MÁS DE UN MILLÓN DE MANIFETANTES CONTRA LA POLÍTICA DE EEUU EN LÍBANO

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Cientos de miles de libaneses, la mayoría musulmanes chiítas, se manifestaron el 8 de marzo en Beirut en apoyo de Siria. La manifestación estuvo organizada por el movimiento chiíta libanés Hezbollah, junto con otros 17 pequeños grupos pro-sirios. Cientos de miles de libaneses, la mayoría musulmanes chiítas, se manifestaron el 8 de marzo en Beirut en apoyo de Siria. La manifestación estuvo organizada por el movimiento chiíta libanés Hezbollah, junto con otros 17 pequeños grupos pro-sirios.

Las consignas en las pancartas contenían un claro mensaje: “Gracias a la Siria de Assad”, “No a EEUU”, “Todos los desastres proceden de EEUU”, “No a Israel”, “No a la 1.559” (haciendo referencia a la resolución de la ONU que pide la retirada de las tropas sirias), “No a la ingerencia extranjera” y otras cosas similares.

Algunos de los representantes de Hezbollah y fuentes de seguridad pro-sirias estimaban que en la manifestación había un millón de personas ondeando la bandera de Líbano. Las primeras noticias calculaban una participación de medio millón de personas. Más tarde las noticias ya hablaban de un millón. Independientemente de la cifra, se trata de un despliegue impresionante de fuerza, ¡en un país con poco más de cuatro millones de habitantes!

La gente inundaba la Plaza Riad al-Solh en el centro de Beirut, que también fue el lugar donde el martes de la semana anterior se reunieron los que exigieron la retirada de las tropas sirias de Líbano. Según la propia prensa pro-imperialista, en la mayor de las manifestaciones pro-estadounidenses calculaban una asistencia de 60.000 personas, principalmente cristianos maronitas.

Lo más sorprendente es la cobertura informativa en occidente. Cuando la semana pasada estalló un movimiento relativamente pequeño contra Siria y a favor de EEUU, las pantallas de televisión mostraban constantes imágenes sobre las manifestaciones. La manifestación de anti-estadounidenses y pro-siria, es por lo menos diez veces más grande que la de la semana pasada y no ha recibido la misma cobertura. Esto demuestra la parcialidad de la prensa occidental que no podían creer en su suerte al ver que podían presentar manifestaciones pro-estadounidenses en Oriente Medio.

Es destacable la diferencia entre la cobertura de los medios de comunicación capitalistas de masas en Israel y las noticias que llegaban de los países árabes. Haaretz, el principal periódico burgués de Israel, en su versión en inglés, no mencionaba una sola palabra sobre la manifestación más grande. Sólo informaba de la retirada de las tropas sirias de Líbano. Pero el mismo periódico, en su edición hebrea, intentó minimizar el alcance de la manifestación mientras que al mismo tiempo insistía en la amenaza que esto representaba para Israel, nada de lo cual aparece en Al Jazeera y otras fuentes.

La verdad siempre es concreta. ¿Cómo alguien puede creer que, mientras las fuerzas estadounidenses están oprimiendo al pueblo iraquí y EEUU continúa apoyando a Israel en su opresión del pueblo palestino, las masas libanesas van a salir a favor de los estadounidenses? ¿Qué tipo de credibilidad puede tener Bush para pedir a los sirios que abandonen Líbano cuando las tropas norteamericanas están en suelo iraquí? La hipocresía del imperialismo estadounidense es evidente para todo el que quiera ver.

Sheik Asan Nasrallah, líder de Hezbollah, habló en la manifestación y dijo lo siguiente: “Gracias a Siria y su ejército”, continuó pidiendo “disculpas a Siria por la ingratitud” de la oposición libanesa. Vemos cómo este dirigente parece girar a uno y otro lado. Parecía que se apoyaba en la oposición pro-estadounidense, pero ahora, cuando se ha visto la fuerza de los grupos pro-sirios, ha pasado a apoyarse en la oposición anti-estadounidense.

El 8 de marzo el “gobierno de unidad y reconciliación nacional” rechazó la petición de la ONU para que los sirios abandonaran su país y el desarme de su milicia. El 9 de marzo, el presidente libanés, Emile Lahoud, comenzó las conversaciones para formar nuevo gobierno, después de que dimitiera el primer ministro pro-sirio, Omar Karami.

Sheik Asan Nasrallah continua recordando a EEUU que en su última intervención en Líbano, las tropas norteamericanas tuvieron que salir de Beirut en 1984, pocos meses después de que un coche bomba acabara con la vida de 241 marines en la base que tenían en la capital libanesa. “Los hemos derrotado en el pasado y si vienen de nuevo los derrotaremos otra vez”, después de estas palabras los manifestantes comenzaron a gritar: “¡Muerte a EEUU!”

Además añadió que su organización no tiene problema con la salida de Siria siguiendo el Acuerdo Ta’if que acabó con la guerra civil de Líbano de 1975-1990, en este conflicto murieron 150.000 personas. Pero se opone a la resolución 1.559 de la ONU que pide la retirada siria y el desarme de la milicia. “A aquellos que insisten en la resolución 1.559, les decimos que su insistencia es una rebelión contra el Acuerdo Ta’if… y eso significa una rebelión contra el consenso nacional”.

La respuesta inmediata de Bush fue anunciar en un discurso en la Universidad de Defensa Nacional: “O Siria se va, o quedará más aislada”. Siguió insistiendo en que EEUU y sus aliados están decididos a imponer esta medida a Siria.

Bush cree que puede amenazar a los pueblos de Oriente Medio para que sigan sus órdenes. Pero las cosas no son tan sencillas. Las masas en Oriente Medio pueden ver claramente lo que el imperialismo norteamericano y sus aliados están haciendo en la región. Correctamente los ven como los opresores. Apoyan a los regímenes reaccionarios en la región. Han entrado en conflicto con Siria por la postura tan ambigua del régimen sirio con relación a la guerra de Iraq. Bush no le perdona esto al régimen sirio. Como en los otros casos, EEUU no va a tolerar nada de oposición. Sin embargo, mientras el régimen sirio ha cedido a la presión y ha comenzado una retirada gradual de sus tropas, las masas en Líbano piensan de otra manera.

En lugar de conseguir sus objetivos en Líbano, el imperialismo norteamericano está avivando las llamas del conflicto étnico. La intervención de los imperialistas ha hecho resurgir el peligro de una renovada guerra civil en Líbano.

Hay unos 16.000 soldados sirios en Líbano, principalmente al este de Beirut y en el Valle Beca. Este despliegue de tropas sirias fue legitimado por la Liga Árabe durante la guerra civil de Líbano y también por el Acuerdo Ta’if, ¡aceptado por el imperialismo norteamericano! El régimen sirio tenía justificado su despliegue de tropas en el país por petición del gobierno libanés y también por el fracaso del gobierno libanés a la hora de implantar todas las reformas constitucionales recogidas en el Acuerdo Ta’if.

Sin embargo, la retirada de Israel del sur de Líbano en mayo de 2000 cambió la correlación de fuerzas dentro del país. Por eso algunos grupos libaneses comenzaron a defender también la retirada de las tropas sirias.

Lo que aceleró el proceso fue la votación de la Resolución 1.559 en el Consejo de Seguridad de la ONU en octubre del año pasado. Esta resolución pide la retirada siria de Líbano y el final de su “interferencia” en los asuntos libaneses. Esto envalentonó a los grupos libaneses que se oponen a la presencia siria en el país y explica también las protestas de la semana pasada.

La manifestación del 8 de marzo, como hemos visto claramente, demuestra que el espectro de otra guerra civil no ha desaparecido. Líbano es un mosaico de diferentes grupos religiosos y étnicos. Los imperialistas lo crearon artificialmente en el pasado, juntando diversos grupos, siguiendo el viejo probado método de “divide y vencerás”.

Se trata de un pequeño país con menos de 4 millones de habitantes. Y aunque la aplastante mayoría de la población está formada por árabes (95 por ciento), éstos están divididos en líneas religiosas. Los musulmanes constituyen casi el 60 por ciento de la población, pero están divididos en chiítas, sunnitas, drusos, ismailitas y alhajitas. Los cristianos constituyen un 39 por ciento pero también están divididos en varios grupos, católicos maronitas, católicos melkitas, ortodoxos armenios, católicos sirios, católicos armenios, católicos romanos y protestantes. Hay diecisiete sectas religiosas oficialmente reconocidas.

El imperialismo siempre ha utilizado a la minoría cristiana como una herramienta para imponer su política y defender sus intereses dentro de Líbano. De este modo, hemos visto de facto alianzas de algunos grupos cristianos con Israel. La retirada de Israel debilitó la posición de estos grupos.

Durante un período, Líbano consiguió una relativa estabilidad, después de la guerra civil de 1975-1990. La guerra civil fue un absoluto desastre para la población libanesa. La infraestructura económica del país quedó seriamente dañada. Su producción nacional se redujo a la mitad. Hubo una huida de capitales de lo que en su momento fue considerada la “Suiza” de Oriente Medio.

Desde 1991 Líbano había conseguido algo parecido a una recuperación. En 1993 lanzó el plan Horizonte 2000. En 1994 el PIB comenzó a recuperarse y en 1997 consiguió un crecimiento económico significativo. Desde entonces el crecimiento ha caído y en el año 2000 se inició la recesión.

Una parte del crecimiento dependía de la reconstrucción y ésta se financió con el endeudamiento. En 2003 esta deuda alcanzaba el 185,1 por ciento del PBI. Para intentar reducir la deuda nacional el gobierno de Hariri puso en práctica un programa de austeridad económica. Esto supuso el aumento de los impuestos y un plan para privatizar los principales recursos públicos. Como en muchos otros países, esta política provocó una gran polarización social. Ahora cerca del 30 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza.

La presión sobre los trabajadores y pobres libaneses explica su creciente militancia. Esto se pudo ver en la huelga general en mayo del año pasado. La huelga se convocó para protestar contra el aumento del precio del combustible. La participación fue masiva y el estado respondió con una represión brutal. Esta huelga general venía precedida de otra en octubre de 2003.

Desgraciadamente, como hemos explicado en artículos anteriores, los comunistas y la izquierda en general, no han sido capaces de ponerse a la cabeza del movimiento. La causa es su política de las dos etapas, es decir, buscar siempre el apoyo del ala “progresista” de la burguesía. El régimen sirio también ha jugado un papel de freno importante en la izquierda siria.

En este contexto debemos entender el desarrollo del movimiento Hezbollah, un movimiento fundamentalista islámico. Este movimiento, aparte de su ideología política y religiosa, también está participando en mucho trabajo relacionado con el estado del bienestar, especialmente entre las capas más pobres de la sociedad. Por eso ha echado raíces entre la población. Combina esta política con la retórica antiimperialista, por eso es visto como un punto de referencia por una parte importante de la población. La manifestación del 8 de marzo demuestra que su apoyo es más fuerte de lo que esperaban los imperialistas.

La ausencia de una verdadera alternativa de la clase obrera revela una vez más el peligro real de conflicto étnico. Un pequeño incidente ocurrido el día de la manifestación lo demuestra. Algunos de los manifestantes comenzaron a gritar consignas contra el líder druso de la oposición, Walid Jumblatt. Los representantes de Hezbollah consiguieron frenarlos apelando a que la manifestación debía tener un carácter “nacional”. Sin embargo, según las noticias locales, al menos el 75 por ciento de los presentes en la manifestación habían sido movilizados por Hezbollah.

Eso explica la llamada de Sheik Asan Nasrallah para establecer un gobierno de unidad nacional. Sin embargo, el camino hacia delante no es un gobierno de unidad nacional con la burguesía y los partidos religiosos, sino la lucha por un gobierno obrero como parte de la transformación social de todo Oriente Medio.

La manifestación del 8 de marzo con un millón de personas demuestra que existen inmensas fuerzas subterráneas agitándose en Líbano. Las masas claramente están contra el imperialismo. Estas fuerzas podrían ser aprovechadas para una verdadera lucha antiimperialista. Si el movimiento estuviera dirigido por los partidos obreros y se movilizara alrededor de las reivindicaciones de la clase obrera, como es la cuestión de empleo para todos, salarios decentes, vivienda, etc., entonces, los trabajadores y los pobres libaneses se podrían unir en una única lucha contra el enemigo común, la burguesa libanesa y sus colaboradores imperialistas.

Si eso no ocurre, entonces a largo plazo Líbano se podría enfrentar a un escenario de pesadilla. Otra guerra civil sería desastrosa para la población normal de Líbano. En el vacío que se está formando en Líbano, el fundamentalismo islámico puede secuestrar el movimiento de masas y como ocurrió en el pasado en Irán, donde los clérigos reaccionarios tomaron el poder y aplastaron la oleada revolucionaria, asesinando a miles de activistas y obligando a muchos otros al exilio.

Ha llegado el momento de levantar en Líbano la bandera roja y no la bandera nacionalista.