PERSPECTIVAS PARA EL GOBIERNO DE KIRCHNER

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Ya publicadas tres partes de este documento, donde analizábamos distintos aspectos de la Situación Internacional y Nacional, continuamos con la caracterización de la situación política, en particular del gobierno de Kirchner y sus perspectivas.

Perspectivas para Argentina 2006 * Parte IV

5. PERSPECTIVAS POLÍTICAS

El gobierno de Kirchner tras las elecciones de octubre

El gobierno de Kirchner salió fortalecido de las elecciones de octubre. Las fuerzas políticas y los candidatos referenciados con la derecha o con la “vieja política” de corrupción fueron derrotados y salieron muy debilitados, como en el caso del duhaldismo y Menem. La derecha, encarnada por Macri, Sobisch o López Murphy se estancó o retrocedió. El radicalismo profundizó su decadencia, manteniendo aún una presencia en las provincias más atrasadas políticamente del interior. Por el contrario, fue un dato sintomático que, pese a su carencia de una base real de masas, la llamada “centroizquierda”, el ARI y el Partido Socialista, mantuvieran un caudal importante de votos.

Muchos en la izquierda, por el contrario, no perdieron el tiempo en declarar que las elecciones reflejaron un “giro a la derecha”, o que expresaron la inmadurez política de las masas “porque votaron a sus explotadores”. Por supuesto, este tipo de “análisis” resulta muy conveniente a los dirigentes de algunos grupos porque les permite evadir su propia responsabilidad en el desastroso desempeño electoral de la izquierda. Este es el típico pensamiento metafísico y rutinario que expresa una incapacidad manifiesta para comprender cómo piensan y actúan las masas, no exento de cierta dosis de escepticismo y de desprecio por las masas mismas.

Lo que hay que comprender -y es evidente que algunos son incapaces de hacerlo- es que una cosa es cómo vemos nosotros y la vanguardia la realidad y, otra cosa distinta es, cómo la ven las masas. Si no tenemos esto claro será imposible tener una aproximación científica al proceso de toma de conciencia de la clase trabajadora.

Lo primero que hay que preguntarse es qué han visto las masas en estos 3 años en el gobierno de Kirchner. Cuando Kirchner lanza discursos contra el FMI, contra los empresarios especuladores y las empresas privatizadas, o contra los corruptos que arruinaron el país, indudablemente este tipo de discursos conecta con la experiencia y la bronca acumulada de las masas en los últimos años. Toda una serie de estamentos oficiales fueron purgados parcialmente, como nunca antes lo habían sido: la casta militar, la Corte Suprema de Justicia, y a los jefes de las fuerzas policiales por corrupción. En el terreno de los derechos humanos se llegó mucho más lejos de lo que nosotros mismos hubiéramos imaginado hace unos años: se anularon las infames “leyes del perdón”, se expropió la ESMA para abrir el llamado “Museo de la Memoria”, se rehabilitó ante los ojos de las masas las víctimas del genocidio militar, y éstas pudieron ver con sus propios ojos el acto humillante para la casta militar de la retirada de los cuadros de Videla y Bignone del Cuartel General del Ejército por el propio Jefe del Estado Mayor, subido en una silla a espaldas de Kirchner, la declaración del 24 de marzo como feriado inamovible, etc.

Desde luego, nosotros sabemos las limitaciones que tiene esta política de gestos. Pero las masas lo ven como pasos adelante que hay que apoyar.

Por supuesto, que la situación económica ayudó a Kirchner permitiéndole hacer una serie de concesiones menores a las masas: decretando, en sus dos primeros años de gobierno, aumentos salariales, subiendo las jubilaciones mínimas, aumentando los presupuestos de salud y educación, etc. En el contexto de la lucha reivindicativa, capas importantes de trabajadores experimentaron una mejora en su nivel de vida por primera vez en años, o al menos vieron que éste dejaba de caer. Incluso, medidas absolutamente reaccionarias, como fue la cancelación integral de la deuda con el FMI, fueron justificadas como algo “progresista”, que fue la percepción que quedó en las masas.

En política exterior, si bien cada vez está más clara la alineación del gobierno de Kirchner con el imperialismo norteamericano, su política de calculada ambigüedad, cultivando la relación diplomática y económica con Venezuela, y también con Brasil, dando alas al llamado “eje latinoamericano” contra el ALCA, también lo ayuda en su imagen “progresista”.

Es verdad, que en lo fundamental, la política de Kirchner fue garantizar las mejores condiciones para la acumulación de ganancias de los capitalistas, el haber pagado puntualmente la deuda externa, haber sostenido las privatizaciones menemistas, etc. Pero lo que es verdad es que esta política a favor de los capitalistas quedó muy diluida en el contexto de sus discursos y gestos “por izquierda”. El voto de las masas a Kirchner no fue, por lo tanto, por su política proburguesa sino a pesar de ella.

Siendo claros, fuera de Kirchner las masas veían pocas alternativas. Rechazaban, en general, a la derecha y al duhaldismo que no ocultaban su discurso reaccionario. A su “izquierda”, estaban el ARI y el PS en algunas zonas (Santa Fe y otras), pero nada más. Pese a lo que piensan los ultraizquierdistas, los trabajadores son muy realistas y no ven, por el momento, otra manera de intentar cambiar la realidad que no sea mediante el voto. En estas condiciones, ante la actitud ofensiva de la derecha y el duhaldismo, y el discurso kirchnerista de “yo o el pasado”, la imagen que ofreció la izquierda, dividida en 4 ó 5 candidaturas enfrentadas, no era muy atractiva. No podía tener un eco en los trabajadores y, de hecho, no lo tuvo.

El gobierno y los derechos humanos

La conmemoración del 30º aniversario del golpe militar del 24 de marzo fue un acontecimiento extraordinario que conmovió hasta sus cimientos a toda la sociedad argentina, y volvió a poner de manifiesto la enorme sensibilidad popular hacia este tema. Las manifestaciones de masas del día 24 de marzo, en repudio al genocidio militar y en recuerdo de los 30.000 detenidos-desaparecidos, fueron las más grandes de los últimos años, destacando la de Buenos Aires, con más de 150.000 personas, Córdoba con 50.000 y Rosario con 25.000.

Esto es enormemente positivo porque ayuda a elevar el nivel de conciencia de las masas, desnudando el verdadero rol de las fuerzas de represión y sus vínculos con la burguesía para defender sus intereses y privilegios.

Por eso no fue casualidad que la burguesía argentina y sus agentes reaccionarios en los políticos burgueses de derecha, la prensa y el aparato del Estado no pudieran ocultar su malestar e incomodidad ante esta muestra de la vitalidad de la memoria popular.

Es innegable que, de cara a la población, el gobierno de Kirchner ha hecho una bandera de su política en derechos humanos. A las anteriores medidas que impulsó se le sumaron ahora la instauración del 24 de marzo como feriado nacional, y la posibilidad cierta de que la Corte Suprema de Justicia declare nulos los indultos otorgados por Menem a los militares que habían sido condenados en el juicio a las Juntas. También tuvo mucho impacto público su enfrentamiento con oficiales reaccionarios en el acto celebrado el 24 de mayo en el Colegio Militar cuando les dijo: “No les tengo miedo”. No cabe duda de que estas medidas y actitudes son vistas por las masas como pasos adelante en la lucha contra la impunidad.

Por lo tanto, resulta infantil y contraproducente que algunos grupos relevantes de la izquierda sigan negando que haya habido ningún cambio significativo en este tema, divorciándose del sentir de las masas.

Por supuesto, nosotros no compartimos las ilusiones de las masas, pero no podemos proceder como si nada hubiera sucedido. Independientemente de las intenciones subjetivas de Kirchner, debemos reconocer los pasos adelante que se den en este terreno y señalar que son fruto de la presión popular tras 20 años de incontables movilizaciones. Pero advirtiendo que todas las medidas tomadas por el gobierno de Kirchner, por sí mismas, no van a prevenir futuras conspiraciones golpistas ni tampoco garantizan el juicio y castigo efectivo para todos los represores y genocidas de la dictadura militar. Debemos señalar las limitaciones políticas de Kirchner, haciendo hincapié en que él no desafía el modelo económico capitalista. Por lo que nunca podrá llevar hasta las últimas consecuencias una depuración completa de un aparato estatal reaccionario que sirve a los intereses de las clases enemigas de los trabajadores, más allá de la destitución de algunos mandos reaccionarios.

Frente a las frases tranquilizadoras del gobierno, debemos utilizar el reciente descubrimiento de la red de espionaje a civiles y organizaciones populares, donde estaban implicados los más altos mandos de la Armada, para denunciar cómo el aparato del Estado sigue siendo, básicamente, el mismo de la Dictadura y una fuente de conspiraciones a futuro contra la lucha revolucionaria de la clase obrera.

La brutal represión a los petroleros de Las Heras por la policía, la Gendarmería y los jueces demuestra que métodos similares a los utilizados durante el Proceso militar (secuestros, torturas, vejaciones, detenciones arbitrarias, etc.) se utilizan también ahora contra la lucha obrera, respondiendo a las presiones de los capitalistas, y cómo el gobierno tampoco pudo escapar a estas presiones pese a que Kirchner intentara despegarse de los hechos.

Debemos explicar que la única manera de prevenir nuevas amenazas de golpes militares y de terrorismo de Estado es vinculando nuestras luchas cotidianas a la lucha por la transformación socialista de la sociedad, que culmine con la disolución del viejo aparato represivo del Estado capitalista y su sustitución por un régimen de democracia obrera que responda a los intereses de los trabajadores.

Perspectivas para el gobierno de Kirchner

Es inneglable que las medidas y actitudes adoptadas por el gobierno de Kirchner en los primeros meses, tras las elecciones del 27 de octubre, han tenido el efecto de reforzar esta imagen “progresista”. El alejamiento de Lavagna como ministro de economía y la entrada de Felisa Miceli, de la cual la prensa también aireó su antigua militancia “setentista”, declarando que los salarios no son los responsables de la inflación frente a la opinión contraria de Lavagna, así lo reflejó. De la misma manera fue vista la llegada de otra “setentista”, Nilda Garré, al Ministerio de Defensa, que fue visto como una provocación por la prensa de derecha.

La Cumbre de las Américas en Mar del Plata, donde las posiciones proALCA fueron derrotadas, también abonó esta percepción de las masas en el mismo sentido, pese a que la posición argentina, como la de Brasil, no tenía un contenido genuinamente antiimperialista sino que, básicamente, reflejaban los intereses capitalistas del sector agroexportador, opuestos a los subsidios agrícolas a favor de los agricultores norteamericanos del gobierno de Bush. El otro dato, que ya mencionamos, fue la cancelación de la deuda con el FMI, para “liberarnos de las presiones del FMI”, en palabras de Kirchner, dejando entrever que habría más plata para el gasto social. La pugna de Kirchner contra los empresarios, fundamentalmente de la carne y del comercio, por la suba de precios también dio alas a la percepción general de que se viene una política “más social” del gobierno. Y, por último, en vistas a preparar el “pacto social”, ya vimos los anuncios de eliminación parcial del impuesto a las ganancias a los trabajadores que ganan $1.800 ó más, o las tímidas reformas de los planes sociales y del seguro de desempleo.

Desde el punto de vista político, Kirchner podría ser definido como un socialdemócrata. La socialdemocracia se ve a sí misma como la intermediaria entre las masas y la burguesía. Pero la política socialdemócrata sólo funciona en un contexto de crecimiento económico que permite dar algunas migajas a los trabajadores a cambio de mantener y acrecentar las ganancias capitalistas, que es lo que está sucediendo. Pero en momentos de crisis económica se vuelve contra las masas, haciendo el trabajo sucio de contrarreformas a favor de los capitalistas. Estamos en la primera fase, pero será inevitable entrar a la segunda fase cuando cambie el ciclo económico.

No es un secreto que, pese a todo, la burguesía no oculta su incomodidad con Kirchner. Ve con gran suspicacia su política demagógica y sus discursos “duros” contra determinados sectores de la clase dominante porque pueden estimular la imaginación de las masas. Considera que la política represiva de Kirchner es demasiado “blanda” contra la izquierda y el movimiento obrero. Pero Kirchner tiene sus buenas razones para mantener, por el momento, esta política, dado el ambiente social que existe en el país. Prefiere aislar al activismo de izquierda y descargar sobre él lo fundamental de la represión porque una represión más generalizada, en un contexto de auge de luchas, sería contraproducente: no pararía las luchas y además lo desprestigiarían prematuramente ante los trabajadores.

Por eso a la burguesía y el imperialismo les gustaría tener una oposición política de derecha más fuerte que le sirva de contrapeso a Kirchner y esté en condiciones de ganarse una base de apoyo en las clases medias y sectores atrasados de los trabajadores. Pero la actual debilidad de la derecha y el ambiente social los obliga a esperar a tiempos mejores.

Por el momento, Kirchner está obligado a mantener un cuidadoso equilibrio. Lo que más teme es un auge de las luchas obreras que lo empujen a tener que optar abiertamente a favor de los empresarios, desnudando sus intereses de clase. Por supuesto, lo último que piensa es convertirse en una suerte de Chávez argentino. De ahí que su única alternativa a futuro sea comprometerse hasta el final con la clase dominante.

El mantenimiento del actual auge económico le ayuda a sostener esta política de duplicidad: pequeñas concesiones a las masas y política de fondo a favor de la burguesía y el imperialismo. Esta política de duplicidad sólo puede ser rota por lo que ya dijimos: un movimiento explosivo de la clase en sus luchas económicas que lo obligue a enfrentarlo, o un cambio en el ciclo económico con el advenimiento de una crisis económica que reduciría su margen de maniobra para hacer concesiones, debiendo pasar a una política de contrarreformas a favor de la burguesía.

La primera posibilidad está planteada hipotéticamente a corto plazo, pero la segunda puede tardar algo más, según los vaivenes de la economía mundial.

La crisis del peronismo

Tras la humillante derrota del duhaldismo en las elecciones de octubre todo indica que Kirchner asumirá el control del aparato peronista. En los últimos meses, sectores del duhaldismo más irreductible se pasaron con armas y bagajes al proyecto kirchnerista.

Kirchner pretende integrar el PJ en un proyecto político de tipo socialdemócrata más amplio, con la inclusión de personajes procedentes del radicalismo, del Frepaso y otros sectores que no aceptarían su inclusión dentro del peronismo. De esta manera piensa preparar las elecciones presidenciales para el 2007.

El duhaldismo no va a desaparecer, se mantendrá como corriente organizada dentro del PJ, actuando como un caballo de Troya en su seno, en calidad de agentes directos de la burguesía. La burguesía sabe que, pese a la crisis del peronismo, las siglas del PJ todavía tienen una cierta autoridad sobre un sector políticamente atrasado de los trabajadores y le interesa mantener sus agentes más directos dentro del mismo para explotar, o acelerar, según su conveniencia, las contradicciones del kirchnerismo cuando éste encuentre dificultades en su acción de gobierno y sufra una pérdida de autoridad ante la población.

Esto no quiere decir que esté descartada una ruptura del PJ. Es verdad que por ahora la oposición política de derecha es débil. La política de Kirchner no les deja mucho margen para la crítica.

Por ahora, en general, las clases medias se agrupan alrededor del gobierno de Kirchner. Pero mañana, en un contexto de crisis económica, de aumento de la inestabilidad política y social, y ante la falta de una salida, girarán nuevamente a la derecha, como ocurrió otras veces en el pasado. Incluso puede ser que este giro a la derecha venga acompañado por un sector de los trabajadores más atrasados políticamente. En esta situación sí habrá condiciones para que la derecha empiece a aglutinar una base social de apoyo, explotando demagógicamente los prejuicios políticos de la clase media y de sectores de trabajadores desesperados con la situación económica. En ese momento, quizás a la burguesía le interesará acelerar el debilitamiento político de Kirchner escindiendo al PJ por derecha, lo que lo podría dejar incluso en minoría parlamentaria, una crisis de gabinete, etc, preparando las condiciones para una victoria electoral de la derecha, ante el descrédito de un kirchnerismo que no sería útil a los empresarios pero tampoco a los trabajadores.

En ese contexto, el gobierno de Kirchner tendrá cada vez menos margen para conciliar los intereses de los capitalistas y los trabajadores. El compromiso ineludible de seguir honrando la deuda externa, coincidiendo con una disminución de los ingresos del Estado por la caída de la actividad económica y de las exportaciones, lo obligará a restringir los gastos y las inversiones estatales, afectando a los gastos sociales en Salud, Educación, Planes sociales, etc. A la burguesía, cualquier recorte que en este sentido haga el gobierno de Kirchner le parecerá muy poco, mientras que a la clase obrera le parecerá muchísimo. Kirchner no podrá mantener la apariencia de estar por encima de las clases y hablar en nombre de la “nación”.

La burocracia sindical tendrá cada vez más dificultades para mantener su apoyo al gobierno. En la medida que la política de concesiones desde arriba llegue a su fin, la burocracia no tendrá más opción que pasar en un primer momento a una “semioposición” al gobierno que será el preámbulo para una “oposición” más firme, debido a la presión desde abajo.

La burguesía, mientras tanto, estará preparando el recambio a Kirchner, para sustituirlo por otro gobierno burgués más confiable a sus intereses para que no dude en aplicar la política económica, social y represiva que necesita para salvaguardar sus intereses y mantener a raya a la clase obrera. Hasta ahora se estaba apoyando en políticos como López Murphy, Macri, Sobisch, para que jugaran ese papel. Pero en la medida que están cada día más claras las limitaciones de esta gente para acumular una base de apoyo social suficiente, parece que la burguesía está apostando ahora, como alternativa, por un personaje como Lavagna, procedente del ala derecha del peronismo y hombre afín a Duhalde.

De tal manera que cuando la base social del gobierno de Kirchner se reduzca al mínimo será el momento en que la burguesía decida que ya es suficiente y fuerce la caída del gobierno con una crisis de gabinete y la convocatoria de elecciones anticipadas, o coincidiendo con la caducidad legal de su mandato.

No es posible prever exactamente en qué momento sucederá esto. No es probable que se dé antes de las elecciones presidenciales del 2007, por lo que habrá que seguir atentamente el desarrollo de la situación política y económica. Independientemente de cuando ocurra, lo importante es prever el curso más probable de los acontecimientos.

Buenos Aires, 15 de junio del 2006

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