Un mundo al borde del precipicio: la revolución se acerca

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Este documento fue aprobado por la dirección de la Corriente Marxista Internacional tras un debate celebrado los días 12 y 13 de septiembre de 2020. Actualiza nuestras perspectivas sobre la explosiva situación mundial.


Estamos atravesando por un punto de inflexión decisivo en la historia. En tales momentos es natural buscar puntos de referencia o paralelos históricos. Pero nada parece encajar realmente con lo que estamos experimentando.

El Banco de Inglaterra ha dicho que esta será la crisis más profunda en 300 años, pero incluso esto es insuficiente. En realidad, la situación que vivimos es única.

Para encontrar algo remotamente similar, tendríamos que remontarnos a la Peste Negra del siglo XIV, que aniquiló entre un tercio y la mitad de la población de Europa.

La gente pensaba que era el fin del mundo. En realidad, no era el fin del mundo lo que se acercaba, sino la desaparición de un sistema socioeconómico particular llamado feudalismo. Marcó el surgimiento de una nueva clase revolucionaria, la naciente burguesía y el comienzo de la revolución burguesa en Holanda e Inglaterra. La pandemia actual, es cierto, aún no ha alcanzado niveles tan dramáticos. Pero al final, resultará aún más devastadora.

La enfermedad continúa su implacable avance, causando estragos en aquellos países pobres que no tienen medios para combatirla. La pandemia está fuera de control, especialmente en África, Asia y América Latina, pero también en los Estados Unidos. Todavía no ha resultado en un número tan grande de muertes como la Peste Negra. Pero la cifra mundial de muertos llegará a más de un millón a finales de septiembre. En el momento de redactar este borrador, el número total de casos confirmados de coronavirus superaba los 24 millones en todo el mundo.

A pesar de los ruidos alentadores de algunos gobiernos, la eficacia de las vacunas aún no se ha demostrado. Como siempre, son los pobres los que más sufren. Al exponer la incapacidad de la economía de mercado para ofrecer soluciones a lo que es un problema de vida o muerte para millones de personas, se cuestiona cada vez más el sistema capitalista.

Es importante señalar que esta pandemia no es la causa de la actual crisis económica. Eso comenzó mucho antes de que se supiera de este coronavirus. Pero la pandemia sin duda ha complicado toda la situación y ha profundizado la crisis. Dialécticamente, la causa se convierte en efecto y el efecto, a su vez, se convierte en causa.

Procesos acelerados

Engels señaló que hay períodos en la historia en los que veinte años transcurren como si pasara un solo día. Pero agregó que hay otros períodos en los que la historia de veinte años se puede concentrar en veinticuatro horas.

Esta observación expresa con precisión la naturaleza de la situación actual, cuya característica principal es la velocidad con la que avanzan los acontecimientos. Los giros bruscos y repentinos están implícitos en toda la situación.

Si alguien hubiera predicho en enero lo que iba a ocurrir en los siguientes seis meses, nadie le hubiera creído. De hecho, habrían pensado que estaba completamente loco.

En primer lugar, la velocidad del colapso económico es asombrosa. El impacto en la economía global por el COVID-19 ha sido mucho más rápido y más severo que la crisis financiera de 2008, e incluso la Gran Depresión.

El colapso económico en los Estados Unidos es tan grave como lo fue durante la Gran Depresión. Pero mientras que la contracción después de 1929 se prolongó durante un período de cuatro años, la implosión económica provocada por el coronavirus se desarrolló en el transcurso de sólo cuatro meses.

Después del desplome de Wall Street de 1929, los mercados de valores colapsaron en un 50% o más, los mercados de crédito se congelaron, lo que provocó quiebras masivas y el desempleo se disparó, mientras que el PIB se contrajo abruptamente. Pero todo esto tardó alrededor de tres años en desarrollarse.

En la crisis actual, se produjo un colapso económico y financiero similar en solo tres semanas. La bolsa estadounidense tardó solo 15 días en caer un 20% desde su punto máximo, la caída más rápida jamás vista. Y en unos pocos meses o semanas, el desempleo en los Estados Unidos alcanzó los 40 millones. El consumo, el gasto de capital y las exportaciones están experimentando una caída libre sin precedentes. Para citar las palabras de Nouriel Roubini:

“Ni siquiera durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial se detuvo literalmente la mayor parte de la actividad económica, como lo ha hecho en China,los Estados Unidos y Europa hoy”.

Una crisis global

Esta es una crisis global del capitalismo en todo el sentido de la palabra.

La política de Trump es ‘Estados Unidos primero’, y la ha aplicado de manera agresiva. Quiere hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande, pero se ha olvidado de agregar: a expensas del resto del mundo. El nacionalismo económico es la suma total de su pensamiento, en la medida en que es capaz de pensar en algo. Él proclama audazmente que una guerra comercial es “buena”. Esto solo intensificará la crisis.

Sus ataques feroces contra China amenazan con destruir el tejido frágil del comercio mundial y la globalización. Eso, sin embargo, es sólo un síntoma de este fenómeno. También ha impuesto aranceles a otros países, incluidos supuestos aliados como la UE, Canadá y Japón. La pandemia del virus ha empeorado las cosas, provocando una nueva ronda de proteccionismo, así como una caída estimada del 13% en el comercio mundial.

Esto significa que nos dirigimos a una profunda depresión. Recordemos que lo que provocó la Gran Depresión entre las dos guerras mundiales no fue el crack de 1929 sino la posterior ola de proteccionismo, devaluaciones competitivas y políticas de “empobrecimiento del vecino”, que intentaban exportar el desempleo a otros países.

Subvenciones colosales

Para evitar un colapso inmediato, los gobiernos invirtieron billones de dólares en la economía. A los pocos días del confinamiento, el Congreso de los EE.UU. acordó un paquete de estímulo que es, con mucho, el más grande en la historia de los EE.UU. durante tiempos de paz. Se han adoptado las mismas políticas en todo el mundo. A fines de junio, los gobiernos del G20 habían anunciado paquetes de estímulo por un total de 10 billones de dólares, o el equivalente al 12% de la economía mundial. Pero desde entonces, la UE ha aprobado otro paquete de 850 mil millones de dólares, y el Congreso de los Estados Unidos va a aprobar al menos otro billón de dólares de estímulo.

Para contrarrestar el impacto épico del cierre, la Reserva Federal movilizó una inmensa cantidad de liquidez. En los siete años posteriores al colapso de 2008, la Reserva Federal compró activos por valor de alrededor de 3,5 billones de dólares en varias compras. En solo tres meses de esta crisis, el banco central compró 3 billones de dólares. La mitad de esto se utilizó para comprar deuda pública para facilitar los paquetes de estímulo, la mitad se gastó en los mercados de bonos corporativos e hipotecas.

Las colosales subvenciones que se están haciendo a las grandes empresas para amortiguar los efectos no tienen precedentes en la historia. Pero incluso estas sumas deslumbrantes, que hacen que el Plan Marshall parezca insignificante en comparación, claramente no serán suficientes para detener la caída de la economía.

El hecho es que la economía capitalista sólo puede existir en la actualidad gracias a enormes inyecciones de fondos por parte de los gobiernos. Todo esto tiene el efecto de acumular una montaña de deudas, y las deudas, tarde o temprano, deben pagarse.

¿Habrá un rebote?

Para consolarse, los economistas predicen una fuerte recuperación. Es una ilusión. La verdad es que para evitar un colapso inmediato, los gobiernos, como hemos visto, han invertido billones de dólares en la economía.

El 9 de abril de 2020, foreignpolicy.com publicó algunos comentarios interesantes sobre la crisis. Dice:

“Esta enorme e inmediata acción de compensación ha evitado hasta ahora un colapso financiero global inmediato, pero ahora nos enfrentamos a un período prolongado en el que la caída del consumo y la inversión impulsan una mayor contracción”.

Nouriel Roubini de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York escribe: “Solo los gobiernos centrales tienen balances generales lo suficientemente grandes y sólidos como para evitar el colapso del sector privado”. Pero luego agrega: “Pero estas intervenciones financiadas con déficit deben monetizarse por completo. Si se financian a través de la deuda pública usual, las tasas de interés aumentarían considerablemente y la recuperación se ahogaría en sus mismos inicios”. Es decir, el banco central debe seguir imprimiendo dinero para financiar el gasto público.

Roubini se burla de las predicciones excesivamente seguras sobre la llamada recuperación en forma de V: “La contracción que ahora está en marcha no parece tener forma de V, U ni L (una fuerte caída seguida de estancamiento). Más bien, parece una I: una línea vertical que representa los mercados financieros y la economía real cayendo en picado”.

Esta es la perspectiva, incluso sin un nuevo brote de la pandemia, que no se puede descartar como probable. En lugar del prometido repunte económico, las masas de todos los países se enfrentarán a décadas de profundas reducciones en los niveles de vida, desempleo y austeridad.
¿Quién pagará?

¿Quién pagará? Esa es la pregunta que nadie quiere hacer, y mucho menos contestar. Martin Wolf, economista principal del Financial Times, escribe:

“La pandemia ha obligado a un gasto fiscal mucho mayor incluso en comparación con la crisis financiera. Esto ahora plantea la cuestión de cómo se va a gestionar esta deuda y quién la va a pagar”. (FT, 5/7/20)

Pero la respuesta es clara. Todo el peso de la crisis recaerá sobre los menos capaces de pagar: los pobres, los ancianos, los enfermos, los desempleados y la clase trabajadora en general. Pero la clase media tampoco saldrá ilesa.

Algunos reformistas de izquierda (por ejemplo, Podemos en España) han llegado tontamente a la conclusión de que las grandes cantidades de los fondos públicos entregadas a las empresas para pagar los salarios de sus trabajadores significa un cambio fundamental en la naturaleza del capitalismo. Lo ven como el fin del “modelo neoliberal” y un muy bienvenido regreso al capitalismo de cara amable (es decir, el keynesianismo).

¡Y estas señoras y señores tienen la audacia de acusar a los marxistas de ser utópicos! Estarán entonando otra canción cuando los gobiernos que gastaron enormes sumas de dinero, que no poseían, procedan a extraerlo del pueblo a través de aumentos de impuestos y recortes profundos del gasto público.

La inmensa carga financiera se sentirá durante años, tal vez décadas, lo que evitará cualquier posibilidad de una recuperación seria. Y tarde o temprano, los déficits masivos producirán una alta inflación, una restricción del crédito, una contracción masiva del endeudamiento y un nuevo colapso. Esa es la perspectiva real para el futuro previsible. Es una receta acabada para la lucha de clases en todos los países.

Esto lo entienden los representantes más conscientes de la clase dominante, como vemos en el Financial Times, que indicó el 9 de marzo:

“El pago de la pandemia planteará las mismas cuestiones. Volver a la austeridad sería una locura: una invitación al malestar social generalizado, si no a la revolución, y una bendición para los populistas. Durante un periodo, un largo periodo, las facturas fiscales deberán pagarse. La democracia liberal, sin embargo, sobrevivirá a este segundo gran choque económico sólo si los ajustes se realizan en el contexto de un nuevo contrato social que reconozca el bienestar de la mayoría por encima de los intereses de los privilegiados”. (Financial Times, 9/3/20)

El Financial Times no explica cómo se logrará este milagro. Pero estas líneas son muy reveladoras. Muestran que los estrategas del capital están llegando a la misma conclusión que los marxistas. La burguesía está atrapada entre la espada y la pared. Entienden que la revolución está implícita en la situación actual. Y no se equivocan.

“Deslizándose por un tobogán hacia el desastre”

En 1938, León Trotsky dijo que la clase dominante a nivel global estaba “deslizándose por un tobogán hacia el desastre con los ojos cerrados”. Estas líneas podrían haberse escrito hoy. La reacción de la burguesía y de sus políticos a sueldo hacia la pandemia del coronavirus es de pánico total.

En el pasado, incluso en momentos de profunda crisis y guerra, la gente sentía que el gobierno, si no exactamente tenía el control de la situación, al menos tenía algún tipo de plan para salir de la crisis.

Hoy no es así. Los estrategas del capital están en un completo desequilibrio. Los editoriales de la prensa burguesa seria reflejan un estado de desconcierto y alarma, cercano a la desesperación.

El mundo está en su colapso económico más abrupto de la historia, y los viejos libros de texto económicos son tirados a la basura de la noche a la mañana. Las empresas no pueden predecir el futuro, la inversión se está derrumbando y la economía ha sufrido una crisis que es mucho peor y que se ha descontrolado mucho más rápidamente que en la década de 1930. Las previsiones económicas del FMI y el Banco Mundial son totalmente inútiles, ya que nadie puede predecir el resultado de la actual pandemia de coronavirus.

La situación es aún peor cuando hablamos de los líderes políticos. Hay un viejo refrán que dice que la gente tiene el gobierno que se merece. Esto no es estrictamente correcto. Pero es perfectamente cierto que la clase dominante en la crisis actual tiene los gobiernos que se merece.

Donald Trump enlos Estados Unidos, Boris Johnson en Gran Bretaña y Bolsonaro en Brasil representan una personificación de la bancarrota intelectual y moral de la burguesía en su etapa de decadencia senil. Con alegría conducen a sus naciones al borde del abismo y las arrojan sobre él. Una mala dirección empeora mil veces una mala situación. La burguesía se rasga las vestiduras y se queja a gritos de la situación, pero no puede hacer nada al respecto.

Los Estados Unidos

La expresión más gráfica de esto se encuentra en los Estados Unidos, es decir, el país más rico del mundo.

Se dice que el emperador Nerón tocaba su lira mientras Roma ardía. Ahora el emperador Trump está imitando a su notorio predecesor romano, aunque finalmente aceptó ponerse una mascarilla, lo que al menos es una mejora.

Millones de estadounidenses han sido despedidos o suspendidos con despidos temporales subvencionados. Los trabajadores de comida rápida y los cajeros de los supermercados están arriesgando sus vidas por un salario mínimo, mientras la pandemia se descontrola y somete a millones de personas a sufrimientos y muertes innecesarios.

Las nuevas solicitudes de prestaciones por desempleo en los EE. UU. se han disparado a niveles inauditos, lo que indica un gran número de despidos y un mercado laboral en rápida contracción.

Lo repentino del colapso sorprendió a millones de trabajadores estadounidenses. Las subvenciones de dinero del gobierno aliviaron temporalmente la situación. Pero el número de víctimas del brote de coronavirus siguió aumentando inexorablemente.

Y afectó con más fuerza a las zonas desfavorecidas habitadas principalmente por gente pobre de minorías étnicas, lo que hace que las desigualdades raciales de larga data sean aún más graves que antes.

Un movimiento insurreccional

El descontento y la ira de millones de pobres, especialmente negros, en los EE. UU. finalmente explotó por el asesinato de George Floyd. Este movimiento no surgió de la nada. Fue el resultado de décadas de explotación, opresión, pobreza, malas viviendas, racismo y violencia policial.

El historiador y profesor de la Universidad de Rice, Douglas Brinkley, expresó la situación con una claridad admirable: “Los hilos de nuestra vida cívica podrían comenzar a desmoronarse, porque todos viven en un polvorín”.

Ha habido muchos asesinatos de este tipo durante muchas décadas, sin provocar protestas de esta escala, pero para millones de personas pobres en los Estados Unidos, el asesinato de George Floyd fue la gota que colmó el vaso. Las impactantes imágenes de la violencia policial cayeron como un fósforo encendido sobre un barril de pólvora.

En Minneapolis, donde comenzó el movimiento, la policía tuvo que huir de una multitud de manifestantes airados, que procedieron a incendiar una comisaría policial. Eran escenas de carácter insurreccional. Pero lo que es aún más significativo fue la velocidad del rayo con la que se desarrollaron los acontecimientos.

Las protestas masivas surgieron de costa a costa como si fueran movidas por una mano invisible, envolviendo una ciudad estadounidense tras otra. Al menos el 10% de la población participó en las protestas y muchas más las apoyaron. Sorprendentemente, la mayoría de los estadounidenses (54%) dijo que el incendio de un edificio de la comisaría de policía de Minneapolis estaba justificado. De mayor importancia potencial fue el hecho de que 29 puertos se declararon en huelga en solidaridad, mientras que en algunas ciudades los conductores de autobuses se negaron a trasladar a la policía antidisturbios.

Luego, el Estado tomó medidas enérgicas con extrema brutalidad y se impusieron toques de queda en 200 ciudades. Sin embargo, las protestas continuaron durante semanas. Esto fue una indicación de lo que vendría, una especie de ensayo general de la revolución estadounidense.

Acontecimientos de este tipo realmente no tienen precedentes en la historia estadounidense reciente. Este movimiento es la respuesta final a todos los escépticos y cobardes que argumentaron que la clase trabajadora nunca se movería, y menos en los Estados Unidos.

Divisiones en la clase dominante

Las divisiones en la clase dominante son el primer indicio de una situación revolucionaria en desarrollo. Trump quería usar el ejército para aplastar la revuelta. Pero esto provocó una rebelión por parte de los jefes del ejército, e incluso de parte de los Republicanos.

CNN citó a funcionarios del Ministerio de Defensa que afirmaron que había “una profunda y creciente incomodidad” entre algunos en el Pentágono incluso antes de que el presidente anunciara que estaba dispuesto a desplegar el ejército para imponer el orden en las ciudades estadounidenses. El Wall Street Journal publicó el titular: No sacar las tropas. Decía: “ En el momento actual, es más probable que la vista de tropas en las calles de los Estados Unidos inflamaría más que calmaría…”

Trump luego envió tropas de la Guardia Nacional para reprimir las manifestaciones en Portland. Tal como predijo el WSJ, el efecto fue crear un movimiento aún más grande y violento. Casi se convirtió en una guerra civil en las calles. ¡Por lo tanto, Donald Trump ha estado haciendo el trabajo de la revolución de manera muy efectiva!

Esto muestra las limitaciones de los poderes del Estado. Nos muestran la forma de lo que vendrá.

Límites de la espontaneidad

En 1938, León Trotsky escribió que se podía reducir la crisis de la humanidad a la crisis de la dirección del proletariado. Deberíamos pensar detenidamente en lo que significan estas palabras. No hace falta decir que el movimiento de masas es siempre la principal fuerza motriz de la revolución. En esto coincidimos con los anarquistas. Pero su conclusión termina donde comienzan los verdaderos problemas de la revolución.

¿Qué indican los acontecimientos en los Estados Unidos? Han revelado el enorme poder potencial de las masas. Nos muestran que hay un poder en la sociedad que es más fuerte incluso que la fuerza más potente del Estado, el ejército o la policía. Eso es totalmente cierto. El movimiento espontáneo de masas es la condición previa para la revolución socialista. Pero en sí mismo, no es suficiente para garantizar el éxito.

Asimismo, el vapor también es un poder enorme. Es el poder que impulsó la Revolución Industrial y continúa impulsando la vida económica hasta el día de hoy. Pero el vapor es solo una potencia cuando se concentra en un solo punto, una caja de pistones, que centraliza su potencia y la multiplica por mil. Sin esto, el vapor simplemente se evaporaría inútilmente en el aire.

Lo mismo ocurre con la revolución. Sin la organización y la dirección necesarias, el enorme poder de la clase trabajadora seguiría siendo sólo un poder potencial, no real.

La historia de la guerra nos da muchos ejemplos en los que un gran ejército de valientes soldados ha sido derrotado por una fuerza mucho menor de tropas disciplinadas dirigidas por oficiales experimentados. Y la guerra entre clases tiene muchos puntos de similitud con la guerra entre naciones.

Lo que vimos en los Estados Unidos muestra las limitaciones de los poderes del Estado ante un levantamiento de masas, como el que vimos en los Estados Unidos. El movimiento espontáneo de masas es la condición previa para la revolución socialista. Pero en sí mismo, no es suficiente para garantizar el éxito. Algo faltaba, y ese algo es una organización y una dirección que sea capaz de mostrar un camino a seguir.

Sin la organización y la dirección necesarias, las protestas estaban destinadas al reflujo tarde o temprano. Lo sorprendente fue que duraran tanto como lo hicieron. ¿Fue una revolución? Claramente todavía no fue una revolución. Pero ciertamente puede verse como el ensayo general de la revolución en el futuro.

Nada será lo mismo

Hay un gran cambio de conciencia en los Estados Unidos. Las encuestas muestran un aumento en el apoyo al socialismo. El 67% de los jóvenes votaría por un presidente socialista. Aún más sorprendente, el 30% de los mayores de 65 años harían lo mismo, si tuvieran la oportunidad. Pero no se les dio la oportunidad.

Bernie Sanders, después de despertar las esperanzas de millones de personas, se negó a presentarse como socialista, aunque hubo un gran apoyo para un nuevo partido. En cambio, eligió respaldar a Joe Biden como candidato Demócrata, usando el argumento de la necesidad de derrotar a Trump. Este argumento sin duda tendrá algo de peso con muchas personas desesperadas por deshacerse de él. Pero muchos otros se alejarán disgustados.

Las elecciones son en noviembre y pueden pasar muchas cosas de aquí a entonces, pero la campaña electoral ya ha comenzado. Trump trató de jugar la carta de “Ley y orden”, pero produjo un efecto indeseado. Ahora repite constantemente que las elecciones serán manipuladas debido al voto por correo. Este hecho es una clara indicación de que espera perder. De hecho, las encuestas muestran que está perdiendo terreno. Sin embargo, eso no significa necesariamente que perderá.

Mucha gente ha llegado a la conclusión correcta de que la elección entre Demócratas y Republicanos no es una opción en realidad. Y hay un aumento correspondiente en el interés por las ideas socialistas, e incluso comunistas. Esto se demuestra por los rápidos avances realizados por nuestra sección de EE. UU., pero también por el crecimiento de la militancia de los Socialistas Demócratas de América (DSA) en las agrupaciones de todo el país. Se estima que 10.000 personas se han unido desde marzo, lo que eleva la militancia total del grupo a aproximadamente 66.000, según cifras internas.

Una cosa está clara. No importa quién se siente en la Casa Blanca el próximo año, nada volverá a ser lo mismo. Se avecinan tiempos turbulentos para los Estados Unidos. Habrá victorias y derrotas. Pero durante todo un período, el péndulo se inclinará bruscamente hacia la izquierda.

La necesidad de la dialéctica

Sólo el conocimiento del método dialéctico marxista puede permitir mirar más allá de la superficie (los “hechos”) y penetrar en los procesos reales que maduran lentamente bajo la superficie.

Los empíricos superficiales y los observadores impresionistas quedaron desconcertados por estos movimientos, que parecían surgir de la nada, como un rayo en un cielo azul claro. Pero los levantamientos actuales no surgen de la nada. Fueron preparados por todo el período anterior.

La falta de pensamiento dialéctico es lo que explica la total impotencia de los estrategas del capital, incapaces de explicar la crisis actual, ni de darle solución. También se aplica a la clase media y a la intelectualidad, que está dominada por una negra desesperación, reflejada en la influencia del posmodernismo, que niega la posibilidad del progreso en general, simplemente porque el progreso bajo el capitalismo se ha detenido.

Dialécticamente, todo, tarde o temprano, se convierte en su contrario. La conciencia de la clase trabajadora no se desarrolla en línea recta. Durante mucho tiempo, puede quedarse atrás de los acontecimientos. Pero tarde o temprano, se pone al día de repente de una forma explosiva. Eso es precisamente lo que es una revolución. Ahora vemos este proceso desarrollándose ante nuestros ojos.

Debemos tener en cuenta que los levantamientos revolucionarios comenzaron ya el año pasado, en Sudán, el Líbano, Irak, Ecuador, Chile, etc. Sobre todo, la radicalización se refleja en un rápido cambio en la conciencia de las masas.

Cómo cambia la conciencia

El desfase de conciencia que hemos comentado en el pasado es ahora reemplazado por violentas explosiones por parte de las masas. Dondequiera que miremos vemos un creciente descontento, ira, furia y odio por el orden existente.

Esto se expresa de diferentes maneras en diferentes países. Pero en todas partes vemos que las masas, los trabajadores y la juventud, comienzan a moverse, a desafiar el viejo orden y a luchar contra él. Basta mencionar los hechos que se están produciendo en este momento.

Tomemos dos ejemplos muy significativos: Israel y el Líbano. Si había un país en el mundo donde mucha gente pensaba que la lucha de clases había terminado, era Israel. A la mayoría de la gente le parecía que Netanyahu tenía el control total de la situación. Pero ahora la crisis ha golpeado a Israel, los niveles de vida están cayendo y el desempleo está creciendo. Y las masas han salido a las calles para exigir el derrocamiento del gobierno de Netanyahu.

En el Líbano tenemos un ejemplo aún más sorprendente. Tras el movimiento revolucionario que arrasó el país a fines del año pasado, la explosión en el puerto de Beirut, que devastó la ciudad y dejó a 300.000 personas sin hogar, ha desencadenado un nuevo movimiento revolucionario aún más decidido. Hace poco, parecía que tal movimiento era imposible debido a las marcadas divisiones sectarias en la sociedad libanesa. Sin embargo, ahora vemos un auge colosal en la revolución, con todos los sectores de la clase trabajadora uniéndose en la lucha.

Estas explosiones de ira popular no cayeron de las nubes. Fueron preparadas por el transcurso de todo el período anterior, especialmente los últimos diez años de austeridad.

Bielorrusia y Rusia

Un cambio dramático similar se está desarrollando ante nuestros ojos en Bielorrusia, donde un movimiento de protesta contra Lukashenko ha adquirido un carácter masivo. Es cierto que este movimiento tiene un carácter confuso y contradictorio.

La dirección de la pequeña burguesía quiere acelerar el proceso de privatización y establecer relaciones más estrechas con la UE. Pero el surgimiento de la clase trabajadora como fuerza clave, moviéndose en la dirección de una huelga general, se ha convertido en un elemento importante en la ecuación. Los trabajadores de las industrias estatales no compartirán el entusiasmo de los liberales por la privatización y la economía de mercado.

La situación no es la misma que en Ucrania, donde el movimiento estaba dominado por elementos nacionalistas reaccionarios extremos y abiertamente fascistas. En Bielorrusia no existe el mismo sentimiento antirruso en la población. Bielorrusia está tan estrechamente integrada con Rusia económica, lingüística e históricamente, que es difícil ver que rompa con Moscú y se vuelva hacia el Occidente.

No es posible decir cómo terminará el movimiento actual. Putin estará observando estos acontecimientos con creciente alarma. Pero las opciones de Putin en Bielorrusia son limitadas. Una intervención armada sería una locura. Eso contrariaría a la gente y crearía el tipo de sentimiento anti-ruso que los empujaría hacia Occidente. En cualquier caso, Putin no tiene ningún interés particular en salvar a Lukashenko, de hecho, todo lo contrario.

La camarilla del Kremlin indudablemente estará intrigando con los principales burócratas de Minsk para encontrar una figura “reformista” adecuada para reemplazar al deshonrado Lukashenko y llegar a un acuerdo con Moscú. El éxito de tal maniobra depende de la evolución futura del propio movimiento de masas.

El movimiento en Bielorrusia tendrá graves repercusiones en Rusia. Putin teme, con razón, que un movimiento similar pueda estallar en Rusia. Los acontecimientos en Jabarovsk indican que estos temores no carecen de fundamento. El envenenamiento del opositor liberal Navalni puede haber sido una reacción de pánico. En cualquier caso, las contradicciones en Rusia apuntan a la maduración de una situación explosiva.

Europa

El nacionalismo, no la cooperación internacional, es la característica dominante del período actual. Amenaza todo el frágil sistema de comercio internacional que fue armado dolorosamente por la burguesía en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

La guerra comercial entre los Estados Unidos y China es solo un síntoma de este fenómeno. Pero también hay una guerra comercial entre los Estados Unidos y Europa. E incluso entre las naciones europeas, surgen grietas peligrosas todo el tiempo.

Hace mucho tiempo que señalamos que la burguesía europea podría mantener cierto grado de integración durante algún tiempo, pero en caso de una profunda recesión el proceso se revertiría. Este es claramente el caso ahora.

Alemania

Alemania fue la principal fuerza motriz de la economía europea, pero ha sido golpeada por la crisis. Su principal fuerza radicaba en su capacidad de exportación. Pero esta fuerza resulta ahora ser su principal debilidad. La desaceleración de China y la crisis en el resto de Europa ha provocado una fuerte caída de las exportaciones, especialmente en el sector clave del automóvil.

Ya en el último trimestre de 2019 el PIB de Alemania estaba cayendo. Ahora se prevé que el PIB de Alemania caiga más que el de los Estados Unidos, arrastrado por su dependencia de las exportaciones. Hay una sobreproducción de automóviles, lo que lleva al cierre de fábricas, despidos y destrucción de puestos de trabajo en la mayor parte de la economía. Hay al menos tres millones de desempleados. Y eso no incluye a los autónomos ni a los estudiantes.

Todo esto ha expuesto todas las fallas que están desgarrando a la UE.

La UE dividida

Hay una división cada vez mayor con los Estados miembros de Europa del Este. Muchos en Bruselas piensan que países como Polonia y Hungría sólo deberían conseguir dinero si abandonan las políticas de reforma judicial que sus críticos consideran un ataque al Estado de derecho.

Sin embargo, la principal división ahora es entre los países más afectados por el virus, como Italia y España, y algunos miembros de la UE que buscan conservar su dinero. Italia en particular fue uno de los primeros países europeos en sufrir un brote y ha registrado 35.000 muertes, una de las cifras más altas del mundo. Estas tensiones quedaron expuestas en la reciente reunión en la que los líderes de la UE sufrieron para negociar el paquete de estímulo de ayudas a los países por la recuperación de la pandemia, al mismo tiempo que el bloque presupuestario de 1 billón de euros.

Suecia, Dinamarca, Austria y los Países Bajos, junto con Finlandia, se negaron obstinadamente a permitir que se ofrecieran 500.000 millones de euros en forma de subvenciones a los países más afectados por los efectos del COVID-19. Argumentaron que el paquete propuesto era demasiado generoso y, de todos modos, no debería ser una limosna, sino préstamos reembolsables. Estos líderes supuestamente civilizados, la mayoría de los cuales eran socialdemócratas, discutían como comerciantes de caballos en un mercado medieval.

Al final de una reunión larga y conflictiva, con los líderes de la UE insultándose entre sí y Macron golpeando la mesa y amenazando con marcharse, al final se llegó a un acuerdo incómodo. No tuvieron más remedio que aceptar un acuerdo de compromiso. Pero el ideal de solidaridad europea fue arrojado por la ventana en el proceso.

Italia

En el centro de este tumulto estaba la cuestión italiana. La falta de acuerdo podría haber llevado al colapso del gobierno de coalición en Italia y la posibilidad de un resurgimiento de Salvini y la Liga antieuropea.

El centro de la crisis de la UE se ha trasladado de Grecia a Italia, que ahora es el enfermo de Europa. Es el eslabón más débil de la cadena del capitalismo europeo. La crisis en Italia plantea una amenaza mucho mayor para el futuro de la UE que Grecia. Grecia, después de todo, es una nación relativamente pequeña. Pero Italia es una gran economía, que representa el 11% del PIB de la Unión Europea. La enorme deuda de Italia de 2,5 billones de euros podría hacer caer las finanzas de la UE y el colapso de Italia podría llevar a la destrucción de la propia UE. Eso es lo que explica la actitud cautelosa de Merkel. Le era imposible adoptar la misma línea dura con Italia que con Grecia. Se vio obligada a cambiar de tono parcialmente. También explica en parte los arrebatos de ira del presidente francés en la reciente cumbre de líderes de la UE.

La crisis del coronavirus ha expuesto la extrema debilidad del capitalismo italiano y la corrupción e incompetencia en el corazón de su gobierno. El norte de Italia se vio muy afectado por la crisis del coronavirus. Representa el 50% del PIB italiano. Sin embargo, esta próspera región fue testigo de escenas de muerte y destrucción que normalmente se asociarían con un país del Tercer Mundo.

La forma en que el gobierno ha lidiado con la crisis del COVID-19 ha provocado rabia e indignación. Los trabajadores tenían que trabajar de 12 a 14 horas sin pago adicional, incluso los sábados, especialmente los trabajadores de la salud que estaban arriesgando sus vidas. Eso expresa el cruel desprecio por la vida y la salud de los trabajadores por parte de los patrones.

Son evidentes los cambios bruscos y repentinos de conciencia. Profesores y estudiantes se han radicalizado y están dispuestos a luchar. Hubo una ola de huelgas no autorizadas, convocadas espontáneamente desde abajo, pero los reformistas y los líderes sindicales hicieron todo lo posible para frenar el movimiento. Los patrones están a la ofensiva, pero los líderes sindicales buscan un pacto social, aunque no hay condiciones para ello.

Esta contradicción está provocando una rápida pérdida de autoridad de la dirección sindical, lo que prepara el camino para explosiones aún mayores en el próximo período. El escenario está listo para una explosión de la lucha de clases como no se había visto desde la década de 1970. Esto tiene serias implicaciones para toda Europa.

Francia: siguiente en la fila

Aunque el problema más inmediato es la crisis de Italia, la propia Francia no se queda muy hacia atrás. Eso explica la reacción de Emmanuel Macron ante la terquedad de los europeos del norte . Según los informes, golpeó la mesa con la mano y amenazó con retirarse de las discusiones, acusando a los “cuatro frugales” de poner en peligro el proyecto europeo.

El presidente francés dijo que “no había más remedio” que crear un fondo que “pudiera emitir deuda común con una garantía común” para financiar a los Estados miembros de acuerdo con sus necesidades y no con el tamaño de sus economías. Pero esta es una idea a la que se han opuesto Alemania y Holanda.

Bruno Le Maire, ministro de Finanzas de Francia, planteó el desafío de manera cruda:

“O la eurozona responde de manera unida a la crisis económica y sale más fuerte, o quedará sumida en el caos y en peligro de desaparecer”. (FT, 23/3/20)

Pero Europa no está respondiendo de manera unida. Por el contrario, la crisis económica ha exacerbado enormemente las diferencias nacionales y ha llevado a la clase dominante en diferentes países en diferentes direcciones. El Brexit fue solo el comienzo de un proceso de desintegración que no terminará pronto y provocará una crisis convulsa tras otra.

Gran Bretaña

El efecto inmediato del Brexit será desastroso para Europa y catastrófico para Gran Bretaña. Habiendo dejado la Unión Europea, la burguesía británica se encontrará en la peor de todas las situaciones posibles.

Todas las estúpidas ilusiones chovinistas serán cruelmente expuestas como el fraude que siempre fueron. Gran Bretaña se verá reducida al papel de una pequeña isla sin importancia frente a las costas de Europa. La tan cacareada “relación especial” de Gran Bretaña con los Estados Unidos quedará expuesta como la humillante relación entre amo y sirviente. El prestigio que gozó en el mundo en el pasado colapsará de la noche a la mañana como un castillo de naipes.

Martin Wolf predijo en una sombría evaluación en el Financial Times:

“No surgirá una ‘Gran Bretaña global’, sino una que busque migajas de las mesas de las potencias comerciales más poderosas, con ellas mismas envueltas en feroces disputas”. (FT, 21/5/20)

Ya están saliendo a la luz las contradicciones nacionales que desgarran el tejido del Reino Unido. El apoyo a la independencia en Escocia lidera ahora las encuestas de opinión con 7-9 puntos porcentuales, a medida que aumenta el odio y el resentimiento contra el gobierno Tory.

Boris Johnson puede convertirse en el primer ministro, no de Gran Bretaña, sino de la Pequeña Inglaterra.

China

China fue uno de los principales motores de la economía mundial en el último período. Pero ahora dialécticamente todo se convierte en su contrario. China ya no es vista como parte de la solución, sino como parte del problema.

China ha construido una base industrial formidable con una enorme capacidad productiva. Pero la demanda interna no puede absorber este colosal potencial productivo. China debe exportar para sobrevivir. Pero su éxito en el campo de las exportaciones ha provocado una respuesta furiosa por parte de sus competidores, sobre todo en los Estados Unidos, pero también en Europa.

Incluso antes de la crisis actual, la economía china se estaba desacelerando a un ritmo alarmante, pero la crisis empujó a la economía al límite. En el primer trimestre, JPMorgan Chase pronosticaba una caída del 40% en el producto interno bruto chino desde tres meses antes, la mayor contracción en al menos 50 años.

Las últimas cifras oficiales muestran que el desempleo en China es del 5,9%, la cifra más alta desde que comenzaron los registros en la década de 1990. Pero esa cifra es claramente una subestimación enorme de la crisis en China, ya que los trabajadores migrantes no están incluidos en las estadísticas.

Esto explica por qué Xi Jinping está tomando medidas para fortalecer sus poderes dictatoriales y aplastar el movimiento de Hong Kong. Es una preparación para una futura explosión de la lucha de clases en China, que ahora se está avecinando.

“Horror sin fin”

Lenin dijo una vez que el capitalismo es horror sin fin. Ahora podemos ver la verdad literal de la declaración. El Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtió recientemente que más de 265 millones de personas están amenazadas de inanición. Las consecuencias sociales de la pandemia de coronavirus en los países capitalistas avanzados son bastante malas, pero los países pobres se enfrentan a una catástrofe absoluta.

Incluso en los países más ricos como los Estados Unidos, la pandemia ha tenido efectos terribles entre los sectores más pobres de la sociedad. Pero para la mayor parte de la humanidad, esta crisis se encuentra en un nivel completamente diferente.

La pandemia de coronavirus expone con dureza los brutales niveles de desigualdad en el mundo. Una de cada dos personas en el planeta lucha a diario por sobrevivir. La mitad de la población mundial no tiene acceso a la atención médica básica. Para las personas que viven en la pobreza, la enfermedad puede ser una sentencia de muerte. A nivel mundial, dos mil millones de personas trabajan en el sector informal sin acceso a paga por enfermedad, la mayoría en países pobres.

El impacto del virus recae sobre todo en los trabajadores pobres, con salario diario e informales, muchos de los cuales son mujeres, que carecen de protección económica y social. Millones de personas se ven obligadas a ir a trabajar y afrontar la muerte por el virus porque no pueden hacer frente a la pérdida de ingresos y al aumento de los precios de los alimentos y otros productos básicos. En estos países, muchas personas viven en asentamientos urbanos informales o barrios marginales donde a menudo hay hacinamiento y malas condiciones de saneamiento. Cuando hasta 250 personas comparten un grifo de agua, ¿cómo se puede hablar de distanciamiento social, lavado de manos y rastreo de casos para detener la propagación del virus?

Sin embargo, en lugar de invertir en sus sistemas de atención médica para defenderse del ataque del virus, estos países tienen que utilizar sus valiosos recursos para pagar sus deudas. Los pagos de la deuda externa de los 77 países más pobres deben ser de al menos 40 mil millones de dólares solo en 2020. Por lo tanto, incluso mientras la mitad del mundo está devastada por una terrible pandemia y millones se enfrentan a la muerte por enfermedad o hambre, los vampiros imperialistas continúan drenando la sangre de sus venas.

África

Sudáfrica, que experimentó uno de los mayores aumentos de casos en un solo día, tiene el mayor número de infecciones confirmadas en el continente africano. Egipto ha visto un rápido aumento en el número de casos desde mediados de mayo. Lesotho y Namibia también han experimentado un fuerte aumento de casos en los últimos días.

Existe una creciente preocupación por lo que está sucediendo en Nigeria, que ocupa el tercer lugar en términos del total de casos registrados hasta ahora en el continente. Los cinco países con mayor tasa de mortalidad son Chad, Sudán, Níger, Liberia y Burkina Faso. En Malawi hay solo 25 camas de cuidados intensivos y dieciséis ventiladores para más de 18 millones de personas. En Zambia, hay un médico por cada 12.000 personas.

En muchos países, los mercados se han visto afectados y las cuarentenas comunitarias han provocado pérdidas de ingresos. Millones de trabajadores ya han sido enviados a casa sin sueldo. Otros en los trabajos peor pagados y más inseguros no pueden aislarse del virus mortal. La ONU advierte que la mitad de todos los trabajos en África están en riesgo.

La India y Pakistán

La pandemia de coronavirus ha tenido un efecto devastador en Pakistán, pero la situación ha alcanzado los niveles más dramáticos en la India. El verdadero alcance del contagio y las muertes causadas por COVID-19 apenas está comenzando a entenderse. Las cifras oficiales indican que más de dos millones de personas se han infectado. Esto es seguramente una subestimación, por diversas razones.

Los científicos también han advertido que la India aún podría estar a meses del pico de su brote , a pesar de que ya tiene el tercer número más alto de casos confirmados. Los hospitales de las ciudades más afectadas, como Mumbai y Bangalore, se han visto desbordados de pacientes. Narendra Modi trató de “resolver” la pandemia expulsando a millones de personas pobres que viven en las calles de Delhi, Mumbai y otras ciudades. Esto solo sirvió para propagar la pandemia en las aldeas y provincias que carecen de las disposiciones sanitarias más elementales. Las consecuencias humanas serán verdaderamente espantosas.

De la fuerza laboral de la India de 471 millones, solo el 9% está cubierto por la seguridad social, el 90% no tiene contrato de trabajo formal y 139 millones son trabajadores migrantes. Muchos de ellos han sido enviados en un vuelo precipitado de regreso a sus aldeas. No ha habido nada igual desde la partición en 1947.

Modi y su banda chovinista hindú están tratando de desviar la atención de la crisis avivando las llamas del chovinismo y comunalismo hindúes, avivando aún más la miseria y la violencia para las sufrientes masas de la India. No satisfecho con llevar a cabo una brutal represión en Cachemira, provocando así un conflicto con Pakistán, procedió a entablar una guerra fronteriza con China, de la que saldrá con la nariz ensangrentada.

América Latina

En América Latina, el coronavirus ha asumido ahora su expresión más virulenta. En países como Brasil, Chile, Ecuador y Perú está fuera de control. En algunas ciudades de Ecuador, los cementerios están llenos y los cadáveres quedan tirados en las calles.

Los gobiernos de derecha se han mostrado completamente incapaces de hacer frente a esta amenaza a la vida de las personas. Al contrario, con su conducta cruel e irresponsable, han empeorado la crisis un millón de veces. Pero el estado de ánimo en América Latina se ha visto enormemente alentado por los acontecimientos en los Estados Unidos.

Las protestas masivas y el movimiento Black Lives Matter han levantado el ánimo de la gente al sur del Río Grande, la mayoría de los cuales nunca creyó que tales cosas serían posibles en el corazón del imperialismo. Las masas están dispuestas a luchar. Pero una vez más es un problema de dirección.

Brasil y Chile

En Brasil, a pesar de la histeria estúpida de la llamada izquierda y las sectas, que imaginan que el fascismo había triunfado con la victoria electoral de Bolsonaro, su base se ha reducido y su partido está dividido.

En Brasil ya hay casi cuatro millones de personas infectadas por el coronavirus, incluido el presidente, por el que no se derramarán lágrimas. Él tendrá los mejores médicos. Pero para mucha gente pobre en Brasil esto será una sentencia de muerte.

La crisis del coronavirus está frenando temporalmente el movimiento. Pero debajo de la superficie hay una tremenda ira contra el gobierno, y en el momento en que se alivie el confinamiento, esto se expresará en un gran levantamiento revolucionario.

El caso de Brasil es bien conocido. Pero la conducta de las autoridades de Chile no es mucho mejor. El gobierno de derecha de Piñera preside un desastre nacional.

En Chile, que fue testigo de protestas insurreccionales masivas en el otoño de 2019, se inicia un nuevo movimiento de protesta dirigido principalmente contra el sistema de jubilaciones privatizado, heredado de la dictadura de Pinochet. Las personas que están desesperadas por conseguir dinero para sobrevivir exigen el derecho a retirar su efectivo de las AFP privatizadas.

El gobierno se resiste, pero ha sufrido dos derrotas en el parlamento. Un nuevo movimiento podría derribarlo fácilmente. Recientemente hubo una huelga de estibadores que protestaban contra el escándalo. Ahora los mineros amenazan con hacer huelga.

El gobierno de Piñera se vio obligado a hacer una concesión con las AFP, permitiendo a la gente retirar el 10% de su dinero. Esto muestra cuán débil es su gobierno. El gobierno solo permanece en el poder debido a la actitud comprometida de la izquierda parlamentaria y de los líderes sindicales. Pero no se ha resuelto nada fundamental y se está preparando una nueva explosión social.

La crisis del reformismo

Las posibilidades revolucionarias están implícitas en toda la situación. Este hecho se demuestra por la creciente radicalización de una capa de la sociedad, especialmente la juventud. Esta tendencia ha sido observada con alarma por los estrategas del capital. El Financial Times comentó:

“La crisis financiera moldeó las opiniones de los millennials en formas que ya están impulsando la política en ambos lados del Atlántico, incluida la mayor disposición de los jóvenes a referirse a sí mismos como socialistas.

“Los millennials elevaron a Jeremy Corbyn a la dirección del Partido Laborista y a Bernie Sanders al borde de la nominación presidencial Demócrata. Es probable que el coronavirus agudice muchas de estas opiniones”.

Este es un artículo muy revelador que muestra cómo los estrategas serios del capital llegan a conclusiones similares a las de los marxistas. También entienden que, en primera instancia, las capas recién despertadas se volverán hacia los reformistas de izquierda. Tal desarrollo es completamente predecible en las condiciones actuales.

El reformismo de izquierda

Debido a la debilidad de las fuerzas del marxismo genuino, en primera instancia, estas capas radicalizadas se volverán hacia los políticos reformistas de izquierda, que parecen ofrecer una salida a la crisis.

Como reflejo de la presión de las masas, pueden adoptar una retórica que suena muy radical. Pero en última instancia, no tienen perspectiva de abolir el capitalismo.

Creen que el capitalismo se puede reformar, hacerse más humano, más democrático, etc. Estas ilusiones serán cruelmente expuestas por el curso de los acontecimientos, como ya vimos en el caso de Tsipras en Grecia.

Para los reformistas, la revolución siempre está fuera de discusión, no sólo para los reformistas de derecha sino en particular para los reformistas de izquierda. Siempre encontrarán mil y un argumentos de por qué la revolución es imposible, utópica, etcétera.

Las masas se ven obligadas por fin a afrontar la realidad. Poco a poco están empezando a sacar conclusiones. Esa es nuestra gran fuerza y la gran debilidad del capitalismo y del reformismo. Llevará tiempo, pero tarde o temprano las viejas ilusiones desaparecerán gradualmente de la conciencia de la clase trabajadora.

Un gran número de trabajadores y jóvenes radicalizados han pasado por la escuela de Tsipras, Sanders y Jeremy Corbyn. Los mejores elementos han aprendido valiosas lecciones de esa escuela. Después de graduarse, ahora han pasado a un nivel superior y buscan una mayor ilustración en la escuela del marxismo revolucionario. Deberíamos ayudarlos a hacer esa transición. Pero, ¿cómo se hace eso? Aquí hay dos errores posibles.

Los oportunistas no hacen ninguna crítica a los izquierdistas y se convierten en una especie de club de fans. En el otro extremo, los sectarios insensatos que se creen grandes revolucionarios porque han leído algunas líneas de Trotsky, sin entender una sola palabra, declaran en voz alta que tal o cual líder de izquierda traicionará. No hay lugar en las filas de la CMI para ninguna de esas desviaciones. Es difícil decir cuál de los dos hace más daño a la causa del marxismo genuino.

Al tratar con los reformistas de izquierda debemos tener cuidado de combinar hábilmente la firmeza de los principios con la flexibilidad y el tacto necesarios en la forma en que hacemos nuestras críticas. Para citar las palabras de Marx, debemos ser “suaves en forma y audaces en el contenido”. Solo así podremos ganar lo mejor de los trabajadores y jóvenes que tienen ilusiones honestas en los reformistas de izquierda.

Debemos responder a los reformistas de izquierda, no con denuncias estridentes sino con explicaciones pacientes. A través de la experiencia, la gente que avanza en una dirección revolucionaria llegará a comprender las limitaciones, no sólo de los reformistas de derecha sino también de los reformistas de la izquierda.

La agonía mortal del capitalismo

Dondequiera que miremos, vemos una imagen de colapso de las fuerzas productivas, desempleo creciente, aumento de la pobreza y del sufrimiento, guerras, crisis, enfermedad y muerte. Pero estas son simplemente las manifestaciones externas de una enfermedad subyacente. Y como un buen médico, debemos ser capaces de analizar los síntomas para poder explicar la causa subyacente.

La gente que carece de una comprensión científica marxista de la historia naturalmente saca conclusiones pesimistas. Pero hemos visto estos síntomas antes en la historia.

La decadencia del Imperio Romano se produjo durante un período de siglos y estuvo acompañada de la degeneración económica, social, moral y filosófica más espantosa. Sin embargo, ese largo período de declive no se desarrolló en línea recta. Hubo períodos de recuperación, al igual que un moribundo a veces parece mostrar todos los síntomas de la recuperación, que son simplemente el preludio de un colapso mayor e irrevocable.

Tales períodos de recuperación no están descartados para el capitalismo. Pero la línea general es claramente de declive. No es posible una solución duradera. Para usar una famosa frase de Trotsky, esta es la agonía mortal del capitalismo. Y esta agonía mortal amenaza a toda la raza humana.

La fuerza de la inercia

Al analizar los fenómenos, los marxistas deben tener cuidado de examinarlos desde todos los puntos de vista, teniendo en cuenta las fuerzas contradictorias que empujan en diferentes direcciones.

Hemos entrado en el período más turbulento de la historia de la humanidad. La actual crisis económica, social y política no puede encontrar una solución duradera sobre la base del sistema actual. Eso no significa, por supuesto, que en determinados momentos no pueda restablecerse un grado de equilibrio inestable. Por el contrario, los períodos de recuperación temporal son inevitables. Pero serán de corta duración y serán simplemente el preludio de un colapso nuevo e incluso más pronunciado.

La situación actual representa un complicado paralelogramo de fuerzas. Por un lado, las masas buscan desesperadamente una salida a la crisis. Están dispuestas a emprender el camino revolucionario, pero les falta un programa claro y una perspectiva para el camino a seguir.

En consecuencia, los estallidos espontáneos de rebelión no pueden resolver los problemas planteados. Por lo tanto, en una determinada etapa, disminuyen, como las olas del océano que chocan contra la roca sólida, y eventualmente se retiran.

Por otro lado, el orden existente posee una resistencia poderosa.Esto da confianza a algunos de los estrategas de la burguesía. El historiador estadounidense Eric Foner hizo recientemente la siguiente declaración:

“Parece haber una inercia muy poderosa que nos empuja a volver a la normalidad. “Soy escéptico ante aquellos que piensan que este coronavirus va a cambiar todo”.

Es necesario que consideremos estas observaciones con mucho cuidado, ya que contienen un núcleo importante de verdad.

Por supuesto, concedemos una enorme importancia a la actual ola de luchas en los Estados Unidos y otros países. Damos la bienvenida a esto y lo aceptamos con todo el entusiasmo posible. Pero también entendemos que estos son síntomas que representan una expresión embrionaria de grandes acontecimientos que se están preparando.

Para encontrar la perspectiva correcta y las tácticas correctas, debemos entender el otro lado de la cuestión. El poder de la inercia es un elemento fundamental, bien conocido y simple en mecánica. Pero incluso la inercia más poderosa puede superarse mediante una aplicación de fuerza suficiente.

La inercia más poderosa de todas es la fuerza del hábito, las costumbres y la tradición que residen fijamente en la conciencia humana. Los instintos heredados de un pasado muy lejano hacen que la gente se resista al cambio y le tenga miedo. Para dar un salto adelante, esta barrera debe superarse. Pero eso sólo puede ocurrir a través de las más poderosas catástrofes sociales y económicas, que obligan a hombres y mujeres a cuestionar cosas que hasta ahora consideraban fijas e inmutables.

La tarea de los revolucionarios

El sistema capitalista tiene un soporte vital. Ahora depende exclusivamente de las colosales subvenciones del Estado. Pero según las teorías de la economía de mercado, se supone que el Estado no desempeña ningún papel en la vida económica.

Por lo tanto, debe hacerse la pregunta: si el sistema capitalista no puede sobrevivir a menos que esté sostenido por las muletas del Estado, ¿por qué no abolirlo por completo y dejar que el Estado tome el control total de la economía para evitar que caiga en completa bancarrota?

La situación actual es una condena total del sistema capitalista, que ha sobrevivido a su papel histórico y sólo es apto para ser tirado al basurero de la historia. Pero sabemos que el capitalismo no se derrumbará simplemente bajo el peso de sus propias contradicciones. Puede salir incluso de la crisis más profunda, y también saldrá de la presente. Sin embargo, la pregunta es : ¿cómo surgirá? y ¿a qué costo para la humanidad?

Aunque no se descartan periodos de recuperación parcial y temporal, la línea general es claramente descendente. La próxima recuperación será sólo temporal, el preludio de un nuevo colapso aún más profundo de las fuerzas productivas. Bajo el capitalismo no es posible una solución duradera.

El capitalismo de hoy se asemeja a un monstruo que muere de pie, enfermo terminal, decrépito y decadente. Pero se niega a morir. Y las consecuencias para la humanidad de esta prolongación son terribles en extremo. Sin embargo, ese es solo un lado del cuadro. Debajo de los síntomas de la decadencia terminal, una nueva sociedad lucha por nacer.

Es nuestro deber hacer todo lo que esté a nuestro alcance para acortar esta agonía mortal y provocar el nacimiento del nuevo sistema, ayudar a ese nacimiento, para que ocurra lo antes posible, y con el menor dolor y sufrimiento posible.

El determinismo no es fatalismo

El marxismo se basa en la concepción materialista de la historia. Rechazamos la concepción posmodernista (idealista) de la historia como una mera repetición de accidentes sin sentido. La historia tiene sus propias leyes, que es nuestro deber comprender.

Somos deterministas históricos, en el sentido de que entendemos que los procesos generales de la historia funcionan según leyes definidas. Pero el determinismo no es en absoluto lo mismo que el fatalismo. Marx explicó muchas veces que hombres y mujeres hacen su propia historia. Cuando un sistema socioeconómico entra en una etapa de declive, la revolución social se coloca a la orden del día.

Pero el éxito o el fracaso de esa revolución depende de la participación activa del factor subjetivo: en términos modernos, del partido revolucionario y de su dirección.

En el siglo XVII en Inglaterra se libró la primera revolución burguesa bajo la bandera de la religión. Los puritanos creían que se acercaba el fin del mundo y que el reino de Dios estaba cerca. Creían que esto era inevitable.

Los calvinistas creían fervientemente en la predestinación. Todo estaba predeterminado por la voluntad de Dios, que era mucho mayor que la voluntad de hombres o mujeres individuales. Pero esta convicción no redujo en ningún sentido su fervor revolucionario y su determinación por crear este nuevo mundo lo más rápidamente posible.

Al contrario, los impulsó a realizar grandes hazañas de valentía y audacia revolucionarias. Exactamente la misma tarea a la que se enfrentan los revolucionarios de hoy. Y lo abordaremos con exactamente el mismo espíritu de determinación revolucionaria. La diferencia es que, al contrario de ellos, estaremos armados con las teorías científicas del marxismo revolucionario.

La revolución mundial

¿Cuál es el significado real de la situación actual? Es un período preparatorio para la revolución. La globalización, y la consiguiente intensificación de la división internacional del trabajo, ha incrementado las interconexiones internacionales hasta un grado desconocido en el pasado.

Hasta hace poco, la globalización sirvió para impulsar el desarrollo del capitalismo a nuevas alturas. Ahora lo mismo servirá para difundir la revolución a escala mundial.

En el curso de estos acontecimientos, la clase trabajadora tendrá muchas oportunidades para tomar el poder en sus manos. Tarde o temprano, en un país u otro, llegará el gran paso adelante. Eso transformará la situación a escala mundial.

Es imposible decir dónde ocurrirá la ruptura. Podría ser en Brasil, Italia, el Líbano, Grecia, Rusia o China, o incluso, muy posiblemente, en los Estados Unidos mismos. Pero una vez que haya ocurrido, las repercusiones se extenderán por todo el mundo mucho más rápidamente que en cualquier otro momento de la historia.

Las revoluciones de 1848-49 se limitaron a Europa, con un eco limitado en el resto del mundo. La gran Revolución de Octubre de 1917 causó olas no solo en Europa, sino también en Asia, donde marcó el verdadero comienzo de las luchas de los pueblos coloniales esclavizados por la libertad. Pero ahora vemos movimientos revolucionarios en todas partes: de Francia al Líbano, de Bielorrusia a Tailandia, de los Estados Unidos a Chile. En otras palabras, ya vemos los contornos de la revolución mundial.

Paciencia revolucionaria

En el pasado, las situaciones prerrevolucionarias no duraban mucho. La crisis se resolvía, a menudo en cuestión de meses, con la victoria de la revolución, o bien de la contrarrevolución, ya fuera en forma fascista o bonapartista. Pero la actual correlación de fuerzas de clases no admite una solución tan rápida. La reducción de la base social de la reacción de masas (el campesinado, etc.) significa que la clase dominante en la mayoría de los países no puede recurrir inmediatamente a la reacción fascista o bonapartista.

Por otro lado, los líderes de sus propias organizaciones de masas impiden que la clase trabajadora tome el poder. Por estas razones, la crisis del capitalismo puede continuar prolongándose durante bastante tiempo, años, quizás décadas, con altibajos.

Este período se caracterizará por cambios violentos de opinión pública, tanto a la izquierda como a la derecha, que expresan la búsqueda desesperada de las masas por una salida a la crisis. Una coalición inestable seguirá a otra. Todos los partidos y líderes existentes serán puestos a prueba. Las masas probarán una opción tras otra, descartando primero un partido, luego otro, antes de llegar finalmente a conclusiones revolucionarias.

Sin duda, este proceso ha comenzado. Ese es el hecho más importante. Pero el comienzo de un proceso es solo eso. Para que este proceso madure y se desarrolle en toda su extensión, será necesario pasar por una serie de experiencias, ya que las masas sólo pueden aprender de la experiencia. Y aprenderán. Pero el resultado final aún no está a la vista.

Los marxistas somos gente paciente. No nos importa si el proceso tarda un poco más, por la sencilla razón de que todavía no estamos preparados. La gente está ahora más abierta a nuestras ideas que en cualquier otro momento. En todas partes se está desarrollando un claro estado de ánimo anticapitalista. Nuestras ideas se consideran relevantes porque reflejan con precisión la situación real.

Las condiciones objetivas para la revolución socialista mundial, como señaló Trotsky, no solo están maduras, sino que están podridas. Pero además de las condiciones objetivas, también es necesario el factor subjetivo. Nuestra tarea es construir ese factor.

¡Construyamos la CMI!

Por razones que escapan al alcance del presente documento, las fuerzas del marxismo genuino fueron rechazadas durante todo un período histórico. Es esta debilidad de la corriente marxista revolucionaria a escala mundial lo que hace imposible que las masas se unan inmediatamente a nuestras filas.

En esta etapa, nuestra audiencia estará restringida a las capas más avanzadas de los trabajadores y la juventud, por la sencilla razón de que aún no hemos acumulado fuerzas suficientes para llegar directamente a las masas. Pero es precisamente a través de esta capa que podemos llegar a las masas. Realmente, no hay otra manera.

Por supuesto, cuando se presenten grandes oportunidades, debemos estar preparados para tomar iniciativas audaces. Muy a menudo, una intervención audaz de uno solo de nuestros compañeros en una asamblea de masas puede determinar si se produce una huelga o no. Es posible que una iniciativa audaz pueda impulsarnos a la dirección de importantes movimientos de masas. No hace falta decir que debemos aprovechar esas posibilidades con ambas manos. Pero en todo momento es necesario mantener el sentido de la proporción. No debemos tener una visión exagerada de nuestras fuerzas y debemos entender qué es posible y qué no es posible en un momento dado. Lenin a menudo subrayó la necesidad de la paciencia revolucionaria. No podemos saltar por encima de las cabezas de la clase trabajadora. Uno no puede gritar más fuerte de lo que le permite su garganta. Trotsky advirtió a sus seguidores que no se puede cosechar donde no se ha sembrado. No hay atajos para el éxito. Buscar atajos es una receta segura para las desviaciones, ya sean oportunistas o ultraizquierdistas. Ambas son igualmente desastrosas.

Procederemos paso a paso, fijándonos objetivos ambiciosos pero realizables, luego comprobaremos que se cumplan. La construcción de una organización revolucionaria consiste en toda una serie de pequeños pasos. Pero los pequeños avances preparan el camino para cosas mucho mayores en el futuro.

La CMI está progresando constantemente. Esto es reconocido tanto por nuestros amigos como por nuestros enemigos. La Escuela Mundial demostró que nuestras ideas ya están llegando a miles de los trabajadores y jóvenes más avanzados que buscan el camino revolucionario.

Fue un gran paso adelante, pero es solo el comienzo. Los miles se transformarán en decenas de miles y, en última instancia, nos permitirán llegar a millones. No es en absoluto lo mismo entrar en una nueva etapa de la revolución mundial con un grupo de veinte que con una organización de mil. Es una tarea bastante difícil, pero inevitable.

La tarea más difícil es pasar del primer puñado a los primeros cien. Desde los primeros cien hasta los primeros mil tampoco es simple, pero es mucho más fácil. Pero pasar de mil a diez mil es aún más fácil. Y pasar de diez mil a cien mil es solo un paso.

Para tomar prestada una frase de la física, necesitamos alcanzar la masa crítica , ese punto donde la CMI realmente pueda intervenir como un factor decisivo en la situación. Sobre todo, debemos prestar atención a la formación de los cuadros. Partimos de la calidad, que en un momento determinado se transforma en cantidad, que a su vez se convierte en calidad.

Esa es la tarea que nos espera. Solo lográndolo será posible poner fin a la pesadilla del capitalismo y abrir el camino a un mundo nuevo y mejor bajo el socialismo.

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