Revolución “nacional y popular” o revolución socialista

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Doscientos años después de su emancipación del imperio español, Latinoamérica sigue sometida a los dictados del imperialismo internacional. La deuda externa que atenaza a la economía latinoamericana y el control asfixiante que ejercen las multinacionales sobre nuestros recursos es una úlcera sangrante por la que escapa la riqueza creada con la sangre, el sudor y las lágrimas de millones de trabajadores y campesinos pobres. Por lo tanto, no cabe hablar de una auténtica lucha por la emancipación de los pueblos y países oprimidos en Latinoamérica sin una lucha consecuente e implacable por sacudirse la dominación imperialista. Doscientos años después de su emancipación del imperio español, Latinoamérica sigue sometida a los dictados del imperialismo internacional. La dominación colonial directa fue sustituida por la dependencia que el conjunto de América Latina sufre a través del mecanismo del mercado mundial, por la dominación económica.

La agobiante deuda externa que atenaza a la economía latinoamericana y el control asfixiante que ejercen las multinacionales sobre nuestros recursos naturales es una úlcera sangrante por la que escapa la riqueza creada con la sangre, el sudor y las lágrimas de millones de trabajadores y campesinos pobres. Son decenas de miles de millones de dólares los que afluyen anualmente hacia las cuentas privadas de los grandes bancos y multinacionales norteamericanas y europeas.

Por lo tanto, no cabe hablar de una auténtica lucha por la emancipación de los pueblos y países oprimidos en Latinoamérica sin una lucha consecuente e implacable por sacudirse la dominación imperialista.

Dentro de la izquierda y el campo popular existen diferentes formas de encarar la lucha antiimperialista. Concretamente, hay trabajadores y jóvenes honestos y revolucionarios que buscan una salida "nacional" a la lucha antiimperialista y oponen a la idea de la revolución socialista una especie de revolución "nacional" y popular dentro de los marcos del capitalismo.

El mito de la burguesía “nacional” progresista

Estos compañeros creen que, junto a los trabajadores y los pobres de la ciudad y el campo, existe un sector nacionalista y progresista dentro la burguesía mediana y pequeña (la llamada burguesía nacional) supuestamente interesada en escapar de la dominación que el imperialismo ejerce en el país. De lo que se trata para estos compañeros es de formar un Frente Antiimperialista que englobe a todos estos grupos y clases.

En realidad, no hay ninguna diferencia significativa entre los terratenientes, los banqueros nacionales y la burguesía "industrial" nacional. Hoy día, los capitales bancario, agropecuario e industrial están cada vez más fusionados entre sí y sus intereses vinculados estrechamente con los del imperialismo. Hay terratenientes que participan en negocios industriales y hay industriales que poseen extensos latifundios. Todos tienen negocios comunes entre sí y con las multinacionales. Estos sectores de la burguesía demostraron muchas veces en este país que no tienen ningún problema en unirse cuando se trata de enfrentar al movimiento obrero, apoyando todas las medidas antiobreras de los gobiernos de turno, como tampoco tuvieron ningún problema en financiar y apoyar todos los golpes militares habidos en nuestro país en los últimos 50 años y que fueron dirigidos, sin excepción, contra la clase obrera.

Por su parte, la pequeña burguesía es muy heterogénea y nunca demostró una iniciativa política independiente. Sus sectores altos se arrastran detrás de los capitalistas y terratenientes, mientras que sus sectores bajos normalmente simpatizan con las luchas de los trabajadores y los desocupados. La tarea del movimiento obrero no es colocarse detrás de estos sectores explotados de la pequeña burguesía sino el de ponerse a la cabeza de todos los sectores oprimidos de la nación, para acabar con todo tipo de explotación e injusticias.

La experiencia peronista

Algunos de estos compañeros se definen a sí mismos como peronistas "de izquierda". Es verdad que Perón hizo concesiones importantes a los trabajadores argentinos en los años cuarenta, pero eso fue posible en aquellos momentos por la privilegiada situación económica de la Argentina, que era la décima potencia industrial del planeta y que se benefició de la extraordinaria demanda de carne y trigo procedente de Europa tras la 2ª Guerra Mundial. Perón mismo reconoció en aquellos momentos que estas concesiones a los trabajadores eran necesarias para evitar que se orientaran hacia la revolución socialista.

En el momento de la verdad, cuando el golpe de la "libertadora" en 1955, Perón claudicó y se negó a armar a los trabajadores por miedo a la revolución socialista, dejando a los trabajadores abandonados a su suerte.

En 1973-76, a pesar de las extraordinarias condiciones que existían para una transición pacífica al socialismo en la Argentina la política de colaboración de clases de los gobiernos peronistas tuvo como objetivo desactivar el ambiente revolucionario que existía entre los trabajadores, lo que condujo a una dictadura feroz que asesinó a 30.000 luchadores y que contó con la participación activa de la "derecha" peronista.

El carácter del gobierno de Kirchner

Ahora, estos compañeros vuelven a caracterizar al gobierno peronista de Kirchner como nacional-popular y a mostrar su disposición a darle un margen de confianza y pactar con él, como representante de este sector de la burguesía "progresista" nacional.

Es verdad que las primeras medidas de Kirchner crearon importantes expectativas en capas amplias de la sociedad argentina. Pero si lo pensamos un momento esas medidas eran necesarias para que las masas trabajadoras recuperaran su confianza en las instituciones moribundas del capitalismo argentino. Salvo algunas migajas para los desocupados y los trabajadores, las condiciones de vida reales de los mismos no cambió sustancialmente.

En cambio, a pesar de todas sus palabras demagógicas contra el FMI y demás, todas las medidas de fondo del gobierno de Kirchner beneficiaron a los capitalistas y al imperialismo. Se renovó el pago de la deuda externa, no se reestatizaron las empresas privatizadas bajo el menemismo, se implementó una ley laboral que mantiene lo fundamental de la ley anterior y se concedieron aumentos de tarifas. Incluso Kirchner tuvo que cancelar su viaje a Cuba por mandato expreso del gobierno de Bush.

Frente a esta orientación política que se apoya en la colaboración de clases y que tantos desastres provocó a la revolución en Asia, África y América Latina, los socialistas revolucionarios afirmamos que en las condiciones modernas la burguesía no es capaz de jugar un papel progresista en ninguna parte. La conclusión es evidente: los problemas de la sociedad sólo se pueden solucionar cuando la clase obrera tome el poder en sus manos, cuando ponga fin al dominio de la burguesía y el imperialismo, nacionalizando la tierra, los bancos y las grandes empresas e implementando un plan socialista de producción.

La experiencia del chavismo en Venezuela

Para los sectores nacionalistas "de izquierda" argentinos, el movimiento bolivariano de Chávez en Venezuela debe ser el modelo a seguir. Chávez cree posible realizar la revolución "nacional" bolivariana para emancipar el país del control del imperialismo y utilizar los recursos de la nación en beneficio de la mayoría de la sociedad.

Es verdad que si analizamos la estructura de clases entre los dos campos contendientes observamos que alrededor de Chávez se agrupan todos los sectores oprimidos de la sociedad, pero en el campo de la contrarrevolución se sitúan sin excepción todos los sectores de la burguesía nacional, e incluso, un sector significativo de la pequeña burguesía venezolana, que conspiran activamente contra el gobierno Chávez en estrecha colaboración con el imperialismo norteamericano.

¿Dónde están, entonces, los sectores "progresistas" de la burguesía nacional dentro del campo chavista? No existen.
La única manera de conjurar el peligro de la contrarrevolución en Venezuela sería nacionalizando las propiedades de los contrarrevolucionarios, incluyendo las principales empresas de capital nacional y las multinacionales extranjeras, para evitar que utilicen los recursos productivos del país para sabotear la economía y financiar sus planes golpistas, como lo están haciendo.

Pero hacer esto significaría llevar a la práctica medidas socialistas de expropiación, lo que supondría dar el golpe de gracia al capitalismo, para planificar democráticamente la economía en base a las necesidades de la mayoría. Es decir, la lucha consecuente contra el imperialismo y contra la oligarquía nacional sólo puede conducir a la lucha por el socialismo. No ver esto es de una miopía extrema.

Lamentablemente, Chávez tiene miedo de llevar la revolución hasta las últimas consecuencias, negándose a tomar medidas revolucionarias contra la burguesía venezolana, lo que resulta peligrosísimo porque anima a ésta a volver a la carga con sus planes golpistas. Chávez y su círculo se mueven dentro del campo ideológico de la pequeña burguesía buscando infructuosamente conciliar intereses de clases opuestos, los de los trabajadores y los de la burguesía.

Pero esto es imposible como ya explicamos. A la burguesía le parece excesiva cada concesión del gobierno a los trabajadores, y a éstos demasiado poco. Esta política de quedarse a medio camino no satisface a nadie, desvía a los trabajadores de sus tareas revolucionarias y regala un tiempo precioso a la contrarrevolución para que organice un golpe exitoso.

Por ello, fijar como objetivo la revolución "nacional" es un callejón sin salida, independientemente de los buenos deseos de los que la apoyan. La única lucha antiimperialista consecuente es la lucha por el socialismo.

Pero la revolución socialista no puede quedar encerrada en las fronteras nacionales de ningún país latinoamericano. Es cuestión de vida o muerte que se extienda, no sólo para resistir con más garantías al imperialismo, sino para que nuestros hermanos de clase latinoamericanos salgan también de su situación de explotación y miseria y alcancen su verdadera emancipación, a la vez que juntamos las riquezas de todos nuestros pueblos para el común desarrollo de nuestro destino.

Por la revolución socialista y la unidad socialista de América Latina

Hace doscientos años, Simón Bolívar planteó la idea de la unidad de América Latina. Pero la burguesía latinoamericana demostró ser completamente impotente, podrida y reaccionaria. En lugar de luchar por la verdadera soberanía, su papel es el de chico de los mandados del imperialismo. A pesar de toda la retórica "patriótica" e ilusiones de grandeza, la burguesía argentina no es una excepción. El fracaso del MERCOSUR y las constantes rivalidades comerciales y políticas entre las burguesías argentina y brasileña así lo demuestran. Solamente el proletariado puede triunfar allí donde la burguesía fracasó. Pero para hacer esto los trabajadores deben abrirse a una comprensión de clase y a una perspectiva revolucionaria internacionalista.

¿Qué significa esto? El trabajador argentino está orgulloso de su país y apenado al verlo reducido a la actual situación de pobreza humillante. Por instinto siente que se podría recuperar el colosal potencial productivo de la Argentina, si el país no estuviese dirigido por esa pandilla de parásitos y explotadores. Este "patriotismo" de la clase obrera argentina tiene un contenido de clase revolucionario y progresista, sobre él nos debemos basar. Pero es necesario decir a la clase obrera la verdad. La única forma de resolver sus problemas es expropiando a los banqueros y a los capitalistas argentinos, y después unirse con el resto de los trabajadores y campesinos de América Latina en una federación socialista.

Combinando los colosales recursos del continente sería posible no sólo eliminar las causas de la desocupación y la pobreza, también sería posible encaminarse rápidamente en dirección al socialismo y a una vasta revolución cultural y social. En estas circunstancias, el imperialismo estadounidense se quedaría paralizado e incapaz de intervenir. Al contrario, la revolución socialista latinoamericana daría un impulso formidable a la revolución socialista mundial, no solamente en Asia y África, sino también en Europa y los EEUU.