Histórica victoria de los trabajadores del Subte

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Después de dos años de una lucha dura y ejemplar los trabajadores del subte de Buenos Aires consiguieron que el Ministerio de Trabajo de la Nación y la Jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires reconocieran el trabajo en el subte como “insalubre” y perjudicial para la salud de los trabajadores. Esto incluye el trabajo en los vagones, los túneles y los cinco talleres bajo tierra. Las consecuencias de esto es que la jornada laboral se reduce de 8 a 6 horas.

Los trabajadores consiguieron la reducción de la jornada laboral a 6 horas

Después de dos años de una lucha dura y ejemplar los trabajadores del subte de Buenos Aires consiguieron que el Ministerio de Trabajo de la Nación y la Jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires reconocieran el trabajo en el subte como "insalubre" y perjudicial para la salud de los trabajadores. Esto incluye el trabajo en los vagones, los túneles y los cinco talleres bajo tierra (Constitución, Miserere, Canning, Rancagua y la subusina Carlos Pellegrini). También denunciaron el incumplimiento por parte de la empresa de la normativa de Higiene y Seguridad. Las consecuencias de esto es que la jornada laboral se reduce de 8 a 6 horas. Queda pendiente el tema de la jornada laboral del personal de boleterías, a los que se les mantiene las 8 horas, pero los trabajadores y el cuerpo de delegados insisten en incluirlos también en la reducción de la jornada.

Un trabajo insalubre

Hay que decir que la "insalubridad" del trabajo en el Subte, junto con la jornada laboral de 6 horas, fue una conquista lograda por los trabajadores hace 30 años, pero la dictadura militar reimpuso la jornada laboral a 8 horas, que se mantenía desde entonces.

El ruido, el aire viciado, las vibraciones, la fatiga visual debida a la escasa luminosidad, el estrés, etc han provocado todo tipo de problemas físicos y enfermedades a la inmensa mayoría de los trabajadores del Subterráneo, sobre todo lesiones hipoacústicas y problemas de visión. En una encuesta oficial de la Secretaría de Regulación y Fiscalización del Gobierno de la Ciudad del año 2002 se comprobó que el 82% de los choferes y guardas sufrían pérdidas de audición.

No hay que olvidar que la Legislatura porteña sancionó el pasado año la ley 871 de reducción de la jornada laboral a 6 horas, pero vergonzosamente el Jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, la vetó respondiendo a los intereses de la empresa concesionaria del servicio, Metrovías.

Los trabajadores del Subte demostraron un gran sentido de la oportunidad política cuando amenazaron con un paro por tiempo indeterminado durante la semana previa al Ballottage entre Ibarra y Macri. Dada la paridad de las encuestas sobre el resultado de la votación, el Jefe de Gobierno y el Ministro de Trabajo, que hasta entonces habían desatendido las demandas de los trabajadores, se vieron forzados a admitir sus reclamos por el temor a que el paro de subtes perjudicara las chances de Ibarra de mantener la Jefatura de Gobierno de la capital.

Una lucha ejemplar

Pero esta última medida de los trabajadores sólo fue el colofón de una lucha ejemplar que durante meses los llevó a convocar paros sorpresivos y marchas, y sufrir la represión policial y las amenazas de despido de la empresa. No fue menor el obstáculo que ejerció la burocracia sindical de la UTA, dirigida por Palacios, que en todo momento se negó a apoyar a los trabajadores mientras que mantenía una actitud conciliadora con Metrovías.

El conflicto llegó a su punto culminante en las últimas semanas cuando, a espaldas de los trabajadores, la burocracia sindical de la UTA firmó un Convenio Colectivo de Trabajo con la empresa que significaba un empeoramiento en las condiciones de trabajo (con la introducción de la movilidad geográfica y la polifuncionalidad) y que tampoco recogía la totalidad de la suba de $200 pesos remunerativos que había aprobado el gobierno de Kirchner semanas atrás. Los trabajadores también rechazaban la instalación de máquinas expendedoras de boletos porque significaba una amenaza de pérdida de puestos de trabajo.

Hay que decir que el Subte pasó de tener una plantilla de 4.500 años hace más de 25 años a la actual de 1600. Las consecuencias de la privatización del subte bajo la etapa menemista (encubierta bajo la fórmula jurídica de "concesión") fue nefasta para los trabajadores y los usuarios, con la reducción de un 20% en la cantidad de servicios diarios en los últimos años. Sin embargo, Metrovías recibe susbsidios de millones de pesos cada año del Estado para garantizarles suculentos beneficios a sus dueños.

Ahora, la empresa ha recurrido la resolución de la Jefatura de Gobierno y del Ministerio de Trabajo ante los tribunales y dice que no está dispuesta a aceptar la existencia de la insalubridad del trabajo en el Subte ni la reducción de la jornada laboral hasta que no lo decida la justicia. Correctamente, esto llevó a los trabajadores a realizar nuevos paros sorpresivos contra esta medida de la patronal. No hay que tener la más mínima confianza en la justicia burguesa y hay que acompañar el tiempo que dure la resolución de los tribunales con movilizaciones para impedir que la patronal se salga con la suya.

Por la reestatización del subte

Los trabajadores y usuarios de la Capital debemos exigir al Gobierno de la Ciudad y de la Nación que reestaticen el subte y eliminen la concesión a Metrovías. Los servicios esenciales de la comunidad, como el transporte público, deben estar en manos del Estado, bajo el control de los trabajadores, y no de patronales usureras que hacen fabulosos negocios ofreciendo un servicio lamentable y empeorando las condiciones laborales de los trabajadores.

Por último, hay que hacer un reconocimiento a la actitud firme mantenida por los compañeros del Cuerpo de Delegados del Subte en su defensa intransigente de los derechos de los trabajadores. Esta experiencia demuestra que con dirigentes sindicales combativos que respeten en todo momento las decisiones tomadas democráticamente en asamblea y con una lucha decidida por parte de los trabajadores, se puede doblar el brazo a la patronal y superar el obstáculo de la burocracia sindical. Es un ejemplo a seguir por el resto del movimiento obrero, que debe tener también como objetivo principal luchar en el interior de los sindicatos para sacar a las dirigencias burocráticas y corruptas, y sustituirlas por auténticos luchadores que representen nuestros intereses.