¡Por una salida obrera y de las y los trabajadores!

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En las últimas semanas y como resultado de las PASO, por el desplome del voto del Frente de Todos, el gobierno lleva adelante una serie de medidas para “incentivar” la economía. La lógica del gobierno de Fernández & Fernández es ingresar dinero en los bolsillos de los sectores populares sobre la base de la emisión monetaria, que conlleva un endeudamiento y un incremento sin precedentes de la inflación que pulveriza cualquier ingreso. Esto se da en un contexto mundial donde inflación e inestabilidad aumentan las contradicciones del capitalismo, ya que luego de un nivel sin precedentes de intervención en la economía por parte de los gobiernos se ha producido una explosión de demanda que choca frontalmente con restricciones en la oferta produciendo aumentos generalizados en los precios.

Esto sucede con una economía nacional que, según datos oficiales, apenas roza los niveles pre pandémicos y con una región en similar sintonía, el empobrecimiento y la desocupación ya alcanza a la mitad de la población.

La esperanza de un crecimiento o recuperación por parte del empresariado, solo puede darse con el aplastamiento de las conquistas históricas de la clase obrera, eliminando las indemnizaciones, imponiendo una mayor carga laboral y eliminando los convenios colectivos.

Argentina actualmente se encuentra con un estancamiento en la economía. Las cifras son escandalosas, más del 50% de pobreza, (47% en el primer semestre del 2020, según el INDEC); inflación del 50% anual; salario mínimo que apenas roza los $38.000- con un desempleo real muy elevado, con sólo el 40 % de trabajadores en blanco; una deuda total con los acreedores internacionales y el Fondo Monetario Internacional, según el Ministerio de Economía de la Nación, a marzo último ascendía a US$ 335.560 millones. De ese total, el 65% son títulos públicos y un 21%, compromisos con organismos internacionales.

El gobierno intenta negociar hace tiempo con el FMI la gigantesca e impagable deuda externa. La ilusión de lograr un acuerdo con 15 años más de gracia, y con una suerte de “amenaza” que no van a pagar, es lo que recorre las últimas negociaciones en Roma. La negociación de los u$s44.500 millones se encuentra literalmente en un impasse, siendo verdad que el gobierno logró una suerte de acuerdo del G20 de poner en agenda el debate sobre la política de sobrecargos con los países que tomaron deuda con el organismo y la creación de un Fondo de Resiliencia y Sostenibilidad para brindar financiación “asequible a largo plazo” a los países de ingresos medios y bajos, que representa uno u$s1.000 millones por año.

La deuda externa condiciona la vida de millones de personas, una deuda que benefició a un puñado de capitalistas y que se descarga en las mesas obreras embargando el futuro de generaciones enteras.

La única salida viable para las mayorías de trabajadores y trabajadoras es el desconocimiento de la misma. Por cierto, es una medida en defensa de nuestra clase, de su integridad como tal, y no resulta una utopía infantil como gustan señalar los voceros mediáticos apologéticos de las políticas del FdT, sino una necesidad imperiosa para que la vida siga de manera digna. Por lo tanto, los millones de dólares que se destinaron a honrar la deuda y los que a futuro están dispuestos a destinar, posibilitarían trabajo, educación y salud.

Queda en manos de la clase obrera y su vanguardia la resolución de tal tarea.

Control de precios, los monopolios

En Argentina, la interminable carrera entre salarios y precios no encuentra precedentes en los países de la región. La falta de controles es una constante en nuestra realidad, dejando las manos libres a los monopolios de la alimentación, que hacen lo que quieren con los precios. Los niveles de concentración en la producción alimenticia son atroces, apenas unas veinte empresas controlan el 74% de la facturación de productos de la góndola, siendo los rubros más concentrados, el aceite, azúcar, caldos, yogures y fideos.

Roberto Feletti desde la Secretaría de Comercio, impulsó un congelamiento de precios por 90 días de unos 1600 alimentos y bebidas, en general de tercera línea.

La respuesta no se hizo esperar, ya que ante esta tibia medida las declaraciones de rechazo explícito de las principales cámaras empresarias alimenticias marca el comienzo de medidas de desabastecimiento en varios lugares del país.

Un informe del CEPA (Centro de Economía Política Argentina), señala que son seis las grandes cadenas de supermercados que acaparan el 80% de las ventas: Carrefour, Cencosud (Disco, Jumbo y Vea), Coto, WallMart (Chango Más), La Anónima y Día.

Los niveles de concentración en muchos rubros resultan por demás de claros: en yogures, una sola empresa controla el 77% de la producción; en embutidos este porcentaje asciende al 79%; en jugos en polvo al 77%, en gaseosas al 75% y en cervezas el 71%. Según la consultora CCR, tres empresas concentran el 90,5% de la facturación de aceite (AGD, Molinos Cañuelas y Molinos Rio de la Plata), otras tres empresas el 85% de la facturación de azúcar (Ingenio El Tabacal, Ledesma y Valpafe) y UNILEVER monopoliza el 90,6% de los caldos que se comercializan en el país. En el rubro de los fideos, Molinos Río de la Plata cuenta con el 79,4% del mercado a través de 5 marcas: Manera, Matarazzo, Lucchetti, Don Vicente y Favorita.

La otra pata que el gobierno del Frente de Todos intenta controlar es la gran concentración de los laboratorios y farmacéuticas, un informe de la revista Mercado de mediados de 2017 indicaba que el laboratorio que más factura es el alemán Bayer, junto a dos nacionales: Roemmers y Gador, siendo éstas las empresas que lideran el mercado de los fármacos. 

El grado de concentración monopólica es parte del desarrollo tortuoso del capitalismo, Lenin en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo ya lo defina, “la competencia se transforma en monopolio”, “Además, el monopolio genera pobreza crónica en las masas obreras y campesinas, lo que restringe los mercados y empuja al estancamiento crónico en los países adelantados.” “Por lo tanto, existe excedente crónico de capital”.

Entonces el famoso “control de precios” resulta inviable e inocuo ante los monopolios de la alimentación y fármacos que siguen la carrera de remarcación de precios o provocan desabasteciendo. El control en manos del Estado capitalista resulta inviable, no se puede controlar lo que no se posee. Tan solo debemos recordar los últimos 15 años para sacar las conclusiones de este tipo de medidas, precios cuidados, control de precios, resultan una radiografía de la impotencia ante las empresas.

Solo con la expropiación de los principales resortes de la economía bajo control obrero, y en esto la expropiación de los monopolios de la alimentación y de los grandes laboratorios, se podrá de manera definitiva, resolver el flagelo de la carrera inflacionaria y el aumento de la de la canasta de alimentos y remedios.

Solo la clase obrera y su vanguardia, derrocando políticamente a burguesía y estableciendo un gobierno propio, pueden garantizar alimentos baratos y de buena calidad que satisfaga la necesidad de millones de personas con una buena y adecuada alimentación, que posibilite un cambio radical no solo en los adultos, sino fundamentalmente una nutrición apropiada desde la infancia temprana. Dentro de los márgenes de la democracia formal y el capitalismo solo queda la barbarie de un país donde solo ¡uno! de cada cuatro chicos come todos los días.

¡Necesitamos defender el trabajo y el salario!

La crisis sin precedentes del capitalismo vive una nueva fase en su desarrollo, como señalamos más arriba los economistas de los países centrales se encuentran preocupados por el incremento de la inflación, producida por la expansión monetaria en momentos de la pandemia dura, los más lúcidos del establishment ya vaticinaban de tiempo atrás que esto generaría inflación, pero ante el agravamiento de la crisis, potenciado por los quince meses de pandemia que jugó como un catalizador del parate en 2019, la salida más a mano para “resolver” la crisis tomada por los gobiernos fue la inyección sin precedentes de dinero en los bolsillos de la gente y fundamentalmente el rescate de las empresas, algo que Joe Biden junto a la Reserva Federal comenzaron a rever.

El capitalismo argentino es horror sin fin, esta definición resulta moneda constante y sonante en la realidad de las barriadas populares. La ayuda social por parte del gobierno no es más que un paliativo insuficiente en todo nivel. La crisis social, conlleva una crisis del régimen político sustentado en una crisis severa en la economía tan lesionada del país.

Por su parte la oposición agrupada en Juntos por el Cambio y sus satélites de la ultraderecha fascistoide se fortalecen ante el derrumbe del gobierno. Al igual que en 2015 son los dirigentes del Frente de Todos, y su política de conciliación de clases, quienes pavimentan el camino a lo más rabiosamente reaccionario de la clase dominante con el objetivo primordial de salvaguardar la gobernabilidad y las instituciones de la democracia burguesa. Pero también es verdad que se fortalece, en términos relativos, la izquierda. Configurando un escenario que tiende a polarizarse.

Como señalamos la crisis es del conjunto del régimen político, cualquier programa que implique más ajuste puede quebrar la gobernabilidad. Ese es el laberinto sin salida en el que se encuentran los partidos patronales de todo el espectro ideológico.

Se habla mucho de la necesidad de la reducción de la jornada laboral, pero esta consigna sin estar ligada a otras consignas fundamentales, que ayuden a la clase y su vanguardia a dar pasos firmes hacia la independencia política con relación al Estado y los partidos del régimen resulta un cuchillo sin filo.

El derecho al trabajo es el único derecho que tiene la clase obrera en una sociedad organizada sobre la explotación y es un derecho que se le quita a cada momento. Contra la desocupación que se incrementa en cada gobierno, es imperioso plantear la consigna de la escala móvil de las horas de trabajo. Los cuerpos de delegados, las juntas internas y el activismo combativo dentro de los sindicatos y otras organizaciones de masas deben ligar a aquellos que tienen trabajo con los que se encuentran desocupados, por medio de los compromisos mutuos de la solidaridad. Se debe repartir el trabajo existente entre todas las manos obreras existentes y es así como se determina la duración de la semana de trabajo. El salario, con un mínimo estrictamente asegurado sigue el movimiento de los precios. Debemos rechazar cualquier otro programa para el actual período de transición.

Estas consignas deben ser acompañadas por la nacionalización de los depósitos, en la perspectiva de una Banca Única Estatal, junto al monopolio del Comercio Exterior y la expropiación de los medios de producción de los grandes capitalistas del campo y la ciudad.

¡Ante las elecciones generales el 14 de noviembre votemos la lucha por el Socialismo y por un Gobierno de Trabajadores!

Dentro de 10 días estamos convocados a convalidar un programa de ajuste en mano de Juntos por el Cambio o un programa de lo posible que nos ofrece el Frente de Todos.

Ambos espacios políticos con pleno y explícito acuerdo en honrar la deuda externa, o con bravuconadas “que no vamos a pagar la deuda con el hambre del pueblo”, terminan aceptando las reglas de los países centrales y sus instituciones financieras internacionales, impuestos a través del mercado mundial o con la sangría del pago de la deuda, subsumiendo la salud, la educación y el empleo de millones de mujeres y hombres a la lógica del capitalismo en descomposición, dejándolos en la degradación y en manos del narcotráfico. Después del 14 nada va a cambiar para mejor en nuestras realidades y todo va empeorar.

Pero es más cierto que el capitalismo no cae solo, y para que suceda debemos organizarnos en nuestro propio partido de la clase trabajadora. Con la independencia política se trata de forjar a la vanguardia en las tareas y en el programa de la revolución Socialista. Por esto debemos entender que, aunque la situación económica, social y política empeore, un desarrollo independiente de nuestra clase, innegablemente debe superar el escollo de las mediaciones políticas y sindicales. No entender esto significa caer en la pirotecnia y la verborragia “revolucionaria” que poco ayuda a los sectores de base, que, ante la ausencia de una alternativa de izquierda con autoridad de masas, siguen confiando en que es posible una salida Nacional & Popular.

Entonces cobra importancia la formulación de la resolución del factor subjetivo, la construcción de partido revolucionario. Siendo necesario el planteo que tenemos las trabajadoras y trabajadores de contar con un partido propio que defienda nuestros intereses de clase. La tarea principal es ganar a la mayoría de la clase obrera, empezando por su capa más activa.

Hacemos nuestra la convocatoria de un Congreso Obrero y de Trabajadores que convoca Política Obrera Tendencia.

Y ante las elecciones llamamos a votar a las candidatas y candidatos de Política Obrera Tendencia en los lugares que pudieron pasar el piso proscriptivo de las PASO porque como señalamos en nuestra declaración “De cara a las PASO 2021: Construir una alternativa revolucionaria” creemos que existe en este espacio un punto de apoyo para impulsar un debate necesario entre la militancia de izquierda. Allí donde no esté presente Política Obrera creemos necesario alentar el voto a la izquierda del FIT-U, con la plena conciencia que debemos seguir por el camino de señalar la desviación hacia el cretinismo parlamentario de su dirigencia y en la necesidad de un debate leal con sus bases para forjar la dirección revolucionaria que necesitamos para llegar al poder.
Sin atajos, sin ambigüedad, sin Asamblea Constituyente alguna, aunque sea soberana o revolucionaria, ya que si tenemos las fuerzas suficientes -sobre la base de la movilización de las masas- para convocar a una Asamblea Constitúyete quiere decir que hay fuerzas para la autoorganización obrera y construir nuestro poder. Por una izquierda que llame a potenciar en las fábricas, los lugares de trabajo, los barrios, las universidades, las escuelas y en todas las luchas, organismos de autoorganización que concentren todo el poder en sus manos, para aplastar la resistencia de los banqueros y los capitalistas y avanzar hacia un régimen de democracia obrera. Esa es nuestra propuesta al Congreso Obrero.
Construyamos bajo la sólida roca de la teoría marxista.

¡Socialismo o Barbarie!