LAS TAREAS DE LA IZQUIERDA Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN PARTIDO REVOLUCIONARIO DE MASAS

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Con esta quinta y última parte cerramos el Documento de Perspectivas para Argentina, abordando el análisis de la situación de la izquierda, sus logros y deficiencias, algunas propuestas para superarlas y cómo ayudar al desarrollo del movimiento. También se analiza las posibilidades de construcción de un partido revolucionario de masas en Argentina.

Perspectivas para Argentina 2006 * Parte V

6. LA IZQUIERDA Y EL FRENTE ÚNICO

La situación de la izquierda

En el último año, se profundizó el debilitamiento de la izquierda. Sus malos resultados electorales no hicieron sino confirmar esta situación. Como ya advertimos, el fracaso en la formación de un frente único para las elecciones de octubre iba a tener resultados desmoralizadores en sus bases y periferia, que cada vez miran a la izquierda con mayor escepticismo y desconfianza.

Tratándose de pequeñas agrupaciones políticas con escasa inserción en la clase obrera, y sin diferencias sustanciales en el programa, era una locura presentar 4 ó 5 listas de izquierda enfrentadas, particularmente cuando la situación política estaba muy polarizada entre Kirchner y sus adversarios de derecha. Pero como también explicamos, el fracaso en la formación de un frente único electoral no fue más que la expresión de la incapacidad de los diferentes grupos para articular un frente único real en la lucha de clases cotidiana: en los frentes sindical, juvenil, piquetero y barrial.

Nuestra corriente siempre explicó que a los trabajadores no les atraen las organizaciones pequeñas. Por esa razón, la única forma en que pequeños grupos pueden captar la atención y el oído de los trabajadores y la juventud es confluyendo en un frente único, acordando un programa común, con libertad de corrientes y tendencias en su interior, no solamente en el campo electoral sino fundamentalmente en el campo político más general, en el frente sindical, barrial, juvenil, etc.

También explicamos que la experiencia y la práctica de una democracia obrera sana en un frente político común de este tipo podría poner a prueba los programas, las ideas y las tácticas de los diferentes agrupamientos políticos que convivan en su seno, confirmándose unas y rechazándose otras. Si todos están convencidos de la corrección de sus ideas, programa y tácticas nadie debería temer esta experiencia en común, que sería recibida con enorme entusiasmo por cientos de miles de trabajadores y jóvenes en todo el país.

Decíamos que en la perspectiva de forjar un partido socialista revolucionario de la clase obrera argentina con influencia de masas, no existe otra alternativa sino transitar por este camino. La experiencia demostró suficientemente que las luchas sectarias entre pequeños agrupamientos son estériles y alejan a los trabajadores y jóvenes que por primera vez se acercan hacia las ideas del socialismo y de la transformación social.

Nuestra posición no es moralista ni diplomática. No se trata de defender la “unidad por la unidad” en sí misma. Como hemos repetido una y otra vez: lo que conviene a las masas de la clase trabajadora, conviene a la izquierda en la perspectiva de construir una herramienta política de masas para transformar la sociedad. Es evidente que a través de un frente único tenemos más posibilidades de llegar a capas más amplias de la vanguardia y de la clase obrera y la juventud, y que esto ayuda al proceso de toma de conciencia de los trabajadores.

Un balance de las tácticas y las consignas

La crisis de la izquierda merece una reflexión sobre las tácticas y consignas defendidas en los últimos años. Es verdad que la táctica suicida de presentar listas enfrentadas en las diversas citas electorales explica esta situación, pero en modo alguno es la única causa. Hay otros aspectos programáticos y tácticos en los que se debe insistir.

Más allá de nuestras diferencias con una serie de consignas programáticas en el plano nacional que consideramos equivocadas, como la convocatoria de una Asamblea Constituyente como alternativa de poder para los trabajadores (una consigna democráticoburguesa que carece de sentido bajo un régimen de “democracia burguesa” como el que tenemos), o la resistencia de todos estos grupos a levantar un programa auténticamente socialista en las elecciones (en rigor, levantan un programa reformista de izquierda que no incluye demandas socialistas básicas como la nacionalización de los monopolios, la tierra y la banca bajo control obrero y sin indemnización), creemos que no se ha hecho una evaluación seria y honesta de la intervención en los frentes de masas: piquetero, sindical o estudiantil.

Las perspectivas que depositaron en el movimiento piquetero grupos como PO, MST, PC o PCR no se cumplieron y nunca dieron una explicación convincente de esto. El PO fue el más insistente en este punto. Sin embargo, de la noche a la mañana, todas las referencias en su prensa y agitación cotidiana a la ANT o sus perspectivas de una recomposición del movimiento obrero argentino a través del movimiento piquetero, desaparecieron sin ninguna explicación.

Igual que en las elecciones legislativas o provinciales, en el frente sindical no fueron capaces de articular listas conjuntas, más allá de excepciones puntuales, siendo lo común la presentación de listas enfrentadas en las elecciones a cuerpos de delegados, comisiones internas y, en los sindicatos; debilitando al activismo obrero combativo en este frente tan importante. Ahora que se formó un espacio sindical opositor tan amplio e importante como el MIC, los dirigentes de grupos como el PO, el PCR o el PTS mantienen una boicot injustificable al mismo, sólo explicable porque no lo pueden controlar, lo que refleja una concepción burocrática de la lucha de clases.

Incluso allá donde los grupos más relevantes de la izquierda alcanzaron frentes de intervención más amplios, como en elaboración de una lista alternativa en el sindicato docente de la provincia de Buenos Aires (SUTEBA) para las elecciones del 22 de junio, se hizo por arriba, armando listas opositoras con acuerdos entre aparatos pero sin someterlas al criterio democrático de su aprobación por los activistas y delegados docentes de base, que fueron quienes sostuvieron las movilizaciones y el espíritu vivo de las seccionales opositoras.

Sobre las elecciones a los centros de estudiantes en la universidad se puede decir lo mismo. Pese a la conquista histórica de haber sostenido el control de la FUBA en los últimos 4 años, la izquierda fue incapaz de fortalecer de manera decisiva su influencia en el movimiento estudiantil. Pese a controlar muchos centros de estudiantes y la propia FUBA, no fueron capaces de estimular la participación estudiantil en la propia universidad ni en la militancia política, generando un panorama de desinterés –cuando no desdén- de las bases estudiantiles que viven de espaldas a la actuación de la mayoría de las dirigencias de los centros de estudiantes y de la FUBA, que cayeron en muchas ocasiones en manejos burocráticos y “patrimonialistas” de los mismos, como si fueran una prolongación de sus agrupaciones políticas, funcionando sobre la base de acuerdos entre aparatos.

La nueva etapa en la lucha de clases en que hemos ingresado en Argentina y en América Latina, la más favorable de las últimas 3 décadas, no ha tenido correlato con el fortalecimiento de los grupos de izquierda. Si bien experimentaron un cierto crecimiento y desarrollo a raíz del “Argentinazo”, ahora están sufriendo estancamiento, crisis y escisiones. Por supuesto, algunos dirigentes depositan la responsabilidad en la clase obrera “por su bajo nivel de conciencia” o por su “falta de madurez revolucionaria”, escamoteando su responsabilidad por las consecuencias de sus métodos de trabajo falsos y sus análisis equivocados con el objetivo de salvaguardar el “prestigio” de la dirección.

Pero los hechos no admiten discusión. Así, la ruptura de la coalición Izquierda Unida (PC-MST) fue un cambio cualitativo, tras cerca de 10 años de existencia. Qué duda cabe que la mayor responsabilidad en esta ruptura correspondió al PC cuya dirección, en el último año, emprendió un giro oportunista y a la derecha, con la excusa de “ampliar la base del campo popular”. Los dirigentes del PC sostenían en privado que la imagen de IU era demasiado ·”radical” y que eso “asustaba a las masas”. El PC, que durante décadas fue el grupo más fuerte de la izquierda argentina, con decenas de miles de afiliados, ha quedado reducido a un pequeño grupo que cada vez juega un papel menos relevante en la política nacional, pese a disponer de un fuerte aparato financiero. Décadas de política oportunista le han pasado factura, lo que es visto con gran amargura por su base militante. En las elecciones de octubre quedó por detrás de agrupaciones políticas, como el PO y el MST, en número de votos.

En una amplia franja de la izquierda se ha impuesto un proceso de reflexión y autocrítica por la experiencia pasada. Esto culminó en la formación de un espacio de discusión política que adoptó el nombre de “Autoconvocatoria por un reagrupamiento de la izquierda, las fuerzas populares y los luchadores”. Inició su actividad con un acto en la Facultad de Filosofía y Letras con cerca de 300 personas y, más adelante, continuó con la celebración de un Seminario Programático a fines de mayo, con la participación de más de 20 grupos y organizaciones. Es de celebrar que, grupos tan relevantes como el MST, que también sufrió los efectos de la situación de dispersión y fraccionamiento de la izquierda, sea uno de los principales impulsores de esta iniciativa.

Lamentablemente, otro de los grupos relevantes de la izquierda, el PO, pese a su participación inicial en este espacio, no ha hecho sino poner palos en la rueda, obstaculizando toda iniciativa genuina que permita avanzar en la formación de un frente político de la izquierda, si no está hegemonizada por él. Creemos que esto es una mala cosa. Sería bueno que los dirigentes del PO meditaran profundamente sobre la experiencia de los últimos 4 años. Si no lo hacen y no sacan las conclusiones pertinentes sólo profundizarán los errores comunes cometidos por los demás grupos principales de la izquierda, amenazando las posiciones que conquistaron en el pasado, pese al esfuerzo abnegado de su base militante.

Desde la Corriente Socialista El Militante apoyamos cualquier paso adelante que se dé en la formación de un genuino frente político de la izquierda, por lo que saludamos la iniciativa emprendida y le damos calurosamente la bienvenida. Creemos que empuja en la dirección correcta. Es por eso que, pese a que este espacio de “Reagrupamiento” sólo está dando sus primeros pasos, nuestra corriente ha comprometido su participación y su integración en el mismo, y pondremos nuestro mejor empeño para ayudar a hacer realidad la formación de un genuino frente político de la izquierda en nuestro país.

El Frente Único y la construcción del partido

En los últimos años nuestra corriente siempre se destacó en la defensa de una genuina política de Frente Único en la izquierda. Y esta sigue siendo nuestra posición. En esto, como decíamos antes, no hay nada de diplomacia ni de hipocresía. Honestamente, creemos que sería un paso adelante muy importante, en la actual etapa.

Para nosotros, el Frente Único es un medio que puede servir para avanzar en la construcción de un partido marxista de masas políticamente homogéneo, y basado en el centralismo democrático, que esté en condiciones de dirigir a la clase obrera argentina a la toma del poder.

El Frente Único puede ser una gran ayuda para aglutinar en torno suyo a un número mayor de activistas y de sectores de la clase obrera, algo que nunca podrán hacer pequeños grupos aislados, cada uno por su cuenta y enfrentados entre sí. El Frente Único se impone como una necesidad, por la debilidad del factor subjetivo en esta etapa; es decir, por la debilidad o ausencia del partido revolucionario y de su dirección.

Ahora bien, nosotros discrepamos con las posiciones de otras corrientes que hacen del Frente Único de la izquierda un fetiche para solucionar todos los problemas. El frente único es una condición necesaria para ganar influencia en las masas de la clase trabajadora, pero no es suficiente. Se trata, además, de intervenir de manera unitaria con un programa correcto (es decir, un programa de transición al socialismo) y con las tácticas adecuadas en cada momento y situación que tengan por eje el rechazo al sectarismo y una orientación decidida al movimiento de masas, comenzando por los sindicatos, que son las principales organizaciones de masas de la clase obrera. Por supuesto, también se trata de intervenir unitariamente en todas las expresiones donde participa la clase trabajadora y la juventud, como en las experiencias de tomas de fábricas, el movimiento piquetero, el movimiento barrial, el movimiento estudiantil, etc.

Por otro lado, también somos conscientes de que un Frente Único entre grupos de izquierda nunca podrá tener un programa científicamente acabado porque, como todo frente único, supone un acuerdo de mínima entre tendencias diferentes. Habrá un programa común acordado entre todos, pero cada tendencia mantendrá su derecho a defender todos los puntos de su programa dentro y fuera de dicho frente. Así, el Frente Único puede ser válido como una fase transitoria hacia la construcción de un genuino partido revolucionario, pero no puede sustituir a este último en la tarea estratégica de dirigir a la clase obrera en su lucha por la toma del poder.

La razón de esto es, como lo demuestra toda la historia del movimiento obrero, que una organización que se plantee ganar el apoyo de la mayoría de la clase obrera para que ésta esté en condiciones de disputar el poder a la burguesía, debe tener la máxima homogeneidad política en cuanto a programa y táctica. La más mínima ambigüedad en el programa o en la táctica sería fatal en una situación revolucionaria, fomentando la división y la parálisis en la organización en vísperas del momento decisivo (y, probablemente, mucho antes de que lleguemos a los acontecimientos decisivos), por discrepancias o falta de claridad en el programa, las consignas, los métodos y objetivos.

La diferencia fundamental entre los diferentes agrupamiento de la izquierda argentina no es la defensa o no del Frente Único, pese a que algunos no están de acuerdo. La naturaleza de nuestras diferencias y discrepancias tiene un carácter fundamentalmente programático, además de táctico. Y no sólo de carácter general, sino también ante fenómenos particulares de la lucha de clases nacional e internacional, algunos de los cuales hemos descrito y analizado a lo largo de este documento. Creemos que una política equivocada en uno u otro aspecto en el programa, la táctica y las consignas puede hacer naufragar la revolución en Argentina y en otras partes. En la medida que nuestra corriente tenga posiciones diferentes con el resto de las tendencias políticas de la izquierda sobre estos y otros temas, se justifica nuestra existencia independiente como grupo nacional e internacional. Si no, ¿qué lo justificaría, entonces?

Para nosotros, por muy masivo e influyente que pueda llegar a ser un Frente Único (o un partido con libertad de corrientes como el preconizado por grupos como el MST) si no tiene una claridad programática en los aspectos centrales del programa, la táctica, las perspectivas y las consignas, fracasará en el momento decisivo. El problema es que es imposible que un Frente Único (o, para el caso, un partido con libertad de corrientes) pueda alcanzar tal grado de homogeneidad en su programa, táctica y consignas, lo que lo convierte, a largo plazo, en inútil para dirigir una revolución victoriosa, aunque tenga un apoyo importante en las masas, porque en el momento clave se partirá y escindirá ante la magnitud de las discrepancias planteadas. De ahí la necesidad estratégica de construir un partido marxista homogéneo políticamente sobre la base del mayor acuerdo posible en los aspectos mencionados, y libremente aceptado por sus militantes, basado en la concepción del centralismo democrático. Esto es: máxima libertad de discusión y máxima unidad en la acción.

Lo que sí puede permitir la formación de un Frente Único genuino es acercar política y organizativamente a las tendencias y corrientes más afines, sobre la base y la experiencia del trabajo en común, ante la prueba de los acontecimientos, que invalidará las posiciones equivocadas y reivindicará las correctas. Esto sí permitiría dar pasos serios hacia la formación de un partido marxista revolucionario de masas de la clase obrera argentina, a través de un período de acercamiento y fusión entre corrientes y tendencias sobre la base del más amplio acuerdo en el programa, las ideas, las tácticas y los métodos de trabajo que se consideren correctos. Este es el objetivo que nos lleva nuestra corriente a participar y a agitar por la necesidad de un Frente Único de la izquierda.

7. LA PERSPECTIVA DE UN PARTIDO OBRERO DE MASAS

Ahora es más evidente que nunca la crisis histórica del peronismo y la orfandad política de los trabajadores argentinos quienes, mayoritariamente y durante décadas, se habían referenciado políticamente en este movimiento. La aparición del kirchnerismo parece haber resucitado la idea de que el peronismo podría recomponer su crisis y volver a encolumnar disciplinadamente a la clase obrera detrás suyo. Pero esto es un espejismo. El kirchnerismo es la última válvula de seguridad que le quedó a la clase dominante antes de que la crisis capitalista obligue a la clase obrera a buscar una salida de política de independencia de clase. Una vez agotado el kirchnerismo, se abrirán las mejores condiciones en décadas para que la clase obrera argentina emerja como un factor político independiente y se plantee la formación de su propio partido obrero de masas.

El capitalismo empuja constantemente a los trabajadores a la lucha política. Pero esto no es inmediato ni mecánico. La clase obrera pasa por diferentes etapas. El paso de la lucha económica a la lucha política viene regulado por las condiciones particulares de la sociedad. No cabe ninguna duda que actualmente la preocupación de la inmensa mayoría de los trabajadores argentinos está en la lucha económica con poca o escasa preocupación por la política y las luchas “por arriba” de las diferentes camarillas burguesas y, mucho menos, por las luchas sectarias de los pequeños agrupamientos de la izquierda. Pero esto cambiará, particularmente cuando se endurezca la lucha de clases. Incluso acontecimientos internacionales (Bolivia, Venezuela, Medio Oriente, y otros) también empujan cada vez más a los trabajadores a interesarse por la política.

Como ya explicamos, uno de los ejes en que se basó nuestra propaganda en los últimos años fue en la agitación a favor del Frente Único de la Izquierda a nivel electoral y en otros campos de trabajo. Por lo expresado en un apartado anterior, la posibilidad de avanzar a la formación de un frente único de la izquierda aparece, ahora, más probable que otras veces. Con qué características, quienes serán sus partes componentes, con qué programa, todo eso está por verse. Si tal frente se formara, podría encontrar un eco en un sector del activismo obrero que está mostrando un creciente interés por la intervención política, pero que por ahora no encuentra una herramienta organizativa donde expresarse.

En cualquier caso, queremos hacer notar que las únicas organizaciones obreras que tienen una base de masas real son los sindicatos y que por lo tanto, los sindicatos ofrecen un terreno natural para el crecimiento y desarrollo de un Frente de izquierda. Debemos insistir en la importancia de ganar posiciones dirigentes en los sindicatos como la mejor manera de conseguir una autoridad suficiente ante el conjunto de los trabajadores para impulsar y estimular la organización política de la clase obrera argentina, ganando a sus elementos más avanzados para el Frente.

Como ya explicamos la necesidad a corto plazo de dar pasos serios a la formación de un Frente Único no se contradice con la necesidad, a mediano y largo plazo, de construir un partido socialista de masas, sobre la base de la máxima homogeneidad política en cuanto programa y táctica, conseguida no en base a imposiciones o ultimátums de una minoría, sino sobre la base de la voluntad democrática de la mayoría, asumiendo las posiciones políticas, programáticas y tácticas más acertadas.

Independientemente de nuestros deseos esta no es la única posibilidad que se puede dar. El hipotético Frente de izquierda aún no existe. Incluso, aunque se decidiera su formación, todavía resulta incierto predecir en detalle su evolución y desarrollo a medio y largo plazo. Y esto está vinculado a los desarrollos futuros que se pueden dar en el seno de los sindicatos, la CGT y la CTA.

El papel de los sindicatos en la formación de un partido obrero de masas

No existe nada más ajeno al espíritu del marxismo que hacer depender los análisis y perspectivas de categorías morales e idealistas: “esto me gusta”, “esto no me gusta”, “desearía que fuera así” o “de esta manera”, etc. Debemos ser capaces de observar rigurosamente los acontecimientos y las tendencias contradictorias que anidan en ellos para ser capaces de establecer un pronóstico político y adaptar a él nuestras consignas y tácticas para mejor influir e intervenir en los acontecimientos. Por supuesto que esto no nos libera de cometer errores y de corregir nuestras tácticas y consignas en un momento dado, pero la posibilidad de cometer errores no nos exime de la obligación de establecer pronósticos y perspectivas que son indispensables para nuestra orientación e intervención en los acontecimientos.

La historia del movimiento obrero internacional demuestra que no existe un muro de separación entre los sindicatos y los partidos obreros de masas. Frecuentemente, los primeros formaron los segundos (como en Gran Bretaña o Brasil), de la misma manera que en muchos países, los segundos dieron origen a los primeros. De hecho, el propio movimiento peronista se formó a través y por medio de la CGT. La historia también demuestra que la formación de partidos obreros de masas (marxistas o reformistas) coincide con períodos de grandes conmociones sociales y movimientos de masas, como es la actual etapa argentina, con todos sus flujos y reflujos.

En pocos países existe un movimiento sindical que haya jugado un papel tan relevante en los acontecimientos históricos de un país, como en el caso de Argentina. Esto forma parte de las tradiciones del movimiento obrero argentino y debe tenerse muy en cuenta de cara a las perspectivas futuras.

Como planteamos en el presente documento, el débil capitalismo argentino no puede resolver los problemas fundamentales de los trabajadores. La crisis social, producto de la crisis del capitalismo, provocará en un momento dado una ruptura de los dirigentes sindicales con el gobierno de turno, que los obligará a pasar a una situación de semioposición y más tarde de oposición, incluso aunque se trate de un gobierno peronista, como también ocurrió con el “Rodrigazo” en 1975.

A medio plazo, cuando las diferencias entre los partidos y candidatos burgueses cada vez aparecerán más desdibujadas, y las luchas económicas muestren sus límites, el paso a la acción política de los trabajadores y de las dirigencias sindicales será cada vez más irresistible. Esto coincidirá con un proceso paralelo de recomposición en las cúpulas sindicales donde los elementos más degenerados e inertes de la burocracia sindical serán desplazados de los sindicatos principales, provocando un giro a la izquierda en los mismos, tanto en la CGT como en la CTA. Este fenómeno no es nuevo. No olvidemos que el proceso de rupturas internas en la CGT y el surgimiento del “clasismo” (CGT de los Argentinos, SITRAC-SITRAM, Luz y Fuerza y SMATA de Córdoba, Coordinadoras de Gremios en Lucha, etc.) se inició justo en el momento en que la degeneración burocrática de la cúpula de la CGT, bajo Vandor, llegó a su punto culminante, a fines de los años 60.

La posibilidad de que los sindicatos, o al menos un sector de los gremios más importantes, den el paso de formar un partido obrero reformista de masas es una perspectiva que debemos contemplar. Será el resultado, por un lado, del descrédito máximo de los partidos y políticos burgueses, en medio de una aguda crisis política y social, y del paso a la acción política de capas cada vez más amplias de los trabajadores. También pueden influir otros factores, como la necesidad que tendrá este sector de la dirigencia sindical de dotarse de una herramienta política con la que enfrentar las políticas burguesas más reaccionarias en el Parlamento y de anticiparse a los intentos de la clase obrera de buscar salidas más radicales “por izquierda” si no encuentra antes una herramienta política que exprese sus intereses de clase.

¿Qué consecuencias tendría el hecho hipotético de que los sindicatos, o al menos una parte de los gremios más importantes, dieran este paso? Implicaría que decenas de miles de trabajadores, y acaso cientos de miles de trabajadores, hasta entonces apáticos o apartados políticamente, serían despertados a la participación activa en política. Esto, en sí mismo, sería enormemente progresivo, independientemente del programa y el carácter de la dirección. Por la propia crisis aguda del capitalismo argentino, en ese momento sus eventuales dirigentes se verían obligados a utilizar un lenguaje “radical”, reformista de izquierda, lo que atraerá a más trabajadores a la militancia política.

¿Qué posición debería adoptarse llegado ese momento? Lo más correcto sería que el Frente de Izquierda ingresara a dicho partido porque ofrecería un marco más amplio para agitar por las ideas del socialismo y nos pondría en contacto directo con decenas de miles de trabajadores que, intuitivamente, estarán buscando ideas revolucionarias. Debemos entender que si no ganamos a esas decenas o centenas de miles de trabajadores para una política socialista revolucionaria no hay posibilidad de llevar a cabo una revolución socialista victoriosa en la Argentina.

Mientras que la formación y el eventual desarrollo de un Frente Político de la izquierda tiene un carácter hipotético, porque depende de la voluntad subjetiva del activismo político de la izquierda; en cambio, la formación de un partido obrero de masas, a través de los sindicatos, es muy probable porque se desprende de las necesidades de la situación objetiva.

Si en ese momento existiera un Frente político de la izquierda, con un tamaño y una base militante mucho más pequeña comparado con un partido basado en los sindicatos, debería ingresar a este partido, reivindicándose como su “ala izquierda”, para ayudar a desarrollar la conciencia política socialista de sus bases obreras trabajando lealmente para ganar una mayoría decisiva en su seno.

Dentro de este partido, exigiríamos el derecho a plantear nuestros puntos de vista, manteniendo nuestra independencia política y libertad de crítica, con la posibilidad de editar un periódico propio y otros medios de expresión para defender dentro y fuera de este partido nuestro programa, consignas e ideas. Del resultado exitoso de esta experiencia, donde un frente de izquierda ganara un apoyo decisivo en la militancia sobre la base de un programa socialista genuino, podría surgir el partido socialista revolucionario de masas en la Argentina que esté en condiciones de dirigir a la clase obrera hacia la toma del poder.

Debemos comprender, como decía Trotsky, que mientras las perspectivas son una ciencia, la táctica es un arte. No existe un libro de cocina revolucionario que nos dé la receta ideal y nos diga exactamente cómo construir un partido marxista revolucionario de masas.

Como el mismo Trotsky explica: “Cualquier intento de prescribir un curso idéntico para todos los países resultaría fatal. De acuerdo con la situación nacional, con el grado de descomposición de las viejas organizaciones de la clase obrera y, por último, con el estado de sus propias fuerzas en el momento dado, los marxistas (socialistas revolucionarios, internacionalistas bolcheviques-leninistas) pueden constituirse en organización independiente, o bien en fracción de alguno de los viejos partidos o sindicatos. Es claro que, cualquiera sea la época o el lugar, este trabajo fraccional es sólo una etapa en la construcción de los nuevos partidos de la Cuarta Internacional, partidos que pueden surgir, tanto del reagrupamiento de los elementos revolucionarios de las viejas organizaciones, como de las organizaciones independientes. Pero, cualquiera sea el terreno y los métodos de funcionamiento, deben hablar en nombre de principios sin tacha y de consignas revolucionarias claras. No juegan al escondite con la clase obrera; no ocultan sus fines; no sustituyen la lucha principista por la diplomacia y las maniobras. En todo momento, y cualesquiera sean las circunstancias, los marxistas dicen abiertamente la verdad sobre lo que ocurre”. (Carta abierta por la creación de la Cuarta Internacional, Mayo 1935).

Para una organización marxista, lo fundamental es defender las ideas y el programa correcto, y en segundo lugar encontrar una vía hacia las masas. La primera parte depende enteramente de nosotros, pero la segunda nos la imponen las circunstancias.

8. PERSPECTIVAS A LARGO PLAZO

Como decíamos en un apartado anterior, es inevitable el agotamiento del kirchnerismo, dando el paso a un gobierno más de derecha, que preparará un ataque generalizado contra las condiciones de vida de las masas, para intentar superar la crisis.

Sin embargo, la burguesía argentina encontrará a un movimiento obrero más fuerte que al comienzo de la última crisis, recuperado de las derrotas del pasado, y con una nueva camada de luchadores obreros que se habrán fogueado y endurecido en las luchas. Este período coincidirá con un proceso de recomposición en los sindicatos, donde las tendencias y corrientes de izquierda tendrán una base de apoyo importante.

La crisis del capitalismo argentino abrirá una polarización política creciente en la sociedad, con el desarrollo de tendencias reaccionarias y contrarrevolucionarias en el aparato del Estado y entre sectores de la pequeñaburguesía, pero con un corrimiento a la izquierda más vigoroso aún en el seno de la clase obrera y la juventud. Esta situación abrirá un capítulo nuevo en la revolución argentina.

Los ataques de la burguesía serán respondidos con una radicalización política mayor de las masas. Habrá una sucesión de gobiernos burgueses débiles que rápidamente entrarán en crisis, como reflejo de la división entre las diferentes fracciones de la clase dominante y de la aguda crisis social y económica. Este será un período preparatorio para los grandes choques y combates sociales futuros entre la burguesía y la clase obrera.

La cuestión más decisiva será, si llegado ese momento, la clase obrera argentina habrá sido capaz de construir un partido socialista y revolucionario de masas que esté en condiciones de disputar el poder a la burguesía. Si eso fuera así, el triunfo de la revolución socialista estaría garantizado. Pero si no fuera así, la burguesía, incapaz de poner “orden” en la sociedad por medios “democráticos”, preparará las condiciones para intentar infligir una derrota decisiva a la clase obrera por medio de una dictadura policíaco-militar, como en el pasado.

Afortunadamente, esta no es una perspectiva a corto plazo y ni siquiera es la perspectiva más probable. La clase obrera argentina recién comienza a estirar sus músculos. Está muy lejos de sentirse agotada o vencida. No sufrió ninguna derrota decisiva.

El hecho de que la revolución venezolana haya tenido el mérito de haber puesto de nuevo sobre la mesa el debate sobre el socialismo, está teniendo un impacto que va más allá de sus fronteras, como en el pasado ocurrió con la revolución rusa o con la revolución cubana, ayudando a desarrollar la conciencia política de las masas en todo el subcontinente.

Pero la necesidad del socialismo se desprende aún más claramente de la propia realidad nacional. A los trabajadores argentinos cada vez les quedarán más claros los vínculos de acero que unen a la burguesía nacional y al imperialismo. Comprenderán que el enemigo no está sólo en las multinacionales extranjeras que lucran con el saqueo de los recursos del país, sino también en casa. Que para ser dueños de su destino deberán arrancar de las manos de la burguesía nacional su dominio sobre la sociedad, recuperando para el pueblo trabajador toda la riqueza del país, expropiando a los grandes banqueros, industriales y terratenientes, argentinos y extranjeros. La clase obrera argentina no se detendrá ahí. Inscribirá en la bandera de la revolución argentina la lucha por la Federación Socialista de América Latina, para unir los pueblos del subcontinente en una lucha común contra el imperialismo y el capitalismo, cuyo triunfo dará un impulso colosal a la revolución socialista en todo el mundo.

Buenos Aires, 15 de junio del 2006

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