El futuro de la izquierda en el marco del frente único

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Los resultados electorales de la izquierda deben abrir necesariamente un debate profundo en el seno de la militancia y en su amplia periferia de seguidores y simpatizantes.

Un debate necesario

Los resultados electorales de la izquierda deben abrir necesariamente un debate profundo en el seno de la militancia y en su amplia periferia de seguidores y simpatizantes.

Es verdad que el campo electoral no es el único, y quizás el menos favorable, para el activismo de izquierda, que se hace notar mejor en la lucha en la calle. Pero qué duda cabe que las elecciones son un examen, si bien distorsionado, que pasa revista al estado de fuerzas de la izquierda y su grado de inserción en el seno de la clase trabajadora.

Dentro del activismo obrero y juvenil existe un sentimiento de impotencia, frustración y escepticismo ante lo que se percibe como la incapacidad de las direcciones de los grupos más relevantes (PO, MST, PC, PTS, y otros) para sacar conclusiones de la experiencia de los últimos años.

Aunque cada uno responsabilizó a los demás por la imposibilidad de articular un frente único electoral, la realidad es que fue el resultado inevitable de la ausencia de un frente único genuino en los principales campos de intervención de la izquierda: sindical, piquetero, juvenil, barrial, etc. Mientras no se den pasos efectivos adelante en este último aspecto siempre se fracasará en el primero.

En el campo sindical todos los grupos mencionados, utilizando la conocida máxima de: “lo que no controlo, lo destruyo”, mantienen un boicot sectario al espacio auspiciado por cientos de activistas obreros antiburocráticos que se están agrupando en lo que se conoce como la Intersindical, el primer intento serio de organizar una corriente sindical de oposición a las direcciones burocráticas de los sindicatos. En el campo piquetero, en lugar de aglutinarse en una organización común con libertad de corrientes y tendencias en su interior, casi todas ellas mantienen su propia organización piquetera, permaneciendo los desocupados divididos y atomizados en organizaciones diferentes, tratando a las demás como adversarias, en un despilfarro enorme de fuerzas y recursos.

Resultados electorales

En conjunto, la izquierda redujo su porcentaje de votos en los dos distritos más importantes del país: Capital y provincia de Buenos Aires, pese a que las cifras demuestran que los votos obtenidos hubieran sido más que suficientes para haber metido dos bancas, una por cada distrito, en el Congreso Nacional, en el caso de haber presentado un frente común.

En el interior del país, en general, la izquierda subió algo con respecto al 2003, pero en porcentajes que nunca alcanzaron el 5% de los votos salvo en Córdoba, Santiago del Estero y Jujuy.

Ni siquiera pudieron rentabilizar el desplome de Zamora en Capital, que perdió más de 140.000 votos, como reflejo de la frivolidad política de este personaje que en los últimos 3 años jugó con las ilusiones de una capa muy importante de trabajadores y capas medias que despertaron a la política al calor del Argentinazo, frustrando sus aspiraciones.

Por supuesto, siempre estará la tentación de culpar a las masas por su bajo nivel de conciencia para escabullir responsabilidades por los resultados, o consolarse con las dos o tres décimas más obtenidas en tal o cual circunscripción, y de esta manera intentar salvaguardar el prestigio de aparato de los dirigentes.

Izquierda Unida

Izquierda Unida se rompió en vísperas de las elecciones, por enfrentamientos de aparato entre las direcciones de sus organizaciones componentes: PC y MST, dejando desorientadas e indignadas a amplios sectores de sus bases y simpatizantes a quienes no se consultó por este hecho. Los dirigentes del PC y del MST sacaron la conclusión de que su perfil era demasiado izquierdista por lo que se lanzaron a buscar desesperadamente figurones políticos sin ninguna base social de apoyo (Alicia Castro, Mario Cafiero, y otros) como un atajo para llegar a las masas. Esta táctica fracasó completamente, como se pudo ver en la provincia de Buenos Aires donde tenían sus máximas aspiraciones. Al final, la falta de principios siempre se paga y ambos grupos perdieron las bancas que mantenían en común en el Congreso Nacional y en la legislatura porteña. La impresión es que el PC profundizará su giro a la derecha. El MST, sumido en profundas divisiones internas, está a punto de escindirse, llevando más amargura y frustración a su base militante.

El Partido Obrero

El PO también tuvo resultados muy discretos, quedando por debajo de otras fuerzas de izquierda en los principales distritos electorales. Mención aparte merecen sus resultados en las provincias de Salta (11%) y Santa Cruz (8%), donde realizó un muy buen desempeño, por lo que debemos felicitar a los compañeros. Esto tiene bastante que ver con las importantes luchas obreras habidas en el último año en ambas provincias y que se expresaron políticamente favoreciendo a la fuerza política local de izquierda más importante, el PO, dada la ausencia de otras fuerzas de izquierda relevantes en esas zonas.

Esto demuestra que con la generalización de frentes comunes en todas partes, los resultados de la izquierda hubieran aumentado sensiblemente. Lejos de esto, los afanes autoproclamatorios y ridículos de los dirigentes del PO definiéndose como “la única izquierda” sólo lo conducirán a un mayor aislamiento y sectarismo, fomentando crisis y divisiones en su seno.

Los desafíos de la izquierda

La experiencia demostró una y otra vez que los trabajadores no entienden de organizaciones pequeñas, y las actuales organizaciones de izquierda lo son comparadas con el tamaño de la clase obrera argentina. Es necesario confluir en un frente político común con libertad de corrientes y tendencias en su interior, para intervenir en todos los campos de la actividad: electoral, sindical, barrial, juvenil, etc. Esto sería recibido con enorme entusiasmo por cientos de miles de trabajadores y jóvenes en todo el país.

En la medida que no hay diferencias programáticas sustanciales, se podría armar fácilmente un programa común de transición al socialismo, que incluyera desde las demandas más básicas por salario, empleo y vivienda, hasta las más generales como la nacionalización de las ramas fundamentales de la economía bajo control obrero.

La experiencia, y la práctica de una democracia obrera sana, pondría a prueba los programas, las ideas y las tácticas de los diferentes agrupamientos que convivieran en su seno.

En la perspectiva de forjar un partido socialista revolucionario de la clase obrera argentina con influencia de masas, creemos que no existe otra alternativa para alcanzar dicho objetivo.

Los militantes y dirigentes de las agrupaciones más relevantes tienen que decidir: o cambiar radicalmente de tácticas y orientarse a una perspectiva de trabajo de frente único, o profundizar su aislamiento sectario para terminar rompiéndose la cabeza en un momento u otro. Esta tarea no puede esperar, y las fuerzas y agrupamientos, mayores o pequeñas, que coincidamos en la necesidad de iniciar esta andadura común debemos poner manos a la obra.