Introducción

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Este documento es un aporte al debate sobre la Universidad que todos queremos. Es nuestra intención abrir una discusión y un diálogo con todos aquellos que estén comprometidos con la lucha por una Universidad pública, gratuita, laica y científica alservicio de los trabajadores y demás sectores populares. En ese sentido, estaríamos muy agradecidos si nos hicieran llegar sus comentarios, opiniones, propuestas y críticas sobre el contenido del presente documento.

“Pero el conocimiento no se desarrolla entre las cuatro paredes de un laboratorio o una sala de conferencia. De ningún modo. Ha sido una función de la sociedad humana que reflejaba su estructura.” León Trotsky

Las Universidades, públicas y privadas, viven una crisis profunda que recorre el mundo entero y que es expresión concreta de la crisis generalizada que atraviesa el sistema capitalista. Esta crisis es el producto de la contradicción entre el Capital y el Trabajo; es decir, entre la explotación y el enriquecimiento ilimitado de una minoría parásita que ostenta la propiedad del Capital y una mayoría oprimida que se ve obligada a buscar sus fuentes de vida en el Trabajo al servicio de ese Capital. Por lo tanto nadie, en una Universidad, está exento del debate capital-trabajo, nadie está al margen de la lucha de clases y sus consecuencias.
Estudiantes, docentes, administrativos… todos, de un modo u otro dependemos de nuestro Trabajo y aunque algunos estudiantes gozan el privilegio de ser subsidiados por sus padres, incluso su desempeño en las aulas es un Trabajo, no asalariado, pero un trabajo que merece respeto y dignidad como el de todos. Y como tal respeto y dignidad padece calamidades y parasitismos de todo tipo. En eso tenemos también puntos de coincidencia y razones comunes para luchar unidos.
Lo que nos une es el Trabajo, sus problemas y las luchas. No todas las Universidades son iguales ni por sus definiciones ni por sus funciones. Todas deberían dedicarse íntegramente a la investigación, a la docencia, a la divulgación y a la solución científica de los problemas que aquejan a la humanidad, en lo individual y en lo colectivo. Todas deberían forjar científicos con convicciones éticas intransigentes capaces de poner sus conocimientos al servicio de la sociedad en la que viven, poner todo su compromiso y esfuerzo para superar los atrasos y lastres que nos aquejan… es decir la pobreza, las enfermedades, la corrupción, el crimen, la desigualdad y la usurpación de los conocimientos científicos para beneficio comercial de unos cuantos. ¿Qué Universidad necesitamos?… una que no tenga excusas para intervenir en la resolución de los problemas colectivos.
No todas las Universidades son iguales y eso implica muchas cosas, entre otras, desigualdad de convicciones, de intereses, de prácticas y (acaso por todo eso) de libertad de acceso. Para estudiar (o trabajar) en algunas Universidades hay que pagar fortunas inalcanzables para la mayoría. Algunas ofrecen “becas”, totales o parciales, sin ofrecer igualdad de condiciones para el desarrollo intelectual y social. Hay universidades a las que no se puede entrar porque la burguesía ha ideado mecanismos de filtro, tan abrumadores como absurdos e injustos. Violan impunemente el derecho a la educación e ignoran las necesidades mundiales que en materia educativa tenemos todos.

¿Qué es una Universidad?

“La técnica no puede estar enfrentada a la cultura, ya que constituye su principal instrumento. Sin técnica no existe cultura. El desarrollo de la técnica impulsa la cultura. Y la ciencia o la cultura general levantadas sobre la base de la técnica, constituyen, a su vez, una potente ayuda para el desarrollo posterior de la técnica. Nos encontramos ante una interacción dialéctica”. L. Trotsky.

La idea dominante actual sobre lo que debe ser una Universidad está condicionada por la propia crisis del capitalismo y su inestabilidad. Se trata de una agonía sobre la cual la propia burguesía no encuentra salidas en términos positivos para la mayoría de la población. Las investigaciones científicas se venden al mejor postor y ese postor es cada vez más monopólico y cerrado. Consume menos saber porque está íntimamente determinado por la ganancia y no desarrolla lo que la sociedad necesita en su conjunto y de esta manera se trueca en oscurantista. Consume más tecnología -saber aplicado a la producción- pero ambos (saber y tecnología) encorsetados en la propiedad privada volviéndose contra los trabajadores. Las universidades públicas privatizan cada día sus servicios y sus bienes. Se vuelven caras, burocráticas, ineficientes y desactualizadas. Muchos de los que estudian en ellas tienen por horizonte laboral trabajar para esa universidad y casi exclusivamente como trabajo sin sueldo.
No hay científicos ni intelectuales inmunes, aunque muchos se asuman como indiferentes o den por superado todo vínculo con la realidad que los rodea, lo que realmente ocurre es que son portadores de prejuicios comunes al servicio de convicciones políticas más reaccionarias. No existe la “objetividad” ni la “neutralidad” de pensamiento. En muchas Universidades nos tropezamos con pautas que debemos aceptar si se desea ser aceptado en la “comunidad científica” y eso no excluye una buena dosis de parálisis del pensamiento.
Las Universidades deben tener como objetivo la producción de investigaciones científicas, la enseñanza y la divulgación cultural. Abiertas, democráticas, universales y dinámicas. No un “ideal formativo” parcelado y abstracto, de espalda a la sociedad; sí un desarrollo científico comprometido con la transformación social. Sin embargo, el modelo de Universidad dominante insiste en la existencia de investigadores científicos y docentes limitados a un tipo de saber mercenario que sólo sirve al sector poderoso que puede financiar el desarrollo de una ciencia negociable botín de monopolios. Esa idea de “Ciencia”, que suele reinar en infinidad de claustros académicos, aplica el método científico como hecho incuestionable, ciegamente, dogmáticamente, ajeno u opuesto a la dialéctica y a la historia. Se lo presenta como obra de la “objetividad” del avestruz que mete la cabeza en un agujero para creerse liberada de la influencia de la realidad política, económica e ideológica vigente. Esas Universidades promueven su auto prestigio con la falsedad de que sus “conocimientos” sí son verdaderos, indiscutibles y de avanzada. Es esa su táctica para ganar “clientes”, patrocinadores y privatizarse pronto.
Debemos comprender porqué el mundo está como está. Ayudarnos con todos los conocimientos científicos a nuestro alcance, aprovechar el trabajo de muchos universitarios honestos que con su esfuerzo y experiencia han aportado herramientas de análisis y de transformación científica de la realidad.
Una corriente incipiente, nada nueva, recorre las Universidades de todo el mundo. Es una corriente que incluye a profesores, trabajadores no docentes, investigadores y alumnos. Es una corriente que rema esquivando sanciones, despidos, amonestaciones y descalificaciones impuestas por los patrones casi por el “simple hecho” de no ser complaciente, obediente ni indiferente ante las mil y una barbaridades reinantes en muchos “claustros académicos” públicos y privados. Denuncian la aberración de un mundo con Ciencia y Tecnología avanzadas que no sólo no sirven para resolver el hambre de millones de seres humanos sino que la incrementan por ponerse al servicio del Capitalismo. Cada vez son más los universitarios que luchan por liberar a la Ciencia de toda esclavitud al servicio de los monopolios. “A través de su propia experiencia, muchos científicos llegarán a la conclusión de que la única manera de salir del impasse social, económico y cultural es mediante una sociedad basada en la planificación racional, en la cual la ciencia y la tecnología se pongan a disposición de la humanidad, y no de los beneficios privados” (1). A ellos va dedicado este trabajo.

Una mirada histórica

“Mientras la ciencia en su conjunto se mantuvo como una “criada de la teología” solo subrepticiamente podía producir resultados valiosos. Este fue el caso en la Edad Media. Como quedó señalado, fue durante el régimen burgués cuando las ciencias naturales disfrutaron de la posibilidad de un amplio desarrollo. Pero la ciencia social se mantuvo como criada del capitalismo” León Trotsky

La universidad, como espacio institucional, nace junto con el capitalismo de las entrañas mismas del mundo feudal. La universidad, como parte de los instrumentos de dominación del capital, contiene en su seno una profunda contradicción que, lejos de enmudecerla o aniquilarla, le ha permitido desarrollarse de una manera dinámica. La contradicción de la Universidad se repite, se inicia como herramienta capaz de servir a sus fundadores y sostenedores (la iglesia o el capitalismo) y luego se vuelve contra ellos. Creada para celebrar y difundir el pensamiento del poder, termina desencadenando el poder del pensamiento crítico, concebida como instrumento de dominación intelectual, se convierte en parte misma de la lucha de clases. En consecuencia debe visualizarse a la universidad como un escenario de lucha por la producción y apropiación de conocimientos; y como tal, la universidad se encuentra atravesada por los proyectos políticos, económicos y sociales que circulan al interior de la sociedad y de las clases.
La burguesía, que en su etapa naciente poseyó una fuerza revolucionaria extraordinaria, entendió las virtudes de unir cuanta fuerza de conocimientos estuviera a su alcance, para ponerlas al servicio de su desarrollo como sistema económico hegemónico con principios y valores de clase indispensables para el control de la totalidad de la vida social. Esas asociaciones fueron el embrión de las Universidades. Coloquios, encuentros, claustros, simposia… El Capitalismo naciente comprendió la necesidad de las Universidades como motores propulsores que muy pronto comenzaron a generar estudiantes, profesores e instituciones capaces de proveer la sistematización de conocimientos especializados tomados de las ramas más diversas de la producción, incluida claro, la especialidad en generar plusvalía.
Las Universidades nunca fueron inmunes al pensamiento dominante de su época. Las Universidades Medievales enseñaban, por ejemplo, Teología, Derecho, Medicina y Filosofía donde se identificaba, como fuente única o principal de conocimiento y saber a Dios, en su solución católica. En los estertores de la Edad Media, se ensayó un modelo de Universidad que alcanzó a ser un logro significativo para un tiempo impregnado de divinidad y reinos extraterrestres pero que sucumbió con el advenimiento de los Estados Nacionales. A partir del siglo XV la Universidad experimentó transformaciones políticas y en su manera de tratar el conocimiento marcadas por las condiciones sociales y económicas que más tarde dieron por terminada la etapa histórica conocida como Edad Media. “Así, la sociedad medieval, encorsetada por el cristianismo, recogió muchos elementos de la filosofía clásica, pero subordinándolos a las necesidades del régimen feudal y convirtiéndolos en escolástica, esa “criada de la teología”. De manera similar, la sociedad burguesa recibió el cristianismo como parte de la herencia de la Edad Media, pero lo sometió a la Reforma… o a la Contrarreforma. Durante la época burguesa el cristianismo fue barrido en la medida en que lo necesitaba la investigación científica, por lo menos dentro de los límites que requería el desarrollo de las fuerzas productivas” (L. Trotsky).
Para las Universidades modernas el ideario político cristiano resultaba insostenible, incompatible. Había que darle impulso a una nueva concepción de sociedad y a una forma diferente de organizarla y de ahí la trascendencia política de muchas asociaciones de pensadores, dentro y fuera de los espacios universitarios, que aunque se ofrecían como “centros del saber”, “puro” o “neutro”… intervenían políticamente, dentro y fuera de sus labores académicas, para incidir en las polémicas decisivas de su época. El nacimiento del Estado Nacional y la Reforma al mismo tiempo que impulsó cambios a las instituciones universitarias comenzó a producir conocimientos nuevos de los que bebió coyunturalmente bajo modalidades y matices diversos. Lo que una vez pareció estanco inamovible con conocimientos inmutables, comienza a sacudirse bajo el reloj histórico. Nada sería como antes. Fue una primera derrota contra el control hegemónico viejo del conocimiento.
La Revolución francesa dio el golpe de muerte a la universidad medieval. El 5 de septiembre de 1793 se suprimen por Ley todas las universidades para ser reorganizadas con especialidades a la manera de la Escuela Politécnica de París o la Universidad Imperial. Se trata de un modelo estatal que al servicio del Estado, forma, entre otras cosas, cuadros dirigentes. Ese interés facilitó la inversión de presupuestos mayores y muy pronto en las Universidades europeas se revitalizó la enseñanza superior bajo un ideario burgués entonces vital y optimista, que veía en la producción científica un aliado esencial. Se suprime toda forma tradicional y se organiza un modelo científico relacionado al Estado centralista y burocrático. Entran en esa dinámica Universidades como la de Oxford y Cambridge, también, más tarde, se funda la Universidad de Berlín, en 1810, que inicia la nueva era de la Universidad Germánica, como prototipo de la universidad europea.
Nació, más tarde, la idea de la “Educación Liberal” que trató de separar los derroteros de la enseñanza de los mantos burocráticos de los estados porque hacia falta forjar conciencias no sólo encargadas de fortalecer al Estado sino también a los negocios. Así la Universidad vuelve sus ojos hacia una Ciencia con “libertad de comprensión” que hacia 1800 ya entendía la necesidad de acabar con cierto ambiente de relajación heredado del siglo XVIII, y al que le urgía apretar tuercas en la enseñanza de la religión, la lengua, la cultura clásica, las matemáticas y las ciencias físicas. Comenzaron las tendencias hacia la especialización profesional. Los cotos de especialistas. En oposición e esto surgió la tendencia de “Educación Liberal”, como un programa educativo que piensa en un conjunto de conocimientos y con disciplina intelectual, con independencia de su actividad profesional concreta o de su especialización.

“Los sabios liberales -que ya no existen- han pintado por regla general el conjunto de la historia de la Humanidad como una serie lineal y continua de progreso. Era falso. La marcha del progreso no es rectilínea, es una curva rota y zigzagueante. La cultura tan pronto progresa como declina. Hubo cultura en el Asia antigua, hubo cultura en la antigüedad, en Grecia y en Roma, luego la cultura europea comenzó a desarrollarse y ahora la cultura americana nace en el rascacielos. ¿Qué hemos retenido de las culturas del pasado? ¿Qué se ha acumulado como producto del progreso histórico? Procedimientos técnicos, métodos de investigación. El pensamiento científico y técnico avanza no sin interrupción y caídas.” (L. Trotsky)

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1. Alan Woods y Ted Grant: Razón y Revolución http://www.engels.org/

 

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