No a la baja de imputabilidad a los 14 años: El problema es el capitalismo, no la juventud

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Los fusilamientos en la estación José León Suárez y la propuesta de bajar la edad de imputabilidad a los 14 años no dejan de ser para la burguesía argentina una presión sistemática sobre la opinión pública, con una clara intención de profundizar la represión, en especial contra la juventud.

Los fusilamientos en la estación José León Suárez y la propuesta de bajar la edad de imputabilidad a los 14 años no dejan de ser para la burguesía argentina una presión sistemática sobre la opinión pública, con una clara intención de profundizar la represión, en especial contra la juventud.
Los fundamentos de los plumíferos y los medios de comunicación resultan por demás de variados.
La madurez de los jóvenes en comparación a épocas pasadas ha avanzado a pasos agigantados, palabras éstas, de supuestos especialistas que -entre otros- asesoran al Gobernador bonaerense Scioli, y martillan sin respiro formando una conciencia ajena a los intereses de los trabajadores. "En muchos países la edad de imputabilidad ya es más baja que en la Argentina, incluso en Uruguay, que ha demostrado criterios acertados, no sólo respecto de la edad, sino también en casos de delitos culposos graves en los que no se pone en libertad enseguida a un imputado, como ocurre en la Argentina. Un ejemplo claro es el de Gaby Alvarez", consideró el abogado penalista Omar Breglia Arias. Solamente debería agregar: “para terminar con este flagelo social”
 
Más cárceles
 
"El argumento de que no se tiene lugar, y que por eso se deja a delincuentes peligrosos en libertad con sistemas de morigeración como las pulseras es un disparate. Es simple: si hay más delincuentes tiene que haber más cárceles"
Y siguen sus “contundentes pruebas”: "Hay un debate previo al de la edad que debería analizarse muy seriamente y es que los institutos carcelarios y de menores no son los suficientemente sanos como para albergar a nadie. Lo importante es pensar dónde van a poner a la gran cantidad de menores que van a engrosar el universo de detenidos, porque si los van a poner en lugares de los que van a salir en peores condiciones, entonces no se estará resolviendo el problema"
Si se lee bien los fundamentos de cientos de voceros del capitalismo, ninguno aborda los apremiantes problemas que atraviesa la sociedad a saber, educación, salud, pleno empleo, derecho a una familia constituida, derecho al ocio… a la mesa servida.
Por el contrario, niegan lo obvio en muchos casos, planteando motivos biológicos, color de piel, fomentando además la xenofobia. O bien, cuando reconocen las faltas de posibilidades en la vida, juegan con el doble discurso que plantea por un lado inalcanzables soluciones en este estado de cosas y, al mismo tiempo, se fogonea la represión o el desorden intencionado, dependiendo de la situación política.
Desde el 2001 a esta parte, la burguesía siente el cambio de época, siente además que en los últimos años se constituyó un referente, guste o no, que poco a poco caló hondo en  los explotados y la juventud: el kirchnerismo.
 
El kirchnerismo
 
Con el nerviosismo de un importante sector de empresarios y políticos ante las medidas asumidas por el gobierno de la Presidenta Cristina Fernández, este sector liderado por el duhaldismo, Clarín, La Nación y empresas como Techint, por citar alguna, fogonean el desorden, el caos con una clara política de desestabilizar al gobierno, por la relativa independencia de la gestión de CFK respecto de estos sectores de la clase dominante.
Saludando medidas que ayudan a que la juventud trabajadora y los explotados en general se vean beneficiados – asignación universal por hijo, restitución de la jubilación de reparto, denuncia de empresas que esclavizan a trabajadores rurales, políticas que encarcelaron a los militares asesinos – medidas, además, que estimulan la participación popular y el debate político, las entendemos pese a todo como insuficientes.
La realidad se encarga de señalar que, en cada avance, la burguesía y el imperialismo nos sacan tres, cinco veces, lo que hemos logrado. Resulta una posición utópica la de sostener la coexistencia pacífica entre patrones y obreros, entre el capitalismo y los trabajadores.
La burguesía y el imperialismo se encuentran reñidos con el progreso humano, cercenan toda posibilidad de desarrollo de un futuro próspero para la juventud trabajadora, niegan toda posibilidad de potenciar a los individuos.
La modernidad está llamada a ser sostenida por la clase potencialmente revolucionaria.
La lucha por una nueva legalidad jurídica, económica y de progreso humano, queda en manos de la clase obrera.
Transformando las relaciones de producción capitalistas y sustituyéndolas por una economía planificada, controlada por los trabajadores democráticamente, posibilitaría construir una sociedad donde los sujetos puedan desarrollar su potencial creador individual y colectivo. Solo avanzando al Socialismo podremos lograr este objetivo.