Continuamos con la publicación de artículos cedidos por el sociólogo, especializado en formación sindical, Federico Vocos. En este caso sobre la burocracia y el descrédito del sindicalismo.
Muchas veces se plantea de forma genérica que el problema principal vinculado al sindicalismo es la “burocracia”.
Aunque no queda muy claro a qué se está refiriendo esta expresión, parece ser que se alude a una “capa” de dirigentes que ocupan los puestos de dirección de sus organizaciones sindicales desde hace un plazo prolongado de tiempo y llevan adelante una práctica antidemocrática que impide esa renovación.
Esta definición no da cuenta qué sucede en aquellas organizaciones sindicales donde se realizan elecciones sistemáticamente y la conducción y los cuerpos de delegados afines se renuevan periódicamente. Es cierto que en muchas de estas organizaciones sindicales se han ido modificando los estatutos de modo de obstaculizar la presentación de listas opositoras, pero también se observa que cuando existe la posibilidad de elegir entre varias opciones la conducción triunfa igual.
Por ello esta explicación da cuenta de un aspecto de esta realidad compleja, aunque sin duda existen otros problemas vinculados con la actividad sindical.
Un primer elemento que se destaca al respecto, es la baja participación y la falta de interés de los trabajadores en involucrarse en el sindicato.
Al respecto podemos preguntarnos ¿por qué los trabajadores no participan en las diferentes instancias que hacen a la vida gremial? ¿qué mecanismos existen que generan esta distancia? ¿por qué muchos trabajadores no ven en el sindicato un espacio en el que se puedan resolver sus problemas laborales?
Quizás uno de los obstáculos principales resida en que no estamos acostumbrados a intervenir en ámbitos en los que se procure ejercer nuestros derechos de forma colectiva. Por el contrario nos formamos pensando que las soluciones a nuestros problemas son producto de medidas decididas desde la dirección del organismo o institución. Es decir que lo que prevalece fundamentalmente es un modelo gerencial de organización, en el que las decisiones son tomadas verticalmente.
También seguramente podemos pensar que se encuentran presentes aún las huellas del terror de la última dictadura militar, que tuvo como blanco principal las organizaciones obreras en los lugares de trabajo. Son miles los compañeros que eran activistas o delegados gremiales y permanecen desaparecidos.
Por otro lado hay que advertir cómo la sostenida campaña de difamación de los medios masivos de comunicación involucra la tarea sindical con negociados espurios y hechos de corrupción. Paradójicamente no se informa que son las propias empresas las que promueven los cohechos, al igual que son los mismos grupos económicos de comunicación los que impiden por todos los medios que los trabajadores tengan una representación sindical en sus establecimientos.
Pero debemos advertir que el bombardeo mediático hace mella en los trabajadores. Como comentó un delegado de base cuando fue por primera vez electo, un compañero se acercó y le dijo: “Y, bueno… ahora que sos delegado… ¿para cuando el Mercedes Benz?”.
Esta pequeña anécdota da cuenta que el descrédito de la actividad gremial no sólo alcanza únicamente sus conducciones sino que también abarca cada una de las instancias que la integran. Por ello debemos estar atentos a que los derechos sindicales no se transformen en prebendas, y que éstas se conviertan en definitiva en mecanismos que nos aíslen.
En este sentido es usual que las patronales les planteen a los dirigentes y delegados que no concurran a los establecimientos. A una dirigenta del sindicato telefónico de Rosario, que cumplía media jornada de trabajo, la empresa no le quería dar tarea porque decía que le complicaba la organización del trabajo. Son varios los delegados que transmiten cómo las empresas les insisten en que no hace falta su concurrencia en días y horarios de trabajo, que seguramente si hay algún problema se van a enterar rápidamente.
Bajo un manto de excusas, no quieren que los delegados se encuentren en los lugares de trabajo y si deben “soportarlos” buscan que estén en un lugar marginado, con poco contacto con sus compañeros. Es el caso de unos delegados de una empresa autopartistas, que en la fábrica los habían apodado los “cubanos”, no por su ideología, si no porque se encontraban en un lugar tan apartado como una isla.
En cambio encontramos otras experiencias en las que son los propios trabajadores, que sabiendo de este riesgo, acordaron entre ellos que aquellos compañeros que desempeñaran tareas gremiales debían cumplir los mismos horarios que el resto. Esto ocurre en una empresa de colectivos donde los delegados aunque no presten servicio, cumplen con el cronograma de trabajo que incluye los fines de semana.
Por último, en estas breves notas, nos interesa destacar una de las mayores dificultades a superar vinculadas al descrédito que se busca de lo gremial. Nos referimos a cuando un delegado acuerda con la patronal renunciar a su trabajo y por ello recibe una indemnización sustantivamente mayor a la que le correspondería legalmente. Este triunfo de la patronal produce un enorme daño a la organización sindical de base, al sacar un trabajador provecho de un derecho colectivo, que es fruto de luchas previas para poder contar con una representación gremial en su lugar de trabajo. Seguramente luego de producirse un hecho de estas características resulta difícil impulsar la actividad sindical en un establecimiento.
Todo ello hace que se encuentre en tensión una concepción hegemónica en la que se concibe al sindicato como una institución distante, que otorga una prestación médica a través de la obra social, algunos beneficios y descuentos, pero cada una de sus acciones están teñidas de sospecha y otra posición que se contrapone, en la que el sindicato es su estructura organizacional, pero fundamentalmente es… los trabajadores que lo conforman.
Esperemos que estas reflexiones contribuyan a fortalecer esta última perspectiva.