GEORGE W. BUSH Y LAS CRUZADAS

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En vísperas de la guerra en Iraq George W. Bush hizo referencia a la “Cruzada”. Pero rápidamente fue silenciado por sus asesores que le dijeron que la palabra “cruzada” tenía connotaciones muy desafortunadas para el mundo musulmán. Después de eso, la palabra desapareció de su vocabulario. La razón por la cual la palabra cruzada tiene connotaciones tan negativas en Oriente no se comprende demasiado en Occidente. La mayoría de las personas, incluidos los inquilinos actuales de la Casa Blanca, recuerdan vagamente algo a través de las películas, que las presentaron de una forma romántica y atractiva, como la expresión más elevada de la caballerosidad cristiana. La realidad fue bastante diferente En vísperas de la guerra en Iraq George W. Bush hizo referencia a la “cruzada”. Obviamente, estaba bastante contento por haber utilizado esta palabra grandilocuente. Pero rápidamente fue silenciado por sus asesores que le dijeron que la palabra “cruzada” tenía connotaciones muy desafortunadas para el mundo musulmán. Después de eso, la palabra desapareció de su vocabulario.

La razón por la cual la palabra cruzada tiene connotaciones tan negativas en Oriente no se comprende demasiado en Occidente porque muy pocos se han ocupado del estudio de las cruzadas. La mayoría de las personas, incluidos los inquilinos actuales de la Casa Blanca, recuerdan vagamente algo a través de las películas, que las presentaron de una forma romántica y atractiva, como la expresión más elevada de la caballerosidad cristiana. La realidad fue bastante diferente.

¿Qué fueron las cruzadas?

La Edad Media, como señaló Marx, estuvo acompañada de un “brutal despliegue de fuerza”. El arte de la guerra se transformó gracias al desarrollo de la caballería armada pesada, que permitió realizar cargas devastadoras en el campo de batalla. Este fue el verdadero origen de la palabra “caballería”. Todo esto fue el producto de una sociedad militar donde la lucha era la principal actividad de la aristocracia. La violencia era un ingrediente esencial en ese mundo. La nobleza feudal tenía dos objetivos en la vida: ser un buen combatiente y tener muchos hijos. Esencialmente, estos objetivos coincidían con los de un toro semental y su nivel de inteligencia con frecuencia no era muy superior.

Sin embargo, a ninguna clase dominante le gusta ser recordada por sus actividades criminales, más bien desea que la posteridad la juzgue por lo que piensa sobre sí misma. Por esa razón, elabora toda una mitología sobre su sentido innato del honor y la justicia, la esencia de la caballería. En realidad, por supuesto, estos eran propósitos meramente decorativos. La verdadera cara de la Europa cristiana se pudo ver en el brutal derramamiento de sangre provocado por las incursiones conocidas como las Cruzadas: las terribles guerras entre Europa y el Islam que duraron cien años.

En 1076 los turcos Seljuk conquistaron Jerusalén. Este fue un duro golpe para la Iglesia que en siglo XI dominaba todos los niveles de la sociedad europea. En cada aldea la iglesia era el edificio más grande, con sus terribles pinturas del infierno y la condenación. Los verdaderos creyentes que aceptaban el mensaje de la Iglesia irían al cielo, pero los no creyentes serían arrojados al foso del infierno donde sufrirían los tormentos eternos en manos de los demonios. Esta era la visión del mundo en la que creían fervientemente hombres y mujeres.

En 1095, el Papa Urbano II, incitó a una multitud de miles de personas para que abandonaran todo y se fueran a liberar Jerusalén de los “infieles”. A cambio se les prometió la salvación en la otra vida. Una masa de gente común respondió a la llamada y se congregó bajo la bandera de la Primera Cruzada, inspirada por la visión de una nueva Jerusalén. Su batalla resonaba en cada pueblo y plaza de ciudad: “¡Deus lo volt!” (“¡Es la voluntad de Dios!”). La Iglesia avivó el fanatismo religioso alegando que los Lugares Santos estaban en peligro. Esto era completamente falso.

Los lugares santos para los cristianos también lo eran para los musulmanes que los habían ocupado desde el año 638. A diferencia de los cristianos, que eran completamente intolerantes con las otras creencias religiosas, los musulmanes en general toleraban a los cristianos y a las otras creencias, siempre que pagaran sus impuestos y no causaran problemas. Es verdad que Mahoma dijo: “Cuando los encontréis borrad a sus jefes”, pero el mismo Mahoma también dijo: “tratadlos sosegadamente, dejadlos algún tiempo en paz”. Hacía referencia a los cristianos a quienes consideraba como “gente del Libro” y por lo tanto, “más cerca de los creyentes”. Fue la agresión no provocada y violenta de la Europa cristiana lo que provocó la reacción de los musulmanes.

El fanatismo religioso jugó un papel central en el conflicto sangriento entre Europa y el mundo musulmán. Pero había otras consideraciones más mundanas, como la perspectiva del saqueo y el pillaje. Los objetivos de quienes organizaron la aventura no tenían un carácter exclusivamente sagrado. Los caballeros cristianos, como siempre, querían una excusa para matar, y si eso garantizaba su salvación por sus múltiples pecados, entonces, mucho mejor. A la Iglesia generalmente le gustaba perder de vista a estos elementos indisciplinados. Además, las cruzadas aumentaron considerablemente su prestigio y autoridad.

Los comerciantes estaban aún más interesados en el éxito de esta aventura. Los turcos controlaban las rutas comerciales lucrativas de Oriente, como la famosa Ruta de la Seda. La mayoría de los comerciantes cristianos de Venecia, Génova y otros puertos europeos, estaban completamente excluidos y quisieron tomar parte en la acción. Las cruzadas eran su mejor oportunidad para conseguirlo y, además, bajo la bandera del Todopoderoso. Era su oportunidad y no la desperdiciaron.

En cuanto al populacho que se reunió bajo la bandera de las cruzadas en cada pueblo y aldea, representaba la oportunidad de escapar del pesado trabajo feudal y también de ver mundo. Todo tipo de elementos criminales fueron atraídos por la promesa del botín, el asesinato y la violación. Se les dijo que sirviendo a la Iglesia podrían salvar sus almas (una recompensa considerable) en la medida que sus víctimas eran “infieles”.

En palabras de San Bernardo, una figura clave en la creación de las órdenes militares religiosas, asesinar por Cristo era varonicidio y no homicidio, el exterminio de la injusticia era algo justo y por lo tanto deseable. En realidad “asesinar a un pagano suponía ganar la gloria porque eso daba gloria a Cristo”. Las cruzadas siguieron al pie de la letra su palabra. En realidad, a algunos cruzados no les preocupaba la religión de las personas a las que atacaban, como señala Desmond Seward:

“Muchos francos fueron enviados a la cruzada como una penitencia por las atroces ofensas cometidas, como la violación y el asesinato, y lo que hacían era regresar a sus desagradables costumbres. Los peregrinos eran una presa natural, aunque uno de los objetivos principales de la cruzada fuera mantener a salvo para ellos los Lugares Santos”. (D. Seward. The Monks of War, p. 33).

Las cruzadas y los judíos

La Primera Cruzada —como las siguientes— presenta un cuadro infernal de asesinato indiscriminado, violación y pillaje. En todas partes los cruzados dejaron en su camino un reguero de destrucción y caos, como un ejército de langostas voraces devorando la tierra que encuentra a su paso. Su especialidad particular eran los pogromos contra los judíos, aunque generalmente arrasaban con todo lo que encontraban a su paso. Hasta nosotros han llegado algunos de los comentarios que hacían los cruzados sobre los judíos y que revelan su verdadera mentalidad:

“Nos hemos preparado para emprender un largo camino para luchar contra los enemigos de Dios en Oriente y contemplar ante nuestros ojos a sus peores enemigos: los judíos. Se los debe tratar con dureza (…) Ustedes son los descendientes de aquellos que asesinaron y crucificaron a nuestro Dios. Además él mismo (Dios) dijo: ‘Llegará el día en que mis hijos vendrán y vengarán mi sangre’ Somos sus hijos y nuestra tarea es llevar adelante su venganza sobre ustedes, porque se muestran obstinados y blasfemos ante él (…) (Dios) los ha abandonado y ha vuelto su resplandor hacia nosotros y nos ha hecho suyos”. (N. Cohn. The Pursuit of the Millenium, p. 70).

La población judía de las ciudades comerciales del Rhin y el Mosela estaban bajo la protección del emperador y los obispos; pero eso, como cuenta el siguiente extracto, no salvó a muchos de ellos:

“A principios de mayo de 1096, los cruzados a las afueras de Speyer planearon atacar a los judíos en su sinagoga el día del Sabath. Su intento se vio frustrado y sólo pudieron asesinar a una docena de ellos en las calles. El obispo alojó al resto en su castillo y castigó a algunos de los asesinos. En Worms los judíos tuvieron menos suerte. Aquí también buscaron la ayuda del obispo y los acomodados burgueses, pero no pudieron protegerlos cuando los cruzados llegaron y levantaron a los aldeanos para atacar al barrio judío. Su sinagoga y sus casas fueron saqueadas y los inquilinos adultos que se negaron al bautismo fueron asesinados. En cuanto a los niños, algunos fueron asesinados, otros fueron bautizados y se los educó como cristianos. Algunos judíos consiguieron refugiarse en el castillo del obispo y cuando también fueron atacados, el obispo les ofreció el bautismo para que salvaran la vida; pero toda la comunidad prefirió suicidarse. En total dicen que en Worms murieron unos ocho mil judíos”. (N. Cohn. The Pursuit of the Milleninum, p. 69).

Escenas similares se repitieron en Verdún, Tréveris, Mainz, Trier, Colonia, Metz y otras ciudades. Los judíos, desesperados, arrojaron su riqueza, su familia y a su propios cuerpos a las llamas o a los ríos para escapar de la cólera de la muchedumbre. Los judíos de Colonia se ocultaron en las aldeas vecinas pero los cruzados los descubrieron y asesinaron a cientos. Todos los judíos de Metz fueron asesinados. En total, murieron miles de judíos.

Este mismo patrón se repitió al principio de cada cruzada. En cada caso, las cruzadas fueron una señal para masacrar a los judíos.

Las cruzadas en Jerusalén

Pero todas estas atrocidades contra los judíos palidecían en significado si se comparaban con lo sucedido en Jerusalén cuando entraron los cruzados en julio de 1099. Este capítulo terrible es una mancha en la historia de la humanidad. Aterrorizó a todo el mundo musulmán y quedó grabado para siempre en su memoria. Los cruzados emprendieron una orgía de sangre que no respetó ni a las mujeres ni a los niños. La mayoría de la población de la ciudad —unas 70.000 almas— fue degollada en un holocausto que duró tres días. Los devotos cruzados lloraban cuando rezaban, con los pies descalzos, ante el Santo Sepulcro, antes de regresar a la matanza: “Nuestros hombres”, escribía un cronista cristiano, “los siguieron [a los que huían] y los persiguieron hasta el Templo de Salomón y se mancharon hasta los tobillos con la sangre musulmana”.

El célebre historiador inglés Edward Gibbon escribe lo siguiente: “En el saqueo de la riqueza pública y privada, los aventureros habían acordado respetar la propiedad exclusiva del primer inquilino; y el botín de la gran mezquita, setenta lámparas y jarrones macizos de oro y plata, premió la diligencia y desplegó la generosidad de Tancredo. Un sacrificio sangriento fue ofrecido por los partidarios equivocados del Dios de los cristianos: aunque provocara resistencia, ni la edad ni el sexo podrían emblandecer su implacable rabia. Se dieron el gusto durante tres días en una masacre promiscua, y la infección de los cadáveres provocó una epidemia. Después de haber pasado por la espada a setenta mil musulmanes y quemar a los inofensivos judíos en su sinagoga, podían aún reservar a una multitud de cautivos cuyo interés o lasitud los persuadió a que los dejaran”. “E. Gibbon. Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano).

El salvajismo de los cruzados contra los infieles superó todos los límites naturales. En un asedio asaron a los prisioneros musulmanes, incluidos los niños, y los devoraron. Historias como éstas son frecuentes en tiempos de guerra para ennegrecer el nombre de los enemigos. Pero en este caso fue verdad. Y el Papa de Roma bendijo esta matanza de inocentes y otorgó el perdón a todos los que la perpetraron.

Las órdenes religioso-militares

Este movimiento, motivado por el fanatismo religioso, tenía una base económica concreta. El rápido crecimiento de la población en Europa provocó la existencia en cada país de un gran número de hijos de la nobleza sin tierras. Estos hijos de los nobles encabezaron los ejércitos de asesinos y ladrones bajo la bandera de la Cruz. Las verdaderas intenciones de los nuevos cruzados quedó al descubierto cuando inmediatamente dirigieron su atención, no a los lugares donde estaban situados los lugares sagrados, sino hacia el norte, donde estaba la Ruta de la Seda.

Los verdaderos objetivos de los invasores se demostraron cuando los caballeros francos construyeron en las ciudades conquistadas una red de puertos comerciales: Antioquia, Trípoli, etc., La propia Jerusalén era un importante centro comercial. En la Biblia, Jesucristo expulsó a los prestamistas del Templo de Jerusalén, pero los cruzados cristianos inmediatamente los volvieron a admitir. Las tierras conquistadas instantáneamente se convirtieron en un imán irresistible para todo tipo de aventureros de los barrios bajos y prisiones de Europa. Llegaron, no para extender la Palabra del Señor, sino para apoderarse de las tierras pertenecientes a los musulmanes:

“Los ‘francos’ depositaron su confianza en las fortalezas y el poder del mar. Las flotas genovesas, pisanas y venecianas pronto controlaron el mar, entusiasmados con el comercio de especias, arroz y caña de azúcar, de plumas de avestruz de África, pieles de Rusia, alfombras de Persia, incrustaciones metálicas de Damasco, seda y muselina de Mosul y otros incontables productos de lujo. Los comerciantes atraídos por estas mercancías se asentaron en las ciudades costeras”. (D. Seward. The Monks of War, p. 30).

Construyeron una línea de fortalezas, guarnecidas por los Caballeros Templarios y los Caballeros Hospitalarios. Se trataba de organizaciones de fanáticos religiosos, dispuestos a defender hasta la muerte la fe cristiana. Eran una mezcla monástica y militar, que combinaba la estricta disciplina y la austeridad de los monjes con la mentalidad belicista de los barones del robo.

Las órdenes religioso-militares, como los Templarios y los Hospitalarios, se fundaron en el siglo XII. Con una mezcla aterradora de fanatismo religioso y brutalidad, constituían las tropas de choque de la Iglesia Católica en la Edad Media. El Papa les otorgaba privilegios considerables, incluida la exención de pagar el diezmo. Terminaron siendo una iglesia dentro de la iglesia, un estado dentro del estado. Finalmente, tuvieron que ser reprimidos y el último Gran Maestro Templario fue quemado vivo acusado de ser un hereje.

Las actividades de estas órdenes religiosas militares se caracterizaban por la agresión violenta y el salvajismo extremo, hasta el punto de exterminar poblaciones enteras. De este modo los antiguos prusianos (originalmente bo-rusos), un pueblo eslavo que vivía a orillas del Báltico, fueron exterminados por la Orden Teutónica para dejar la zona libre para un asentamiento alemán, un ejemplo temprano de la política descrita por Hitler como la búsqueda del Lebensraum (espacio vital). Éstos también se consideraban cruzados. Las terribles campañas de la Orden Teutónica contra los lituanos se han descrito como las guerras más feroces de la Edad Media. Eisenstein, el gran director de cine soviético, trató en su obra maestra Alexander Nevsky la derrota sangrienta de los caballeros teutónicos en la batalla sobre hielo del lago Peipus, en el año 1242.

Desmond Seward comenta lo siguiente: “En teoría, ellas [las Órdenes] eran una protección contra los agresores despiadados. La liquidación deliberada de la raza prusiana por parte de la Orden Teutónica es suficiente testimonio de ello. Un capellán cronista recordaba orgullosamente que ‘los habían expulsado hasta que no quedó nadie que no tuviera su cuello atado al Yugo de la Fe, con la ayuda del Señor Jesucristo que sea bendito por siempre jamás’”. (D. Sewrad. The Monks of War, p. 21).

Intereses económicos

¡Cómo se repite la historia! Hoy podría expresar sentimientos similares George W. Bush y sus fanáticos republicanos religiosos de derecha y neoconservadores. En el siglo XXI la verbosidad religiosa también oculta intereses muy materiales, como ocurría en la Edad Media. Los motivos de los cruzados —incluidas las Órdenes— no eran tan puros como se podría pensar. El vino embriagador del fanatismo religioso se mezclaba con una cantidad razonable de egoísmo económico. Por ejemplo, los Templarios se convirtieron en exitosos banqueros que se anticiparon a los grandes bancos italianos de finales de la Edad Media:

“Los Templarios se convirtieron en banqueros profesionales; todo el dinero recaudado en Tierra Santa lo guardaban ellos, desde sus preceptorías europeas hasta el templo de Jerusalén, los peregrinos e incluso los comerciantes musulmanes depositaban su dinero en el templo local. Los hermanos de lucha necesitaban dinero para armas y equipamiento, para construir fortalezas, para contratar mercenarios y sobornar enemigos, y a los fondos en sus cámaras acorazadas no se les permitía estar ociosos; la prohibición de la usura por parte de la Iglesia se veía entrampada por el interés que añadían a la suma que se debía devolver y los especialistas árabes se encargaban de las transacciones en los mercados monetarios de Bagdad y El Cairo mientras que se les pagaba un excelente interés a las letras de cambio que se les proporcionaban” (D. Seward, p. 50).

También estaban comprometidos en el comercio y el “turismo”: “Tanto para los Templarios como para los Hospitalarios la forma más barata de transportar a las tropas era en sus propios barcos y los pasajes también estaban disponibles para los peregrinos; hubo un momento en que los Templarios llevaban a 6.000 peregrinos cada año. Sus barcos eran muy populares, mantenían una flotilla de barcos de escolta y se podía confiar en que no venderían a sus pasajeros como esclavos en los puertos musulmanes, como hacían algunos comerciantes italianos. Era natural utilizar el espacio vacío para las mercancías, así que exportaban especias, seda, tinturas, porcelana y cristal, aprovechándose de su exención de impuestos y pronto rivalizaron con los comerciantes levantinos que tenían cuentas con ellos”. (Ibíd.,).

Estas Órdenes, originalmente motivadas por el fanatismo religioso, más tarde adquirieron intereses materiales muy reales. Tuvieron acceso a la riqueza colosal del botín de lo que fue realmente la primera colonia europea. Y los dominadores coloniales vivían como reyes.

“Muchos caballeros preferían retirarse a alguna villa lujosa en la costa mientras que los hermanos de lucha tenían el dinero y los hombres para dominar las enormes fortalezas sirias y también para resolver problemas fastidiosos, como encontrar maridos para las herederas o salas decoradas con guardianes. Los donativos y los reclutas entraban continuamente en tropel desde Europa”. (Ibíd., p. 49).

Los “monjes de la guerra” defendían sus intereses con una maquinaria de combate formidable, dirigida por comandantes eficaces. Sus creencias religiosas no les impedían asesinar a quien ellos quisieran. Más bien lo consideraban un deber religioso. Pero a través de su crueldad lograron unir a todos los árabes contra ellos. Esta gran tarea la consiguió uno de los comandantes militares más extraordinarios de la historia de Oriente Medio, Salah ad-Din Yusif ibn Ayug, más conocido como Saladino.

Saladino

En contraste con los bandidos cristianos, la verdadera caballería se encontraba entre los “infieles” sarracenos, como el líder musulmán Saladino. Era un guerrero natural, con un conocimiento inigualable del arte de la guerra en aquella época. También era valiente, leal y generoso. De origen kurdo, cuando los kurdos eran mirados con desprecio por los árabes, se había elevado desde abajo hasta convertirse en uno de los guardias de más confianza del Sultán. Saladino sabía cómo capturar una ciudad y cómo controlarla.

Cuando murió Nur-al-Din fue sucedido por su general kurdo, Shirkuh. Pero pronto también murió, aparentemente por un atracón de comida, su lugar fue ocupado por su sobrino.

Saladino se convirtió en visir. Esta extraordinario hombre era un místico y un asceta que ayunaba, dormía sobre una estera áspera y daba incesantemente limosnas a los pobres. Su mente inquieta decidió que había muchas cosas buenas en la cristiandad y se ganó el respeto incluso de sus enemigos cruzados.
Saladino unió a todos los estados árabes, un gran logro, y creó la fuerza de lucha más formidable del mundo. Se convirtió en el rey de Egipto y Siria en 1176, con la bendición del Califa de Bagdad. Organizó una yihad contra los invasores. Demostró ser un brillante estratega militar, obligó a los francos a luchar bajo sus condiciones, en el lugar y en el momento que él eligió.

El carácter moral de los líderes francos se pudo ver en la conducta de un hombre llamado Reynault. Este caballero cristiano había torturado a un sacerdote hasta la muerte por el procedimiento de infringir numerosas heridas en su cabeza, después las roció con miel y dejó el resto a los insectos. Saladino lo derrotó con la táctica guerrillera en una famosa batalla en julio de 1187. Con un señuelo llevaron a los francos al desierto donde fueron torturados por el sol y agotados por el peso de su armadura. Después, fueron atacados por los arqueros de Saladino, éstos les lanzaban flechas y después desaparecían, evitando la batalla directa.

Los francos no tenían agua y estaban agotados. Un hombre de Saladino prendió fuego con hierba seca provocando nubes de humo negro. Con aterradores sonidos de tambores y tubos añadieron más presión psicológica, entonces los sarracenos lanzaron flechas a través de la cortina de humo para matar a los caballos del enemigo, después cargaron. Los cruzados fueron derrotados. Saladino distinguió entre los soldados normales y los caballeros Templarios, los últimos fueron pasados por la espada sin piedad.

La batalla de Hittin supuso el final del dominio cruzado. Las fuerzas de Saladino rodearon Jerusalén y la capturaron. Pero a diferencia de los cruzados, que degollaron a musulmanes y judíos cuando tomaron la ciudad, Saladino se mostró benevolente. Prohibió a sus hombres vengarse o asesinar. No se destruyó ni una sola iglesia. Saladino personalmente participó en la limpieza de la mezquita que los cristianos habían profanado y que estaba en unas condiciones lamentables. A los derrotados se les ofreció la oportunidad de pagar un rescate para conseguir ser libres. Aquellos que no lo pagaron fueron vendidos como esclavos, al menos no fueron asesinados.

Ricardo y Saladino

Europa estaba aturdida. Cuando el Papa escuchó las noticias se dice que murió por una conmoción. Pero Saladino cometió un error. Permitió que la ciudad de Tiro resistiera y de este modo permitió a los cristianos reforzarla por mar y mantener un pie firme en Oriente. Acre fue sitiada y toda Europa se movilizó para la guerra contra los árabes en la Tercera Cruzada. Federico Barbarroja, el emperador de los romanos como le gustaba llamarse, erigió el primer ejército, pero él se ahogó en la costa de Sicilia. Pronto le siguieron otros, incluido Ricardo I de Inglaterra, conocido por la historia como Ricardo Corazón de León (Lionheart). Esto nos trae a la mente lo que Trotsky escribió sobre el general zarista Kornilov —“el corazón de un león con el cerebro de un cordero”—. Probablemente Ricardo era muy similar.

Como muchos de sus contemporáneos, Ricardo “tomó la cruz” y salió para Tierra Santa —a unas 2.500 millas de su hogar— para difundir el mensaje de la cristiandad mediante el fuego y la espada. Sin duda era un buen soldado, disciplinado y valiente. Pagó a sus ejércitos con la venta de sus ducados y otras posesiones. Tenían fama de ser la fuerza más disciplinada de Europa. Sus caballeros excelentemente armados fueron capaces de lanzar un ataque asesino. A su armamento había añadido un nuevo instrumento, la ballesta. En realidad, era considerada un arma tan inhumana y cruel que incluso el Papa la había prohibido, excepto, por supuesto, para el propósito de matar a “infieles”.

Dicen que fue el ejército más profesional que había ido a Jerusalén. La diferencia es que viajaron por barco y, como la chusma no se lo podía permitir, eso impidió que se les unieran indeseables. Pero como todos los ejércitos medievales, esta fuerza estaba motivada por la avaricia del saqueo y el dinero. Una vez más, los cruzados se descarriaron en Lisboa, quemando, asesinando y violando. Lo mismo ocurrió en Marsella, Sicilia y Chipre. Probablemente sólo estaban practicando para cuando llegase el momento de masacrar musulmanes a su llegada a Tierra Santa.

En realidad fue un choque entre dos civilizaciones (si se pudiera calificar como tal a la Europa medieval). Saladino, que era una persona justa y magnánima, admiraba a los francos (como se conocía los cruzados entre los árabes) por su valentía, aunque realmente los consideraba unos bárbaros y animales. No estaba equivocado. En realidad, la Europa cristiana de aquel momento era el rincón más atrasado y bárbaro del mundo civilizado, y no merecía estar incluido en él. Por otro lado, la civilización islámica estaba en su cenit.

Los árabes se encontraban en un plano muy superior al de Europa, cultural, científica, intelectual y, en muchos sentidos, militarmente. Por ejemplo, los europeos estaban maravillados con los metalúrgicos que fabricaban las maravillosas espadas sarracenas. Estaban fabricadas con un acero mejor, más duro y afilado que cualquiera de los que se producían en Europa. En Europa no había nada que se pudiera comparar a los centros de enseñanza de Toledo, Granada y Córdoba. Fueron destruidos, junto con los sistemas de irrigación árabes, por la Reconquista española que hizo retroceder al sur de España durante siglos.

En 1191 la horda bárbara de Europa llegó a las murallas de Acre. Dependían de la fuerza bruta y pesada para ganar las batallas. Al principio las fuerzas de Ricardo atacaron todo lo que se encontraron ante sí. Acre cayó después de un asedio que duró once meses. Capturaron a 3.000 prisioneros musulmanes. Como Saladino no pagó con la suficiente prontitud, fueron masacrados todos: hombres, mujeres y niños. La carnicería duró todo el día, hasta que no quedó nadie vivo. Saladino intentó lanzar una operación de rescate pero fue un fracaso. Los musulmanes estaban aterrorizados ante una crueldad que era extraña a su cultura y práctica militar.

Saladino utilizó tácticas de guerrilla e inteligencia que se adecuaban a su caballería ligera. Su método era evitar una batalla campal y atosigar al enemigo con escaramuzas, emboscadas y flechas. En Arsuf, los cristianos y los musulmanes tuvieron una batalla mortal. Los caballeros cristianos ahora tenían una nueva arma, la caballería pesada que acababa con todo lo que se encontraba a su camino con una carga aterradora. La caballería ligera de Saladino no podía hacer nada con estos monstruos profusamente armados. Su caballería ligera atacó a los cruzados una y otra vez, pero la línea de infantería de Ricardo se mantenía firme. Después, cuando la línea comenzó a romperse, Ricardo lanzó una carga total. El efecto fue devastador. Los árabes consiguieron reagruparse y contraatacar, pero los cruzados se mantuvieron firmes y atacaron de nuevo. Saladino fue derrotado, pero consiguió que sus tropas se retiraran en orden.

A pesar del revés, Saladino atacó Jaffa y casi la tomó. El siguiente detalle revela el carácter caballeresco y generoso de Saladino. Cuando Ricardo perdió su caballo durante la batalla, Saladino le envió un caballo fresco para que pudiera seguir luchando. Al final, Saladino tuvo que retirarse y firmó un tratado de paz. Ricardo se quedó con cien millas de franja costera desde Acre a Jaffa. Pero Saladino consiguió su principal objetivo: Jerusalén quedó a salvo.

Ricardo fue tratado mucho mejor por Saladino que por sus socios cristianos. De regreso a casa desde Tierra Santa, fue encarcelado por Leopoldo de Austria y estuvo en prisión durante quince meses. Esto demuestra que es cierto lo que dice el viejo refrán: no existe el honor entre ladrones. Finalmente regresó a Inglaterra después de pagar 150.000 marcos, una enorme suma de dinero que equivalía a una cuarta parte de los ingresos de sus súbditos. Esto casi provoca la bancarrota de Inglaterra, pero a sus leales súbditos no les agradó que gastaran su dinero, por lo que fue asesinado en 1199 por un tiro de ballesta. Como buen francés, había ordenado que a su muerte su cuerpo fuera hecho trozos, sus entrañas fueran enterradas en Poitou, su corazón en Rouen, su cuerpo en Roma ¡y nada en Inglaterra! En cuanto a Saladino, quería ir a la Meca pero antes de poder llegar murió de fiebre. Su cuerpo fue enterrado en Damasco.

El saqueo de Constantinopla

Relatar toda la historia de las cruzadas sería una empresa larga y tediosa. En esencia, cada vez se repetía el mismo cuadro lastimoso. No se aprende nada al repetirlo. Pero hay un episodio que no se debe pasar por alto. El objetivo de las cruzadas se suponía que era defender a la cristiandad de la amenaza musulmana. Concretamente, la Iglesia occidental se suponía que iba a ir en ayuda del Imperio Bizantino, que había caído presa de los turcos Seljuk. Pero cuando los cruzados finalmente llegaron a Constantinopla en la Cuarta Cruzada, llegaron como conquistadores no como salvadores.

Este fue también el período de formación del capitalismo en Italia, donde Venecia, el gran centro comercial del Mediterráneo oriental, jugó un papel destacado. Los príncipes comerciantes venecianos, que estaban en camino de desplazar a Bizancio del puesto de principal potencia de Oriente, se aprovecharon del avance de los turcos y de las constantes luchas internas que había en Constantinopla y que minaban su fortaleza. Cuando el Papa Inocencio III lanzó la Cuarta Cruzada en 1204 los venecianos vieron su oportunidad.

El ciego, pero ingenioso, Duque de Venecia, Enrico Dandolo, convenció a los cruzados para que participaran en una intriga para poner al pretendiente Alexius Angelus en el trono de Constantinopla. Alexius estaba lo suficientemente loco como para hacer promesas extravagantes a los cruzados que era incapaz de cumplir. La avaricia de los cruzados se intensificó al ver la colosal riqueza de Constantinopla, una ciudad cristiana, aunque de la fe ortodoxa, no de la católica.

El 12 de abril los cruzados tomaron Constantinopla. Durante tres días la saquearon, provocando una terrible devastación. Incluso los sacerdotes se unieron a la orgía de saqueo, asesinato y destrucción que culminó con la profanación de Hagia Sofía —la mayor iglesia de la cristiandad— donde sentaron a una prostituta borracha en el trono del patriarca. Después, los conquistadores eligieron al emperador francés y a un patriarca veneciano, repartiendo para sí mismos baronías y ducados. ¡Fue más fácil que luchar contra los sarracenos! De esta forma el mayor de los ejércitos cristianos destruyó la tercera Roma. Bizancio nunca se recuperó de este terrible golpe, aunque consiguieron expulsar a los bárbaros cruzados. Finalmente cayó en manos de los turcos otomanos en 1453.

El Papa de Roma jugó un papel vergonzoso e hipócrita en todo esto. Por un lado, protestaba por el horror y decía que no culparía a los griegos (de Constantinopla) si éstos odiaban a los latinos a quienes consideraban perros traidores. Pero por otro lado, no movió un dedo para restituir al patriarca legítimo y en su lugar confirmó al usurpador latino y al pseudo-emperador. La Iglesia Ortodoxa fue perseguida y los monjes expulsados de sus monasterios para que los ocuparan los cistercienses y sus órdenes militares.

El saqueo de Constantinopla nos dice todo lo que necesitamos saber sobre el contenido religioso de las gloriosas cruzadas. Una cruzada aún más sangrienta y cruel se lanzó contra los cristianos del sur de Francia en la cruzada Albigense contra los cátaros. Destruyeron la cultura floreciente provenzal que irradiaba luz en la oscuridad medieval de Europa. Los mismos métodos utilizados en Oriente Medio se utilizaron contra la gran civilización musulmana del sur de España, destruida por la Reconquista cristiana.

Las cruzadas de George W. Bush

Las cruzadas de la Edad Media se encuentran entre las páginas más oscuras de la historia humana. No se puede decir nada positivo de ellas. Nada a excepción que te llames George W. Bush. Por supuesto, el presidente de EEUU realmente sabe muy poco de la verdadera historia de las cruzadas, en general sabe muy poco de historia, como de otras muchas cosas.

Estamos en la primera década del siglo XXI. En muchos sentidos es un período muy excitante de la historia humana. La ciencia y la tecnología han avanzado hasta unos límites insospechados. Muchos de los avances más importantes se han conseguido en EEUU. Pero hay otros aspectos de la conciencia humana que están por detrás del avance de las fuerzas productivas, la ciencia y la técnica.

En EEUU la mayor parte de la población cree en Dios y en el demonio. Millones están convencidos de que el primer Libro del Génesis —y el resto de la Biblia— es literalmente cierto. Piden que en las escuelas de EEUU a los niños se los enseñe que Dios creó el mundo en seis días y que la primera mujer fue creada a partir de la costilla de Adán. Al primer estadounidense que rodeó la Tierra en una nave espacial le pidieron que diera un mensaje a la población mundial, y de toda la literatura que hay en el mundo eligió el Primer Libro del Génesis.

Esta contradicción entre los avances colosales de la ciencia y el atraso extremo de la conciencia humana es una contradicción dialéctica. En ninguna otra parte esta contradicción es más obvia que en la mentalidad de la extrema derecha republicana que ahora está en la Casa Blanca. Si pudiéramos abrir la cabeza de Bush y mirar cómo funciona su cerebro, veríamos toda la basura acumulada, los prejuicios y las supersticiones de los últimos mil años.

La mentalidad de estas damas y caballeros que están al frente del país más poderoso y avanzado del mundo, no difiere en lo fundamental de la psicología primitiva de la Edad Media. Están empapados de religión, en su forma más cruda y primitiva. Hablan sobre el mundo en unos términos que perfectamente podrían haber utilizado los cruzados: el “eje del Mal” y otras cosas por el estilo. Presentan todos los rasgos psicológicos de fanáticos religiosos como Osama bin Laden o el mulá Omar. La única diferencia es que creen que ellos están en lo correcto mientras que aquellos que tienen ideas contrarias están equivocados (Bin Laden piensa igual).

Los fanáticos religiosos siempre son personas potencialmente peligrosas, especialmente cuando tienen armas en sus manos. Y George W. Bush es quien más armas tiene. En Iraq ha asesinado a muchas personas, hombres, mujeres y niños, en una guerra injusta e innecesaria. En estas actividades ha tenido el apoyo entusiasta de otros fanáticos religiosos, como Tony Blair.

Los cruzados medievales que se bañaban en sangre hasta los tobillos lo hacían con una conciencia clara, estaban absolutamente convencidos de que hacían el trabajo para su Señor. Moralmente, no hay mucho donde elegir entre los dos, excepto que los cruzados hacían su propio trabajo sucio, mientras que Blair y Bush simplemente dan órdenes a otros.

En este caso la religión es una hoja de parra útil para ocultar el objetivo real de la guerra. Igual que el celo religioso de los cruzados era la cobertura de otros motivos más terrenales, los verdaderos objetivos aquí están disfrazados con todo tipo de consideradores hipócritas “morales” y “humanitarias”.

No es verdad, como defienden algunas personas, que la guerra en Iraq sea un “conflicto de culturas”. Millones de personas se han opuesto activamente a la guerra, y todavía lo hacen. Estos son los aliados naturales de la población de Iraq, no sus enemigos. Por otro lado, sería una locura creer que Bush y Blair han invadido Iraq por diferencias religiosas. ¡Tienen otras cosas en mente!

Los cruzados fueron a Tierra Santa con la cruz como bandera. Pero pronto se dedicaron a empresas más serias para llenarse los bolsillos, saquear ciudades, ocupar tierras y conseguir rutas comerciales. Nuestros cruzados modernos han ido a Iraq hablando de libertad, paz y democracia, pero lo primero que han hecho es poner las manos sobre el petróleo.

Desde un punto de vista moral hay poco donde elegir entre la barbarie de la Edad Media y la de nuestra época. La principal diferencia es que la fuerza destructiva de los ejércitos modernos es infinitamente mayor que la de la Edad Media.

Es necesario luchar contra la barbarie, por un mundo nuevo en el cual la locura y la superstición que hemos heredado de la Edad Media quede para siempre relegada al tacho de basura de la historia. El atraso de la conciencia se superará con la marcha de los acontecimientos, estos acontecimientos tormentosos sacudirán la psicología de las masas y provocarán cambios bruscos y repentinos. Las viejas ideas y prejuicios desaparecerán. Se preparará el camino para un nuevo mundo, para una nueva forma de pensar y actuar digna de verdaderos seres humanos.

8 de mayo de 2003