En los primeros días de septiembre el presidente Alberto Fernández junto al Gobernador de Buenos Aires Axel Kiciloff anunciaron el lanzamiento del “Programa de Fortalecimiento de Seguridad para el Conurbano”. Este intento de enfocar el problema de lo que mediáticamente se da a conocer como “inseguridad” a través de un abordaje punitivo sobre los barrios populares, se da en un contexto muy específico, que es el del agravamiento de las condiciones económicas y sociales de las trabajadoras y trabajadores junto con los demás sectores explotados. Por su parte, los sectores más rancios de la derecha de política, vinculados al macrismo, pretenden cabalgar sobre esta problemática de manera cínica e hipócrita para condicionar y disciplinar al Gobierno. Uno de los puntos altos de esta maniobra desestabilizadora fue el reciente alzamiento temerario y violento de la Policía Bonaerense, que, con armas en la cintura, rodearon la casa del Gobernador y la quinta presidencial de Olivos, además de impulsar protestas y movilizaciones en varios puntos a los que sumaron patrulleros y personal uniformado exigiendo mejorar salariales.
Si bien la protesta cabalgaba sobre un malestar real de las bases policiales en relación a la agudización de la crisis económica, sumado al cierre o limitación de las mafiosas cajas negras de la policía para financiarse producto de la pandemia, la misma contó con una clara dirección e intencionalidad política. Organizaciones tan verticales como la Policía no se lanzan a la calle sin el visto bueno de superiores, que a su vez están ligados a un sector u otro de la casta política. El objetivo de estas intentonas desestabilizadoras es generar un clima de desorden para empujar e imponer al gobierno la agenda más reaccionaria del empresariado.
En las semanas previas veíamos cómo se iba moldeando el ambiente. Las movilizaciones en las principales ciudades del país que señalan al Gobierno como una dictadura que viene a destruir la república, tienen un carácter minoritario, pero a través de los cientos de medios tradicionales o en las redes sociales este discurso es amplificado a millones.
Las declaraciones de Duhalde alarmando con el peligro de un golpe militar, la pregunta de Ernesto Sanz sobre ¿Cuánto tiempo demora esto en explotar? Son todos elementos, entre otros, que van configurando este escenario de asedio.
Detrás de esta presión sobre el Gobierno, que víctima de sus propios límites responde retrocediendo ante cada embate, está la intención del empresariado de todo pelaje de llevar adelante la agenda de sus intereses a través del Frente de Todos quien aún conserva un marcado apoyo entre los sectores populares y amplios sectores del sindicalismo.
Mas allá de algunas mentes “desenganchadas de la realidad” de la dirigencia política como la de Duhalde, existe una preocupación sincera por parte de las bases en relación a posibilidad de un golpe. Nosotros pensamos que lo que se busca es desestabilizar, disciplinar e imponer que se debate y que se aprueba en el parlamento y en el ejecutivo. Pero la posibilidad del golpe o salida anticipada del gobierno no está presente en el corto o medio plazo. Así mismo compartimos con esa base la idea de que es urgente articular una respuesta.
Como planteamos en nuestra última editorial del 28 de agosto: “Entonces, podemos aseverar que este juego lejos de ser un intento de golpe de estado o de desestabilización política para que caiga el gobierno, ya que las condiciones no están dadas, sí juegan a lastimar, presionar y condicionar al gobierno. A pesar de las ambiciones políticas personales de Macri, Larreta, Vidal o Bullrich, empresarios, banqueros y terratenientes son conscientes que el Frente de Todos es el mejor garante de gobernabilidad con el que cuentan hoy en día. Las diferencias políticas de las distintas facciones de la clase dominante convergen en un punto: Que no se rompa la gobernabilidad producto de una irrupción de masas ante la profundización de la crisis. El 2001 se encuentra grabado en la memoria y la vida enseña. Tanto a unos como a otros.”
El accionar de la oposición de derecha apunta sus cañones a tumbar el intento de reformar el Poder Judicial, frenar el impuesto por única vez a los ricos, etc. Pero sobre todo mira al 2021 en su necesidad de impedir que el Frente de Todos pueda lograr mayoría en ambas cámaras en las elecciones de medio término. Sin lugar a dudas esta asonada no será la última. Y sus intenciones pueden cambiar si la situación política cambia.
Las vacilaciones y retrocesos del Frente de Todos, que se justifican amparándose en el posibilismo, no son otra cosa que la intención de quedar bien con dios y con el diablo. Esto no podía darse de otra manera ya que es propio de un frente político policlasista que intenta administrar al capitalismo en su etapa de crisis orgánica. No se trata solamente de si el gobierno es fuerte, tímido o débil. Se trata de las limitaciones de clase de un programa político que se mueve en los márgenes del capitalismo.
Por eso es necesario discutir que respuesta debemos dar las trabajadoras y trabajadores para frenar la agenda reaccionaria.
Una situación muy volátil
La situación política en Argentina y el mundo está caracterizada por la volatilidad, ya que la aceleración de la crisis capitalista así lo plantea. La crisis mundial capitalista comenzada en 2008 ha venido atravesando la realidad política del país agudizando cada vez más las contradicciones de clase, quitándole así margen de maniobra al reformismo.
En América Latina en general, y en Argentina en particular, el comienzo de la crisis implicó el fin de un ciclo que estuvo atravesado por un crecimiento económico inédito basado en la venta de los llamados comodities. Luego de uno de los mayores crecimientos económicos vistos en el país la economía comenzó un periodo de retroceso indetenible que se expresó en 5 recesiones, siendo la primera en 2009, la segunda en 2012, la tercera en 2014, la cuarta en 2018 junto a la actual agravada por las consecuencias de la pandemia y el tremendo endeudamiento dejado por el gobierno de Macri.
El fin del boom de las materias primas, producto de la crisis de sobreproducción mundial, sumió no solo a la Argentina sino a toda la región y al mundo en un derrotero de caídas y retrocesos económicos. El covid-19 vino a exacerbar todas las tendencias a la baja ya existentes. La crisis que estamos viviendo en el país no es, “la crisis del coronavirus”, sino la crisis del capitalismo argentino en el marco de la crisis económica mundial más profunda de la historia moderna.
Por un lado, vemos a los países gobernados por las tendencias más depredadoras y rapaces de la clase dominante y el imperialismo, como es el caso de Brasil, Bolivia o Chile con el despliegue de políticas neoliberales y de ataque directo a la clase trabajadora, que sufren caídas mucho más graves y dramáticas. Y, por otro lado, tenemos países como el nuestro dónde el Frente de Todos despliega una economía de subsistencia que intenta contener la situación económica, y social amortiguando el impacto de la crisis. Cuenta para esto con una considerable autoridad política sobre un sector mayoritario de los aparatos sindicales y de las masas, que ven lo que pasa en un país y en otro, traduciéndose esto en un 60% de aprobación.
Suma también el apoyo político de gran parte del empresariado que lo ve como garante de gobernabilidad, La Unión Industrial (UIA), la Cámara Argentina de la Construcción (Camarco), los bancos nacionales agrupados en ADEBA, sectores de la Sociedad Rural, la Bolsa de Cereales, la CIARA (Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina), el CEC (Centro Exportador de Cereales) entre otros se encuentran por ahora en este frente que busca garantizar sus negocios sin que la situación se desmadre.
Pero como señalábamos más arriba lo que en última instancia se impone es la crisis orgánica del capitalismo y el retroceso en las condiciones de vida ya que la magnitud de la crisis impide cualquier tipo de recuperación real a corto, medio o largo plazo sin que eso implique transferir, de una manera u otra, la crisis sobre las espaldas de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Por supuesto habrá altas y bajas ya que esto es inherente al capitalismo, pero la tendencia general es de estancamiento, retroceso y caída.
En estos mismos momentos 5.509.156 de trabajadores están siendo afectados por despidos, suspensiones y rebajas salariales según un informe del Observatorio de Despidos durante la Pandemia. Un trabajo de la consultora Synopsis publicado en Ambito.com del 3/9 arroja que los aumentos salariales logrados en los acuerdos paritarios de los grandes gremios quedaron por detrás de la inflación. Las paritarias de los 13 principales sindicatos muestran que en 10 casos los aumentos quedaron por debajo del aumento del costo de vida.
El 2020 finalizará con casi 63% de la infancia en situación de pobreza en la Argentina según el informe publicado en la Agencia Telam el 5/8.
En relación a un año atrás, la canasta de pobreza acumula una suba del 39,4% y la de indigencia del 43,4%. El valor de inflación total en la economía se ubica en el medio de ambas canastas: es del 42,4%.
El déficit habitacional se agrava rápidamente. Solo en el municipio de Moreno en Buenos Aires se registraron 130 intentos de tomas desde diciembre. Las mismas se extienden por varias provincias del país y hay fuertes amenazas de represión o represión con detenidos como en el caso del predio de Dardo Rocha y calle 3, en Berazategui Oeste del conurbano.
Esta es la volatilidad de la situación donde intenta cabalgar la derecha más rancia agrupada alrededor de Juntos por el Cambio, con la Asociación Empresaria Argentina (AEA) de Paolo Rocca (Techint), Luis Pagani (Arcor), Marcos Galperin (Mercado Libre), Cristiano Rattazzi (Fiat) y Héctor Magnetto (Clarín) a la cabeza. El de Fernández y Fernández es un gobierno que les resulta incómodo. El Frente de Todos, como en el pasado el Frente Para la Victoria, les resulta un gobierno que no es claramente de su riñón.
Independientemente de esto, todos los sectores empresariales coinciden en algo sin fisuras: la crisis la deben pagar las trabajadoras y trabajadores, junto a los sectores populares. La diferencia entre ellos en todo caso tiene que ver con los tiempos y los ritmos del ajuste. Si un sector de la clase dominante intenta mantener a salvo la gobernabilidad es porque teme que una ruptura de la misma torne al país ingobernable y radicalice a las masas.
La experiencia del gobierno de Macri dejo a la vista para la mayoría de la burguesía que llevar adelante un programa de ataque directo a la clase trabajadora trae consigo la lucha de clases y pone en peligro los mecanismos de dominación y mediación de la democracia burguesa. Todos vimos como el oficialismo de aquel entonces tuvo que abandonar una parte importante de su programa de contrarreformas debido a una constante ola de protestas, que incluyo 5 huelgas generales por presión desde las bases, y enfrentamientos callejeros y de no haber sido por las elecciones en octubre de 2019 y el papel que jugaron los dirigentes reformistas que terminaron tributando para el Frente de Todos es posible que Macri hubiese terminado cayendo por un levantamiento de masas. En este caso también la vida enseña.
¡Abajo las maniobras desestabilizadoras! ¡Por una respuesta de la clase trabajadora!
Las trabajadoras y trabajadores, las estudiantes y los estudiantes, necesitamos impulsar asambleas -con cuidado por covid-19- en nuestras organizaciones políticas, sindicales, sociales, barriales, culturales, estudiantiles, campesinas y universitarias a través de los cuerpos de delegados, las juntas internas y los centros de estudiantes, en las fábricas, las escuelas, los lugares de trabajo y en los barrios, donde se discuta la necesidad de articular medidas de fuerza desde abajo para pararle la mano a las maniobras desestabilizadoras de la reacción. Una respuesta unitaria que frene a quienes amenazan con patear el tablero con tal de imponer su agenda de más miseria y pobreza.
Los límites de clase del Frente de Todos, su composición y programa policlasista, son limites insalvables para frenar a las fuerzas desestabilizadoras ya que como explicamos en diversos materiales, administrar capitalismo en crisis implica administrar su crisis. No se puede controlar lo que no se posee.
Necesitamos un frente único desde la base que discuta un plan de acción que, con los métodos tradicionales de lucha de la clase trabajadora, preservando la salud ante la pandemia, ponga un freno a los desestabilizadores e imponga la agenda de las trabajadoras y trabajadores.
Para anular el poder político de los empresarios, banqueros, terratenientes y sus títeres los operadores mediáticos o los políticos vendidos, hay que quitarles el poder económico que es la fuente de su poder político.
La profundidad y la gravedad de la crisis capitalista no deja margen. La clase obrera necesita un programa político que exprese independencia de clase, delimitándose con los capitalistas que circunstancialmente estén de un lado u otro.
Para resolver las necesidades económicas y sociales de los trabajadores y el pueblo pobre se necesitan recursos. Por eso para evitar que el peso de la crisis caiga sobre nuestras espaldas, para resolver la crisis económica y sanitaria y para derrotar las maniobras desestabilizadoras de la reacción debemos discutir un programa político que exceda los márgenes del capitalismo.
Los dirigentes sindicales no pasan de las palabras a los hechos a la vez que llaman a estar en alerta en defensa de la “democracia” en abstracto. Pero las trabajadoras y trabajadores de a pie sabemos que la defensa de la democracia pasa por defender el empleo, la vida y la salud ya que los derechos democráticos, incluidos los más básicos como el sufragio universal, han sido, casi en su totalidad, arrancados por la lucha de las masas, casi siempre como un subproducto de la irrupción de las masas en la lucha política. La gran amenaza para la “democracia” es el propio sistema capitalista.
Pensamos que, para asegurar los derechos democráticos es necesario derrocar el sistema capitalista para liberar el inmenso potencial productivo, de mujeres y hombres a través de la ciencia y la técnica, del corsé de la propiedad privada y el estado nacional. Esta es la única manera de evitar el peligro del retroceso democrático y establecer una democracia plena y directa: una democracia obrera.
Propuestas como las de la dirigencia de la CTA y la Corriente Federal que intentan plantear un desarrollo “distinto” de las posturas neoliberales, a través de una “alianza del trabajo y la producción nacional” giran en redondo y no son útiles para evitar la caída de los niveles de vida. Ya que como señalamos anteriormente: “El capitalismo es uno sólo y no existe un capitalismo con compromiso social y uno sin compromiso social. No es posible optar por un tipo de capitalismo u otro, ya que esto no depende de la decisión particular de cada país o gobierno. La actual fase de desarrollo capitalista nace de las características inherentes al capitalismo: la propiedad privada de los medios de producción y la sed ilimitada por las ganancias.
Las tendencias depredadoras, bárbaras e irracionales del capitalismo; las tendencias de este régimen social son irreformables ya que estas se basan en el robo “legal” del trabajo ajeno. La ganancia capitalista viene dada por la apropiación de la plusvalía o plusvalor, es decir el capitalista se apropia de una parte del trabajo que realizan los trabajadores. Este es el origen mismo de la desigualdad y no una mala distribución de la riqueza.”
Esto en el marco de la crisis mundial capitalista es mil veces más cierto. La situación actual nos muestra que independientemente de quien gobierne el retroceso de las condiciones de vida se impone en absolutamente todos los países del globo. Ya que en última instancia el problema no está determinado por el tipo de gobierno sino por la propiedad privada de los medios de producción. Este es el centro del debate.
No se trata de elegir entre dos tipos de ajuste. Se trata de discutir y llevar adelante un programa que reoriente y planifique toda la economía en base a las necesidades de la inmensa mayoría de la población. Este es la única manera de garantizar pan, salud y trabajo para la única clase que genera la riqueza: La clase trabajadora.
La crisis económica se profundiza y aun no hay salida a la crisis sanitaria. Es de primer orden abordar este debate, nos va la vida en ello.
La dirigencia del FIT-U en sus diferentes tendencias está atravesada, de una u otra manera, por la legalidad electoral que fue determinando un proceso de asimilación por múltiples vasos al Estado capitalista. El electoralismo de un sector y la salida de “Asamblea Constituyente” que implica la introducción de una nueva forma de democracia burguesa que plantea el otro dan cuenta de este fenómeno.
Es necesario reorientar a la izquierda en torno a la necesidad de apuntalar los procesos de autoorganización y radicalización de las masas para conectar con los sectores más avanzados y decididos en la perspectiva de construir un partido revolucionario capaz de llegar a sectores más amplios de las masas en lucha y hacerlos avanzar hacia la toma del poder.
El problema es el capitalismo. La salida a su barbarie, el socialismo.
¡Abajo las maniobras desestabilizadoras!
¡Por un Partido de Trabajadores!
¡Por un Gobierno de los Trabajadores!