1917-2007. 90 años: En Defensa de la Revolución de Octubre

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Cuando se cumplen 90 años de la Revolción de Octubre de 1917 en Rusia, la Corriente Socialista El Militante quiere contribuir con este trabajo a recordar y festejar este acontecimiento extraordinario: la toma del poder por la clase obrera con el apoyo de las demás clases oprimidas de la sociedad, que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad.
“Hemos empezado nosotros. No importa dónde, cuándo ni qué trabajadores o en qué país sean los que finalicen este proceso, lo verdaderamente importante es que se ha roto el hielo, se ha trazado la senda, el camino está libre.”
Lenin

Los dramáticos y extraordinarios acontecimientos que desembocaron en la victoria de la Revolución Rusa de 1917 marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad.

En el Octubre Rojo, los trabajadores, soldados y los campesinos pobres de Rusia se sacudieron el peso de siglos de explotación y humillación bajo el zarismo, acabaron con el poder de la burguesía, de los terratenientes y del zarismo, y establecieron las bases para una nueva sociedad. Los gigantescos acontecimientos que tuvieron lugar en Rusia entre febrero y octubre de 1917 conmocionaron al mundo entero porque fueron la demostración de que los esclavos podían liberarse del yugo de sus amos, que las masas oprimidas podían organizar la sociedad sin el concurso de sus explotadores. La onda expansiva de la Revolución de Octubre se dejó sentir en todo el mundo: Alemania, Finlandia, Hungría, Italia, Bulgaria, España, los países coloniales … fueron contagiados por el mensaje internacionalista. Nunca antes el capitalismo había estado tan amenazado.

Trotsky decía: “ el rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos”.

Rusia, es el ejemplo de un país campesino atrasado que se incorporó muy tarde a la cadena de la economía capitalista mundial, a finales del siglo XIX, cuando en Europa y Norteamérica ya existían países capitalistas avanzados y desarrollados. La combinación del atraso del campo -existencia de relaciones semifeudales (la servidumbre de la gleba no fue abolida hasta 1861)- y la mayor parte de la tierra estaba en manos de un puñado de terratenientes, con la existencia de grandes fábricas e industrias en los principales centros urbanos que dieron origen a un proletariado muy concentrado, joven y vigoroso; imprimió a la economía y a la sociedad rusas un desarrollo desigual y combinado.

El 80% de la población era rural, pero 30.000 terratenientes disponían de la misma cantidad de tierra que 10 millones de familias campesinas. Al mismo tiempo, existían millones de campesinos sin tierra que estaban obligados a trabajar como jornaleros en los inmensos dominios de los terratenientes condenando a los campesinos a la pobreza, la miseria y al hambre. Rusia no conoció un desarrollo industrial armónico y progresivo como occidente, sino que fue importado de golpe por el capital extranjero. La base que nutrió a la clase obrera rusa fue el campo, preparada por la disolución de las relaciones feudales de la tierra pocos años antes, dando paso a un proletariado de 10 millones de obreros muy concentrado y combativo.
Otro elemento que añadía contradicciones en la Rusia zarista era el yugo de la autocracia que ejercía sobre multitud de pueblos y naciones que constituían el Imperio ruso: polacos, finlandeses, ucranianos, letones, lituanos, musulmanes, etc. que sufrían la opresión nacional a manos de la casta dominante gran rusa.

La Revolución de 1905

Todos los ingredientes para el estallido de una revolución estaban presentes en la sociedad rusa a comienzos del siglo XX. La Revolución de 1905 fue un ensayo general, ya que en este año por primera vez en la historia de la clase obrera mundial la huelga general revolucionaria irrumpió como herramienta de lucha, paralizando la industria, los transportes y el telégrafo.
Los obreros rusos improvisaron sus propios órganos de poder: los soviets o consejos obreros, que nacieron inicialmente como comités de lucha formados por delegados elegidos y revocables en todo momento en cada fábrica para coordinar la movilización, uniéndose a nivel de barrio, localidad y país; asumiendo tareas de dirección estatal: control obrero en las fábricas, organización del transporte, reparto de subsistencias, etc. disputando al poder zarista sus propias atribuciones. Como en la Comuna de Paris en 1871, el soviet se reveló como la forma embrionaria al fin descubierta para organizar el futuro Estado obrero una vez eliminado el capitalismo.

La revolución de 1905 fue derrotada en Diciembre cuando la insurrección armada de los obreros de Moscú fue aplastada sangrientamente por el ejército. El fracaso de la revolución se debió fundamentalmente a que no pudo ganar de manera decisiva el apoyo de los campesinos, que en diferentes momentos permanecieron al margen de los obreros urbanos.
La burguesía, que al principio apoyó relativamente las movilizaciones obreras contra la autocracia para utilizar a éstas para forzar cambios en la dominación política del zarismo y tomar así un papel dirigente en la dirección del Estado, se recostó finalmente en brazos de la reacción cuando las reivindicaciones obreras, con las armas en las manos, levantaban las banderas de 8 hs. de trabajo, aumento de salarios y ocupación de fábricas, golpeando directamente sus intereses; jugando en definitiva un papel contrarrevolucionario en el momento decisivo.

Aunque el zarismo sobrevivió a los acontecimientos de 1905, éstos provocaron una ruptura radical entre las clases, alineando definitivamente al proletariado y al campesinado frente a la autocracia zarista.

Vinieron años de reflujo y apatía y, nuevamente, en 1912 irrumpió una oleada huelguística que se prolongó hasta el comienzo de la 1º Guerra Mundial que amenazaba con provocar una nueva crisis revolucionaria. Su estímulo residía en el auge económico capitalista y a la cabeza de la mayoría de las huelgas se encontraba el partido bolchevique.

1º Guerra Mundial

La 1º Guerra Mundial cortó abruptamente todo el proceso. Rusia se alineó con Francia e Inglaterra contra Alemania y Austria-Hungría. Esta guerra fue la consecuencia inevitable de la lucha por los mercados y el reparto del mundo por parte de las grandes potencias. El espíritu patriótico y belicista penetró en todas las capas y, en un principio, la clase obrera no fue ajena. La ola chauvinista y patriótica, y las movilización de millones de campesinos y obreros al frente, atomizaron y desarticularon momentáneamente la conciencia de los trabajadores. Esto provocó un aislamiento del Partido Bolchevique con relación a las masas en todo un período.

Los efectos materiales de la guerra se hicieron sentir en todos los países que participaron, pero las cargas de guerra se sentían más aún en los países atrasados. El esfuerzo bélico devoraba los recursos. Todo esto minó la moral patriótica del pueblo ruso, haciendo recaer sobre el círculo dirigente del Zar toda la responsabilidad del desastre.

La convivencia en las trincheras de campesinos y obreros ayudó a elevar la conciencia de los primeros y a cimentar la unión y confianza de ambas clases oprimidas. Lo mismo ocurrió con los soldados de la retaguardia agrupados en los cuarteles de las grandes ciudades industriales. Así el campesinado pobre encontró en los obreros un aliado en quien apoyarse para formular sus reivindicaciones.

Un nuevo fermento comenzaba a cristalizar, lento pero obstinadamente en las trincheras y en los hospitales, en las fábricas y en los barrios, en las humildes cabañas campesinas y en las interminables colas de racionamiento de pan en las ciudades.

La Revolución de Febrero
En enero de 1917 tienen lugar huelgas importantes sobre todo en San Petersburgo, encabezada por obreros metalúrgicos. El 23 de ese mes, día Internacional de la Mujer Trabajadora, nadie imaginaba que marcaría el inicio de la revolución. Las obreras de fábricas textiles a tempranas horas de la mañana haciendo oídos sordos a las indicaciones de las organizaciones obreras de no salir a la calle para evitar la represión de la policía, salen a la huelga y envían delegaciones a las fábricas metalúrgicas. La declaración de la huelga con el acatamiento de 90. 000 obreras y obreros fue la demostración del hartazgo de la clase oprimida. Cabe destacar que la Revolución de Febrero nació de las profundidades de la clase obrera, venciendo la resistencia de las propias organizaciones de masas.

El 24 de febrero el movimiento huelguístico da un salto inusitado, la mitad de los obreros industriales de San Petersburgo fueron a la huelga, organizan mítines y manifiestan al centro de la ciudad al grito inicial de “pan”, pronto es superado por “abajo la autocracia” y “abajo la guerra”.

En los días siguientes, el movimiento se extiende a todas las fábricas y la huelga es general. Los choques con la policía y el ejército se cobran decenas de muertos y heridos. Al mismo tiempo, las manifestaciones ponían en contacto a las masas revolucionarias con los soldados. El intercambio molecular constante entre obreros y soldados en los meses previos, en las trincheras y en la ciudad comenzaba a cristalizar. Las vacilaciones de la tropa a la hora de disparar en las calles daban más confianza y audacia a las masas. Los obreros arrastran a los soldados y penetran en los cuarteles, sublevando a la tropa que se une al movimiento.

Es una ley de toda revolución que los soldados se ponen del lado del pueblo insurrecto cuando este demuestra estar dispuesto a ir hasta el final a cualquier precio, cuando la atmósfera revolucionaria es tal, que la seguridad de la victoria es lo suficientemente fuerte como para vencer el miedo a la represión de los oficiales ante un eventual fracaso de la insurrección.
Obreros y soldados trazan un plan de acción: apoderarse de las comisarías, desarmar a la policía, liberar a los presos políticos y sublevar a los soldados que aún no lo han hecho.

Las masas de obreros y soldados no tienen aún una idea muy clara de los que quieren, pero sí de lo que no quieren: guerra, autocracia, hambre, miseria e injusticia.

Una vez tomado Petrogrado, nuevo nombre dado a la capital de Rusia, en los días siguientes el resto del país se adhiere rápidamente sin oposición alguna.

La Revolución de Febrero tuvo un resultado paradójico. Si bien fue dirigida por los obreros y soldados, fue la burguesía liberal la que asumió el poder formal del país, pese al pánico que le tenía a la revolución, en la que veía un peligro mortal para su propia dominación social de clase. Es muy común en toda revolución, fundamentalmente en las primeras semanas, cuando refleja todavía su inmadurez que, frente al protagonismo indiscutible pero anónimo de las masas, salgan a la palestra todo tipo de elementos oportunistas desligados de ellas. Uno de estos elementos fue Kerenski, abogado y miembro del Partido Social Revolucionario, que aceptó entrar en el gobierno provisional. El 27 de febrero se creó un “Comité provisional” formado por representantes del partido burgués liberal y políticos pequeñoburgueses, que asumió el gobierno “oficial” de Rusia tras la abdicación de Nicolás II.

Paralelamente, los dirigentes obreros organizaban el “Soviet de diputados obreros y soldados” quienes ejercen el poder a través de: control de las subsistencias, de la guarnición, ocupación del Banco del Estado, la Tesorería, la fábrica de monedas, el transporte. Los obreros, soldados y campesinos sólo confiaban en el Soviet y miraban con desconfianza al gobierno provisional.

Inicialmente los Soviets estaban dominados por los partidos menchevique y social revolucionario (con base mayoritariamente campesina). Los bolcheviques eran una minoría.

Las Tesis de Abril

Pero Lenin y Trotsky no se amedrentaron ante esta situación. Comprendieron que las masas necesitaban comprobar en la práctica cómo las ilusiones democrático burguesas defendidas por los reformistas defraudarían las aspiraciones de los obreros y campesinos.

Había llegado la hora de las Tesis de Abril de Lenin, el programa que encarriló al Partido Bolchevique hacia la conquista de las masas y la toma del poder. Abrazando la teoría de la revolución permanente enunciada por Trotsky en 1905, Lenin insistió en sus Tesis de Abril en la incapacidad de la burguesía rusa para repartir la tierra, garantizar salarios y jornadas dignas para el proletariado, acabar con la implicación rusa en la carnicería imperialista que representaba la I Guerra Mundial o poner fin a la opresión nacional.

Lenin insistió en la necesidad de explicar pacientemente a las masas que los Soviets de diputados obreros eran la única forma posible de gobierno revolucionario. Dando todo el poder a los soviets se pondría el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado, para llevar a la práctica el siguiente programa:

– una república de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba.
– supresión de la policía, del ejército y de la burocracia.
-remuneración de los funcionarios, todos ellos elegibles y revocables en cualquier momento, no deberá exceder del salario medio de un obrero calificado.
– nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Soviets locales de diputados braceros y campesinos.
– fusión inmediata de todos los bancos del país en un Banco Nacional único, sometido al control de los Soviets de diputados obreros.
-instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets de diputados obreros
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En un período de 9 meses, explicando pacientemente estas ideas y este programa en las fábricas, en los barrios, en los cuarteles y en el campo, el partido bolchevique fue capaz de ganar la confianza de la mayoría de los trabajadores y campesinos, y conseguir un apoyo aplastante en los soviets de obreros, campesinos y soldados.

El 25 de octubre (el 7 de noviembre en el calendario occidental), la insurrección de obreros y soldados de Petrogrado, dirigida por el Partido Bolchevique y apoyada por el Congreso de los Soviets de toda Rusia, culminaba en la toma del poder por los trabajadores. El gobierno revolucionario formado, elegido por los soviets, se dedicó en los días y semanas siguientes a implementar el programa antes mencionado.

El capitalismo fue desafiado como nunca antes. Consecuentemente atacó con saña la tierra de los soviets sin escatimar medios. 21 ejércitos extranjeros protagonizaron la mayor agresión imperialista hasta el momento conocida. La contrarrevolución interna, los rusos blancos, fue financiada y armada por los capitalistas franceses, británicos y norteamericanos para aplastar la revolución.

A esta brutal agresión militar, la revolución y su partido respondieron con la organización del Ejercito Rojo, al frente del cual se situó León Trotsky. Los soldados soviéticos, obreros y campesinos revolucionarios, contaban con las mejores armas de las que un ejército pueda disponer: el programa de la revolución social y el heroísmo del que sólo son capaces los oprimidos que luchan por su liberación. Así, consiguieron derrotar a la coalición integrada por las potencias capitalistas más poderosas de la tierra. Podemos afirmar, sin temor a exagerar, que semejante hazaña no hubiera sido posible sin la existencia del Partido Bolchevique y la genialidad política de Lenin y Trotsky, basados en el programa del marxismo.

El Partido Mundial de la Revolución Socialista

Lenin y Trotsky, no ignoraban que el primer Estado obrero de la historia se había establecido en un país atrasado y de base campesina. Nunca abandonaron su perspectiva internacionalista. Comprendían que la construcción del socialismo en la atrasada Rusia heredada del zarismo, era imposible sin el triunfo de la revolución en otros países. Por eso, los bolcheviques se lanzaron inmediatamente a construir la Internacional Comunista, el Partido Mundial de la Revolución Socialista. En aquel momento las expectativas de la revolución mundial se centraron en la revolución alemana. El proletariado germano no defraudó esta perspectiva y en noviembre de 1918 estalló la revolución. A pesar del heroísmo de las masas, éstas no contaron con un instrumento similar al Partido Bolchevique ruso. Al frente del movimiento se encontraba la corrupta socialdemocracia alemana, que se encargó de aplastar la revolución. En enero de 1919 eran asesinados Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Después del fracaso alemán llegaron otros: Hungría, Bulgaria, Italia … La revolución en Europa quedaba aplazada, condenando temporalmente al Estado soviético al aislamiento.

El ascenso de la burocracia

El proletariado ruso, vanguardia de la revolución, se encontraba además diezmado por la guerra y atenazado por la miseria económica. Las masas soviéticas estaban exhaustas. No contaban con las condiciones materiales necesarias para participar en la administración del Estado y dirigir en la práctica la nueva sociedad.

El hueco dejado por la clase obrera en la dirección del Estado obrero fue ocupado por los supervivientes del viejo aparato estatal zarista y una nueva casta de funcionarios del Partido.

Con el paso del tiempo, este grupo que tenía en sus manos las palancas del poder, adquirió conciencia de sus propios intereses. La nueva casta dirigente comenzó a desarrollar una política, tanto en las fronteras interiores de la URSS como en el exterior, acorde con la defensa de sus privilegios e intereses materiales, aunque éstos entraran en contradicción con las de la clase obrera.

A lo largo de un proceso traumático, que contó con la oposición decidida de los mejores cuadros bolcheviques, la nueva casta de burócratas, encabezadas por Stalin, expropió el poder político a la clase obrera.

La degeneración burocrática de la URSS nada tenía que ver con el viejo programa bolchevique. Reaccionarias teorías antileninistas como “el socialismo en un solo país” y la ausencia de democracia obrera, asfixiaron las conquistas revolucionarias de 1917. La reaccionaria burocracia estalinista acabó abriendo las puertas a la reacción capitalista.

El colapso de la URSS en la década del 90, fue presentado por los plumíferos a sueldo del capital como el fracaso del socialismo. La socialdemocracia se sumó a este coro reaccionario. Entre los dirigentes estalinistas de todo el mundo cundió la desmoralización. La gran mayoría de los dirigentes obreros desertaron de la barricada de la revolución.

Un fantasma recorre el mundo

Sin embargo, la verdad es revolucionaria y acaba abriéndose paso frente a todos los obstáculos. Ni el estalinismo es marxismo ni la caída de la URSS fue la demostración del fracaso del socialismo.

Hoy, décadas después de la primera victoria revolucionaria de nuestra clase, la lucha por la transformación socialista de la sociedad vuelve a estar vigente. Así lo demuestran las masas venezolanas, ecuatorianas, bolivianas, mexicanas. Las movilizaciones masivas en Europa contra la guerra imperialista en Iraq y los ataques al movimiento obrero. En diferentes países, a diferentes ritmos, las masas vuelven a demostrar su energía revolucionaria. Se levantan contra un sistema que sólo puede ofrecerles guerra, miseria, represión y explotación.

La revolución ya es una realidad en América Latina y una perspectiva cada vez menos lejana en los países capitalistas desarrollados.

La pregunta ya no es si las masas volverán a desafiar el poder de la burguesía. La cuestión central es si contarán con el Partido, con el instrumento que les permita tomar el poder.

Esa es la tarea en la que estamos empeñados los compañeros de la Corriente Marxista Internacional. Contamos para ello con el inspirador ejemplo de la victoria de 1917.

Este es nuestro mejor y más sincero homenaje a Lenin y Trotsky, a los bolcheviques, a los heroicos obreros y campesinos rusos que tomaron el cielo por asalto. Ondear bien alta la bandera de las tradiciones de Octubre. Sus enseñanzas. Su programa.