Carta abierta a hij@s de militantes argentinos exiliados

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Somos hijos del exilio. Nacimos o crecimos en otro país a causa del terrorismo de estado impuesto en la Argentina en la década del ´70. Nuestros padres fueron perseguidos políticos y se tuvieron que exiliar porque sus vidas y las nuestras corrían peligro. Desde pequeños sufrimos las consecuencias de la violenta represión que azotó a nuestro país. La Dictadura instauró un Plan sistemático de exterminio para implementar un Modelo económico que perdura hasta nuestros días, dejando un legado de exclusiónusión social, desigualdad e impunidad
Somos hijos del exilio. Nacimos o crecimos en otro país a causa del terrorismo de estado impuesto en la Argentina en la década del ´70. Nuestros padres fueron perseguidos políticos y se tuvieron que exiliar porque sus vidas y las nuestras corrían peligro. Desde pequeños sufrimos las consecuencias de la violenta represión que azotó a nuestro país. La Dictadura instauró un Plan sistemático de exterminio para implementar un Modelo económico que perdura hasta nuestros días, dejando un legado de exclusión social, desigualdad e impunidad.
El exilio viola la integridad humana, coarta violentamente el derecho a vivir y crecer libremente en tu propia tierra. Estás forzado a irte del país, no hay elección. Esa fue la única posibilidad para nuestros padres de seguir con vida y de proteger la nuestra. Sentimos todo esto como una fractura, una ruptura innegable. Te arrancan de tu tierra y debes comenzar en otra parte. El cambio es dramático. Ese sentirse arrancado de lo propio, afecta profundamente al ser, altera su forma de vida y su propio presente. El exilio que nos tocó vivir es una violación a los Derechos Humanos. Una situación traumática y conflictiva que forma parte de nuestras vidas. Sus consecuencias han sido muchas y aún hoy persisten.
De todas las atrocidades cometidas por el Golpe de Estado, como la desaparición de personas, las torturas, los secuestros clandestinos, las persecuciones y la apropiación de niños, el exilio quedó oculto y relegado. Algunos exiliados fuimos volviendo, silenciosamente, de a poco, sin poder hablar de esta dolorosa experiencia. Otros aun siguen en el exterior.
Durante muchos años pedimos justicia por las desapariciones, torturas y castigo a los represores y a sus cómplices. En muchas de nuestras familias también ocurrieron estas atrocidades. Estas violaciones a los Derechos Humanos eran más urgentes para denunciar y repudiar. Así, las consecuencias del exilio quedaron dejadas de lado pero, tantos silencios y omisiones no borraron las heridas.
¡Acá estamos los Hijos del Exilio! Creemos que ya es tiempo de hablar de todo lo que nos pasó y que nos pasa. La dictadura devastó a toda una sociedad y aun hoy seguimos sufriendo sus consecuencias. Todavía no tenemos la dimensión del daño social que provocó en nuestro país. Es por eso que, 30 años después, siguen emergiendo las secuelas de lo siniestro.
Ahora tenemos la edad de nuestros padres cuando el terrorismo de Estado los obligó a irse. Crecimos, estamos acá, queremos contar nuestra versión de lo vivido ¡¡¡No queremos que se repita Nunca Más!!!
La necesidad de reflexionar y procesar lo que sentíamos individualmente, en soledad, hoy se nos presenta colectivamente. Hijos e hijas de exiliados nos empezamos a reunir y hablar de nuestras historias. Nos encontramos con otros que pasaron por la misma experiencia. Al juntarnos, descubrimos por primera vez un espejo en el cual reflejarnos. Durante años nos habíamos sentido un "bicho raro", cargábamos con una marca que nos diferenciaba del resto. Ahora, nos reconocemos en esta diferencia.
La salida en la gran mayoría de los casos, implicó irse con lo puesto, dejar la familia, el trabajo, los compañeros, escaparse sin un destino cierto. Muchos estuvieron en varios países, hasta que encontraron donde quedarse. Siempre añorando volver, mientras pasaban los días, los meses y, finalmente, largos años. Había que acomodarse a otro sitio totalmente ajeno y rearmar una vida cotidiana sin pasado y sin historia.
Para nosotros la vida en el exilio fue criarnos lejos de la tierra donde muchos nacimos, lejos de la tierra de nuestros padres, sin abuelos, tíos, ni primos. En muchos casos, además, tuvimos que aprender otra lengua, cantar otras canciones, cambiar de escuela, tener que explicar porqué estábamos allí. Crecimos teniendo que guardar un secreto. Nuestra historia siempre fue confusa: entre el silencio y el miedo, ya que debíamos callar la razón por la que nos habíamos ido de nuestro país. Convivimos con padres que renegaban de su realidad, no se integraban a los países que nos albergaron. Nosotros los veíamos sufrir su desarraigo. Crecimos añorando una tierra que apenas habíamos conocido. La Argentina se reducía a un par de postales, olores y anécdotas. Al resto de la familia lo conocimos por fotos, casettes, cartas y contactos ocasionales.
El regreso a la Argentina, después de instaurada la democracia, ha sido muy difícil. Fue muy duro tratar de encajar en una sociedad llena de prejuicios e indiferente a la peor pesadilla de nuestra historia. Fue decepcionante adaptarse a una sociedad que no podía, no quería o no sabía contenernos y que, incluso, muchas veces nos acusaba de habernos ido. Llegamos a una Argentina que no nos esperaba.
El exilio de nuestros padres luego se convirtió en el nuestro. Porque cuando ellos "volvieron", nosotros "nos fuimos". Nos fuimos del lugar donde habíamos crecido o nacido, que para ellos era ajeno, pero que para nosotros era el nuestro. Y tuvimos que dejarlo para empezar de nuevo en “su” querida Argentina.
Sentimos la pérdida de nuestro mundo, de nuestros amigos, de nuestro entorno y cotidianeidad. De la noche a la mañana todo lo que nos rodeaba había cambiado, y eso nos golpeo emocionalmente. Esa es nuestra marca, así crecimos y construimos nuestras identidades.
Llegamos a la Argentina como extranjeros. El exilio partió en dos nuestras vidas. Somos argentinos, pero también mexicanos, españoles, venezolanos, nicaragüenses, italianos, ecuatorianos, holandeses, brasileños, israelíes, canadienses, franceses, costarricenses, peruanos, suecos, etc. ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Cuál es nuestro lugar en el mundo? En muchos casos somos apátridas, extranjeros, indocumentados. Tenemos doble o triple nacionalidad, somos argentinos por opción, debimos cambiar el documento.
La doble nacionalidad que albergamos, la argentina y la de los países que nos refugiaron, nos dificulta echar raíces. Algunos de nosotros, después de mucho tiempo, hemos podido aclarar este conflicto fundamental. En diferentes momentos de nuestra vida nos sentimos o decidimos ser argentinos. Otros, aún continuamos buscando un lugar de pertenencia donde construir nuestras vidas, algunos hemos vuelto a los lugares donde vivimos, otros elegimos nuevos rumbos.
Todos transitamos en mayor o en menor medida, la condición de ser el otro, el diferente. Crecimos integrados en los países que nos albergaron, pero con el conocimiento de sabernos diferentes. Y luego, una vez en Argentina, continuamos siendo el otro, nuestras vidas han estado signadas por ello: siempre fuimos el extraño, el apátrida, el que no encajaba.
Somos hijos de una generación arrasada. Hombres y mujeres que trabajaban para construir una Argentina mejor para todos, más justa y solidaria. Y que nos enseñaron valores e ideas donde lo esencial era un proyecto colectivo, que nos incluya a todos, un proyecto de país basado en la justicia, el amor y el respeto por la dignidad humana. Esos ideales han sido la herencia de nuestros padres. El dolor, el desarraigo, la sensación de no pertenencia, el desgarro: esa es la herencia de la dictadura militar.
Sabemos que también hay hijos de exiliados viviendo en diferentes países. Algunos porque no volvieron nunca a la Argentina. Otros porque no tuvieron un lugar en nuestro país, y otros siguen buscando su lugar en el mundo.
También estamos en esta tierra, que de a poco y con mucho esfuerzo, fuimos haciendo nuestra. Nos identificamos en nuestra experiencia pasada y también en quienes somos ahora. A pesar de que quisieron callarnos instaurando el miedo, creemos que un pueblo sin memoria no puede construir un futuro digno. Así, juntos, construiremos el futuro.
Creemos que en grupo podremos concretar nuestros sueños de un país justo, solidario, con libertad y en democracia.
Hoy nos unimos por la identidad, la justicia y la construcción de una memoria colectiva. Necesitamos contar nuestra historia y esperamos que el exilio, se trate como lo que es, un problema de toda la sociedad.
Invitamos a otros hijos e hijas de exiliados y a quienes se sientan parte de estos ideales y quieran participar, que se sumen a nuestra propuesta.

¡EXILIO NUNCA MÁS!

Contacto:
hijosdelexilio@yahoo.com.ar
hdelaplata@yahoo.com.ar