La elección del nuevo rector de la UBA, Rubén Hallú, inicia un nuevo período en la principal universidad del país. Se consuma así la vuelta a la dirección de la UBA de sectores de la vieja camarilla shuberoffista después de 4 años. ¿Qué lecciones podemos sacar de esta experiencia? ¿Qué grado de responsabilidad le cabe a la dirigencia de la FUBA en el resultado de esta lucha? ¿Qué perspectivas aguardan ahora a la lucha por una real democratización de la UBA y demás universidades públicas de nuestrostro país?
Balance y perspectivas de la lucha
La elección del nuevo rector de la UBA, Rubén Hallú, inicia un nuevo período en la principal universidad del país. Se consuma así la vuelta a la dirección de la UBA de sectores de la vieja camarilla shuberoffista después de 4 años.
La camarilla shuberoffista vuelve a la dirección de la UBA
Si bien, este sector debió alcanzar un acuerdo con el sector menos conservador de la elite profesoral de la UBA, que es minoritario y cuenta con el aval del gobierno de Kirchner, en lo fundamental se aseguró su control en los órganos de gobierno de la UBA, encabezando 4 de las 5 secretarías más importantes. La Secretaría de Hacienda, que es la más relevante porque tiene el control de la caja de la UBA, fuente de todo tipo de negociados y corruptelas, quedó en manos de Hernán López Piotti, de Económicas. La Secretaría de Extensión universitaria recayó en Óscar García, de Farmacia, un exFranja Morada. Hugo Sirkin, de Ingeniería, que participó en el golpe que destituyó al decano progresista de Ingeniería, Bruno Cernuschi, tomó el control de la Secretaría de Ciencia y Técnica; y Carlos Más Vélez, de Derecho y también exFranja Morada, estará a cargo de la Secretaría General, el mismo cargo que tenía en la antigua administración de Shuberoff. Como consolación, al sector progresista se le adjudicó la Secretaría de Asuntos Académicos en la persona de Rosa Neufeld, de Filosofía y Letras, además del cargo de Vicerrector que queda en manos de Jaime Sorín.
Un acuerdo de compromiso
No es casualidad que el nuevo rector se viera obligado a declarar en su discurso inicial su compromiso con una UBA pública, gratuita y cogobernada y a impulsar la redacción de un nuevo Estatuto, todos ellos reclamos centrales del movimiento estudiantil y de los sectores más progresistas de la universidad. Por supuesto, estas palabras no son más que demagogia. Esta gente siempre estuvo comprometida con la privatización de multitud de servicios de la universidad y con el arancelamiento, como en los estudios de postgrados, así como en poner la universidad al servicio de los empresarios y en perpetuar el control de la UBA por la elite de catedráticos, una casta corporativa reaccionaria. Que, formalmente, se pronuncien contra la privatización y favor de reformar el Estatuto de la UBA, sí tiene de significativo el hecho de que son conscientes del ambiente que se respira en la universidad y en la sociedad.
El arribo de Hallú a este cargo se dio de manera tumultuosa, dentro del recinto del Congreso y protegido por un impresionante dispositivo policial que reprimió sin reparos una concentración de cientos de activistas estudiantiles que rodeaban el edificio, deteniendo a 6 estudiantes que fueron liberados al día siguiente.
Ya en las semanas previas se orquestó una campaña en los medios de prensa para criminalizar a la FUBA y al activismo estudiantil, con el apoyo del gobierno, para asegurarse el apoyo de la opinión pública para la nueva conducción de la UBA.
Por supuesto, hay una enorme hipocresía en el gobierno de Kirchner y sus políticos afines en sus críticas al accionar de la FUBA. Hace meses, cuando se cumplía el 30º aniversario del golpe militar del 76, no era muy popular reprimir a quienes se oponían a la designación como rector de la UBA de un personaje, como Alterini, comprometido con la dictadura. Por eso el gobierno de Kirchner, tuvo que tolerar durante semanas los sucesivos boicots de la FUBA contra la elección del rector. Esto le sirvió además para dividir al sector que apoyaba a Alterini, forzando su dimisión como candidato y alcanzando un acuerdo de compromiso que le permitiera al kirchnerismo meter una pata en el órgano de gobierno de la universidad más importante del país, asegurándose una representación muy por encima de su presencia real en la elite profesoral de la UBA.
De esta manera, el gobierno evitó que la UBA quedara bajo el control absoluto de una camarilla (vinculada a la derecha y al radicalismo) que le era políticamente hostil. Una vez conseguido el desplazamiento de Alterini, y asegurada una cierta presencia en la dirección de la UBA, el gobierno entonces sí garantizó la celebración de la Asamblea Universitaria con protección policial ¡dentro del Congreso!
El papel de la FUBA y del activismo sindical docente y no docente
Es indudable que la dirección de la FUBA jugó un papel de primer orden en la lucha contra estos sectores reaccionarios levantando bien alta la bandera en defensa de la universidad pública y gratuita y por su completa democratización, a favor de aumentar la representación estudiantil en los órganos de gobierno y de los sectores no docentes y docentes que no tienen representación en los mismos. La actuación de la FUBA y del activismo estudiantil impidió que un personaje vinculado a la dictadura, como Alterini, se encumbrara como Rector de la UBA.
No obstante, la impresión que deja esta experiencia es que la lucha se perdió. Los mismos dirigentes de la FUBA ni siquiera se esfuerzan en ocultarlo. Lo grave de esto no es la sensación de derrota, sino que desde el principio hasta el final el movimiento estudiantil no participó activamente en esta lucha.
¿Qué lecciones podemos sacar de esta experiencia? ¿Qué grado de responsabilidad le cabe a la dirigencia de la FUBA en el resultado de esta lucha? ¿Qué perspectivas aguardan ahora a la lucha por una real democratización de la UBA y demás universidades públicas de nuestro país?
Es un error adoptar una posición diplomática cuando una lucha se pierde o no alcanza los objetivos deseados. Esto no ayuda a sacar las lecciones necesarias, que son imprescindibles, para corregir las fallas detectadas y encarar con mayores probabilidades de éxito las luchas futuras.
Durante todos estos meses la FUBA se opuso a la elección de un nuevo rector de la UBA con el argumento de que antes debía aprobarse un nuevo Estatuto que fuera más democrático que el actual para terminar con el dominio feudal que ejerce sobre la UBA una casta minoritaria de profesores y catedráticos. La FUBA propuso la apertura de un proceso de debate y presentación de borradores, que debería culminar con un plebiscito donde toda la comunidad universitaria, con el método de una persona, un voto, eligiera por mayoría el nuevo Estatuto. Y sólo después habría que proceder a la elección del nuevo Rector. Creemos que esto era correcto.
Ahora bien, los cambios exigidos por la FUBA y los sectores más progresistas de la universidad no son menores. Suponen el mayor cambio en la organización interna de la universidad desde la Reforma de 1918. Pero aquella reforma fue producto de las mayores movilizaciones de masas de la comunidad universitaria hasta ese momento.
Por lo tanto, para encarar con probabilidades de éxito una reforma de gran calado de la universidad se necesitaba generar un movimiento de masas de tal calibre (de estudiantes, docentes, no docentes, con el apoyo y la simpatía de los trabajadores en general) que obligara al gobierno y a los sectores conservadores y reaccionarios de la UBA a tener que aceptar todas, o la mayoría de nuestras demandas.
Sin embargo, no se puede desconocer que esta lucha no incorporó de manera activa al grueso de los estudiantes, ni del profesorado ni de los no docentes interesados en avanzar hacia este modelo universitario democrático que todos propugnamos. La mayoría de estos sectores mantuvieron, en general, una actitud pasiva.
Creemos que el error principal cometido por los dirigentes de la FUBA fue no haber reflexionado suficientemente sobre las condiciones y los métodos para haber generado una movilización de masas para conseguir esto, apostando casi exclusivamente al esfuerzo abnegado y al voluntarismo del activismo estudiantil (el sector de vanguardia del estudiantado, pero minoritario al fin), al margen de las masas de estudiantes.
También se cometió el error de no haber conformado un frente único amplio que abarcara a los sectores más progresistas de la comunidad universitaria entre los estudiantes, docentes y no docentes, contra la elección del nuevo rector y a favor de nuevos Estatutos, para organizar y extender la lucha. Al contrario, la impresión que quedó es que esta era una pelea de la FUBA sola contra Alterini y compañía. Los demás sectores quedaron al margen de la misma. Por supuesto, la responsabilidad de esto no recae sólo en la dirigencia de la FUBA, sino también en los dirigentes del sindicato docente AGD-UBA y del activismo clasista no docente que tampoco propusieron la conformación de un frente de este tipo ni tomaron iniciativas al respecto, salvo en sus comunicados públicos de apoyo de rigor.
El fracaso del vanguardismo y del sustitucionismo
Sin una movilización de masas en la calle que respaldara su accionar, la actuación de la FUBA quedó relegada a boicotear en 6 ocasiones la elección del Rector con el concurso de varios cientos de activistas, que además querían obligar con sus solas fuerzas a todo un gobierno y a la casta dirigente de la UBA al cambio de Estatutos más radical en 90 años.
De esta manera se cayó en el error del sustitucionismo, por el cual una vanguardia se propone llevar a cabo tareas que sólo pueden tener una probabilidad de éxito si existe una participación consciente de miles y decenas de miles en la calle, acompañado por la simpatía general de la mayoría de la sociedad. Sólo la fuerza y el miedo a un movimiento de tal calibre es el que podía obligar al Gobierno y a los sectores reaccionarios de la UBA a ceder ante nuestros reclamos. En la medida que la FUBA (junto a los demás sectores progresistas de la UBA) fue incapaz de generar tal movimiento, la lucha por unos Estatutos democráticos y un cuerpo rectoral verdaderamente democrático y representativo no podía triunfar, como así sucedió.
El boicot sucesivo de la Asamblea Universitaria por parte de un puñado de activistas estudiantiles sin el apoyo exterior de miles de estudiantes en la calle, reforzó la impresión entre los estudiantes de que este era un asunto de la FUBA y de un núcleo reducido de militantes, y no competencia de ellos.
Algunos sectores del activismo estudiantil intentan justificarse diciendo que los estudiantes no se mueven, que están apáticos y pasivos, que la lucha por Estatutos democráticos no les interesa, y que por lo tanto no se podía hacer más que lo que se hizo. Por lo tanto, depositan en los propios estudiantes y los sectores más precarizados de la docencia toda la responsabilidad por la falta de una respuesta de masas, pese a que son ellos quienes sufren condiciones de estudio cada vez más degradadas y los efectos de un régimen antidemocrático dentro de la universidad.
No estamos de acuerdo con estos argumentos. Reconocemos que no es fácil incorporar a los estudiantes a su participación activa en la vida universitaria. La estructura universitaria conspira conscientemente para que esto sea así, con sus planes de estudio agotadores, enseñanzas memorísticas, la presión de pruebas y exámenes, métodos de enseñanza basados en la competencia entre los propios estudiantes que no fomentan la colaboración, la falta de condiciones ambientales edilicias y de infraestructuras (falta de espacio, bibliotecas mal dotadas, etc.), y otros.
Pero los dirigentes de la FUBA y de la mayoría de las Facultades de la UBA deben preguntarse honestamente qué hicieron ellos durante estos 5 años para intentar revertir esta supuesta situación de apatía entre el estudiantado. Ellos han revalidado sus mandatos en la FUBA y en la mayoría de las facultades en todo este tiempo. Tenían la autoridad y los medios para haber hecho avanzar el nivel de conciencia estudiantil y haber estimulado su participación cotidiana en la vida académica. Lamentablemente, no lo hicieron, porque nunca pudieron desembarazarse de la práctica equivocada del sustitucionismo en su labor cotidiana en las facultades y a nivel de la FUBA. Muchas veces se utilizaron esos cargos para el prestigio de tal o cual dirigente estudiantil y de su partido, y no para el interés general del movimiento estudiantil. Por lo tanto, no pueden ahora mirar para otro lado y eludir su responsabilidad.
El otro error cometido por los dirigentes de la FUBA fue no haber vinculado la necesidad de Estatutos democráticos para la UBA con los problemas cotidianos de los estudiantes en sus facultades. Para la mayoría de los estudiantes todo el debate sobre la democratización de la universidad aparecía demasiado abstracto y ajeno a sus necesidades inmediatas. Lo correcto hubiera sido levantar un pliego de reclamos amplio y democrático, votado en asambleas generales en cada facultad, comenzando con demandas básicas tales como las deficiencias edilicias, falta de espacio en las aulas, por bibliotecas bien dotadas, por el cese de los profesores incompetentes, etc., hasta las demandas más generales sobre aumento de la participación estudiantil en el cogobierno hasta, al menos, el 50%, un sistema auténticamente democrático para el acceso a la carrera docente, contra las privatizaciones de los servicios universitarios, el control democrático de las finanzas universitarias, o la elección del rector por sufragio universal.
Esta manera de presentar los reclamos hubiera estimulado, sin duda, la participación estudiantil en la lucha y le hubiera dado muchísimo más vigor.
Retirada ordenada o desbandada
Creemos que se cayó en un cierto cretinismo legalista poniendo todo el énfasis en la cuestión de la elección del rector y dejando a un lado la organización de un movimiento de masas amplio y democrático para luchar por la democratización de la UBA y demás universidades del país, única forma de obligar a un cambio profundo en las estructuras universitarias.
Aunque fue correcto impedir la elección de Alterini y de Buzzi (pese a que mantenemos nuestra crítica a la FUBA por sus tácticas vanguardistas y sustitucionistas, y su fracaso en impulsar una movilización de masas para tal fin), una vez que quedaba claro que la sesión de la Asamblea Universitaria en el recinto del Congreso consumaría la elección del Rector, nos pareció innecesario exponer a cientos de activistas estudiantiles a la represión policial, con la pretensión voluntarista e imposible de impedir a cualquier costo la sesión de la Asamblea Universitaria en el Congreso.
Una dirección correcta no es siempre la que dice adelante, adelante, particularmente si se detectan condiciones de lucha desfavorables que hacen poco probable un triunfo. Es necesario entonces hablar claramente a las bases y explicar la necesidad de una retirada ordenada para mantener las filas del movimiento estudiantil lo más intactas posibles. Al apostar exclusivamente por una política al corto plazo (impedir a cualquier costo la elección del rector), que no ofrecía garantías de éxito, se privó al movimiento estudiantil de una perspectiva a medio plazo sobre los pasos a dar el próximo curso para preparar y organizar al movimiento estudiantil y llevar la lucha a un nivel superior al de este año, sacando las lecciones pertinentes.
La manera en que terminó la lucha no fue la mejor. En lugar de una retirada ordenada lo que tuvimos fue una desbandada, en el sentido literal de la palabra, con cientos de activistas estudiantiles reprimidos y decenas heridos, con detenidos, sin poder conseguir sus reclamos en medio de la indiferencia general del movimiento estudiantil y de la sociedad. Y sin ninguna perspectiva de cómo continuar la lucha el año que viene.
Preparar la lucha el curso que viene
Es necesario cambiar de rumbo. Hay que repensar los modelos de actuación política en la Universidad; que desde la conformación del Frente 20 de diciembre, mediante el cual la izquierda recuperó la FUBA de manos de la camarilla corrupta de Franja Morada, no se supo involucrar a las masas estudiantiles en su participación activa en las luchas que se vienen dando. Los intereses de aparato, y la falta de una política de inclusión, participación y decisión de los estudiantes, generaron un panorama de desinterés cuando no de desdén- de parte de las bases estudiantiles, que no consideran todavía como propia la actuación de la dirigencia de la FUBA. Cualquier reforma del Estatuto y más aún, del cogobierno es una utopía si no cuenta con el apoyo mayoritario y activo de estudiantes, docentes y no docentes.
La misma responsabilidad le cabe al activismo sindical docente y no docente de la UBA y demás universidades nacionales (agrupados en Conaduh, Conadu y ETUN). Hay que dejar claro que esta no es una lucha meramente estudiantil, sino de toda la comunidad universitaria progresista.
Es por eso que se impone rediseñar el esquema político que lleva adelante la Federación y las organizaciones sindicales. Desde el comienzo del próximo curso se impone realizar una campaña amplia, audaz y de largo aliento de propaganda y agitación, organizando movilizaciones masivas, actos, charlas, etc., explicando por qué necesitamos modificar de raíz la actual estructura universitaria, quiénes son los enemigos de esta reforma y cuál es su pasado; y, sobre todo, vincular esa necesidad con las preocupaciones y las demandas cotidianas de los estudiantes, los docentes y los no docentes; seguramente la situación sería muy distinta porque tendríamos atrás a miles de personas exigiendo una universidad verdaderamente democrática y de cogobierno real.
Dada la crisis histórica que atraviesa la UBA, el nuevo equipo rectoral no tiene otra opción que abrir un debate para introducir algunos cambios en el funcionamiento de la UBA y en sus Estatutos, como ya anunció el propio Hallú, aunque en rigor propondrán cambios cosméticos para que nada cambie sustancialmente.
Pero lo importante es que esto abre una nueva y gran posibilidad para retomar la lucha y salir fortalecidos de la experiencia pasada. Insistimos en que el objetivo debe ser generar un movimiento masivo que represente a la mayoría de la comunidad universitaria, con el apoyo y la simpatía de las familias trabajadoras, que debe confluir en movilizaciones de masas, preparadas por una campaña amplia con todos los sectores interesados que conecte con las expectativas y los intereses de los estudiantes, docentes y no docentes, para conseguir la Universidad que necesitamos el conjunto de los trabajadores.
Qué modelo defendemos
Para la Corriente Socialista El Militante, una universidad democrática, ya sea la UBA o cualquier otra universidad pública nacional, debería garantizar, al menos, los siguientes derechos:
-Libre presentación de borradores de nuevos Estatutos con un aval mínimo de 500 firmas de cualesquiera miembros de la comunidad universitaria (estudiantes, docentes, trabajadores no docentes) y su impresión y difusión gratuita por el rectorado con, al menos, un mes antes de la votación de los mismos.
-Votación de los nuevos Estatutos por sufragio universal de los miembros de la comunidad universitaria, adjudicando al voto estudiantil, como mínimo, el 50% del voto ponderado.
-Cogobierno: Representación estudiantil de, al menos, el 50% en los órganos rectores de la UBA y en cada Facultad. Incorporación al cogobierno de los trabajadores no docentes y del conjunto de los docentes, sea cual sea su categoría o condición.
-Claustro único docente con mayoría de los sectores actualmente excluidos.
-Libre acceso de cualquier miembro de la comunidad universitaria a los libros de balance financiero de la UBA. Rendición trimestral y pública de los gastos e ingresos de la UBA y de cada facultad.
-No a la privatización de los servicios universitarios. Vuelta al control universitario de los servicios privatizados.
-Gratuidad de los estudios de Post-grado.
-Salario mínimo para todos los docentes, tengan o no dedicación exclusiva, equivalente a la canasta familiar ($2.000).
-Derecho de revocabilidad inmediata de cualquier cargo dirigente en la UBA y en cada facultad, docente y estudiantil, por las bases universitarias.
-Que ningún cargo dirigente de la UBA o de facultad reciba una remuneración superior al salario promedio de un trabajador calificado, para evitar el arribismo y la corrupción.
-Plena financiación de la UBA a cargo del Estado. Fuera las empresas de la universidad.
-Plan inmediato de construcción edilicia para que en el término de dos años se ponga fin al hacinamiento en nuestras facultades y se las dote de todos los servicios administrativos, académicos y de seguridad edilicia. No más de 50 alumnos por aula.
-Tribunal académico que evalúe la calidad docente, con mayoría estudiantil.
-Juicio y castigo a todos los corruptos que lucraron con los recursos de la UBA en los últimos 30 años. Creación para ello de una comisión formada a partes iguales por estudiantes, docentes y no docentes que tenga pleno acceso a los archivos de la UBA que investigue estos hechos.