TERCERA PARTE: LENIN Y LA CUESTIÓN NACIONAL

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Con relación a la cuestión nacional, el Partido Bolchevique desde el principio mantuvo una postura muy escrupulosa. Era esencial para ganar a las masas y en particular al campesinado. La cuestión nacional por regla general afecta menos a la clase obrera que a las masas de la pequeña burguesía, y en especial al campesinado, desde un punto de vista histórico la cuestión nacional y la cuestión agraria están unidas estrechamente. "Mientras que en los Estados de nacionalidad homogénea la revolución burguesa desarrollaba poderosas tendencias centrípetas, que actuaban bajo el signo de la lucha contra el particularismo, como en Francia, o la fragmentación nacional, como en Italia y Alemania, en los Estados heterogéneos, como Turquía, Rusia, Austria-Hungría, la revolución burguesa desata un movimiento de carácter centrífugo". (Trotsky. Historia de la Revolución Rusa. Madrid. Zyx. 1974. Vol. 2. Págl 316).

Rusia antes de la revolución era un país atrasado y semifeudal, dependiente del imperialismo extranjero. Una situación similar a la que tienen hoy los países del Tercer Mundo. El problema de las nacionalidades ocupaba un lugar central en la vida política rusa. Aunque a la Rusia zarista le gustaba enmascarar su política expansionista bajo el disfraz de la protección a las pequeñas naciones oprimidas de los Balcanes, en realidad era una prisión para todas las nacionalidades. El 43% de la población pertenecía a la Gran Rusia -la nacionalidad dominante, y el otro 57% estaba formado por ucranianos, georgianos, fineses y demás nacionalidades oprimidas.

Setenta millones de rusos dominaban a noventa millones de no rusos, y a su vez todos eran dominados y oprimidos por el estado zarista. Para empeorar las cosas el nivel cultural y económico -al menos en los territorios occidentales- de los pueblos subyugados en general era más alto que en la misma Rusia. Mientas que podría decirse que la expansión de Rusia hacia el Cáucaso, en particular hacia Asia Central, jugaba un papel relativamente progresista, no ocurría lo mismo con Polonia, Finlandia y demás estados Bálticos. A este respecto Engels comentaba lo siguiente: "Finlandia es finesa y sueca, Besarabia rumana, el reino de Polonia polaco. En este caso no se trata de la unión de razas dispersas pero emparentadas para que todas lleven el nombre de rusos, lo que tenemos aquí es la descarada conquista por la fuerza de territorios extranjeros, simplemente eso". (Marx y Engels. Obras Completas. Vol. 27. Pág. 28. Edición en inglés).

Con relación a la cuestión nacional, el Partido Bolchevique desde el principio mantuvo una postura muy escrupulosa. Era esencial para ganar a las masas y en particular al campesinado. La cuestión nacional por regla general afecta menos a la clase obrera que a las masas de la pequeña burguesía, y en especial al campesinado. Desde un punto de vista histórico la cuestión nacional y la cuestión agraria están unidas estrechamente. En algunas ocasiones marxistas con mucha formación tratan el problema incorrectamente. Para llegar a las masas de la pequeña burguesía y ganarlas a la causa de la revolución, era absolutamente necesario utilizar demandas democráticas y parciales, por ejemplo el derecho a la autodeterminación. Pero estas consignas sólo tienen sentido si forman parte de la lucha del proletariado y su partido para ganar la dirección de las masas en su lucha directa contra la burguesía, los partidos y tendencias pequeño burguesas. La condición previa para el éxito de la revolución es sostener una lucha implacable contra la burguesía y la pequeña burguesía nacionalista. Y para dirigir esta lucha es necesario mantener una postura clara con relación a la cuestión nacional.

Trotsky, igual que Lenin, escribió también mucho sobre la cuestión nacional. Es de interés especial el maravilloso capítulo de "La Historia de la Revolución Rusa", dedicado a la cuestión nacional, es el mejor resumen de la posición del Partido Bolchevique sobre esta cuestión. Pero fue fundamentalmente Lenin quien desarrolló la postura marxista sobre la cuestión nacional. Trotsky resumente así la postura Bolchevique:

"Lenin había previsto con suficiente tiempo el carácter inevitable de los movimientos centrífugos nacionales en Rusia, y durante años enteros luchó en forma obstinada, especialmente contra Rosa Luxemburgo, por el famoso parágrafo 9 del viejo programa del Partido, que formulaba el derecho de las naciones a disponer de sí mismas, es decir, a separarse completamente del Estado. Esto no significa que el Partido Bolchevique tomase sobre sí la propaganda separatista. Lo único que prometía era resistir con firmeza todo tipo de opresión nacional, incluida la retención forzada de una nacionalidad en los límites de un estado común. Sólo de este modo pudo el proletariado ruso conquistar gradualmente la confianza de las nacionalidades oprimidas.
Pero éste es solo un aspecto del asunto. La política bolchevique en el problema nacional tenía un segundo aspecto, que a pesar de su aparente contradicción con el anterior, en realidad lo complementaba. En los marcos del Partido y, en general, de las organizaciones obreras, el bolchevismo aplicaba el centralismo más riguroso, combatiendo sin tregua el menor contagio nacionalista que enfrentara a los obreros los unos a los otros o que pudiera dividirlos. Negando categóricamente al estado burgués el derecho de imponer a una minoría nacional una residencia forzada y hasta una lengua oficial, el bolchevismo consideraba un deber sagrado vincular estrechamente en un gran todo a los trabajadores de las diversas nacionalidades, apelando a su voluntaria disciplina de clase. Por este motivo, se negaba en forma terminante a organizarse como una federación de secciones nacionales. Una organización revolucionaria no es prototipo del estado futuro sino el instrumento para su creación, y todo instrumento debe ser adecuado para fabricar el producto, pero no debe asimilarse a él. Sólo una organización centralizada permite el triunfo revolucionario, aunque se luche contra la centralización opresiva de las naciones". (Ibíd. Pág. 316-317).

¿Qué es una nación?

En el período anterior a la Primera Guerra Mundial, Lenin dedicó una gran parte del tiempo a la cuestión nacional, y en concreto a responder las teorías revisionistas de Otto Bauer. Entre 1908 y 1910, Lenin estuvo en el exilio y prácticamente aislado. Debido a la ausencia de contactos con Rusia y la escasez de colaboradores, recibió con entusiasmo la llegada de Stalin, un joven georgiano casi desconocido para él. Como era habitual Lenin pasó mucho tiempo animando al recién llegado, algo que hacía habitualmente con los jóvenes camaradas. Además Stalin era georgiano, pertenecía a una nacionalidad oprimida. Lenin vio la oportunidad de instruir a su pupilo -que demostró ser extremadamente diligente- en las ideas fundamentales de su política sobre la cuestión nacional. El resultado fue un largo artículo que apareció a finales de 1912 en las páginas de la revista Prosveshcheniye ("Ilustración") titulado La cuestión nacional y el marxismo.

En 1914 el artículo apareció como panfleto con el título La cuestión nacional y el marxismo. Aparece en el segundo volumen de las obras de Stalin. Durante años fue considerado el manual del partido sobre la cuestión nacional, realmente a pesar de su presentación algo formalista no es un mal artículo. Pero en ningún caso fue el resultado del genio teórico de Stalin. En realidad este artículo no fue obra de Stalin. A. H. Carr lo comenta: "La evidencia interna y externa demuestra que fue escrito bajo la inspiración de Lenin". (E. H. Carr. La Revolución Bolchevique. Vol. 1. Pág. 425-6). Las ideas de este artículo son de Lenin.

La introducción a este artículo, escrita en el momento álgido de la agitación antisemita con el célebre caso Beyliss, advertía de "la oleada de nacionalismo avanzaba más y más, amenazando envolver a las masas obreras". Y añade: "En este momento difícil, incumbía a la socialdemocracia una alta misión: hacer frente al nacionalismo, proteger a las masas contra la "epidemia" general. Pues la socialdemocracia, y solamente ella, podía hacerlo contraponiendo al nacionalismo el arma probada del internacionalismo, la unidad y la indivisibilidad de la lucha de clases." (Stalin. La cuestión nacional, el marxismo y la lingüística. Madrid. Akal. 1977. Pág. 15).

La cuestión central era como definir una nación, que no es tan fácil como parece. Es como definir el tiempo. San Agustín dijo que él sabía qué era el tiempo, pero si alguien le pedía que lo definiera era incapaz de hacerlo. Ocurre lo mismo con una nación. Todos creen saber que es, pero si pedimos la definición, encontraríamos grandes dificultades. El panfleto publicado con la firma de Stalin intenta dar una definición. El resultado probablemente sea lo más cercano a una formulación satisfactoria. Frente a la definición subjetiva de Bauer, una nación se define aquí con un sentido científico marxista: "Nación es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad del idioma, del territorio, de la vida económica y de la psicología, manifestada ésta en la comunidad de la cultura". (Ibíd.. Pág. 20).

Una nación debe tener una lengua y territorios comunes, una historia y cultura compartida, y también estar unida por poderosos lazos económicos. Es definición tan general, que sin duda es correcta y en cualquier caso infinitamente superior a la forma "psicológica" de abordar el tema por parte de Otto Bauer y los seguidores de la "autonomía nacional cultural". En la vida real siempre se encuentran variantes que contradicen esta definición en uno o más aspectos. Responder a qué es una nación es algo notoriamente resbaladizo y ha llevado a más de un análisis al desastre,

Por ejemplo, tomemos el caso del idioma. La importancia del idioma para una nación es evidente. Parece ser la marca más indistinguible de la nacionalidad. En "La Historia de la Revolución Rusa", Trotsky expresa la importancia del idioma de la siguiente forma: "La lengua es el instrumento más importante de vinculación entre los hombres y, en consecuencia, de vinculación en la economía. Se convierte en lengua nacional cuando la victoria de la circulación mercantil unifica una nación. Sobre tal base se erige el Estado nacional, que es el terreno más cómodo, corriente y ventajoso para el desenvolvimiento de las relaciones capitalistas. (Trotsky. Historia de la Revolución Rusa. Vol. 2. Pág. 315).

Hay excepciones incluso para esta regla tan importante. Pocos por ejemplo negarían que Suiza es una nación. La identidad nacional suiza ha sido forjada durante siglos de lucha para conservar una identidad nacional individual, principalmente frente a Austria. Los suizos no tienen un idioma común, como correctamente destacó Lenin:

"En Suiza existen tres idiomas oficiales, pero durante los referéndums los proyectos de ley se imprimen en cinco idiomas, es decir, en los tres oficiales y en dos dialectos ‘romances’. Según el censo de 1900, de los 3.315.443 habitantes con que cuenta Suiza, 33.651 hablan estos dos dialectos, o sea, poco más del uno por ciento. En el ejército los oficiales y suboficiales ‘cuentan con absoluta libertad para dirigirse a los soldados en su idioma materno’. En los cantones de Valais y Los Grisones (cada uno con poco más de cien mil habitantes), ambos dialectos gozan de plena igualdad de derechos". (Lenin. Notas críticas sobre la cuestión nacional. Pág. 29).

La clave para comprender la cuestión se encuentra en la proposición inicial, una nación es una entidad "históricamente formada". La dialéctica no procede de las definiciones abstractas formales sino de la aproximación concreta a los procesos vivos, a la evolución, al cambio y desarrollo de las cosas. Una nación no es algo fijo y estático. Puede cambiar y evolucionar. Se pueden crear naciones donde no existían antes. Así es precisamente cómo los estados nacionales modernos llegan a surgir. Este fue el caso de Francia, Italia y Alemania. Más tarde el imperialismo británico creó la conciencia nacional de la India -por descuido-. Ahora con la decadencia del capitalismo y la incapacidad de la burguesía india de ofrecer una salida, existen síntomas evidentes de la debilidad y fragmentación de esta conciencia nacional que se está convirtiendo en un peligro para el futuro de la India.

Históricamente las naciones se pueden formar por la materia prima creada por las guerras, invasiones y revoluciones que disuelven los antiguos vínculos y fronteras para crear otras nuevas. Este proceso después se puede volver en su contrario. Lo que ayer era una nación oprimida o una colonia esclavizada se puede transformar en el estado imperialista más monstruoso y opresivo. El mejor ejemplo es EEUU, antes una colonia británica y ahora el estado imperialista mas poderoso y reaccionario del mundo. Lo mismo ocurre con los estados burgueses que hace poco se liberaban de la dominación extranjera y permanecen en una posición subordinada con respecto a las grandes potencias imperialistas, pero aunque juegan el papel de potencias imperialistas locales, oprimen y explotan a los países más débiles próximos a ellos. La India juega un papel imperialista con relación a Nepal, Assam y Cachemira. Rusia era una de las principales potencias imperialistas antes de 1917, aunque no exportaba capital y era un país atrasado y semifeudal que mantenía una relación semi colonial con Gran Bretaña, Francia y otros países capitalistas desarrollados.

Una cuestión de clase

La cuestión nacional, como las demás cuestiones sociales, en el fondo es una cuestión de clase. Esta fue la postura de Lenin, y es la de cualquier marxista auténtico. En su obra "Notas críticas sobre la cuestión nacional", Lenin explica con gran claridad esta proposición elemental del Marxismo:

"En cada cultura nacional existen, aunque no estén desarrollados, elementos de cultura democrática y socialista, pues en cada nación hay una masa trabajadora y explotada, cuyas condiciones de vida engendran inevitablemente una ideología democrática y socialista. Pero en cada nación existe así mismo una cultura burguesa (y, además en la mayoría de los casos, ultrarreaccionaria y clerical), y no simplemente en forma de ‘elementos’, sino como cultura dominante. Por eso, la ‘cultura nacional’ en general es la cultura de los terratenientes, de los curas y de la burguesía". (Lenin. Notas críticas sobre la cuestión nacional. Pág. 10).

Es ABC para un marxista que las ideas dominantes de cada nación son las ideas de la clase dominante. Lenin insiste en que aceptar una "cultura nacional" no es ni más ni menos que aceptar el dominio de la burguesía de cada nación. La cuestión nacional es una cuestión de clase. Los marxistas no deben encubrir las contradicciones de clase, todo lo contrario, tienen que sacarlas a la luz. Es igual en el caso de una nacionalidad oprimida como en el de una nación opresora. Como explica Lenin: "En las sociedades anónimas tenemos juntos y completamente fundidos a capitalistas de diferentes naciones. En las fábricas trabajan juntos obreros de diferentes naciones. En toda cuestión política realmente seria y realmente profunda los agrupamientos se realizan por clases y no por naciones". (Ibíd. Pág. 23).

En otra obra él escribe: "Los intereses de la clase obrera y de su lucha contra el capitalismo exigen una completa solidaridad y la más estrecha unión de los obreros de todas las naciones, exigen que se rechace la política nacionalista de la burguesía de cualquier nación".
(…)
"Al obrero asalariado tanto le da que su principal explotador sea la burguesía rusa más que la alógena, como la burguesía polaca más que la hebrera, etc., Al obrero asalariado que haya adquirido conciencia de los intereses de su clase le son indiferentes tanto los privilegios estatales de los capitalistas rusos como las promesas de los capitalistas polacos o ucranianos de instaurar el paraíso en la tierra cuendo ellos gocen de privilegios estatales".
(…)
"En todo caso, el obrero asalariado seguirá siendo objeto de explotación, y para luchar con éxito contra ella se exige que el proletariado sea independiente del nacionalismo, que los proletarios mantengan una posición de completa neutralidad, por así decir, en la lucha de la burguesía de las diversas naciones por la supremacía. En cuanto el proletariado de una nación cualquiera apoye en lo más mínimo los privilegios de ‘su’ burguesía nacional, este apoyo provocará inevitablemente la desconfianza del proletariado de la otra nación, debilitará la solidaridad internacional de clase de los obreros, los desunirá para regocijo de la burguesía. Y el negar el derecho a la autodetertminación, o a la separación, significa indefectiblemente, en la práctica, apoyar los privilegios de la nación dominante". (Lenin. El derecho de las naciones a la autodeterminación. Moscú. Progreso. 1980. Pág. 33).

El elemento principal en la posición de Lenin era la necesidad de unir a los trabajadores y a las masas oprimidas contra la burguesía. Lenin señala que: "La cultura nacional de la burguesía es un hecho (con la particularidad, repito, de que la burguesía se confabula en todas partes con los terratenientes y los curas). El nacionalismo militante de la burguesía, que embrutece, engaña y divide a los obreros para hacerlos ir a remolque de los burgueses, es el hecho fundamental de nuestra época. Quien quiera servir al proletariado deberá unir a los obreros de todas las naciones, luchando invariablemente contra el nacionalismo burgués, tanto contra el ‘propio’ como contra el ajeno". (Ibíd. Pág. 11).

Sobre esta cuestión Lenin siempre fue implacable. Se podrían reproducir docenas de citas similares de sus artículos y discursos.

Independencia de clase

Las demandas nacionales tienen un carácter democrático, no socialista. La opresión nacional no afecta sólo a la clase obrera, aunque la padece más, como las demás formas de opresión. La cuestión nacional afecta a toda la población, a las masas y en particular a la pequeña burguesía. Sin embargo, como hemos visto, Lenin siempre abordó el tema desde un punto de vista de clase, y nosotros lo abordamos de la misma manera.

Qué impactantes resultan los escritos de Lenin, y con qué profundidad y claridad expresa la cuestión nacional. Desde luego esta cuestión tenía una larga historia en el movimiento obrero de Rusia, empezando por los debates con el Bund judío en el Segundo Congreso del Partido Socialdemócrata Obrero Ruso (PSDOR) en 1903 ¿Cómo trató Lenin la cuestión nacional? En realidad, tenía una posición "negativa" sobre esta cuestión. Los Bolcheviques Rusos, explicó en cientos de ocasiones, estaban en "contra" de todas las formas de opresión nacional. No se trata de a qué estás a "favor" sino de qué estás en "contra". Basta decir que nos oponemos a ello. Nos oponemos a todas las formas de opresión nacional, lingüística y racial y lucharemos contra todas las formas de opresión nacional. Eso es suficiente para una tendencia proletaria que desea presentar una política democrática consistente, mientras mantiene su independencia de clase.

Lo que Lenin nunca dijo fue que los marxistas deberían apoyar a la burguesía nacional o a la pequeño burguesía nacionalista. Al contrario, la premisa fundamental de la posición de Lenin sobre la cuestión nacional fue la absoluta independencia de clase. El primer principio del leninismo fue siempre la necesidad de luchar contra la burguesía, tanto de las naciones opresoras como de las oprimidas. En todos los escritos de Lenin sobre la cuestión nacional hay crítica implacablemente no sólo a la burguesía nacionalista, también a la pequeñoburguesía nacionalista. Esto no es casualidad. Lenin pensaba que la clase obrera tenía que ponerse a la cabeza de la nación para llevar a las masas a la transformación revolucionaria de la sociedad. En "Notas críticas sobre la cuestión nacional" podemos leer lo siguiente:

"Es progresivo el despertar de las masas después del letargo feudal; es progresiva su lucha contra toda opresión nacional, su lucha por la soberanía del pueblo, por la soberanía nacional. De aquí, la obligación "incondicional" para todo marxista de defender la democracia más resuelta y más consecuente en todos los aspectos de la cuestión nacional. Es ésta una tarea fundamentalmente negativa. Pero más allá de este límite el proletariado no puede apoyar el nacionalismo, pues más allá empieza la actividad ‘positiva’ de la "burguesía" en su afán de "consolidar" el nacionalismo" (Lenin. Notas críticas sobre la cuestión nacional. Pág. 21. El entrecomillado es del original).

Y más tarde añade con gran énfasis: "Sí, indiscutiblemente debemos luchar contra toda opresión nacional. No, indiscutiblemente no debemos luchar "por" cualquier desarrollo nacional, "por" la "cultura nacional" en general". (Ibíd.. Pág. 22. El entrecomillado en el original).

De nuevo en "El derecho de las naciones a la autodeterminación" Lenin escribía: "Por eso el proletariado se limita a la reivindicación negativa, por así decir, de reconocer el "derecho" a la autodeterminación, sin garantizar nada a ninguna nación ni comprometerse a dar "nada a expensas" de otra nación". (Lenin. El derecho de las naciones a la autodeterminación. Pág. 20. El entrecomillado en el original)

En otra obra Lenin escribe sobre la perniciosa influencia en el movimiento obrero: ""Cualquier" nacionalismo liberal – burgués lleva la mayor corrupción a los medios obreros y ocasiona un enorme prejuicio a la causa de la libertad y a la lucha de clase proletaria. Y esto es tanto más peligroso por cuanto la tendencia burguesa (y feudal burguesa) se encubre con la consigna de "cultura nacional". Los ultarreaccionarios y clericales, y tras ellos los burgueses de "todas" las naciones, hacen sus retrógrados y sucios negocios en nombre de la cultura nacional (gran rusa, polaca, hebrea, ucraniana, etc.,).
Tal es la realidad de la vida nacional de nuestros días si se la aborda desde el punto de vista marxista, es decir, desde el punto de vista de la lucha de clases, si se comparan las consignas con los intereses y con la política de las clases y no con los "principios generales", las declamaciones y las frases carentes de contenido". (Lenin. Notas críticas sobre la cuestión nacional. Pág. 9. El entrecomillado en el original).

¿Ha quedado claro? Los trabajadores tienen el deber de oponerse a todas las formas de discriminación y opresión nacional. Pero también tienen el deber de negarse a dar a apoyo al nacionalismo en cualquiera de sus formas. ¡Qué contraste con esos supuestos marxistas que no pierden la oportunidad de actuar como portadores de la bandera del IRA, ETA o el ELK en la creencia equivocada de que persiguen una política leninista!. Desdibujar la línea divisoria entre marxismo y nacionalismo es una violación de todo lo que Lenin defendió.

Para combatir las perniciosas ilusiones divulgadas por los nacionalistas Lenin avisaba que: "El proletariado no puede apoyar ningún afianzamiento del nacionalismo; por el contrario, apoya todo lo que contribuye a borrar las diferencias nacionales y a derribar las barreras nacionales, todo lo que sirve para estrechar más y más los vínculos entre las nacionalidades, todo lo que conduce a la fusión de las naciones. Obrar de otro modo equivaldría a pasarse al lado del reaccionario filisteísmo nacionalista". (Ibíd. Pág. 22)

Esta es la auténtica posición del leninismo con relación al nacionalismo ¡Qué diferencia con la vulgar deformación que busca reducir todo a una "simple" consigna de "autodeterminación"! Ahí es precisamente donde cae el filisteísmo nacionalista reaccionario y abandona el punto de vista marxista, el del proletariado. Lejos de glorificar al nacionalismo y la creación de nuevas barreras separatistas, Lenin, al igual que Marx, tenía una opinión muy pobre de la "estrechez de miras de la pequeña nación". Ambos siempre estaban a favor de los estados más grandes posibles -con el resto de cuestiones ocurría lo mismo. Defendía suprimir las fronteras, no erigir otras nuevas. Estaba a favor de la mezcla de las poblaciones e incluso la asimilación (siempre y cuando fuera voluntaria) y en absoluto estaba a favor de la glorificación del idioma y la cultura de una nación frente a otra. Dejemos a Lenin hablar por sí mismo:

"El proletariado, en cambio, no sólo no asume la defensa del desarrollo nacional de cada nación, sino que, por el contrario, pone en guardia a las masas contra semejantes ilusiones, defiende la libertad más completa del intercambio económico capitalista y da la bienvenida a cualquier asimilación de las naciones excepto la que se realiza por la fuerza o se basa en privilegios".
(…)
"Nacionalismo burgués e internacionalismo proletario: tales son las dos consignas antagónicas irreconciliables, que corresponden a los dos grandes campos de clase del mundo capitalista y expresan dos políticas (es más, dos concepciones) en el problema nacional.". (Ibíd. Pág. 13)

No hay duda sobre esto. El nacionalismo burgués y el internacionalismo proletario son dos políticas totalmente incompatibles, la incompatibilidad se concreta en la perspectiva mundial de dos clases hostiles. Es inútil divagar e intentar enmascarar esta realidad obvia. Lenin defendía firmemente el internacionalismo proletario frente al nacionalismo. El hecho de que se opusiera a todas las formas de opresión nacional, y demostrara simpatía por los pueblos oprimidos, no debe servir para ocultar lo indiscutible, Lenin era el enemigo del nacionalismo.

Lenin y Rosa Luxemburgo

Igual que Marx, Lenin tuvo que luchar en dos frentes. Luchó contra la influencia de ideas oportunistas y revisionistas como las de Otto Bauer, que reflejaban la presión de la burguesía y pequeñoburguesía nacionalistas sobre la vanguardia proletaria. Pero al mismo tiempo tuvo que luchar contra aquellos que negaban la importancia de la cuestión nacional. Lenin durante muchos años mantuvo una dura polémica sobre esta cuestión con Rosa Luxemburgo, para conseguir que el partido adoptara una posición correcta. Más tarde, durante la Primera Guerra Mundial tuvo que librar una lucha contra Bujarin y Piatakov que también pensaban que la cuestión nacional era ya algo irrelevante y eran contrarios a la autodeterminación. Rosa Luxemburgo era una gran revolucionaria y una internacionalista, aunque desgraciadamente su internacionalismo poseía un carácter algo abstracto. Por ejemplo, negaba el derecho del pueblo polaco a la autodeterminación y describía la idea de la nacionalidad ucraniana como un invento de los intelectuales.

Aunque los socialdemócratas polacos mantenían una posición equivocada y abstracta, eran auténticos internacionalistas y estaban motivados por la necesidad de combatir el nacionalismo pequeñoburgués reaccionario de Pilsudski y el Partido Socialista Polaco. El PSP en realidad no era un partido socialista sino un partido nacionalista pequeñoburgués fundado en 1892. Defendía el separatismo y conscientemente luchaba para dividir a los trabajadores polacos y rusos. Como todos los movimientos nacionalistas pequeñoburgueses de masas, existía un ala de derecha y otra de izquierda. En 1906 las dos alas se escindieron. Más tarde en la Primera Guerra Mundial, la izquierda se apartaría del nacionalismo y se fusionó en diciembre de 1918 con el Partido Socialdemócrata Polaco, para fundar el Partido Comunista Obrero Polaco. El ala de derecha continuaba defendiendo una postura chauvinista. En la Primera Guerra Mundial organizaron la Legión Polaca para luchar en el bando del imperialismo Austro–Alemán.

Lenin era ruso, y por tanto miembro de la nación opresora, la Gran Rusia. Rosa Luxemburgo era polaca (y judía). Lenin comprendía la necesidad de ser muy sensible con los pueblos oprimidos por el zarismo ruso. Se dirigía en los siguientes términos a los compañeros polacos: "Miren, comprendo su posición. Son socialdemócratas polacos. Su primer deber es luchar contra los nacionalistas polacos. Desde luego, deben hacerlo. Pero los compañeros rusos no les decimos, que eliminen de su programa la consigna del derecho a la autodeterminación del pueblo polaco. Porque, como socialdemócratas rusos, nuestro primer deber es luchar contra nuestra propia burguesía, la burguesía rusa y el zarismo. Sólo de esta forma los Socialdemócratas rusos podemos demostrar a los polacos que no deseamos oprimirlos, en esto reside la unidad de ambos pueblos en la lucha revolucionaria".

De una forma dialéctica y brillante, la posición de Lenin del derecho de las nacionales a la autodeterminación no significaba dividir a los trabajadores rusos y polacos, todo lo contrario, representaba la unión.

La unidad de las organizaciones obreras

¿Por qué Lenin apoyaba el derecho de las naciones a la autodeterminación? Lo hacía exclusivamente desde el punto de vista de hacer avanzar la lucha de clases, de unir a la clase obrera. Para los Bolcheviques, la cuestión nacional representaba no sólo un problema y un obstáculo, sino también un potencial revolucionario. Sin una posición correcta sobre la cuestión nacional, la Revolución de Octubre nunca habría tenido lugar. Pero una parte integral de la política de Lenin sobre la cuestión nacional fue la insistencia desde 1903 en adelante, en la necesidad de mantener la sagrada unidad de la clase obrera y sus organizaciones por encima de cualquier distinción de nacionalidad, lenguaje, raza o religión.. Se opuso implacablemente a los intentos del Bund judío de organizar a los trabajadores judíos en organizaciones separadas.

"A los enconos nacionales de los distintos partidos burgueses en torno a las cuestiones del idioma, etc., la democracia obrera opone la reivindicación de unidad incondicional y fusión completa de los obreros de "todas" las nacionalidades en "todas" las organizaciones obreras: profesionales, cooperativistas, de consumo, culturales y demás contrapeso a todo nacionalismo burgués. Sólo esa unidad y esa fusión pueden salvaguardar la democracia, los intereses de los obreros frente al capital -que tiene un carácter internacional y lo tendrá más cada día- y los intereses del desarrollo de la humanidad hacia un nuevo régimen de vida, libre de todo privilegio y de toda explotación". (Lenin. Notas críticas a la cuestión nacional. Pág. 9. El entrecomillado en el original).

Como correctamente señala Trotsky, el derecho de autodeterminación sólo es la mitad de la posición de Lenin sobre la cuestión nacional. La otra cara de la moneda era la oposición implacable a cualquier división del movimiento obrero en líneas nacionales. Hay que distinguir claramente entre estos dos elementos. El derecho de autodeterminación es una demanda democrática -o más correctamente, una demanda democrático burguesa. Esta mitad del programa guarda relación con la nación en su conjunto. Pero al proletariado no le interesa dividir las organizaciones obreras en líneas nacionales. Aunque Lenin lo tenía muy claro, hoy cada una esas miserables sectas que se autodenominan "trotskistas" no sólo lo han apoyado, incluso han defendido y puesto en práctica una política criminal de división de las organizaciones obreras en líneas nacionales, hacia un lado u otro.

Dividir a los sindicatos en líneas raciales es una absoluta monstruosidad que no tiene nada en común con el leninismo. Hoy las sectas en Gran Bretaña, participan activamente en la formación de secciones de negros en los sindicatos y en el Partido Laborista. En Escocia apoyaron la formación de un sindicato escocés separado de los trabajadores del petróleo, lo que es una violación de los principios más elementales del marxismo. Se pueden citar ejemplos similares en todos los países. Hay que dejar claro: la creción de organizaciones separadas para diferentes grupos nacionales o raciales es un acto criminal que sólo puede servir para dividir y debilitar al movimiento obrero. Una cosa es combatir el racismo y el chauvinismo de la nacionalidad mayoritaria, y otra distinta es dividir a la clase obrera en líneas nacionales, lingüísticas, religiosas o raciales.

Esta nunca fue la posición del Partido Bolchevique o previamente del PSDOR. Ninguna de las tendencias de la Socialdemocracia Rusa (si excluimos a los dirigentes del Bund judío) estaban a favor de dividir el movimiento en líneas nacionales. Los Mencheviques defendían la misma posición que los Bolcheviques. Este tema se discutió a fondo desde el principio, cuando socialdemócratas judíos pedían una organización separada dentro del PSDOR. El Bund (la organización Socialdemócrata judía) con gran fuerza en Rusia Occidental y Lituania -allí existía una gran población judía, decía que no sólo tenían el derecho a hablar en nombre de los trabajadores judíos, sino que también decían tener derecho a formar una organización socialdemócrata judía. Lenin y los marxistas rusos rechazaron categóricamente esta pretensión e insistían en que sólo debía haber un partido y un sindicato obrero. Hoy seguimos defendiendo lo mismo. El arma más importante en manos de la clase obrera es la unidad, y hay que defenderla a toda costa. Estamos radicalmente en contra de la división de la clase obrera en líneas de nacionalidad, raza, idioma, religión o cosas por el estilo. En otras palabras tenemos una posición de clase.

La cuestión judía

Con tediosa frecuencia, aquellos que están a favor de dividir el movimiento obrero en líneas nacionales, de raza o sexo intentan justificar su posición recurriendo a la descarada demagogia o el sentimentalismo lacrimógeno, apelando a la difícil situación de los oprimidos o las monstruosas injusticias que sufren, como "prueba" de la "imposibilidad" de unir en organizaciones comunes a los blancos y a los negros, a hombre y mujeres, a protestantes y católicos, y cosas por el estilo. La propia historia del bolchevismo demuestra que no es así, basta con ver la actitud de Lenin hacia el Bund judío. Los judíos en Rusia eran oprimidos y discriminados sistemáticamente, se los obligaba a vivir en barrios aparte, y eran sometios a pogromos sangrientos. Sólo un porcentaje limitado de judíos era aceptado en el servicio del estado y en las escuelas de enseñanza superior que pertenecían al estado. En 1917 existían 650 leyes que restringían los derechos de los judíos. Esta era un ejemplo de opresión nacional en su forma más brutal.

Lenin siempre explicó que el deber de los trabajadores era luchar contra su propia burguesía. Eso significa todos los trabajadores, incluso los más oprimidos. Por esta razón los socialdemócratas rusos siempre rechazaron las demandas del Bund. El hecho de que los judíos sufrieran una opresión terrible no era razón. El Bund defendía la consigna de la ‘autonomía cultural nacional’, robada del programa de Otto Bauer y los marxistas austriacos. Pero esta consigna tenía aún menos sentido en el caso de los judíos rusos que en Austria–Hungría. Con la población desparramada, vivían fundamentalmente en ciudades, los judíos no se concentraban en un territorio claramente definido -una de las condiciones para la existencia de una nación. La idea de la ‘autonomía nacional cultural’ suponía la unión de la desparramada población judía en escuelas e instituciones exclusivamente judías. Esta demanda, que Trotsky caracterizó como una utopía reaccionaria, sólo serviría para profundizar la enajenación de los judíos del resto de la población y aumentar las tensiones raciales y las fricciones.

Los judíos no poseían ni un territorio ni un idioma común. Aunque muchos judíos en Rusia y Europa del Este hablaban el Yiddish, otros tantos no lo hacían. En los países capitalistas avanzados los judíos hablaban el idioma del país donde vivían. Los judíos sefardíes originarios de España durante siglos mantuvieron el español como su lengua materna. Después de ser expulsados de España se desperdigaron por todo el Mediterráneo, y allí donde los judíos tenían la oportunidad, se integraban en la población del país donde residían. Pero el fanatismo y el oscurantismo de la Iglesia Católica medieval evitó esto. Los judíos fueron excluidos y enajenados de la sociedad. Se los prohibía tener tierra, se los obligaba a vivir de otros sustentos en los márgenes de la sociedad feudal, incluyendo el comercio y el préstamo de dinero. La enajenación forzosa de los judíos fue incluso más descarada en la Rusa zarista atrasada.

Incluso Lenin tenía dificultades para clasificar a los judíos. La definición más próxima como tal fue definirlos como una casta especial oprimida, como vemos en el siguiente pasaje: "Lo mismo podemos decir de la nación hebrea, la más oprimida y perseguida. La cultura nacional hebrea es una consigna de los rabinos y de los burgueses, es una consigna de nuestros enemigos. Pero en la cultura hebrea y en toda la historia del pueblo hebreo hay también otros elementos. De los diez millones y medio de hebreos que existen en el mundo, poco más de la mitad viven en Galitzia y en Rusia, países atrasados y semisalvajes, donde los hebreos son mantenidos por la fuerza en una situación de casta. La otra mitad vive en el mundo civilizado, donde los hebreos no están aislados como casta. Allí se han manifestado con toda evidencia los grandes rasgos progresistas, de significación mundial, de la cultura hebrea: su internacionalismo y su capacidad de hacerse eco de los movimientos avanzados de la época (el tanto por ciento de hebreos que participan en los movimientos democráticos y proletarios es, en todas partes, superior a su porcentaje general en la población)." (Lenin. Notas críticas sobre la cuestión nacional. Pág. 12).

Aunque los judíos carecían de los atributos que caracterizan a una nación, y Lenin no los consideraba como tal, sin embargo después de la Revolución de Octubre, los Bolcheviques ofrecieron la autodeterminación a los judíos, les garantizaban una patria a la que podrían emigrar si ellos lo deseaban (Biribaidjan) aunque pocos eligieron esta posibilidad. Esto era infinitamente preferible a la creación de un estado judío en Palestina, una tierra que ocupaban los árabes desde hacía miles de años, y que fue el origen de interminables y sangrientas guerras en Oriente Medio. La creación del estado de Israel fue un acto reaccionario al que se opusieron en su momento los marxistas. Trotsky advirtió que sería una trampa cruel para el pueblo judío. Y la historia del último medio siglo ha demostrado que era verdad. No obstante ahora Israel existe como estado, y no se puede dar marchar atrás al reloj de la historia. Israel es una nación y no debemos pedir su desaparición. La solución al problema nacional palestino (del que nos ocuparemos más tarde) sólo se puede conseguir con la creación de una Federación Socialista de Oriente Medio en la que árabes e israelitas puedan coexistir con sus propias patrias autónomas y con total respecto por todos los derechos nacionales.

Los partidarios del sionismo en Rusia siempre fueron una minoría. Un número considerable de cuadros del movimiento obrero ruso eran de origen judío, los intelectuales judíos más avanzados y los trabajadores comprendían que su futuro dependía de la reconstrucción revolucionaria de la sociedad. Y era verdad. En Rusia después de la Revolución de Octubre, el pueblo judío consiguió la emancipación civil y la igualdad. Estaban satisfechos con esto y por esta razón muy pocos aceptaron la oferta de una patria dentro de las fronteras del estado soviético.

La autodeterminación

Reconocer el derecho de las naciones a la autodeterminación es el eje central de la posición de Lenin sobre la cuestión nacional. En general esto se sabe, pero como decía Hegel lo que es conocido no necesariamente es comprendido. Lenin escribió extensamente sobre la cuestión nacional, y sus escritos recogen la postura del marxismo sobre este tema y que desarrolla de una mantera rica, completa y dialéctica. Incluso una ojeada a la literatura de los grupos que hoy pretenden ser herederos de Lenin basta para convencernos de que ninguno ha leido a Lenin, y si lo leen no comprenderán ni una sola palabra. En concreto, sacan de contexto la consigna del derecho de autodeterminación -sin duda uno de los elementos importantes del pensamiento de Lenin en la cuestión nacional- y la presentan de una forma mecánica y parcial, como si fuera lo único que preocupaba a Lenin.

La defensa del derecho de autodeterminación de Lenin es ABC para un marxista. Pero después de ABC, el abecedario tiene más letras, y un niño que repita constantemente "ABC" no le bastará para ser inteligente. La dialéctica, como Lenin explicó muchas veces, trata el fenómeno en su totalidad. Abstraer un solo elemento de una ecuación compleja, y contraponerlo al resto de los elementos, es hacer un uso infantil de la dialéctica. En la historia de la filosofía a esto se lo denomina sofismo. Tales abusos llevan a errores y al tipo más burdo de lógica. En política, y en particular en la cuestión nacional, llevan directamente a la defensa del nacionalismo reaccionario y al abandono del socialismo. La cuestión nacional es un campo de minas, para cruzarlo es necesario una brújula de confianza. El momento en que te apartas un centímetro de una posición de clase, estás perdido. De esta forma muchos de aquellos que hoy intentan citar la defensa de Lenin del derecho de autodeterminación caen en la trampa de capitular ante la insistente presión del nacionalismo pequeñoburgués que es justo lo contrario a la posición de Lenin. Pero que hable él mismo: "El objetivo del socialismo no consiste sólo en acabar con el fraccionamiento de la humanidad en Estados pequeños y con todo aislamiento de las naciones, sino también en fusionarlas. (Lenin. Problemas de política nacional e internacionalismo proletario. Moscú. Progreso. 1981. Pág. 118). Lenin no apoyaba en todos y cada uno de los casos el derecho de las pequeñas naciones a la autodeterminación. Lo explica cuidadosamente, apoyamos las unidades nacionales más grandes frente a las más pequeñas, y la centralización sobre bases democráticas, frente a la descentralización. Pero todas las demás condiciones no son necesariamente iguales. El hecho de la opresión nacional de una nación por otra obliga al proletariado y a sus organizaciones a luchar contra la opresión nacional y defender el derecho de las naciones a la autodeterminación.

El derecho de las naciones a la autodeterminación es una demanda democrática y los marxistas la apoyamos, como apoyamos otras demandas democráticas. Pero el apoyo a las demandas democráticas en general nunca ha sido considerado por los marxistas como una clase de imperativo categórico. Tales demandas siempre están subordinadas a los intereses de la clase obrera y a la lucha por el socialismo, como Lenin explica con toda claridad: "En la práctica, el proletariado sólo puede conservar su independencia si subordina su lucha por todas las reivindicaciones democráticas -sin excluir la de la República- a su lucha revolucionaria por el derrocamiento de la burguesía." (Ibíd. Pág. 120).

Esto no particularmente nuevo o alarmante. Está en la línea de la posición general marxista sobre las demandas democráticas. Por ejemplo, el derecho al divorcio es una demanda democrática, que también apoyamos. ¿En qué consiste este derecho?. Significa que un hombre y una mujer pueden vivir juntos tanto tiempo como ellos sean felices. Pero si la relación entre dos personas se rompe, entonces tienen el derecho a separarse. Nadie los puede obligar a vivir juntos. O por ejemplo el derecho al aborto. ¿En qué consiste? Una mujer tiene el derecho a decidir si tiene un hijo o no, es vidente el derecho de una mujer a disponer de su cuerpo como le parezca apropiado. Defendemos estos derechos democráticos, pero ¿eso significa que el divorcio y el aborto en sí mismo sean algo bueno? ¿Queremos decir que todas las mujeres deben abortar o todas las parejas divorciarse? Eso sería absurdo. El divorcio y el aborto no son cosas buenas en sí mismas, pero en determinadas circunstancias son un mal menor. No defendemos el divorcio o el aborto, sino el derecho al divorcio o al aborto. Ocurre lo mismo con el derecho de autodeterminación. Hay una gran diferencia entre apoyar el derecho de autodeterminación y apoyar la autodeterminación como tal. Es la diferencia entre una política marxista y el nacionalismo pequeño burgués. Lenin fue siempre muy claro en este punto. "Por eso ‘para no conculcar el derecho a la autodeterminación’, no debemos ‘votar por la separación’, como supone el perspicaz señor Semkovski, sino votar por que se faculte a la región que desea para que ella misma decida esta cuestión". (Lenin. Problemas de política nacional e internacionalismo proletario. Pág. 8).

Esto es lo esencial del tema. Para Lenin el derecho de autodeterminación no significa que los trabajadores "tengan el deber de votar por la separación", sino exclusivamente oponerse a todas las formas de opresión nacional y oponerse a la retención obligatoria de cualquier nación dentro de las fronteras de otro estado; es decir, dejar a las personas elegir libremente sobre el tema. Eso es un derecho democrático elemental defendido por los Bolcheviques. Pero incluso entonces nunca se consideró este derecho como algo absoluto, siempre estuvo subordinado a los intereses de la lucha de clases y a la revolución mundial. La política de Lenin no era la separación, sino la unión voluntaria. La consigna del derecho de autodeterminación, lejos de implicar el apoyo a la separación, era una parte integral de la lucha contra la separación. Lenin continúa: "El reconocimiento del derecho a la autodeterminación ‘hace al juego’ al ‘más rabioso nacionalismo burgués’, asegura el señor Semkovski. Eso es una puerilidad, pues el reconocimiento de este derecho no excluye en modo alguno que se haga propaganda y agitación contra la separación y se denuncie el nacionalismo burgués. En cambio, lo que sí está fuera de toda duda es que la negación del derecho a la separación ‘hace el juego’ al ¡más rabioso nacionalismo gran ruso de las centurias negras". (Ibíd. Pág. 10)

Tomemos un ejemplo moderno. La población francófona de Québec se siente oprimida nacionalmente por Canadá. Los nacionalistas quebequeses piden la separación. Un marxista les diría: sí tenéis el derecho de autodeterminación. Defenderíamos ese derecho. Pero consideramos que la separación sólo irá en detrimento de los quebequeses y todo el pueblo de Canadá. Si hay un referéndum haríamos propaganda en contra de la separación. Defendemos un Québec socialista y una Canadá socialista con pleno respeto por lo derecho nacional como la única solución a nuestros problemas. Esta era la posición de Lenin sobre la cuestión nacional.

De ninguna forma Lenin consideraba el derecho de autodeterminación como una panacea, aplicable universalmente en todas las circunstancias. Después, muchos grupos cometieron esta estupidez y prestaron un flaco servicio al marxismo y al leninismo sin tener la más mínima noción de lo que eran. Lenin no consideraba el derecho de autodeterminación como un derecho absoluto, fuera del tiempo y el espacio, sino sólo como una parte de la lucha del proletariado por el poder, y lo subordinaba estrictamente a esa lucha. En el artículo de Stalin, "La cuestión nacional y el marxismo", prácticamente elaborado por Lenin, y que no hay duda de que expresa sus opiniones sobre la cuestión, se expresa muy bien la idea: "La nación tiene derecho a determinar libremente sus destinos. Tiene derecho a organizarse como le plazca, naturalmente, siempre y cuando no menoscabe los derechos de otras naciones. Esto es indiscutible. (Stalin. Op. Cit. Pág. 35). Y continúa:

"Pero ¿qué solución sería la más compatible con los intereses de las masas trabajadoras? ¿La autonomía, la federación o la separación?.
Todos estos problemas "su solución depende de las condiciones históricas concretas que rodean a la nación de que se trate."
Más aún: las condiciones, como todo, cambian y una solución acertada para un momento dado puede resultar completamente inaceptable para otro momento". (Ibíd. Pág. 36. El entrecomillado es nuestro).

Esto es absolutamente correcto. La posición que tomarán los marxistas con relación a la reivindicación del derecho de autodeterminación no se puede tener por adelantado. Depende de las circunstancias concretas de cada caso y de sus implicaciones en la causa del proletariado y la revolución socialista mundial. Esa fue siempre la postura de Lenin: "No se trata de que los marxistas de cualquier país redacten su programa nacional sin tener en cuenta todas las condiciones históricas generales y las concretas del estado". (Lenin. El derecho de las naciones a la autodeterminación. Pág. 15).

En una polémica con los socialdemócratas polacos que tenían una posición ultra izquierdista sobre la cuestión nacional y negaban por principio la autodeterminación, Lenin explica entre otras cosas que no es el deber de la socialdemocracia apoyar todas y cada una de las luchas por la autodeterminación. Lenin dice lo siguiente. "Desde el punto de vista de la teoría general, este arggumento resulta indignante a todas luces, pues es claramente ilógico. Primero, no hay ni puede haber una sola reivindicación parcial de la democracia que no engendre abusos si no se supedita lo particular a lo general; nosotros no estamos obligados a apoyar ni ‘cualquier’ lucha por la independencia, ni ‘cualquier’ movimiento republicano o anticlerical. (Lenin. Problemas de política nacional e internacionalismo proletario. Pág. 151).

Hay un caso en el que Lenin deja claro que no apoya el derecho de las naciones a la autodeterminación: cuando eso significa arrastrar a los trabajadores a la guerra. Consideraba monstruoso apoyar la autodeterminación (incluso si estaba justificada en y de por sí), si significaba arrastrar a las grandes potencias a una guerra. Si los Bolcheviques apoyaban la lucha nacional en un caso determinado dependía de las circunstancias concretas, y en cada caso Lenin abordaba la cuestión, no desde el punto de vista del estrecho nacionalismo, sino desde el punto de vista de la revolución mundial. En julio de 1916 Lenin decía a los polacos que no emprendieran una lucha por la independencia nacional. Les explicó que el destino de la lucha del pueblo polaco estaba unida inseparablemente a la perspectiva de la revolución en Rusia y Alemania: "Plantear hoy la cuestión de la independencia polaca teniendo en cuenta las relaciones existentes entre la potencias imperialistas vecinas, es realmente perseguir una utopía, caer en la estrechez de miras nacionalista y olvidar que la premisa necesaria es una revolución europea o al menos en Rusia y Alemania". (Ibíd.. Pág. 350).

Vemos cómo en esa situación concreta, Lenin recomendaba a los polacos subordinar su lucha por la autodeterminación a la perspectiva de la revolución en Rusia y Alemania. En ese caso Lenin tenía razón. Sólo la revolución rusa creó las condiciones para la formación de un estado independiente polaco, cualquier otra tentativa habría terminado en un desastre. A eso hacía referencia Lenin cuando hablaba de "perseguir utopías" y "caer en la estrechez de miras nacionalista". ¡Qué buen consejo de Lenin al pueblo polaco! ¡Y qué monstruosa caricatura de la posición de Lenin defender la ruptura de Yugoslavia con la excusa de la autodeterminación! Eso sí que era precisamente perseguir utopías (y en ese caso reaccionarias) y descender a la estrechez de miras del nacionalismo del peor tipo.

Lenin y el "practicismo"

Uno de los trucos que con frecuencia utilizan aquellos críticos pequeñoburgueses del marxismo que han capitulado al nacionalismo, es acusar a los marxistas de utópicos. "Unir a los trabajadores es una utopía". "La idea de la federación socialista no es práctica". "¡Debemos hacer algo ahora!" y cosas por el estilo. ¿Cómo respondía Lenin a estos argumentos que conocía muy bien?.

"¿Qué significa la reivindicación de "practicismo" en el problema nacional? O un apoyo a todas las aspiraciones nacionales, o el "sí o no" a la disyuntiva de separación de cada nación o, en general, la "posibilidad de satisfacción" inmediata de las reivindicaciones nacionales.
Examinemos estas tres interpretaciones posibles de la reivindicación del "practicismo".
La burguesía, que actúa, como es natural, en los comienzos del movimiento nacional como fuerza hegemónica (dirigente) del mismo, llama labor práctica al apoyo a todas las aspiraciones nacionales. Pero la política del proletariado en el problema nacional (como en los demás problemas) sólo apoya a la burguesía en una dirección determinada, pero nunca coincide con su política. La clase obrera sólo apoya a la burguesía en aras de la paz nacional (que la burguesía no puede dar plenamente y es viable sólo si hay una completa democratización), en beneficio de la igualdad de derechos, en beneficio de la situación más favorable posible para la lucha de clases. Por eso, precisamente contra el practicismo de la burguesía, los proletarios propugnan una política de principios en el problema nacional prestando a la burguesía siempre un apoyo sólo condicional. En el problema nacional, toda burguesía desea o privilegios para su nación o ventajas exclusivas para ésta; precisamente eso es lo que se llama "práctico". El proletariado está en contra de toda clase de privilegios, en contra de todo exclusivismo. Exigirle "practicismo" significa ir a remolque de la burguesía, caer en el oportunismo. (Lenin. El derecho de las naciones a la autodeterminación. Pág. 19).

Cuando Lenin escribía estas líneas en 1914, aún tenía la perspectiva de la revolución democrático burguesa en Rusia. Los Bolcheviques luchaban contra el ala de extrema izquierda del campo democrático burgués. Su objetivo era movilizar a las masas bajo la dirección del proletariado, no para transferir el poder a la clase obrera (Lenin sólo llegó a esta conclusión en 1917), sino para llevar adelante la revolución democrático burguesa más típica en Rusia y de esta forma crear condiciones más favorables para el desarrollo del capitalismo y la lucha de clases. Por supuesto la perspectiva de Lenin no termina ahí. Concebía que un triunfo de la revolución democrático burguesa en Rusia daría un impulso a la revolución socialista en Europa Occidental, y de esta forma, permitiría a los trabajadores rusos -junto con los trabajadores de Europa- transformar la revolución democrático burguesa en socialista. Pero las tareas inmediatas de la revolución eran democrático burguesa, y lo central en ella era la revolución agraria y la cuestión nacional.

Incluso cuando Lenin aún tenía la perspectiva de la revolución democrático burguesa insistía en la necesidad de la independencia total del proletariado de la burguesía. En la cuestión nacional los trabajadores debían ser independientes de la burguesía nacionalista. Ellos debían luchar contra la opresión nacional, pero debían hacerlo bajo su propia bandera, con su política y métodos. En cuanto a la burguesía nacional diera un paso adelante en la lucha contra la nación opresora, la clase obrera debería apoyarla, por supuesto. Pero en primer lugar, este apoyo era muy condicional, y en ningún caso suponía que los trabajadores estaban obligados a apoyar en todos los casos a la burguesía nacional. Lenin advirtió de la traición de la burguesía nacional, sus tendencias reaccionarias y egoísmo, y urgía a los trabajadores a no subordinase a la demagogia nacionalista de la "unidad".

"¿Contestar ‘sí o no’ en lo que se refiere a la separación de cada nación?. Parece una reivindicación sumamente "práctica". Pero, en realidad, es absurda, metafísica en teoría y conducente a subordinar el proletariado a la política de la burguesía en la práctica. La burguesía plantea siempre en primer plano sus reivindicaciones nacionales. Y las plantea de un modo incondicional. El proletariado las subordina a los intereses de la lucha de clases". (Ibíd. Pág. 19).

"La burguesía de las naciones oprimidas llamará al proletariado a apoyar incondicionalmente sus aspiraciones. ¡Lo más práctico es decir un ‘sí’ categórico a la separación de tal o cual nación, y no al derecho de todas las naciones, cualquiera que sean, a la separación!.
El proletariado se opone a semejante practicismo: al reconocer la igualdad de derecho y el derecho igual a formar un Estado nacional, aprecia y coloca por encima de todo la unión de los proletarios de todas las naciones, evalúa toda reivindicación nacional y toda separación nacional con la mira puesta en la lucha de clases de los obreros. La consigna del practicismo no es, en realidad, sino la de adoptar sin crítica las aspiraciones burguesas". (Ibíd. Pág. 21).

Después de leer estas líneas está absolutamente claro que Lenin no consideraba que el proletariado tuviera el deber de apoyar todas y cada una de las demandas de autodeterminación, él pedía a los trabajadores resistir los intentos de la burguesía (y debemos añadir a la pequeñoburguesía) nacionalista que quería obligar a los trabajadores apoyar el nacionalismo apelando a sus simpatías naturales con un pueblo oprimido nacionalmente; la cuestión nacional siempre está subordinada a los intereses generales del proletariado y la lucha de clases, y es necesario defender la autodeterminación exclusivamente cuando promueve la causa del proletariado y la lucha por el socialismo en un caso concreto. En cualquier otro caso el proletariado no está obligado a apoyarla, debe rechazarla.

En cualquier caso, la posición de Lenin sobre la cuestión nacional evolucionó con el tiempo, igual que su visión general del cambio de naturaleza de la Revolución Rusa. Después de la Revolución de Febrero Lenin abandonó su primera idea de que la revolución rusa tendría un carácter democrático burgués ("la dictadura democrática del proletariado y el campesinado") y pasó a a defender la postura que Trotsky defendía desde 1904-5. Trotsky explicaba que, aunque objetivamente las tareas de la revolución rusa tenían un carácter democrático burgués, la revolución sólo la podría dirigir el proletariado en una alianza con los campesinos pobres. La burguesía rusa había entrado demasiado tarde en la escena de la historia como para jugar un papel progresista. En determinadas circunstancias, las tareas de la revolución democrática sólo podrían llevarlas adelante la clase obrera una vez tenga el poder en sus manos. Pero esta no era la "dictadura democrática del proletariado y el campesinado", sino la dictadura del proletariado. Estas perspectiva fue confirmada de manera brillante en Octubre de 1917.

Incluso antes de esto, como hemos visto, Lenin en ningún caso era partidario de apoyar a la burguesía nacional -o al menos sólo concebía un apoyo muy limitado y condicional en determinadas circunstancias, mientas que siempre insistió en la necesidad de de que el proletariado mantuviera su independencia de las maquinaciones de llamada burguesía progresista. Pero después de 1917 comprendió que la llamada burguesía nacional en un país atrasado y semicolonial como la Rusia zarista era completamente incapaz de jugar un papel progresista. En el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, Lenin cambió su actitud respecto a la burguesía nacional. Desde este momento consideraba que la burguesía nacional en los países coloniales era incapaz de jugar un papel progresista. La historia posterior demuestra que tenía razón.