Esclavos sin grilletes

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trabajo-asalariadoDurante los años ’90, el mundo y en particular los países de América Latina, fueron sede de una aceitada ofensiva neoliberal del capitalismo, imponiéndose la desregulación del mercado, las privatizaciones y en general la pérdida de derechos sociales para la mayoría de la población.

Específicamente en Argentina, en el campo laboral, se promovía la competencia entre trabajadores y los contratos flexibles, sin estabilidad laboral ni cobertura social de ningún tipo, fragmentando y desarticulando el poder de los trabajadores.

En la actualidad, en nuestro país, según los datos brindados por el Ministerio de Trabajo correspondientes al último trimestre del 2013, sobre un total de 9,3 millones de asalariados privados, el 43% trabaja en negro. Lo que representa 4.059.000 de trabajadores, es decir, al menos 4 de cada 10 asalariados del sector privado no está registrado.

Lo más preocupante es que de los 4.059.000 no registrados, más de la mitad son jóvenes menores de 34 años con una alta calificación ya que poseen título secundario, terciario o universitario completo o incompleto. El 40% del total de esos jóvenes también, son jefes de hogar, poniendo en jaque el futuro de estos trabajadores jóvenes y de sus familias, ya que no poseen ningún tipo estabilidad laboral ni cobertura social.

No podemos negar que el gobierno ha tratado de corregir esta situación con la Asignación Universal por Hijo y el Plan Progresar que es un paso hacia adelante en mejorar la situación social en la que se encuentran las familias trabajadoras. Pero esto es un paliativo que no alcanza ya que hay que ir directo hacia el corazón de los generadores de estas condiciones de trabajo, terminando con este mercado donde prima la desregulación de los derechos laborales.

En estos últimos 10 años, no podemos negar que hubo un mejoramiento en la situación de los trabajadores en negro que pasó del 50% en 2003, al 32% a principios de este año y la lucha del gobierno para terminar con estas condiciones laborales.

Las nuevas formas de esclavitud

El trabajo en negro es una variante del tipo de contratación laboral a la cual nos hemos  acostumbrado. Pero esto no queda aquí, hay una variante radical de la precarización del trabajo actual que podemos comparar con el trabajo esclavo de la antigüedad, y que a diferencia de hace algunos siglos, no es necesario el uso de grilletes ni látigos; ya que los trabajadores no tienen otra opción, imperando sobre ellos la “coerción física o moral” en la que deben aceptar tales trabajos. Alguna similitud con la antigüedad puede establecerse en el tráfico de esclavos, antes eran intercambiados por oro o mercancías, y ahora son tentados o engañados por grandes empresas transnacionales a movilizarse a países limítrofes en busca de mejores condiciones laborales que en la de su país natal o son movilizados desde distintas provincias del norte de nuestro país con engaños.

La industria textil es la que más mano de obra esclava utiliza 78%, es decir, unos 500.000 trabajadores se encuentran desprotegidos totalmente en talleres clandestinos, según cifras de la propia industria. Sólo en el Gran Buenos Aires se estima que existen unos 15.000 talleres clandestinos, cada uno de los cuales emplea entre siete y diez costureros; la gran mayoría de ellos inmigrantes bolivianos.

En estos  talleres las jornadas de trabajo oscilan entre 14 y 16 horas al día, seis días a la semana, a cambio de salarios de miseria. Perciben unos $ 2 por tejer una prenda que se venderá en las tiendas de Palermo por $300 (unos 55 euros), o en las ferias informales por unos $100. Además, trabajan en precarias condiciones higiénicas y de seguridad.

En el campo, el 60% de la mano de obra rural es informal, según la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (UATRE). Las condiciones de esclavitud abundan en cultivos que requieren mano de obra intensiva, como el ajo, la vid, la fresa o el sector avícola. Muchas de las víctimas, a menudo son menores de edad, provienen de las provincias del noroeste argentino.

Qué Hacer

Las dos centrales obreras – CGT y CTA – no juegan ningún papel ante este flagelo. Por un lado, atomizan a la clase obrera con la división del movimiento obrero en 5 centrales (entre oficialistas y opositoras); por otro, ninguna ha tomado por fuera de lo discursivo esta reivindicación como primer punto del programa de los trabajadores.

La discusión del paro del 10 A convocado por las centrales opositoras, mostró para quien los quiera ver, la descomposición y bancarrota política de estos dirigentes empresariales, que jugaron de manera objetiva y subjetiva como la Mesa Sindical de la derecha política y del empresariado argentino. Ignoraron este tema que atraviesa a millones y es sentido en el día a día por todos los trabajadores donde prima la pérdida de derechos en sus empleos. Más que nunca como trabajadores debemos organizarnos en cada lugar de trabajo y abogar por más democracia en los gremios y combatir estas direcciones que actúan por intereses personales y mezquinos.

El proyecto de ley que el gobierno nacional presentó en el Senado, intenta combatir esta calamidad que estamos pasando como clase, pero no alcanza. Ya que tan solo con reducir los costos laborales a los empleadores éstos no blanquearan a sus trabajadores y menos aún los sacarán de su estado de flexibilización. Tampoco debemos olvidar que estas pequeñas empresas como también las multinacionales se vieron beneficiadas de esta etapa de crecimiento y continuaron precarizando y explotando a los trabajadores.

La verdadera forma de combatir este fraude laboral es que los trabajadores recuperemos las herramientas que nos permita sindicalizarnos, fomentar la democracia dentro del lugar de trabajo sin sufrir persecución de la patronal. El gobierno también  debería fortalecer a los trabajadores reconociendo a la CTA jurídicamente, estas son herramientas reales para combatir esta situación de explotación.

Dejando de ser simples espectadores de la situación de desamparo que viven nuestros compañeros, debemos luchar a través de la organización tomando esta demanda como una bandera de los trabajadores en blanco junto a los compañeros precarizados. Solidarizándonos con los compañeros que están afectados por estas situaciones de empleo en cada lugar de trabajo y combatiéndolas en conjunto.

La única salida a esta situación será cuando como clase, seamos conscientes del rol que jugamos en la producción de las riquezas en nuestro país y en el mundo. Así como, la necesidad que tenemos como trabajadores de tomar en nuestras manos el control democrático de los resortes fundamentales de lo economía para terminar con la explotación del hombre por el hombre.