En Egipto, estamos asistiendo a una revolución a toda marcha. Después de cinco días de luchas colosales, este hecho ha penetrado hasta los cráneos más obtusos. La revuelta popular se extiende cada hora que pasa. Es como un caudaloso río que se desborda y arrasa con todas las barreras que se levantaron para contenerlo.
Después de cinco días de revolución el movimiento sigue creciendo en tamaño e intensidad. El toque de queda nocturno pasado fue ignorado, y el día de hoy hay más gente en las calles que ayer. Un nuevo toque de queda fue decretado para las 4 de la mañana, hora egipcia, pero este no es más eficaz que el anterior. Incluso antes de que el toque de queda entrara en vigor, un gran número de manifestantes se reunía en las calles.
"La calle no está siendo organizada por los partidos, no está siendo organizada por el Estado. No está controlada por nadie." (Al Jazeera)
Al seguir los acontecimientos hora a hora, me vino a la memoria el siguiente incidente de la Revolución Francesa. El 14 de julio de 1789, poco después de la toma de la fortaleza de la Bastilla, el rey francés Luis XVI le preguntó al duque de Rochefoucauld-Liancourt: "¿Es esto una revuelta?" Ante lo cual el duque pronunció la respuesta inmortal: "Non Sire, c’est une révolution " – "No señor, es una revolución".
En Egipto, estamos asistiendo a una revolución a toda marcha. Después de cinco días de luchas colosales, este hecho ha penetrado hasta los cráneos más obtusos. La revuelta popular se extiende cada hora que pasa. Es como un caudaloso río que se desborda y arrasa con todas las barreras que se levantaron para contenerlo.
Durante la noche toda la policía desapareció de las calles de la capital. Tanques y vehículos blindados están en las calles de El Cairo, donde los fuegos de la violencia del día anterior aún continúan humeantes. Los servicios de telefonía móvil se han restaurado en la ciudad, pero Internet sigue bloqueado.
Mientras tanto, el número de muertos ha aumentado a 53 según los informes, hasta la jornada de protesta del 28 de enero. En Suez, donde al menos veinte personas han muerto, los cuerpos de los mártires fueron llevados por las calles mientras la gente gritaba consignas revolucionarias. En El Cairo los presos políticos han tomado el control de una cárcel. En Giza, la gente ha quemado la comisaría de policía y están atacando a la policía. Quemar vehículos policiales se ha convertido en algo común en las calles egipcias. En un caso, un grupo de manifestantes trató de empujar un vehículo blindado al río Nilo.
Después de la retirada de la policía ha habido muchos informes de saqueos. La gente sospecha que esto ha sido organizado deliberadamente por el régimen con el fin de crear la impresión de anarquía y caos. Está claro que las cárceles se abrieron para dejar salir a los elementos criminales que han sido armados para tal fin. La televisión egipcia ha mostrado escenas de destrucción de objetos preciosos en el histórico Museo de El Cairo.
Es un secreto a voces que se trata de una maniobra para destruir la revolución. El gran número de policías armados que ayer estaban disparando contra los manifestantes desarmados se esfumaron para ser vistos como lumpenproletarios armados dispuestos al ataque. Varios de los saqueadores que han sido capturados por los manifestantes resultaron ser policías encubiertos.
En respuesta, se han establecido comités de vecinos en Suez y Alejandría para mantener el orden y evitar los saqueos. En algunos lugares, estos comités están incluso dirigiendo el tráfico. Hay una urgente necesidad de generalizar los comités y armar al pueblo. Debemos recordar el lema de la Revolución Francesa: "Mort aux-voleurs!" (¡Muerte a los ladrones!)
El discurso de Mubarak
"El poder tiende a corromper," dice el refrán, "El poder absoluto corrompe absolutamente." El Presidente sufre de los mismos delirios de grandeza que afectaba a las capacidades mentales de todos los emperadores romanos y del zar de Rusia en el pasado. El discurso de anoche del presidente Mubarak, lejos de calmar la situación, ha arrojado gasolina sobre las llamas.
El mensaje del pueblo es fuerte y claro. Pero el Presidente no lo escucha. Es ciego y sordo y ha perdido el uso de la razón. Un hombre que se ha acostumbrado a estar rodeado de una camarilla de cortesanos serviles pendientes de cada palabra suya pierde todo contacto con la realidad. Comienza a creer en su propia omnipotencia. La línea de la frontera entre la realidad y la fantasía se vuelve borrosa. Tal estado de ánimo es similar a la locura.
Viendo a Mubarak hablar, uno tenía la impresión de ver un hombre que ha perdido todo contacto con la realidad y está jugando con sus propias fantasías. Él prometió que todo sería mejor de ahora en adelante, si el pueblo confía en él. Proclamó el cese de su gobierno y que amablemente nombrará a otro. Hará los cambios necesarios. Pero no va a tolerar el caos y el desorden. Cualquier persona que desobedezca no puede esperar ninguna piedad.
Esta es la voz del Padre del Pueblo, el faraón duro pero benevolente que decide todo para el beneficio de sus hijos. Pero el pueblo de Egipto no está formado por niños pequeños y no tiene necesidad de un faraón que tiene que enviar su ejército a las calles para mantenerlos obedientes.
El gobierno ha renunciado como era de esperar y ha sido nombrado un "nuevo" gobierno (por Mubarak). El primer ministro será Rachid Mohamad Rachid – un millonario y exministro de la inversión, el comercio y la industria. Rachid se identifica con las denominadas reformas "neoliberales" que han contribuido a las penurias de las masas: el desempleo y el aumento de los altos precios, y de la pobreza.
Este nombramiento es suficiente para revelar la fisonomía exacta del "nuevo" gobierno. Es una provocación al pueblo en las calles. Desde entonces, Omar Suleiman, de 74 años y jefe de los servicios de inteligencia del Estado ha sido nombrado Vicepresidente. Ya que Suleiman es uno de los principales secuaces de Mubarak, se trata de la provocación más descarada contra las masas. Esto demuestra hasta cuán alejado de la realidad está Mubarak.
Si el discurso del presidente tenía la intención de calmar las cosas, tuvo el efecto contrario. Ayer por la noche la BBC habló por teléfono con un hombre que había salido a la calle todo el día: "Tenía la intención de irme a la cama durante unas horas y luego continuar manifestándome mañana, pero después de oír hablar a Mubarak inmediatamente llamé por teléfono a todos mis conocidos para que salieran y se manifestaran, y me volví a la calle."
La "amenaza islamista"
Los medios de comunicación occidentales repiten constantemente la idea de que los Hermanos Musulmanes están detrás de las protestas, y que son la única alternativa a Mubarak. Esto es falso. El hecho es que, al igual que todos los demás partidos políticos, los Hermanos Musulmanes han sido completamente sorprendidos por este movimiento. Al principio ni siquiera lo apoyaron, y su papel en la organización de las protestas ha sido mínimo.
Los Hermanos Musulmanes recientemente cambiaron sutilmente su mensaje antes de las últimas protestas. El diputado Mahmud Izzat habló para alentar las protestas: "La gente quiere libertad, la disolución de este Parlamento inválido. Desde el principio esto es lo que los jóvenes han estado gritando y estamos con ellos.", le dijo Izzat al canal de noticias Al-Jazeera. Y pasó a criticar a "la fuerza excesiva" de los servicios de seguridad.
Sin embargo, los Hermanos no han organizado las protestas y en las manifestaciones se ven muy pocos fundamentalistas barbudos. La mayoría de los activistas son jóvenes, muchos de ellos estudiantes, pero también hay muchos jóvenes desempleados de los barrios pobres de El Cairo y Alejandría. Ellos no están luchando por la introducción de la sharia, sino por libertad y empleo. .
El hecho del asunto es que estos reaccionarios no quieren este movimiento revolucionario y tienen un miedo mortal al mismo. Las personas que salían de las mezquitas para manifestarse en las calles de Suez después de las oraciones del viernes lo hicieron a pesar del hecho de que el imán les dijo que no participaran en las protestas. El papel reaccionario de los fundamentalistas se demuestra por el influyente islamista al-Qaradawi, que, de acuerdo con Aljazeera, "insta a la gente a no atacar las instituciones del Estado."
Los propios Hermanos están divididos y en declive. Hossam el-Hamalawy le dijo a Al Jazeera:
"Los Hermanos han sufrido divisiones desde el estallido de la Intifada de Al Aqsa (Jerusalén). Su participación en el Movimiento de Solidaridad de Palestina cuando llegó a confrontar con el régimen fue abismal. Fundamentalmente, cada vez que su dirección llegaba a un compromiso con el régimen, especialmente la dirección más reciente del Guía Supremo actual, desmoralizaba a sus cuadros de base. Conozco personalmente a muchos Hermanos jóvenes que abandonaron el grupo. Algunos de ellos se han unido a otros grupos o se mantuvieron independientes. A medida que el movimiento en la calle crece y las direcciones de base se implican en él, la dirección de arriba no puede justificar por qué no son parte de la nueva insurrección."
Repercusiones internacionales
Si el gobierno y todos los partidos políticos fueron tomados por sorpresa, esto es aún más evidente en el caso de los gobiernos occidentales. Después de haber negado cualquier posibilidad de un levantamiento en Egipto hace sólo una semana, los dirigentes del mundo occidental en Washington están ahora con la boca abierta.
Obama y Hillary Clinton parece estar teniendo dificultades para mantenerse al día de la situación. Sus declaraciones públicas demuestran que todavía no han comprendido la realidad sobre el terreno. Expresan su solidaridad con los manifestantes, pero aún están a favor de mantener un diálogo amistoso con el gobierno que está disparando balas y gases. Este deseo de montar dos caballos al mismo tiempo, puede ser comprensible, pero es un poco difícil de hacer cuando los dos caballos están corriendo en direcciones opuestas.
El presidente Obama, como todos saben, se especializa en correr hacia todas las direcciones a la vez. Pero su especialidad principal es la de no decir nada, pero diciéndolo muy bien. Él aconseja a Egipto que introduzca la democracia y ofrezca a los ciudadanos trabajo y un nivel de vida decente. Pero ni él ni ninguno de sus predecesores tuvieron ningún problema en colaborar con Hosni Mubarak, a pesar de que sabían que era un tirano y un dictador. Sólo ahora, cuando las masas están a punto de derrocarlo, de repente empiezan a cantar las alabanzas de la democracia.
La petición de Obama de más empleos y mejores condiciones de vida en Egipto suena muy hueca. Fue Estados Unidos quien estuvo detrás de la "reformas" económicas de 1991, que llevaron a Egipto al tipo de "liberalismo" que dio lugar a la enorme desigualdad, la riqueza obscena para unos pocos y la pobreza y el desempleo para la gran mayoría. Más que cualquier otra cosa esto es lo que ha creado la actual situación explosiva en Egipto. En este contexto, el consejo de Obama es la peor clase de cinismo.
La preocupación de Washington no está motivada por consideraciones humanitarias y democráticas. Está motivada por el interés propio. Egipto es el país árabe más importante en el Oriente Medio. En comparación, Túnez es un país pequeño y relativamente marginal. Pero, históricamente, lo que pasa en Egipto tiende a comunicarse a toda la región. Es por eso que todas las camarillas gobernantes árabes están preocupadas, y es por eso que Washington está preocupado.
Y tienen razón para preocuparse. Pero los círculos gobernantes israelíes están aún más preocupados. Mubarak es un instrumento útil de la política exterior israelí. Como un "moderado" (es decir, un títere de occidente) él ayudó a mantener la ilusión de un "proceso de paz" fraudulento que mantuvo a las masas palestinas bajo control, mientras que los israelíes consolidaron sus posiciones. Él apoyó al igualmente "moderado" Abbas y a otros dirigentes de la OLP, que han traicionado las aspiraciones del pueblo palestino. Y apoyó la llamada guerra contra el terror.
Fue, pues, muy útil tanto para los estadounidenses como para los israelíes. Sus servicios fueron bien recompensados. Los EE.UU. subsidiaron su régimen con una suma de alrededor de $5.000 millones al año. Egipto es el cuarto mayor receptor de ayuda estadounidense, después de Afganistán, Pakistán e Israel. La mayoría de este dinero fue gastado en armas, un hecho que ha sido dolorosamente revelado a los manifestantes en casa cuando leen en las etiquetas de los botes de gas lacrimógeno las palabras "Made in USA", escritas en ellos. Estos mensajes de Washington hablan a los manifestantes egipcios con una elocuencia mucho mayor que los discursos de Obama.
La eliminación de Mubarak, por lo tanto, implica eliminar a uno de los elementos más importantes en materia de política exterior de EE.UU. en el Oriente Medio. Además, pondrá en peligro a los "moderados" (pro-estadounidense) regímenes árabes. Ya las protestas masivas crecen en Jordania y Yemen. Otros los seguirán. La propia Arabia Saudí no está segura.
Los imperialistas se miran horrorizados. De la noche a la mañana todos sus esquemas están deshaciéndose. Malcolm Rifkind, ex conservador ministro de Exteriores británico, dijo en la televisión de la BBC cuando se le preguntó por su punto de vista sobre la situación: "Bueno, esto ha sido preparado durante mucho tiempo. Cualquiera que sea el gobierno que llegue al poder en Egipto no será pro-occidental. Pero no hay mucho que podamos hacer al respecto."
El ejército
El ejército es lo único que separa a Mubarak del abismo. ¿Cómo va a reaccionar el ejército? El ejército ha sustituido a la policía en las calles. La relación entre los soldados y los manifestantes es insegura y contradictoria. En algunos casos hay confraternización. En otros casos, ha habido enfrentamientos con los manifestantes.
Con el fin de poner fin a la rebelión, sería necesario matar a miles de manifestantes. Pero es imposible matarlos a todos. Y no hay garantía de que las tropas estén dispuestas a obedecer la orden de disparar contra manifestantes desarmados. Los oficiales del ejército saben que un incidente sangriento bastaría para romper en pedazos al ejército. Parece muy poco probable que estén dispuestos a asumir el riesgo. En el día de hoy el sitio web de la BBC especula sobre el papel del ejército:
"En términos generales, los egipcios respetan a su ejército, que todavía es visto como un baluarte patriótico en contra de su vecino Israel, con quien fue a la guerra en 1967 y 1973.
"Pero la policía antidisturbios vestida de negro, la Fuerza de Seguridad Central (Amn al-Markazi), pertenece al Ministerio del Interior y ha estado en la vanguardia de la mayor parte de los violentos enfrentamientos con los manifestantes.
"Mal pagados y en su mayoría analfabetos, son alrededor de 330 mil si se suma la Policía de Fronteras. Ellos mismos se amotinaron por los bajos salarios en los primeros años del gobierno del presidente Mubarak y tuvieron que ser controlados por el ejército.
"El ejército tiene una fuerza similar – 340.000 – y está bajo el mando del general Mohamed Tantawi, quien tiene estrechos vínculos con los EE.UU. (que acaba de visitar el Pentágono).
"Cuando el señor Mubarak ordenó al ejército salir a las calles de El Cairo y otras ciudades a última hora del viernes, su objetivo era respaldar a la policía antidisturbios que había sido, en gran medida, superada en número por los manifestantes.
"Pero muchos de éstos están esperando que el ejército estará a su lado o, al menos, actuará como una fuerza de freno hacia la policía, que ha estado actuando con excesiva brutalidad en toda esta protesta.
"De ahí los aplausos que recibieron las columnas de vehículos del ejército, cuando se dirigían a El Cairo el viernes por la noche.
"Hasta ahora, el presidente Mubarak ha contado con el apoyo de las fuerzas armadas.
"Él fue, después de todo, un oficial de carrera de la fuerza aérea que, repentinamente, fue catapultado a la presidencia cuando Anwar Sadat fue asesinado en 1981.
"Pero si estas protestas continúan y se intensifican surgirán voces veteranas dentro del ejército que estarán tentadas de instarlo a que renuncie".
Los días del régimen de Mubarak están contados, y esto debe estar quedando claro a los jefes del ejército, que deben pensar en su propio futuro. Incluso si las fuerzas de seguridad logran sofocar las protestas de hoy, ¿cómo van a sofocar las que sucedan la semana que viene, o el mes que viene, o el próximo año? El poder está, de hecho, tirado en la calle, esperando que alguien lo recoja. Pero, ¿quién lo hará? Si un partido, como el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, estuviera presente, la conquista del poder por la clase obrera estaría en el orden del día. El problema es que este partido no existe todavía.
A falta de un partido revolucionario y de una dirección, la situación actual puede terminar en un punto muerto. En tales situaciones, el Estado mismo, en la forma del ejército, tiende a elevarse por encima de la sociedad y a convertirse en el árbitro entre las clases. En Egipto y otros países de Oriente Medio hay una larga historia de tales cosas, empezando por la figura de Gamal Abdel Nasser. Es posible que una parte de los jefes del ejército decidan voltear a Mubarak.
El movimiento de masas es lo suficientemente fuerte como para derrocar al antiguo régimen. Pero aún le falta el nivel necesario de organización y de dirección para constituirse como un nuevo poder. En consecuencia, la revolución será un asunto de larga duración, que deberá pasar por una serie de etapas antes de que los trabajadores estén en condiciones de tomar el poder en sus manos. Habrá una serie de gobiernos de transición, cada uno más inestable que el anterior. Pero sobre una base capitalista ninguno de los problemas fundamentales se podrá resolver.
Sin embargo, la caída de Mubarak abrirá las compuertas. La clase obrera ha despertado a la lucha. Durante los últimos cuatro años ha habido una ola de huelgas en Egipto. Los trabajadores aprovecharán la democracia para presionar por sus demandas de clase. La lucha por la democracia abrirá el camino para la lucha por el socialismo.