar bajo el Sha, el clero, con su red nacional de mulás y mezquitas, proporcionó un instrumento fuerte, necesario para “organizar” y canalizar el movimiento de masas espontáneo. También proporcionó la vaga ideología populista necesaria para suavizar las demandas radicales de las masas y unirlas alrededor de un programa burgués velado.

Dado el predominio de la pequeña burguesía urbana y los emigrantes campesinos en las primeras etapas del movimiento de masas, la llamada del clero en favor de la “justicia islámica”, la “economía islámica”, el “ejército islámico” y el “estado islámico” pudo conseguir rápidamente una base de masas.

Negar, por lo tanto, incluso hoy, que la contrarrevolución de Jomeini coincidió con sus esfuerzos por situarse en la dirección de la revolución, es ir en contra de todos los hechos conocidos por millones de iraníes. Negar también que desde el principio contó con la ayuda de la clase dominante y los imperialistas es no comprender el curso de los acontecimientos de la revolución iraní.

b) Fracciones burguesas

Por lo tanto, es una completa mistificación caracterizar la revolución iraní como una “revolución antiimperialista popular encabezada por fuerzas nacionalistas burguesas”. Esta caracterización omite el específico papel contrarrevolucionario de la burguesía y su herramienta política dentro de la revolución.

La crisis económica y política de 1976-78, que sacó a la luz el malestar de las masas, incluía factores diferentes y contradictorios. Junto con el movimiento de masas de protesta contra la dictadura capitalista del Sha, también había importantes divisiones dentro de la burguesía, tanto dentro de los sectores pro-Sha como entre los sectores anti-Sha.

Estas oposiciones burguesas al gobierno del Sha se transformaron cuando la crisis revolucionaria creció y se profundizó. En primer lugar, existía un movimiento por la reforma del estado del Sha desde dentro de la burguesía “modernista”, que estaba a favor de la limitación de los poderes absolutos de la familia real y en cierta forma también a favor de cierto grado de racionalización del estado capitalista. Un nuevo desarrollo capitalista necesitaba de estas reformas.

Esta fracción ya se había formado dentro del partido único del Sha (ratakhiz– Resurgimiento) antes de la crisis revolucionaria. Tenía el apoyo de un sector importante de los tecnócratas y burócratas dentro de Irán, y de grupos influyentes dentro del establishment estadounidense. Cuando la crisis se profundizó esta fracción elevó la voz en su oposición al Sha. Comenzó a hacer uso de la amenaza del movimiento de masas para intentar llegar a acuerdos con el Sha. La deposición del gobierno de Hoveida y la formación del gabinete de Amouzegar fue una concesión a esta fracción. El desarrollo del movimiento de masas empujó a primera línea a otros oposicionistas burgueses.

Esta fracción sabía que para hacer frente a la crisis tenía que ocultarse detrás de los políticos burgueses menos asociados con la dictadura del Sha. De otra forma no podrían conseguir apoyo dentro del movimiento de masas. El resurgimiento del cadáver del Frente Nacional y el ascenso de nuevos grupos liberales burgueses (como el Movimiento Radical) estaban relacionados con esta tendencia.

También había oposición al Sha dentro de los sectores más tradicionales de la burguesía (los grandes comerciantes de los bazares y los capitalistas medios y pequeños de los sectores tradicionales de la industria).

La Revolución Blanca y el tipo de crecimiento capitalista posterior también enriquecieron a estas capas. Sin embargo, estaban más o menos alejados de los principales canales de la acumulación de capital apoyada por el estado (posiciones monopolísticas dentro de la producción de bienes de consumo de empresas extranjeras) y por lo tanto fuera de la clase dominante.

La crisis estructural del capitalismo iraní a mediados de los años setenta supuso la profundización de los ataques del estado del Sha contra estas capas que tenían el control de un sector del mercado interno. El estado necesitaba debilitar a este sector para permitir que los monopolios solucionaran su crisis de sobreproducción. Los bienes de consumo orientados y la industrialización tecnológicamente dependiente suponía una fuerte tendencia al control burocrático del mercado interno a través del estado.

Para estas capas la oposición al régimen del Sha era una cuestión de vida o muerte. Las reformas propuestas por las otras fracciones no eran satisfactorias para ellas. Exigían un cambio más radical dentro de las estructuras de poder. Mientras que la fracciones reformistas se oponían vehementemente a cualquier cambio radical que pudiera hacer perder el poder a la clase dominante en su conjunto, los intereses de esta fracción sólo podían ser satisfechos con la destitución del régimen del Sha.

Cuando el movimiento de masas creció resultó obvio que esta fracción podía pujar más alto que los demás. A través de los canales tradicionales de la economía de bazar, podrían conseguir el apoyo de la pequeña burguesía urbana y la enorme masa de pobres urbanos vinculados a ella. Esta fracción además tenía muchos vínculos con la poderosa jerarquía chiíta. Desde la Revolución Blanca la burguesía tradicional y el clero chiíta se habían acercado aún más.

Un sector de la burguesía después de su derrota en 1953 sacó precisamente la conclusión de que sin una ideología islámica y sin el apoyo de los mulás, nunca podrían tener un suficiente apoyo de masas que le permitiera situarse como alternativa real tanto al Sha como a la izquierda. El Movimiento por la Libertad de Bazargan y Taleghani representaba esta tendencia. Este “partido” ahora tenía la oportunidad de salvar a la burguesía en su momento de crisis.

La formación del gabinete de Sharif Emami representaba un movimiento del régimen de Sha para incluir también a esta fracción haciendo las concesiones que fueran necesarias. “El gobierno de conciliación nacional”, como se llamaba a sí mismo, no podía satisfacer a ninguna de las dos fracciones burguesas, ni calmar el movimiento de masas que ahora había cobrado vitalidad debido al desarrollo de la huelga general.

Durante todo este período Jomeini era popular porque aparecía constantemente pidiendo el derrocamiento del Sha. Pero al mismo tiempo estaba preparándose para llegar a un acuerdo con el régimen. En realidad, fue precisamente en este período cuando, con la ayuda de fuerzas poderosas desde dentro del mismo régimen, la “dirección” de Jomeini comenzó a establecerse por encima del movimiento de masas. En septiembre de 1978 tenían cierto control que les podría haber permitido llegar a un acuerdo por arriba. Pero esto se detuvo con el desarrollo de la huelga general.

De esta forma comenzó el período prerrevolucionario de septiembre de 1978 hasta febrero de 1979, caracterizado por un mayor aislamiento del régimen del Sha, la desmoralización del ejército y la policía, la radicalización de las masas y la parálisis completa de toda la sociedad burguesa debido a la efectividad de la huelga general.

c) El gobierno de Bazargán

El imperialismo estadounidense y la burguesía pro-Sha ahora estaban forzados a ir más allá y dar concesiones al movimiento de masas. La destitución del Sha y el establecimiento del gobierno de Bakhtiar en su momento fue una concesión muy radical de la dictadura. De esta forma esperaba que la fracción reformista saliera reforzada y esto obligaría a la fracción más radical a llegar a un acuerdo. Sin embargo, ya era demasiado tarde para estos compromisos. El movimiento de masas cada vez sentía más confianza en sus propias fuerzas y el ambiente dominante era contrario a un acuerdo y a favor de la desaparición del Sha. Además, cualquier político que intentara llegar a un acuerdo con el Sha inmediatamente perdía todo el apoyo. En realidad, incluso el Frente Nacional tuvo que renunciar a Bakhtiar.

Esto explica la “intransigencia” de la posición de Jomeini. Al denunciar a Bakhtiar (con quienes sus representantes en Irán mantenían negociaciones secretas) y apoyar el movimiento de masas, estaba fortaleciendo su propia posición frente a las fracciones de la oposición burguesa. Estaba obligando a las figuras más populares dentro de estas fracciones a aceptar su “dirección” y eso les impedía alcanzar cualquier acuerdo sin su implicación.

Los círculos militares y los imperialistas también en esta ocasión estaban dispuestos a dar mucho más. En el seno del ejército había una enorme inquietud. La línea dura pro-Sha estaba dispuesta a dar un golpe de estado contra Bakhtiar. Este habría terminado completamente con el ejército y con la última esperanza que tenía la burguesía en mantener su dominio de clase.

Resultaba obvio que tenían que alcanzar un acuerdo con Jomeini. Y eso es exactamente lo que ocurrió. Las negociaciones secretas entre Beheshti y Bazargan por un lado, y los responsables del ejército y la política secreta por el otro lado, se celebraron en Teherán. El árbitro fue el representante de EEUU, el general Huyser, su tarea era garantizar que el ejército se mantendría al margen. Sectores importantes de la clase dominante se vieron arrastrados por los acontecimientos y la administración Carter les llevó a aceptar compartir el poder con la oposición. Esperaban una transición suave desde arriba hasta el gobierno Bazargan.

Bazargan había emergido como la alternativa aceptable porque era el único que podría garantizar una coalición en la que participasen las dos fracciones burguesas importantes, mientras que al mismo tiempo, estaba asociado con la ahora poderosa dirección de Jomeini. Éste último tuvo que aceptar este acuerdo porque era la mejor cobertura para los propios diseños de poder del clero.

En ese momento el clero no podía mostrar en público sus pretensiones de poder. Jomeini, para aliviar los temores de la burguesía, y mantener abiertas sus opciones dentro del movimiento de masas, constantemente aseguraba a todo el mundo que cuando el Sha se hubiera ido él regresaría Qom y continuaría con sus “deberes religiosos”. Por esa razón Jomeini pudo regresar a Irán desde el exilio y su gobierno provisional pudo quitarle el poder a Bakhtiar.

La insurrección de febrero no formaba parte del acuerdo. Algunos de los seguidores incondicionales del Sha dentro de la plana mayor de las fuerzas armadas que se oponían a un acuerdo con EEUU, ahora intentaban cambiar el rumbo de los acontecimientos organizando un golpe militar. Esto provocó una rápida respuesta y una insurrección de masas que al principio contó con la oposición de Jomeini. Pero sus fuerzas se unieron más tarde porque de otra forma habrían perdido todo el control sobre el movimiento de masas y cualquier esperanza de salvar el aparato del estado.

La única forma de desviar la insurrección era “encabezarla”. Los altos mandos del ejército y la burocracia estaban dispuestos a entregar su lealtad a Jomeini y su Consejo Revolucionario Islámico, esto es lo único que podría salvarles de la insurrección de masas. Por esa razón el gobierno revolucionario provisional de Bazargan sustituyó al de Bakhtiar. Las bendiciones de Jomeini garantizaron a la clase dominante un nuevo gobierno capitalista por encima de las masas. Resulta obvio que aquello que aparecía como “la dirección de la revolución iraní”, desde el principio, jugó el papel de instrumento de la contrarrevolución política burguesa, impuesta por arriba para acabar, dada la correlación de fuerzas, con las conquistas de las masas y reconstruir el aparato del estado burgués. La clase dominante todavía no estaba en disposición de recurrir a más represión.

d) El clero

Sin embargo Jomeini no estaba dispuesto a jugar un papel subordinado. Simplemente se estaba preparando para tomar todo el poder en cuanto se presentara el momento favorable. Él representaba a una fracción del clero que estaba empeñado en establecer un papel más directo para la jerarquía chiíta, aún más que durante el período Mosadegh. Esta fracción, en cooperación con el entonces jefe de la policía secreta, intentó tomar el poder en los años sesenta pero fracasó. La historia ahora le estaba dando la oportunidad y no podía perderla, especialmente porque la burguesía era muy débil y no estaba en posición de presentar resistencia. Esta última, con la aprobación del maestro imperialista, en el último momento recurrió al clero a cambio de compartir el poder. Lo que siguió después del período revolucionario sólo se puede comprender si se tienen en cuenta las intenciones que tenía el clero al llegar al poder.

Al principio, el clero no tenía los instrumentos necesarios para ejercer este poder. La fracción de Jomeini ni siquiera tenía la hegemonía dentro de la jerarquía chiíta. Muchos jefes clericales se oponían a la participación del clero en la política. No podían basarse en las instituciones del estado que ya existían porque no eran adecuadas para el dominio del clero. Incluso el primer ministro, que era el más “islámico” de todos los políticos burgueses, se resistía a los intentos de los mulás de dominar las funciones del estado. Por lo tanto era necesario un período de preparación.

Con el apoyo directo de Jomeini esta fracción primero organizó un partido político: el Partido Republicano Islámico. Se presentó como otro partido más. Más tarde este partido se levantó sobre los demás y sustituyó al partido único del Sha. A través de la red de mulás pro-Jomeini, creó una organización de comités de barrio y unidades pasdaran, supuestamente para ayudar al gobierno a mantener la ley y el orden y frenar la contrarrevolución monárquica

Se crearon los Tribunales Revolucionarios Islámicos para castigar a los secuaces del Sha. Estos tribunales rápidamente ejecutaron a los elementos más odiados del antiguo régimen, pero sólo para salvar su autoridad ante las masas. Los comités del Imán, el Ejército Pasdaran y los Tribunales Islámicos rápidamente sustituyeron a los instrumentos de represión del Sha.

Todos estos movimientos al principio contaron con el apoyo de la burguesía que era consciente de que sólo a través de estas medidas podría detener la revolución y comenzar el “período de reconstrucción”. Las recién creadas “instituciones revolucionarias” servían convenientemente al gobierno de Bazargan y constantemente juraban su lealtad ante él. Más tarde se convertirían en los instrumentos del clero para echar a los políticos burgueses de los reinos del poder e indirectamente dominan el aparato del estado.

Jomeini también se vio obligado a celebrar un referéndum sobre la naturaleza del régimen que debía sustituir al del Sha: ¿monarquía o república islámica? A pesar de las quejas de los políticos burgueses, tuvieron que aceptar este método antidemocrático de determinar el destino del estado, la otra alternativa era la formación de la prometida asamblea constituyente. La elección de esta asamblea durante el período revolucionario habría representado una amenaza para el dominio burgués.

El referéndum se celebró y por supuesto la mayoría votó a favor de una república islámica. Los mulás sabían que las masas no querían a la monarquía. Como el 98 por ciento había votado a favor de la república islámica, la asamblea constituyente se sustituyó por una asamblea de “expertos” (jobregan) basada en la ley islámica. La pequeña asamblea, que por supuesto estaba formada por mulás, aprobó por mayoría una constitución que concedía poderes dictatoriales a Jomeini.

Los políticos burgueses se resistían a la cláusula velayat-e-faghih (el gobierno del primer mulá), pero el clero superó esta oposición haciendo un llamamiento demagógico a los sentimientos antiimperialistas de las masas y con movilizaciones de masas controladas frente a la embajada estadounidense. A las masas se les decía que la “principal amenazada ahora era el Gran Satán” y por eso debemos votar todos a favor de la Constitución Islámica. Con casi un 40 por ciento de los votos se convirtió en la nueva constitución.

La fracción clerical de Jomeini cooperó con los distintos grupos burgueses, unieron sus fuerzas con la clase dominante para impedir la destrucción total del estado burgués y descarrilar la revolución iraní, al mismo tiempo, se fortalecía e intentaba subordinar a las demás fracciones. Utilizó su posición ventajosa dentro del movimiento de masas para conseguir que el estado burgués se adecuara a sus propios intereses fraccionales. Pero también forjó un nuevo aparato de represión que poco a poco se integró en el estado compitiendo con las otras fracciones.

2. La derrota del movimiento de masas

a) El movimiento revolucionario

A pesar de la contrarrevolución islámica de Jomeini, el movimiento revolucionario de masas se desarrolló y amplió después del derrocamiento del régimen del sha. El hecho de que Jomeini tuviera sus propios planes y que estuviera dispuesto a servir a la burguesía, por supuesto, no disuadió a las masas de seguir adelante con sus propias demandas. En realidad otro mito de la revolución iraní es que Jomeini tenía un dominio total de las masas.

Que Jomeini nunca haya consentido la celebración de elecciones libres, incluso inmediatamente después de la insurrección que fue el período en el que disfrutó de mayor popularidad, demuestra que él mismo no creía este mito. Ciertamente tenía una base de basas y su núcleo duro era la sección mejor y más organizada de las masas. Pero de ninguna forma esta sección de las masas reflejan el movimiento de masas en conjunto.

La gran mayoría de las masas revolucionarias sabían por qué estaban en contra del sha y qué podría satisfacer sus necesidades. La experiencia de la propia revolución les había enseñado su propia fuerza y la necesidad de organizarse. Incluso cuando se estaban sometiendo a la dirección de Jomeini, incluso antes la insurrección fue impuesta por el uso de la fuerza, las masas tenían también sus propios proyectos.

Es muy simplista presentar el movimiento de masas con una conciencia confusa homogénea y con ilusiones en Jomeini. A pesar de Jomeini, los trabajadores organizados en los shoras (consejos), echaron a los capitalistas y a sus directores, incluidos aquellos nombrados por el gobierno de Imán. Los campesinos ocuparon la tierra, a pesar de que el Consejo Revolucionario les pedía que esperaran. Las minorías nacionales comenzaron a organizarse, a pesar de la represión abierta del nuevo régimen. Las mujeres se manifestaban por la igualdad de derechos en oposición directa al propio Jomeini. Los estudiantes se hicieron cargo de la administración de los centros educativos, a pesar de los llamamientos de los “lideres” a que regresaran a sus estudios. Las masas no entregaron las armas, a pesar del llamamiento del propio Jomeini. Los soldados resistieron los intentos del nuevo régimen de disolver sus shoras y ellos mismos comenzaron a purgar del ejército de antiguos oficiales.

Sólo unas semanas después, la insurrección —manifestaciones de masas en oposición al gobierno nombrado por Jomeini— seguía organizada en muchas ciudades. La primera manifestación de izquierdas en Teherán para celebrar el 1º de Mayo arrastró a 300.000 personas. Durante los primeros meses, los fedaiyines y los mujaidines eran vistos por las masas como las fuerzas a la izquierda de la dirección de Jomeini. Estos grupos rápidamente consiguieron una base de masas, muy numerosa en algunos sectores importantes de las masas, comparable a lo que tenía Jomeini dentro de la clase obrera. Incluso los grupos burgueses liberales tenían al principio una base considerable.

La izquierda tenía un apoyo de masas. Mientras que el régimen, a pesar de todas sus maquinaciones, nunca tuvo realmente la mayoría. Las primeras elecciones presidenciales y las demás elecciones organizadas por el régimen islámico han sido boicoteadas por más del 60 por ciento del electorado.
En el verano de 1979 Jomeini había perdido todo el apoyo que tenía entre las nacionalidades oprimidas (es decir, la mayoría de la población) y en las pobladas provincias del norte. En los principales centros industriales, por ejemplo, Teherán y Ahwaz, el apoyo de Jomeini era mínimo. Entre los estudiantes, el nuevo régimen apenas contaba con el 10 o 15 por ciento de apoyo. En las filas inferiores del ejército existía una situación similar.

Seis meses antes de la desposesión del presidente Bani Sadr, más de dos millones de personas se manifestaron en Teherán desafiando la fuerzas jomeinistas, mientas que Beheshti sólo pudo arrastrar tras de sí a menos de 150.000 personas. En la primera ronda de las elecciones a los Majlis, en el punto álgido de la demagogia antiimperialista de Jomeini, y a pesar de la maquinaria estatal que controlaba los colegios electorales, la izquierda fue capaz de reunir más de 1,5 millones de votos (a esto hay que añadir otros dos millones de votos mujaidines). Las masas no tenían ilusiones en Jomeini, y esto no ocurrió en ningún momento entre las capas luchadoras, incluso el propio régimen tuvo que admitir que ¡no contaba con un apoyo mayoritario entre los trabajadores, campesinos pobres, minorías nacionales, mujeres, soldados, estudiantes, etc.,!

b) El cisma del movimiento de masas

La debilidad del movimiento revolucionario de masas se basaba en otro factor, en el hecho de que fue inmediatamente dividido por la imposición de la dirección de Jomeini. Después de todo existía, junto a la insurrección popular revolucionaria, una contrarrevolución islámica encabezada por Jomeini. Ésta última estaba muy bien organizada y contaba con el apoyo del aparato del estado, se movilizó no sólo contra las fuerzas del antiguo régimen, sino también en contra de la revolución. Especialmente en las primeras etapas decisivas, cuando el límite entre las dos no estaba claro, las masas revolucionarias no prestaron la resistencia necesaria contra algo que para muchos no se distinguía de ellos mismos. El hecho de que la mayoría de los grupos de izquierdas cayeran en la misma postura no ayudó demasiado.

Cuando la fracción de Jomeini impuso sus propias consignas en las manifestaciones de masas contra el Sha, la izquierda no protestó. Cuando Jomeini nombró su Gobierno Provisional Revolucionario, los fedaiyines, los mujaidines, el Partido Tudeh y otros grupos, le dieron su apoyo. Cuando los recién creados Tribunales Islámicos dictaban sentencias de muerte en juicios secretos contra los miembros del antiguo régimen, la izquierda los aclamaba. Cuando el régimen comenzó a atacar los derechos de la mujer bajo la bandera de “abajo con las prostitutas occidentalizadas (sic)”, la izquierda lo ignoró o lo consideró algo secundario. Cuando se suprimió la libertad de prensa, como al principio sólo afectaba a la prensa burguesa, la izquierda no se resistió. Pero poco tiempo después, también cerraron la prensa de izquierdas.

El nuevo régimen comenzó a atacar a la clase obrera bajo la bandera de “los shoras islámicos”. Muchos militantes obreros que se habían radicalizado bajo la influencia de las primeras movilizaciones dominadas por la dirección de Jomeini, no podían por su propia experiencia darse cuenta exactamente de lo que estaba ocurriendo. No se resistieron a estos ataques porque implicaban a un sector de la propia clase obrera. La memoria del movimiento de masas “unido” todavía estaba presente en todos. Cuando las bandas de gángsteres organizadas por el Partido Republicano Islámico comenzaron a atacar abiertamente las reuniones o manifestaciones independientes, la táctica habitual de “resistencia” era: “¡unidad, unidad, el secreto de la victoria!” Después de todo eran las mismas personas que habían participado en la lucha contra el Sha.

Más tarde, cuando para todos estaban claros los planes contrarrevolucionarios de las fuerzas de Jomeini, entonces, ya era demasiado tarde. Jomeini en este momento había perdido la mayor parte de su base de masas pero le quedaba un instrumento de represión eficiente y bien organizado. Además, la fracción de Jomeini nunca fue una observadora pasiva de la erosión de su base. Utilizó todas las fuerzas del estado a su disposición (el control de los medios de comunicación, la institución de los Oradores de los Viernes…) utilizando una retórica vaga anticapitalista y antiimperialista. La ocupación de la embajada estadounidense en Teherán probablemente era el mejor ejemplo de este método.

Después de haber sido derrotado en el Kurdistán y perder la popularidad después de ocho de meses de atacar la revolución iraní, la ocupación de la embajada estadounidense era una buena cobertura. La fracción de Jomeini culpó de todo a la política pro-estadounidense de Bazargan, tomó posesión del estado y desvió la atención de las masas de sus luchas reales a la pantomima que estaba representando el mulá frente a la embajada estadounidense. Cuando los trabajadores luchaban por sus shoras independientes, otros trabajadores les obligaron a abandonar su lucha en la fábrica para ir a la “caverna de espías” a escuchar los discursos de los “liberales” y los mulás pro-Jomeini, no era fácil resistirse.

Poco a poco las masas fueron sufriendo oleadas sucesivas de ataques para que se sometieran al dominio del Imán. Mientras que las masas revolucionarias no tenían ninguna dirección y no estaban unidas, las fuerzas de la contrarrevolución jomeinista fueron dirigidas desde un centro bien situado y organizado, para que pudieran dirigir todos los instrumentos de represión. El resultado de esta lucha estaba claro, especialmente cuando se tiene en cuneta que muchas organizaciones políticas pretendían representar los intereses de las masas en realidad eran los portavoces de la contrarrevolución.

c) La base de Jomeini

La composición de la base de masas del propio Jomeini también era un factor importante que contribuyó a la confusión de las masas y a su derrota. Los instrumentos de represión de Jomeini se alimentaban de las fuerzas sociales que eran las más corruptas y privilegiadas de la población. Se reclutó a “los soldados de Jomeini” entre amplias capas de los pobres urbanos (los desempleados y los emigrantes campesinos) y la pequeña burguesía depauperada. Gracias a la Revolución Blanca del Sha, muchos campesinos tuvieron que trasladarse a los centros urbanos en búsqueda de empleo, mientras que la limitada industrialización sólo pudo absorber a una pequeña proporción de ellos. La industrialización orientada a los bienes de consumo también poco a poco fue erosionando la parte del mercado interno que tenía la pequeña burguesía y obligó a estas capas a depender cada vez más del trabajo familiar. El tamaño medio de una familia urbana de la pequeña burguesía pasó a 7,6 miembros en los años setenta.

Estas dos capas representaban una enorme reserva para los instrumentos de represión. Sólo los pobres urbanos representaban aproximadamente el 20 por ciento de la población en las ciudades más importantes. En Teherán, por ejemplo, en 1976 la cifra ascendía a 700.000. La pequeña burguesía iraní representa una capa social muy importante. Estas capas estaban muy atomizadas con el gobierno del Sha y no tenía una perspectiva social independiente. Sus ideas vagas sobre la justicia social pudieron ser desviadas fácilmente por la demagogia chiíta. Para ellos, incluso los sectores más pobres del proletariado industrial parecían privilegiados. La frase acuñada por los burócratas del Sha para designar los barrios de chabolas habitados por los pobres urbanos era —“fuera de los límites”— describía también su estatus social. Con la dictadura del Sha más de cinco millones estaban fuera de los límites de la sociedad “civil”.

Para muchos individuos dentro de estas capas, convertirse en un miembro de una banda violenta hezvollahi representaba un progreso social enorme. Convertirse en un Pasdar armado era convertirse en “el rey del vecindario”. Ser reclutado por los distintos instrumentos de represión significaba ser capaz de ir y golpear a los “satánicos” y “paganos privilegiados”. El régimen islámico obviamente no mejoraba la situación de la mayoría de estos elementos. Sin embargo, “promover” a unos cuantos individuos en cada vecindario era suficiente para sus objetivos. Estas capas eran el apoyo activo y fanático que conformaban la base demagógica de Jomeini.

La única forma de ganarles al lado de la revolución era demostrarles otro camino mejor para conseguir sus reivindicaciones. Esta tarea requería de organizaciones independientes y luchar contra el estado capitalista. Esto no podía surgir de estas capas. Había que ponerles un ejemplo. Y la única clase capaz de conseguir eso era la clase obrera, dirigida por el partido revolucionario proletario.

Si la clase obrera hubiera tomado la dirección del movimiento de masas y se hubiera enfrentado al estado y conseguido mejorar sus condiciones de vida, entonces habría podido enseñar el camino a estas capas. No existía una razón social objetiva para que estas capas se convirtieran en una herramienta de Jomeini. Especialmente si la clase obrera hubiera conseguido sus demandas de empleo y vivienda.

La clase obrera demostró su fuerza objetiva y su potencial para dirigir a los trabajadores y oprimidos durante los cuatro meses de huelga general que realmente fue lo que acabó con la dictadura del Sha. Pero no consiguió desarrollar su propio organización independiente o dirección política capaz de arrastrar tras de sí a las capas no privilegiadas. En su lugar fue derribada por estos sectores.

3. El fracaso de la izquierda

a) La ausencia de un partido revolucionario

La causa básica del fracaso de la revolución iraní fue la ausencia de una organización proletaria revolucionaria con una estrategia y programa revolucionarios. Ni siquiera existía una organización revolucionaria significativa que tuviera un programa que reflejara, incluso de forma distorsionada, las necesidades objetivas de la revolución iraní o proporcionara una perspectiva clara y consistente a las masas revolucionarias.

La lección básica de la revolución iraní es que a menos que exista esta organización antes de que se produzca la insurrección revolucionaria, será extremadamente difícil conseguir crearla en el transcurso de la propia revolución. Dada la rapidez con la cual se transforma y cambia la crisis revolucionaria, dada la complejidad de las formaciones sociales y alianzas que se pueden producir en los países atrasados, y dada la relativa fuerza de las formaciones burguesas, es extremadamente difícil para una fuerza revolucionaria de tamaño considerable crecer progresivamente durante la propia revolución, a menos que ya tenga una base establecida y tradiciones dentro de las masas.

Existía un pequeño núcleo de revolucionarios que luchaban por un programa revolucionario y que crecieron rápidamente en influencia y fuerza durante los primeros meses de la revolución. Pero les era imposible influir decisivamente en el curso de los acontecimientos. Con cada oleada de represión o giros repentinos de la situación política, todos los grupos perdían mucho de lo que habían cumulado en el período anterior. Los primeros ataques abiertos del nuevo régimen provocaron desviaciones oportunistas y capitulaciones. Durante el primer año casi todos los grupos revolucionarios sufrieron escisiones.

En países como Irán, donde los períodos revolucionarios se intercalan con largos períodos de dura represión donde no pueden desarrollarse las organizaciones de masas, es muy importante que exista una organización revolucionaria capaz de ofrecer una dirección política y organizativa a las masas. Una organización que no tiene una base dentro del movimiento de masas antes de la revolución no podrá desarrollar rápidamente sus fuerzas y no será capaz de ayudar a las masas a organizarse.

La organización fedaiyin semi-estalinista y la burguesía neo-radical mujaidin que habían luchado contra el régimen del Sha, rápidamente crecieron y se convirtieron en una organización de masas de dimensiones enormes. Pero no tenían una dirección basada en una estrategia revolucionaria. Tampoco eran capaces de comprender la verdadera dinámica de la revolución iraní. Ambas terminaron traicionando a la revolución. La primera cayó víctima de la estrategia de clase colaboracionista practicada por el Partido Tudeh pro-Moscú, la segunda regresó a sus orígenes y se convirtió en parte de la oposición burguesa liberal.

La experiencia de la revolución iraní demostró una vez más que, en nuestra época, a menos que una dirección revolucionaria luche consistentemente por una estrategia clara de poder obrero, inevitablemente terminará en el campo de la reacción. La colaboración de clases fue el toque de difuntos de la revolución iraní. Sin una estrategia proletaria anticapitalista, son inevitables los compromisos con la contrarrevolución burguesa.

La única forma de que las masas oprimidas y explotadas hubieran conseguido llevar adelante la revolución proletaria era demostrando que el propio proletariado era capaz de derrotar a la burguesía. La izquierda iraní intentó ganar la base de masas de Jomeini diluyendo la lucha de clases y ofreciendo el compromiso de una república democrática con la burguesía y las capas pequeño burguesas.
Ningún otro grupo resume mejor esto que el Partido Tudeh (comunista). Este grupo, que contaba con unas tradiciones antiguas y largas, había dividido la revolución iraní en tres etapas: el frente popular contra el Sha; el frente antiimperialista democrático y el “camino de desarrollo” no-capitalista que llevaría de forma pacífica al socialismo.

El Partido Tudeh, que incluso estaba dispuesto a incluir en sus frentes a los monárquicos anti-Sha, ni en sueños pensaba en el alineamiento real de fuerzas de clase en la revolución. Inmediatamente capituló ante la coalición contrarrevolucionaria de la burguesía y el clero.

Cuando se desarrolló la pelea entres estos dos sectores, jalearon a la fracción de Jomeini como la verdadera fuerza revolucionaria antiimperialista y le dieron su apoyo incondicional. Rechazaron las protestas de las masas contra las prácticas antidemocráticas del régimen islámico etiquetándolas como "burguesía liberal desviviéndose por la democracia". La contrarrevolución burguesa se impuso reprimiendo los derechos democráticos de las masas, pero el Partido Tudeh aclamó el encarcelamiento temporal del escaso personal de la embajada norteamericana como el mayor paso delante de la revolución.

Sin el apoyo activo del Partido Tudeh, que contaba con muchos profesionales en sus filas, para el clero habría sido mucho más difícil aplastar el movimiento de masas. El Partido Tudeh proporcionó al clero muchos directores y capataces en las industrias nacionalizadas, propagandistas dentro de los periódicos controlados por el estado, la televisión y la radio e incluso interrogadores políticos en las prisiones de Jomeini. El destino actual del Partido Tudeh es la mejor prueba de donde puede llevar esta política.

b. Capitulación ante Jomeini

Sin una estrategia revolucionaria, la izquierda no consiguió comprender las fuerzas motrices de la revolución iraní y el carácter de las fuerzas en contienda dentro de ella. En cada fase rápidamente cambiante de la revolución cometieron errores fundamentales. En el primer período decisivo estos errores garantizaron una victoria fácil de la contrarrevolución.

En el período que llevó a la insurrección de febrero, la izquierda como tendencia independiente dentro del movimiento de masas no existía. Simplemente se fusionó con el movimiento dominado por Jomeini, a la cola de la dirección revolucionaria.

El único grupo de izquierdas en Irán (¡y no exageramos!) que criticó al gobierno nombrado por Jomeini fue el HKS. Fue la única tendencia que se distinguió de la dirección de Jomeini.

La izquierda debería haber apelado a las masas para resistir cualquier intento de nombrar un gobierno desde arriba. Puede que no hubieran ganado, pero habrían estado en mejor situación para el período posterior.

Inmediatamente después de la insurrección, la izquierda tuvo en cuenta los llamamientos de un mando militar revolucionario militar-clerical (que más tarde se supo estaba encabezado por un agente de la CIA). Muchos de los miembros del viejo régimen detenidos por las masas fueron entregados al clero. La izquierda aclamó los "tribunales islámicos revolucionarios". Las primeras declaraciones de la mayoría de grupos en la izquierda aclamaron al Imam Jomeini por dirigir la revolución hacia la victoria.

Unos meses más tarde estaba absolutamente claro donde estaba el principal peligro contra la revolución. El gobierno burgués rápidamente acabó con las conquistas de las masas. El único rumbo adecuado de acción era organizar la defensa y la extensión de los derechos democráticos, contra todos los intentos del nuevo régimen de aplastarlos. La consigna central en ese período era el llamamiento a la convocatoria inmediata de una asamblea constituyente.

La mayoría de los grupos ignoraron todo esto. Consideraban que eran reivindicaciones "subordinadas", mientras que las supuestas "reivindicaciones de clase" se reducían a reformas puramente económicas. La contrarrevolución, sin embargo, consiguió bloquear la dinámica anticapitalista de la revolución iraní limitando precisamente los derechos democráticos de las masas.

La izquierda estaba menos interesada en organizar órganos independientes de actividad de las masas que en sus malas uniones. No se hizo ningún intento real de extender la organización independiente de las masas o luchar para democratizarlas, evitando que los fanáticos del clero dentro de ellas impusieran la voluntad de la contrarrevolución.

Las tradiciones estalinistas de la izquierda iraní y su aproximación burocrática al movimiento de masas fortalecieron las tendencias sustitucionistas mediante las cuales cada grupo intentaba formar su propia "organización de masas" manteniéndose así "puras" e "independientes" de cualquier mezcla.

De esta manera, en lugar de intervención paciente y consistente en el movimiento shora y luchar por su unidad nacional como base de la lucha más general por un gobierno obrero y campesino, todos los grupos importantes hicieron todo lo posible para formar sus propias shoras "verdaderas".

Este hecho demostró ser letal para el curso de la revolución. En los primeros períodos favorables de la revolución, el movimiento shora quedó a merced de las fuerzas de Jomeini. En el momento que fue obvia la naturaleza contrarrevolucionaria del nuevo régimen, las fuerzas de la reacción ya habían conseguido construir una red nacional de shoras debilitadas que fueron utilizadas para aplastar la resistencia de la clase obrera.

El concepto etapista de la revolución iraní aceptado por la gran mayoría de la izquierda, suponía que siempre buscaban una alianza con la burguesía en lugar de concentrar sus esfuerzos en la construcción de una fuerza independiente del proletariado iraní. La izquierda en realidad durante toda la revolución fue a la cola de los políticos burgueses.

Estaban detrás de Jomeini en la lucha contra el Sha y detrás de la oposición burguesa en la lucha del Sha contra Jomeini. Nunca ofrecieron un programa independiente claro. De ahí que cada maniobra demagógica de la contrarrevolución pillase a la izquierda fuera de juego. El asalto a la embajada de EEUU, por ejemplo, pilló a la izquierda totalmente desprevenida, por no mencionar el chovinismo histérico que protagonizó la izquierda en las primeras etapas de la guerra Irán-Iraq.

No es exagerado decir que, en lo que respecta a la lucha por la democracia, la oposición liberal burguesa o incluso los monárquicos se presentaban como más radicales que la izquierda estalinista, mientras que en las reivindicaciones anticapitalistas, la contrarrevolución de Jomeini fue mucho más allá que la izquierda, que defendía un programa mínimo limitado a la etapa democrática.

TERCERA PARTE 

Tareas y perspectivas

1.- Por el derrocamiento del régimen

a. Reivindicaciones de las masas

La consolidación del dominio clerical de Jomeini ha correspondido con la derrota del movimiento de masas revolucionario. Sin el derrocamiento de este régimen no hay absolutamente ninguna posibilidad de llevar más allá los procesos de la revolución iraní. La dirección de Jomeini, en el transcurso del establecimiento del poder de la contrarrevolución y la reconstrucción del estado burgués, se ha aislado totalmente. Lo que queda hoy de la "revolución" islámica es simplemente una dictadura violenta y represiva odiada por la gran mayoría de trabajadores y campesinos iraníes. La reivindicación política central para la mayoría es el derrocamiento del régimen de Jomeini.

La correlación de fuerzas actual es, no obstante, extremadamente desfavorable para plantear esta perspectiva en el orden del día inmediato. Está claro que es necesario un período de trabajo preparatorio político y organizativo. Esta preparación debe concentrarse en las principales reivindicaciones no cumplidas de la revolución iraní que, a pesar de la actual derrota, sigue viva en la memoria de las masas.

La reivindicación de una asamblea constituyente elegida democráticamente, que refleje la voluntad de las masas y se base en su propia organización es todavía una reivindicación central capaz de unir en la acción revolucionaria a la gran mayoría de masas oprimidas y explotadas. Esta reivindicación debe ir unida a la lucha por la recuperación del movimiento shora, que refleje la experiencia más inmediata de las masas. Todas las conquistas de la revolución se consiguieron a través de ese movimiento y se perdieron con su derrota.

La lucha contra la guerra reaccionaria de Jomeini y el fin inmediato de la guerra con Iraq es una cuestión clave en el actual período político, reflejando los intereses de la gran mayoría de los trabajadores y campesinos.

Estas reivindicaciones también deben ir unidas a una seria de medidas democráticas, económicas y sociales, que mostrarían las tareas que deberían estar en el orden del día de la futura asamblea constituyente. Estas tareas deben incluir la reivindicación del derecho de autodeterminación para las minorías nacionales (y asambleas constituyentes nacionales), plenos e iguales derechos para las mujeres, control obrero y campesino de la producción y distribución, un plan de los trabajadores y campesinos para dirigir la actual crisis económica del capitalismo.

Estas reivindicaciones y la lucha por este programa pueden proporcionar un medio de unir en un movimiento común a todos los sectores de las masas en la lucha necesaria para derrocar al régimen de Jomeini.

b. Estabilidad burguesa

El régimen de Jomeini, reprimiendo la revolución y restableciendo el dominio del estado burgués represivo, ha creado las condiciones necesarias para el regreso a un dominio burgués "normal". La contrarrevolución islámica ha comenzado a transformarse rápidamente en un movimiento capitalista abierto hacia la estabilización. Sin embargo, esto ha creado una situación donde el dominio clerical de la fracción de Jomeini cada vez es más inaceptable para la burguesía. La dirección de Jomeini ha prestado su servicio histórico a la burguesía y sus amos imperialistas. Por lo tanto, ahora le piden que se haga a un lado y limpie el camino para el regreso de un gobierno burgués directo.

La enorme crisis económica, la destrucción provocada por la guerra, el masivo desempleo, el colapso de la industria y agricultura iraníes, vinculado a la extrema impopularidad del actual régimen, preparan cada vez más una atmósfera política no sólo para un cambio hacia una república burguesa normal, sino incluso para el regreso de la monarquía. El gobierno de Jomeini está popularizando a la monarquía.

Esta transformación, sin embargo, se produce de una manera contradictoria y plagada de crisis. El dominio del clero es básicamente incompatible con el funcionamiento normal de un estado burgués. La burguesía aceptó este dominio sólo como una medida transitoria y temporal, mientras que la fracción del clero de Jomeini no está dispuesta a renunciar tan fácilmente al poder. La inestabilidad crónica del régimen islámico debe ser vista en este contexto.

La resistencia del clero contra los monárquicos burgueses o la oposición republicana desde dentro y fuera no debe ser vista de ninguna manera como un reflejo de las presiones de la revolución iraní. Es simplemente el resultado del intento del clero de aferrarse al poder tanto como sea posible. El régimen de Jomeini no debe ser visto como un régimen burgués normal que comprende claramente las necesidades de la clase a la que representa. Es en el mejor de los casos un instrumento muy atrasado para la burguesía del que debe liberarse, si es necesario por la fuerza. Los revolucionarios de ninguna manera deben debilitar su lucha por el derrocamiento de este régimen porque las fuerzas burguesas también se opongan a él. En realidad, cada día que este bárbaro régimen islámico permanece en el poder, más popular será el dominio normal de la burguesía.

La estabilidad de un gobierno burgués normal después de Jomeini tendrá una relación directa con la lucha de las masas hoy por el derrocamiento de la república islámica. A menos que las masas se organicen para llevar adelante hoy esta tarea, la burguesía finalmente establecerá un régimen aún más estable sobre las cenizas de la revolución ireaní.

2.- Reconstrucción de las organizaciones obreras

a.      El movimiento obrero

Basándose en la lucha y las tradiciones organizativas de la clase obrera iraní, los revolucionarios deben concentrar sus esfuerzos en el estímulo de todos los factores que pueden contribuir a la reorganización del movimiento obrero.

La experiencia de la revolución iraní y el papel de la huelga general en la insurrección revolucionaria de las masas han demostrado más allá de cualquier duda la posición central social y económica del proletariado iraní. Se vio en el crecimiento del capitalismo durante estas últimas décadas que ha situado de manera decisiva a la clase obrera iraní al frente de todos los cambios revolucionarios en Irán. Lo que puede provocar una correlación de fuerzas favorables contrarias al régimen islámico es la organización de la clase obrera.

Si pusiera todo su peso organizado detrás de las luchas de la gran mayoría de la población contra Jomeini, no habría razón para que la situación revolucionaria no apareciese de nuevo. En cualquier caso, es la única manera de poner fin a los sueños de la burguesía de regreso a los "buenos y viejos días".

No debemos olvidar que la derrota de la izquierda llevaría a nuevos ataques contra la clase obrera. Esto creará oportunidades, no en un futuro muy lejano, para la recuperación de las organizaciones obreras.

b.      La vanguardia obrera

A pesar de la represión, existe la posibilidad de que la clase obrera organice y aúne esfuerzos para resistir la ofensiva capitalista. La revolución, el largo período de control obrero y el movimiento shora han inyectado en la clase obrera iraní una experiencia revolucionaria que debe ser utilizada para organizar la lucha actual. Esta experiencia, ganada a través de las luchas revolucionarias activas, ha vomitado una capa entera de trabajadores combativos, que aunque ha sido descabezada por la contrarrevolución islámica, no la han destruido totalmente. La tarea principal de la reorganización hoy recae sobre esta capa.

En realidad, basado en su propia experiencia, ya existe tal movimiento dentro de la clase obrera iraní. En muchas ciudades industriales existen clandestinamente comités de acción independientes, combativos y clandestinos para preparar la intervención en las luchas cotidianas. En muchas fábricas, existen ya activos círculos obreros o comités clandestinos. En los últimos dos años de la peor fase de represión se han organizado muchas huelgas que indican el potencial que aún existe dentro de la clase obrera. Los revolucionarios deben basarse en esta corriente e intentar ayudar a construir, extender y unificar el movimiento de comités de fábrica. Eso se debe hacer en el transcurso de las luchas por las reivindicaciones independientes, además de la lucha contra la imposición de muchas nuevas leyes capitalistas que intentan negar todos los derechos a los trabajadores frente a la ofensiva capitalista que pretende incrementar las tasas de explotación.

Una campaña de propaganda sobre las tareas básicas de la revolución iraní y la forma en que la clase obrera puede preparar una huelga general para conseguir cambios revolucionarios, prepararía el camino para un futuro renacer del movimiento de masas a una escala más amplia, y daría la dirección política necesaria para las actividades de los actuales comités de fábrica.

c.       Los oprimidos

El principal aliado del proletariado, es decir, los campesinos pobres (incluidos los que emigran a las ciudades) también comienzan a darse cuenta de que la manera de defender las conquistas de la revolución es luchando contra los ataques del nuevo régimen. Los revolucionarios deben tomar nota del nuevo ambiente que existe entre estas capas para reconstruir y revivir sus propias organizaciones independientes (shoras campesinas y comités vecinales). La oleada ascendente de luchas contra el regreso de los zamindars está proporcionando una base nueva para la reorganización de los campesinos pobres. Igualmente, el agravamiento de la cuestión de la vivienda está dando un impulso para que los pobres urbanos se organicen en comités vecinales.

La reconstrucción de las organizaciones de todos los oprimidos (campesinos pobres, soldados, mujeres, jóvenes) debe ir acompañada de los intentos de vincularlas con los comités de fábrica. Las cooperativas de productores y consumidores que se desarrollaron con la revolución (que ahora se han convertido en instrumentos del sistema estatal de racionamiento) ya dieron a las masas una rica experiencia sobre cómo extender y desarrollar lazos con otras capas sociales. La lucha contra la castración de las cooperativas por el gobierno central puede servir de base para unir a todos los oprimidos en una lucha común contra el régimen de Jomeini.

3. La construcción del partido revolucionario

a.      La izquierda

La derrota de la revolución iraní se refleja particularmente en la forma en que toda la fuerza de la izquierda ha sido diezmada. Casi toda la dirección de todas las organizaciones revolucionarias ha sido destruida físicamente o obligadas a ir al exilio. La gran mayoría de los cuadros dirigentes de los grupos oportunistas y colaboracionistas de clase han denunciado públicamente el marxismo y declarado su sumisión ante la "línea del Imam". Los errores, vacilaciones y traiciones abiertas de estos grupos han creado una situación de profunda desmoralización dentro de la vanguardia de la clase obrera y un sentimiento de sospecha hacia la izquierda en general. Es necesario un largo período de trabajo paciente para reconstruir la influencia de la izquierda entre los trabajadores y explotados de Irán. Por otro lado, sin embargo, estas derrotas también han demostrado la total bancarrota del estalinismo y el populismo pequeño burgués, que durante mucho tiempo han sido el azote histórico de la izquierda iraní. Lo que ha sido derrotado es el oportunismo y la colaboración de clases.

El socialismo revolucionario de ninguna manera está difamado ante los ojos de la vanguardia debido a la experiencia de la revolución iraní. Ahora ha demostrado a muchos militantes de otros grupos que sólo sobre la base de una estrategia socialista revolucionaria puede existir alguna esperanza real de reconstruir una verdadera dirección revolucionaria. Las condiciones ideológicas y políticas están por tanto maduras para la construcción de las bases sólidas del núcleo de un partido revolucionario. Dentro de muchas organizaciones de la izquierda están tomando forma corrientes socialistas revolucionarias críticas ante la tradición oportunista. Las denuncias del estalinismo y la teoría etapista de la revolución ahora son una característica común de muchas tendencias. La propia revolución ha puesto fin al debate y las dudas sobre la centralidad del papel de la clase obrera. En la situación actual estos elementos proporcionan una base sobre la que comenzar a luchar por la construcción de un partido revolucionario.

b.      Reagrupamiento

Por lo tanto, está claro que esta lucha debe tener como tarea principal el reagrupamiento de todas las corrientes revolucionarias que hoy están desarrollándose. Un reagrupamiento que también facilitaría y aceleraría la formación de corrientes similares en otras organizaciones. Una posición no sectaria y paciente al proceso de reagrupamiento de la izquierda revolucionaria en Irán implica una discusión abierta y democrática de todos los temas principales de la revolución iraní, el balance de la izquierda y las lecciones, hoy es una necesidad vital.

El proceso debe también ir unido a la lucha decidida contra el oportunismo y la colaboración de clase, con una defensa consistente de los principios socialistas revolucionarios sobre la base de cuál es la estrategia verdaderamente revolucionario sobre la que podemos construir. Todas las fuerzas que se proclaman revolucionarias debemos demostrarlo en la acción, primero poniendo en orden su propia casa. Sólo de esta manera la izquierda revolucionaria puede reconquistar su influencia dentro de la vanguardia y reconstruir sus lazos con el movimiento de masas.