¿Trotskismo? No. Democratismo pequeñoburgués

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En el colmo de la ignorancia y del cretinismo, los dirigentes “trotskistas” del MST y del PTS, apelan a la autoridad de León Trotsky para cargar contra la Ley de Medios y cuestionar el avance sobre el monopolio del grupo Clarín. Y los del PO se solidafrizan con Lanata.

Ciertamente, como afirman estos compañeros, Trotsky rechazaba incluso hasta la prohibición de la prensa burguesa más reaccionaria, si era ordenada por gobiernos burgueses. La razón no es difícil de entender: mañana, ese mismo gobierno burgués podría utilizar ese precedente y la misma legislación para atacar y prohibir la prensa obrera y socialista.

Pero –preguntamos nosotros– ¿qué tiene que ver esto con la Ley de Medios y su contenido? Respondemos: absolutamente nada. Es cierto que el gobierno kirchnerista no es socialista, pero su base de apoyo es obrera y popular, y tiene enfrente a los sectores decisivos de la burguesía y a la pequeña burguesía reaccionaria, a diferencia de los gobiernos burgueses que combatía Trotsky ¿Quién puede negar esto?

Pero más relevante que lo anterior es que la Ley de Medios no plantea prohibir medio alguno, sino que plantea –sobre el papel– democratizar y ampliar el acceso a la producción y difusión de información, limitando el control monopólico de las grandes empresas privadas, como es el caso del grupo Clarín.

Y ya puestos a mencionar bufonadas, qué decir de la “solidaridad” de la dirección del Partido Obrero –en aras de la libertad de prensa– con el periodista Jorge Lanata, mercenario a sueldo de Clarín, en la provocación que éste organizó en el aeropuerto de Caracas, al día siguiente de las elecciones presidenciales, para ser retenido por la policía y tratar de ensuciar la imagen del presidente recién electo, Hugo Chávez, a quien los dirigentes del PO califican de “bonapartista nacionalista”.

Este típico democratismo pequeñoburgués, que deja a un lado el punto de vista de clase y los intereses de clase que están en juego, siempre termina empujando a estos dirigentes –muy a su pesar– junto al enemigo de clase. Y no es que les falten advertencias.