El Plan Estratégico Argentina 2020: un análisis socialista (I)

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El Plan Estratégico Industrial (1ª parte)
 

A comienzos de octubre, la Presidente Cristina presentó el Plan Estratégico Argentina 2020 que propone un plan de desarrollo global (Industrial, agropecuario, transportes, etc.) para, en palabras de la Presidente, llevar la Argentina al nivel industrial de los países desarrollados en 2020. Este plan fue elaborado, a petición del Gobierno, por universidades, economistas y sectores empresarios y sindicales.

En Militante, dedicaremos sucesivos números a comentar críticamente este Plan Estratégico en sus diferentes apartados. En este número comenzaremos por el apartado dedicado a la industria.

Los ejes fundamentales del Plan Estratégico Industrial 2020 son los siguientes:

 

  • Duplicar el PIB industrial y llegar a los 140 mil millones de dólares.
  • Para conseguir lo anterior, el PIB general debería crecer un 5% anual
  • Crear 1,5 millón de puestos de trabajo, con una tasa de desempleo sectorial menor al 5%.
  • Aumento de la tasa de inversión al 28% del PIB.
  • Y una sustitución de importaciones por el equivalente al 45% de lo que el país importa actualmente.

A esto se añade el objetivo de ampliar el mercado interno y el superávit fiscal, y la preservación de los salarios reales. Y la inversión pública en infraestructura que acompañe la inversión privada.

Desde ya que sería muy loable conseguir estos objetivos, pero creemos que no es suficiente con desearlo. Lo central es cómo hacerlo.

La historia económica nos dice que conseguir objetivos tan ambiciosos, como duplicar la producción industrial en un lapso de 9 años, requiere un contexto internacional de auge prolongado de la economía, como en el período previo a 1914 o posterior a la 2ª Guerra Mundial, desde 1945 a 1975. Pero la crisis económica mundial que se prolonga desde el 2008 y que comienza a afectar a países emergentes como Brasil y China, no hace probable esta perspectiva.

También hubo experiencias exitosas en el pasado y actualmente (URSS, China, Corea, Taiwan, Brasil, etc.) pero sobre la base de la estatización de la economía o, al menos, de sus palancas fundamentales (industria pesada, banca, transportes) que permitieron introducir medidas totales o parciales de planificación para movilizar los recursos productivos y desarrollar la industria a gran escala.

Sin embargo, el nuevo contexto económico internacional hace pensar que la economía argentina ni siquiera pueda alcanzar el crecimiento del 5% del PBI en 2012. Por otro lado, la presencia estatal en la industria argentina es raquítica por la privatización salvaje y la destrucción industrial de décadas anteriores. Los sectores clave de la economía están en manos de monopolios extranjeros – industria extractiva (petróleo, minería), automotrices, la mitad del sector bancario – o nacionales (Siderurgia, agropecuario).

Esto añade dificultades para alcanzar una tasa de inversión del 28% del PBI. Desde el 2003, la mayor tasa de inversión alcanzada fue en el 2007, con el 24,2% del PBI y ahora está en poco más del 22%. Recordemos que China invierte el equivalente al 45% de su PBI. No queda claro cómo podría obligarse al capital monopólico privado a invertir sus utilidades siguiendo un plan estatal. Los capitalistas invierten para conseguir ganancias, no por patriotismo. Su carácter rapaz y parásito es manifiesto. Desde el 2007 fugaron capitales por más de 80.000 millones de dólares (un 20% del PBI anual) y mantienen más de 170.000 millones de dólares en el exterior. La presidente Cristina denunció públicamente a una gran empresa, que luego resultó ser Techint, que empleó los subsidios estatales recibidos en comprar dólares para llevarlos al exterior. También la presidente Cristina señaló que salen más divisas por las ganancias que las multinacionales sacan del país, que por los pagos de la deuda externa.

Es verdad que el gobierno está utilizando los recursos de que dispone en el Banco Nación, y organismos estatales como la ANSES (jubilaciones), PAMI, Loterías, como prestamista de emergencia. Pero estos recursos son limitados, y también deben atender gastos sociales.

El margen de mayor autonomía de que dispone el gobierno es el de profundizar y extender medidas proteccionistas, fundamentalmente limitación de importaciones que obliguen a una mayor producción local, y la devaluación de la moneda. Pero eso no es suficiente, y tiene el peligro de incrementar la inflación por un mayor costo de las importaciones.

La política de sustitución de importaciones tiene otros límites. Las multinacionales ya no producen integralmente en un país para abastecer su mercado interno. Sino que lo hacen a través de industrias de componentes y de plantas ensambladoras repartidas por varios países. Pueden abrir y cerrar fábricas de componentes o ensambladoras de un país, en 24 horas, si las restricciones gubernamentales amenazan sus intereses o preferencias de negocios.

La sustitución de importaciones tiene otra limitante: se requiere un nivel de desarrollo tecnológico que no siempre está disponible localmente y que podría incrementar los costos de producción que harían inviables las exportaciones y gravoso el consumo interno.

Se mire por donde se lo mire no es posible luchar contra la extranjerización de la economía ni proponer un desarrollo industrial a gran escala, sin acometer un política de nacionalizaciones de los monopolios multinacionales y nacionales, que eliminen el obstáculo de la ganancia privada. Sólo la planificación socialista y democrática de la economía con la nacionalización de la banca y los monopolios podría hacer la realidad de duplicar y triplicar la producción para desarrollar el país y satisfacer las necesidades sociales y humanas que se requieren.