La victoria de Macri, tan abultada a primera vista, sin duda ha podido causar una cierta perplejidad en cientos de miles de trabajadores, jóvenes y sectores progresistas de la Capital quienes, a falta de una alternativa mejor, dieron su voto a Filmus para impedir la victoria de la derecha ¿Representan estos resultados un giro a la derecha fundamental en la sociedad, no sólo porteña sino de toda la nación? ¿Significa esto que el activismo de izquierda debe prepararse para un período incierto de “cavar”cavar trincheras” a la espera de un cambio en la situación?
Balance del Ballottage porteño
Los resultados del Ballottage porteño han venido a confirmar las perspectivas y análisis que planteamos en nuestro anterior balance de la primera vuelta de las elecciones en la Capital.
La victoria de Macri, tan abultada a primera vista, sin duda ha podido causar una cierta perplejidad en cientos de miles de trabajadores, jóvenes y sectores progresistas de la Capital quienes, a falta de una alternativa mejor, dieron su voto a Filmus para impedir la victoria de la derecha ¿Representan estos resultados un giro a la derecha fundamental en la sociedad, no sólo porteña sino de toda la nación? ¿Significa esto que el activismo de izquierda debe prepararse para un período incierto de "cavar trincheras" a la espera de un cambio en la situación?
El 61% conseguido por Macri en la segunda vuelta, frente al 39% de Filmus, es sin duda muy contundente. Pero no debemos pasar por alto que la participación fue ahora incluso menor que en la primera vuelta, el 68% (una abstención del 32%) a lo que se suma el 6% de votos blancos, nulos o impugnados. Con estos datos, el voto efectivo a favor de Macri fue del 39% del padrón electoral. Es importante detenerse en esto para tener claro un cuadro más preciso de la situación.
Tanto en la primera como en la segunda vuelta, la participación estuvo por debajo del promedio de los últimos 20 años, lo que refleja la falta de identificación con los candidatos de una franja importante del electorado porteño, fundamentalmente de familias trabajadoras. La victoria abultada de Macri no puede ocultar que en toda la campaña electoral no hubo actos masivos ni un entusiasmo desbordante hacia él.
¿Era inevitable esta victoria de Macri?
En esta segunda vuelta, Macri aumentó sus votos en 215.000 mientras que Filmus lo hizo en 235.000; lo que refleja que el voto a Telerman de la primera vuelta se dividió en partes iguales entre ambos.
Filmus recogió además sólo una parte del voto de las otras listas a su izquierda, mientras que la otra no fue a votar, votó en blanco o impugnó su voto. En definitiva, Filmus no sólo fue incapaz de recoger a su favor la mayoría de los votos a su izquierda sino que tampoco pudo convencer a los votantes que se quedaron en su casa en la primera vuelta de que esta vez sí votaran y lo hicieran por él. Esto fue lo que decidió el resultado.
¿Estaba descartada de antemano la victoria de Filmus en este Ballottage, como insistían desde el primer día los medios de comunicación burgueses? Nuestra opinión es que no. La victoria de Filmus era hipotéticamente posible o, al menos, la victoria de Macri podía haber sido mucho más ajustada; pero como decíamos en nuestro balance de la primera vuelta: "Es probable que gran parte de los votos de Telerman vayan a Filmus en el Ballottage, lo mismo que la mayoría de los votos que fueron a las opciones menores de izquierda. Pero ni siquiera eso le garantiza la victoria. En la medida que la derecha movilizó todo su electorado el 3 de junio, para vencer a Macri Filmus necesitaría una movilización mayor del electorado que rechaza claramente a la derecha, lo que implicaría una participación de votantes muy superior al 3 de junio, de al menos el 75% efectivo del padrón. Pero eso dependerá de la agresividad y la contundencia con que Filmus y el gobierno de Kirchner enfrenten a Macri en las próximas semanas".
La realidad es que ni la figura ni el discurso de Filmus entusiasmaron a sus votantes potenciales. Aunque Kirchner hizo algunas declaraciones contundentes contra Macri al día siguiente de la primera vuelta, se limitó a repetir los lugares comunes que todo el mundo escuchó hasta el hartazgo en los últimos 4 años sobre el peligro de la vuelta del menemismo, de los años 90 y demás, pero que ya cansan porque no dan respuestas concretas a los problemas que enfrentan las familias trabajadoras actualmente: la suba de precios, el pésimo estado del transporte, los cortes de luz, los salarios que no alcanzan, la falta de vivienda, la actitud represiva y arrogante del gobierno hacia los conflictos salariales y sociales que lo desbordan (docentes), sus vínculos con los mismos políticos venales de los 90, etc.
Es más, en las dos semanas siguientes, Kirchner y Cristina optaron por un silencio comprometedor dejando completamente abandonado a su suerte al ¨pobre¨ Filmus quien, con sus tristes discursos, propuestas y consignas (como "Nada es imposible", una consigna que difícilmente podía ilusionar), fue incapaz de remontar las encuestas y la campaña claramente a favor de Macri que orquestaron sin rubor todos los medios de comunicación de la burguesía. Seguramente, si Kirchner se hubiera comprometido más con Filmus en el Ballottage éste habría mejorado algo sus resultados, pero Kirchner no quería aparecer pegado junto a un perdedor seguro, ante la proximidad de las elecciones presidenciales de octubre. Eso demostró una actitud poco elegante de Kirchner hacia su candidato y, ciertamente, no muy valiente.
El gobierno intenta justificar esta dura derrota diciendo que el adelanto de las elecciones porteñas de octubre a junio le impidió tener más tiempo para instalar a Filmus como candidato, y que la fuerte disputa con Telerman terminó debilitando a ambos y favoreciendo a Macri, quien apareció sin rivales directos. Esto tiene algo de verdad. Pero no explica lo fundamental.
Nadie puede desconocer que en la sociedad se instaló una sensación de malestar en los últimos meses por los problemas sociales no resueltos. Más aún, el gobierno de Kirchner dio la impresión de sentirse desbordado por los mismos e incapaz de darles una respuesta. Los límites de su política quedaron muy claros, siéndole imposible satisfacer al mismo tiempo a los empresarios y los trabajadores, pese a la persistencia del auge económico.
Esto se combinó con la ausencia de un discurso de clase que conectara con las necesidades de las familias trabajadoras antes mencionadas y que denunciara a los empresarios y poderosos como principales beneficiarios de un eventual gobierno de Macri en la Ciudad. Pero esta ausencia no puede sorprender, ya que ni Kirchner ni Filmus representan los intereses de los trabajadores ni aspiran a hacerlo, sino a "todos" los ciudadanos y clases sociales.
En estas circunstancias, donde ambos candidatos defendían punto por punto las mismas propuestas programáticas (en el manido tema de la "inseguridad", la Salud, la Educación, etc), era inevitable que no sólo los grandes sectores de la clase media porteña sino también una parte significativa de los trabajadores más atrasados políticamente decidieran apostar por el candidato que ofrecía más posibilidades de vencer en el Ballottage y que, de palabra, aseguraba un cambio en la situación.
Uno podría acordar en que hubo un giro general a la derecha si Macri hubiera aireado convenientemente el contenido de su programa reaccionario contra los más pobres, a favor de privatizar servicios esenciales en Salud, Educación y Cultura, en reprimir la protesta social (todas esas cosas que cumplirá puntualmente), pero se cuidó mucho, junto con las 9 agencias de imagen que lo asesoraron en la campaña electoral, de mostrar este perfil en su discurso. Al contrario, fue incluso más demagógico que Filmus o Telerman en sus promesas electorales: urbanizar las villas, incorporar a los pobres a la ciudad, más educación y salud gratuitas, modernizar el transporte, terminar con los ñoquis en el gobierno de la Ciudad, etc. Tampoco consintió que espantapájaros como Blumberg, López Murphy o Lavagna asomaran sus narices en sus actos electorales. En definitiva, ante la ausencia de diferencias claras y concluyentes entre ambos candidatos, la mayoría decisiva optó por confiar en aquel que tuvo una mejor puesta en escena en este gran circo de políticos burgueses profesionales venales y corruptos que viven a costa de explotar las necesidades e incertidumbres de la clase trabajadora y demás capas populares oprimidas.
¿Una derecha fortalecida?
La prensa burguesa, como La Nación, Clarín, etc., y las cadenas privadas de TV no han perdido la oportunidad para plantear que los resultados en la Capital, más la derrota del candidato kirchnerista en Tierra del Fuego ante a la candidata del ARI, le da una oportunidad a la oposición de derecha, si no desafiar la victoria de los Kirchner en las presidenciales de octubre, sí al menos para hacerles sudar su victoria. Esta posibilidad está planteada, pero dependerá de varios factores (malestar social, situación energética, suba de precios, situación económica, etc) cuyo desarrollo probable en los próximos meses aún no está claro. Y no obstante, la oposición de derecha a Kirchner no termina de hacer pie, dividida y atomizada en el conjunto del país.
Pese a todo, la burguesía argentina no disimula su regocijo. Ella apostó todo a la victoria de Macri y a un fortalecimiento de la oposición de derecha a Kirchner. Como hemos repetido desde la Corriente Socialista El Militante en los últimos años, pese a que el gobierno de Kirchner no amenaza sus intereses, aquélla nunca se sintió cómoda con éste. Kirchner siempre consiguió apartar de su camino los contrafuertes políticos (Duhalde, Lavagna, Béliz, temporalmente Scioli) que la burguesía colocó junto a él desde el 2003 para marcarle la cancha.
Kirchner es un representante de la burguesía, pero quiere tener las manos libres para desarrollar determinadas políticas que, en algunos casos, la incomodan: algunas limitaciones a la suba de precios y de las tarifas de los servicios públicos, aumento de los impuestos a las exportaciones de hidrocarburos y productos agroindustriales, pequeñas concesiones a los trabajadores y jubilados, disciplinamiento parcial del aparato del Estado, política en derechos humanos demasiado "generosa", política exterior calculadamente ambigua (hacia el imperialismo norteamericano y hacia Venezuela), etc. Desde el punto de vista de los intereses generales del capitalismo argentino, estas medidas modestas y estos gestos de Kirchner resultaron absolutamente indispensables en estos años para garantizar un mínimo de estabilidad social y reconciliar a la mayoría de la población, si bien parcialmente, con las instituciones políticas del sistema. Desde un punto de vista capitalista era la política más inteligente y apropiada para reconducir el proceso desatado a raíz del Argentinazo. Pero incluso estas pocas medidas y gestos demagógicos a favor de los trabajadores y demás capas sociales postergadas les parecen desmedidas a estos parásitos que lucran con el trabajo y el hambre del pueblo.
La burguesía necesitaba esta victoria de Macri y el fortalecimiento de la oposición de derecha para volverle a marcar la cancha a Kirchner y obligarlo a que sea más razonable y comprensivo hacia sus demandas. Y no obstante, hay que reconocer que cada vez que la burguesía llevó su oposición frontal a Kirchner hasta el final siempre consiguió una satisfacción parcial a sus reclamos (suba de precios, concesiones a las petroleras, subsidios a las empresas, freno de algunas leyes progresistas en el Congreso, mantenimiento de las privatizaciones, etc.).
A medio plazo, esta política de Kirchner, que ni satisface plenamente a los trabajadores ni a los empresarios, terminará por llevar a la crisis a su proyecto político, como los acontecimientos de los últimos meses y semanas están anticipando; más aún en un contexto de menor crecimiento económico o recesión, según respiren los aires de la economía mundial en los próximos meses y el año que viene.
El comportamiento de la izquierda
También se convirtió en un lugar común describir el papel poco brillante de los grupos de izquierda en las consultas electorales de los últimos años. En su momento, depositamos en los dirigentes del PC y del PO (así como en otros grupos menores) la responsabilidad principal por el fracaso de la constitución de un genuino frente de izquierda en la Capital y otras partes. En los primeros por su integración, como pata de izquierda, a los proyectos kirchnerista y centroizquierdistas, y en los segundos, por su inveterado sectarismo y afán autoproclamatorio. Esta situación impidió a la izquierda conseguir resultados mucho mejores, extendiendo el escepticismo y desánimo en su militancia y en su periferia de simpatizantes.
No obstante, consideramos un paso adelante, que celebramos, la consecución de una banca para Patricia Walsh en la legislatura porteña. Como decíamos en otra declaración, ella y los compañeros del MST y demás grupos que conformaron su plataforma electoral, tienen una enorme responsabilidad para no frustrar las ilusiones de los trabajadores y jóvenes que les otorgaron su confianza; al mismo tiempo, disponen de una gran oportunidad para utilizar las instituciones burguesas como un gran parlante donde hacer oír la voz de los trabajadores y ayudarlos a elevar su nivel de conciencia política.
Pero el comportamiento en el Ballottage de todos los grupos y subgrupos de izquierda que se habían presentado en la primera vuelta de estas elecciones, no fue mucho mejor. Desde luego, nadie pone en discusión el llamado a votar en blanco en el Ballottage, nosotros también lo hicimos. Pero sí resultó bastante chocante que, para esta ocasión, todos estos grupos consiguieran unirse y alcanzar un acuerdo, rueda de prensa mediante, para anunciar conjuntamente, con bombos y platillos, su posición. Decenas de miles de trabajadores y jóvenes se preguntaron ¿por qué razón, si estos compañeros pudieron ponerse de acuerdo en acordar una posición común de cara al Ballottage, no pudieron hacer lo mismo para presentarse juntos a las elecciones con un programa y candidatos comunes? ¿Qué les impedía hacerlo?
Esta actitud demuestra la irresponsabilidad de estos dirigentes y las dificultades que crean a cada momento para que sean tomados en serio por la clase trabajadora, a quienes pretenden representar. Fue más irresponsable la ostentación de esta "puesta en escena" cuanto la sensibilidad ante el triunfo de la derecha era mayor que nunca para miles de trabajadores porteños, y también por el hecho de que no acompañaran este llamado a votar en blanco de una crítica frontal a la derecha y a su candidato, Mauricio Macri. Al contrario, no se recataron en ubicar a Filmus como el enemigo principal. Esta actitud, lejos de debilitar a Kirchner, lo ayuda, porque puede presentarse como el único campeón en la lucha contra la derecha y facilita la excusa demagógica y falsa de que la izquierda es funcional a la derecha.
Si la izquierda hubiera sido capaz de articular un frente común en la primera vuelta electoral, habría ganado la autoridad y la comprensión suficientes para realizar un llamado común, público y activo, a votar en blanco en el Ballottage, pero al no hacer lo primero sólo provocaron una irritación innecesaria en los miles de trabajadores y jóvenes que, con un comprensible instinto de clase, votaron por Filmus en el Ballottage, como un intento final de impedir la llegada de la derecha al gobierno de la Ciudad. Al despreciar la sensibilidad y suspicacia contra la derecha que existe en amplios sectores de la clase obrera y la juventud (instinto que, dicho sea de paso, refleja una gran madurez política), y no adaptar a sus discursos y tácticas los ajustes correspondientes, demostraron su incapacidad para conectar con ellos.
Contra el sectarismo excluyente y el pesimismo impotente
Es evidente que algunos aprovecharán la circunstancia de la victoria de Macri para diluir su responsabilidad por el pobre desempeño de la izquierda, hablando del "bajo nivel de conciencia de los trabajadores". Tampoco faltarán los llorones habituales que exhibirán estos resultados, tanto en el frente político como en el sindical, para justificar su pasividad, su pesimismo y su escepticismo tradicionales. Pero esto no los salvará de su responsabilidad. Aquellos que en estos 5 años demostraron su incapacidad para avanzar en políticas de frente único en el terreno electoral, sindical y popular, frustrando las aspiraciones e ilusiones de cientos de miles de trabajadores, son responsables de esta situación de confusión y desorientación, lo mismo que quienes disfrazan su escepticismo conservador detrás de la denuncia de una realidad objetiva fatalmente pesimista, contra la que no se puede hacer nada.
Esta gente son un obstáculo al proceso de toma de conciencia de los trabajadores, sean o no conscientes de eso. Afortunadamente, los trabajadores y demás capas populares oprimidas no les pidieron permiso, ni tampoco necesitaron a gente tan ¨inteligente¨ como ésta, cuando protagonizaron la gesta del Argentinazo, ni cuando iniciaron las luchas extraordinarias de los últimos años por el salario y el empleo digno. Y tampoco fueron consultados cuando padecieron las falsas políticas de estos grupos y "dirigentes" que frustraron las innumerables oportunidades que la realidad presentaba, en el terreno político, sindical y social, para hacer avanzar los intereses de la clase obrera; o al menos, a sus capas más avanzadas.
La necesidad de una alternativa política de clase y socialista enraizada en las masas trabajadoras que, en el contexto actual, aparezca como una referencia ante el fracaso del kirchnerismo y la arrogancia creciente de la derecha y los capitalistas, es el desafío más importante que tienen ante sí los sectores más conscientes y avanzados de la clase obrera, la juventud y el movimiento popular.
La Corriente Socialista El Militante está dispuesta a participar y colaborar con todas las fuerzas de izquierda, militantes y clasistas, que quieran empujar esta perspectiva hacia delante, huyendo tanto del sectarismo estéril y de la autoproclamación como del pesimismo impotente y conservador satisfecho de sí mismo. A esas fuerzas las emplazamos a construir este espacio común. Es la hora entonces de pasar de las palabras a los hechos.