Dentro del movimiento de empresas recuperadas existe un debate interesante sobre qué hacer con las mismas, si exigir su estatización, manteniendo los trabajadores el control y la gestión, o transformarlas en cooperativas gestionadas por sus trabajadores. Algunos rechazan la “estatización” y el “cooperativismo”, defendiendo la consigna de “empresas con autogestión obrera”. Pero, en los hechos, no existe la más mínima diferencia entre esto último y el cooperativismo. Este no es un debate menor y sus imor y sus implicaciones políticas son muy grandes.
Aportes al Programa Socialista (VI)
En la última década, como reacción a los cierres de empresas producto de la crisis capitalista, vimos en Argentina y los países de nuestro entorno un movimiento importante de ocupaciones de empresas que habían sido abandonadas por sus patrones o amenazadas de cierre.
Así tuvimos los casos de la cerámica Zanón (el más emblemático), Brukman, Hotel Bauen, La Baskonia, Grissinópolis, Gráficas Chilavert, y otras.
La ocupación de empresas es uno de los puntos más avanzados a que puede llegar la lucha de los trabajadores, y demuestra un elevado nivel de conciencia de clase. Pone en cuestión la propiedad de los capitalistas al plantear que la fábrica debe ser de los trabajadores que la hacen producir.
Así, de una manera práctica, los trabajadores llegan a la conclusión de la propiedad colectiva de los medios de producción, y del producto de su trabajo.
Dentro del movimiento de empresas recuperadas existe un debate interesante sobre qué hacer con las mismas, si exigir su estatización, manteniendo los trabajadores el control y la gestión, o transformarlas en cooperativas gestionadas por sus trabajadores. Algunos rechazan la "estatización" y el "cooperativismo", defendiendo la consigna de "empresas con autogestión obrera". Pero, en los hechos, no existe la más mínima diferencia entre esto último y el cooperativismo.
Este no es un debate menor y sus implicaciones políticas son muy grandes.
Contradicciones del cooperativismo
Los marxistas defendemos la estatización de las fábricas ocupadas manteniéndolas bajo el control de los obreros, y no su transformación en cooperativas. Consideramos que de esa manera se preparan mejor las condiciones para una transición hacia una economía socialista.
En general, la crisis económica golpea más duramente a las pequeñas y medianas empresas. Por eso no es casualidad que casi todo el movimiento de ocupación de fábricas se dé en este tipo de empresas. Aunque se transformen en cooperativas, no dejan de ser pequeñas empresas sometidas, más agudamente que las grandes, a los vaivenes del mercado capitalista.
Para resistir las presiones del entorno y del propio mercado, los trabajadores de cooperativas tienen que recurrir a la autoexplotación: con largas jornadas de trabajo, salarios limitados, etc. Aunque desaparece el patrón individual, es inevitable el surgimiento de cierta mentalidad de pequeño propietario entre estos trabajadores, diluyéndose su conciencia de clase. Más aún, hemos visto muchas veces cómo tienden a reproducirse divisiones sociales en el interior de estas empresas, con la introducción de gerentes, trabajadores contratados, etc.
En el capitalismo, la formación de cooperativas tiene como única virtud demostrar que los capitalistas no son necesarios para el funcionamiento de las empresas, y que los trabajadores están suficientemente capacitados para hacerlas funcionar por sí mismos. Pero sería un error grave crear ilusiones en que las cooperativas son una alternativa a las empresas capitalistas individuales, bajo el capitalismo.
Una consigna de transición al socialismo
La consigna de la estatización bajo control obrero traza en la conciencia de los trabajadores un puente entre su experiencia concreta derivada de la crisis capitalista y de sus efectos (desocupación, cierres de fábrica, despidos, reducciones de salario, etc) con la necesidad de expropiar a la clase capitalista (estatización) para solucionar permanentemente sus problemas.
Esta consigna fortalece la conciencia de clase de los trabajadores, porque estos no reclaman la propiedad individual de su empresa, sino mantener su condición obrera como trabajadores asalariados, y que sea el Estado el propietario de la misma. Por supuesto la fábrica debe permanecer bajo el control democrático de los trabajadores que la hacen funcionar: controlando la producción, distribución, venta, condiciones de seguridad en el trabajo, salarios, etc.
Tanto si el Estado burgués lleva a cabo la estatización como si no (que es lo usual), esta consigna tiene la virtud de unificar la lucha de todo el movimiento de empresas ocupadas, apuntando directamente a la necesidad de la estatización de la economía, de utilizar todos los recursos del país, para su planificación democrática en interés de la mayoría; lo que facilita la comprensión y la necesidad del poder obrero, de un gobierno de los trabajadores en todo el país y, por lo tanto, de la revolución socialista.
Independencia del Estado burgués
Los sectores del movimiento de empresas recuperadas que apuestan por la forma cooperativa justifican su postura diciendo que no quieren entregar la propiedad de estas empresas a ningún gobierno burgués. Esta posición es bastante comprensible. Pero nosotros defendemos que la estatización de las fábricas ocupadas se realice bajo el control de sus trabajadores, apelando a la movilización y la solidaridad nacional e internacional de clase para desbaratar los intentos de cualquier gobierno burgués de socavar nuestro control sobre estas empresas. Esto fortalece la conciencia y la lucha de la clase obrera en la perspectiva de la toma del poder por los trabajadores, mientras que la forma cooperativa la obstaculiza al propiciar la mentalidad de que la revolución se puede hacer empresa por empresa, o de que los problemas de los trabajadores de cooperativas se acabarán por el mero hecho de que ya no tienen un patrón individual, perdiendo el referente de la lucha unificada a nivel nacional contra el conjunto del sistema capitalista en nuestro país.
No obstante, la forma cooperativa tampoco garantiza la independencia respecto del Estado. Para intentar contrarrestar la estrecha relación de los gobiernos y el aparato del Estado con las grandes empresas y monopolios, el cooperativismo tiende a desarrollar tendencias de acercamiento al Estado para buscar financiamiento, leyes protectoras, etc que desnaturalizan su fin social e introducen distorsiones en su funcionamiento con el establecimiento de vínculos y favores con funcionarios y representantes políticos.
Ciertamente, no desconocemos que bajo el capitalismo es difícil imponer, de una forma generalizada, la estatización de las fábricas ocupadas, sin indemnización y bajo el control de los trabajadores, y que las fábricas ocupadas y gestionadas por sus trabajadores se ven obligadas, en la práctica, a funcionar como cooperativas. Pero no es lo mismo orientar la lucha y el trabajo de estos sectores en la perspectiva de la estatización bajo control obrero, aunque el funcionamiento cotidiano de estas empresas sea bajo la forma de cooperativa, que hacer apología del cooperativismo. No es lo mismo en la conciencia de estos trabajadores ni en la perspectiva general de la lucha por el socialismo.