GALICIA: DERROTA DEL PP

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La derecha ha sido derrotada en Galicia. Tras 24 años (exceptuando un breve paréntesis de dos) de gobiernos conservadores, la izquierda ha obtenido una clara mayoría. El PSdeG y el BNG consiguen superar el 52% de votos frente a menos del 45% que obtiene el PP. En 2001 la derecha aventajaba a la izquierda en casi 6 puntos y cerca de 85.000 votos. La ventaja ahora de la izquierda es de más de 112.000 votos y 7 puntos porcentuales. El vuelco en la situación es evidente.

La izquierda obtiene la mayoría absoluta

[En el momento de publicar este artículo nos llegan las noticias de que el recuento del voto de los emigrantes gallegos confirma la victoria de la izquierda, en cualquier caso el análisis de este artículo sigue siendo totalmente válido]

La derecha ha sido derrotada en Galicia. Tras 24 años (exceptuando un breve paréntesis de dos) de gobiernos conservadores, la izquierda ha obtenido una clara mayoría. El Partido Socialista de Galicia (PSdeG) y el Bloque Nacionalista Gallego (BNG) consiguen superar el 52% de votos frente a menos del 45% que obtiene el Partido Popular (PP). En 2001 la derecha aventajaba a la izquierda en casi 6 puntos y cerca de 85.000 votos. La ventaja ahora de la izquierda es de más de 112.000 votos y 7 puntos porcentuales. El vuelco en la situación es evidente.

Una nueva derrota para la derecha

El sistema electoral D`Hont y la sobrerrepresentación de las provincias más rurales y con menor composición obrera distorsionan la amplitud de la victoria de la izquierda, pero la realidad es clara para todo el que quiera verla.

Una marea de voto rojo ha atravesado Galicia de punta a punta. Empezando por las ciudades, ha conseguido llegar también al interior rural, contagiando a sectores de los pequeños propietarios agrícolas y ganaderos.

El PSdeG aumentó sus votos en más del 99% de los municipios gallegos, al tiempo que el PP retrocedía en el 92% de los 315 existentes.

El número de diputados que obtiene cada formación, las encuestas previas y las bravuconadas de Acebes no pueden modificar esta realidad.

Lo que ha ocurrido en Galicia no ha sido más que la expresión electoral del giro a la izquierda iniciado hace un lustro. La concatenación de acontecimientos históricos en Galicia de sobra conocidos, unido al permanente atraso económico del país, ha provocado este giro. Tras un cuarto de siglo de gobiernos de la derecha, Galicia sigue siendo de las comunidades más pobres del Estado. Los salarios se encuentran entre los más bajos y la jornada laboral entre las más extensas. Un tercio de los trabajadores cobra menos del salario mínimo interprofesional. El desempleo se ceba entre la juventud, condenando a 20.000 jóvenes cada año a la emigración.

Con este escenario -unido a la situación estatal- la red clientelar y caciquil del PP no podía ser suficiente para obstaculizar las ansias de cambio y mejora por parte de cientos de miles de jóvenes y trabajadores gallegos. Y así fue.

Y sin embargo, el puñetazo a la derecha podría haber sido mucho mayor. La posibilidad de una debacle aún más contundente del PP estaba implícita en la situación. Esto habría impedido la injusta distorsión que produce el sistema electoral y que hoy estemos aún pendientes del recuento del voto de la emigración.

¿Por qué la victoria de la izquierda no fue aún mayor?

El atraso, el caciquismo, el carreteo de votos, el envejecimiento de la población, la manipulación de la iglesia, etc, no explican nada. Todos contamos con esto y conocemos de sobra la falta de escrúpulos de la derecha. No lo decimos los marxistas, sino el propio Baltar, cuando habla de la necesidad de “robar los votos de donde sea”. Esto no es ninguna novedad y no vale la pena derramar lágrimas. En cualquier proceso electoral este elemento está presente.

Otro tanto ocurre con la composición de clase del rural gallego. Evidentemente la existencia de un porcentaje importante de pequeños propietarios rurales constituye un aval para la derecha. Esa es, históricamente su base social. Pero esto no es ninguna novedad en estas elecciones. De hecho, esta base social está en permanente retroceso. El peso del sector primario (con ser mucho más elevado que en el resto del estado) se recorta constantemente, a raíz de la “cuota láctea”, el despoblamiento del rural (debido a la emigración y a la mortalidad) y ya antes la crisis de las “vacas locas”.

Según el Instituto Galego de Estadística, en el primer trimestre de 2005, el 11,6% de la Población Ocupada trabajaba en pesca o agricultura. Y un porcentaje de ellos (el 16,3%) son asalariados. Casi 9 de cada diez gallegos activos trabaja en la industria o los servicios. El porcentaje de población asalariada es absolutamente mayoritario en Galicia. (1)

Si la izquierda no asestó una derrota aun mayor a la derecha no fue por el peso del rural (que, en efecto se movilizó en masa), sino por la incapacidad de los dirigentes del PSdeG y el BNG de entusiasmar y movilizar a los trabajadores masivamente, que son la inmensa mayoría del pueblo gallego.

El incremento en la participación en estas elecciones respecto a las autonómicas del 2001 ha sido de casi 4 puntos (pasando del 64,2% al 68,1%) y es lo que permitió arrebatarle a la derecha la mayoría absoluta. La tendencia abstencionista que existía entre sectores de la clase obrera y la juventud gallega se quebró parcialmente. Pero sólo parcialmente. En los municipios más proletarios, donde reside la base social y electoral de la izquierda, miles de jóvenes y trabajadores no fueron a votar el día 19. En Vigo, la principal ciudad industrial de Galicia, el incremento en la participación respecto al 2001 creció por encima de la media (un 5,6%) y la izquierda obtuvo 20 puntos porcentuales más que la derecha. Pero aun así, hubo casi un 36% de abstención.

En Ferrol, el aumento de la participación fue menor, reflejando cierto desencanto con el Gobierno central por la reciente reconversión naval. Ahí la abstención llegó al 38,7%. En otras ciudades obreras observamos también un mantenimiento muy importante de abstencionismo (Fene, 36,5%; As Pontes, 36,4%; Arteixo, 44%). En contraste, muchos de los municipios donde la derecha supera con creces la mayoría absoluta, tuvieron 10 puntos más de participación sobre la media.

La derecha, como de costumbre, moviliza en masa a su electorado. La izquierda tiene dificultades para hacerlo.

Victoria a pesar de la dirección.

Ni Touriño ni Quintana despertaron entusiasmo entre la juventud y los trabajadores. Más bien al contrario. La derecha fue derrotada por el odio que cientos de miles de gallegos le profesan y no porque la dirección de la izquierda los conquistara. El estilo bastante soporífero de Touriño y también de Quintana no ayudaba mucho a movilizar a su electorado.

Pero su estilo no es una característica únicamente individual. Se desprende directamente del programa y la práctica política de los partidos que dirigen, de su inserción en el movimiento obrero, de las presiones que reciben de las diferentes clases sociales…
Un dirigente obrero, armado con una alternativa real para mejorar las condiciones de vida del pueblo trabajador gallego, con confianza en la clase, apegado a las condiciones de vida y a los problemas de los trabajadores, tiene algo que decir. Habla el lenguaje de los trabajadores. Un dirigente alejado de todo esto, inserto en la política institucional, en permanente contacto con la burguesía, que no se cuestiona ni por asomo el capitalismo, se limita a decir que “es necesario una regeneración democrática” o que su “compromiso es con Galicia” Este lenguaje no se distingue mucho del de cualquier candidato burgués .

Una campaña electoral hueca

La campaña electoral estuvo muy vacía de contenido. El eslogan electoral del PSOE rezaba: “me muevo”, para después concretar (por decirlo de alguna manera): “me muevo por Galicia, me muevo por ti” (¿?). Si el PP no utilizó ese slogan fue únicamente porque se le ocurrió antes a Touriño.

El BNG anunciaba en los carteles “una Galicia nueva”, pero no indicaba cuales serían las novedades. Parece que al bloque le deslumbró el Merchandising del PSOE con las siglas “ZP” y se decidió a imitarlo: gastaron bastante dinero en pegatinas y camisetas con una gran “Q” (de Quintana), que en realidad dejaba indiferente a todos.

En los mítines, los mensajes eran igual de abstractos: Anxo Quintana afirmó en el cierre de campaña: “Quero e vou ser o presidente de todos. Quero facer unha política de integración. Quero unir o país. Acabouse o tempo da bronca. Acabouse o tempo da crispación. Acabouse o tempo da sumisión. Comeza o tempo dun Goberno honesto e ao servizo da xente. Un Goberno que vai pór a Galiza onde lle corresponde, acarón das outras nacións do Estado”

El anuncio de Quintana durante la precampaña (que no volvió a repetir) de que tras las elecciones pactaría con quien hiciera falta [La Voz de Galicia, 22/4/05] habrá espantado hacia el PSOE a más de un votante potencial. Ahora, en una pirueta de 180 grados, afirma que no planteará “ni exigencia ni condiciones” al PSOE para gobernar conjuntamente (Faro de Vigo, 23/6/05).

Por su parte Touriño, según recogía la prensa, comentaba durante la campaña que el nuevo gobierno (presidido por él) será «Galego e para todo os galegos, transparente, sensible aos anhelos e ás inquedanzas da xente, será un Goberno que escoite, innovador, renovador, eficiente, colaborador cas Administracións, que loite pola igualdade, paritario, austero e con autogoberno». También anunciaba que su fórmula será la de «cambio máis consenso», con dos referentes: Adolfo Suárez y Felipe González.

Insistimos: si Fraga fue derrotado fue por el odio y el hartazgo de cientos de miles de gallegos, no porque la oposición ofreciese nada atractivo.

La alternativa que sí hubiese movilizado masivamente el voto

Faltaríamos a la verdad si no señalásemos que ambos candidatos insistieron también en los mítines en cuestiones sociales. De hecho, esa era la clave para derrotar a la derecha. La situación social está muy deteriorada, y una alternativa que garantizase pleno empleo de calidad, vivienda social y atención sanitaria en condiciones, contaría con el apoyo entusiasta de miles de trabajadores. Pero no basta con las promesas en campaña.
En primer lugar, en los municipios donde gobiernan BNG y PSdeG ninguno de estos problemas ha sido resuelto. Una política municipal al servicio de la clase obrera es la mejor carta de presentación. El ejemplo del pueblo jornalero andaluz de Marinaleda corrobora esta afirmación.

Todas las promesas de los candidatos de la izquierda sobre acabar con la emigración, con las listas de espera en la sanidad, crear decenas de miles de puestos de trabajo, etc, que se realizaron en los mítines, sin ser el punto central de la campaña, chocaban además con dos obstáculos.

El primero, la propia experiencia de los trabajadores cuando han sido gobernados por la izquierda socialdemócrata. Y el segundo, las dudas razonables acerca de donde saldrá la financiación.

Si la receta mágica consiste en “adelgazar la administración pública gallega” o en “regalar menos empanadas que el PP en los mítines” es natural que los trabajadores reciban estas promesas con sarcasmo.

Una campaña electoral que sacase a relucir los beneficios milmillonarios de las empresas radicadas en Galicia, que plantease la expropiación de las grandes fortunas para utilizarlas en beneficio de la mayoría, sí sería un programa creíble, si además es aplicado en los municipios en los que se gobierna. Por supuesto, esta política llevaría a un enfrentamiento abierto con la burguesía, tanto gallega como del conjunto del Estado. Algo que, lamentablemente, aterroriza a Touriño y a Quintana.

Lo arriba explicado es la sencilla receta para incrementar masivamente el apoyo a la izquierda. Se trata tan sólo de aplicar una política consecuente en beneficio de la clase trabajadora y la juventud. Pero en la medida en que hoy el capitalismo es incapaz de mejorar las condiciones de vida de nuestra clase, la única forma de ser consecuente es avanzar hacia la superación del capitalismo, arrebatando, en primer lugar, las palancas fundamentales de la economía a la escasa decena de familias que hoy las detentan.

¿Por qué retrocede el BNG?

Ni Touriño ni Quintana motivan demasiado a los trabajadores; su programa no les entusiasma ni creen que sus vidas vayan a dar un vuelco radical con una Xunta PSOE-BNG. Pero aun así saben que la izquierda y la derecha no son lo mismo. Muchos jóvenes han aprendido también esta lección en los últimos años. Por eso han desalojado al PP del poder.

Pero si el objetivo era ese, derrotar a la derecha, y si ni Bloque ni PSOE ofrecían nada especialmente atractivo, había que ser prácticos. Cientos de miles optaron por el PSOE como la forma más segura de vencer a Fraga.

El giro hacia la moderación, el perfil cada vez más institucional y la política municipal totalmente reformista del BNG han diluido bastante su atractivo entre sectores de la izquierda. Decenas de miles que se decantaron por ellos frente al PSOE en la década de los noventa, han vuelto al PSOE, al atenuarse las diferencias entre ambos.

En palabras del propio Quintana: "El BNG sólo es rotundamente radical en la defensa de los intereses de Galicia,(¿?) en todo lo demás es moderado, tirando a bastante moderado" (Faro de Vigo, 23 de junio de 2005). Ese es el problema y la causa de su pérdida de atractivo. Una vez más, una explicación incorrecta. No es esta la valoración que hace la dirección del Bloque de los resultados electorales.

El balance de urgencia que hacía Anxo Quintana al día siguiente de las elecciones comenzaba con el rutinario anuncio de la necesidad de hacer autocrítica. Pero tras esto aseguraba que la campaña había sido “ejemplar”. Una vez más, culpó a la “bipolarización estatal de la campaña”, del descenso. Pero lo que Quintana tendría que explicar es por qué esa “bipolarización” no se produjo entre PP y BNG y perjudicó, por efecto del “voto útil”, al PSdeG. Después de todo, desde 1993 el BNG es la segunda fuerza política en Galicia.

El Bloque ha retrocedido en estas elecciones casi 35.000 votos, 3,7 puntos porcentuales y un diputado por cada una de las cuatro provincias. En realidad, tras los ininterrumpidos y espectaculares avances que tuvo desde mediados de la década de los ochenta, el BNG ha estado cosechando retroceso tras retroceso desde 1997. Pocas veces hemos observado una relación lineal tan nítida entre la combatividad del perfil político y los resultados electorales. En el caso del Bloque se ha constatado una relación directa entre su combatividad y sus éxitos electorales. Y también, en los últimos años, la relación ha sido a la inversa.

No es exacto decir que en general el BNG sea percibido igual al PSdeG. Entre amplios sectores, especialmente entre los estudiantes y los jóvenes trabajadores, el Bloque sigue siendo visto como una organización claramente más combativa que el PSOE. Pero no es menos cierto que esta distinción se va haciendo más borrosa.

Parece que tras cada retroceso electoral la dirección del Bloque saca la conclusión de que hay que moderarse más (para ganar la base electoral galleguista de la derecha, afirman) Esa es la mejor receta para desencantar a cada vez más sectores.

O con unos o con otros

Recientemente Carod-Rovira, dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya afirmaba que el retroceso electoral del BNG era el producto de la ausencia de un partido nacionalista de derechas en Galicia, que obligaba al Bloque a “algo imposible, a hacer de izquierda y de derecha”(La Voz de Galicia, 21/6/05) Omitiendo el detalle de que la política municipal de ERC apenas se distingue de la de CiU, lo cierto es que Rovira acierta bastante en su análisis. La dirección del BNG piensa de la siguiente forma: “Hemos conseguido aglutinar con nosotros a la mayoría del voto de la izquierda. [en 1993] Este voto está afianzado. Ahora se trata de ampliar nuestra base electoral arrancando al PP los sectores galleguistas del rural. Para esto es necesario rebajar nuestro programa y no aparecer como exaltados ante los paisanos” Y no ganaron ni un voto de la derecha y sí perdieron miles de la izquierda.

Los últimos años han sido extraordinariamente fértiles en acontecimientos políticos. Esto ha supuesto un auténtica escuela para cientos de miles de gallegos. La sociedad ha girado a la izquierda. Este es un escenario mucho más favorable que en otros períodos para una organización combativa y de izquierdas. Que en este contexto el BNG se desgañite en jurar que es un partido “moderado” es un auténtico absurdo.

Sólo el socialismo puede resolver nuestros problemas

¿Y si finalmente la dirección tiene éxito?¿Si tras varios intentos logran girar tanto a la derecha que recaban apoyo entre la derecha “galleguista”? Si finalmente el BNG se trasforma en una “CiU a la gallega” habrá pasado al otro lado de la barricada. Se convertirá en una organización más de nuestros enemigos de clase. Pero este escenario sería muy negativo para la clase obrera gallega. Una organización así renunciaría a su objetivo de acabar con la explotación que sufre el pueblo trabajador gallego y se transformaría en un instrumento completamente inútil para nuestros intereses.

Por supuesto, mucho antes de llegar allí, la dirección tendría que emplearse a fondo en una lucha a muerte con los sectores más ligados a la clase dentro de la coalición, especialmente aquellos vinculados a la CIG.

El 14 de Junio, Quintana prometía en un mitin 100 millones de euros anuales a los empresarios para financiar proyectos, si era elegido presidente. "Los emprendedores tendrán en el gobierno el aliado que necesitan", indicó. (Faro de Vigo, 15/6/05) Una vez más, la utópica obsesión por desarrollar una “burguesía nacional” gallega sale a relucir. Ese camino, el de intentar satisfacer a dos clases sociales con intereses irreconciliables, está destinado al fracaso.

Si la dirección del Bloque se empeña en continuar por esa vía, los choques internos estarán garantizados. Más tarde o más temprano la coalición nacionalista sufrirá una aguda división interna en líneas de clase. Las crisis, luchas intestinas y escisiones se pondrán a la orden del día. De quién gane la batalla interna, los sectores ligados a la clase obrera o la pequeña burguesía, dependerá el futuro perfil ideológico y el carácter de clase del BNG.

Pero aquellos sectores dentro del Bloque que se niegan a que la coalición pierda su carácter combativo y de izquierdas necesitan rearmarse ideológicamente. Para batallar contra los sectores que quieren convertir al bloque en un partido nacionalista burgués, no basta un programa de izquierdas confuso. La derecha presentará un programa completamente acabado, apoyándose en la ideología dominante, el “realismo”, y la opinión pública burguesa.

La izquierda no puede ofrecer un programa socialdemócrata para enfrentarse a la derecha dentro del Bloque, porque sus recetas han demostrado el más estrepitoso de los fracasos. No es posible mejorar de forma seria las condiciones de vida de la clase obrera gallega o de cualquier otro rincón del mundo gestionando de una forma “más social” los recursos públicos. Schroeder y Blair son la mejor prueba de lo que provoca la política reformista en nuestra época.

La única alternativa seria para acabar con los problemas que hoy padecen los jóvenes y los trabajadores es la lucha por el derrocamiento del capitalismo y su sustitución por un régimen de democracia obrera, que ponga a disposición de la mayoría los medios de producción y que garantice el respeto por los derechos democrático-nacionales del pueblo gallego, incluido el de autodeterminación. Ese es el programa del que se han de dotar los militantes revolucionarios del BNG para enfrentarse a la derecha dentro de la coalición; el programa del marxismo.

Perspectivas para una Xunta del PSdeG-BNG

En el momento de escribir estas líneas, aún no se sabe quién gobernará finalmente la Junta de Gobierno (Xunta). El diputado que baila entre PP y PSOE (y que daría la mayoría absoluta a Fraga o a la coalición PSdeG-BNG) depende del voto de la emigración gallega. En realidad, sólo un fraude masivo por parte del PP puede otorgarles el diputado 38. Pero esa posibilidad –la del fraude electoral con el voto de la diáspora- no es descartable, a tenor de la experiencia. De hecho viene siendo lo habitual.
En este caso, el fraude habría de ser gigantesco, lo que complica mucho las aspiraciones de la derecha. Pero no hay ninguna posibilidad descartable.

Una nueva Xunta del PP abriría una legislatura enormemente tormentosa. Fraga estaría absolutamente deslegitimado ante los ojos de la mayor parte de la población. La conflictividad social aumentaría. Sería una Xunta en crisis permanente que probablemente acabase en un adelanto electoral. A esto se uniría la lucha interna dentro del PPdeG por la sucesión de Fraga, provocando un cóctel explosivo.

Una Xunta PSdeG-BNG, por el contrario, sería un acontecimiento histórico en Galicia. Es cierto que ni Quintana ni Touriño provocan entusiasmo, pero es evidente que tras 25 años de gobierno de la derecha, hay expectativas creadas en una Xunta de la izquierda. Y no es para menos. “¿Por qué los habríamos votado si no es para que las cosas mejoren?” pensarán los trabajadores. Si finalmente gobierna, Touriño habría conseguido con bastante éxito su objetivo de un “cambio tranquilo”, sin haber creado grandes ilusiones que ahora supusiesen una presión irresistible sobre él. Pero evidentemente se espera de él que mejore un poco las cosas. Que haya más empleo y con salarios menos indecentes, que los jóvenes puedan trabajar aquí, que se pueda acceder a una vivienda… en fin, cuestiones muy normales. Pero estas demandas tan básicas son más de lo que Touriño o Quintana pueden dar.

El nuevo gobierno de la izquierda tendrá un margen. La gente le dejará hacer. Habrá algunos cambios, en las formas, en la reducción del nepotismo, en la cultura…serán cambios positivos.

Pero pronto el margen llegará a su fin. Los trabajadores dirán “ahora tenemos un gobierno nuestro, no de los caciques. Tiene que notarse” Y Touriño y Quintana se enfrentarán con un problema: la única forma de atender esas demandas es meterle mano a los beneficios de las grandes fortunas. Ese es el dilema ante el que pronto se enfrentarán el PSdeG y el BNG: gobernar para unos o para otros.

Una política pro-burguesa enfrentaría finalmente a la Xunta con los trabajadores. Esto tendría efectos muy serios dentro del BNG y la CIG, en primer lugar y también en el PSOE. El surgimiento de divisiones internas, de corrientes de izquierdas, especialmente en el BNG, sería la consecuencia inevitable de frustrar las expectativas creadas entre las masas.

Pero PSdeG y BNG pueden optar por otro camino. La izquierda gallega tiene, en caso de gobernar, una oportunidad única de resolver los problemas de la mayoría. Una política anticapitalista sería apoyada entusiastamente por la mayoría de la población, que se movilizaría frente a los intentos de la derecha de derribar a la Xunta. Esa política fijaría en Galicia los ojos y las ilusiones de los obreros de todo el Estado, que exigirían a la izquierda que imitase el ejemplo gallego, poniendo en graves dificultades a los diferentes dirigentes reformistas.

La fuerza de nuestra clase es gigantesca. La burguesía no podría hacer nada para evitar la nacionalización de las grandes multinacionales y la banca, si la izquierda llamase a la juventud y los trabajadores a dar un paso al frente en defensa de tales medidas. La transición al socialismo podría ser pacífica. La correlación de fuerzas así lo permite.
Una Xunta de izquierdas tiene la oportunidad de ir en esta dirección. Eso es lo que debe hacer. Sólo acabando con el capitalismo mediante la transformación socialista de la sociedad podremos edificar una vida en la que los problemas y las frustraciones que padecemos los trabajadores desaparezcan y podamos dedicarnos de lleno a desarrollar todas las potencialidades del ser humano.

Lucas Picó. 25 de Junio de 2005. Santiago de Compostela

(1) Existe una visión distorsionada del peso real del sector primario en Galicia, que tiende a sobrevalorarlo enormemente. La realidad es que del total de la Población Activa, sólo el 10,6 se dedica a la agricultura y pesca. Así mismo, del total de Población Ocupada, el 72,6% es asalariada. El 30% de la Población Ocupada trabaja en la industria o la construcción. Es cierto que la tasa de actividad (la población mayor de 16 años inserta en el mercado laboral) es 4 puntos menor en Galicia que en el conjunto del Estado (52,83% en Galicia frente al 56,9% en el Estado español)pero el peso de los trabajadores sigue siendo abrumadoramente mayoritario.