Pakistán: Un régimen en crisis terminal

0
166

El 3 de noviembre, el presidente Pervez Musharraf declaró el estado de excepción en todo Pakistán, suspendió la Constitución y sustituyó al Tribunal Supremo. Este es su segundo golpe de Estado después de que tomara el poder el 12 de octubre de 1999.Es un movimiento desesperado que subraya la naturaleza tremendamente inestable del régimen, que pierde apoyo según pasan los días.

El 18 Brumario de Pervez Musharraf

El 3 de noviembre, el presidente Pervez Musharraf declaró el estado de excepción en todo Pakistán, suspendió la Constitución y sustituyó al Tribunal Supremo. Este es su segundo golpe de Estado después de que tomara el poder el 12 de octubre de 1999. Es un movimiento desesperado que subraya la naturaleza tremendamente inestable del régimen, que pierde apoyo según pasan los días.

En la proclamación del estado de excepción el general ha culpado de la creciente violencia a los «extremistas» y a la judicatura, según él seguían «propósitos opuestos» a su gobierno y la Legislatura. Es una jugada que puede hundir en el caos el futuro político del país.

Esta situación no conviene a los intereses del imperialismo norteamericano, Pakistán tiene una importancia estratégica clave debido a la guerra en el vecino Afganistán. Washington ha estado presionando a Musharraf para que acabe con las fuerzas pro-talibanes que han cruzado la frontera para luchar contra las fuerzas de la coalición en el sur de Afganistán.

Esta presión ha socavado a Musharraf. Su ejército ha sufrido duras pérdidas en las zonas tribales donde han intentado, sin éxito, acabar con los militantes talibán. Todavía existe un poderoso sector del ejército, y sobre todo de los Servicios de Inteligencia (ISI), que apoya a los talibán y a Al Qaeda, y que los protegen.

Musharraf no puede hacer nada ante esta situación. El ejército es su única base de apoyo y es muy débil. Por esa razón, los estrategas del imperialismo norteamericano han llegado a la conclusión de que Musharraf ya no les resulta útil. Ahora, en su lugar, miran hacia Benazir Bhutto, la dirigente del Partido del Pueblo de Pakistán (PPP), que regresó del exilio hace unas semanas.

Benazir no ha perdido la oportunidad de presentarse como una «moderada» pro-occidental. Pero detrás de Benazir y el PPP están las masas que anhelan un cambio. Ellas son leales a las aspiraciones socialistas originarias del PPP. La actitud de las masas se pudo ver cuando Benazir regresó a Pakistán: al menos dos millones de personas salieron a las calles, la aplastante mayoría eran trabajadores, campesinos y pobres.

Para evitar cualquier contratiempo y calmar las expectativas de las masas, el imperialismo presiona al general para que llegue a un acuerdo con Benazir. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Musharraf ha manifestado reiteradamente que su uniforme militar era como «una segunda piel» para él. Para ser más exactos, con él espera salvar el pellejo, aunque no es necesariamente seguro.

Pakistán ha tenido una historia tormentosa desde que consiguió la independencia formal, junto con la India, en 1947. Desde entonces, la débil burguesía pakistaní ha sido totalmente incapaz de desarrollar este inmenso país. Sigue hundido en la pobreza y el atraso feudal, la economía es un caos y el país retrocede.

En el período reciente había signos de desintegración del propio Estado. Se han abierto fisuras a todos los niveles. La manifestación más clara fue la rebelión de la judicatura, que ahora está suspendida. Su última acción fue dictaminar las acciones inconstitucionales del presidente. Pero la lucha de clases no se puede determinar por trampas constitucionales. El general respondió con la suspensión de la Constitución y las leyes del país.

Sin embargo, el ejército y la policía no bastan para gobernar la sociedad. Un régimen sin base en la sociedad es un régimen inestable, es un régimen en crisis. Con toda probabilidad no durará mucho, en realidad, la dictadura de Musharraf siempre fue débil. Su principal fuerza consistía en la debilidad de la oposición.

Lenin explicó hace tiempo que toda revolución comienza por arriba, con escisiones en el viejo régimen. Esa primera condición ya existe en Pakistán. La segunda condición es que la clase media esté en situación de fermento y oscilando entre la revolución y la contrarrevolución. En Pakistán la clase media está totalmente alejada de la camarilla dominante. Esto, en parte, se reflejó en las protestas de los abogados, aunque el movimiento contiene elementos contradictorios.

El otro factor es que la clase obrera debe estar dispuesta a luchar y hacer los mayores sacrificios para cambiar la sociedad. En los últimos años ha habido un auge de la lucha de clases en Pakistán, con huelgas importantes como la de los trabajadores de telecomunicaciones y del acero. En los últimos días ha habido una huelga nacional de PIA (Pakistán Airways). Estas huelgas son un síntoma de gran importancia. Demuestran el despertar del poderoso proletariado pakistaní.

La condición final y más importante es la existencia de una organización y dirección revolucionarias. ¿Existe en Pakistán? ¡Sí! Los marxistas pakistaníes representados por The Struggle han ganado fuerza e influencia estos años. Han conquistado una posición tras otra, han conseguido reunir a su alrededor a la aplastante mayoría de los activistas juveniles y trabajadores más militantes. Tienen una presencia fuerte y creciente en todas las regiones, en todas las nacionalidades y en cada ciudad importante.

En las luchas de los trabajadores han jugado un papel excepcional. Junto con el PTUDC (Campaña por la Defensa de los Sindicatos Pakistaníes), la organización sindical militante más importante del país, han dirigido victorias significativas como la derrota del intento de privatizar Pakistán Steel (siderurgia). En Cachemira han ganado la mayoría de los estudiantes para el marxismo y en Karachi y Pujtunwa (en la Frontera Noroccidental) han ganado a muchos de los militantes del antiguo Partido Comunista.

Los compañeros han jugado un papel activo en las manifestaciones de masas, cuando millones de trabajadores y campesinos demostraron su apoyo al PPP durante el regreso de Benazir Bhutto. Fuimos los únicos de la izquierda que comprendimos el papel del PPP y los únicos que pronosticamos cómo responderían las masas. Los compañeros pakistaníes intervinieron en estas manifestaciones, distribuyeron literatura revolucionaria y quemaron banderas norteamericanas. Fueron recibidos con entusiasmo por los trabajadores y los campesinos que querían las mismas cosas que nosotros.

El destino de Pakistán no se decidirá en Constituciones de papel ni estará determinado por las intrigas y maniobras de los políticos burgueses y los imperialistas. Sólo los trabajadores y los campesinos tienen un interés serio en la conquista de una democracia genuina.

Pero los trabajadores lucharán por la democracia con sus propios métodos, con sus propias consignas y bajo sus propias banderas. Sólo de esta manera el movimiento puede triunfar en sus objetivos. Sólo el movimiento revolucionario de masas de los trabajadores y campesinos pakistaníes puede luchar contra la dictadura y establecer una verdadera democracia, que sólo puede terminar en el derrocamiento de las dictaduras de los terratenientes y capitalistas pakistaníes.