La revolución se acerca ¿Qué dirección necesitamos? ¿Cuál es el papel de la izquierda?

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La pandemia de coronavirus lleva más de 50,5 millones de casos y más de 1,2 millones de muertos en todo el mundo profundizando y acelerando el proceso de crisis orgánica desatado en 2008. Las consecuencias económicas y sociales de esto son devastadoras para la clase trabajadora.

En América Latina la economía sufrirá en 2020 su mayor retroceso en más de un siglo. El FMI habla de una caída del 8,1%, la CEPAL de un 9,1% y el Banco Mundial de 7,9% (excluyendo a Venezuela). La mayor caída de los ingresos por habitante se producirá en América del Sur, según el organismo de Naciones Unidas para el desarrollo de América Latina y el Caribe.

Unos 231 millones de personas se encuentran en la pobreza y 96 millones en extrema pobreza. En nuestro país 3,7 millones de puestos de trabajo se perdieron durante el segundo trimestre del año, como consecuencia de la crisis capitalista, según cifras informadas por el Indec en octubre. Datos del Observatorio Despidos durante la Pandemia actualizados al 6 de septiembre dan cuenta de 753.209 trabajadores despedidos, 1.807.252 suspendidos y 2.950.926 con ataques al salario.  La ONU señalo que el 53% de los niños, niñas y adolescentes es pobre en Argentina.

Aunque en las últimas semanas se pueden observar algunos cambios en el ciclo de la economía la tendencia económica de Argentina, la región y el mundo es a la caída y el estancamiento. La recuperación de la que hablan economistas, tanto monetaristas como keynesianos, no es más que una ilusión. Mas allá que los ciclos de auge y recesión siguen presentes porque son inherentes al funcionamiento del sistema capitalista, la tendencia general de la economía no es el de una prometida recuperación sino más bien nos enfrentamos a años y años de recortes, ajustes y economía de subsistencia.

Estos son los límites del capitalismo argentino en crisis. No es el problema de la economía “bimonetaria” como señalan los keynesianos, es el problema de una economía débil, atrasada, sometida por el imperialismo y la burguesía nativa a la división internacional del trabajo. En última instancia es el problema de la propiedad privada de los medios de producción en la fase superior del capitalismo: el imperialismo.

La descripción de este escenario económico tiene importancia para entender la atmósfera que tenemos por delante como revolucionarias y revolucionarios. Si bien esto se expresa de diferentes maneras, en diferentes países se observa una tendencia general a la agudización de la lucha de clases. Es justamente este fenómeno lo que caracteriza la era de revolución a la que hemos entrado. Cuando hablamos de que entramos en una época de revolución debemos entender este concepto como el desarrollo de un proceso, algo que es distinto a una revolución triunfante. Una cosa es el embarazo y otra el parto. La característica fundamental de la revolución es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos, algo que ya venía sucediendo antes de la pandemia. Como vimos en los estallidos de masas en Francia, Cataluña, Irán, Sudán, Argelia, Túnez, Hong Kong, Ecuador, Chile, Colombia, Haití, Irak y Líbano.

No entraremos en detalle sobre la situación mundial ya que esta abordada en nuestra editorial pero queremos brevemente señalar que, si bien la irrupción del nuevo coronavirus representó un impasse en los movimientos de masas, por la necesidad de la propia preservación de la vida, este impasse no duró demasiado y vemos actualmente como nuevamente este ciclo de agudización de la lucha de clases ha comenzado a resurgir con fuerza, aún con la pandemia en curso. En EEUU se produjeron las movilizaciones más grandes en medio siglo y la tensión en medio de la derrota electoral de Trump continua en aumento. En Centroamérica, persisten las protestas contra Moïse que gobierna Haití con el parlamento cerrado y por decreto, en Costa Rica desde el pasado 30 de septiembre, el país está envuelto en protestas y bloqueos calles en los que cada día participan entre cientos y miles de personas.

En Bolivia, la clase trabajadora del campo y la ciudad llevó al MAS al poder considerándolo como herramienta en la lucha contra la burguesía y su poder. En Chile las masas empujaron el triunfo contundente del apruebo que represento un golpe a Piñera y a todo el régimen. En Brasil las elecciones municipales de este mes están marcadas por el sentimiento general de bronca con los políticos tradicionales y se espera el crecimiento de los votos en blanco y las abstenciones.

En Nigeria una ira insurreccional estalló por la masacre de la juventud en manos de la policía, la repuesta represiva del presidente Muhammadu Buhari ya dejó más de medio centenar de personas fallecidas.  En Tailandia, protestas multitudinarias contra la dictadura sacuden Bangkok desafiando las prohibiciones con miles de jóvenes en las calles. En Israel más de 200.000 personas se manifestaron de todo el país contra el primer ministro Benjamín Netanyahu a pesar de las órdenes estatales que limitan las manifestaciones escudándose tras la pandemia. En el Estado Español los barrios obreros de Madrid están en ebullición contra el gobierno de derecha de Ayuso y su intento de imponer un “confinamiento selectivo” contra los barrios del sur.

En Perú la bancarrota del régimen político corroído por la corrupción y envuelto en una crisis sanitaria, economía, social y política se enfrenta a la movilización de masas que ya ha hecho caer al gobierno de Merino. Decenas de miles en Lima y decenas de miles en ciudades de todo el país hacen tambalear a la reaccionaria burguesía peruana.

Miremos donde miremos, en cualquier continente, lo que observamos es tensión, y exacerbación de las contradicciones de clase lo que se traduce en lucha política.

Como vemos, la crisis se expresa de diversas maneras según la particularidad de cada país o región. Puede ser la lucha contra la violencia policial como en Nigeria o Estados Unidos, puede ser la lucha por derechos democráticos como en Tailandia, puede ser la lucha contra los ajustes del FMI como en Costa Rica, puede ser la lucha por las condiciones de vida como en Chile o la lucha por la tierra como en Argentina y la reciente oleada de tomas de tierras por parte de los sectores más castigados por la debacle económica.  Como en cada período de grandes luchas de clase y revoluciones también se despierta la lucha contra la opresión y el retroceso en las condiciones de vida cualquiera sea la forma que esta manifieste.

La izquierda y la necesidad de construir el partido revolucionario

El capitalismo a nivel mundial solo puede ofrecer ajuste y retrocesos en las condiciones de vida durante décadas. La magnitud de la actual crisis empuja a la clase dominante a avanzar sobre derechos de la clase trabajadora en un intento de “resolver” la crisis de sobreproducción y esto es lo que viene configurando este escenario de revolución que se viene desarrollando a distintos ritmos.

Es decir, nos encontramos en la fase preparatoria para un ascenso revolucionario que inevitablemente se va a expresar en nuestro país como se viene expresando en todos los continentes. Por lo tanto, las perspectivas que se abren para la construcción de una corriente marxista inserta en el movimiento obrero que pueda hacer avanzar a la clase trabajadora hacia la toma del poder comienza a ser más favorable. Sin este factor, el partido, presente en la ecuación la época oscilará entre revolución y contrarrevolución. Ya que como ha demostrado la historia una revolución no puede convertirse en victoriosa sin un partido que dirija a las masas hacia la liquidación de las relaciones de producción capitalistas, transformando la revolución política en una revolución social.

En nuestro país el abanico de tendencias de izquierda es bastante amplio y recorre distintas ideologías, desde el maoísmo, el guevarismo, la concepción estalinista en diferentes variantes, la izquierda latinoamericanista, el reformismo y por supuesto el trotskismo que conforma el sector con mayor inserción y músculo político. Ante los acontecimientos que se abren todos serán puestos a prueba.

La izquierda en el Frente de Todos

Con una concepción etapista, y escudándose en un supuesto posibilismo, una gran parte de estos grupos como por ejemplo el Partido Comunista Argentino, Patria Grande, el Partido Comunista Congreso Extraordinario o el Partido Piquetero, para nombrar algunos, son parte orgánica del Frente de Todos.  Los dirigentes de estos grupos se ubican así como furgón de cola de lo que interpretan es un “sector progresista de la burguesía” o de su representación política en caso de que esta burguesía sea “fallida”.

Es importante señalar que este tipo de posiciones no son una originalidad de estos dirigentes, sino que es parte de un debate histórico en el seno del movimiento de izquierda. Las posiciones defendidas por este sector son un refrito de la teoría menchevique de las «etapas» que situaba la revolución socialista en un futuro lejano. Mientras ésta llegaba, la clase obrera tenía que comportarse como un apéndice de la burguesía, o sea que la clase trabajadora debía contribuir o ayudar a la victoria de la burguesía para permitir el desarrollo del capitalismo antes de intentar avanzar hacia socialismo.

Esta posición a su vez puede variar o enfocarse en diferentes aspectos de la lucha de clases. Pero básicamente sigue siendo la misma concepción etapista de la revolución, por la cual primero habría de resolverse la “contradicción principal” – imperialismo-nación u oligarquía-burguesía – lo que se lograría con la “unidad de las fuerzas patrióticas o populares”, y luego en una futura etapa avanzar en la construcción socialista. Esta es la misma teoría reformista que también va aparecer bajo el ropaje de los llamados “Frentes Populares” que llevaron a la derrota a la clase obrera en Chile (1973), pero también en China (1927) o España (1936-39) para mencionar solo algunos ejemplos históricos conocidos. En nombre de la colaboración de clases estos dirigentes han perdido cualquier rastro de independencia de clase y esto explica la necesidad constante de buscar pactos y alianzas con partidos burgueses «progresistas».

Si bien es claro que pueden existir contradicciones y rivalidades de intereses entre el imperialismo y la burguesía nacional, en algún país capitalista atrasado o entre diferentes facciones de la clase dominante, la experiencia histórica enseña, como vimos con el triunfo de la revolución socialista de 1917 en Rusia, que sólo la clase obrera en el poder a través de la revolución socialista, con el apoyo de los sectores populares y oprimidos de la sociedad pueden resolver las postraciones históricas que asfixian a la sociedad por medio del control y la planificación democrática de la economía y el desarrollo de las fuerzas productivas. Y que por el contrario las teorías de colaboración de clases, como la teoría reformista de las dos etapas solo han traído derrotas y sufrimientos a la clase obrera.

Por sus propias limitaciones ideológicas estos dirigentes expresan un freno para cualquier proceso revolucionario y juegan un papel negativo al soldar a una base militante, abnegada y valiosa, a los sectores políticos que juegan a obturar, independientemente de sus intenciones, cualquier salida por fuera del capitalismo. Sin lugar a duda será la propia lucha de clases la que vaya impactando en las bases de estos dirigentes empujando a sus sectores más avanzados a romper con la conciliación de clases en un momento determinado y hundiendo tras de sí a quienes no realicen un balance correcto de lo que implican estas políticas.

Frente de Izquierda y los Trabajadores

Los partidos que integran el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U) como mencionábamos antes, representan al sector más importante de la izquierda en el país, tanto por su presencia entre los trabajadores, la clase obrera y los estudiantes, como por su base militante presente en las luchas populares como por ejemplo en la toma de Guernica. Detrás de él se encolumnan varias organizaciones más pequeñas que plantean desde el apoyo total al apoyo crítico pero que no son parte orgánica del FIT-U ya que este frente electoral se encuentra restringido a sus cuatro partidos miembros.

Intentando estar siempre en las luchas de los trabajadores precarizados, en las fábricas, en las universidades o en los lugares de trabajo la militancia del FIT-U se ha ganado un lugar importante en el escenario político del país, visibilizando conflictos y luchas que de otra manera quedarían silenciadas por los medios patronales a un lado u otro de la “grieta”. Es esta fuerza militante de compañeras y compañeros que se organizan bajo las banderas del marxismo revolucionario la mayor fortaleza de la izquierda en Argentina y representa un punto de apoyo fundamental ante la necesidad de construir un partido revolucionario de masas en el país.  Pero entendemos que es necesario abrir un debate fraterno sobre la orientación política que viene atravesando el FIT-U ya que consideramos que esta es una cuestión política vital para el futuro de la revolución.

Si bien existen distintas posiciones de los dirigentes de cada espacio, como ya hemos analizado antes, en el FIT-U se encuentra cristalizada una tendencia que ha diluido el programa revolucionario empujando la orientación política del frente hacia el parlamentarismo y el electoralismo que lo aleja de vertebrar cotidianamente a la clase obrera en la lucha contra el Estado burgués por la toma del poder.

Incluso en el seno del propio FIT-U no existe acuerdo en relación a que es el frente. El Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) señala que el Frente de Izquierda “no es un partido revolucionario, sino un medio para favorecer esta tarea estratégica”, para el Partido Obrero Tendencia el FIT-U debería presentar “un planteo de poder”. El Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) plantea que el FIT-U debería ser “un tercer polo político en el país” que presente un “programa de fondo” constituyéndose en un “gran partido de tendencias”. Izquierda Socialista ve al FIT-U como un eje aglutinador “para unir a los revolucionarios”. Para el Partido Obrero el FIT-U debería desenvolver “un programa para que la crisis la paguen los capitalistas, colocándose como un polo político desde el punto de vista obrero y socialista para abrir paso a una salida de los trabajadores”.

Es claro que dentro de los 4 partidos más la tendencia que integran el Frente de Izquierda es Política Obrera quien tiene un planteo, correcto metodológicamente, en relación a la necesidad de establecer una formulación de poder para sacar al FIT-U de su orientación electoralista y ponerlo en sintonía con las necesidades de las masas y su vanguardia.

Como señalamos anteriormente sabemos que camaradas del FIT están presentes poniendo el cuerpo a las luchas de los trabajadores, pero esto no es suficiente, se necesita una táctica para la victoria.

Desde la Corriente Socialista Militantes pensamos que lo que necesitamos es construir una dirección revolucionaria que consiga hacer avanzar a la clase trabajadora hacia la toma del poder derrocando políticamente a la burguesía, liquidando su Estado y avanzando en la construcción de un Estado Obrero. Las reivindicaciones concretas, vinculadas a la conciencia actual de la clase trabajadora, deben ir entrelazadas con reivindicaciones que reflejen la situación objetiva, es decir la conquista revolucionaria del poder para imponer un gobierno socialista de las trabajadoras y trabajadores.

Necesitamos una izquierda vinculada sin ambigüedades a la idea del poder obrero y la revolución. En esta tarea es un eje central el debate sobre la táctica del Frente Único para ganar a la base y a la gran mayoría de los trabajadores que se identifican con los movimientos nacionales y populares porque es una obviedad que sin las masas no vamos a ningún lado.

¡Construyamos el Partido Revolucionario!

Sin la organización y la dirección necesarias, el enorme poder de la clase trabajadora solo es un poder potencial. Una de las enseñanzas principales del octubre rojo latinoamericano, de la rebelión en EEUU y de los procesos que se vienen desarrollando en los últimos años es que los movimientos y alzamientos espontáneos encuentran tarde o temprano sus límites. El movimiento espontáneo de masas es una de las condiciones previas para la revolución socialista, pero sin un partido revolucionario con autoridad de masas que pueda mostrar el camino a seguir para derrocar al capitalismo esta no puede triunfar.

Como señalamos en nuestro documento de perspectivas y su actualización en septiembre el mundo está en el colapso económico más abrupto de la historia y su reflejo en la lucha de clases lo hemos enumerado de manera breve en este artículo.

Esta es la etapa que tenemos por delante, la de las insurrecciones, las rebeliones y las irrupciones de masas. Lo que abre una gran oportunidad para la izquierda revolucionaria, la crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo, lo que acelera la experiencia de sectores importantes de trabajadores y estudiantes con la conciliación de clases que ofrecen los reformistas. La búsqueda de salidas radicales será parte de un proceso de miles primero, de cientos de miles luego y de millones después. Pero este no es un proceso lineal, mecánico ni automático. Sino que también va a estar determinado por los pasos concretos que demos desde la izquierda para resolver la crisis de dirección revolucionaria.

Sectores de la base obrera y popular que hoy utilizan al Frente de Todos como un arma para frenar el ajuste de los capitalistas se verán interpelados por la propia experiencia y serán empujados a romper con la apuesta policlasista y dirimir la confrontación con la burguesía nacional y el imperialismo en líneas de clase hacia el socialismo.

Ayudar a superar la tutela política del peronismo sobre la clase trabajadora implica discutir la necesidad de contar con un partido de trabajadores, implica tener un política de frente único y ubicarse en la calles, en las fábricas, los sindicatos, las universidades, las escuelas y los barrios junto a la clase obrera y la juventud acompañando su experiencia ante los embates de los capitalistas, presentando un programa transicional ante la crisis, que ofrezca una solución a los problemas de vivienda, salud, empleo, salarios, jubilación y educación, ligándola a la toma del poder y la construcción de un gobierno propio. Potenciando los organismos de autoorganización que vayan surgiendo al calor de la lucha e impulsando los métodos de lucha tradicionales de la clase obrera, como la asamblea de base y la huelga.

La política de frente único acelera la toma de conciencia revolucionaria de la clase ante sus dirigentes reformistas. Y este es un eje central en la construcción del partido revolucionario.

Necesitamos una izquierda que llame a desconfiar de las instituciones de la burguesía, su Estado y su democracia de ricos que no es otra cosa que la dictadura del capital sobre el trabajo. La participación en el parlamento debe ser abordada desde esta perspectiva, lo contrario implica reforzar el régimen político de los capitalistas ante los ojos de quienes miran a la izquierda.

Necesitamos orientarnos hacia una perspectiva internacionalista que plantee que la única salida para evitar las décadas de ajuste que intentan imponernos es la revolución.

La diversidad política y la lucha de tendencias de distintas corrientes de izquierda en el país, algunas con tradiciones de décadas y otras más jóvenes representan distintos intereses dentro de la sociedad tanto como de la clase trabajadora, como sectores empobrecidos de la pequeña burguesía u otros sectores explotados, muchas de ellas están incluso inficionadas por la burguesía. Esto puede estar más o menos justificado mientras la clase obrera no haya parido un movimiento independiente de clase, pero en última instancia será la propia lucha de clases la que un momento determinado arroje a las y los dirigentes reaccionarios al pasado al que pertenecen.

La tarea de los revolucionarios entonces es ubicarse en la fase preparatoria de la revolución. Miramos el futuro con optimismo revolucionario, porque choques decisivos se acercan y en los próximos años se dirimirá el futuro de la humanidad. No compartimos las caracterizaciones pesimistas que hablan de “fascismo”, “reacción”, “giro a la derecha” o “derrota” simplemente porque esto no se condice con la realidad. Lo que viene es el futuro que ya llegó. La pregunta hace ya tiempo dejo de ser si habrá rebeliones, insurrecciones, revoluciones y estallidos de masas. Estamos en el principio de una fase de ascenso revolucionario y el triunfo de la revolución va a estar determinado no por los pesimistas que durante décadas se dedicaron a construir al margen de la clase obrera o quienes durante décadas se dedicaron a construir bajo el ala de la burguesía. El triunfo va a estar determinado por la acción colectiva de los hombres y mujeres que sean capaces de poner en pie el partido revolucionario de la clase construido bajo la sólida roca de la teoría marxista.

No es la unidad de la izquierda en abstracto que proponen muchos sectores lo que necesitamos. Es la unidad en torno a un programa que plantee que sólo arrancando a la burguesía las palancas fundamentales de la economía para ponerlas bajo control de las trabajadoras y trabajadores en el marco de una democracia directa es posible movilizar el colosal potencial de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica para frenar el ajuste y terminar con la barbarie a la que nos arrastra el capitalismo en su caída hacia el abismo.

Esta son las ideas que impulsamos las compañeras y compañeros de la Corriente Marxista Internacional. Nos encontramos desarrollando un trabajo político en 50 países de los 5 continentes en la perspectiva de materializar el programa de la revolución socialista mundial. Mientras que la burguesía, la pequeña burguesía y los reformistas miran este mundo en llamas con pesimismo y confusión, las y los marxistas vemos una nueva sociedad luchando por nacer. Organizate con nosotras y nosotros ¡Construyamos el partido revolucionario en Argentina y el mundo entero!