El escándalo del CNI y el atentado de las Ramblas

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Las revelaciones del periodista de investigación Carlos Enrique Bayo en Público.es arrojan luz sobre las estrechas relaciones entre el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y el imán de Ripoll, Abdelbaki es Satty, cabecilla del grupo yihadista que perpetró los atentados de las Ramblas de Barcelona. Esta investigación apunta, en el mejor de los casos, a una escandalosa negligencia, pues, habida cuenta de la abundante información recabada sobre este personaje, tendrían que haber saltado todas las alarmas tras la explosión del laboratorio de explosivos de Es Satty en Alcanar. Pero también abre interrogantes mucho más siniestros sobre las posibles motivaciones políticas del CNI en esconder sus vínculos con el imán. Este escándalo no cae del cielo, ya que el Estado español y sus cloacas tienen una larga trayectoria de conspiración, intriga y manipulación.

Es Satty, informante del CNI

Los artículos de Público.es, que utilizan fuentes del propio CNI, revelan que Es Satty era un importante confidente policial hasta la misma víspera de los atentados, y que sólo fue borrado de la base de informantes hasta después de haberse producido éstos. Encarcelado por tráfico de drogas, Es Satty mostró claros síntomas de radicalización durante su estancia en la cárcel de Castellón, donde llevó a cabo una intensa actividad de proselitismo. Fue poco antes de acabar su sentencia, cuando se le amenazó con ser deportado a Marruecos tras su excarcelación, cuando se acercó a la Guardia Civil en un primer momento, y luego al propio CNI, que le vio como una baza útil por sus contactos islamistas. Según el periodista Carlos Enrique Bayo, el CNI le ayudaría a regularizar su residencia en España en 2014 y, no sólo eso, sino que le ayudaría a conseguir la plaza de imán en Ripoll (tras intentos fallidos de hacerlo en Barcelona). Según el periodista, este recorrido de colaboración policial se puede remontar a su primera detención tras la Operación Chacal tras los atentados del 11M. A partir de su puesta en libertad, el CNI seguiría de cerca a Es Satty, manteniendo comunicaciones regulares con él. Gracias a esto, el CNI pudo seguir al detalle los movimientos de la célula yihadista en Cataluña y en sus viajes a Bélgica y Francia, e incluso registrar las conversaciones telefónicas de Es Satty y sus seguidores. Esta información no fue en ningún momento facilitada a los Mossos d’Esquadra, con competencias antiterroristas en Cataluña. Huelga decir que el CNI escondería sus contactos con Es Satty.

¿Negligencia, o algo peor?

La explosión del polvorín de Es Satty el 16 de agosto habría dado tiempo al CNI a sonar la alarma, facilitando la abundante información que tenían sobre él y sus seguidores a los Mossos d’Esquadra antes de los atentados del 17 de agosto. Esto, sin embargo, no se hizo. Estaríamos hablando, en este caso, de una terrible negligencia. Por otro lado, estos acontecimientos eran de un importante valor político para el Estado español. Permitían poner en tela de juicio la labor de los Mossos d’Esquadra, y de la administración autonómica en general, en un contexto de fuerte enfrentamiento entre el Estado y la Generalitat. Asimismo, generaban un clima de miedo y excepcionalidad que permitía al Estado reforzar su presencia en Cataluña ante el proyectado referéndum de independencia de octubre.

Ciertamente, el Estado utilizó los atentados para atacar a la Generalitat y, sobre todo, a los Mossos. El sospechoso episodio de la supuesta nota de la CIA de mayo de 2017, que apareció misteriosamente entre los papeles requisados el 26 de octubre por la Policía Nacional a los Mossos, y que informaba a la policía catalana de un futuro ataque en el centro de Barcelona (sin dar más informaciones al respecto) fue utilizada sistemáticamente por el Estado y sus medios para desprestigiar a las autoridades autonómicas. Pero, naturalmente, esta nota, si realmente existió, es agua de borrajas en relación a las ingentes informaciones recabadas durante años por el CNI sobre la célula que perpetró el atentado. La negativa de PP, PSOE y Cs en el congreso de abrir una investigación sobre los atentados es otra muestra de los intentos del régimen de mantener este episodio en la sombra.

Es imposible saber si estos cálculos políticos influenciaron la escandalosa negligencia del CNI. Los marxistas en general somos escépticos ante las teorías de conspiración. La clase dominante no necesita conspiraciones para gobernar, sino que cuenta de un aparato represivo e ideológico perfeccionado a lo largo de la historia que es visible a ojos de todos. Las teorías de conspiración generan además una sensación de impotencia, al sugerir que fuerzas oscuras e incognoscibles dominan el curso de la historia, cuando, en realidad, la historia se puede estudiar, mostrando que la clase dominante en realidad es vulnerable y que el movimiento organizado de la clase trabajadora la puede derrocar. Dicho esto, el Estado sí que recurre en ciertas ocasiones a la mentira y la conspiración. El atrasado y retrógrado Estado español en concreto tiene en su haber numerosos casos de intriga y manipulación. El más conocido, sin duda, es la red GAL de terrorismo estatal contra la izquierda abertzale, sobre la que aún hoy planean numerosos interrogantes. En general, la lucha contra ETA está rodeada de mentiras y provocaciones por parte del Estado. Tras el 11M, el ejecutivo, amparado por parte del aparato de Estado, no tuvo reparos en mentir descaradamente sobre la autoría de los atentados. Se mintió y distorsionó también sobre el Yak-42 y sobre la guerra de Irak, entre otros episodios.

El régimen ante el escándalo

Las revelaciones de Público.es, que en cualquier país civilizado hubiesen provocado un terremoto político, han sido recibidas por los medios y los políticos españoles, incluyendo a gran parte de la izquierda, con un silencio espectral. Los pocos periodistas y políticos que se han pronunciado han tendido a quitarle hierro al asunto. Antonio Maestre de La Marea y contertulio habitual en La Sexta, periodista supuestamente de izquierdas, aunque histérico defensor de la unidad de España y enemigo declarado del independentismo, señala la falta de transparencia de las fuentes para minimizar el escándalo. Gaspar Llamazares, antiguo dirigente de IU, increíblemente, nos invita a mirar para otro lado, afirmando: “En la mayor parte de los grandes atentados en el mundo ha aparecido confidentes o eran seguidos por los servicios de información. Nadie, salvo en España, les acusó de cómplices.” Raimundo Viejo Viñas, exdiputado semi-anarquista de Podemos situado ahora en el sector más oportunista del errejonismo, comparte comentarios que acusan a Público.es de “conspiranoia”. En honor a la verdad, hay que aplaudir a Pablo Iglesias por haberse hecho eco de la noticia y haberlo relacionado al funcionamiento antidemocrático del Estado (aunque entonces no se entiende su desesperación por formar parte de un gobierno de coalición “progresista” de este mismo Estado).

El silencio del régimen y los reproches incómodos de sus acólitos de la izquierda muestran de nuevo el carácter autoritario y antidemocrático del Estado español y la inevitable degeneración política que implica para la izquierda adaptarse a él lo más mínimo. El hecho de que las revelaciones de Público.es coincidieran con la escandalosa decisión del juez Santiago Vidal de permitir el esquirolaje del festival Sónar para hacer frente a la huelga de los riggers, o la revocación de la condena a Ana Botella por la venta irregular de vivienda pública a un fondo buitre por parte del Tribual de Cuentas, y la anulación de la declaración del Parlament catalán de su declaración contra el rey por el Tribunal Constitucional, son pruebas elocuentes del carácter político y de clase del Estado español. No es un ente neutral, que se alce sobre la sociedad y proteja a todos por igual, sino que es un instrumento (caro y parasitario) al servicio de la clase capitalista, con miles de cortafuegos antidemocráticos para mantener este estado de las cosas, y que en última instancia no se puede utilizar para transformar la sociedad. La tarea de la izquierda no es lavarle la cara al régimen, sino combatirlo y derrocarlo.  

[Foto: Amadalvarez – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=61841027]