Bicentenario, revolución, socialismo (VIII)

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Los años ´60 y ´70: Resistencia, revolución y contrarrevolución

 

Este artículo recorre el anterior proceso de ascenso revolucionario en la Argentina, iniciado con la resistencia al golpe militar de 1955. Se destacan las grandes luchas obreras de fines de los ´60 (Cordobazo, Rosariazo, etc.) y la experiencia de la juventud peronista de comienzos de los ´70. Y llega hasta la derrota sangrienta bajo la dictadura de 1976. Para su elaboración se han resumido artículos publicados en números anteriores y en nuestra página web.

Los años ´60 y ´70: Resistencia, revolución y contrarrevolución

 

Este artículo recorre el anterior proceso de ascenso revolucionario en la Argentina, iniciado con la resistencia al golpe militar de 1955. Se destacan las grandes luchas obreras de fines de los ´60 (Cordobazo, Rosariazo, etc.) y la experiencia de la juventud peronista de comienzos de los ´70. Y llega hasta la derrota sangrienta bajo la dictadura de 1976. Para su elaboración se han resumido artículos publicados en números anteriores y en nuestra página web.

 
La Resistencia Peronista
 
El gobierno militar de 1955 intervino las organizaciones obreras, proscribió el peronismo, y desató una feroz represión. Persiguió a los dirigentes políticos y sindicales peronistas, lo que sumado al apoyo vergonzoso de los partidos socialista y comunista al nuevo régimen, dotó de una fuerza renovada al peronismo. Una camada de dirigentes jóvenes y luchadores de base de las fábricas ocuparon, de hecho, la dirección del movimiento. Así surgió la Resistencia obrera a la dictadura, conocida como “Resistencia Peronista”.
Los Comandos de la Resistencia y una red semiclandestina de comisiones internas organizan la defensa de gremios y convenios laborales. Huelgas brutalmente reprimidas, sabotajes a la producción y pintadas de “Perón Vuelve”, forman parte de esa heroica resistencia.
El gobierno militar veía impotente cómo el movimiento obrero escapaba a su control. Luego del surgimiento de la Comisión Intersindical, se realiza un Congreso “normalizador” de la CGT (agosto de 1957) los gremios antiperonistas, en minoría, se retiraron. Los 62 gremios restantes reclamaron la dirección del movimiento obrero y empezaron a actuar como tal. Así surgieron “las 62 organizaciones de pie junto a Perón”.
Poco después, en La Falda (Córdoba), se organiza un Plenario Nacional de Delegaciones Regionales de la CGT, que aprueba un histórico programa. Este proponía: la nacionalización de los sectores básicos y “la destrucción de los sectores oligárquicos antinacionales y sus aliados extranjeros”, la planificación de la economía, el control obrero de la producción y distribución, reforma agraria, el papel hegemónico del movimiento obrero, y la integración de “las naciones hermanas latinoamericanas”.
 
El gobierno de Frondizi
 
En 1958 Frondizi, de la UCR Intransigente, llegó a la presidencia en elecciones tuteladas por los militares, gracias a los votos peronistas. Se había comprometido con Perón a legalizar su movimiento. Pero bajo la presión militar, no cumplió. El “desarrollismo” de Frondizi combinó políticas efectivas para restaurar la tasa de ganancia de los capitalistas y reprimir la lucha obrera. La entrada del capital extranjero inaugura un proceso de creciente injerencia imperialista en la economía argentina.
La situación social de las masas empeoraba. Millones eran empujados desde las zonas rurales a las ciudades. De los 7 millones de habitantes del área metropolitana de Buenos Aires, 3 millones vivían en “villas miseria”, sin servicios públicos y bajo chapas y cartones. La economía caía en picada. Se redujo la producción y exportación de trigo. El consumo de alimentos básicos cayó un tercio; muchos hospitales y escuelas fueron cerrados. El sector público sufrió recortes. Se aprobó un ajuste drástico al sistema ferroviario (Plan Larkin) y 100.000 ferroviarios, despedidos.
Ante el avance de la clase dominante, la clase trabajadora responde con lucha, como la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en Mataderos, contra su privatización. El gobierno movilizó las Fuerzas Armadas y 5.000 obreros fueron despedidos. Una derrota que cerró un ciclo de la lucha de clases, y que fue la base para la consolidación de la línea burocrática que dirigía “las 62“.
El triunfo del peronismo en las elecciones de marzo del 1962 agudizó las contradicciones. Frondizi se entrega a los militares que anulan las elecciones y desplazan al presidente.
Poco después las 62 Organizaciones aprueban el Programa de Huerta Grande, que continuaba la línea del Programa de La Falda, y proponía la nacionalización de los sectores básicos de la economía, la expropiación de latifundios, y la "planificación del esfuerzo argentino en función del interés nacional".
 
El golpe de Onganía
 
En 1963 es elegido presidente Arturo Illia, de la UCR del Pueblo, con el 25% de los votos frente al 18% en blanco como repudio a la proscripción del peronismo. La CGT aprueba un plan de lucha por “el cambio total de las estructuras económicas del país”. Se pronuncia por la democratización del régimen, el levantamiento del estado de sitio, la autodeterminación de los pueblos, y el desarrollo industrial sustentado en el capital nacional.
A diferencia del periodo anterior, el movimiento contaba con una dirección centralizada. Hubo una ocupación de fábricas masiva y contundente, donde participaron cerca de 4 millones de trabajadores que tomaron 11.000 establecimientos. El movimiento fue acompañado por los estudiantes con tomas de facultades.
El deterioro de la situación económica del país se expresaba en las crecientes luchas del proletariado azucarero de Tucumán. El 28 junio de 1966 un golpe militar encabezado por el General Onganía se alzaba para poner fin a la “inestabilidad política”. Estaba apoyado por Perón, en la esperanza vana de alcanzar un acuerdo que le permitiera regresar al país.
Para la clase obrera fue una experiencia de lucha heroica que dejó su marca en la conciencia de los trabajadores, en sus consignas y métodos de lucha, que se harían notar en las insurrecciones de masas de los años siguientes.
 
El Cordobazo
 
Una nueva generación de trabajadores y jóvenes había crecido durante la Resistencia Peronista, harta de represión. Acompaña este proceso el surgimiento del sindicalismo clasista, cuya figura más destacada fue Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba. Se da entonces un proceso de democratización sindical impulsado desde las bases que tiene su máxima expresión con la formación de la CGT de los Argentinos, en marzo de 1968 producto de la escisión de la CGT oficial.
Ahora el conflicto social pasa, fundamentalmente, al interior del país, donde se había dado un proceso de industrialización con centros en Córdoba (principalmente automotriz) y el Cordón Industrial del Paraná (petroquímica, y otras en Gran Rosario y Villa Constitución).
Los ataques de la dictadura de Onganía contra la clase obrera (como la eliminación del sábado inglés) son respondidos por una oleada de huelgas y levantamientos populares en distintas ciudades del país: Tucumán, Corrientes y fundamentalmente Rosario y Córdoba, con protagonismo de la juventud trabajadora. El movimiento estudiantil también participa activamente en reclamo de libertades y derechos democráticos. La represión policial y militar es feroz, lo que enfurece a las masas.
Se destacan las rebeliones conocidas como Rosariazo (el 21 de mayo de 1969) y Cordobazo (el 29 de mayo) caracterizadas por huelgas regionales, multitudinarias movilizaciones, ataques a edificios públicos, barricadas y control de las ciudades por parte de obreros y estudiantes que enfrentaron durante varios días a las fuerzas armadas en las calles. En los meses y años siguientes se dieron otros levantamientos y grandes luchas: el Segundo Rosariazo en septiembre de 1969, El Chocón, Mendoza, General Roca, el Viborazo o Segundo Cordobazo del 15 de marzo de 1971, y numerosas puebladas con un saldo de centenares de muertos y miles de heridos y detenidos.
 
La dictadura militar en crisis
 
Bajo la presión de los obreros y el descontento general de las masas, con el aroma a revolución en el aire, los generales se dividieron. Onganía es destituido, y luego de un interinato, asume el poder Lanusse en 1971.
Perón se postula como el “gran líder” que necesita el país y plantea el Gran Acuerdo Nacional (GAN) con un programa que proponía “cambios en la política económica y social incluyendo la designación de un gabinete económico compuesto de representantes tanto de empleadores como de  empleados…” y un salario mínimo ligado al costo de vida. Tras atacar al imperialismo y denunciar a la OEA como “una cabeza de playa para la penetración imperialista.”, dijo que “el Perú (de Velasco Alvarado) es el modelo más cercano a seguir por Argentina, ya que Cuba y Chile (bajo Allende) están demasiado a la izquierda y Brasil (bajo los militares) demasiado a la derecha.”
En septiembre de 1972 la CGT anunció un plan económico y social, proponiendo la nacionalización de la banca, de las compañías de seguros y del comercio exterior, reforma agraria, limitación de inversiones extranjeras y participación de los trabajadores en los beneficios. Este programa radical fue seguido de una huelga general de 24 hs. en octubre.
La situación era insostenible para el gobierno militar. En vísperas de las elecciones, el costo de vida fue creciendo a pasos agigantados. Sólo el retorno de Perón, quien ostentaba una autoridad colosal sobre las masas trabajadoras, podía estabilizar la situación. Finalmente, Lanusse anuncia el fin de la proscripción del peronismo y la convocatoria de elecciones para marzo de 1973.
 
Las guerrillas
 
En el marco del odio general hacia el régimen militar, sin la influencia de una fuerte organización ni tradición marxistas, y siguiendo el ejemplo de Cuba y Vietnam, se formaron varios grupos guerrilleros, el más importante Montoneros, con fuerte influencia en la Juventud Peronista. Estos grupos, pese a la heroicidad de sus integrantes, contribuyeron a la confusión general con sus actividades. Sin ninguna perspectiva real, incluso organizaciones como el PRT-ERP que inicialmente se presentaron como “trotskistas”, realizaron actividades que no tenían nada en común con la idea marxista de que “la emancipación de la clase obrera es tarea de los propios trabajadores.”
Mostraron gran audacia llevando a cabo algunas acciones espectaculares como secuestros, atentados a las fuerzas represivas y reparto de mercaderías a los pobres, pero sin hacer que la revolución diera un solo paso adelante. Actuaban “en nombre de los trabajadores”, demandando la reincorporación de obreros despedidos y aumentos de salarios.
Esa no es la forma de mostrarles a los obreros su propio poder, ni los ayuda a organizarse ni a canalizar su poderosa fuerza potencial. Entonces, lejos de desarrollar la conciencia socialista de los trabajadores, si su actividad tuvo algún efecto, fue deteriorarla. Además, las guerrillas sacaban a militantes avanzados de las fábricas y los barrios y los aislaban de su clase.
 
“Cámpora al gobierno, Perón al poder”
 
El peronismo, formalmente proscrito, participó en las elecciones a través del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI) con la candidatura de Héctor Cámpora, identificado con el peronismo de izquierda, que consiguió el 49,5% de los votos. Las masas no esperaron la asunción del gobierno y rodearon las cárceles hasta forzar la liberación de los presos políticos, ante la impotencia de los militares.
Cámpora anunció total libertad para todas las tendencias políticas. Pero el FREJULI era tan incapaz, como los militares, de enfrentar los problemas de la Argentina. Rechazaba lo que llamaba “dogmático socialismo internacional” y defendía un “socialismo popular, nacional y cristiano” sin ninguna propuesta concreta ante aspectos tan importantes como las nacionalizaciones.
Este programa ambiguo, con ataques verbales a las empresas, amenazas de control estatal del comercio exterior y algunas nacionalizaciones de bancos extranjeros, asustaban fuertemente a capitalistas, terratenientes, y a sus instrumentos, los jefes militares. Pero no favorecía el avance de la revolución, ni siquiera un paso adelante, al no plantearse la nacionalización, bajo el control obrero, de los grandes monopolios, bancos y latifundios. Ese tipo de programas no resuelven los problemas de inflación, ni de crecimiento económico ni la lucha contra el imperialismo; y de llevarse a cabo, interfieren el desarrollo normal del mercado; introduciendo el caos.
Un tercer camino entre el socialismo y el capitalismo nunca existió ni existirá. O asume un gobierno que refleje los intereses de los obreros en cuyo caso se debe expropiar a los capitalistas, o uno que refleja los intereses de los capitalistas y ataca a los derechos de los trabajadores. En un periodo de crisis económica e inflación como el que afectaba a la Argentina, no había lugar para cambios fundamentales dentro del capitalismo.
Dos meses después de asumir, Cámpora convoca nuevas elecciones para formalizar la entrega del poder a Perón que en octubre de 1973 arrasa en las elecciones con el 62,5% de los votos. Mientras tanto, la inflación sin control continuaba deteriorando los niveles de vida.
 
El peronismo se divide en líneas de clase
 
El destino de la revolución estaría decidido por la dirección que tomara la juventud revolucionaria en el movimiento peronista, que incluía a la gran masa de la juventud obrera de las fábricas. Fue la izquierda peronista el componente principal de las Coordinadoras Fabriles del Gran Buenos Aires, que se desarrollaron entre 1974 y 1975, como embriones de organismos de poder obrero en las grandes fábricas.
Es cierto que el clasismo –que emergió al margen del peronismo– tuvo un desarrollo significativo, particularmente en Córdoba (con las experiencias de SITRAC-SITRAM en FIAT, de Luz y Fuerza con Tosco, o en el SMATA dirigido por René Salamanca) y con los metalúrgicos de Villa Constitución, pero en general permaneció aislado del movimiento peronista por sectarismos y suspicacias, fogoneados por grupos de izquierda.
La lucha de clases empujaba hacia un desenlace definitivo, y era una cuestión de tiempo asistir a una escisión del peronismo en líneas de clase. La izquierda y la derecha peronista tenían sus propias organizaciones armadas y se disputaban la dirección del movimiento.
Cuando el 20 de junio de 1973, procedente de Madrid y después de 18 años de exilio, 3 millones de personas fueron a darle la bienvenida a Perón al aeropuerto de Ezeiza, la derecha peronista organizó una masacre contra el ala izquierda, dejando decenas de muertos.
El método de Perón fue siempre maniobrar y balancearse entre las fuerzas de clase opuestas dentro del movimiento peronista: entre el ala izquierda que se apoyaba en las tendencias revolucionarias de la clase obrera argentina, y el ala derecha, sustentada en la burocracia sindical mafiosa que guardaba vínculos con la burguesía y el aparato del Estado.
Cuando en septiembre de 1973 es asesinado el jefe de la CGT, José Ignacio Rucci, Perón decide apoyarse fuertemente en la derecha peronista, que había formado la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) e iniciado acciones terroristas contra la izquierda peronista y demás activistas.
El 1º de mayo de 1974 se produce un punto de inflexión dentro del movimiento. Una muchedumbre de 120.000 personas colmaba la histórica Plaza de Mayo. Cuando Perón se dirige a los presentes, es interrumpido por miles de voces que gritan: “¡Qué pasa General, que está lleno de ‘gorilas’ el gobierno popular!”. Perón, enfurecido, ataca a la juventud peronista y califica a sus integrantes de “estúpidos” e “imberbes”. Instantes más tarde las columnas de la juventud peronista y de Montoneros abandonan la plaza –que queda semivacía– en señal de protesta; sin esperar que el líder del movimiento termine su discurso.
Dos meses más tarde, fallecía Perón, lo que aceleró la lucha interna dentro del movimiento peronista. Unas semanas después, el grueso de la izquierda peronista, comandado por la Juventud Peronista y Montoneros, abandona el Partido Justicialista y forma el Partido Peronista Auténtico (PPA), consumándose la escisión del movimiento.
La inevitabilidad de la escisión del peronismo en líneas de clase era la razón por la cual los marxistas argentinos debían haber formado parte del movimiento de masas de la juventud obrera en el movimiento peronista. Los sindicatos y la juventud peronistas eran la revolución en embrión. El camino hacia las masas obreras se daba a través de la juventud peronista.
Esta “juventud maravillosa” podía haber sido ganada para el marxismo si hubiera existido una tendencia marxista significativa en su interior, que le hubiera podido mostrar el camino, tras la escisión del movimiento. Lamentablemente, ninguna fuerza significativa en la izquierda se planteó este objetivo.
 
Hacia el golpe militar
 
La muerte de Perón implicó un giro mucho más a la derecha del gobierno. Su vice, Isabelita, asumió la presidencia bajo la égida del Brujo López Rega, organizador de la Triple A. El PPA pasa a la clandestinidad, conforme arreciaba la represión sangrienta contra sus miembros.
Las provocaciones asesinas de la Triple A estimularon las acciones armadas de los grupos guerrilleros. Esto sólo ayudó a incrementar la confusión y la represión contra los obreros de vanguardia. La clase media enloquecía y arrastraba a los sectores más atrasados de la clase obrera, ante quienes se elevaba el papel moral del ejército para que instaurara el “orden”. Era lo que buscaban la clase dominante y el imperialismo norteamericano.
El movimiento obrero da la última muestra de su fuerza organizada, cuando derrota al "Rodrigazo" (plan de ajuste económico del ministro Celestino Rodrigo) a principios de julio con la primera huelga general convocada contra un gobierno peronista. Lo que fueron incapaces de hacer cientos de acciones guerrilleras, provocar una crisis de régimen y expulsar del gobierno y del país al fascista sanguinario López Rega, lo consiguió la clase obrera con su acción de masas.
El gobierno y el poder de la clase dominante quedaron suspendidos de un hilo. Pero la burocracia sindical de la CGT no tenía en mente asumir el poder sino presionar al gobierno, y no dio continuidad al movimiento, lo que inició el proceso de reflujo del movimiento revolucionario, sin perspectiva alguna y jaqueado por las acciones terroristas de la triple A y de las fuerzas represivas del Estado, respondidas con acciones desesperadas de Montoneros y el ERP. Todo esto, unido a la crisis económica y la hiperinflación, acrecentaron el desánimo, la desmoralización y el cansancio de las masas.
El golpe militar que se preparaba era un asunto de supervivencia para el régimen, y la disyuntiva, implacable: o los trabajadores tomaban el poder e iniciaban un cambio que desembocara en el socialismo, o el orden burgués aplastaba el proceso en curso, y al movimiento revolucionario, asestándole una lección inolvidable para el resto de la sociedad y las nuevas generaciones. Después de un intento en 1975, el golpe se concretaría el 24 de marzo de 1976.___