LIBERTAD, la princesa cautiva

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Fue un sábado de otoño cuando Ricardo Alarcón lanzó aquel grito desolador en el Palacio del Segundo Cabo de La Habana Vieja. “¡Qué alguien más conozca esta historia!”, había dicho y, en el fondo, parecía confiar que la vergüenza del mundo era capazde extenderse y hacer cesar el encierro brutal de estos cinco muchachos que, en el intento de impedir la maldad contra un pueblo menudo del Caribe, fueron hechos rehenes y continúan guardados durante largo tiempo en ominosa clausura. I. La tinta del corazón

Fue un sábado de otoño cuando Ricardo Alarcón lanzó aquel grito desolador en el Palacio del Segundo Cabo de La Habana Vieja.
“¡Qué alguien más conozca esta historia!”, había dicho y, en el fondo, parecía confiar que la vergüenza del mundo era capaz de extenderse y hacer cesar el encierro brutal de estos cinco muchachos que, en el intento de impedir la maldad contra un pueblo menudo del Caribe, fueron hechos rehenes y continúan guardados durante largo tiempo en ominosa clausura.
Era un ansia íntima de dolor y valentía. Tantas veces puestos ante esta mezcla diabólica de cinismo, hipocresía, prepotencia, pensé: “la angustia que nos salpica, empieza a hacerse crónica”.
Hoy no querría, entonces, discursar sobre eso. Se me está acabando la tinta legal y el deseo de hablar con sangre se hace demasiado presuroso, más vale contenerse. Les hablaré, entonces, sólo de princesas.
Princesas contenidas en esta historia de terror.

II. El sueño de las niñas

James M Barrie no nos engañó con Campanita, y con saber volar… lo que sucede es que al cumplir 15 años nos encierran el corazón en el cuerpo y ya no recordamos la época en que era libre ¡Pobre aquellos hombres o mujeres que no hayan conservado la resistencia a crecer como nos enseñó el maestro Peter Pan!
Y, sobre todo, las niñitas deben saber a tiempo que es cierto lo que los Hermanos Grimm nos enseñaron: Todas las niñas del mundo son princesas durmientes y todas tendrán príncipes azules… Eso sí; puede ser que quien nos despierte con un beso no sea un caballero enamorado… Puede ser un hijo, una flor, un libro, una foto… o una batalla Y, por supuesto, la bruja que siempre existe, y pueden las princesas ser exterminadas. Mas siempre que sigamos siendo princesas, vendrá nuestro príncipe encantado a despertarnos del largo sueño. La revolución se convierte en el más azul de ellos para las princesas rosas. Que inmediatamente se desprenden del blanco y se convierten en reinas púrpuras.
Por eso hoy no necesito apelar a doctrinas elevadas y pensamientos profundos, pues ya hemos hablado de eso mil veces. Ese principio que se llama Justicia, que anda tan fatigado y anémico en el caso de los Cinco… la justicia, aquel “sol del mundo moral” del que hablaba José de la Luz y Caballero. No. Más bien quiero rememorar cómo me lo decía mi padre cuando yo era princesa. (¡Ah! Porque ayuda mucho a las princesas tener padres que digan cosas importantes.) Mi padre hablaba de eso mucho cuando yo era niñita; que todavía creo que piensa que soy una niñita y lo dice igual, con el mismo tono misterioso y mojando cada letra para que yo entienda a aquellos hombres que hablaban de cosas importantes para salvar a las princesas.
Quizás Ivette (1), la princesa de Olga (2) y René (3) no escuche jamás de su padre alguna frase de José de la Luz ni escuchará decir a su papá, la frase de Martí: “que sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz”.
Ni le narrará que Blanca Nieves fue tan linda porque ayudó a los enanitos, más que por su piel y sus labios rojos. Quizás ella no lo escuche nunca ni siquiera tras las rejas, porque violan el derecho a que esa niñita lo visite.
Sí: la bruja de Blanca Nieves, ésa que se cree la más linda por tener poder y vanidad, se ha apoderado de las leyes del mundo… y sigue sin creerle a su espejo. (Claro, puede que yo no esté informada suficientemente y esa criatura de seis años y ojos verdes sea terrorista o Eje del Mal y porte en su sonrisa delgada armas de destrucción masiva).
Las frases de los papás son muy importantes, este sentimiento que se implanta en la infancia es perenne como la cascada que siempre se cae y nunca se rompe. De esas cosas que los papás deben decir a las hijitas para que sean princesas Esas frases quedan marcadas para toda la vida como me sucedió a mí con esa que repetía mi padre “Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado”.
Ese axioma de Martí por más problemas que me haya traído en mi vida adulta… me ha iluminado con la mayor felicidad… Y sigue siendo hoy el paradigma de mi existencia… eso que me leyó mi papá cuando yo era una princesa… cuando era como Ivette. Créanme que las niñitas escuchan mucho a sus padres, por alguna razón, hay cosas que los papás saben decir de otra manera.
Y si permitimos que se consuma esta injusticia, Ivette será adulta cuando llegue a ver a su padre, y no sabrá repetir alguna frase grabada con ese lápiz de la ternura.
Las víctimas de esta historia de terror, digna de las salas de cine ilegal, crecen cada día más.

III. Los ojos despedazados

Pero hay una historia peor. Hay una niñita despedazada. Ese sábado, después de escuchar las voces sentidas, las risas valientes de las madres de mis cinco hermanos y el empeño de multiplicar corazones, con un público lleno de luz y esperanza, al ver reflejado en un libro tanta verdad y pasión, me quedé helada: Una mirada detuvo mi risa, un par de ojos enormes y una pequeña estatura no permitieron hacer de aquella mañana un dulce recuerdo. Mas bien fue el abismo el que me acompaña desde que Adriana (4) me miró de manera que no habrá pincel que lo describa, ni letras que se acerquen a expresar aquella novedad de la que me hacia partícipe la bellísima esposa de Gerardo Hernández (5) condenado de por vida por salvar a las princesas cubanas de la muerte.
Adriana resume su estampa en sus ojos y su sonrisa. Es como si los demás estuvieran soldados a ese encanto particular. Aquel sábado fresco en los adoquines de mi ciudad reconocí que Adriana estaba acompañada de un ser alado que las leyes revueltas de un poder aterrícola no dejaban posar en sus brazos. Volando sobre ella y despedazada por el deseo irrestricto de nacer, me miraba una princesa pequeñita llamada Libertad. Sí, así mismo como dice la Negra Mercedes Sosa.
Al regresar a casa se detuvo Libertad en mi limonero a medio crecer por mi negligencia. Me rogó que la pintara, que estaba envejeciendo en el mundo de las hadas y quería venir para acá y nacer en este lado del espejo que anda necesitando tantas niñitas. Que su papá se encontraba muy solo, que su mamá tenía rejas aun más desoladoras y que el mundo de los demonios la ha encarcelado con barrotes invisibles, que tan sólo ella, Libertad, puede liberarla de esa mirada de perpetua tristeza, y que tiene mucho miedo de que en su mamá se apagara la luz. Qué no le importaba que el boleto de viaje sea expedido en una cárcel injusta… porque la cárcel de la madre de Libertad es peor, porque es densa y los barrotes son las espinas de las rosas. Libertad aspira a hacer “Partido Político” con Ivette y las demás chiquiticas de esta historia, muchas de ellas tienen más de 70 años: es un partido de chiquiticas, y con reinas acabadas de coronar, como la preciosa Irmita con la mirada baja, que tan sólo levanta como bandera, cuando su caballero empuña una guitarra, ¡Ah, pero qué guitarra! En las cuerdas de esa guitarra también saltaba Libertad de puntillas y con bracitos sonrosados estirándose hasta alcanzar con flechas de amor a su madre envuelta en el dolor de no alcanzarla.

IV. El parlamento justiciero de las niñas princesas

Se debería -decía- fundar el Parlamento de Princesas. Sí, hubiera muchas “chiquiticas”, como dice Arleen. Aquella canción del grupo sueco ABBA… “Las estrellas brillan por ti allá en lo alto…”.
Todas son princesas. Todas las niñas antes de los 15 años son princesas. Luego tienen dos opciones.
Se convierten en reinas o en brujas, pero todas las niñitas tienen derecho a ser princesas.
Me ha llegado el rumor de que las princesas se reúnen al terminar marzo… claro y en octubre, porque la Tierra tiene dos primaveras. ¡Y el sur no sólo “existe”, como dijo el poeta, sino que tiene primaveras! Por eso las princesas se reúnen en marzo y octubre al son de primaveras rosadas y dorados otoños.
Marzo termina y el balance es intolerable. Los ángeles de Silvio Rodríguez andan desconcertados, dando giros inconexos y las princesas se sienten infectadas de Barbies flacas y estiradas por una parte, o del SIDA por el otro.
Al parecer me dieron anteojos de luz y ese sábado pude ver a Libertad rogando querer nacer en el reino asesino de princesas, para apoyar a su madre, aquella la de los ojos lindos y la sonrisa triste.

V. La lejana piedad de Martí

Y es verdad que Martí vio a su hijo cuando no podía. Lo vio con “esos arreos de gala”. Tuvo fe en el mejoramiento humano y le bastaron dos milisegundos para ponerse a sus órdenes.
Entonces yo soy afortunada porque también durante dos milisegundos pude ver los revuelos de la pequeña Libertad en la agonía de su madre. La falda color rosa, las cintas celestes, el cabello dorado, los ojos oscuros como lagunas de otoño y unas manitas expectantes.
Libertad está partida en dos mitades (como aquella canción de Silvio) por la impiedad que ha asumido el mundo frente a los Cinco. Ella es Libertad, sí, porque Libertad es como se llama la princesa, que late en aquella sonrisa triste de Adriana y en esas letras leves de su padre al llamarla Karen. Las otras niñitas de esta historia al menos están vivas. Libertad está cautiva por el odio y el ensañamiento.
Ya no reclama la hermosa Adriana, que pueda concebir a su hija en libertad. Sí, es difícil concebir en cautiverio, como las elefantas, pero aun así es tanta la algarabía de la “innacida” princesa que desde el primer instante de amor entre esos jóvenes saldrá ella junto a su madre para respirar en la incubadora de felicidad que es Cuba.
Por ser las más chiquitica, de entre las chiquiticas, Libertad es quien carga el mayor peso de esta injusticia. Viaja desde una celda hasta unos ojos oscuros todos los días, siete veces a ver si de verdad los hombres que imparten ley comienzan a respetar a las princesas verdaderas, que son las niñitas y no las mujeres anacrónicas que llevan corona en los cabellos, y muchas fotos en revistas. ¡Impostoras! Deberemos reclamar nuestro reino en algún momento.

VI. La libertad nace de una gota de amor

Y Adriana ¿por qué no puede visitar a su esposo? Y a Libertad ¿por qué no la dejan nacer? Vamos… ellos que hoy por hoy enseñan literalmente la historia de la Biblia, que no creen en la historia de la evolución, que abogan contra el aborto. Pues bien: Hay una criatura que quiere nacer y no lo permiten… ¿Donde están los derechos humanos que le quitan a una mujer joven, sana y hermosa el derecho a ser madre porque la incultura se haya apoderado como la lepra de un país? ¿Cuál es el argumento para prohibir la concepción de un hijo? ¿En qué reglamento penitenciario existe esto?, como condena extra a la cadena perpetua tiene Gerardo la condena ¡mucho peor! de no ser padre. Padre de una niña que ya existe. Existe porque yo la vi, el sábado en al melena lenta de Adriana en su voz tenue como si fuese a apagarse. ¡Oh Dios, es muy hermosa la Tierra cuando puede mantenerse girando ante tanta impiedad!
Pero no. En aquel país, donde confinan a Gerardo y a mis otros cuatro caballeros, tomará forma mi princesa. En algún instante de conjura de amor se le dará visa a Adriana y ella traerá a Libertad… Y quizás como el perdón de las princesas sea bautizada en aquella estatua de New York que está a punto de suicidarse en el mar y caminar de nuevo a Francia, a la bella Francia de donde vino, allá donde parece que los hombres empiezan a recordar a las princesas en las manifestaciones contra leyes absurdas. Allá donde por primera vez se dieron cuenta que las princesas tienen la sangre bien roja y no necesitan coronas ni diamantes y mucho menos sangre azul.
La estatua de la Libertad está esperando entonces por esta avecilla revuelta que yo pude ver… un sábado enredada en el cabello de su madre; lavando su dolor en cada una de sus lágrimas. Quizás Libertad pueda perdonarle a la Señora Estatua haber sido testiga muda del Imperio más asesino de la historia del mundo. De este mundo tan hermoso que aun agonizando, genera princesas.

Notas:

1) Ivette Hija de René y Olga.

2) Olga: Olga Salanueva Urango, esposa de René González Sewherert, (Le está negada la visa para visitar a su esposo preso).

3) René: René González. Condenado a 15 años de prisión por defender al pueblo cubano del terrorismo de la Mafia anticubana.

4) Adriana es Adriana Pérez O´Connor (Le niegan la visa .Incluso estando en los Estados Unidos la enviaron de vuelta a Cuba sin poder visitar a Gerardo).

5) Gerardo: Gerardo Hernández Nordelo. Condenado a cadena perpetua prisión por defender al pueblo cubano del terrorismo de la Mafia anticubana.