LGBTI+, Liberación y Revolución

La lucha contra la opresión de género y la discriminación basada en la orientación sexual se ha convertido en movimientos de masas en muchos países. Estas protestas tienen dentro de ellas un potencial revolucionario intrínseco.

En los últimos años, la lucha contra la opresión de género y la discriminación basada en la orientación sexual se ha convertido en movimientos de masas en muchos países. Hemos visto protestas a gran escala que expresaban ira y rebelión -que se habían venido acumulando durante años y décadas- contra la interferencia exasperante de un sistema que no sólo te obliga a luchar diariamente para hacer que sus objetivos se cumplan, sino que también reclama el derecho a decidir qué puede o no puede hacer una persona en su vida privada, con quien puede tener una relación sexual, o no, si puede criar a un niño, etc., y somete a cualquiera que se aparte de las normas de la llamada «familia tradicional» para una marginalización social y legal.

Con su base de masas y sus demandas de liberación, estas protestas tienen dentro de ellas un potencial revolucionario intrínseco. Al mismo tiempo, existe un intento consciente de reducir estos temas a una cuestión de cultura y limitar los objetivos del movimiento a luchar por pequeñas concesiones que sean compatibles con el funcionamiento normal, es decir, con la opresión del capitalismo. Se presta mucha atención a las teorías que en la superficie parecen radicales pero que en la práctica canalizan la lucha del movimiento LGBT+ a lo largo de líneas idealistas y existenciales que terminan en un callejón sin salida cuando lo que realmente se necesita es cambiar las condiciones materiales en que vivimos.

Es de vital importancia para la victoria del movimiento LGBT+ que adopte un enfoque de clase, uniendo la lucha contra la opresión homofóbica y los derechos civiles plenos con la lucha general por una vida decente, libre de opresión económica y social. Es igualmente importante que el movimiento obrero asuma la lucha LGBT+, superando la división que ha existido históricamente, en particular, debido a las direcciones reformistas y estalinistas de la izquierda. Como revolucionarios, este objetivo es una parte vital de nuestra actividad política, y este artículo se ofrece como una contribución al debate teórico adicional sobre esta cuestión.

Discriminación y homofobia hoy

Hoy en día la homosexualidad, o cualquier otro comportamiento relacionado, sigue siendo oficialmente ilegal en 72 países, con castigos que van desde un mes a cadena perpetua e incluso la sentencia de muerte en 8 países. En países como Arabia Saudita, la pena de muerte se lleva a cabo por lapidación, mientras que en otros se aplican formas de castigo corporal como los azotes. El matrimonio entre personas del mismo sexo sólo se reconoce en 23 países y se reconocen otras 27 uniones civiles.

Incluso cuando existen formas de protección jurídica, la discriminación oficial adopta muchas formas. En varios estados de los Estados Unidos, por ejemplo, existen leyes contra la «promoción de la homosexualidad» que limitan el comportamiento específico o proporcionan pautas para el tipo de moral sexual que se enseñará en las escuelas y otras instituciones públicas. Esto es muy familiar en países como Italia, donde la derecha y la Iglesia Católica han lanzado cruzadas contra la llamada «teoría del género» en las escuelas italianas. Estas personas animan a la extrema derecha a actuar, organizando grupos para llevar a cabo ataques violentos contra gays (así como inmigrantes y activistas de izquierda). No es por casualidad que un proyecto de ley en contra de la incitación al odio homofóbico y las circunstancias agravantes ha estado engavetado en una comisión parlamentaria durante los últimos tres años. Si bien esta ley no va lo suficientemente lejos, al menos garantizaría cierto grado de protección. Evidentemente, el proyecto de ley Minniti, que permitiría la expulsión de inmigrantes que han sobrevivido cruzando el Mediterráneo en barco, ¡es mucho más importante en su lista de prioridades!

Además, la discriminación impregna la vida cotidiana en las escuelas, el lugar de trabajo, la vivienda, y se siente en la constante presión ideológica y social que pesa sobre la gente LGBT+. Según una investigación realizada por el ISTAT (Instituto Nacional Italiano de Estadística), en 2011, debido al temor de asalto o de ser despedido, sólo uno de cada cuatro trabajadores gay declaraba abiertamente su orientación sexual, tendencia que es particularmente evidente en las provincias. Según una encuesta de la UE, el 68% de los ciudadanos de la UE son de la opinión de que la discriminación basada en la orientación sexual sí existe. Según otra encuesta, en Italia sólo el 6% de los adolescentes LGBT+ de las escuelas secundarias aceptan abiertamente su orientación sexual dentro de la comunidad en general, mientras que otro 39% sólo lo aceptan de forma parcial en un círculo más pequeño de amigos -los promedios en otros países de la UE son similares.

Que el 94% de los adolescentes LGBT+ prefieran ocultar su orientación sexual, parcial o totalmente, habla mucho de las dificultades personales que crea la discriminación social. Tal presión no se detiene en casa, y la familia es a menudo el primer lugar donde se encuentra la no aceptación, y se extiende a todo tipo de violencia, desde ser encerrado en el hogar, a golpizas y violación «correctiva». No es raro leer noticias de adolescentes que «se suicidaron porque eran gay», el último resultado trágico de la presión psicológica generada a nivel social y familiar.

¿Cuál familia tradicional?

Toda campaña homofóbica se basa en el argumento de que la homosexualidad es fundamentalmente «contra la naturaleza». Las manifestaciones más vulgares de esta línea de pensamiento se encuentran en el fundamentalismo religioso, pero el argumento estuvo presente durante mucho tiempo también en el mundo «científico» una confirmación del hecho de que la ciencia está condicionada por la ideología dominante. En psicología, la homosexualidad fue durante mucho tiempo considerada patológica por la mayoría de la comunidad científica, o al menos como una condición no fisiológica, incluso por los psicólogos más progresistas. Tal fue el caso de Freud, quien, aunque no alentó la discriminación, consideró que era una interrupción del desarrollo sexual. Incluso Wilhelm Reich, en general, un partidario de la liberación sexual, que también tenía un punto de vista materialista y revolucionario (al menos en la primera parte de su vida), definió la homosexualidad como «la consecuencia de un trastorno muy temprano en el desarrollo de la afectiva y las funciones sexuales «.

Sólo en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) dejó de considerar la homosexualidad como una patología, y en 1986 finalmente eliminó la categoría de «homosexualidad ego-distónica» (una forma presunta de homosexualidad patológica, considerada como una fuente de estrés, en contraposición a la homosexualidad ego-sintónica basada en la fisiología), en reconocimiento al hecho de que el estrés psicológico era en realidad causado por las presiones sociales sufridas por las personas LGBT+. Cuatro años más tarde, el 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud finalmente eliminó la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales.

El hecho de que no hay nada anormal en las orientaciones y comportamientos no heterosexuales se confirma simplemente por su amplia presencia en la historia de la humanidad y en todo el mundo, hecho abundantemente documentado por estudios antropológicos, históricos y literarios. Hay registros de las llamadas «personas de los dos espíritus» entre los nativos americanos, hombres que se vestían y se comportaban como mujeres, y viceversa, y que a menudo estaban involucrados en ceremonias religiosas. Es bien sabido que, en Tebas, en el siglo IV AC, se creó un batallón sagrado formado por 150 parejas de hombres, cuya invencibilidad en la batalla estaba en el deseo de cada soldado de proteger a su propio compañero y mostrarse valiente delante de él, cada soldado arrojaba toda su energía en cada batalla. También es ampliamente conocido que en Atenas y Roma las relaciones homosexuales varoniles fueron social y legalmente reconocidas. Dicho esto, sin embargo, sería erróneo considerarlos como ejemplos de completa libertad de relaciones sexuales, como vemos en algunas interpretaciones superficiales, o para buscar una «época de oro de la homosexualidad» antes de la represión moderna.

En Atenas, las relaciones homosexuales masculinas socialmente reguladas en el período pre-urbano y en los primeros años después del nacimiento de la polis, consistían en una relación de pederasta entre un ciudadano adulto libre (generalmente mayor de 25 años) y un adolescente libre (entre los 12 y los 17 años), que tenía como finalidad la educación de los jóvenes hacia la edad adulta y la condición de ciudadano. La relación sexual formaba parte de esta relación educativa, heredada de un rito de iniciación mucho más antiguo en la edad adulta, en el que los roles estaban rígidamente fijados: el adulto como pretendiente activo y el joven sumiso y tímido, que se sometería al primero sólo cuando se demostrara la seriedad de las intenciones del pretendiente. Esta relación continuaría hasta que la pareja más joven alcanzara la edad adulta, pasando por un período de abstinencia y después asumiendo otro papel hasta el matrimonio.

No se permitían relaciones con los esclavos, ya que éstas no tendrían ningún propósito educativo, ya que los esclavos no estaban destinados a convertirse en ciudadanos -o al menos en teoría- entre los adultos. Tales relaciones eran comunes a todos los ciudadanos antes del matrimonio, y sólo en algunos casos continuaron después. Las mujeres, por el contrario, estaban aisladas dentro del hogar y alejadas de la vida social, mientras que las relaciones lesbianas eran consideradas desagradables, aunque existían, especialmente en las escuelas para la educación de las mujeres jóvenes (Safo de Lesbos era una educadora), antes de que fueran finalmente aisladas en el hogar. A lo largo de los siglos, la difusión de las relaciones homosexuales masculinas y el debilitamiento de la división de roles llevaron a una cierta estigmatización social.

En Roma, por otro lado, la sexualidad era prueba de la dominación masculina y, por lo tanto, era inaceptable para un ciudadano libre asumir un papel pasivo (incluso a una edad temprana). Las relaciones homosexuales masculinas se consideraban completamente legítimas a condición de que el compañero sumiso fuera un esclavo o una prostituta – el Lex Scatinia (siglo III o II AC) prohibía el acoso sexual de jóvenes varones libres y les prohibía asumir un papel pasivo con hombres adultos, sancionando dicho comportamiento con multas. Poco a poco, durante el período del Imperio, debido a la influencia griega, se extendió una relación análoga a la pederastia helénica. Y con la gradual desregulación, el comportamiento sexual pasivo entre hombres libres, esclavos y prostitutas se extendió, incluyendo figuras prominentes como Julio César y César Augusto. Posteriormente, a partir del siglo IV DC, las relaciones homosexuales comenzaron a ser limitadas por la ley, con el castigo de la castración por la pasividad (342 DC), la muerte por la quema en la hoguera para prostitutas pasivas (390 DC), la muerte para todos los hombres pasivos (438 DC), y finalmente, para todas las formas de actividad homosexual (533 DC).

Un papel decisivo en la represión de la homosexualidad fue desempeñado por la aparición del cristianismo como la religión dominante. La Iglesia fue la primera en decretar que las relaciones homosexuales eran «contra la naturaleza», una idea que todavía persiste en la moral religiosa hasta nuestros días. Se trataba de un concepto completamente nuevo, ya que antes incluso aquellos que se oponían a las relaciones homosexuales no los condenaban como contra la naturaleza, sino más bien querían reforzar el papel y la estabilidad de la familia en la sociedad, argumentando a menudo que era necesario para el crecimiento demográfico. Fue Justiniano quien primero planteó la idea del castigo divino para los homosexuales. Esta represión de la homosexualidad va de la mano con el concepto de abstinencia cristiana, según el cual la relación sexual es legítima sólo cuando se lleva a cabo con el objetivo de la procreación, por lo que el coito incontrolado y adúltero debe ser reprimido (anteriormente el adulterio era socialmente aceptado, sólo para hombres).

A partir de esta breve reseña histórica, podemos sacar algunas conclusiones. En primer lugar, la conducta homosexual y bisexual ha existido siempre, como es evidente no sólo de la práctica social, sino sobre todo del hecho de que se imponen limitaciones a las relaciones homosexuales no reguladas (por ejemplo, entre varones adultos o entre mujeres, en Roma), es decir, aquellos más cercanos al amor homosexual en el sentido moderno, que ha aparecido repetidamente a lo largo de la historia.

En segundo lugar, podemos ver que en diferentes épocas históricas han existido diferentes normas sociales con respecto a la sexualidad, hecho que demuestra que no hay fundamento para el concepto de «familia tradicional», mucho menos una familia monógama tradicional con vínculos de fidelidad mutuos, como se insiste hoy en día. Este modelo sólo fue adoptado bajo el cristianismo, e incluso entonces sólo como un ideal. La realidad social del adulterio y la prostitución a disposición de los hombres es muy diferente y ha sufrido innumerables transformaciones, que existen hoy en muchas formas, dependiendo del contexto social y económico (basta pensar en la diferencia entre la antigua familia extensa de campesinos comparada con la mononuclear familia de cuello blanco o de trabajadores de cuello blanco de hoy). En tercer lugar, debe señalarse que estas normas en ningún caso son una expresión de la verdadera libertad sexual y emocional. En primer lugar, los esclavos y las mujeres estaban totalmente excluidos, sólo ciertas formas de comportamiento eran consideradas legítimas, mientras que otras eran prohibidas y, al menos en el caso de Grecia, las relaciones pederasta eran una institución social que no tenía en cuenta la orientación sexual o los deseos del ciudadano o del muchacho joven implicado.

Por lo tanto, para concluir, tales leyes eran en efecto diferentes formas de regulación de la vida emocional, doméstica y sexual, incluyendo medidas represivas cuando se violaba el comportamiento legal, donde lo que se consideraba moral y legal dependía de la estructura de la sociedad.

A la vista de estas consideraciones, podemos afirmar que, en términos generales, la represión del comportamiento no heterosexual (homosexual, bisexual, asexual, etc.) ha existido desde el surgimiento de la sociedad de clases, con diferentes grados de intensidad y proscripción, objetivo de estabilizar las relaciones familiares, en particular para asegurar el cimiento y el fortalecimiento de la familia monógama.

Como lo explicó Engels en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, y como han confirmado varios estudios antropológicos recientes, la familia no es una institución estable que haya existido siempre. Durante la etapa de búsqueda del desarrollo social humano, cuando la gestión de la economía, la alimentación, las herramientas y la crianza de los niños se llevó a cabo a nivel comunitario, las mujeres desempeñaban un papel prominente y la sociedad era matrilineal. Fue gracias a la domesticación de los animales, a la revolución agrícola ya la concentración de los medios de producción en manos de los hombres, que se originó la opresión patriarcal -junto con la sociedad de clases- y que el matrimonio monogámico se convirtió en la base de la nueva estructura familiar, cuyo principal objetivo es garantizar la paternidad en herencia. De esto se deriva el sentido de la propiedad sobre la esposa y los niños, que todavía está tan extendido hoy en día, y que afecta la vida de miles de millones de personas.

En este contexto, emergió la opresión de la mujer, su marginación dentro de la sociedad y la represión de su conducta sexual, reduciéndola a simples instrumentos de reproducción (cuidado del hogar y de los niños). Esto se hizo estructural e intrínseco históricamente, junto con la evolución de varias estructuras familiares y sociales. Las actitudes hacia el comportamiento sexual que caen fuera del orden de la reproducción de la familia monógama, por el contrario, varían en función de la medida en que se consideren una amenaza para la familia como una institución. El amor homosexual entre las mujeres ha estado sujeto a diversos grados de represión en diferentes períodos de la historia (sólo hemos mencionado algunas de ellas). Podemos argumentar, sin embargo, que mientras la familia monógama sea considerada la piedra angular fundamental de la sociedad y el único modelo de conducta emocional y sexual legítima, será imposible superar la discriminación social basada en la orientación sexual o la identidad.

Lucha de clases y emancipación del LGBT+

La lucha contra la discriminación sexual está vinculada a la lucha contra la sociedad de clases en general por varias razones. La primera, como hemos explicado, es que sólo la abolición de la sociedad de clases puede crear la base económica material y el impulso cultural suficientes para desmantelar el modelo de la familia monógama como la única unidad básica de la sociedad. Al llevar a cabo socialmente todas las tareas que hoy se asignan a la esfera de la familia -y sobre todo a las mujeres: cocinar, limpiar, criar a los hijos, etc.- y permitir el libre desarrollo de las personas con acceso a los mejores recursos materiales y culturales que la sociedad puede proporcionar, será posible facilitar un proceso mediante el cual los vínculos interpersonales y familiares se liberen gradualmente de la necesidad material y corresponden únicamente a deseos románticos, emocionales y sexuales, disolviendo así las normas opresivas y la discriminación que existen en la actualidad.

La segunda razón es que la gran mayoría de las personas LGBT+ son trabajadores, jóvenes, trabajadores temporales o desempleados, que experimentan múltiples formas de opresión, no sólo como trabajadores, sino debido a su identidad u orientación sexual. Unirse a las luchas contra estas dos formas de opresión es, por lo tanto, lo más natural, especialmente cuando consideramos que el enemigo es el mismo. Además, no debe olvidarse que también se fomentan los prejuicios homofóbicos para dividir a los trabajadores. Por ejemplo, hacer que los trabajadores heterosexuales crean que, al igual que se fomentan los prejuicios racistas, mientras que los gays pueden ser oprimidos, los heterosexuales son todavía superiores a una persona gay que es intimidado (¡cuán satisfactorio!). El papel desempeñado por la derecha en este proceso es evidente.

Aquellos que afirman que los dos frentes de la lucha deben ser separados están jugando con las cartas del enemigo. Con mucha frecuencia, en el movimiento LGBT+, aquellos que proponen esta postura son individuos ricos que no experimentan los problemas materiales que enfrentan los trabajadores LGBT+ y los jóvenes. De hecho, limitan el movimiento a pedir concesiones pequeñas del gobierno, sin hacer mucho ruido y, a menudo, sin hacer ningún cambio sustancial. Es el caso, por ejemplo, de los movimientos homosexuales de los años cincuenta, tanto en Italia como internacionalmente. Estos movimientos fueron luego fuertemente criticados por los movimientos de liberación gay de los años sesenta y setenta, que se desarrollaron a lo largo de líneas revolucionarias sobre la base de las olas de lucha de clases durante esos años.

Por otra parte, cabe señalar que una gran parte de la responsabilidad de la división entre el movimiento LGBT+ y el movimiento obrero en la segunda mitad del siglo XX recae en los dirigentes de los partidos comunistas que, sobre la base de la degeneración estalinista, adoptó posiciones abiertamente homofóbicas. Estos se suavizaron sólo en una etapa posterior, y luego sobre todo para asumir una visión reformista de la lucha por los derechos civiles, reflejando el reformismo de su programa político general.

Sin embargo, no siempre fue así. Aunque en los escritos de Marx y Engels no se menciona la lucha LGBT+, hay varias declaraciones de líderes de la antigua socialdemocracia alemana que expresan su oposición a cualquier discriminación contra los homosexuales o el castigo de la homosexualidad bajo la ley alemana. No es casual que, cuando Magnus Hirschfeld fundó el Comité Científico-Humanitario a finales del siglo XIX para promover la abolición del párrafo 175 del Código Penal alemán, que hizo ilegal la homosexualidad, su petición, discutida en el parlamento en 1898, recibió sólo el apoyo de la minoría SPD en el parlamento. El trabajo de Hirschfeld continuó con el lanzamiento del Instituto para la Investigación Sexual y la posterior organización del Primer Congreso para la Reforma Sexual en 1921 (junto con la participación de un delegado soviético).

El trabajo de Hirschfeld marca el primer gran esfuerzo en los tiempos modernos para despenalizar la homosexualidad basada en el debate científico. El propio Hirschfeld consideraba que la homosexualidad era un estado patológico, o al menos no fisiológico, para el cual, sin embargo, no había razón para imponer el castigo. Sin embargo, el artículo 175 no fue abolido y el triunfo del nazismo sobre el movimiento obrero alemán abrió un período de reacción negra que aplastó sin parar a los gays. El Instituto de Investigación Sexual fue uno de los primeros edificios que fueron atacados el 6 de mayo de 1933 por la juventud nazi, que quemaron todos los textos encontrados en la biblioteca en la plaza pública. De hecho, los nazis aumentaron los castigos decretados por el artículo 175, lo que llevó a la detención de 100.000 personas homosexuales, 60.000 penas de prisión, el internamiento en hospitales psiquiátricos y la esterilización forzada. Los gays estaban entre los enviados a los campos de concentración, junto con judíos, socialistas y comunistas.

La condición de las personas LGBT+ después de la Revolución de Octubre

La revolución bolchevique de 1917, en la que los trabajadores tomaron el poder en sus manos por primera vez en la historia (a excepción del breve período de la Comuna de París en 1871), cambió la vida de millones en términos políticos y económicos, incluida la familia. El gobierno soviético concedió a las mujeres los mismos derechos que los hombres, legalizó el divorcio y el aborto y promovió el desarrollo intensivo de los servicios sociales para proporcionar los fundamentos económicos para la liberación de los deberes familiares: guarderías, restaurantes públicos, lavanderías, hospitales diurnos, cines, teatros, etc. Al mismo tiempo, con la abolición del código penal zarista, la homosexualidad fue descriminalizada (mientras que, bajo el zar, fue castigada con severas penas de prisión).

La posición del partido bolchevique era que el comportamiento sexual pertenecía a la esfera privada y, como tal, no debía ser sancionado ni regulado, a menos que perjudicara a otros (por ejemplo, si se tratara de coerción o violencia). En el debate científico ruso, la homosexualidad seguía siendo considerada como una enfermedad -como en cualquier otro país- pero no se prescribió discriminación como resultado. Entre los ejemplos concretos de la actitud del gobierno soviético en esta cuestión, podemos citar la participación de un delegado soviético en el Congreso de Hirschfeld para la Reforma Sexual, así como la designación de Georgy Chicherin en 1918, que era abiertamente gay, como Comisario de Relaciones Exteriores. Dado el contexto histórico, esto era incomparable en cualquier otro lugar del mundo.

La familia tradicional se desintegraba gradualmente por los cambios sociales: los hombres y las mujeres eran llamados a participar en la vida social y los jóvenes eran, al menos parcialmente, liberados de la autoridad familiar tradicional y se esforzaban por nuevas relaciones sociales (incluyendo la sentimental y sexual), especialmente dentro de los grupos juveniles. Sin embargo, muy pronto los cambios radicales abiertos por la revolución se enfrentaron a los problemas causados ​​por el aislamiento y las dificultades económicas a las que se enfrentó la revolución. Los recursos materiales eran demasiado limitados para ofrecer una alternativa: a menudo los servicios públicos eran de tan baja calidad que, por necesidad, había una tendencia a volver a la antigua estructura familiar. Al mismo tiempo, empezaba a producirse la deformación burocrática que conduciría al estalinismo, lo que significaba romper con los ideales de Lenin, Trotsky y la Revolución de Octubre.

Este fenómeno tuvo dos consecuencias. Por un lado, dada la falta de una base material para el desarrollo de las relaciones familiares y emocionales en un nivel social más avanzado, la familia tradicional regresó. Por otra parte, el régimen estalinista vio en el retorno a la familia y la moral tradicional una fuente de estabilidad para el régimen, en particular, un instrumento para fortalecer la idea de autoridad (comenzando por la del jefe de familia sobre los niños), que se promovió activamente.

Trotsky escribió en La Revolución Traicionada:

«La rehabilitación triunfal de la familia, que tiene lugar simultáneamente, ¡qué coincidencia providencial !, con la rehabilitación del rublo, es causada por la bancarrota material y cultural del Estado. En lugar de decir abiertamente: «Hemos demostrado ser demasiado pobres e ignorantes para la creación de relaciones socialistas entre los hombres, nuestros hijos y nietos se darán cuenta de este propósito», los líderes están forzando a la gente a juntar de nuevo el cascarón roto de la familia, y no sólo eso, sino considerarlo, bajo la amenaza de penas extremas, el núcleo sagrado del socialismo triunfante. Es difícil medir con el ojo el alcance de este retroceso.» (La Revolución Traicionada, Capítulo 7, Familia, Juventud y Cultura, Termidor en la Familia).

Este proceso también cambió las actitudes hacia la homosexualidad del régimen soviético. En lugar de confiar en el proletariado urbano y en el atrasado movimiento gay radical que se desarrollaba de forma natural y que estaba interrelacionado con el movimiento revolucionario de la clase obrera más amplia, en el que los prejuicios homofóbicos habían sido ampliamente superados a través de la experiencia de la lucha. El régimen se basó en los elementos pequeñoburgueses y las regiones subdesarrolladas del Lejano Oriente.

En 1925, por ejemplo, en el Turkestán, se añadió una cláusula adicional al Código Penal de la Unión Soviética que establecía castigos por la homosexualidad. Y en 1933-34 se reintegró la prohibición de las relaciones homosexuales masculinas, punible con penas de prisión. En 1935, el divorcio estaba severamente restringido; se abolió el reconocimiento de las asociaciones libres; y en 1936, el aborto fue nuevamente ilegalizado. Si el “dogma de la familia” se había convertido en “piedra angular del socialismo triunfante”, para ponerlo en las palabras de Trotsky, “la homosexualidad, se había convertido en una amenaza para la familia y un chivo expiatorio conveniente de la decadencia burguesa”. Este punto de vista homofóbico más tarde infectó profundamente a los partidos comunistas (estalinistas) a nivel internacional, lo que contribuyó a descarrilar lo que debería haber sido un movimiento gay radical, que se desarrolla de forma natural y que se entrelazara con el movimiento revolucionario de la clase obrera en general.

De Stonewall a una pausa en el movimiento

Después de la Segunda Guerra Mundial, en un período de reflujo general de la lucha de clases, se desarrolló un papel protagonista en la lucha LGBT+ por aquellos grupos que, como se explicó anteriormente, trataron de establecer un diálogo y un enfoque suave hacia los gobiernos para obtener derechos mínimos, pero con poco éxito. Después de un período de reflujo en las luchas sociales y el debilitamiento del movimiento gay, éste volvió a estallar -o, en cierto sentido, por primera vez- como un movimiento de masas en 1969 en la ciudad de Nueva York con los disturbios de Stonewall. Durante la noche del 28 al 29 de junio, una frecuente incursión de la policía en el bar gay de Stonewall, considerado como una práctica rutinaria hasta entonces, se encontró por primera vez con resistencia de masas, que se convirtió en una batalla que abarcó dos días, miles de personas estaban involucradas.

La revuelta de Stonewall cambió la cara y la naturaleza del movimiento gay, que ya no estaba dominado por pequeños círculos de científicos, comités y tímidos reformistas. Rompió con la idea de la homosexualidad como una anormalidad, en su lugar expresó orgullo en ella. El movimiento también dio un giro a la izquierda, hacia posiciones revolucionarias que, aunque vagas, se vincularon con la creciente lucha de clases a finales de los años sesenta y setenta. Después de Stonewall, a principios de julio de 1969, el Frente de Liberación Gay fue fundado en los Estados Unidos. Adoptó posiciones anticapitalistas y «tercermundistas», y salió en apoyo de la lucha de las Panteras Negras. Organizaciones similares se establecieron en varios países: el Frente de Liberación Gay en el Reino Unido en 1970, que procedería a reunir a cientos de activistas, pero luego se fragmentaría políticamente; el Frente Homosexuel d’Action Révolutionnaire (FHAR) en Francia; y el Mouvement Homosexuelle D’Action Révolutionnaire (MHAR) en Bélgica.

En Italia en 1971 se fundó el Fronte Unitario Omosessuale Rivoluzionario Italiano (el acrónimo FUORI significa «fuera» en italiano). En cuanto a los otros grupos, su número no era masivo: apenas un centenar de activistas en tres grupos en Turín, Milán y Roma, con grandes diferencias políticas entre las tres ciudades. Inicialmente su periódico se vendía mensualmente en los quioscos, con una tirada de 8.000 ejemplares.

El 5 de abril de 1972, en la ciudad de San Remo, FUORI organizó la primera manifestación pública contra el Congreso Internacional de Sexología, que tenía en su agenda una discusión sobre las causas de la homosexualidad y las posibles terapias curativas. Para dar una idea del curso de la discusión, se sugirió que la terapia era administrar descargas eléctricas dolorosas asociadas con imágenes de hombres desnudos, pero no de mujeres desnudas, mientras que otra era eliminar selectivamente el tejido cerebral.

Fuera del congreso, docenas de activistas lanzaron gritos de consigna como: ¡Somos normales!, ¡Somos normales!  y sostenían letreros que decían: «Psiquiatras, métanse sus electrodos en sus propios cerebros». Dentro de la sala de conferencias, Angelo Pezzana, miembro de FUORI, tomó la palabra, abriendo con las famosas palabras: «Soy homosexual y estoy contento de ser así «. La manifestación marcó un punto de inflexión en el movimiento gay y una ruptura con las organizaciones pro-gay moderadas.

El giro hacia una perspectiva revolucionaria fue importante: en el primer número del periódico, el comité editorial se dirigió a «los camaradas revolucionarios [heterosexuales]» pidiéndoles que «fueran los primeros en entender la realidad de los homosexuales», dado que «la represión sexual es el primero, el más tortuoso y peligroso método de subyugación de cualquier sistema represivo «. «Estamos a favor» continuaron los militantes de FUORI, “de la necesidad de una revolución sexual, paralela e integrada con la revolución política que ya está en marcha en cada país». Lo que teníamos acá era una organización sin un claro programa marxista, pero que entendía el potencial inherente al movimiento homosexual convergiendo con una perspectiva revolucionaria. Pero una vez más, la principal razón por la que esto no avanzó fue la posición homofóbica y la perspectiva reformista de la dirección del movimiento obrero.

Unas semanas después de la manifestación de San Remo, el 1 de mayo de 1972, la sección de Roma de FUORI, junto con otros grupos, organizó una manifestación en la plaza Campo de ‘Fiori, «una celebración de alegría, contra el trabajo y para la liberación sexual». En un determinado momento, llegó un grupo de activistas de la izquierda extraparlamentaria, declarándose miembros del Potere Operaio, [Trabajadores al Poder, un grupo ultraizquierdista] mientras gritaban «Maricas, fuera del Campo de ‘Fiori”, y comenzaron a lanzar baldazos de agua sobre los activistas.

En cuanto al Partido Comunista Italiano (PCI), que nunca había abordado oficialmente la cuestión, publicó un artículo de Luciano Gruppi en 1974, en el número 3-4 de la revista Critica Marxista, en el que se planteaban las siguientes ideas: «Es precisamente la relación que debemos establecer entre la sociedad y la naturaleza, la que nos dirá cuánta homosexualidad, por el contrario, tal relación contradice un instinto fundamental de cada ser viviente: la continuidad de la especie. La homosexualidad, por lo tanto, empobrece y modifica profundamente la personalidad del hombre. A menudo nace de la soledad, a menudo también termina en la soledad también.» No hay necesidad de comentar sobre lo incómodos que los trabajadores gays y los estudiantes se deben haber sentido al estar activos en ese partido. Fue el asesinato de Pier Paolo Pasolini en 1975 que abrió un debate dentro del partido, que cambió su posición sobre la homosexualidad a finales de la década de 1970, justo antes del comienzo de la decadencia de la ola de lucha militante que había barrido a Italia desde 1968, todo ello enmarcado dentro de una política cada vez más reformista del partido.

Así que, en lugar de ofrecer una perspectiva de lucha política generalizada a los activistas del nuevo movimiento homosexual, que podría haber superado su eclecticismo político, esos activistas fueron rechazados por el movimiento obrero y así terminaron por caminos diferentes. Desde el punto de vista organizativo, en 1974 FUORI se fusionó con el Partido Radical liberal -que en aquellos años se inclinaba hacia la izquierda- abandonando así la perspectiva revolucionaria y luchando por los derechos civiles dentro de los límites de la sociedad burguesa. Algunas figuras destacadas de la FUORI, entre ellas Mario Mieli, rompieron con el movimiento debido a esto y se volcaron hacia la izquierda extraparlamentaria, desafortunadamente en un momento en que también estaba a punto de entrar en una crisis irreversible.

Se perdió la oportunidad de establecer un vínculo entre el movimiento LGBT+ y el movimiento obrero. Esto fue muy bien destacado en la película Pride, de 2014, que cuenta la verdadera historia de Mark Ashton, un activista gay de la sección juvenil del Partido Comunista de Gran Bretaña (CPGB), quien, en la marcha del Orgullo de Londres de 1984, lanzó una campaña de recolección de fondos para apoyar la huelga de los mineros contra Thatcher, sobre la base de la solidaridad de clase y la oposición común tanto al gobierno reaccionario de Thatcher como al sistema capitalista más amplio. Logró construir un grupo llamado «Las lesbianas y gays apoyan a los mineros» y, superando la desconfianza mutua entre la cultura gay londinense y el movimiento obrero organizado, forjó un vínculo que culminó en una amplia movilización de gays y lesbianas británicas en solidaridad con los mineros, así como la participación de una gran delegación de mineros en la marcha del Orgullo de 1985 y la incorporación de los derechos de los homosexuales en el programa de los sindicatos. A principios de los años 70 hubo una demostración similar de solidaridad encabezada por Harvey Milk, y asumida por la comunidad gay de San Francisco, con el boicot a la cerveza Coors por el sindicato de camioneros conocidos como Teamsters.

La gran huelga de los mineros británicos de 1984, que se destaca como una lucha ejemplar hasta el día de hoy, tuvo lugar durante la última gran explosión de luchas obreras que había comenzado en los años setenta. Sin embargo, esto fue seguido muy rápidamente por un período de profunda calma del movimiento, que echó atrás tanto el movimiento obrero como al movimiento de los derechos de los homosexuales.

En este contexto de pausa, asistimos a una fragmentación del movimiento de liberación homosexual, que retrocede al nivel de asistencia social, particularmente en lo que se refiere al SIDA en los años ochenta, de solidaridad contra la violencia homofóbica y de lucha por leyes contra la discriminación y más tarde para el reconocimiento de los derechos civiles. Así, por un lado, hubo un retorno al enfoque reformista y conciliador de los grupos homosexuales de los años cincuenta, mientras que por otro lado se apoyó en los logros de la lucha de los años setenta que declararon de una vez por todas la naturalidad del ser gay con orgullo y dignidad. Todo esto también obligó a la comunidad científica a cambiar su enfoque en años posteriores y reconocer la legitimidad de la conducta homosexual, rompiendo así el aislamiento de la lucha por los derechos de los homosexuales. Sobre esta base, la asociación italiana Arci-gay se desarrolló, creciendo de unas pocas sucursales a principios de los años ochenta a su actual red nacional.

¿Nuevas teorías o callejones sin salida?

Mientras que la decadencia de los movimientos en los años ochenta y noventa condujo a una desmovilización y a una retirada de la lucha abierta, en el mundo académico se abre un debate sobre el tema de la identidad de género, que condujo al surgimiento de estudios de género o teoría de género. El término se remonta a 1990. Un año antes, Judith Butler había publicado Gender Trouble (Problemas de Género), que se convirtió en un punto de referencia para el desarrollo posterior de estas ideas.

A pesar de que estas elaboraciones nunca se convirtieron en una teoría general, el punto central es la crítica de la idea de que la identidad de género y la división biológica hombre / mujer existen en la naturaleza, y que ésta es el producto de una sociedad heteronormativa, es decir, una sociedad que, a través de las relaciones de poder, establece como norma la división binaria del sexo, basada en un «discurso» heterosexualizado. Este es el eslabón final de una cadena de pensamiento que comienza con el separatismo feminista (contra la sociedad patriarcal, oponiendo al hombre contra la mujer) a través del separatismo lésbico (la mujer ya no debe ser afirmada por más tiempo porque se define como una mujer sólo en relación con los hombres, por lo tanto, sólo una lesbiana en el sentido político puede rebelarse contra el dominio ideológico masculino) y termina con la teoría de género (cualquier identidad de género es el resultado de la dominación ideológica patriarcal heterosexual, por lo tanto, todas las identidades de género deben ser rechazadas).

Ahora, para aquellos a los que no se les permite expresar libremente su propia identidad de género o su propia orientación sexual, estas teorías pueden aparecer como un rechazo radical de las imposiciones sociales y por lo tanto ser atractivas. El problema es que, tan pronto como uno cava un poco más profundo, resultan ser un callejón sin salida para cualquier persona que realmente trata de cambiar las cosas.

Según Butler, la identidad de género no es natural, sino que se crea «performativamente», es decir, a partir de la repetición de actos determinados por normas socialmente establecidas y «discursos». Es esta identidad artificial que a su vez nos da la idea que en la naturaleza hay dos sexos, macho y hembra. Esta teoría está tomada de Foucault: «Para Foucault*, el cuerpo no está “sexado» en ningún sentido significativo antes de su determinación dentro de un discurso a través del cual se decora con una» idea «de sexo natural o esencial. El cuerpo adquiere significado sólo dentro del discurso en el contexto de las relaciones de poder. La sexualidad es una organización históricamente específica del poder, el discurso, los cuerpos y la afectividad. Como tal, la sexualidad es entendida por Foucault para producir el «sexo» como un concepto artificial que efectivamente extiende y disfraza las relaciones de poder responsables de su génesis».

Así, varones y mujeres, pero también heterosexuales, homosexuales, lesbianas, bisexuales, serían categorías ilusorias como resultado de este mecanismo, porque, dado que los sexos biológicos no existen, las orientaciones sexuales tampoco existen.

Este es un ejemplo clásico de cómo una verdad parcial puede tomarse y desconectarse de la realidad y ser lo mejor de un argumento que no lleva a ninguna parte. Nadie cuestiona el hecho de que la conciencia de una persona está fuertemente influenciada por el contexto social en el que se desarrolla. Sin embargo, partiendo de esta premisa correcta, ¿cuál es el punto de negar la existencia del sexo masculino y femenino, con todas sus diferencias anatómicas y biológicas? Esto tiene cierta importancia si nos movemos, por ejemplo, desde el mundo de las hipótesis académicas a las terapias médicas, o al embarazo y la lactancia materna.

Además, incluso si afirmo que mi conciencia -y por lo tanto la forma en que percibo mi propia identidad de género- está determinada por las condiciones sociales en las que vivo, ¿la hace menos real? No, ello refleja mis condiciones reales de existencia, tanto naturales como sociales, y evolucionará con la evolución de la sociedad. Pero, sobre todo, en vista de esta teoría, ¿cómo puedo luchar por la liberación sexual? En pocas palabras, no puedo. Para citar a Butler de nuevo: «Por lo tanto, el poder no puede ser ni retirado ni rechazado, sino sólo redistribuido. De hecho, en mi opinión, el enfoque normativo para la práctica gay y lesbiana debe estar en la redistribución subversiva y paródica del poder, más que en la fantasía imposible de su trascendencia a gran escala «.

Es decir, lo mejor que podemos lograr es una parodia creativa, una caricatura de las identidades de género, para demostrar que no son entidades naturales sino, de hecho, un producto. Haciendo esto, mostramos que el género no existe y existe la posibilidad de «proliferar configuraciones de género fuera de los marcos restrictivos de la dominación masculinista y la heterosexualidad obligatoria». Mucho ruido y pocas nueces: puedo ver la opresión de género, pero como he abandonado un análisis de clase de la sociedad, ya no puedo identificar la raíz de esta opresión. Por lo tanto, elevo la opresión, o un aspecto particular de la opresión, el poder heterosexualizador, a una entidad metafísica de la que todo depende, sin embargo, no tengo la menor idea de cómo derrocarla. Como resultado, la única forma de subversión que he logrado es caer en un subjetivismo en el que niego la realidad y sostengo que todo el mundo puede inventar su propia realidad, sin cambiar nada en absoluto fuera de mi propia conciencia.

No es de extrañar que la clase dominante no teme estas teorías e incluso puede alentarlas. Al mismo tiempo, es evidente que estas mismas teorías tienen poco o nada concreto que ofrecer fuera de un círculo de debate académico. Los millones que tienen la urgente necesidad de luchar por sus propios derechos en el mundo real harían mejor armarse con teorías y formas de lucha más agudas.

Aquí vale la pena mirar brevemente la idea de interseccionalidad, que últimamente se ha vuelto muy popular entre algunas capas del movimiento. Significa más o menos que en la sociedad existen muchas formas de opresión -basadas en género, raza, clase, orientación sexual, etc.- que se entrelazan y traslapan transversalmente, de ahí la transversalidad de los movimientos y la posibilidad de reunirlos en coaliciones.

La misma Butler destaca el hecho de que la necesidad de debilitar la categoría universal de «mujer» surge de «las críticas de las mujeres que afirman que la categoría de» mujeres » es normativa y excluyente y se invoca con las dimensiones no marcadas del privilegio de clases y raciales intactas.» ¡Correcto! De hecho, la opresión de género no es la misma para la mujer obrera y la mujer burguesa, y la lucha por la liberación de la mujer, cuando cuestiona los privilegios de la clase dominante, conduce a una división en líneas de clase, rompiendo con las mujeres burguesas, porque tienen que defender sus privilegios materiales de clase, incluso quedando subordinados a sus maridos (burgueses) dentro del hogar.

Vemos lo mismo en el movimiento LGBT+ cuando entramos en el ámbito de las luchas económicas -para la vivienda, los empleos, la asistencia sanitaria, etc.- que es lo que hace que los derechos civiles sean concretos. Esto simplemente nos dice que la contradicción fundamental de la sociedad, la contradicción de clase es lo que determina el marco dentro del cual luchamos y que sólo avanzando la lucha de clases hasta el derrocamiento del capitalismo podemos ofrecer una perspectiva de victoria a los movimientos que luchan contra las muchas formas de opresión presentes dentro de la sociedad de clases.

Si abandonamos la idea de que la lucha de clases es central en todo, ¿qué nos queda? Tenemos un esfuerzo constante e incompleto para construir coaliciones entre diferentes movimientos (LGBT+, antirracistas, verdes, etc.), de composiciones y balances variables, dependiendo de cuál de ellas es la más fuerte en un momento dado. En la perspectiva posmoderna, este enfoque va tan lejos al punto de redefinir la identidad misma de los participantes: «Una coalición abierta, entonces, afirmará identidades que se instituyen y renuncian alternativamente de acuerdo con los propósitos en cuestión; será una asamblea abierta que permita múltiples convergencias y divergencias sin obedecer a un último objetivo normativo de cierre de definición.» Así, ¡mi identidad cambia en cada ocasión, según la composición de una reunión o lo que se decida! No es de extrañar que la gente esté confundida por todo esto …

No es de extrañar que estas teorías ganaran terreno durante un período de calma en la lucha de clases, cuando estaba ausente el punto de referencia principal -la clase obrera- y no podía ofrecer una posibilidad real de derrocar al capitalismo y con él todas las formas de opresión que crea o perpetua. El ascenso de la lucha de clases, como siempre, también tiene un impacto clarificador en la esfera ideológica, y las próximas oleadas de lucha no serán diferentes.

Los derechos civiles durante la crisis del capitalismo

Pero no podemos albergar ninguna ilusión ni un enfoque ambiguo sobre la base de estos decretos superficiales. Estos gobiernos «liberales» y los sectores «ilustrados» de la burguesía son las mismas personas que apoyan dictaduras en varias partes del mundo donde los gays y las lesbianas son ahorcados o decapitados. Por lo tanto, vemos cómo el gobierno de EE.UU. suministra armas a Arabia Saudita, tanto bajo Demócratas como Republicanos. Lo mismo sucede con todas las grandes potencias europeas que, al mismo tiempo que legalizan el matrimonio homosexual, apoyan al régimen de Al-Sisi en Egipto, que además de todas las detenciones, asesinatos y torturas de opositores políticos, ha lanzado una dura represión contra los gays. Esta hipocresía puede ser utilizada con fines reaccionarios y la defensa de los derechos de las personas LGBT+ puede convertirse en un pretexto para apoyar las políticas imperialistas. Este es claramente el caso cuando se nos dice que Israel es el país en Oriente Medio con la legislación más avanzada sobre los derechos LGBT+. ¿Esto autoriza a Israel a masacrar, bombardear e imponer embargos a los palestinos, cuyas administraciones están menos preocupadas por la legislación sobre los derechos civiles? En los Países Bajos, el gobierno utiliza la defensa de los derechos LGBT+ para limitar la llamada inmigración «homofóbica», incluso con exámenes de ingreso en las embajadas holandesas en todo el mundo. Si perdemos de vista el panorama general, y sobre todo si abandonamos la perspectiva de clase, podemos caer muy rápidamente en el campo de la reacción, como han hecho algunos grupos de derechos LGBT+, más preocupados por ganar posiciones de poder y más que dispuestos a hacer la vista gorda a lo que están haciendo sus gobiernos.

Desde el punto de vista burgués, otorgar concesiones sobre los derechos civiles tiene un objetivo tanto económico como político. Económicamente, las personas LGBT+ son simplemente vistas como un mercado, por lo que un perfil de empresa amistosa con los gays puede atraer a los clientes. IKEA** no tiene ningún problema en poner fotos de parejas de hombres en sus catálogos, siempre que tengan el dinero para comprar sus cocinas. De la misma manera, no tiene ningún problema incluyendo a los padres divorciados en su publicidad, siempre que tengan el dinero para comprar exactamente los mismos muebles para dos dormitorios para el niño, por lo que pueden ser exactamente los mismos en ambos hogares. Las personas gays desempleadas, por otro lado, deben vivir con el hecho de que no existen en lo que se refiere al mundo de la publicidad, así como los heterosexuales desempleados no existen en ese mundo.

En el frente político, una sección de la clase dominante está tratando de desactivar un campo de posible conflicto social, teniendo en cuenta lo que puede ser absorbido en el sistema, buscando el apoyo de los líderes moderados del movimiento LGBT+ mientras que al mismo tiempo promueve políticas de austeridad draconianas, xenófobas, anti-obreras, y cortes en servicios claves.

Así, vemos cómo, frente a una crisis de la familia y por la misma presión desde abajo, un ala de la clase dominante ha aceptado el reconocimiento legal de las parejas homosexuales, y al mismo tiempo presiona a los homosexuales para que regresen al papel fundamental de la familia en la sociedad capitalista, como punto de apoyo a la visión ideológica de la burguesía. De ahí que tengamos la promoción del matrimonio gay, siempre que se adapte al modelo de la familia monógama. Esto conduce, en algunos casos, a una réplica de los roles de género masculino / femenino dentro de las parejas homosexuales, incluyendo la división de tareas domésticas y todos los valores burgueses «tradicionales».

¿Significa esto que creemos que la cuestión de los derechos civiles no es importante? ¡Absolutamente no! Luchamos por el pleno reconocimiento y aplicación de los derechos civiles, es decir, la plena paridad de los derechos de la familia y de los individuos, independientemente del sexo o la orientación sexual. Esto incluye el derecho a la igualdad matrimonial y los derechos iguales de adopción para todos, incluyendo personas solteras. Sin embargo, no debemos perder de vista el cuadro general y no debemos olvidar de qué lado de la barricada estamos en la lucha de clases.

Es por eso que, entre los derechos que defendemos no incluimos la legalización de la suplencia (maternidad de alquiler) porque bajo el capitalismo implica necesariamente la creación de un mercado de mujeres que por necesidad económica venden sus cuerpos y tienen experiencias altamente traumáticas como pasar por un embarazo y luego el retiro del recién nacido, con todas las consecuencias físicas y psicológicas que esto implica. No dudamos de que haya casos en que esto se haga voluntariamente, como un «regalo», pero la realidad social predominante es muy diferente de esto, y no podemos aceptarla. También debemos destacar el hecho de que el deseo de tener una descendencia biológica o la idea del apego emocional a un niño que está necesariamente ligado a la paternidad biológica ha sido resonado por la necesidad de transmitir la propiedad a través de la familia monógama que no existía antes el auge de la propiedad privada:

«Ustedes gente blanca -le dijo un nativo a un misionero-, sólo aman a sus propios hijos. Nosotros amamos a los hijos del clan. Ellos pertenecen a toda la gente y nosotros nos preocupamos por ellos. Ellos son hueso de nuestro hueso, y carne de nuestra carne. Todos somos padre y madre de ellos. Los blancos son salvajes; no aman a sus hijos. Si los niños quedan huérfanos, se le tiene que pagar a la gente para cuidar de ellos. No conocemos nada de esas ideas tan bárbaras.”

Revolución y liberación

Luchamos por el reconocimiento de todos los derechos civiles, y les damos la bienvenida con entusiasmo cuando se les concede, incluso bajo el capitalismo. Pero también debemos recordar que en cualquier momento la agudización de la lucha de clases puede empujar a la clase dominante a optar por un enfoque más reaccionario y, por lo tanto, recuperar lo que han concedido anteriormente. Recordemos que los Clintons condujeron a los Trumps, los Macrons a los Le Pen, a menos que sean detenidos a través de la lucha de clases. Ninguna conquista está garantizada a que prevalezca mientras permanezcamos dentro del sistema capitalista.

¿Cuándo y dónde se han concedido estos derechos?, ¿Es el objetivo que los homosexuales y los heterosexuales sean igualmente explotados? ¿Qué puedo hacer con los derechos civiles si no me garantizan una casa o un trabajo, si el sistema de salud está en un estado de colapso y no tengo el dinero para la atención médica para mí y mis seres queridos?, ¿O si no tengo un permiso de residencia? ¿De qué sirve el derecho al matrimonio gay si tengo que dedicar todo mi tiempo y energía a un trabajo y terminar exhausto cuando regrese a casa?

Una vez que nos adentramos en los problemas de la vida cotidiana, una división de clases se abre dentro del movimiento LGBT+, porque la vida cotidiana varía mucho dependiendo de la clase a la que se pertenezca. Lo vimos claramente en Italia durante las movilizaciones de 2016 en apoyo a las uniones civiles, donde la base de masas del movimiento, formada mayoritariamente por jóvenes, trabajadores temporales y estudiantes, era mucho más radical que la dirección (incluido el Arci-gay ), que consideró que las movilizaciones no eran más que un medio para obtener apoyo para la nueva ley y, posiblemente, presionar un poco al ala derecha del grupo parlamentario del Partido Democrático. Lo que luego vimos fue el abandono de parte del PD de la propuesta para la  adopción de hijastros y la limitación del alcance de la reforma. La dirección del movimiento aceptó este compromiso, pero la base exigió un relanzamiento de las protestas.

Esta división entre la dirección del movimiento y la masa de manifestantes fue claramente visible para nosotros cuando intervinimos en el movimiento, llamando a una generalización de la lucha contra el gobierno del PD para incluir la lucha por el empleo, la vivienda y el bienestar. La mayoría de los manifestantes tomaron con entusiasmo nuestras consignas, mientras que la dirección-a veces la el mismo PD, que organizaba reuniones para demostrar cuánto se preocupaba por los derechos civiles- miró a su alrededor avergonzado, llamando a la gente a no exagerar. No podemos delegar la tarea de dirigir la lucha por nuestros derechos a estas personas.

Vimos plazas llenas de gente donde no sólo las personas LGBT+ demandaban derechos civiles completos para todos, sino también muchos heterosexuales, y también vimos cómo la lucha por los derechos civiles se relacionaba inmediatamente con la lucha por la vivienda, el empleo y la atención sanitaria. Esa unidad es lo que puede conducir a la victoria. Lo que se requiere es que el movimiento LGBT+ se desarrolle a lo largo de líneas de clase, plenamente integrado en el movimiento obrero y que el movimiento obrero adopte un programa revolucionario.

Necesitamos derrocar al capitalismo, liberarnos de la clase dominante, hacernos cargo de los recursos productivos y la riqueza, y usarlos de manera planificada y armoniosa, no para los beneficios de unos pocos, pero para las necesidades colectivas de la sociedad. El trabajo doméstico debe ser socializado y el cuidado y la educación de los niños deben ser de una calidad excepcionalmente alta. Todo el mundo debe tener derecho a un hogar y las horas de trabajo deben reducirse para que todos tengan el tiempo y la energía para participar en el funcionamiento de la sociedad y disfrutar de la vida al máximo.

Sobre esta base material, podremos romper con la moral hipócrita perpetuada por la burguesía cuando se trata de la estructura de la familia, la identidad de género y la orientación sexual. Podremos arrojar al cubo de la basura de la historia al patriarcado y la homofobia, y seremos libres para vivir nuestras vidas como deseamos. Todo el mundo será capaz de expresar libremente sus propios sentimientos sexuales y emocionales. Decidir cómo se hará esto, en qué formas y qué relaciones familiares tendrá la sociedad, es una tarea que pertenece a las generaciones futuras. Nuestra tarea es sentar las bases para ese futuro.

Septiembre 2017 [Un artículo de Alessio Marconi, publicado por primera vez en la revista teórica italiana Falce Martello]


* Michel Foucault, nacido como Paul-Michel Foucault (Poitiers, Francia, 15 de octubre de 1926-París, 25 de junio de 1984) Foucault es conocido principalmente por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, la medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana. Sus análisis sobre el poder y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso han sido ampliamente debatidos. En los años sesenta, Foucault estuvo asociado al estructuralismo, un movimiento del que se distanció más adelante, aunque haya usado de un modo personal los métodos de dicho enfoque: Las palabras y las cosas puede entenderse como una crítica a la pretensión sígnica, dejando de lado su interés por las condiciones de modificación histórica del sentido. En ulteriores trabajos y cursos desarrolló conceptos como biopoder y biopolítica,​ de especial relevancia en la obra de pensadores políticos contemporáneos como Antonio Negri,​ Michael Hardt,​ Giorgio Agamben y Roberto Esposito.

** IKEA es una corporación multinacional fundada en la provincia de Småland (Suecia) en 1943 por Ingvar Kamprad y con sede en Suecia dedicada a la fabricación y venta minorista de muebles, objetos para el hogar y otros objetos de decoración de diseño contemporáneo.