El gobierno de Calderón y las perspectivas para la revolución mexicana

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Los barones del dinero están contentos por haber hecho valer el fraude electoral que le arrebató la presidencia a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y al PRD. No obstante, Calderón se vio obligado a tomar posesión en medio de un operativo policíaco y militar inédito en la historia de México. Su gobierno nace apestado y odiado por las masas. Esto por sí mismo ya representa una importante derrota de la burguesía y un triunfo de los trabajadores. La toma de posesión de Felipe Calderón como Presidente de la República implica que continuará la misma política que ha hundido en la miseria a millones de mexicanos.

Un gobierno débil

Los barones del dinero están contentos por haber hecho valer el fraude electoral que le arrebató la presidencia a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y al PRD. No obstante, Calderón se vio obligado a tomar posesión en medio de un operativo policíaco y militar inédito en la historia de México. Su gobierno nace apestado y odiado por las masas. Esto por sí mismo ya representa una importante derrota de la burguesía y un triunfo de los trabajadores.
Ante su debilidad, Calderón ha insistido en un gobierno de coalición con el PRI. El PRI es un aliado natural del PAN, pero es un partido moribundo y plagado de pugnas internas. La alianza con el PRI es frágil e inestable y no le asegura a Calderón la estabilidad y fuerza necesarias para enfrentar al movimiento obrero y social.

Lecciones de Oaxaca

El aplastamiento de la insurrección en Oaxaca con todo el peso del aparato represivo del Estado representa un experimento de dictadura militar con careta civil, con más de 200 detenidos, alrededor de 20 muertos, y más 30 desparecidos.
La dirección de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), los sindicatos, los zapatistas y, sobre todo, AMLO tuvieron la posibilidad de evitar esta ola represiva. Sólo unos días antes de la ofensiva final del régimen (el 20 de Noviembre) AMLO encabezó un mitin de masas que pudo haber evitado la represión y también la toma de posesión de Calderón, si se hubiera convocado a una huelga general que, por la inflamable situación, habría adquirido un carácter insurreccional y derrocado al gobierno, abriendo las puertas a una revolución; sin embargo AMLO mantuvo la lucha dentro de los estrechos límites de mítines y marchas de masas que resultan, en esta etapa, por demás insuficientes y que dilapidan su potencial revolucionario.
Ni la dirección de la APPO ni AMLO dieron pasos serios a la formación de un frente único a pesar de que el impulso de las masas ante la represión iba de manera muy clara en ese sentido.
Aunque los acontecimientos en Oaxaca representan una derrota, a nivel nacional el movimiento esta muy lejos de sentirse derrotado y una oleada de huelgas sectoriales y movimientos sindicales están en puerta ante los ataques del gobierno de Calderón. En esta perspectiva, el movimiento en Oaxaca se podrá reactivar, liberar a todos sus presos y curar sus heridas con la energía del movimiento obrero a nivel nacional.

La fuerza de los desposeídos

En la trinchera de los desposeídos, el movimiento de los trabajadores ha dado sobradas muestras de vigor y disposición a la lucha. Ya en el pasado vimos como el movimiento obrero impidió que Fox privatizara al sector energético, atacara la Ley Federal del Trabajo, que le impusiera IVA a medicamentos y alimentos, etc. Y ahora vemos a las masas irrumpiendo en la escena política con movilizaciones de millones que dieron como resultado el inicio de un proceso revolucionario en nuestro país. Si Fox afrontó serios problemas para gobernar, las dificultades que enfrentará Calderón serán muy superiores.
Como decíamos antes, se pudo impedir que Calderón fuera nombrado presidente de la República. Una huelga general habría obligado a la burguesía y a Fox a retroceder. Si AMLO la hubiera convocado, millones de personas a lo largo de todo el país habrían acudido a su llamamiento y no le habrían arrebatado su triunfo.
Pese a todo, la fortaleza del movimiento de los trabajadores continúa al lado de un régimen cada vez más débil. Por eso, en las condiciones actuales Calderón y su gobierno pueden ser derrocados.
Pero si bien la caída de Calderón sería un enorme paso al frente, esta cuestión por sí misma no sería suficiente si esa lucha no va acompañada de un programa que asegure la eliminación del poder de donde emana la capacidad de la burguesía para imponernos su voluntad. Por ello la lucha por derrocar a Calderón, al igual que la lucha contra el desempleo y los salarios de hambre, etc., debe ir articulada con la lucha por eliminar la propiedad privada sobre los bancos y la industria, los monopolios comerciales y del trasporte, así como la eliminación de los latifundios. Por ello, para eliminar la opresión económica y política del capitalismo, la lucha contra Calderón debe ir atada a la lucha por el socialismo.