La purga de Putin

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El martes pasado y por sorpresa, en un discurso televisado y sólo tres semanas antes de las elecciones presidenciales, Putin anunció la destitución de su gobierno. En un discurso conciso dijo que su decisión estaba “dictada por un deseo de demostrarcómo será su política después del 14 de marzo”. Además añadió que “considera correcto en este momento no tener que esperar a que termine la campaña electoral”.

Rusia

El martes pasado y por sorpresa, en un discurso televisado y sólo tres semanas antes de las elecciones presidenciales, Putin anunció la destitución de su gobierno. En un discurso conciso dijo que su decisión estaba “dictada por un deseo de demostrar cómo será su política después del 14 de marzo”. Además añadió que “considera correcto en este momento no tener que esperar a que termine la campaña electoral”.

El presidente puede destituir a su gobierno en cualquier momento y sin dar ningún tipo de razón. Pero si el primer ministro dimite entonces debe también dimitir todo el gobierno. Sin embargo, parece que no está claro porqué ha actuado de esta forma y en este preciso momento. Según la constitución Putin debería elegir un nuevo gobierno después de las elecciones. Sin embargo, esta acción de Putin ha sorprendido a todos. Igor Bunin, director del Centro de Tecnología Política, le dijo al periodista Fred Weir en Moscú: “Es un acontecimiento extraño y repentino. No hay explicaciones inmediatas”.

Algunos observadores lo han comparado con las acciones de una monarquía feudal que destituye por capricho a sus vasallos. La verdad es que no hay una razón coherente. Probablemente el movimiento iba dirigido contra el primer ministro, Mijail Kasyanov, una persona nombrada por el anterior presidente Boris Yeltsin y que con frecuencia se ha enfrentado a Putin, sobre todo con relación a la política del Kremlin hacia las grandes empresas, incluido el arresto del magnate petrolero Mijail Jodorkovsky.

La supuesta democracia que hoy existe en Rusia es una farsa. Todo el poder está concentrado en la camarilla del Kremlin. Naturalmente el hombre fuerte es Putin, que trata al gobierno, al estado y los medios de comunicación como si fueran propiedad personal suya. En realidad, es un régimen bonapartista semi parlamentario. Putin se balancea entre las clases, primero asesta golpes contra la clase obrera, después contra la oligarquía y ahora contra la burocracia. Pero en todo momento el poder está concentrado en sus manos.

Incluso antes del anuncio de Putin, la candidata liberal, Irina Jakamada ¾ uno de los seis contrincantes de Putin ¾ amenazó con retirarse de la carrera presidencial, dijo que la negativa del presidente a debatir, el uso masivo de la televisión pública y otros “recursos administrativos” convertían en irrelevante el voto de la población. Según Jakamada: “Las elecciones presidenciales cada vez parecen más ilegales y falsas. La competencia de ideas y alternativas se está convirtiendo en algo imposible”.

También Vitaly Naumkin, director del Centro para Estudios Políticos e Internacionales de Moscú, dijo que: “las elecciones son una farsa. Cada vez parece más la carrera de un solo caballo, ¿si no existe ninguna alternativa teórica entonces para qué sirven estas elecciones”. (Christian Science Monitor, 25/2/2004).

Por el momento la posición de Putin parece estar segura. El resultado de las elecciones presidenciales ya se conoce por anticipado. Putin podría ganar con el 80% de los votos, según una encuesta realizada entre el 13 y el 16 de febrero por el Centro para el Estudio de la Opinión Pública. La encuesta se ha hecho entre 1.600 personas y en 100 ciudades con un margen de error del 3,4%.

La única amenaza aparente para la reelección de Putin es el peligro de que vayan a votar menos del 50% de los votantes, que según la ley rusa esto invalidaría las elecciones. Según el organismo antes mencionado, un 15% de los votantes dijeron que no iban a votar y otro 9% no sabía. Por esa razón, la acción de Putin sugiere que podría tener la intención de dar algo de vida a una campaña completamente muerta, en todo el proceso electoral lo que prevalece es el cinismo y el aburrimiento. La apatía que demuestra la encuesta no es sorprendente. La población mantiene una actitud cínica ante la política porque no ven una diferencia fundamental entre los principales partidos políticos.

Como dijo el candidato del Partido Comunista (PCFR), Nikolai Jaritonov, “el despido del gobierno es sólo una maniobra para atraer a la población en víspera de las elecciones, es una manipulación cínica del poder”. Pero el propio PCFR ha contribuido a esta apatía al no conseguir presentar una alternativa a Putin. Se ha dedicado a imitar vergonzosamente las políticas nacionalistas y ha aceptado el capitalismo y la economía de mercado. En las últimas elecciones llevaba más magnates en sus listas que cualquier otro partido. Incluso criticó a Putin por sus ataques a la oligarquía rusa. Por eso no nos debería sorprender que consiguiera una estrepitosa derrota. Esto ha provocado una crisis dentro del partido.

El actual movimiento representa otro paso en la consolidación del régimen de poder personal de Putin ¾ un régimen bonapartista ¾ . Las tendencias bonapartistas nacen cuando la lucha de clases alcanza un punto muerto. El movimiento hacia el capitalismo en Rusia de la última década ha sido muy tenso. La caída de la Unión Soviética en 1991 abrió un período tormentoso donde la naciente burguesía luchó con la burocracia para conseguir el poder del estado. Esta lucha por el poder a veces asumió un carácter sangriento, como ocurrió hace diez años con el asalto a la Casa Blanca (parlamento ruso). El resultado fue un repulsivo régimen híbrido que combina todas las peores características del capitalismo con las peores del viejo régimen burocrático estalinista. El principal perdedor fue la clase obrera.

La que ha determinado todo es la inercia temporal de la clase obrera. La lucha por el poder se ha reducido a la lucha entre la naciente burguesía y la burocracia, con la clase obrera como mera observadora. El resultado es que la política en Rusia se ha reducido a la lucha de diferentes camarillas por el control del estado, que es la fuente de poder, riqueza, influencias y protección. Esta lucha no se ha producido a cielo abierto sino en los oscuros rincones del Kremlin, donde las camarillas rivales de empresarios luchan por el poder y posiciones, como hurones por un saco.

Es imposible conocer todas estas intrigas y maniobras que nos recuerdan a la política de la época de Maquiavelo. En estas condiciones incluso los factores personales como los celos y la ambición pueden jugar un papel desproporcionado. Lo más probable es que Putin decidiera demostrar quién es el que manda y que ya no necesita a la “familia” (el anterior círculo íntimo de Yeltsin). Es sólo otra expresión de las luchas de camarilla entre grupos y personalidades rivales que caracterizan la actual política rusa.

Realmente es la continuación de lo anterior. Boris Yeltsin de manera regular destituía gobiernos y primeros ministros. Destituyó al gobierno ruso encabezado por Viktor Chermonyrdin el 22 de marzo de 1998 y nombró como viceprimer ministro a Sergei Kiriyenko, que a su vez asumía las funciones de primer ministro. La Duma del estado no nombró a Kiriyenko jefe del gobierno hasta el tercer intento. Se mantuvo en el gobierno hasta agosto de 1998.

Después el presidente anunció la destitución del gobierno de Kiriyenko el 23 de agosto de 1998 y nombró primer ministro a Chernomyrdin. Pero la Duma del estado rechazó su candidatura en dos ocasiones. Yeltsin firmó un decreto en el que nombraba primer ministro a Yevgeniy Primakov el 11 de septiembre de ese mismo año, después de que su candidatura se estrellara con la cámara baja. Primakov encabezó el gobierno durante nueve meses.

El presidente disolvió el gobierno de Primakov el 12 de mayo de 1999 y nombró viceprimer ministro y ministro del interior a Sergei Stepashin, que a su vez actuaba como primer ministro. La mayoría de los diputados aprobaron su candidatura el 1 de mayo y Yeltsin firmó el mismo día un decreto con el nombramiento de Stepashin. Tres meses más tarde, el 9 de agosto, Yeltsin volvió a disolver el gobierno y nombró a Putin primer ministro el 16 de agosto, después de que la Duma aprobara su nombramiento en la primera sesión.

Kasyanov fue nombrado primer ministro por Yeltsin y reconfirmado por Putin hace cuatro años. Está muy próximo a la oligarquía y ha intentado defender a los oligarcas frente a Putin. Después del arresto de Jodorkovsky en octubre, Kasyanov fue lo suficientemente valiente (o loco) para protestar públicamente y advertir de las serias consecuencias económicas que tendría la huida de los inversores extranjeros de Rusia.

A pesar de esto, Jodorkovsky fue enviado a prisión, lugar donde permanece. Su imperio petrolero, Yukos, está siendo desmembrado de a poco. Después del arresto de Jodorkovsky, Putin destituyó a Alexander Voloshin ¾ jefe de personal del Kremlin y adalid de los oligarcas durante la era Yeltsin ¾ . Desde ese momento Kasyanov prácticamente era el único miembro de la “familia” que quedaba en el Kremlin. Ahora llegó su hora.

Los marxistas abordamos la política desde un punto de vista de clase. Lo que necesitamos preguntar no es qué quieren decir las diferentes combinaciones del Kremlin, sino a qué clase representan las diferentes tendencias políticas. Putin pretende mantenerse por encima de las clases, pero en realidad está tan cerca de la oligarquía capitalista rusa como Berezovsky, Jodorkovsky o Kasyanov. En realidad él mismo es uno de los principales oligarcas.

La destitución del gobierno no significa ningún cambio real. Putin ha azuzado el látigo y todos saltan. Aquellos que saltan con suficiente anticipación y alaban al presidente con el servilismo necesario, serán recompensados con un nuevo empleo. Como dice Sergei Markov, director del Instituto de Estudios Políticos Rusos: “Creo que el equipo de reformadores encabezado por German Gref (ministro de economía) mantendrá sus puestos”. Y sin duda es correcto.

Putin nombrará un nuevo gabinete antes de las elecciones presidenciales que se celebran el 14 de marzo. Podemos incluso esperar con confianza que muchos de los ministros destituidos reaparecerán en el nuevo gobierno de Putin. Ya ha puesto al vicepresidente de Kasyanov, Viktor Jristenko, como primer ministro interino. Otros le seguirán.

El objetivo principal era deshacerse del primer ministro y esto se consiguió. Putin quería vengarse personalmente de Kasyanov y no de todo su equipo, pero con la actual constitución tenía la obligación de deshacerse de todo el gabinete. Según Ian Hague, que controla más de 500 millones de dólares en inversiones en Rusia y Europa del Este del Firebird Management LLC de Nueva York: “Kasyanov no era el hombre de Putin. Es posible que el papel de primer ministro se vea reducido y en su lugar tengamos ministros que respondan directamente ante Putin”.

El efecto a corto plazo de estos cambios será reforzar a Putin y su régimen bonapartista. Sin embargo, el “hombre fuerte” tiene los pies de barro. Hay varias razones para el éxito de Putin. La primera razón es sencilla: la ausencia de alternativa. Cuando la economía rusa colapsó en el verano de 1998 estalló una amplia reacción contra el capitalismo y el mercado. Si el PCFR se hubiera puesto al frente en ese momento, el movimiento hacia el capitalismo podría haberse vuelto en su contrario. Pero los dirigentes del PCFR no hicieron tal cosa. Capitularon ante el capitalismo y esto ha dejado a la clase obrera sin una alternativa política.

En segundo lugar Putin ha tenido mucha suerte. El colapso del rublo en 1998 creó las condiciones para una recuperación de la economía rusa. Las importaciones cayeron porque nadie podía comprarlas, eso permitió la recuperación de la industria rusa. Además Rusia se benefició del alto precio del petróleo y el gas natural en los mercados mundiales. Por primera vez desde la caída de la Unión Soviética la economía experimentó una tasa de crecimiento superior al 8%.

Hay síntomas de que este crecimiento está cayendo. La Comisión Económica de la UE ha pronosticado un crecimiento del PBI ruso para este año del 5-6%, inferior al 7,3% del año pasado. Pero conseguir el objetivo de doblar en diez años el PBI necesita una tasa anual de crecimiento muy superior al 7%. Hay factores serios responsables de la ralentización de la tasa de crecimiento. Entre ellos la desaparición de los efectos de la devaluación de 1998.

Pero lo más serio es que Rusia depende más del comercio mundial que en cualquier otro momento del pasado, una caída del precio del petróleo tendría un efecto muy negativo. La alta tasa de crecimiento principalmente es el resultado de unas condiciones externas favorables (particularmente los altos precios del petróleo y el gas). Pero los economistas de la UE ya están pronosticando que el sector petrolero ruso, la principal fuerza motriz de la economía rusa en estos últimos años, experimentará este año un decrecimiento de la producción, del 11% al 3%. Y esto inevitablemente afectará al crecimiento del PBI.

En realidad, el crecimiento de las fuerzas productivas no es algo malo desde el punto de vista de la clase obrera rusa. Ayudará a recuperar la confianza de la clase obrera en su propia fuerza. En determinado momento provocará un resurgimiento de la lucha económica y el estallido de huelgas. Los dirigentes sindicales que han colaborado con Putin se verán sometidos a una presión que los obligará a pasarse a la oposición.

El PCFR, como la única fuerza de “oposición” con base en toda Rusia, también sufrirá la presión para que abandone su política de colaboración de clases y comience a organizar una oposición seria a Putin y la oligarquía. La crisis actual dentro del partido se intensificará, provocando convulsiones y escisiones. En determinado momento los elementos burgueses serán expulsados del partido.

Bajo la presión de la clase obrera, el partido tendrá que girar a la izquierda. Entrarán nuevas capas de trabajadores y jóvenes buscando la bandera del comunismo. Los viejos elementos cansados abandonarán. A diferencia de los dirigentes del PCFR, la base comunista sí quiere cambiar la sociedad. Esto abrirá enormes posibilidades para una tendencia basada en el verdadero marxismo leninismo (trotskismo), los trotskistas comprenden esto y no deben caer en el error del sectarismo y el ultraizquierdismo.

A pesar de la estabilización temporal, el capitalismo ruso sigue siendo una planta frágil. Para consolidarse debe reducir drásticamente el nivel de vida de los trabajadores. Los “reformistas” burgueses están exigiendo más reformas estructurales, es decir, más ataques y recortes. Éstos necesariamente serán muy dolorosos para la mayoría de los rusos. Se abrirá un abismo insalvable entre las clases. Por lo tanto, están madurando las condiciones para una nuevo resurgir de la lucha de clases en Rusia. Putin haría bien en saborear su momento de triunfo, porque éste no durará mucho.

25/2/2004