México 1968: A 35 años de la matanza de Tlatelolco

Se cumplen 35 años de 1968. Como siempre, los actos conmemorativos destacan la lucha de los estudiantes por libertades democráticas y critican al Estado por su cerrazón e intransigencia, como nos señalan una y otra vez los medios de comunicación e incluso muchos de los sobrevivientes de aquellos tiempos. Para los que luchamos por la transformación de la sociedad es una urgencia el extraer las lecciones correspondientes a aquella época, dado que el capitalismo no ha resuelto una sola de sus contradicciones y nuevas crisis revolucionarias estallarán.

El movimiento obrero fue la clave

Se cumplen 35 años de 1968. Como siempre, los actos conmemorativos destacan la lucha de los estudiantes por libertades democráticas y critican al Estado por su cerrazón e intransigencia: “De haber sido más flexible el gobierno de Días Ordaz, la masacre no hubiera ocurrido”, nos señalan una y otra vez los medios de comunicación e incluso muchos de los sobrevivientes de aquellos tiempos.

Para los que luchamos por la transformación de la sociedad es una urgencia el extraer las lecciones correspondientes a aquella época, dado que el capitalismo no ha resuelto una sola de sus contradicciones y nuevas crisis revolucionarias estallarán.

1968, un movimiento mundial

En aquellos tiempos el mundo capitalista vivía un crecimiento sin precedentes. La posguerra trajo consigo nuevos acuerdos comerciales que expandieron el mercado mundial al grado que se logró un crecimiento sostenido en prácticamente todos los países capitalistas avanzados, no obstante, como en cualquier época de expansión capitalista, las contradicciones sociales se exacerbaron, las masas de los países coloniales se levantaron y lograron su independencia a sangre y fuego. África y Asia hervían en insurrecciones por la liberación nacional que tenía un carácter distinto a luchas nacionales anteriores; en prácticamente ningún país la burguesía jugaba un papel progresista. En muchos casos, obligada a ponerse al frente, encontraba la menor oportunidad para cambiarse de bando y traicionar a las masas. En muchos casos éstos procesos revolucionarios eran dirigidos directamente por partidos de izquierda revolucionaria que, lamentablemente, ante la ausencia de un referente auténticamente sano (la Unión Soviética hacía mucho tiempo era un estado obrero degenerado que llegaba a sacrificar cualquier revolución en pos de coexistir pacíficamente con la burguesía internacional) se enfrentaron a derrotas sangrientas o al establecimiento de regímenes de bonapartismo proletario, es decir, aquellos donde formalmente se había derrocado al capitalismo y se había iniciado la construcción de una sociedad sin clases, pero que no tenían ningún elemento de democracia obrero y eran dirigidos burocrática o dictatorialmente.

El desarrollo del capitalismo había generado nuevos estratos en las clases tradicionales, estratos que, a su vez, se enfrentaban a la depauperación o en el mejor de los casos al estancamiento-

Crisis mundial en medio de un boom económico

En 1968 había motivos para rebelarse, las masas de los países capitalistas avanzados contemplaban que pese a supuestamente vivir en el marco de democracias constitucionales, había todo tipo de controles y restricciones para cualquier forma de expresión que no fuera la oficial. La economía había crecido entre el 6 y el 8% pero aún así los beneficios de los trabajadores no se comparaban con los de la burguesía. En la mayoría de los países, conforme avanzaban los 60’s, las leyes antisindicales se volvían más estrictas y los ritmos de trabajo se incrementaban sin encontrar una seria oposición de los dirigentes sindicales. Éstos, acostumbrados a un largo periodo de acuerdos, no tenían ningún problema en seguir firmando concesión tras concesión mientras que el ambiente entre los trabajadores y sobre todo entre la juventud se llenaba cada vez más de rabia y frustración. “Libertad, igualdad y fraternidad” estaban más lejos que nunca, incluso en la época del mayor boom de la historia capitalista, o tal vez gracias a él.

En los países coloniales, las luchas de liberación nacional significaban cientos de miles de muertos para las masas y miles para los soldados imperialistas. Tan sólo en Vietnam, más de 2 millones de personas fueron asesinadas por las tropas norteamericanas mientras que más de 50,000 soldados estadounidenses perdieron la vida y cientos de miles quedaron mutilados física y mentalmente. Pero no fue sólo el caso de los Estados Unidos y Vietnam; Francia tuvo que asesinar a más de un millón de argelinos y perder a decenas de miles de hombres antes que reconocer la independencia de Argelia en 1962. Las burguesías locales de los países coloniales, que se decían muy revolucionarias, terminaban masacrando a las masas, ese fue el caso de Indonesia, donde en 1965 el Partido Comunista, atado a el dirigente burgués Surjano, fue incapaz de impedir una rebelión del ejército que masacró a más de dos millones de trabajadores, entre ellos 500 mil miembros del propio PC. Otros países vivían una auténtica revolución y los dirigentes burgueses se veían incluso obligados a hablar de objetivos socialistas, como fue el caso de Ali Bhutto en Pakistán.

La revolución política

En los países controlados por el estalinismo, es decir, formalmente socialistas pero realmente gobernados dictatorialmente, la situación también era crispante, no era para menos; la posguerra significó un periodo de auge de luchas de la clase obrera que fueron sofocados por los estalinistas como condición previa al establecimiento de regímenes burocráticos contrarios a las aspiraciones revolucionarias de las masas, éste ambiente de desencanto tenía que crecer naturalmente conforme crecía la economía y nuevas generaciones se enfrentaban a la contradicción de tener que vivir en un país donde la propaganda dice que era socialista pero que tenía menos libertades y más pobreza que los países capitalistas avanzados.

El movimiento en dichos países, a pesar de todo, no era contra el socialismo, sino contra la no aplicación de los principios socialistas por parte de la burocracia. Todos los movimientos en éstos países eran en pos de una revolución política que permitiera a las masas trabajadoras ejercer realmente el poder.

Así que tocó a Checoslovaquia, un país controlado por el estalinismo, dar la señal de arranque (primavera de Praga) para la estela de estallidos revolucionarios. Lamentablemente el proceso fue frenado con la ocupación militar soviética.

La prensa burguesa no había terminado de celebrar el movimiento “precapitalista” en Checoslovaquia cuando se vio obligada a voltear la cabeza hacia su propio patio.

Francia

Específicamente en Francia, las movilizaciones de apoyo a Vietnam se habían tornado cada vez más numerosas y el Estado consideró que con incrementar la represión era suficiente. La respuesta de los estudiantes fue masiva, los primeros días de Mayo se caracterizaron por intentos de movilizaciones estudiantiles y por acciones policiacas para impedirlas. Entre el 3 y el 4 de Mayo, los enfrentamientos obligan a las masas a levantar barricadas en el barrio latino. Para el 4, el movimiento se ve forzado a llamar a la huelga general indefinida.

El Estado no cedía, el 6 de Mayo asaltaban facultades y escuelas ocupadas con un saldo de 739 estudiantes hospitalizados. Mientras sus hijos eran masacrados por la policía, los obreros presionaban a sus direcciones en pos de una convocatoria unitaria. Daniel Cohbendit recuerda “La CGT tenía miedo, había previsto una manifestación para el día 13 porque esa era la fecha del aniversario de la subida de De Gaulle al poder”. Así que la manifestación se realizó aunque el motivo dejó de ser un acto sindical para convertirse en un punto de convergencia entre el movimiento obrero y el estudiantil. En éste punto la estafeta pasa al obrero. De pronto todas las huelgas económicas, como la fábrica Sud-Aviation de Nantes y los de la empresa Renault se politizan rápidamente y se extiende la huelga general en todo el país. Del 19 al 28 de Mayo se pasan de 2 a 10 millones de huelguistas que ocupan las fábricas, de pronto las proclamas de poder obrero se vuelven más lógicas para millones de personas, el triunfo de la revolución requiere como principal elemento el entusiasmo de las masas, en éste caso no sólo había entusiasmo sino acción decidida.

Lamentablemente no había un partido y organización que transformara todo ese ímpetu revolucionario en acciones concretas. El Partido Comunista, a quien hubiera correspondido ésta tarea, pasó de atacar a los estudiantes como “falsos revolucionarios a quienes es necesario desenmascarar” (L’humanité, 3/05/68) a señalar “La correlación de fuerzas no permitía a la clase obrera y a sus aliados tomar el poder político en Mayo, como pretenden ciertos grupos izquierdistas irresponsables”. Sin duda había “grupos izquierdistas irresponsables” como en cualquier movimiento de cierta magnitud, pero lo que también es cierto es que nunca en la historia del movimiento obrero occidental, desde la posguerra, estuvo la burguesía tan postrada e impotente, y el proletariado tan dueño de la situación como en el Mayo Francés. Y el que un dirigente obrero declarase que “no había correlación de fuerzas” significa que en realidad había abandonado la idea misma que la revolución fuese posible en ese o en cualquier otro momento.

Los sindicatos franceses, con la anuencia del PC, firmaron acuerdos por medio de los cuales se aceptaba suspender la huelga a cambio de algunos aumentos salariales y prestaciones que al cabo de unos años desaparecieron. De esta forma, los trabajadores traicionados y sin una dirección tuvieron que enfrentar una retirada que fue aprovechada por las fuerzas de la reacción para mostrar su fuerza. El mismo día en que los dirigentes sindicales llegan a un acuerdo con el Estado, cientos de miles de personas participan en una manifestación de apoyo a De Gaulle, un mes después la desmoralización se deja sentir cuando en las elecciones legislativas los partidos de derecha obtienen una aplastante victoria.

Los obreros franceses entraron un precedente que barrió con todas esas ideas de que estaban aburguesados, cuando vieron que era posible emprendieron la lucha por tomar el cielo por asalto, lo intentaron y lo volverán a hacer, la memoria del 68 será una lección para las futuras generaciones que se enfrentaran a retos iguales o mayores.

Italia

El caso italiano es muy similar, comienza no con una lucha de apoyo a un movimiento de liberación nacional, sino como un movimiento de demandas puramente estudiantiles, especialmente en contra de las disposiciones que limitaban el acceso a la universidad en 1967, esto provocó un ola de ocupaciones que se extendió a todo el país en 1968.

Aquí también la respuesta inicial fue la represión. El 1º de Mayo en Roma, las fuerzas represivas emprenden una cacería de estudiantes hasta las mismas instalaciones universitarias. La lucha se prolongó y parecía no tener salida, muchos estudiantes se orientaron a realizar mítines en las afueras de las fábricas llamando a la unidad entre obreros y estudiantes. En éste marco se generó un ambiente que permitió a los trabajadores reflexionar sobre sus condiciones de trabajo y a ejercer una presión más efectiva sobre sus dirigentes. Las primeras luchas escenificadas todas en 1968, si bien eran muy localizadas (Valdagno, la Fábrica Pirellli, la Fiat) se caracterizaron por no retroceder en sus demandas económicas y por rebazar por medio de asambleas y comités unitarios de base a las direcciones sindicales locales. Dichas luchas sirvieron de ejemplo al conjunto de la clase obrera de tal modo que forzaron a los dirigentes a reconocer una estructura de representantes obreros directos y revocables (los delegados) y a preparar una lucha unificada de toda la clase obrera para la siguiente revisión salarial. Las masas trabajadoras estaban utilizando a su sindicato tradicional (la Confederación General Italiana del Trabajo, CGIL) para emprender la lucha a pesar de sus dirigentes.

7 millones de obreros actuando como un solo hombre impusieron sus condiciones a los patrones, de ésta forma se abrió un decenio de luchas intensas por parte de una clase obrera segura de si misma y una burguesía temerosa que tuvo que recurrir nuevamente a los propios dirigentes sindicales y políticos de los trabajadores para controlarlos. El 68 y el Otoño Caliente del 69 abrieron un difícil capítulo para el capitalismo italiano, en el cual hubo momentos en los que el Partido Comunista Italiano tuvo la posibilidad de tomar el poder. A pesar de ello, el PC refrendó su compromiso histórico con la democracia burguesa desperdiciando la oportunidad que generó la clase obrera.

México

Pese a ser un país dependiente, el movimiento mexicano tiene más semejanza con los movimientos francés e italiano que con las luchas de masas que se desencadenaron en otros países dependientes. Como en Francia y en Italia, la lucha inició con la reacción de los estudiantes ante la represión. Los granaderos franceses y sus pares italiano no fueron menos “tiernos” con los estudiantes que sus homólogos mexicanos. En los tres casos hubo represión, detenciones, tortura y asesinatos en contra de activistas y manifestantes, así que la actitud represiva del Estado en 1968 no fue producto de una característica especialmente retrógrada del estado mexicano, el cual no hacía sino repetir lo que otros gobiernos hacían con sus estudiantes y trabajadores.

Tampoco podemos encontrar diferencias importantes en la clase obrera en sí. Los trabajadores italianos y franceses habían vivido una década muy difícil en la que los incrementos en los ritmos de trabajo y la inestabilidad en el empleo se sacrificaban en nombre del progreso del país. Los estudiantes tampoco eran más o menos capaces, o combativos que sus camaradas de otros países. La diferencia entre los resultados de éstos movimientos la debemos encontrar en la formación social mexicana de esos tiempos; la manera en la que se articulaban dichas clases en el terreno político y los instrumentos para actuar que dichas clases tenían. Para ser más precisos, el elemento clave era que la forma de control que ejercía el Estado mexicano sobre las clases y estratos explotados, especialmente la clase obrera.

Pasemos un poco a los hechos:

Las noticias sobre acontecimientos internacionales habían sumido de nerviosismo a la débil burguesía mexicana. Incapaz de ejercer su hegemonía por medios tradicionales, había construido una estructura corporativa de movimientos sociales sobre los que ejercía tutela basándose en el Partido Revolucionario Institucional. De tal modo que había dos tipos de movimientos: aquellos que auspiciaba el partido, los cuales eran controlados hasta el límite de lo permisible por los patrones y el gobierno; y aquellos que no estaban bajo su control.

En el marco del desarrollo vertiginoso del capitalismo mexicano, en la posguerra (su crecimiento económico promediaba casi el 6% anual) se generó una importante recomposición social, la población urbana, que para 1940 significaba sólo el 40% de la población mexicana, pasó al 60% en 1970, de tal forma que la clase obrera se convirtió en el grupo social más numeroso a parte de ser el clave en la producción, papel que ya jugaba desde terminada la revolución. Junto con el crecimiento del proletariado se desarrollaron diversos estratos medios muy inestables: por un lado, una capa de ellos se veía beneficiada por el crecimiento económico a tal grado que aspiraba a ocupar una posición abiertamente burguesa, viéndose obstaculizada por la tenencia permanente a concentración de riqueza y poder por parte de los sectores dominantes de la burguesía. En 1968, por ejemplo, el 1.5% de las empresas industriales empleaba el 77.2% de todo el capital, mientras que el promedio de ingreso apenas si había aumentado desde 1940.

Otra parte de los estratos medios se veía arrastrado a las filas del proletariado y por tanto, tampoco veía el futuro con optimismo. La universidad, uno de los principales vehículos de expresión de estas capas mostraba claramente ésta inestabilidad, con un ingrediente extra; junto con los estratos medios muchos hijos de obreros y campesinos tenían un acceso antes no imaginado a la educación superior y ello le permitía a un sector del estudiantado reflejar y simpatizar las aspiraciones de las masas de obreros y campesinos.

Cuando el 22 de Julio de 1968 se enfrentan estudiantes del IPN con una preparatoria privada, la respuesta de la burguesía por medio de su órgano de represión fue histérica. La golpiza se extendió hasta el interior de la misma vocacional y esto fue la chispa que incendió el movimiento.

Hasta 1968 las principales organizaciones estudiantiles también estaban incorporadas al PRI por medio de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos, los grupos estudiantiles de izquierda eran débiles y su funcionamiento era semiclandestino. En la UNAM los porros de corte fascista como el Movimiento Universitario de Renovada Expresión (MURO) se encargaban de golpear cualquier brote de rebeldía. Las cosas no estaban del todo mal, el Partido Comunista había impulsado una organización: la Coordinadora Nacional de Estudiantes Democráticos y en torno a ella se agrupaban las distintas fuerzas estudiantiles de izquierda. Es un hecho que estos grupos por sí mismos eran incapaces de planificar un movimiento y llevarlo a buen término.

En suma, el 1968 no parecía ser un buen año para las luchas, pero la tensión acumulada necesitaba un cauce, y ese cause lo dio la lucha contra la represión. 4 días después de la represión el 26 de Julio confluyen, de forma casi accidental, movilizaciones de politécnicos y universitarios, unos protestando contra la represión y otros conmemorando la revolución cubana. A partir de entonces las masas desbordaron a las organizaciones. La FNET básicamente fue barrida del Politécnico. Para el día 31 de Julio, los Comités de Huelga del IPN se dotan de un Comité de Huelga formado por estudiantes electos y revocables por las asambleas de cada escuela. Más tarde, los estudiantes de la UNAM y de otras instituciones seguirían el ejemplo del IPN y formaron el Consejo Nacional de Huelga.

Las movilizaciones posteriores suman a profesores, trabajadores y estudiantes, incluso algunas autoridades de las escuelas, y poco a poco va ganando espacios en la opinión pública.

El pliego petitorio se concentra en: Libertad a los presos políticos, derogación de leyes e contra de la libertad de organización y expresión; castigo y destitución de los responsables de la represión; indemnización de las víctimas, etc. Si lo revisamos no hay nada que el Estado no pudiera conceder, no obstante el Estado no confiaba en que cediendo a estos puntos pudiera parar el movimiento.

El 28 de Agosto se desarrolla una manifestación gubernamental en repudio a los estudiantes. Los contingentes eran de burócratas, no precisamente la crema y nata del proletariado mexicano. Cuando la marcha se desarrollaba, espontáneamente, los trabajadores cambian el sentido de la manifestación y los gritos “somos borregos, somos borregos”, “no vamos, nos llevan”, cunden por doquier al grado de que la policía tiene que intervenir para disolver la manifestación. Es factible que desde ese momento el Estado haya decidido sofocar el movimiento por la fuerza bruta. Sólo ello explica que grupos de provocadores hayan podido actuar con plena impunidad asesinando al azar a trabajadores y estudiantes presentes.

En Septiembre, el movimiento seguirá creciendo. El 13 más de 300 mil personas llenan el Zócalo, entre ellas miles de obreros de todos los sectores.

La represión continúa. El 18 de Septiembre es ocupada militarmente la Ciudad Universitaria y el 23 también el IPN. No había ningún signo de ánimo negociador. El gobierno iba por todo y estaba decidido a acabar la lucha con sangre y fuego. Érale momento de señalar claramente que el responsable de la represión era el propio Estado mexicano. De llamar a la unidad de todas las fuerzas para enfrentar una represión que perfilaba total.

Para esa tarea no bastaba un Consejo Nacional de Huelga. Era precisa la participación de los otros sectores de trabajadores del campo y la ciudad. Lamentablemente los dirigentes del movimiento, los intelectuales que los seguían, incluso el Partido Comunista, estaban enfrascados en mostrar que el movimiento no se salía de los causes institucionales, que era pacífico y estaba dispuesto a negociar.

Así, mientras la “dirección” del movimiento se empeñaba en poner siempre la otra mejilla y no tomaba ninguna medida en contra de las agresiones, las masas buscaban desesperadamente romper el círculo puramente estudiantil. Las brigadas de estudiantes salían a mercados y colonias populares recibiendo un espectacular apoyo. Los grupos de trabajadores empezaban a discutir la forma de integrarse a la lucha y el gobierno se sentía cada vez más inseguro. En éste marco se tomó la decisión de aplastar militarmente el día 2 de Octubre al movimiento.

No se reprimió por lo que significaba el movimiento sino por lo que podía significar. La razón no fue la maldad de los jefes de policía, el regente o el presidente. Fue una razón de Estado; si se repetían acontecimientos como en Checoslovaquia y Francia, el Estado se vendría abajo, las centrales sindicales charras se desvanecerían como se desvaneció la FNET y el capitalismo no tendría seguro el siguiente día. Por esa razón, en defensa del capitalismo, la burguesía hizo coro al unísono aullando como lobos ante la masacre que se preparaba y aplaudiendo a su presidente cuando asumió todas las responsabilidades de la represión.

La clave fue el movimiento obrero, si el movimiento hubiera tenido el tiempo, no por la voluntad de sus dirigentes, sino por su lógica propia, de extenderse al conjunto de la clase obrera propia, el triunfo de la lucha estudiantil hubiera estado firme. Seamos claros: en Francia y en Italia la lucha estudiantil trascendió porque pasó la estafeta al movimiento obrero, pero ningún dirigente estudiantil lo tenía claro. Algunos eran tan o más “despistados” que Pablo Gómez o Guevara Niebla. No hay duda de que ese era el derrotero que seguiría la lucha en México y no hay duda de que la responsabilidad es del conjunto del Estado mexicano y su burguesía.

La represión fue aplaudida por lacayos como Fidel Velásquez, o el decrépito Lombardo Toledano. Era lógico, ellos sabían que una vez que el movimiento obrero entrara en acción no habría espacio para ellos, al menos en éste país.

Ni un minuto de silencio

Hoy, a 35 años de 1968 debemos aplaudir el instinto revolucionario de las masas estudiantiles que, como en Francia e Italia, los llevaban al movimiento obrero. Debemos felicitar a los trabajadores que en una época tan difícil y arriesgándolo todo se decidieron a apoyar al movimiento estudiantil.

Los caídos en las luchas del 68 son mártires de la clase obrera y la clase obrera los vengará, no metiendo a la cárcel a dos o tres malvados ancianitos, sino aplastando definitivamente al sistema que mandó matar en el 68 y que no dudará, por razones de Estado, en volverlo a hacer.

Sólo el socialismo hará justicia y culminará la lucha iniciada en 1968.