Banderas Rojas en tu Corazón

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indio

Una multitud, conforindiomada por personas de todas las edades, peregrinó hasta el autódromo de Mendoza para ser parte del show pago de mayor convocatoria de la historia Argentina.

 A sus 64 años, el ex cantante de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota calentó las almas de ciento treinta mil seguidores, brindando un combinado repertorio zigzagueado entre temas de su etapa solista y antiguos himnos ricoteros. Emblemas como “Todo preso el político”, “Rock para el negro Atila”, “Divina TV Führer” y “Blues de la Libertad”, entre muchos otros, prendieron la mecha de una llama que la lluvia y el frío cuyano no supieron apagar.

Los seguidores llegaron a Mendoza, en su mayoría, durante la tarde del sábado, y se unieron a la multitud que combatía el extremo frío a fuerza de las comidas que compraban en cualquier puesto de los doscientos que se levantaron para el evento. También calentaban los pechos cantando algún rock en rondas de ricoteros, los cuales ya no sabían qué remedio usar para calmar la ansiedad.

Ya en recital, las pantallas repetidoras emitieron el recurrente reclamo de justicia sobre el asesinato de Walter Bulacio. Walter era un pibe de 17 años que en 1991 falleció en el Hospital Pirovano, a causa de las contusiones provocadas por el comisario Miguel Ángel Espósito, en la Seccional 35°, tras una razzia policial realizada sobre un grupo de más de cincuenta jóvenes que se dirigían a Obras, donde Los Redondos brindarían un recital. Hoy, a más de veintitres años, la causa sigue abierta y sin resolución.

La Misa India transcurrió en pacífico respeto, procurado no sólo por los agentes de seguridad (pagados por el grupo con el fin de reemplazar a la policía) sino por los espectadores. Ellos, los que siempre quedan debajo en la avalancha. Aquellos que por tener el rock como único llanto estiraron su bolsillo una vez más para llegar desde cualquier rincón del país (acaso en uno de los setecientos colectivos que descansaban en las cercanías del autódromo en formación de legión).

Indio Solari, ídolo de los olvidados, que con lengua de poeta grita al cielo las historias de pequeños héroes de barrio, y agita las gargantas de los fieles que en su música encuentran el abrigo necesario para seguir en juego.