¿ESTALINISMO O LENINISMO? – I PARTE

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Marxist.com publicó recientemente un artículo procedente de La Habana escrito por Celia Hart y titulado: <<“El socialismo en un solo país” y la revolución cubana: Una contribución desde Cuba>>. Este artículo tiene una gran significado porque su autora, hija de dos dirigentes muy conocidos de la Revolución Cubana, pide una discusión sobre el papel de Trotsky y sus ideas. Y provocó inmediatamente una controversia internacional. Este era precisamente el objetivo de la autora y, por lo tanto, se puede dede decir que en su intención ha tenido éxito.

La controversia con Celia Hart

Marxist.com publicó recientemente un artículo procedente de La Habana escrito por Celia Hart y titulado: <<“El socialismo en un solo país” y la revolución cubana: Una contribución desde Cuba>>. Este artículo tiene una gran significado porque su autora, hija de dos dirigentes muy conocidos de la Revolución Cubana, pide una discusión sobre el papel de Trotsky y sus ideas. Y provocó inmediatamente una controversia internacional. Este era precisamente el objetivo de la autora y, por lo tanto, se puede decir que en su intención ha tenido éxito.

Un debate serio dentro de los partidos comunistas sobre las ideas de León Trotsky, el hombre que, junto con Vladimir Ilyich Lenin, dirigió la Revolución de Octubre en Rusia, es algo que debía haberse producido hace mucho tiempo y no sólo en Cuba. No se tiene por qué estar de acuerdo con cada punto y coma del artículo de Celia para estar de acuerdo en esto. Pero un debate serio exige un grado de honestidad. No importa lo que uno piense sobre el artículo de Celia para ver que éste fue escrito con honestidad. Pero no se puede decir lo mismo de algunos de los artículos que se han escrito para responder al suyo.

La popular página web española de izquierda Rebelión publicó un artículo firmado por Israel Shamir: <>, que es un ataque venenoso contra Celia Hart y una defensa totalmente acrítica de Stalin y el estalinismo. Shamir nos asegura que el estalinismo es sinónimo de comunismo. Francamente, se trata de una afirmación escandalosa y una calumnia contra el comunismo.

Stalin asesinó a más comunistas que Hitler, Mussolini y Franco juntos. Destruyó el Partido Bolchevique de Lenin y asesinó a sus dirigentes. Trotsky fue el último sobreviviente. Continuó luchando por las verdaderas ideas y tradiciones de Lenin y la Revolución de Octubre. Por eso Stalin tuvo que asesinarlo, lo mismo hizo con la mayor parte de su familia y con muchos de sus colaboradores y compañeros.

Es fácil, por supuesto, escribir mentiras y calumnias. Esta “hazaña” se puede conseguir en pocas líneas. Pero no es tan fácil dar una respuesta política a tales calumnias. Para rebatir una mentira es necesario aportar una prueba documental. Esto requiere tiempo y espacio. El calumniador, por otro lado, no tiene escrúpulos. No le hace falta presentar evidencias para sus mentiras. Sólo las afirma como si fueran una verdad incuestionable. Este fue el mismo método que envió a millones de personas a las prisiones y campos de trabajo de Stalin. La palabra de un delator era más que suficiente.

Los delatores nunca serán buenos revolucionarios y el marxismo (como también cualquier abogado competente) exige siempre una prueba para cualquier acusación. Pero esta prueba no se podrá encontrar en ninguno de los artículos que pretenden “responder” a la compañera Celia. Se buscará en vano a través de toda esta masa de letras, citas, datos, hechos o estadísticas. No se aprenderá absolutamente nada sobre la Revolución Rusa o la historia del bolchevismo, sobre la vida y las ideas de Lenin y Trotsky. Y llegados a este punto, tampoco se aprenderá nada sobre Stalin.

Hay un refrán español que me viene a la mente al leer este tipo de cosas: “la ignorancia es atrevida”. Shamir y otros como él ignoran totalmente la historia del bolchevismo y la Revolución Rusa. Divulgan mitos y cuentos de hadas inventados hace mucho tiempo y que hace ya mucho quedaron en evidencia gracias a la investigación histórica seria. Pero este hecho no preocupa en lo más mínimo a los calumniadores. Escriben con el espíritu de Goebbels quien decía que si deseas engañar a las personas, debes pensar una gran mentira y repetirla muchas veces, hasta que finalmente comenzarán a creérsela.

Uno de los mitos repetido incansablemente es la historia de Stalin como un “gran líder bélico”. Stalin se supone que salvó a la URSS en la guerra contra Hitler. Pero ocurrió exactamente lo contrario. Con su política criminal durante los años previos a la guerra, Stalin situó a la URSS ante un terrible peligro y casi provocó su destrucción. Su flirteo con Hitler dejó a la URSS totalmente desprevenida ante la guerra y cuando Hitler finalmente invadió en el verano de 1941, millones de tropas soviéticas fueron rodeadas y tomadas prisioneras o asesinadas. Los planes de la fuerza aérea roja quedaron inutilizados sobre el terreno.

En este momento, el “gran líder bélico” aterrorizado y desesperado estaba en su dacha de las afueras de Moscú, y allí dijo a los que lo rodeaban: “Todo lo que construyó Lenin ha sido destruido”. La razón de su pánico es que él sabía (y también Hitler) que sus monstruosas purgas antes de la guerra habían destruido los mejores cuadros del Ejército Rojo y por eso, en el momento de mayor peligro se encontró totalmente descabezado. La URSS ganó la guerra contra Hitler no gracias a Stalin, sino a pesar de él, gracias a las ventajas de la economía planificada nacionalizada y al heroísmo de los trabajadores de la Unión Soviética.

Afortunadamente, los verdaderos comunistas no son niños pequeños o personas imbéciles que creen en cuentos de hadas. Ellos quieren saber la verdad porque, como dijo en una ocasión Trotsky, la verdad y no la mentira es la locomotora de la historia.

Shamir inventa la historia

Hay tal acumulación de mentiras que francamente es difícil saber por donde empezar. Por ejemplo, el compañero Shamir nos dice que Stalin “también era un internacionalista (…) pero que era un internacionalista ruso y su primer deber era con la población de la URSS”. Entonces nos dice lo siguiente:

“León Trotsky no comprendió la continuidad de la historia rusa. Estuvo implicado en una terrible persecución de la Iglesia, en robos y la destrucción de iglesias. Estuvo implicado en ejecuciones masivas de campesinos y trabajadores, de oficiales e intelectuales. Perdió la guerra con Polonia y no pudo hacer la paz con Alemania. Alienó a los intelectuales y a los trabajadores rusos. En su impulso hacia la revolución permanente no prestó suficiente atención a Rusia; fue su perdición”.

Es difícil imaginar tal cantidad de tonterías concentradas en unas pocas frases. Es difícil saber cuál es el principal elemento aquí: la malicia o la ignorancia. Sin embargo una cosa es cierta. El compañero Shamir es un hombre que tiene una imaginación viva y fértil. También intenta ser original. Otros espíritus, menos audaces, se contentan simplemente con repetir las mentiras y las calumnias que durante décadas inventó la maquinaria propagandística de Stalin. ¡Dios sabe que hay suficientes de ellas!

¡Pero no! Israel Shamir tenía que ser original e inventar las suyas, calumnias totalmente nuevas y originales en las que nadie ¾ absolutamente nadie ¾ había pensado antes. Esto al menos tiene el mérito de la originalidad y el más increíble de los descaros. Acusa a Trotsky de ¡robar iglesias! ¿De dónde saca esto el compañero Shamir? Uno se echa las manos a la cabeza asombrado. Se busca en las obras estalinistas conocidas contra Trotsky: el infame “Curso Breve de la Historia del PCUS (b)”, los textos al pie de la letra del Juicio de Moscú y otras incontables joyas. Pero en ninguna se menciona que Trotsky “robara y destruyera iglesias”.

Intrigado por la versión imaginativa de la historia de Shamir, se busca alguna referencia y fuente. Pero se busca en vano. Ni una referencia, ni una cita, ni un intento de demostrar alguna de estas afirmaciones. Este es el método de Israel Shamir, lanzar una gran cantidad de lodo maloliente con la esperanza de que algo, al menos, se pegará. Como en cierta ocasión comentó Marx irónicamente: “Cada línea un orinal y no vacío”. Este método es totalmente indigno de un verdadero comunista, pero sí es completamente consecuente con la escuela de falsificación estalinista que el compañero Shamir tan entusiastamente abraza.

Aún peor es la escandalosa acusación de que Trotsky “estuvo implicado en ejecuciones masivas de campesinos y trabajadores, de oficiales e intelectuales”. ¿Cuándo? ¿Dónde? Shamir guarda silencio. Escribe siguiendo la mejor tradición de Goebbels: sólo es necesario pensar en una gran mentira y repetirla. La completa ausencia de información concreta habla por sí sola. Esta es una mentira escandalosa y Shamir lo sabe. El hombre que realmente estuvo implicado en ejecuciones masivas de campesinos y trabajadores, oficiales e intelectuales fue José Stalin, y esto es bien conocido y está documentado hasta el mínimo detalle. Sobre esto, sin embargo, nuestro amigo guarda silencio. Como ya sabemos: “en boca cerrada no entran moscas”.

En realidad el método de Shamir es muy inferior al utilizado por los viejos estalinistas. Estos últimos al menos intentan dar la apariencia de demostrar sus afirmaciones utilizando argumentos distorsionados y citas sacadas de contexto. En la diatriba de Shamir no encontramos nada de este tipo. Desde la primera línea hasta la última, es simplemente un insulto a la inteligencia del lector.

Sin dar ningún detalle, Shamir hace referencia al viejo mito estalinista sobre Trotsky y Brest Litovsk, algo a lo que Ted Grant y yo respondimos en detalle en “Lenin y Trotsky, lo que realmente defendieron”. Pero más increíble aún es su referencia a la guerra polaca de 1920. La argumentación de que Trotsky perdió la guerra política no tiene nada que ver con la verdad histórica, Trotsky no participó personalmente en la campaña polaca a la que, a propósito, él se opuso.

El ejército que marchó contra la Polonia blanca y que llegó a las puertas de Varsovia estaba dirigido por el brillante comandante del Ejército Rojo, Tujachevsky. Es posible que pudiera haber conseguido tomar la ciudad, excepto por el hecho de que su avance fue saboteado por el segundo ejército soviético que deliberadamente retrasó su llegada. Ese ejército estaba dirigido por Stalin y sus compinches. Ellos provocaron la derrota del Ejército Rojo en Polonia a la que hace referencia Shamir. ¿Y qué le ocurrió al gran genio militar y revolucionario Tujachevsky? Fue asesinado por Stalin junto con los otros grandes líderes del Ejército Rojo, preparando así el camino para la invasión de Hitler de la URSS.

El internacionalismo de Lenin

Lo peor de este tipo de polémicas es que nadie aprende de ellas. Este nunca fue el método utilizado por Lenin y el Partido Bolchevique. A Lenin nunca se le habría ocurrido (como tampoco se les habría ocurrido a Marx y Engels) distorsionar y falsificar las ideas de sus oponentes. Él estaba interesado en exponer claramente las diferencias y responderlas honestamente, porque para Lenin el objetivo de una polémica sobre todo era formar a los cuadros.

Lenin conocía y amaba las tradiciones nacionales, la historia, la literatura y la cultura de Rusia. Era un internacionalista de corazón y sin embargo estaba arraigado firmemente a la cultura y vida rusas. Lenin nunca hizo la más mínima concesión al chovinismo gran ruso contra el que libró una lucha implacable durante toda su vida. En contraste, la diatriba del compañero Shamir está impregnada de principio a fin con el espíritu del chovinismo gran ruso. Esto es algo absolutamente ajeno al verdadero leninismo.

No es Trotsky quién ha fracasado en comprender el internacionalismo proletario, es el compañero Shamir, que confunde el chovinismo estalinista con el internacionalismo leninista. Las dos posiciones no sólo son diferentes, sino que son incompatibles entre sí. El odio de Lenin hacia el nacionalismo ruso era tan grande que después de la Revolución de Octubre la palabra “Rusia” desapareció de todos los documentos oficiales soviéticos. A la tierra de Octubre se la llamaba simplemente El Estado Obrero.

Lenin luchó implacablemente durante toda su vida contra el chovinismo ruso. En vísperas de la Primera Guerra Mundial Lenin escribía lo siguiente:

“La democracia proletaria debe tener en cuenta el nacionalismo de los campesinos rusos (no en el sentido de concesiones, sino en el sentido de lucha) ya ahora, y lo tendrá en cuenta, probablemente, durante un período bastante prolongado”. (Lenin. El derecho de las naciones a la autodeterminación. Moscú. Editorial Progreso. 1980. p. 61.) Y continúa:

“Semejante estado de cosas plantea al proletariado de Rusia una tarea doble, o mejor dicho, bilateral: luchar contra todo nacionalismo y, en primer término, contra el nacionalismo ruso; reconocer no sólo la completa igualdad de derechos de todas las naciones en general, sino también la igualdad de derechos respecto a la edificación estatal, es decir, el derecho de las naciones a la autodeterminación, a la separación; y, al mismo tiempo y precisamente en interés del éxito en la lucha contra toda clase de nacionalismos de todas las naciones, propugnar la unidad de la lucha proletaria y de las organizaciones proletarias, su más íntima fusión en una comunidad internacional, a despecho de las tendencias burguesas al aislamiento nacional. Completa igualdad de derechos de las naciones; derecho de autodeterminación de las naciones; fusión de los obreros de todas las naciones; tal es el programa nacional que enseña a los obreros el marxismo, que enseña la experiencia del mundo entero y la experiencia de Rusia”. (Ibíd., p. 62).

Intentar atribuir al gran Lenin el veneno corrupto del nacionalismo ruso, cuando Lenin luchó toda su vida contra él, no es otra cosa que un escándalo y un insulto a la memoria de Vladimir Ilych. Para Lenin la propia Revolución Rusa no fue un acto independiente en o por sí mismo, sino sólo el primer eslabón de una cadena de revoluciones que llevarían al socialismo mundial. En realidad, en muchas ocasiones dijo que estaría dispuesto a sacrificar la revolución rusa si eso significaba la victoria de la revolución socialista en Alemania.

Lenin sabía muy bien que a menos que triunfase la revolución proletaria en Europa Occidental, especialmente en Alemania, la Revolución de Octubre al final estaría condenada. Expresó esta idea después de 1917 cien veces en artículos y discursos. Nunca suscribió la idea antimarxista del “socialismo en un solo país”. La historia ha demostrado ahora que él tenía razón.

Lenin y la cuestión nacional

Lenin demostró siempre una gran sensibilidad en sus relaciones con las nacionalidades del estado soviético. Los bolcheviques cumplieron con todas sus obligaciones hacia las naciones oprimidas del antiguo imperio zarista. Cuando se inició el movimiento para la creación de una Unión de Repúblicas Soviéticas, Lenin siempre fue muy cauto. Mientras, obviamente, estaba a favor de una federación voluntaria, que se formó inmediatamente después de la Revolución de Octubre, Lenin intentaba evitar dar la impresión a las nacionalidades no rusas de que los bolcheviques simplemente querían reconstituir el viejo imperio zarista con un nombre nuevo.

Por esa razón Lenin pedía cautela y paciencia. Sin embargo, Stalin, que fue nombrado Comisario para las Nacionalidades porque era de Georgia, tenía otras ideas. Es habitual que miembros de pequeñas naciones que se oponen a las posiciones adoptadas por el gobierno de una nación opresora mayoritaria, tiendan a convertirse en los peores chovinistas de las grandes potencias. Napoleón Bonaparte, aunque era corso, se convirtió en el defensor más fanático del centralismo francés.

En 1921, a pesar de las objeciones de Lenin, Stalin organizó una invasión de Georgia que (teóricamente) era un estado independiente. Presentada como un hecho consumado, Lenin tuvo que aceptar la situación. Pero pidió enérgicamente cautela y sensibilidad hacia los georgianos para evitar así cualquier insinuación de bravuconería rusa. En ese momento Georgia, un país predominantemente campesino y pequeño burgués, estaba gobernado por los mencheviques.

Lenin estaba a favor de una política conciliadora, con la idea de ganar la confianza de los georgianos. Daba una enorme importancia al mantenimiento de relaciones fraternales entre las nacionalidades e insistía en el carácter voluntario de cualquier unión o federación. Stalin, por el contrario, quería conseguir a toda costa la unión de la Federación Socialista Rusa (RSFSR) con la Federación Transcaucásica, la RSS Ucraniana y la RSS Bielorrusa.

Cuando fue presentado en el Comité Central el borrador propuesto por Stalin, Lenin hizo una crítica seria y propuso una solución alternativa que en principio era diferente al borrador de Stalin. Lenin, como era habitual, hizo énfasis en el elemento de igualdad y la naturaleza voluntaria de la federación: “Nos reconocemos iguales a los de la SSR Ucraniana y todos los demás y junto a ellos, en los mismos términos entraremos en una nueva unión, una nueva federación…”. (Lenin. Questions of National Policy and Proletarian Internationalism, p. 223).

A espaldas de la dirección del partido Stalin, ayudado por su secuaz Ordzhonikidze (un georgiano rusificado como él) y Dzerzhinski (un polaco), llevaron a cabo lo que en la práctica suponía un golpe en Georgia. Purgaron a los mencheviques georgianos, en contra del consejo específico de Lenin, y cuando los dirigentes bolcheviques georgianos protestaron fueron apartados sin piedad. A Stalin y Ordzhonikidze les importaban muy poco las críticas. En otras palabras, llevaron a cabo una política que era precisamente la contraria a la que Lenin defendía para Georgia. Intimidaron a los bolcheviques georgianos e incluso llegaron a utilizar la violencia física, como cuando Ordzhonikidze golpeó a un bolchevique georgiano, una acción sin precedentes. Cuando Lenin que estaba incapacitado por su enfermedad se enteró de todo, quedó horrorizado y dictó una serie de cartas a sus secretarias. En ellas denunciaba el comportamiento de Stalin utilizando los términos más duros posibles y exigía el castigo más severo para Ordzhonikidze.

En un texto dictado el 24 y 25 de diciembre de 1922, Lenin calificaba a Stalin como “un verdadero y real socialista nacional” y un vulgar “rufián gran ruso”. (Ver Buranov. Lenin’s Will, p. 46). Lenin escribió lo siguiente: “Temo igualmente que el camarada Dzerzhinski, que viajó al Cáucaso para investigar los ‘crímenes’ de esos ‘social-chovinistas’, se haya distinguido en eso, sólo por un sentimiento auténtico ruso (se sabe que la gente rusificada de otras nacionalidades exagera siempre la nota del sentimiento auténticamente ruso), y que la imparcialidad de toda su comisión se caracterice en alto grado por las ‘vías de hecho’ de Ordzhonikidze. Pienso que ninguna provocación, ni siquiera un ultraje, justifican estas vías de hecho rusas, y que el camarada Dzerzhinski cometió una falta irreparable al considerarlas con demasiada ligereza”. (Lenin. El problema de las nacionalidades o de la “autonomía”. Incluido en: Alan Woods y Ted Grant. Lenin y Trotsky, qué defendieron realmente. Madrid. Fundación Federico Engels. 2000. p. 245).

Lenin culpó de este incidente a Stalin: “Pienso”, escribía Lenin, “que aquí desempeñó un papel fatal el apresuramiento de Stalin y su pasión administrativa, así como su encono contra el famoso ‘social-nacionalismo’. Por lo general, el encono desempeña en política un papel de lo más desastroso”. (Ibíd., p. 245).

Lenin contra la burocracia

Lenin vinculó directamente el comportamiento de Stalin en Georgia con el problema de la degeneración burocrática del aparato estatal soviético en unas condiciones de atraso espantosas. Condenó particularmente la prisa que tenía Stalin en conseguir una Unión de Repúblicas Soviéticas, independientemente de las opiniones de los pueblos implicados, con el pretexto de la necesidad de un “aparato estatal unido”. Lenin rechazó firmemente este argumento y explicó que esto era la expresión del corrupto chovinismo gran ruso que emanaba de la burocracia que, en un grado importante, la revolución había heredado del zarismo:

“Se afirma que era necesaria la unidad del aparato. ¿De dónde emanaban esas afirmaciones? ¿No provenían acaso del mismo aparato de Rusia que, como ya lo dije en un número anterior de mi diario, tomamos del zarismo, limitándonos a recubrirlo ligeramente con un barniz soviético?

Sin duda alguna, habríamos debido esperar con esa medida hasta el día en que pudiéramos decir que respondemos de nuestro aparato porque es nuestro. Pero ahora, en conciencia, debemos decir lo contrario: que denominamos nuestro a un aparato que, en los hechos, nos es fundamentalmente extraño y que representa una mezcolanza de supervivencias burguesas y zaristas; que nos fue en absoluto imposible transformarlo en cinco años, ya que no contábamos con la ayuda de otros países y predominaban las ‘ocupaciones’ militares y la lucha contra el hambre.

En tales condiciones es muy natural que la ‘libertad de salir de la unión’, que nos sirve de justificación, aparezca como una fórmula burocrática incapaz de defender a los miembros de otras nacionalidades de Rusia contra la invasión del hombre auténticamente ruso, del chovinista gran ruso, de ese canalla y ese opresor que es en el fondo el burócrata ruso. No es dudoso que los obreros soviéticos y sovietizados, que se encuentran en proporción ínfima, lleguen a ahogarse en ese océano de la morralla gran rusa chovinista, como una mosca en la leche”. (Ibíd., p. 244.).

Después del asunto georgiano, Lenin lanzó todo el peso de su autoridad en la lucha para echar a Stalin del puesto de Secretario General del partido, cargo que ocupó en 1922 después de la muerte de Sverdlov. Sin embargo, el principal temor de Lenin en ese momento era evitar una escisión abierta en la dirección, en las condiciones existentes podría haber conducido a la ruptura del partido en líneas de clase. Por lo tanto, intentó mantener la lucha dentro de la dirección, por eso las notas y otro material no se hicieron públicos. Lenin escribió en secreto a los bolcheviques-leninistas georgianos (enviando copias a Trotsky y Kámenev) para que aceptaran su causa contra Stalin “con todo mi corazón”. Como estaba incapacitado de llevar esta cuestión en persona, escribió a Trotsky para pedirle que se hiciera cargo de la defensa de los georgianos en el Comités Central.

“El socialismo en un solo país”

El nacionalismo y el marxismo son incompatibles. Pero el nacionalismo es el hermano gemelo inseparable del estalinismo en todas sus variedades. En el fondo de la ideología estalinista está la llamada “teoría del socialismo en un solo país”. La teoría antimarxista del socialismo en un solo país fue expuesta por primera vez por Stalin en el otoño de 1924, iba en contra de todo lo que habían defendido los bolcheviques y la Internacional Comunista. Esta idea nunca habría sido aprobada por Marx o Lenin.

¿Cómo era posible construir el socialismo nacional en un solo país y sobre todo en un país extremadamente atrasado como Rusia? Este pensamiento nunca habría cabido en la cabeza de ningún bolchevique, incluida la de Stalin hasta 1924. Mientras Lenin vivía habría sido imposible plantear esta idea. Todavía en 1924 Stalin continuaba apoyando la posición internacionalista de Lenin. En abril de ese año, en un discurso dirigido a los estudiantes de la Universidad Sverdlov, publicado más tarde con el título de: Fundamentos de leninismo, Stalin decía lo siguiente:

“El derrocamiento del poder de la burguesía y el establecimiento de un gobierno proletario en un país no garantiza todavía la victoria completa del socialismo. La tarea principal del socialismo -la organización de la producción socialista- sigue adelante. ¿Puede esta tarea cumplirse, puede conseguirse la victoria final del socialismo en un solo país, sin unir los esfuerzos conjuntos del proletariado de varios países desarrollados? No, esto es imposible. Para derrocar a la burguesía son suficientes los esfuerzos de un país, la historia de nuestra revolución lo corrobora. Para la victoria final del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un país, particularmente de un país campesino como Rusia, son insuficientes. Para esto son necesarios los esfuerzos de los proletariados de varios países desarrollados.

Estos, en conjunto, son los rasgos característicos de la teoría leninista de la revolución proletaria”. (Stalin. Lenin and Leninism, p. 40).

Aquí sin duda la posición general del Partido Bolchevique se expresa correctamente. Sin embargo, en la segunda edición, publicada unos cuantos meses después, estas líneas fueron retiradas y en su lugar apareció exactamente lo contrario:

“El derrocamiento del poder de la burguesía y el establecimiento del poder del proletariado en un solo país no significa que esté todavía garantizada la victoria del socialismo. Después de la consolidación de su poder y la dirección del campesinado en su despertar, ¡el proletariado del país victorioso puede y debe construir una sociedad socialista!” (Stalin. Collected Works, Vol. 6, p. 110).

Que aquellos eran precisamente los “rasgos característicos de la teoría leninista de la revolución proletaria” no se cuestionó hasta la primera parte de 1924. Se repitieron una y otra vez en cientos de discursos, artículos y documentos escritos por Lenin desde 1905. Antes de que terminara 1924 se revisó el libro de Stalin y en su lugar se puso exactamente lo contrario: “El partido siempre tomó como su punto de partida la idea de que la victoria del socialismo en este país era posible, y que la tarea se puede cumplir con las fuerzas de un solo país”.

Estas líneas marcan una ruptura total con la política de Lenin del internacionalismo proletario. Stalin nunca se podría haber expresado de esta forma en vida de Lenin. Al principio, la “teoría” del socialismo en un solo país reflejaba el ambiente de la casta ascendente de burócratas que prosperaron con la Revolución de Octubre y que ahora deseaban poner un freno al período de tormenta y tensión revolucionarias. Era la expresión teórica de una reacción pequeño burguesa contra Octubre. Bajo la bandera del socialismo en un país, la burocracia estalinista llevó a cabo una guerra civil desigual contra el bolchevismo que terminó con la aniquilación física del partido de Lenin y la creación de un régimen totalitario monstruoso.

La Comintern pasó de ser un vehículo para la revolución proletaria mundial a un instrumento pasivo de la política exterior de Stalin. Cuando ya no le hizo falta, Stalin desdeñosamente la disolvió en 1943, sin ni siquiera convocar un congreso.

Sólo un hombre explicó por adelantado adonde llevaría inevitablemente la teoría del socialismo en un solo país. Ya en 1928 León Trotsky advirtió que si la Comintern adoptaba esta teoría, inevitablemente sería el principio de un proceso que desembocaría en la degeneración reformista-nacional de cada partido comunista en el mundo, estuviera o no en el poder. Tres generaciones después, la URSS y la Internacional Comunista están en ruinas y los partidos comunistas hace ya mucho que abandonaron en todas partes cualquier pretensión de defender una verdadera política leninista.

Con Stalin se cometieron los actos más monstruosos contra las minorías nacionales de la URSS. Las purgas terminaron el trabajo que comenzó Stalin en 1922, la liquidación de lo que quedaba del Partido Bolchevique. A mediados de 1937 lanzó un ataque frontal contra los partidos comunistas de cada república nacional. Varios dirigentes de los partidos nacionales fueron incluidos en las infames listas del juicio a Bujarin de marzo de 1938. Los dirigentes en general eran acusados de “nacionalismo burgués” y eran ejecutados. Después de esto, quedó abierto el camino para los arrestos y deportaciones de masas. El número exacto de las víctimas de las purgas de Stalin probablemente nunca se conocerá, pero lo que sí es seguro es que se contaron por millones. A los ucranianos, armenios y georgianos no les reconfortaba saber que el pueblo ruso sufría los mismos agravios.

El chovinismo gran ruso de Stalin

Shamir cita con aprobación el brindis de Stalin al pueblo ruso en 1945. Esto es bastante increíble. El brindis de Stalin después de la derrota de la Alemania de Hitler era simplemente: “Al pueblo ruso”. No “al pueblo de la Unión Soviética”, sino específica y exclusivamente al pueblo ruso. Otros millones -ucranianos, bielorrusos, tártaros y chechenos- también dieron su vida en esta lucha titánica por la defensa de la URSS frente a la barbarie nazi. Pero no fueron considerados dignos de mención.

Este discurso, reimpreso por Pravda el 25 de mayo de 1945, fue una desviación escandalosa del leninismo. Fue un ejemplo extremo de las tendencias nacionalistas rusas de Stalin. Afirma que el pueblo ruso era “la nación más excepcional de todas las naciones de la Unión Soviética” y la “fuerza guiadora” de la URSS. Consecuentemente, todas las demás nacionalidades eran pueblos de segunda clase que no eran excepcionales y por lo tanto deben aceptar la “guía” de Moscú. Esta concepción viola la letra y el espíritu de la política de Lenin sobre la cuestión nacional.

Cualquiera que tenga el más mínimo conocimiento de la historia de la cuestión nacional en Rusia, inmediatamente verá por qué este “gesto” era una traición monstruosa del internacionalismo leninista y una concesión descarada al chovinismo gran ruso. ¡Pero para Israel Shamir es absolutamente perfecto!

Igual que Napoleón Bonaparte era un corso que se convirtió en un imperialista francés y un amante del centralismo, Stalin era un georgiano que se convirtió en un feroz defensor del chovinismo gran ruso. Esto lo llevó directamente a romper con Lenin que exigió enfurecidamente que Stalin fuera destituido del puesto de secretario general del partido.

El chovinismo gran ruso no tiene nada que ver con el leninismo. Lenin luchó contra él durante toda su vida. Ahora Shamir quiere recuperar los jirones hediondos del chovinismo del cubo de basura de la historia, desempolvarlos y presentarlos como si fueran ¡leninismo! ¿Podría haber algo más monstruoso? El 6 de octubre de 1922 Lenin escribió un memorando al politburó llamado “Nota al buró político sobre la lucha contra el chovinismo de potencia dominante”:

“Declaro la guerra a muerte al chovinismo gran ruso. En cuando me vea libre de este maldito diente le hincaré todos mis dientes sanos”. (Incluido en “Sobre el internacionalismo proletario”. Madrid. Editorial Akal. 1975. p. 319). Cuando escribió estas líneas estaba pensando precisamente en Stalin. Pero incluso Lenin nunca sospechó los resultados tan espantosos que producirían las tendencias chovinistas de Stalin y la burocracia. El crimen más monstruoso cometido por Stalin fue la deportación masiva de nacionalidades durante la Segunda Guerra Mundial. En el curso de la guerra no menos de siete pueblos enteros fueron deportados a Siberia y Asia Central en condiciones infrahumanas.

Este fue el destino de los tártaros de Crimea, los germanos del Volga, los Kalmyks, los karachai, balcares, los ingushes y los chechenos. La NKVD -policía secreta de Stalin- acorraló a todos -hombres, mujeres, niños, ancianos, enfermos, comunistas y sindicalistas- y les ordenó, a punto de pistola, montarse en vagones de ganado sin ninguna otra posesión que lo que llevaban encima. Un gran número murió en el viaje o cuando llegaron, de frío, hambre y agotamiento. Los soldados que luchaban en el frente, incluso aquellos que fueron condecorados por su valentía fueron arrestados y deportados. El legado de amargura provocado por este acto cruel y arbitrario de opresión nacional y barbarie ha perdurado hasta el día de hoy. Se expresó en el desmembramiento de la Unión Soviética y en la pesadilla de Chechenia hoy.

La rusificación de los pueblos no rusos se podía ver en la composición de los órganos de dirección de los partidos “comunistas” de las diferentes repúblicas. En 1952 sólo la mitad de los dirigentes de las repúblicas de Asia Central y el Báltico pertenecían a la nacionalidad local. En el resto la proporción era aún menor. Por ejemplo, el partido moldavo sólo tenía un 24,7 por ciento de moldavos, mientras que sólo 38 por ciento de los reclutas del Partido Tayiko en 1948 eran tayikos.

Con estos métodos antileninistas Stalin consiguió socavar la solidaridad proletaria que había unido a los diferentes pueblos de la Unión Soviética. Esto fue lo que llevó a la ruptura criminal de la Unión Soviética, con resultados catastróficos para todos los pueblos.

El antisemitismo de Stalin

Uno de los rasgos más repulsivos del estalinismo fue su antisemitismo. El Partido Bolchevique siempre luchó contra el antisemitismo. Consecuentemente, los judíos miraron a la Revolución de Octubre como su salvación. Los bolcheviques dieron a los judíos plena libertad y los mismos derechos. Se impulsó su idioma y cultura. Incluso se creó una república autónoma para aquellos judíos que desearan vivir en una patria separada. Pero con Stalin reapareció toda la vieja suciedad racista. Los judíos de nuevo se convirtieron en chivos expiatorios. Ya en los años veinte Stalin estuvo dispuesto a utilizar el antisemitismo contra Trotsky.

Como los judíos eran una parte importante de los viejos bolcheviques, en las purgas sufrieron desproporcionadamente. Después de la Segunda Guerra Mundial hubo una campaña antisemita disfrazada parcialmente con la hoja de parra del “sionismo” o “cosmopolitas desarraigados”, palabras que simplemente en clave significaban “judíos”. El famoso “complot de los doctores”, donde varios médicos del Kremlin fueron acusados de intentar envenenar a Stalin, fue la señal para una espantosa campaña antisemita ya que los doctores acusados eran judíos. Después de la creación del estado de Israel en 1948 (inicialmente apoyada por Moscú), la cultura judía, hasta ese momento tolerada, fue duramente reprimida. Todas las publicaciones en yidish fueron clausuradas y también los teatros.

En 1952, el año antes de la muerte de Stalin, prácticamente todos los líderes de la cultura judía habían sido ejecutados y un gran número de judíos arrestados. Sólo la muerte de Stalin evitó una nueva purga. Incluso hoy, hay presentes elementos de antisemitismo en los llamados partidos “comunistas” en Rusia. En las manifestaciones del 1º de Mayo se pueden ver consignas antisemitas en las pancartas y se vende literatura antisemita. Estas abominaciones habrían sido impensables en vida de Lenin. Ahora parece que está bastante aceptado. Esta es otra herencia del estalinismo que asimiló muchas de las características más reaccionarias y repulsivas del viejo nacionalismo zarista. Esto, en sí mismo, es suficiente para demostrar el abismo que separa al estalinismo (y al neoestalinismo) del verdadero leninismo.

Ahora, finalmente, vemos los resultados. La teoría del socialismo en un solo país ha terminado con la destrucción de la URSS y la transformación de la burocracia estalinista en una nueva clase de explotadores capitalistas. La solidaridad que Lenin y Trotsky establecieron entre los pueblos de la URSS ha desaparecido, creando condiciones favorables para renacimiento de todos los viejos conflictos étnicos y nacionales. Si deseas encontrar las raíces de las guerras y los conflictos que han estallado entre las antiguas repúblicas soviéticas habrá que buscarlas en la forma utilizada por Stalin para tratar la cuestión nacional.

La lucha de Lenin contra la burocracia y Stalin

Las pruebas documentales de la primera lucha de Lenin contra Stalin fueron ocultadas durante décadas por Moscú. Los últimos escritos de Lenin fueron ocultados a la base del Partido Comunista, tanto en Rusia como internacionalmente. La última carta de Lenin al congreso del partido, a pesar de las protestas de su viuda, no se leyó en el congreso y permaneció cerrada bajo llave hasta 1956, cuando Kruschev y compañía la publicaron, junto con otro material, incluidas las cartas sobre Georgia y la cuestión nacional. De este modo, la lucha de Lenin por la defensa de la verdadera política del bolchevismo y el internacionalismo proletario quedó consignada al olvido.

La creciente amenaza burocrática preocupó y centró la atención de Lenin durante ese año. En el XI Congreso del partido en marzo-abril de 1922, el último congreso en el que pudo participar, su principal preocupación era el burocratismo. Lenin, como siempre, abordó el problema honestamente: “Pues bien, ha pasado un año, el Estado se encuentra en nuestras manos, pero ¿ha hecho en la Nueva Política Económica durante este año nuestra voluntad? No. Y no lo queremos reconocer: el Estado no ha hecho nuestra voluntad. ¿Que voluntad ha hecho? El automóvil se desmanda; al parecer, va en él una persona que lo guía, pero el automóvil no marcha hacia donde lo guía el conductor, sino hacia donde lo lleva alguien, algo clandestino, o algo que está fuera de la ley, o que Dios sabe de dónde habrá salido, o tal vez unos especuladores, quizás unos capitalistas privados, o puede que unos y otros; el automóvil no va hacia donde debe, y muy a menudo en dirección completamente distinta de la que imagina el que va sentado al volante” (Lenin. Obras Escogidas, Volumen. XII, pp. 291-92. Ed. Progreso. Moscú, 1977).

“¿Entonces qué falta?”, preguntaba Lenin. “Si nos fijamos en Moscú, con sus 4.700 comunistas en puestos de responsabilidad, y si nos fijamos en la inmensa máquina burocrática, esa multitud, debemos preguntarnos: ¿quién está dirigiendo a quién? Yo dudo mucho que se pueda decir sinceramente que los comunistas están dirigiendo a esa multitud. A decir verdad, no están dirigiendo, están siendo dirigidos”. (Lenin. Works, vol. 33, p. 288.).

En el mismo congreso Lenin explicaba, con un lenguaje muy claro y sin ambigüedades, la posibilidad de degeneración de la revolución como resultado de las presiones de clases ajenas. Lenin comparó la relación de los trabajadores soviéticos con la burocracia y los elementos pro-capitalistas a los de una nación conquistada y otra conquistadora:

”Algunas veces una nación conquista a otra, la nación que conquista es el conquistador y la nación que es vencida es la nación conquistada. Esto es simple e inteligible para todos. Pero ¿qué ocurre a la cultura de estas naciones? Aquí las cosas no son tan simples”, decía Lenin. “Si la nación conquistadora es más culta que la nación vencida, la primera impone su cultura sobre la segunda; pero si es el caso contrario, la nación vencida impone su cultura sobre la conquistadora. ¿No ha ocurrido algo parecido a esto en la capital de la RSFSR? [República Socialista Federal Socialista Rusa, así es como se llamaba la federación antes de la creación de la URSS] ¿Han caído los 4.700 comunistas (casi una división del ejército y todos ellos los mejores) bajo la influencia de una cultura ajena?” Lenin pregunta intencionadamente: ¿Los comunistas responsables de la RSFSR y del Partido Comunista ruso serán conscientes de que no pueden administrar; que sólo imaginan que están dirigiendo pero que en realidad están siendo dirigidos?”

“La máquina ya no obedecía al conductor”, el estado ya no estaba bajo el control de los comunistas y los trabajadores, cada vez se elevaba más por encima de la sociedad. La correspondencia y escritos de Lenin de este período, cuando la enfermedad le impedía cada vez más intervenir en la lucha, indican claramente su alarma ante la usurpación de poder por parte de la burocracia soviética, por el insolente advenedizo situado en cada rincón del aparato estatal. Lenin era consciente de los peligros de degeneración de un estado obrero rodeado por el capitalismo.

Después del XI congreso del partido en 1922, la salud de Lenin se deterioró y en mayo de ese año sufrió su primer ataque. Se recuperó y se pudo volver a poner en pie en julio, en octubre oficialmente regresó al trabajo. A su regreso quedó profundamente conmocionado por el creciente tumor burocrático que carcomía el estado y el partido. “Me quedé aterrado cuando regresé al trabajo”. Fue en ese momento cuando ofreció a Trotsky la formación de un bloque contra la burocracia, en general, y contra el Buró Organizativo en particular. Lenin también concentró su atención en el problema de la dirección del partido. Los enfrentamientos con Stalin sobre la cuestión georgiana y otros temas demostraban cada vez más el papel de Stalin. Entonces Lenin comenzó a trabajar en su Testamento.

Lenin contra Stalin

Lenin sólo fue plenamente consciente de la reacción burocrática dentro del partido a finales de 1922, cuando descubrió la verdad sobre la manipulación de Stalin de las relaciones con los dirigentes bolcheviques georgianos. El papel central de Stalin en esta red burocrática quedó claro. Sin el conocimiento de Lenin o el Politburó (el máximo órgano del partido), Stalin, junto con sus secuaces Dzerzhinsky y Ordzhonikidza, llevó a cabo un golpe de estado en el partido georgiano. Los mejores cuadros del bolchevismo georgiano fueron purgados y a los dirigentes del partido se les negó el acceso a Lenin, al que alimentaban con la sarta de mentiras fabricada por Stalin.

Cuando finalmente supo lo que estaba ocurriendo Lenin se puso absolutamente furioso. Desde el lecho de su enfermedad a finales de 1922 dictó una serie de notas a su estenógrafa sobre la “célebre cuestión de la autonomización que parece es oficialmente llamada la cuestión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”. Las notas de Lenin son una acusación contundente de la arrogancia burocrática y chovinista de Stalin y la camarilla que le rodeaba. Pero Lenin no trató este incidente como un fenómeno accidental, sino como un “error lamentable”.

Después de la cuestión georgiana, Lenin arrojó todo el peso de su autoridad en la lucha para destituir a Stalin del puesto de secretario general del partido, cargo que ocupó poco después de la muerte de Sverdlov. Sin embargo, ahora más que nunca el principal temor de Lenin era que no se produjese una escisión abierta en la dirección, en esas condiciones, podría haber llevado a la ruptura del partido en líneas de clase. Por lo tanto, intentó mantener la lucha dentro de los límites de la dirección, y sus notas y otro material no se hicieron públicos.

Lenin escribió en secreto a los bolcheviques georgianos (enviando copias a Trotsky y Kámenev) para que adoptaran su causa contra Stalin “con todo su corazón”. Como él era incapaz de realizar personalmente la lucha, escribió a Trotsky para que se hiciera cargo de la defensa de los georgianos en el Comité Central. En los últimos meses de su vida política, debilitado por la enfermedad, Lenin recurrió repetidamente a Trotsky para que apoyara su lucha contra la burocracia y su criatura, Stalin. En la cuestión del monopolio del comercio exterior, en la cuestión de Georgia y, finalmente, en lucha para echar a Stalin de la dirección. Lenin formó un bloque con Trotsky, el único hombre de la dirección en el que podía confiar.

El testamento suprimido de Lenin

Lenin comenzó a escribir su testamento el 25 de diciembre de 1922, en él valoraba críticamente las cualidades de la dirección bolchevique. En él se incluyen unas recomendaciones finales: “El camarada Stalin, convertido en secretario general, ha concentrado en sus manos un poder ilimitado, y no estoy seguro de que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia”.

Después se ocupa de las cualidades de Trotsky: Por otra parte, el camarada Trotsky, como ya lo demostró su lucha contra el Comité Central en el problema del Comisariado del Pueblo para las vías de Comunicación, no sólo se destaca por sus eminentes capacidades. Personalmente tal vez sea el hombre más capaz del actual CC, pero también es presuntuoso en exceso y se apasiona demasiado por los aspectos puramente administrativos del trabajo”. Con relación a los demás: “Me conformaré con recordar que el episodio de octubre, de Zinoviev y Kámenev, no fue por cierto un hecho accidental, pero que puede serle(s) imputado como un delito personal, lo mismo que el no bolchevimo de Trotsky”. (Incluido en Alan Woods y Ted Grant. Lenin y Trotsky, qué defendieron realmente. Madrid. Fundación Federico Engels. 2000. p. 237)

Sin embargo, las nuevas y alarmantes manifestaciones del abuso de poder de Stalin llevaron a Lenin a dictar diez días después una posdata, el 4 de enero de 1923, dedicada completamente a Stalin:

“Stalin es demasiado grosero, y este defecto, perfectamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros los comunistas, se torna intolerable en las funciones de secretario general. Por lo tanto, propongo a los camaradas que reflexionen sobre el modo de desplazar a Stalin de ese cargo y de nombrar a otra persona que tenga sobre el camarada Stalin una sola ventaja: la de ser más tolerante, más leal, más cortés y más atento para con los camaradas, de un humor menos caprichoso, etc.” (Ibíd., p. 238).

Dos meses mas tarde Lenin rompió relaciones personales y políticas con Stalin, después de que éste atacara verbalmente a su esposa, Krupskaya. Dos días antes de su ataque final escribió a Stalin, enviando una copia a Zinoviev y Kámenev: “No tengo intención de olvidar tan fácilmente lo que se ha hecho contra mí y sobra decir que también lo hecho contra mi esposa, que es como si me lo hubieran hecho a mí”. (Citado por Liebman. op. cit. p. 423)

El 6 de marzo Krupskaya le dijo a Kámenev que Lenin había decidido “aplastar políticamente a Stalin” (Ibíd, p. 424). Lenin le dijo a Krupskaya que el testamento tenía que ser mantenido en secreto hasta después de su muerte y después debería ser hecho público entre las filas del partido. Sin embargo, el tercer ataque del 9 de marzo de 1923 había dejado a Lenin prácticamente paralizado. El poder cayó en las manos del triunvirato formado por Zinoviev, Kámenev y Stalin.

Nueve meses después, el 21 de enero de 1924, Lenin murió. Esto era muy conveniente para Stalin. El triunvirato estaba decidido a mantener a Trotsky alejado de la dirección y por esa razón mantuvieron cerrado bajo siete llaves el Testamento de Lenin. Sobra decir que la evidencia documental de la última lucha de Lenin contra Stalin y la burocracia fue ocultada durante décadas, e internacionalmente los dirigentes de los partidos comunistas la denunciaron calificándola de falsificaciones.

Los últimos escritos de Lenin se ocultaron a la base del Partido Comunista. El Testamento de Lenin, que exigía la destitución de Stalin de la secretaría general, a pesar de las protestas de su viuda, no fue leído al congreso y permaneció oculto hasta 1956, cuando Kruschev y compañía lo publicaron, junto con algunas cosas más, como parte de su campaña para culpabilizar a Stalin de todo lo ocurrido durante los últimos treinta años. Con la muerte de Lenin la lucha contra la creciente reacción burocrática recayó sobre Trotsky la Oposición de Izquierda.

La seria enfermedad y la posterior muerte de Lenin puso el poder en manos de la “troika” formada por Stalin, Zinoviev y Kámenev. En realidad, la palanca central del poder ya estaba en manos de Stalin gracias a su total dominio organizativo del aparato del partido. Se inició una campaña de calumnias y falsificaciones contra Trotsky. Todas las viejas difamaciones sobre el pasado no bolchevique de Trotsky (que Lenin había desechado en su Testamento), sobre la “revolución permanente”, Brest-Litovsk y el resto, fueron utilizadas por la fracción dominante para desacreditar a Trotsky y apartarlo de la dirección.

Métodos estalinistas

En su última carta al partido, Lenin acusó a Stalin de ser rudo y desleal. Lo mismo se puede decir de Shamir:

“José Stalin convirtió a la Unión Soviética en un poderoso estado moderno, aseguró el pleno empleo, los derechos de los trabajadores, la educación y la atención sanitaria gratuitas. Creó la base industrial y una ciencia adelantada. Libró y ganó la más dura de las guerras jamás vividas por Rusia. Bajo su régimen, Rusia socialista sobrevivió a interminables ataques del imperialismo de EE.UU. No dejó levantar la cabeza a las fuerzas pro-occidentales y pro-capitalistas del país”. Y así sucesivamente…

“Los trotskistas en Rusia constituyen una fuerza pro-occidental y pro-estadounidense”, escribe Shamir. ¿En qué se basa? En nada en absoluto, excepto en lo que dice Shamir. Ni una sola cita, dato o prueba. Esto es algo absolutamente típico del método del estalinismo. Dicen calumnias y las repiten, con las esperanza de que finalmente la gente se las crea.

¿Por qué el compañero Shamir no reproduce una sola cita que respalde estas afirmaciones verdaderamente monstruosas? No lo hace porque no puede hacerlo, porque esas citas no existen. Lo ha inventado, de la misma forma en que ha inventado todo lo demás en su artículo. Está motivado no por el deseo de llegar a la verdad sino simplemente por la ciega malevolencia y el despecho. Y el despecho, como dijo Lenin (precisamente con relación a Stalin) juega un papel fatal en la política.

Este método nos remonta al pasado, a los métodos utilizados para desacreditar y ennegrecer el nombre del comunismo. Shamir pretende hablar en nombre de los comunistas rusos, pero sólo habla por sí mismo y por un pequeño número, cada vez menor, de viejos estalinistas intransigentes que han perdido todo el contacto con la realidad. Estas personas son incapaces de pensar. Afortunadamente, los militantes serios del Partido Comunista quieren saber la verdad sobre el pasado. No son niños pequeños dispuestos a creer en cuentos de hadas. Saben que durante décadas la dirección estalinista les mintió y están cansados de mentiras. Nosotros nos dirigimos a estos comunistas honestos, no a los falsificadores, a los vivos y no a los muertos.