La elección del nuevo rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), tras los sucesivos aplazamientos, ha reavivado un importante debate sobre el papel de la Universidad y el carácter antidemocrático de sus órganos de gobierno. El candidato favorito, Atilio Alterini, levantó una gran polémica por su desempeño como funcionario durante la Dictadura Militar.
La elección del nuevo rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA), tras los sucesivos aplazamientos, ha reavivado un importante debate sobre el papel de la Universidad y el carácter antidemocrático de sus órganos de gobierno. El candidato favorito, Atilio Alterini, levantó una gran polémica por su desempeño como funcionario durante la Dictadura Militar.
Este sujeto seguramente saldrá elegido gracias a la composición antidemocrática de la Asamblea Universitaria, donde un ínfimo porcentaje de docentes -comprometidos con el actual statu quo de privilegios y prebendas para la capa superior del cuerpo docente que Alterini defiende- tiene la palanca para nombrar al rector (mientras que la mayoría de los docentes, de los estudiantes y todos los no docentes deben mirar desde afuera).
Por eso, la FUBA y un grupo de decanos están exigiendo la disolución de la actual Asamblea por antidemocrática y la reforma del estatuto para lograr una verdadero gobierno democrático en la universidad. Entre otros puntos, debemos demandar: la creación de un claustro único docente, donde la inmensa mayoría de docentes -incluidos los ad honorem- voten como tales; incluir a los no docentes en la votación; elección directa de todas las autoridades; discutir si instituimos la fórmula ‘una persona, un voto’ u otra variante. La lucha de los estudiantes que impidieron sesionar a la Asamblea ilegítima es el ejemplo que debemos seguir.
Por eso debemos exigir la dimisión de Alterini, cómplice de la Dictadura asesina, si resultara elegido rector de la UBA; la disolución de la actual asamblea por antidemocrática, reaccionaria e ilegítima; y la creación de un nuevo estatuto para la UBA que represente a todos los sectores de forma directa y democrática.
Plan de lucha nacional
Por otro lado, los docentes universitarios de Conadu y Conadu Histórica, llevan semanas cumpliendo un plan de lucha en las universidades de todo el país. Las reivindicaciones son claras: aumento salarial, equiparación de la jubilación al 82% móvil, salario para los docentes que trabajan gratis (alrededor de 20.000 en la UBA), aumento del presupuesto universitario y derogación de las leyes Federal de Educación y de Educación Superior.
Estas demandas no son nada nuevas. El año pasado se cumplió un plan de lucha similar. En ese momento el Gobierno se había comprometido a establecer un cronograma para ir satisfaciendo algunos puntos como el aumento salarial o la renta para los ad honorem. Pero recientemente el nuevo secretario de políticas universitarias, Daniel Malcom, declaró que el cronograma podría estirarse hasta… ¡el año 2010! Con lo cual, todo lo acordado el año pasado tiene el aspecto de papel pintado.
Las universidades nacionales destinan el 98% de su presupuesto para pagar los salarios -que son miserables-, mientras que la infraestructura se cae a pedazos, los laboratorios no tienen elementos y las bibliotecas dan lástima. Recordemos que el Gobierno se cansa de anunciar récords en superávit fiscal, que pagó 9.530 millones de dólares al FMI, y que el crecimiento de la economía ronda el 9%.
El panorama es el siguiente: la gran masa de los docentes universitarios es ayudante de primera con dedicación simple y su salario ronda los $270, para un jefe de trabajos prácticos con dedicación semiexclusiva -que se llama ‘cargo testigo’ porque referencia todo el escalafón- el salario es de $550, y recién en las categorías superiores (profesor titular, asociado o adjunto con dedicación exclusiva -una ínfima minoría del total) se superan los $1000. A esto debemos sumarle el escándalo que supone la existencia de alrededor de 20.000 docentes que trabajan gratis, sólo en la UBA. Por lo tanto el plan de lucha continúa y los sindicatos docentes deben ir a fondo para torcerle el brazo a los personeros del ajuste.