Elecciones presidenciales: Ningún voto a los candidatos patronales

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Las elecciones presidenciales de octubre se celebran justo cuando el gobierno de Kirchner está inmerso en la etapa más complicada de su mandato. El ritmo de los acontecimientos habidos en el último año en el país ha sido vertiginoso, y ha mostrado la inestabilidad subyacente que sacude a la sociedad argentina en sus bases fundamentales. Pero más destacado aún es el escaso rédito político que ha sacado la oposición política a Kirchner de esta situación. Nadie duda de la victoria de la candidata oficioficial, Cristina Kirchner, en las presidenciales de octubre. Lo único que está en discusión es la eventualidad de un Ballottage. Las elecciones presidenciales de octubre se celebran justo cuando el gobierno de Kirchner está inmerso en la etapa más complicada de su mandato.

El ritmo de los acontecimientos habidos en el último año en el país ha sido vertiginoso, y ha mostrado la inestabilidad subyacente que sacude a la sociedad argentina en sus bases fundamentales.

La imparable suba de precios, el estado calamitoso del transporte y los cortes energéticos han profundizado el malestar social. Pese al pacto social, las luchas obreras no se han detenido, tanto en el sector público como en el sector privado.

La exacerbación de los casos de violencia y represión, a diferentes niveles, ha sacudido a la sociedad como una descarga eléctrica. Junto con la desaparición de López y el secuestro de Gerez por las mafias fascistas del aparato del Estado, el caso de mayor impacto fue el asesinato del docente Carlos Fuentealba en Neuquén, que provocó un repudio generalizado en la población y propició el primer paro general durante la gestión de Kirchner. En Santa Cruz, la arrogancia y prepotencia de Kirchner y sus funcionarios generaron la protesta social más grande en la historia de la provincia patagónica.

Al gobierno también le pesaron las derrotas de sus candidatos, primero en Misiones, en las elecciones a la Asamblea Constituyente provincial de octubre del 2006, y luego en Capital, donde el candidato de la derecha, Mauricio Macri, obtuvo un triunfo contundente.

Por último, el caso de corrupción de Skanska, con la sobrefacturación de obras públicas con facturas truchas, y donde quedaron implicados algunos funcionarios del gobierno; o los manejos oscuros de plata de la ex-ministra Felisa Miceli, que debió dimitir, y de la Secretaria de Medio Ambiente, Picolotti; también golpearon de lleno al gobierno de Kirchner.

En todos estos acontecimientos el gobierno demostró una incapacidad manifiesta ofreciendo una imagen de vacilación y debilidad ante los hechos que lo acosaban.

Pero más destacado aún fue el escaso rédito político que de todo esto ha sacado la oposición política a Kirchner. Nadie duda de la victoria de la candidata oficial, Cristina Kirchner, en las presidenciales de octubre. Lo único que está en discusión, y cada vez con menor probabilidad, es la eventualidad de un Ballottage.

¿Por qué la derecha está dividida?

Kirchner es un defensor entusiasta del sistema capitalista, pero quiere tener las manos libres para desarrollar determinadas políticas que, aunque incomodan a los empresarios y banqueros, buscan amortiguar las contradicciones sociales para mantener la estabilidad social en niveles aceptables. Por eso, la burguesía siempre desconfió de él y ha tratado de apuntalar la oposición política a su derecha, sin resultados hasta el momento.

Y esto no puede extrañar. Tiene que ver con el carácter de la época y el ambiente social que se respira en el país y el continente. Es difícil que la derecha pueda encontrar un eco de masas defendiendo una política más antiobrera, más proimperialista y más represiva que la del gobierno de Kirchner. Su impotencia propicia la dispersión electoral y las ambiciones políticas de personajes como López Murphy, Lavagna, Sobisch y Alberto Rodríguez Saá. En la provincia de Buenos Aires la oferta de derecha es incluso peor, con un elenco propio de los Locos Adams: Blumberg, Patti, De Narváez,…

Y eso que Kirchner está postulando para gobernadores e intendentes a los viejos caciques y políticos corruptos y arribistas procedentes del PJ y la UCR, como Scioli y los demás.

Por su parte, Elisa Carrió, incapaz de competir por “izquierda” con el gobierno, giró a la derecha para mostrar sus credenciales de confiabilidad a la burguesía. Incorporó a la derechista Patricia Bullrich, y criticó al mejor estilo gorila la revolución venezolana y la política de derechos humanos de Kirchner. Aunque lleva como Vicepresidente al “socialista” de derecha Giustiniani, previamente intentó acordar un frente común con López Murphy, que resultó fallido. Con todo, esta oportunista sin principios ha quedado parcialmente desenmascarada ante sectores honestos de la sociedad que mantenían ilusiones en ella por su imagen “progresista”.

La situación general refuta a quienes sostienen que el triunfo de Macri en Capital reflejó un giro a la derecha de la sociedad. Lo decisivo para la victoria de Macri fue la postulación de dos candidatos que se referenciaban en la “centroizquierda”, dividiendo por la mitad el voto de esta franja del electorado, lo que exageró la fuerza social del macrismo en la Capital y facilitó su victoria posterior en el Ballottage.

La demagogia de Macri, que prometió todo lo imaginable, más la pobre figura y los discursos aburridos de Filmus, hicieron el resto. No obstante, las primeras medidas anunciadas para reducir la enorme deuda de la Capital (suba de impuestos y despidos) y sus políticas reaccionarias en el terreno social y policial, preparan un mandato tormentoso en la ciudad de Buenos Aires.

Justamente, el resultado de las elecciones en Santa Fe y Córdoba, mostró que las masas trabajadoras no están buscando una alternativa en la derecha, sino en políticos que, superficialmente, parecen representar una ruptura con el pasado.

Pese al malestar de las masas trabajadoras, éstas no son indiferentes al resultado de las elecciones de octubre. Los trabajadores no están tirando manteca al techo pero han registrado que bajo el gobierno de Kirchner sus condiciones de vida mejoraron, gracias a sus luchas y a las concesiones otorgadas desde arriba en el marco del crecimiento económico de los últimos años. Y pese a todo, simpatizan más con el discurso de Kirchner que con el de la derecha. Por eso votarán mayoritariamente a Cristina Kirchner. Los trabajadores estarían dispuestos a seguir políticas más radicales si hubiera una fuerza que les ofreciera confianza y garantías de triunfo, para que su voto tuviera una utilidad real. Pero esta fuerza no apareció todavía. La larga cadena de errores, sectarios y oportunistas, de la izquierda en los últimos años tiene que ver bastante con eso.

Ningún voto a los candidatos patronales

Nuestro rechazo frontal a la derecha no nos lleva a caer en la trampa de apostar por el “mal menor” kirchnerista. La política de Kirchner no puede resolver los problemas fundamentales de las masas trabajadoras, por su compromiso con los patrones y el imperialismo. Después de las elecciones se está preparando un nuevo pacto social para imponer un nuevo techo a la suba salarial y el mantenimiento de las condiciones actuales de trabajo. Justamente, esta es la única iniciativa política del gobierno que la derecha no le critica.

Nuestra apuesta estratégica no es construir el mundo “menos malo” posible bajo el capitalismo sino el mejor mundo posible bajo el socialismo.

Por eso, la Corriente Socialista El Militante llama a no votar a ninguno de los candidatos patronales, y acompañamos este llamado con una apelación a la organización y la lucha que es lo que, en última instancia, siempre nos permitió a los trabajadores avanzar por mejores condiciones de vida y de trabajo, y hacia una sociedad justa.

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