A propósito del paro ganadero y el gobierno de Kirchner

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Por primera vez en lo que va de su gobierno, un sector de la clase dominante se animó a desafiar abiertamente al gobierno de Kirchner. El “paro” ganadero llevó a la práctica la desconfianza y resentimiento existentes hacia el gobierno, pero no solamente del campo sino de los sectores fundamentales de la clase dominante, que en general deslizan sus criticas off the record.

Las vaquitas siguen siendo ajenas

Es que la carne de vaca asada a las brasas, el asado, es no únicamente el alimento de base de los argentinos, sino el núcleo de su mitología, e incluso de su mística.
Juan José Saer, El Río sin orillas

“No compre Carne”. Néstor Kirchner.

Por primera vez en lo que va de su gobierno, un sector de la clase dominante se animó a desafiar abiertamente al gobierno de Kirchner. El “paro” ganadero llevó a la práctica la desconfianza y resentimiento existentes hacia el gobierno, pero no solamente del campo sino de los sectores fundamentales de la clase dominante, que en general deslizan sus criticas off the record.
La disputa entre el gobierno de Kirchner y el campo empezó a tener visibilidad a partir del cierre de las exportaciones cárnicas por 180 días, el 8 de marzo, con el aumento del peso mínimo para faenear animales y con el aumento de las retenciones a la exportación de lácteos. Estas fueron, junto a los acuerdos de congelar los precios de algunos productos, las medidas que diseñó el gobierno para contener la inflación, en un contexto en parecía desbocarse, principalmente la de los alimentos. La otra pata de esta política fue el “pacto social” entre la UIA y la CGT, que cerraba la discusión de los Convenios Colectivos en un 19%.

Crónica de un “paro” anunciado

La suba del precio de la carne en los primeros meses del año, fue un acicate irresistible para el gobierno de Kirchner. En el 2005 el aumento en el precio de la carne duplico y más (28,3%) el índice general de inflación que difunde el INDEC (12,3%). El año pasado en la tradicional exposición del sector en La Rural, surcada por el aumento a las retenciones a los lácteos (del 5% a 15%) Luciano Miguens, presidente de la Sociedad Rural Argentina, deslizó: “Entregamos más de 6.300 millones de pesos, casi el 40% del tan mentado superávit… Esa suma casi triplica el total de gastos del Ministerio de Desarrollo Social” (Clarín, 31 de julio de 2005)
Desde mayo, el campo fue empezando a diagramar abiertamente el paro, aunque no sin divisiones internas. En realidad, los sectores más concentrados y determinantes de la burguesía ganadera se apoyan en el malestar de los pequeños y medianos productores, con el fin de forzar concesiones del gobierno. Ya a fines de abril, Confederaciones Rurarles Argentinas (CRA) que se jacta de tener el 40% del stock vacuno, planteaba un “paro campero” como respuesta a las medidas del gobierno, aunque sus dirigentes retardaban la decisión efectiva de la medida.
Cuando a mediados de mayo se produjo el desplazamiento de la diputada Alarcón, en ese momento presidenta de la Comisión de Agricultura y Ganadería de la cámara baja, por no seguir los lineamientos ideados por la tropa de Kirchner, el “lobby” del campo funcionó a pleno: la defendieron los popes del sector exportador, Miguens titular de la SRA, Llambías de CRA, y su padrino político el lole Reutemann.
No es casualidad que haya sido la CRA la “institución” que encabezó la medida de fuerza contra la política de Kirchner. La CRA está integrada principalmente por Cartez, donde pesan los sectores engordadores de novillos de La Pampa, San Luis y el sur cordobés -impactados por el cierre de las exportaciones- y Carbap, que representa a los criadores bonaerenses y pampeanos interesados en el precio de los terneros y vacas viejas; de aquí viene Analia Quiroga, quien dijo “Kirchner no tiene materia gris”.
En tanto la Sociedad Rural (SR) señalaba por ese tiempo que “el paro no va con la filosofía de la SR”, y trataban por todos los medios de no confrontar abiertamente con el gobierno, del cual siempre se mostró distante. Pero esperando sacar una tajada en cualquier momento. Incluso, la “progresista” Federación Agraria vacilaba entre el paro y la cooptación del gobierno.
El gobierno llamó a “no comprar carne” si no bajaba el precio y ante la suspensión de parte de los frigoríficos de miles de operarios por la veda exportadora, prometió al sindicato de la carne pagar los salarios caídos de los obreros inactivos. Según el sindicato, la suspensión de los exportadores afecta a 10-12 mil trabajadores.
Mientras el 25 de mayo, el matrimonio Kirchner y amigos festejaban la “vuelta” a la Plaza del Sí, y con ellos lo más rancio del aparato pejotista y los burócratas sindicales, en Gral. Belgrano (en el Río Salado) se agrupaba, famélica, “La placita del NO”, y aunque los dirigentes de la CRA mantuvieron un tono conciliador, se jactaban de “agrupar a toda la ciudad, del bombero al intendente.” Traducido al lenguaje político, venia a decir: podemos movilizar al interior contra la capital.
La oposición burguesa a Kirchner apoyó abiertamente al sector ganadero. De hecho el 28 junio, en una reunión organizada por Carbap, Carrió, Binner, gente del PRO y los lavagnistas apoyaron los reclamos del sector, mientras el representante kirchnerista llamaba a la “concertación”. “El gobierno cerro las exportaciones cárnicas debido a su resentimiento político y a su fascismo” dijo Lilita. (Clarín, 29 de junio)
Después de amagar y esperar a ver sobre el papel el tan mentado “Plan ganadero”, la CRA lanzó el primer paro agropecuario contra Kirchner. Entre 22 y 25 julio, o sea por 4 días no comprarán, venderán ni moverán granos, hacienda o cualquier otro producto, excepto para la exposición Rural. En verdad, se cuidaron bien: dos de los cuatro días, cayeron sábado y domingo.
El Programa: levantamiento total de las restricciones a la exportación de carne y al peso mínimo de faena, y que se eliminen las retenciones a las exportaciones de lácteos. Sin embargo, el gobierno había flexibilizado anteriormente la veda exportadora y se podría realizar cerca del 65% de los embarques habituales de carne. La SRA, institución tradicional de la oligarquía ganadera, apoyó simbólicamente el lanzamiento del paro por considerar que tenía un “motivo comprensible”, aunque prefirió no confrontar abiertamente con el gobierno.

El “paro” salta la tranquera

El “paro” del campo fue acompañado por marchas y asambleas a lo largo del país, principalmente en Río Cuarto y Canals en Córdoba, Villa Elisa y Gualeguaychú en Entre Ríos, y General Belgrano en Buenos Aires. En Río Cuarto, desde la SR de la zona se escuchó “Estamos hartos de subsidiar a esa sarta de vagos que vive en Capital” (Clarín, 25 de julio)
Aunque el paro tuvo alto acatamiento, según la CRA, el gobierno pudo reducir su impacto con una maniobra llevada a cabo junto a frigoríficos y supermercados para que no compren hacienda el día viernes en el Mercado de Liniers (los supermercados se llevan aproximadamente entre el 16 y el 20% de las compras, y venden el 30% de la carne que se consume en el mercado interno) dando por resultado que de las 12.500 cabezas de ganado solo se vendieran 2.000, quedando un grueso remanente. Antes, apenas anunciado el paro, el gobierno prorrogó las retenciones a los lácteos.
El martes, ultima día del paro, ingresaron al Mercado de Liniers 300 animales de los 10 mil que lo hacen habitualmente, mientras el lunes sólo ingresaron 174.
Para Mario Llambías, titular de la CRA, “el paro fue rotundo”, y destacó que después de la maniobra del viernes ideada por el gobierno, recibieron la solidaridad de varias asociaciones de producción lechera, incluso “festejaban” las dudas de la Sociedad Rural sobre asistir a la presentación del Plan Ganadero, aunque finalmente concurrió. El único ausente fue Eduardo Buzzi de la Federación Agraria.
Finalmente, después del paro, se lanzó el “Plan Ganadero”, que consiste en distribuir al sector $857,3 millones en los próximos cuatro años ($214 millones por año) junto a los incentivos impositivos (amortización acelerada del IVA). Se espera, con esta financiación, elevar la faena anual de ganado de 14,2 millones a 15,7 millones de vacunos para 2010, con lo cual la producción treparía de 3,06 a 3,60 millones de toneladas (Clarín, 25 de julio)
Aunque el gobierno le pasó factura recordándole el modelo de dólar alto y el congelamiento de combustibles (un beneficio de $12.000 millones), y que la rentabilidad de los productores es un 50% superior a la de la década anterior, un Kirchner mudo y pálido, reflejaba el desaire de la medida de este sector de la clase dominante. El campo, si bien no logró sus objetivos explícitos, si consiguió plasmar la verdadera intencionalidad del paro: La financiación del Estado, aunque no muy abultada. Que a la hora de subsidios y privilegios se equilibre la balanza con los sectores industriales y la obra publica. Quieren un “fondo fiduciario” para el campo (este año los fondos fiduciarios acumularan $6.000 millones) o por lo menos como el del gasoil, que reparte la módica suma de $1.600 millones a las empresas de transporte por “congelar” las tarifas, así también podrían congelar el precio de la carne, ¿o no?
Ya en el presupuesto 2006 entre exenciones y reducciones de impuestos y subsidios directos otorgados a las empresas suman $25.000 millones. Según un estudio de la FIDE, la inversión privada es mayor con incentivos fiscales (devolución anticipada del IVA, amortización acelerada de ganancias, aranceles cero para la importación).
La clase dominante argentina nació “mirando parir las vacas”. Y ahora mira parir los fondos del Estado, que mantiene congelado los planes sociales y reduce la plata para los pobres. Al fin y al cabo, es su estado.

El campo llora para mamar

Obviamente no todos los productores ganaderos estornudan dólares, principalmente esto no es así en el caso de los pequeños productores, que aunque pueden ser la mayoría en términos cuantitativos, no determinan la política de este sector de la clase dominante. Ni van a ser beneficiados por el “Plan Ganadero”. En última instancia, la medida de fuerza se basó en la movilización de los pequeños y medianos productores en beneficio de los grandes ganaderos, hoy también “sojeros”. Pero… ¿Tan mal vive esta gente?
La mayoría de los burgueses ligados al campo, se encontró después de la devaluación, en una situación incomparablemente mejor que décadas atrás. La pesificación evaporó sus deudas bancarias y comerciales, la escalada del dólar y el aumento del precio de las materias primas en el mercado mundial, principalmente la soja, redundaron en jugosos beneficios, incluso tomando en cuenta la reaparición de los derechos de exportación (retenciones). Cuando Miguens de la SRA fustiga contra los impuestos indirectos, esta atacando directamente uno de los pilares del superávit: En el 2005 entre las retenciones a la exportación y el impuesto sobre créditos y débitos bancarios, el Estado recaudó $22.000 millones.
Si comparamos la cosecha 2004/2005 con la del año 1999/2000, la renta por hectárea aumentó de 10 dólares a 80 dólares. La señorita Analía Quiroga que dice estar espiritualmente ligada al campo, es dueña de 400 hectáreas en Pellegrini, en el oeste bonaerense. Con lo cual el año pasado sólo la renta por hectárea le arrojo a su famélica billetera una suma de 32.000 dólares. La renta agraria aumentó 800% en los últimos 5 años. En 2005 las exportaciones de carne fueron 1.400 millones de dólares, 32% más que en el 2004. Las retenciones representaron en 2005 el 11% de los impuestos ingresados por impuestos a las arcas del Estado.
En el año 2004-2005 se alcanzó la cosecha record de 85 millones de toneladas. El aumento del precio de la tierra en la región de cría fue de 51,5% en dólares constantes respecto a 2001 y 109,5% respecto al 2002.
Las exportaciones en el 2005 reportaron un record de 40.000 millones de dólares, arrojando un saldo favorable de 10.288 millones de dólares, basándose principalmente en las actividades agropecuarias, mineras y manufacturas agropecuarias (elaboración de alimentos).
Este año podrían llegar a 45.000 millones de dólares. Según un estudio de la UIA, de los 40.000 millones exportados en 2005, el 65% son productos primarios o manufacturas con origen en recursos naturales. Si comparamos lo exportado en 2005 con el periodo 1997-2001 la mayor contribución al crecimiento es la vinculada a la producción primaria, carburantes o manufacturas de origen agropecuario.( Clarín, 25 de junio)
Es verdad que la incorporación de fertilizantes, biotecnología o incluso de maquinarias, deben efectuarse en dólares, pero por la exportación de las materias primas y la carne también ingresan dólares.
Lo que esconde el dilema sobre el precio de la carne es la realidad del sistema capitalista en su conjunto. Cuando hay una rama o sector de la economía que promete ganancias rápidas al menor costo, los capitales se orientan hacia esa rama o actividad lo más rápidamente posible. De hecho, según reconoce el Ministros de Asuntos Agrarios bonaerenses, se cedieron a la agricultura (léase siembra de soja) 7 millones de hectáreas (Infobae.com, 26 de julio) con lo cual se redujo sensiblemente la superficie para el desarrollo de la ganadería.
El aumento del precio internacional de la soja llevó a que muchas tierras sean destinadas a la siembra en detrimento del espacio físico para la cría de ganado, incluso con un daño ecológico evidentemente y el progresivo deterioro de los suelos. “El Director del INTA, en declaraciones radiales, manifestó que: de seguir el monocultivo sojero y los desmontes en el norte argentino, en términos de 10 años el 70% del suelo se transformaría en desértico. Esto se combina con la voracidad de otros proyectos como el de las multinacionales pasteras” ( Angel, El Militante n° 22)
A esto hay que sumarle un aumento del consumo interno y un aumento en la exportación cárnica, con lo cual el stock disponible para el consumo interno empieza a escasear, salvo que la clase trabajadora argentina tenga los dólares suficientes para pagar un kilo de asado. Y también podría agregársele la cadena de comercialización (fuertemente centralizada en pocas manos) “poco trasparente”, desde la humilde vaca que sale del campo hasta su mesa: según una nota de Clarín, 26 de marzo, el valor del kilo vivo en el Mercado de Liniers es $2,70, el precio mayorista que pagan matarifes y frigoríficos es $4,53, y se vende a los minoristas a $4,80 y llega al supermercado (promedio 6 cortes) a $8,83.
Desde el 8 marzo, cuando se anunció el cierre total de las exportaciones por 180 días, el valor de la hacienda cayó alrededor de 25%, aunque en las carnicerías o supermercados se contuvieron o bajaron menos que el ganado en pie. De hecho, en el Mercado de Liniers las distintas categorías de novillo bajaron un 26,03% (de $2,92 a $2,16)
Para expiar sus culpas (o grandes beneficios) ante la sociedad que hace malabares para engullir un churrasco, desde el campo dicen: si el precio bajá un 30% pero esa baja apenas se nota en el bolsillo de la gente, eso se debe a que los intermediarios y en la comercialización de la carne se quedan con nuestra rentabilidad; por eso acusan a los frigoríficos, matarifes y carniceros, principalmente a los grandes frigoríficos “que stockearon gran cantidad de medias reses aprovechando los valores deprimidos de la hacienda” (Página 12, 18 de julio)

El futuro del asado. Kirchner y la clase dominante

Productores, consignatarios, frigoríficos, matarifes, supermercados. Todos alzan los hombros, con mirada torva, afirman: ¿Yo señor? No señor. La única certidumbre es que los trabajadores y el pueblo en general, cada vez estamos más lejos de comer un buen asado: sea porque con los sueldos deprimidos no los alcanzan o porque la calidad de la carne que se consume internamente es pésima y hacen falta mandíbulas de hierro para masticarla.
El precio de la carne como el de cualquier producto, es hasta cierto punto incontrolable para todo gobierno que respete las santas leyes del mercado. No se puede controlar lo que no se posee. En la medida que las vaquitas, la tierra, los frigoríficos y demás, estén en manos privadas cualquier control o intervención sin la propiedad efectiva y manejo directo de los trabajadores y los sectores populares, terminará haciendo agua. La “inflación reprimida” (según los economistas burgueses) es sobre todo una necesidad política de la clase dominante, más que una realidad económica.
El “discurso del método kirchnerista”, que consiste en nombrar y atacar públicamente a un empresario en particular o a una fracción de la clase dominante, ante una escalada inflacionaria o por no disciplinarse como es debido, ha tenido cierto éxito en contener la voracidad de la burguesía. Pero esto no va a durar eternamente ni mucho menos. Cada arrebato de Kirchner, su retórica desmedida, su “concentración de poder” y la anulación vía decreto del juego parlamentario, son miradas con escozor por la clase dominante y sus representantes más directos. Incluso el acercamiento a Venezuela, que está financiando al gobierno de Kirchner. Por eso las patronales manifiestan su bronca y desacuerdo en las sombras, pues ya han probado el veneno kirchnerista. Por ejemplo, pueden tener su “momento de unidad” de la clase dominante, cuando el 18 de mayo todo el arco empresario emitió un comunicado contra las reformas laborales que intenta llevar adelante el moyanista Recalde. Ahí estaban AEA, UIA, ADEBA, SRA, ASU, Bolsa de Comercio, CAC, Copal, FADEEC etc, pero todavía no pasarán a la confrontación directa, máxime cuando los negocios van bien y no hay ninguna fuerza o político del orden que pueda ensombrecer al matrimonio Kirchner. En este sentido, la táctica del campo de confrontar para sacar concesiones, que tuvo un “triunfo” más político que económico, no va a extenderse al resto de las fracciones de la clase dominante.
Mientras el campo trinaba para mamar subsidios, Luis Pagani, titular de AEA y Arcor, afirmaba en Santa Fe que es esencial fortalecer el poder legislativo como uno de los pilares del régimen republicano. También “este gobierno ha consolidado en Argentina un liderazgo político democrático, sólido, como condición indispensable para la reconstrucción institucional de la Argentina”. Ahí estaban COTO, Bagó, Roggio, Acevedo. Esta gente de AEA, dirige empresas que en conjunto facturan $200.000 millones, exportan 10.000 millones de dólares. El gobierno aprovecha cada fisura interburguesa para “sumar” a unos y aislar a otros, subsidiando a unos y aumentando las retenciones a otros.
En el fondo, Kirchner defiende los intereses del capitalismo en su conjunto, pero a su manera, esta es la única forma posible, dada la situación social legada por el Argentinazo: Un discurso semi-radicalizado, en defensa de la soberanía y los derechos humanos pero manteniendo la condiciones para la acumulación y reproducción del capital. De aquí la necesidad de arbitrar entre las clases antagónicas, capital y trabajo, tratando de armonizar, de repartir un poquito para cada uno, resultando siempre una goleada para los empresarios nacionales y extranjeros.
El “futuro del asado” está estrechamente vinculado al destino de la clase obrera y las capas pobres de la población. Nuestra población, que representa 0,6% de la población mundial consume el 5% de la carne vacuna producida en el mundo, o sea 2,5 millones de toneladas sobre un total de 50 millones. En 2005, el consumo promedio por habitante fue de 61,3 kilos.
La única forma de solucionar el problema de la carne reside en que el interés de los trabajadores y los pobres sea el interés dominante en el país, en los campos y en las ciudades. Que la economía, la política y la cultura no sean manejadas en benéfico de una pocos privilegiados sino en beneficio de la mayoría por la gestión directa y democrática de esa mayoría, y esto también es verdad para los pequeños productores, a los que, de seguir la dinámica del capitalismo, les espera la ruina o la absorción de sus tierras y ganado por parte de los grandes capitales. Sin la nacionalización de la tierra, previa expropiación de los grandes hacendados y burgueses agrícolas-ganaderos, con una planificación racional y colectiva para recuperar la tierra del desastre del monocultivo sojero y aumentar el ganado de acuerdo a las necesidades de la mayoría de la población, sin el control de los trabajadores sobre la producción y la comercialización de la carne y demás productos, las penas seguirán siendo nuestras, y las vaquitas, ajenas.