¿Qué es el marxismo? Introducción al materialismo histórico

Cuando uno examina la historia, ésta no parece ser otra cosa que una gran masa de contradicciones. Los acontecimientos se pierden en un laberinto de revoluciones, guerras, periodos de progreso y decadencia. Los conflictos entre clases sociales y entre naciones se mueven en el caos del desarrollo social. ¿Cómo es posible entender y explicar estos hechos, cuando parecen no tener base racional alguna?

Desde el comienzo de la humanidad, los seres humanos han tratado de descubrir las leyes que gobiernan su existencia. Las teorías que van desde las explicaciones sobrenaturales hasta el liderazgo de «grandes hombres» han tratado, de una manera u otra, en un momento u otro, de proporcionar estas explicaciones ¡Algunos incluso creen que, en la medida en que las personas actúan de forma independiente unas de otras, las teorías de desarrollo humano resultan completamente inútiles!

Durante casi dos mil años las ideas del libro del Génesis dominaron el panorama de la Europa Occidental. Los que trataron de socavar este concepto fueron tildados como discípulos del diablo. Sólo en los últimos tiempos, la concepción “herética” de la historia, la evolución, ha sido aceptada de manera general, aunque aún así, de forma unilateral.

Para la clase capitalista y sus funcionarios en las universidades, escuelas y lugares de enseñanza, la historia tiene que enseñarse de una manera académica y sesgada, sin ninguna relevancia para el presente. Siguen vendiendo el mito según el cual las clases y la propiedad privada siempre han existido, en un intento de justificar la «eterna» naturaleza de la explotación capitalista y la anarquía económica inherente a la misma. Volúmenes y más volúmenes han sido escritos por destacados académicos y profesores con el fin de refutar los escritos del marxismo y sobre todo su concepción materialista de la Historia.

Los marxistas dan una enorme importancia al estudio de la historia, no por su estudio en sí, sino con el fin de estudiar las grandes lecciones que contiene. Sin esta comprensión de la evolución de los acontecimientos, no es posible prever las perspectivas futuras. Lenin, por ejemplo, preparó al Partido Bolchevique para la Revolución de Octubre de 1917 mediante un análisis minucioso de la experiencia de la Comuna de París y de los acontecimientos de 1905 y febrero de 1917 en Rusia.

Es precisamente en este sentido que estudiamos y aprendemos de la historia. El marxismo es la ciencia de las perspectivas, utilizando el método materialista dialéctico para desentrañar los complejos procesos del desarrollo histórico.

La filosofía marxista analiza las cosas no como entidades estáticas, sino en su movimiento y desarrollo vivo. Los hechos históricos son examinados como procesos. La evolución, sin embargo, no representa simplemente el movimiento de lo inferior a lo superior. La vida y la sociedad se desarrollan de una manera contradictoria, a través de «espirales que no constituyen una línea recta; un desarrollo mediante saltos, catástrofes y revoluciones, rupturas en la continuidad, la transformación de la cantidad en calidad, impulsos internos hacia el desarrollo, causados por la contradicción y el conflicto entre las diversas fuerzas y tendencias». (Lenin) [1]

Engels expresó la dialéctica como:

«La gran idea fundamental de que el mundo no se compone de un conjunto de objetos terminados y acabados, sino que representa en sí un conjunto de procesos, en el que las cosas que parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a un continuo cambio, a un proceso de nacimiento y muerte” (Engels, El Anti-Dühring, citado por Lenin en Karl Marx).

Este método también es materialista en su perspectiva. Las ideas, teorías, programas de partidos, etc, no caen del cielo, sino que siempre reflejan el mundo material y los intereses materiales. Como Marx explicó, «el modo de producción de la vida material condiciona los procesos de la vida social,

política e intelectual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino al contrario, es el ser social el que determina su conciencia». [2]

Mediante el uso de este método, Marx pudo señalar:

“el camino para un estudio global y multilateral del proceso de aparición, desarrollo y decadencia de las formaciones económico-sociales, examinando el conjunto de todas las tendencias contradictorias y reduciéndolas a las condiciones, perfectamente determinables, de vida y de producción de las distintas clases de la sociedad, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección de las diversas ideas «dominantes» o en la interpretación de ellas, y poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y de las diversas tendencias que se manifiestan en el estado de las fuerzas productivas materiales. Los hombres hacen su propia historia, ¿Pero qué determina los móviles de estos hombres, y precisamente de las masas humanas?; ¿Qué es lo que provoca los choques de ideas y las aspiraciones contradictorias?; ¿Qué representa el conjunto de todos estos choques que se producen en la masa entera de las sociedades humanas?; ¿Cuáles son las condiciones objetivas de producción de la vida material que crean la base de toda la actividad histórica de los hombres?; ¿Cuál es la ley que rige el desenvolvimiento de estas condiciones? Marx concentró su atención en todo esto y trazó el camino para estudiar científicamente la historia como un proceso único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con su carácter contradictorio”. (Lenin, Karl Marx – Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo).

El comunismo primitivo

Los primeros humanos evolucionaron hace unos tres millones de años a partir de una especie de simios altamente evolucionada. Poco a poco los «humanos»  primitivos se alejaron de los bosques hacia los llanos, una transición que fue acompañada por una mejora en la flexibilidad y la destreza de la mano, volviéndose la postura del cuerpo más erecta. Mientras que otros animales disponían de distintos órganos para protegerse y defenderse (para cortar o excavar, el pelaje para abrigarse del frío…), los humanos no contaban con nada semejante. Para sobrevivir tuvieron que desarrollar sus únicos recursos que eran sus manos y su cerebro.

Mediante la prueba y el error, los seres humanos aprendieron diversas técnicas, que hubieron de transmitirse de una generación a otra. La comunicación por medio del habla se convirtió en una necesidad vital. Como explica Engels, «el dominio de la naturaleza comenzó con el desarrollo de la mano, con el trabajo, ampliándose el horizonte del hombre en cada nuevo avance». Los hombres y las mujeres eran animales sociales forzados a unirse y cooperar para poder sobrevivir. A diferencia del resto del reino animal, ellos desarrollaron la capacidad de generalizar y pensar de manera abstracta. El trabajo se inicia con la fabricación de herramientas con las cuales los humanos cambian su entorno para satisfacer sus necesidades.

«Los animales sólo usan la naturaleza exterior» – escribe Engels – modificándola por el mero hecho de su presencia en ella, en cambio el hombre modifica la naturaleza y la obliga así a servirle, ladomina. Y ésta es, en última instancia, la diferencia esencial que existe entre el hombre y los demás animales, diferencia que, una vez más, viene a ser efecto del trabajo.” (Engels, El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre).

Los seres humanos eran animales muy poco comunes, con formas económicas muy simples, que vagaban en grupo en busca de alimentos. Esta vida nómada se hallaba completamente dominada por la recolección de alimentos. Los arqueólogos denominan  este periodo como Paleolítico. Lewis Henry Morgan, un antropólogo precursor, llamó a este periodo Salvajismo, durante el cual, y por muchos miles de años, la propiedad privada no existía. Todo lo que se recogía o producía era considerado como propiedad común.

Hace entre 10.000 y 12.000 años, surgió un nuevo periodo, superior, conocido como Neolítico oBarbarie. [3] En vez de seguir vagando en busca de comida, se hicieron avances en la agricultura y la ganadería. Los hombres y las mujeres pudieron establecerse en un lugar determinado y, como resultado, nuevas herramientas aparecieron para ayudar en los nuevos trabajos, creándose una economía de producción de alimentos. Las tribus y comunidades estables surgieron en ese momento. Incluso en la actualidad, por diversas razones, muchas tribus de África, del Pacífico Sur y América del Sur siguen existiendo en condiciones de Barbarie.

Sin embargo, con la aparición del asentamiento permanente, no surgieron las viviendas privadas, al contrario, las viviendas grandes que se construían eran de uso común. En este periodo, la familia privada no existía aún, los niños pertenecían a la tribu entera.

En la etapa del comunismo primitivo (el Salvajismo y la Barbarie siendo su etapa inferior y superior, respectivamente), no hay propiedad privada, las clases, las élites privilegiadas, la policía o los aparatos especiales de coerción (el Estado) no existen. Las propias tribus se hallaban divididas en unidades sociales llamadas clanes o gens. Estos, de hecho, eran grupos familiares muy grandes, que trazaban su descendencia de la sola línea femenina. Esto es lo que se denomina una sociedad matriarcal ¿Cómo podría haber sido de otro modo cuando era imposible identificar el verdadero padre de un niño? Estaba prohibido que un hombre cohabitara con una mujer de su propio clan o gens, con lo que las tribus se componían de una coalición de clanes. En ciertos momentos, una forma de matrimonio por grupos existió entre los propios clanes.

Esta forma de sociedad sin clases era de carácter extremadamente democrático. Todo el mundo participaba en una asamblea general para decidir las cuestiones importantes a medida que se planteaban, y sus jefes y oficiales eran elegidos para fines específicos. Como señaló Engels en su libro, Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado:

“¡Admirable constitución ésta de la gens, con toda su ingenua sencillez! Sin soldados, gendarmes ni policía, sin nobleza, sin reyes, gobernadores, prefectos o jueces, sin cárceles ni procesos, todo marcha con regularidad. Todas las querellas y todos los conflictos los zanja la colectividad a quien conciernen, la gens o la tribu, o las diversas gens entre sí; sólo como último recurso, rara vez empleada, aparece la venganza, de la cual no es más que una forma civilizada nuestra pena de muerte, con todas las ventajas y todos los inconvenientes de la civilización. No hace falta ni siquiera una parte mínima del actual aparato administrativo, tan vasto y complicado, aun cuando son muchos más que en nuestros días los asuntos comunes, pues la economía doméstica es común para una serie de familias y es comunista; el suelo es propiedad de la tribu, y los hogares sólo disponen, con carácter temporal, de pequeñas huertas. Los propios interesados son quienes resuelven las cuestiones, y en la mayoría de los casos una usanza secular lo ha regulado ya todo. No puede haber pobres ni necesitados: la familia comunista y la gens conocen sus obligaciones para con los ancianos, los enfermos y los inválidos de guerra. Todos son iguales y libres, incluidas las mujeres. No hay aún esclavos, y, por regla general, tampoco se da el sojuzgamiento de tribus extrañas.”

El filisteo estrecho de miras, que considera la propiedad privada como un dios sagrado, mira a estas sociedades con desprecio. Para las tribus, la propiedad privada era algo totalmente ajeno. «Los indios – explica el historiador Heckewelder – creen que el Gran Espíritu ha creado la tierra, y todo lo que contiene, para el bien común de la humanidad, que cuando la llenó de animales para la cacería, lo hizo por el bien de todos, no de unos pocos. Todo se les da en común a los hijos de los hombres. Todo lo que vive en la tierra, todo lo que crece de ella, y todo lo que está en los ríos y en las aguas, se les dio conjuntamente a todos, y toda persona tiene derecho a su parte”.

Con el desarrollo, la propiedad tribal común quedó sometida a una presión creciente, con la aparición de la familia privada, las casas particulares se edificaban junto a las viviendas comunales. Con el paso del tiempo, la tierra común quedó dividida para convertirse en propiedad colectiva de cada familia. La familia matriarcal dio paso a la forma patriarcal (dominada por los hombres), que se convirtió en algo esencial para el mantenimiento de la propiedad colectiva.

Esta ‘familia’, sin embargo, era bastante diferente a la de hoy. Como dijo Paul Lafargue, «la familia no se reducía a su expresión última y más simple, como ocurre en nuestros días, cuando se compone tan sólo de tres elementos indispensables: el padre, la madre y los hijos. Entonces consistía en el padre, como jefe reconocido de la familia, la legítima esposa y sus concubinas, que vivían bajo el mismo techo; sus hijos, sus hermanos menores, con sus esposas e hijos, y sus hermanas solteras: tal familia estaba compuesta por muchos miembros».

El crecimiento de la propiedad privada en las últimas etapas del comunismo primitivo es considerado por los marxistas como elementos de la nueva sociedad dentro de la vieja. Con el tiempo, la acumulación cuantitativa de estos nuevos elementos llevó a la ruptura cualitativa de la vieja sociedad.

Con el crecimiento de nuevos medios de producción, particularmente en la agricultura, surgió la cuestión de quién debía poseerlos. La posesión de herramientas, armas, metales nuevos, pero, por encima de todo, los medios para fabricarlos, le permitía a una familia elevarse por encima de la penosa lucha a vida o muerte con las fuerzas de la naturaleza.

Luego, con el posterior desarrollo (el comercio se desarrolló en un principio entre las distintas comunidades) de las fuerzas productivas, la desigualdad comenzó a aparecer en la sociedad. Esto tuvo un efecto profundo en el Viejo Orden. Por primera vez, los hombres y las mujeres fueron capaces de producir un excedente por encima y más allá de sus propias necesidades, dando lugar a un salto adelante revolucionario para la humanidad.

En el pasado, cuando estallaba una guerra entre dos tribus, era poco rentable tomar cautivos como esclavos. Después de todo, un prisionero sólo hubiera sido capaz de producir alimentos suficientes para sí mismo. No se producía ningún excedente. El único uso de un cautivo, dada la escasez de alimentos, era como una fuente de carne, siendo ésta la base económica del canibalismo.

Pero, una vez que se produjo un excedente, se hizo económicamente viable el mantener a un esclavo y obligarlo a trabajar para su amo. El excedente  obtenido a partir de un número creciente de esclavos, se lo apropiaba la nueva clase de propietarios de esclavos. Pero, ¿Cómo controlar a los esclavos y obligarles a trabajar? Las tribus antiguas no tenían policía ni medios de coerción algunos. Cada individuo era libre y era, además, un guerrero.

La producción de un excedente rompió las viejas formas de la sociedad, permitiendo la cristalización de las clases sociales. La existencia de estas clases requería un aparato de coerción para el sometimiento de una clase por otra. Ricos y pobres, terratenientes y arrendatarios, acreedores y deudores, todos hicieron su aparición en la sociedad. Los clanes que eran, en un principio, unidades sociales basadas en relaciones de sangre, comenzaron a desintegrarse. Los ricos de los diferentes clanes tenían más en común entre sí  de lo que tenían en común con los pobres de su propio clan.

La sociedad esclavista

A pesar de todos los horrores que la acompañaron, el surgimiento de la sociedad de clases fue enormemente progresista de cara al posterior desarrollo de la sociedad. Por primera vez desde que los humanos evolucionaron a partir de los simios, una parte de la sociedad pudo liberarse del trabajo de procurarse sus medios de existencia. Los que quedaban liberados del trabajo ahora podían dedicar su tiempo a la ciencia, la filosofía y la cultura. La sociedad de clases trajo consigo sacerdotes, empleados, funcionarios y artesanos especializados.

La justificación histórica y la función de la nueva clase gobernante era desarrollar las fuerzas productivas y llevar a la sociedad hacia adelante. Fue en esta etapa en que la civilización surgió por primera vez.

Se creaban ahora instituciones especiales para proteger los intereses de la clase dominante. Cuerpos especiales de hombres armados, con sus cárceles, tribunales, verdugos, etc, así como leyes nuevas, eran necesarios para proteger la propiedad privada de los dueños de esclavos. El Estado y sus apéndices entraron en vigor y la libertad y la igualdad del sistema gentilicio cayó en ruinas, desarrollándose nuevas ideas y costumbres para justificar el nuevo orden económico y social.

En el siglo séptimo antes de Cristo, la aristocracia tribal de Grecia se había convertido en una clase dirigente de terratenientes esclavistas acomodados. Según el filósofo griego Aristóteles, la mayoría de la población del Ática había sido esclavizada por entonces.

Con el crecimiento de las ciudades-estado, el aumento de la división del trabajo se aceleró mucho. No sólo entre la ciudad y el campo, sino entre las ramas del comercio y de las finanzas, comerciantes y usureros; surgieron nuevos oficios junto a un creciente grupo de artistas que atendían a los gustos y a la cultura de la clase alta.

La necesidad de las ciudades-estado de más y más esclavos, resultó en una guerra continua. En la guerra de los romanos contra Macedonia en 169 a C, 70 ciudades tan solo en Epiro fueron saqueadas y 150.000 de entre sus habitantes fueron vendidos como esclavos. La economía esclavista era muy derrochadora y necesitaba para su supervivencia de un suministro continuo de esclavos para reemplazar a los que habían sido heridos o morían.

Sin embargo, la reproducción natural entre los esclavos era muy lenta debido a la dureza de su condición, por lo tanto el único método real para la reposición era mediante la conquista.

A pesar de que el esclavo era mucho menos productivo que el campesino libre en el labrado de la tierra, el bajo coste de su mantenimiento hizo que la esclavitud fuera mucho más rentable. La ruina de los campesinos libres llevó a un gran número de ellos a huir hacia la ciudad, formando el lumpenproletariado desclasado de las sociedades esclavistas. Este último pasó a depender de la caridad de las clases altas, que le proporcionaban los juegos del circo para  divertirse.

Fue en este periodo cuando surgió el movimiento revolucionario cristiano. Se trataba, en sus orígenes, de un grupo de sectas comunistas primitivas que sentían un profundo odio hacia los conquistadores romanos y sus lacayos ricos, y que ganó mucho apoyo entre los pobres y los oprimidos. Estos revolucionarios cristianos primitivos estaban preparados para utilizar medios violentos para derrocar a las clases altas y alcanzar «El Reino de los Cielos en la Tierra». Fueron, por ello, acosados por las autoridades y fueron ejecutados sin piedad por traición contra el Emperador. Más tarde, el cristianismo fue elevado a la posición de religión del Estado, después de haber sido purgado de su odio de clase. La clase dominante lo utilizó como un arma para engañar y apaciguar a las clases bajas para que aceptasen su destino terrenal, alentando sus ilusiones en una vida mejor después de la muerte.

La extravagancia, arrogancia y ociosidad de los propietarios de esclavos creció pareja a las plusvalías que extraían de la explotación de los esclavos.

Como las guerras eran cada vez más necesarias para aumentar la población de esclavos mediante la conquista, el Imperio Romano acabó yendo más allá de sus posibilidades. Las guerras no pueden librarse sin soldados y los mejores soldados eran los campesinos. Fueron desapareciendo rápidamente por lo que hubieron de ser sustituidos por mercenarios extranjeros altamente retribuidos. La era de los «esclavos baratos» llegó pronto a su final, iniciándose con ella el declive de los imperios esclavistas.

A pesar de las diversas rebeliones de esclavos – siendo la más famosa de ellas la que dirigió Espartaco – los esclavos no llegaron a convertirse en una clase revolucionaria que pudiese llevar la sociedad hacia adelante.

Como señaló Marx, la lucha de clases terminaría «siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna”. Karl Kautsky, el marxista alemán, explicó que «las grandes migraciones, la invasión del Imperio Romano por multitudes de germanos salvajes, no significaron la destrucción prematura de una elevada y floreciente cultura, sino que solo marcaron el final de una civilización agonizante y la formación de la base para un nuevo auge de la civilización».

Las poderosas civilizaciones esclavistas habían producido un salto adelante enorme para la sociedad. Uno se asombra ante los logros culturales del antiguo Egipto y Babilonia. Los griegos y los romanos desarrollaron el conocimiento científico a altos niveles. Herón de Alejandría, el filósofo y matemático, había descubierto los principios básicos de la máquina de vapor. Las aportaciones de Arquímedes, Pitágoras y Euclides, elevaron las matemáticas a la etapa en la que los inicios de la ingeniería mecánica habrían sido posibles. Sin embargo, la sociedad esclavista había alcanzado sus límites y la decadencia interna, así como factores externos habrían de llevarla a su destrucción.

El ascenso del feudalismo

«Los últimos siglos del Imperio romano decadente y su conquista por los propios bárbaros destruyeron una gran cantidad de fuerzas productivas; la agricultura se veía postrada, la industria languideció por la falta de mercados, el comercio cayó en el sopor o se vio violentamente interrumpido y la población rural y urbana decreció.» (Marx, La ideología alemana).

Durante siglos, las masas bárbaras invadieron Europa; los godos, los germanos y los hunos en el este; los escandinavos en el norte y el oeste y los árabes en el sur. En su conquista de territorios, saquearon las ciudades y se establecieron en el campo, donde vivían por medio de la agricultura primitiva.

Estas comunidades elegían a los jefes de sus aldeas. Sin embargo, con el paso del tiempo, los jefes se fueron eligiendo siempre en el seno de una misma familia, lo cual acabó por convertirse en un derecho hereditario. El jefe de la familia privilegiada se convirtió en el jefe natural, por nacimiento, sin que fuera ya necesario recurrir a la formalidad de la elección. Los pueblos estaban en guerra constante con sus vecinos, por lo que las tierras conquistadas se repartían otorgándole la mayor parte al jefe. Se convirtió así en el mayor propietario y en el hombre más poderoso de la comunidad. En caso de conflicto, el jefe garantizaría la protección de las personas que tenía bajo su responsabilidad, mientras éstas, por su parte, tenían la obligación de prestarle el servicio militar. Estos campesinos podían luego eludir dicho servicio militar mediante algún tributo en una u otra forma.

La autoridad de estos señores de la aldea se extendió al campo de los alrededores. El señor «le debe justicia, ayuda y protección a sus vasallos, y éstos, a su vez, le deben fidelidad y homenaje a su señor». (Lafargue, Origen y evolución de la propiedad). Las guerras y las conquistas sirvieron a la cristalización de estas relaciones feudales. Los señores y barones, junto con sus hombres de armas, formaron una nueva jerarquía social, sostenida en el trabajo de sus vasallos.

Como Lafargue explicó: «Tan pronto como la autoridad de la nobleza feudal quedó constituida, se convirtió a su vez, en una fuente de problemas para el país de cuya defensa debía encargarse. Los barones, para ampliar sus tierras y extender su dominio, libraron una guerra continua entre sí, interrumpida por treguas ocasionales con el fin de labrar la tierra (…) El vencido, cuando no se veía completamente desposeído y ejecutado, se convertía en vasallo del vencedor, quien se apoderaba de una parte de sus tierras y de sus vasallos. Los barones menores desaparecieron en provecho de los grandes, convirtiéndose estos en grandes feudatarios, quienes establecieron cortes ducales a las que los señores sometidos al vasallaje debían asistir”. (Paul Lafargue, Origen y evolución de la propiedad).

Al madurar las relaciones feudales, la mayoría de las tierras de cultivo en Europa se dividieron en áreas conocidas como feudos o señoríos cada uno de lo cuales poseía su propio señor y funcionarios cuya tarea era la de administrar la finca. La tierra cultivable se dividía en dos partes, alrededor de un tercio de la misma pertenecía al señor, mientras que el resto se dividía entre sus vasallos. Los pastos y prados se usaban como tierra común en lo que era, de hecho, una pervivencia de la época del comunismo primitivo. La agricultura haría grandes avances con la introducción del sistema de rotación trienal. La parte de la tierra que pertenecía a los vasallos, sin embargo, se dividió en parcelas separadas esparcidas por los campos, lo que significó una pérdida masiva de productividad.

La estructura social que se desarrolló bajo el feudalismo dio lugar a nuevas clases y grupos. El marco social se asemejaba a una estructura piramidal, encabezada por el rey, la aristocracia, y el clero. Debajo de ellos estaban los barones privilegiados, duques, condes y caballeros. En los escalones más bajos del orden social se encontraban los hombres libres, los siervos y los esclavos.

A diferencia de hoy, donde la mayor parte de la riqueza se crea en las fábricas, la tierra proporcionaba entonces casi todas las necesidades sociales. Así que la tierra se convirtió en la posesión más importante del sistema feudal, por lo que cuanta más tierra poseía uno, más poder adquiría. La clase dominante gobernaba a través de su monopolio de facto de la tierra, a la cual los siervos permanecían atados. En teoría, el rey poseía toda la tierra, pero en realidad las áreas y dominios se les concedía a los duques, que a su vez se los arrendaban a los condes, que tenían muchos vasallos a los que les concedían el arrendamiento de parcelas de tierra mucho más pequeñas. Todos tenían que prestarles servicios a sus superiores, proporcionándoles hombres de armas, garantizándoles el pago de la renta, etc.

A diferencia del esclavo que no poseía nada, el siervo era el arrendatario del señor. A diferencia del esclavo, el siervo tenía un interés personal en su parcela de tierra. Él tenía más derechos que el esclavo: no podía ser vendido (ni podía hacerlo su familia), lo que le proporcionaba una cierta seguridad, aunque el grado de servidumbre y obligaciones variaba. A cambio de esta tierra y de sus «derechos», el siervo se veía obligado a trabajar para el señor durante ciertos días de la semana, sin cobrar sueldo alguno. Otros servicios se le exigían en caso de cosecha, y cuando el señor necesitaba ayuda. Las necesidades de los señores eran lo primero. El siervo no podía abandonar el feudo y necesitaba el permiso del señor si sus hijos pretendían casarse fuera de su feudo. Se grababa con impuestos la herencia de un siervo, y las mujeres herederas de la tierra tenían que obtener el permiso de su señor.

La nueva organización de la sociedad basada en la propiedad de la tierra dio lugar a un mayor desarrollo de las fuerzas productivas. Esta vez, la plusvalía creada por el trabajo del siervo se la apropiaba la clase dominante aristocrática y eclesiástica.

En palabras del historiador Meilly: «Es una máxima económica el que la productividad aumenta en la proporción en que la constitución de una sociedad más libre garantiza a los trabajadores una parte mucho más grande y más segura del producto de su trabajo. En otras palabras, unas formas sociales más libres tienen como efecto directo el estímulo de la producción. «

Junto a la cristalización de las nuevas clases, nuevas formas del aparato estatal hicieron su aparición con el fin de preservar las formas feudales de propiedad. La nueva moral e ideología que surgieron de estas formas constituyeron el cemento de las relaciones sociales que se establecieron. La Iglesia, que se convirtió en más y más poderosa, proporcionó los fundamentos espirituales del nuevo orden y con sus Papas se convirtió en más poderosa que el rey o el emperador, las tierras de la Iglesia tenían una extensión de entre un tercio y la mitad de las tierras de la cristiandad. El diezmo que se recolectaba ascendía a un 10 por ciento de todos los ingresos y bienes, etc

En general, el Estado feudal se mantuvo débil y descentralizado hasta el ascenso de las monarquías absolutas del siglo XVI. Como resultado, continuas guerras señoriales sacudieron las provincias periféricas, donde los barones depredadores fueron construyendo su poder y prestigio, poniendo en peligro la posición del monarca central. La lucha del monarca central para someter a las regiones es un rasgo característico de la época. La derrota final de estos señores provinciales, con sus constantes luchas y guerras, permitió que el comercio se desarrollara a un nivel superior.

El comercio existía en un nivel bajo porque la tierra lo producía prácticamente todo. Se trataba de una economía «natural» orientada hacia la autosuficiencia. Sin embargo, con el comienzo de las cruzadas surgieron nuevas necesidades, y los mercaderes que proveían estas necesidades comenzaron a establecer grandes ferias comerciales en Francia, Bélgica, Inglaterra, Alemania e Italia. Estas ferias periódicas jugaban un papel esencial en el crecimiento del comercio europeo, y ayudaron a establecer una poderosa clase de ricos comerciantes. Las relaciones basadas en el dinero comenzaron a erosionar la camisa de fuerza de la sociedad feudal.

Conjuntamente con el desarrollo del comercio se dio el crecimiento de las ciudades. La clase de comerciantes que surgió en las ciudades chocó con las normas tradicionales y las restricciones del feudalismo. La Iglesia, por ejemplo, consideraba la práctica de la usura como un pecado, amenazando con la excomunión a los que la promovían.

En su excelente libro, Los bienes terrenales del hombre, Leo Huberman explica la clave del conflicto: «La atmósfera del feudalismo era de reclusión, mientras que toda la atmósfera de la actividad comercial en la ciudad era una atmósfera de libertad. La tierra de la ciudad pertenecía a los señores feudales, obispos, nobles y reyes. Estos señores feudales, en un primer momento, consideraron su tierra en la ciudad de la misma manera que consideraban su otra tierra. Todas estas formas (rentas feudales, impuestos, servicios) eran de carácter feudal, basadas en la propiedad de la tierra. Y todas estas formas habían cambiado en lo referente a las ciudades. Los reglamentos feudales y la justicia feudal quedaban fijados por las costumbres y eran difíciles de alterar. Sin embargo, el comercio es, por su propia naturaleza, algo activo, cambiante, e impaciente ante los obstáculos. No podía encajar en el rígido marco feudal».

Por lo tanto, las viejas relaciones fueron cuestionadas y cambiadas. Las ciudades empezaron a exigir su libertad e independencia, y poco a poco se les concedieron Cartas Pueblas, algunas de común acuerdo, otras por la fuerza. [4]

El propio comercio empezó a dar lugar a nuevas formas de riqueza. Ya no era la tierra la única fuente de poder y privilegio, ya que el dinero adquirido en el comercio cobraba una importancia mucho mayor. En las ciudades nació una oligarquía comerciante rica, que controlaba y regulaba la producción a pequeña escala individual, a través del sistema gremial. Con la nueva división del trabajo, los gremios de artesanos se establecieron, incluyendo en su seno a los maestros, oficiales y aprendices. Como más y más riqueza se creaba a través de la producción, los maestros gremiales (empleadores de mano de obra) entraron en conflicto con sus oficiales (trabajadores). En el siglo XV llegaron a formarse sindicatos de oficiales para proteger sus intereses.

La introducción de la economía monetaria (que sólo tenía un carácter muy limitado en la sociedad esclavista) lentamente socavó la base del sistema feudal. Sus leyes y costumbres se modificaron para que se correspondiesen con el nuevo desarrollo. Al huir los siervos hacia las ciudades para mejorar su suerte, los valores monetarios empezaron a trascender las viejas relaciones, la renta feudal comienza a ser sustituida por la propiedad arrendada.

El impacto de la Peste Negra, en la segunda mitad del siglo XIV, aceleró el proceso. Los historiadores han estimado que entre el 30 y el 50 por ciento de la población de Inglaterra, Alemania, los Países Bajos y Francia murió a consecuencia de la epidemia. Esto, a su vez, dio lugar a la escasez crónica de mano de obra, lo que obligó a muchos terratenientes a introducir el trabajo asalariado para superar sus dificultades.

El surgimiento de la monarquía absoluta

El Estado nacional tal y como lo conocemos hoy en día no siempre existió. La lealtad de la gente por entonces no pertenecía a la nación, sino al señor, a la ciudad, a la localidad o al gremio. La gente no se consideraba a sí misma como franceses, ingleses, etc, sino como pertenecientes a un pueblo o ciudad. Cada cristiano era miembro de la Iglesia Católica Romana, que a su vez gobernaba sobre la cristiandad, y por lo tanto representaba el poder más grande de todos.

Con el crecimiento de la riqueza en las ciudades, una clase capitalista comenzó a surgir, exigiendo condiciones adecuadas para el desarrollo sin trabas del comercio. Querían el orden y la seguridad. La lucha por la independencia de las ciudades de sus señores feudales, las continuas luchas entre los barones locales, el saqueo que siguió, todo ello creó la necesidad de una autoridad central, un Estado nacional.

El conflicto entre el monarca central y los grandes barones (una lucha entre dos sectores de la clase dominante) terminó con la victoria del rey, con el apoyo de los mercaderes y la clase media, quienes proporcionaron el dinero para levantar los ejércitos que aquel necesitaba. El surgimiento del Estado nacional, junto con la monarquía centralizada marcó el comienzo de un gran avance económico. A cambio del apoyo de la clase media, el monarca concedió monopolios y privilegios a sectores de dicha clase, dando lugar, en la etapa siguiente, al choque entre el monarca nacional y los intereses de la Iglesia internacional.

El final del siglo XV vio el comienzo de los viajes de descubrimiento. Hombres como Colón y Vasco De Gama fueron financiados por ricos mercaderes para buscar nuevas áreas de explotación y “difundir la palabra de Dios». Se establecieron sociedades comerciales para promover la financiación de una mayor explotación, para el saqueo y la obtención de ganancias.

Con los enormes beneficios obtenidos de los viajes, muchos mercaderes y financieros se convirtieron en los verdaderos centros del poder y la riqueza. Nobles, aristócratas y monarcas se convirtieron en deudores de los mercaderes ricos. Una familia de banqueros, los Fugger, fueron incluso capaces de decidir quién iba a ser ¡El emperador del Sacro Imperio Romano!

Los nuevos desarrollos económicos fueron dando lugar a una formación capitalista. La base de la economía feudal había comenzado a desintegrarse con el crecimiento del poder y la riqueza de la burguesía en ascenso. Los nuevos valores, ideas, filosofías y moral, evolucionaron a partir de las nuevas relaciones sociales, mientras la vieja clase dominante se resistía tercamente a los cambios.

Como explicó Marx: « Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social». A continuación, Marx añade: «Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altasrelaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua”. (Marx, Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política).

La vieja sociedad se vio afectada durante el periodo anterior. Probablemente uno de los mayores desafíos para el viejo orden fuera el ataque contra el catolicismo. En este periodo, la Iglesia era mucho más que una simple institución religiosa, era el principal baluarte del orden social establecido. Aparte de ser un poderoso terrateniente que recogía el diezmo de todo el mundo, la Iglesia tenía sus tribunales y privilegios especiales, controlaba la educación y moldeaba el punto de vista político y moral de las personas. Como dijo Carlos I [de Castilla y Aragón]  en una ocasión: «En tiempos de paz, las personas se gobiernan más mediante el púlpito que mediante la espada.» La Iglesia censuraba los libros, y utilizaba la amenaza de la excomunión contra los disidentes. Se suele decir que este fue un periodo muy religioso, pero esto está muy exagerado por parte de los historiadores. En lugar de que la gente viviese realmente de acuerdo con los preceptos de la Biblia, la religión se utilizaba para justificar el viejo orden. Todo, incluyendo el pensamiento político, se expresaba en términos religiosos. Aquellos que deseaban socavar el sistema, tuvieron que desafiar primero el monopolio del catolicismo.

A principios del siglo XVI, las propias monarquías absolutas entraron en conflicto con la Iglesia católica. La Reforma protestante introducida por Lutero, proporcionó las armas en la lucha contra el poder papal. En Inglaterra, Enrique VIII rompió con el catolicismo, robando las riquezas de los monasterios, que se dilapidaron en costosas guerras europeas e irlandesas.

La revolución capitalista

El puritanismo de la variedad calvinista resultaba adecuado para la moralidad de la clase media en ascenso en la ciudad y el campo, con su énfasis en la independencia y el éxito personales. La clase media estaba ahora preparada para ascender con rapidez después de adaptarse a la inflación galopante del periodo 1540-1640, en el que los precios subieron más de cuatro veces, y entraba cada vez más en conflicto con la vieja clase dominante.

En Inglaterra, la lucha entre la nueva burguesía y el viejo orden se dio bajo la forma de una guerra civil. El New Model Army (Nuevo Ejército Modelo) de Oliver Cromwell llevó a la clase media a la lucha armada contra el Rey y el viejo orden. En 1649, el rey fue decapitado y se proclamó una república capitalista. Cromwell, basándose en el apoyo del ejército, se convirtió a sí mismo en cabeza de una dictadura militar bonapartista. Los elementos democráticos de izquierdas y sus defensores (los Niveladores y los Cavadores, Levellers y Diggers, en inglés), que amenazaban los derechos capitalistas de propiedad, fueron aplastados sin piedad. A partir de entonces, el régimen pasó a apoyarse en una base social limitada – las fuerzas armadas. El régimen capitalista, en estas circunstancias críticas de crisis se redujo, a la manera bonapartista, al poder de un solo hombre.[5]

Las estructuras feudales fueron desmanteladas, junto con la Cámara de los Lores y la monarquía. La vieja clase dominante había sido derrotada, y las clases bajas mantenidas a raya. La lucha de los parlamentarios contra el rey ha sido descrita por los historiadores e incluso por algunos contemporáneos, como una lucha contra la tiranía y a favor de la libertad religiosa. Sin embargo, como Marx comentó: «del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción». (Marx,Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política).

El revolucionario ruso León Trotsky señaló en una ocasión: «Las revoluciones históricamente han sido siempre seguidas por contrarrevoluciones. Las contrarrevoluciones siempre han hecho retroceder a la sociedad, pero nunca tan lejos como para llegar al punto inicial de la revolución». (Trotsky, Tesis sobre revolución y contrarrevolución).

Así ocurrió en 1660 y 1689, cuando la gran burguesía se apresuró en llegar a un compromiso con los elementos «burgueses» de la aristocracia [británica]. La monarquía y la Cámara de los Lores fueron restauradas, aunque a partir de entonces nunca pudieron volver a jugar el mismo papel que sus predecesoras, al  contrario, se convirtieron en parte integrante del estado capitalista. Los propietarios burgueses se preocuparon por su futuro, y por mantener a las clases bajas en su sitio, con su poder bajo cuidadoso control.

Cien años más tarde, la revolución capitalista francesa se llevó a cabo hasta el final sin ningún tipo de compromiso. La Revolución Francesa, al igual que su homóloga inglesa, se inició con una división en el seno de la clase dominante. El rey y sus ministros se enfrentaron al Parlamento (que representaba a la nobleza, el alto clero, la camarilla de la corte, etc.) en torno a un plan para evitar la bancarrota del Estado. Las protestas del Parlamento contra la tiranía del gobierno tomaron un cariz imprevisto, desembocando en disturbios en las calles de los pueblos y ciudades, trayendo a la superficie el descontento latente de las clases media y baja contra el régimen. «La revuelta de la nobleza era –  explica George Rudé, – tal vez, más un preliminar que una revolución, el cual, mediante la asociación de las clases media y baja en una acción común contra el rey y la aristocracia, fue único en la Europa contemporánea». A pesar de los intentos de reforma desde arriba, no fueron suficientes para evitar una revolución desde abajo.

Al igual que en todas las revoluciones populares, las masas irrumpieron en la escena de la historia. Los elementos de mayor abnegación salieron a la luz, y empujaron la revolución hacia la izquierda. De 1789 a 1793 el antiguo régimen feudal y la aristocracia quedaron completamente barridos. A la cabeza del  nuevo régimen se situó la clase media revolucionaria, los jacobinos, que estaban apoyados y empujados por las masas plebeyas formadas por asalariados y pequeños artesanos. Un giro a la derecha se produjo en 1794 al llegar el Gobierno del Directorio al poder. Esto a su vez dio paso a una nueva contrarrevolución política, lo que llevó al poder al régimen de “ley y orden” de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, el Viejo Orden se había roto, y los nuevos derechos de propiedad burguesa se mantuvieron intactos. El cambio en el poder político no fue acompañado por un cambio social regresivo, es decir, no trajo consigo un retorno al orden feudal, sino que fue un cambio político provocado por las luchas entre diferentes sectores de la propia clase capitalista.

El triunfo del capitalismo

Las grandes revoluciones burguesas despejaron el camino para el capitalismo. Los cambios agrarios aseguraron el crecimiento de la agricultura capitalista, donde los viejos feudos se habían roto y distribuido a los campesinos. En Inglaterra, la conversión de una parte de la aristocracia antes de la revolución preparó el camino para la ruina del propio campesinado. Ahora, los gobiernos, en lugar de actuar como un freno para el comercio y la industria, pasaban a defender su causa.

A través del robo, el saqueo y la concurrencia, los medios de producción se concentraron en cada vez menos manos. La ruina de los campesinos proporcionó una reserva de fuerza de trabajo en los pueblos y ciudades. La estructura de clases se volvió más simple: por un lado estaban los capitalistas y por el otro los proletarios desposeídos. Todo lo que estos trabajadores poseían era su capacidad para trabajar. La única manera por la que podían sobrevivir era vendiendo su fuerza de trabajo a los capitalistas a cambio de salarios. En el proceso de producción, el proletariado produce más valor de lo que recibe en forma de salario, la plusvalía, quedando expropiada por los capitalistas. En su búsqueda de ganancias, en medio de la competencia de sus rivales, la clase capitalista se ve obligada a introducir nuevos métodos de producción. De este modo, el capitalismo históricamente ha jugado un papel progresista, revolucionando continuamente las fuerzas productivas.

Su exportación de mercancías y luego de capital, conduce a la clase capitalista a crear «un mundo a su imagen y semejanza». Las fuerzas productivas, la técnica y la ciencia poco a poco superaron el Estado nacional que las protegía.

El imperialismo

El periodo de 1870 a 1900 dio lugar a la división del mundo entre las potencias principales. En 1870, una décima parte de África se había repartido, en 1900 las nueve décimas partes del «continente negro» estaban en manos de Gran Bretaña, Francia o de uno de los imperios europeos. En 1914 este proceso de reparto del mundo había concluido, y el capitalismo había entrado en su fase superior, el imperialismo. Unos enormes trusts y monopolios habían surgido de la fase anterior de concurrencia. «El Estado estaba cada vez más fusionado con los monopolios y las instituciones financieras y actuaba cada vez más en su interés. La producción en esta época se acompaña de la exportación del capital mismo.» (Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo).

La fase imperialista trajo consigo la amenaza de una guerra mundial, por medio de la lucha por nuevos mercados, etc. Debido al reparto del mundo y al tremendo crecimiento de la producción, los mercados ahora sólo podían obtenerse mediante un nuevo reparto del mundo, que conducía inevitablemente al conflicto a escala mundial. La guerra mundial señalaba las contradicciones entre la propiedad privada de los medios de producción, por una parte y el Estado nacional por el otro. Pero a diferencia de sociedades anteriores, el capitalismo ha proporcionado los prerrequisitos materiales para el nuevo orden socialista, que puede garantizar la abundancia para todos.

El proletariado es la única clase revolucionaria consistente capaz de llevar la Revolución Socialista hasta su final. Esto se deriva de su lugar particular en la producción social. La clase obrera se disciplina en las fábricas y se ve obligada a cooperar entre sí en el proceso productivo. Se organiza en grandes sindicatos y luego en su propio partido independiente. El marxismo, en oposición a todas las otras teorías, le proporciona a la clase obrera una ideología clara y tareas concretas en su misión de derrocar al capitalismo. El Partido Bolchevique, liderado por Lenin y Trotsky, les proporcionó un modelo vivo de ello a los trabajadores del mundo.

El campesinado y las clases medias son incapaces de desempeñar un papel dirigente, debido a su posición social. El campesinado está disperso en el campo, y no tiene una concepción real de unidad o de internacionalismo. Estas capas medias de la sociedad siguen a la burguesía o al proletariado.

Los campesinos han sido, de hecho, la herramienta clásica del bonapartismo – un régimen basado en las fuerzas armadas que se balancea entre las clases. En la época del imperialismo y la decadencia del capitalismo monopolista, si la clase obrera no logra ganar a las capas medias para la bandera del socialismo, éstas caerán en los brazos de la reacción.

La ley del desarrollo desigual y combinado

De ser un sistema social progresista, el capitalismo se ha convertido en una traba para la producción y el desarrollo de la humanidad. Marx creía que el proletariado llegaría al poder primero en los países capitalistas avanzados, Gran Bretaña, Alemania y Francia. Sin embargo, con el surgimiento del imperialismo, el capitalismo, en palabras de Lenin, «se rompió por su eslabón más débil”, la atrasada Rusia.

La sociedad no se desarrolla en línea recta, sino conforme a la Ley del Desarrollo Desigual y Combinado. El crecimiento a escala mundial con los nuevos cambios productivos se mezcla desigualmente con las viejas ideas y formas de producción de los diferentes sistemas sociales pretéritos. El atraso de la Rusia semifeudal se complementó con las más modernas técnicas de producción en las ciudades, debido a la enorme cantidad de capital extranjero de Francia y Gran Bretaña. Apareció un nuevo proletariado industrial, que aceptó las ideas más avanzadas de la clase obrera: el marxismo.

En muchos de los países subdesarrollados, las heridas infectadas de la necesaria reforma agraria, la autocracia, la opresión nacional, y el estancamiento económico, han dado lugar a un enorme descontento. Las tareas de la revolución democrático-burguesa, que hubieran sentado las bases para el desarrollo capitalista, sólo se han realizado parcialmente o no se han llevado a cabo en absoluto.

En estos países la clase capitalista local ha entrado en escena demasiado tarde para jugar un papel similar al de sus homólogas de los siglos XVII y XVIII. Al igual que en Rusia antes de 1917, son demasiado débiles y se hallan atadas por miles de hilos – a través de vínculos de matrimonio, deudas… – a los terratenientes y a los imperialistas. Ambos pasan a compartir un odio común hacia el proletariado emergente. La clase capitalista nacional prefiere aferrarse al viejo orden en lugar de apelar a las clases subalternas para llevar a cabo la revolución antifeudal.

La única clase capaz de llevar a cabo la revolución es el proletariado mediante la unión en torno a sí mismo de los sectores más pobres del campesinado. Una vez que la clase obrera llegue al poder, como en octubre de 1917, se torna capaz de dar la tierra a los campesinos, expulsar a los imperialistas y unificar el país. Sin embargo, el proletariado no se detendría en estas medidas, sino que luego pasaría a implementar las tareas socialistas: la nacionalización de las industrias básicas, la tierra, y las instituciones financieras.

La Revolución Rusa fue el acontecimiento más grande de toda la historia humana. Por primera vez la clase obrera tomó el poder, barrió a los capitalistas, terratenientes y bandidos y organizó un «estado democrático de los trabajadores». Iba a ser el comienzo de la revolución socialista internacional, confirmando plenamente la teoría de la Revolución Permanente. [6]

Por desgracia, la traición a la revolución socialista en Alemania y otros países, condujo al aislamiento de la revolución en un país atrasado y devastado. La destrucción de la guerra, el analfabetismo masivo, la guerra civil, el agotamiento, supusieron tremendas trabas para una clase obrera débil, contribuyendo a la degeneración de la revolución. Estas fueron las condiciones objetivas que alentaron el crecimiento de la burocracia en el Estado, los sindicatos y el Partido. Stalin llegó al poder sobre las espaldas de esta nueva casta burocrática. El individuo en la historia, no se representa a sí mismo, sino los intereses de un grupo, casta o clase en la sociedad.

El estalinismo y su monstruosa dictadura, no surgió del Partido Bolchevique ni de la revolución socialista, sino del aislamiento y del atraso material de Rusia. Destruyó la democracia obrera con el fin de preservar sus propios privilegios y poder.

El régimen estalinista no obstante, se basaba en las nuevas formas de propiedad de la industria nacionalizada y planificada. Los soviets (consejos de trabajadores) y la democracia obrera fueron aplastados por la contrarrevolución política estalinista. Sólo una nueva revolución políticade la clase obrera rusa podría haber restaurado la democracia obrera que existía en la época de Lenin y Trotsky. Esto no significaba un retorno al capitalismo, sino el fin de la élite burocrática privilegiada, mediante la participación de las propias masas en la gestión de la sociedad y el Estado.

La transformación socialista

La transformación socialista marca el inicio de una forma nueva y superior de sociedad, rompiendo las trabas en el desarrollo de las fuerzas productivas. El obstáculo de la propiedad privada y el Estado nacional son barridos, lo que permite, mediante la propiedad socializada, planificar la economía en interés de la mayoría.

La revolución socialista no puede limitarse a un solo país, sino que pone a la revolución mundial en el orden del día. La economía mundial y la división mundial del trabajo creados por el capitalismo exigen una solución internacional. La creación de unos Estados Unidos Socialistas de Europa prepararía el terreno para una Federación Socialista Mundial, y la planificación internacional de la producción. Esto a su vez serviría de base para la «producción planificada y armoniosa de los bienes para la satisfacción de las necesidades humanas».

Una de las primeras tareas de la clase obrera victoriosa sería la destrucción de la vieja máquina del Estado. En todas las sociedades de clase el Estado se estableció como «un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra». Esto plantea la cuestión de saber si la clase obrera necesita un Estado. Los anarquistas responden que no. Pero ellos no entienden que algún tipo de poder se requiere para mantener a raya a los antiguos terratenientes, banqueros y capitalistas. El proletariado por lo tanto, tiene que construir un nuevo tipo de Estado que represente sus intereses. En un Estado obrero, la mayoría de la población ha de mantener bajo control a una pequeña minoría de ex-capitalistas y por lo tanto, el enorme aparato burocrático del pasado ya no es necesario. Esta «dictadura del proletariado» o democracia obrera, como Trotsky prefería llamarla, sobrepasa y se extiende mucho más allá de las más altas formas de la democracia burguesa.

La democracia burguesa fue definida por Marx como un sistema en el que

“a los oprimidos se les autoriza para decidir una vez cada varios años qué mandatarios de la clase opresora han de representarlos y aplastarlos en el Parlamento”. Todo el mundo puede decir lo que quiera, siempre que los consejos de administración de los monopolios decidan lo que se hace realmente.

El nuevo Estado obrero extendería la democracia desde la política a la esfera económica mediante la nacionalización de los grandes monopolios. Nuevos órganos de poder, tales y como los soviets en Rusia, basados en el pueblo en armas, constituirían “una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo». La burocracia sería sustituida por la participación de las masas en el funcionamiento del Estado y la sociedad. Con el fin de prevenir el crecimiento de la burocracia, el proletariado de París en 1871 y el de Rusia en 1917 introdujeron las siguientes medidas:

  1. Elecciones libres con revocabilidad de todos los funcionarios.
  2. Ningún funcionario puede recibir un salario más alto que un obrero cualificado.
  3. Ningún ejército permanente sino el pueblo en armas.
  4. Gradualmente, todas las tareas de administración del Estado se harán por todo el mundo de forma rotativa.

Con la reducción de la jornada laboral, las masas adquieren la oportunidad de involucrarse en el Estado, y obtener la llave de la cultura, la ciencia y el arte. Porque, tal y como Engels dijo una vez, si el arte, la ciencia y el gobierno siguen siendo del dominio exclusivo de una minoría, ésta usará y abusará de su posición en su propio interés, como ha sido el caso en los países estalinistas.

El Estado apareció históricamente con el surgimiento de la sociedad de clases. Así, desde sus inicios, el Estado obrero comienza a extinguirse, a medida que las clases se disuelven en la sociedad. Esta es la razón por la que Engels caracterizó el Estado proletario como un «semi-Estado».

“Bajo el socialismo reviven inevitablemente muchas cosas de la democracia ‘primitiva’, pues por primera vez en la historia de las sociedades civilizadas, la masa de la población se eleva para intervenir por cuenta propia no sólo en votaciones y en elecciones, sino también en la labor diaria de la administración. Bajo el socialismo, todos intervendrán por turno en la dirección y se habituarán rápidamente a que nadie dirija”. (Lenin, El Estado y la revolución).

En esta primera fase de la sociedad comunista, como Marx llamaba al socialismo, vemos una sociedad que “acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede». (Marx, Crítica del Programa de Gotha).

A pesar de que la explotación del hombre por el hombre haya terminado, la producción aún no habrá llegado a un nivel lo suficientemente alto como para erradicar completamente la desigualdad o las diferencias de clase. La gente todavía tendrá que seguir el principio según el cual «El que no trabaja no come». El Estado, a pesar de su carácter transitorio, seguirá siendo el guardián de la desigualdad.

La sociedad sin clases

Sin embargo, dando grandes pasos hacia adelante en la producción, basada en la ciencia más avanzada y la planificación consciente, la humanidad entrará en los reinos superiores de una auténtica sociedad. Las clases y el Estado habrán desaparecido completamente, al adoptarse ahora el lema «De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades». Las contradicciones entre la ciudad y el campo y entre el trabajo intelectual y el trabajo manual  desaparecerán gracias una revolución aún más profunda de las fuerzas productivas.

En palabras de Lenin, «el estrecho horizonte del derecho burgués», que obliga a la gente a calcular con la crueldad de un “Shylock” (*) si uno ha trabajado media hora más que otra persona o si uno está recibiendo un salario menor que otro – este estrecho horizonte ya se quedará atrás. Entonces la sociedad ya no necesitará, al distribuir los productos, regular la cantidad a recibir por cada uno sino que cada uno podrá tomar libremente lo que le haga falta, conforme a sus necesidades.

“La naturaleza bárbara de la sociedad de clases habrá desaparecido de una vez por todas. La prehistoria de la humanidad se habrá completado. Las fuerzas productivas construidas a lo largo de miles de años de dominación de clase, establecen ahora las bases para la sociedad sin clases, donde el Estado y la división del trabajo se vuelven superfluos. La humanidad se fija ahora por tarea la conquista de la naturaleza y les abre el camino a las maravillas de la ciencia y la tecnología”. En palabras de Engels, «el gobierno de las personas es sustituido por la administración de las cosas».

Y como Trotsky señaló: «Una vez que haya acabado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad, el hombre se pondrá a trabajar sobre sí mismo, en las retortas del químico. [7] Por primera vez la humanidad se considerará a sí misma como materia prima, y en el mejor de los casos, como un producto semi acabado físico y psíquico. El socialismo supondrá un salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad también en el sentido de que el hombre de hoy, con todas sus contradicciones y su falta de armonía, le abrirá el camino a una nueva raza más feliz». (León Trotsky, Qué fue la Revolución Rusa). [8]

[ (*) Shylock: personaje central de la obra de Sakespeare El mercader de Venecia que representa el estereotipo del prestamista avaricioso (NdT)].

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[1] Carlos Marx (Lenin), artículo escrito por Lenin en 1913 para el Diccionario Granat

[2] Marx, Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política

[3] Utilizando la nomenclatura de Morgan y otros antropólogos antiguos (nota del editor).

[4] Carta Puebla, Carta de Población, Privilegio de Población (en latín, chartae populationis) es la denominación del documento por el cual los reyes cristianos y señores (laicos o eclesiásticos) otorgaban una serie de privilegios a poblaciones con el fin de obtener intereses económicos o estratégicos determinados.

[5] Bonapartismo, es el término que usa el marxismo desde el golpe de Luis Napoleón Bonaparte (sobrino de Napoleón) en la Francia de 1851. Marx utiliza este término para referirse a un ejemplo histórico concreto, contemporáneo a él mismo, que analiza en su libro El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Con este término el marxismo se refirió posteriormente a gobiernos de tipo dictatorial que, balanceándose entre las clases en determinadas circunstancias en que éstas entran en una pugna que no se resuelve, en esencia, protegían los intereses de la burguesía, como en el caso mencionado. Posteriormente, este mismo término se convirtió en una categoría utilizada por el marxismo para identificar otros similares procesos históricos, anteriores o posteriores al que describió el propio Marx refiriéndose a Luis Bonaparte.

[6] Resultados y Perspectivas y asimilada en la práctica por Lenin en las Tesis de abril de 1917, que cambió las tesis del Partido Bolchevique de cara a prepararse para la toma del poder durante la Revolución Rusa de 1917.

[7] Retorta: probeta de cuello alargado para operaciones químicas.

[8] Conferencia pronunciada por Trotsky, el 27 de noviembre de 1932, en Copenhague.

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¿Qué es el marxismo? Introducción al Materialismo Dialéctico
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