Turbulencias en las bolsas, crac financiero y recesión

La abrupta crisis de la economía mundial, una crisis de sobreproducción y sobreinversión agudizada por años de endeudamiento masivo y especulación financiera, ha reivindicado la vitalidad de la teoría económica marxista y sus análisis sobre las contradicciones del capitalismo.

La ciénaga económica del capitalismo

La abrupta crisis de la economía mundial, una crisis de sobreproducción y sobreinversión agudizada por años de endeudamiento masivo y especulación financiera, ha reivindicado la vitalidad de la teoría económica marxista y sus análisis sobre las contradicciones del capitalismo.
Especialmente en EEUU, los desequilibrios estructurales del ciclo durante la última década retaban a cualquier lógica económica, al tiempo que consumían las grasas sociales acumuladas en la época dorada de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. La polarización social y política en el corazón del capitalismo mundial, la inestabilidad crónica en las relaciones internacionales, el incremento de las contradicciones interimperialistas en la lucha por el dominio de los mercados, de las fuentes de materias primas y las áreas geopolíticas estratégicas; y, por supuesto, la guerra, son pruebas inapelables de que los tiempos han cambiado.

Se terminó la fiesta

Una de las principales entidades financieras de España, La Caixa, afirmaba en un informe reciente: "Hace un año, los analistas se estrujaban el cerebro para atinar a descubrir qué acontecimiento inesperado podía dar al traste con la prolongada e intensa fase expansiva de la economía mundial (…) Y sin apenas darnos cuenta, en un movimiento pendular, la percepción sobre las perspectivas económicas se ha deteriorado a una velocidad inusitada (…) La crisis de las hipotecas de alto riesgo, subprime, se ha llevado por delante el optimismo que regía en las previsiones económicas porque puede actuar de catalizador de los desequilibrios y problemas latentes en la economía mundial desde hace muchos años" (Boletín de estudios de La Caixa, Enero 2008).
En efecto, como ya señalábamos en otros artículos, la crisis financiera desatada el pasado verano con las subprime no era más que la punta del iceberg de una crisis que tenía sus raíces en la economía real. Ahora, todas las cifras de crecimiento estimadas por los organismos económicos internacionales reconocen esta realidad: no se trata de un aterrizaje suave sino de una crisis que puede transformarse en una recesión de carácter mundial.
El FMI ha rebajado su previsión de crecimiento para la economía mundial al 4,1%. Pero, obviamente, estas cifras son muy engañosas. El organismo reduce el crecimiento de EEUU a un mísero 1,5% para 2008, mientras a la Zona Euro le asigna un 1,6%, cinco décimas por debajo de su última estimación en octubre de 2007. Con todo, el informe del FMI es tan cauteloso que reconoce "correr el riesgo de ser muy optimista" en su pronóstico.
Ciertamente, el FMI hace bien. Cualquier previsión puede saltar por los aires… a peor. Así, el lunes 20 de enero se produjo la mayor caída de las cotizaciones en las bolsas europeas desde 1987, y un revés fortísimo para las asiáticas. Con este descalabro se consolidaba el peor inicio de año que se recuerda en tres décadas en los mercados bursátiles de EEUU y Europa. Pero lo más llamativo del caso es que la caída tuvo lugar apenas cuarenta y ocho horas después de que el presidente Bush anunciase un paquete de "medidas fiscales" para animar el consumo, es decir, rebajas de impuestos, por valor de 150.000 millones de dólares. En definitiva, un reconocimiento implícito de la emergencia económica que vive el país.
Como reacción a esta caída y para prevenir un martes de infarto en Wall Street, la Reserva Federal (FED) anunció una espectacular rebaja de tipos de interés del 4,25% al 3%. Con esta maniobra se pretende asegurar más liquidez para un mercado financiero en el que la desconfianza campa a sus anchas y la restricción del crédito interbancario es la norma. Pero las medidas que ha adoptado el gobierno Bush y la FED buscando un nuevo impulso de la economía, pueden evaporarse como una gota de agua en una sartén al rojo vivo.

Una crisis clásica

La discusión central es la profundidad y envergadura de la crisis en EEUU y cómo afectará al conjunto del mundo. Partiendo de la realidad y no de los deseos, los datos y cifras de las últimas semanas son realmente negativos. El PIB de EEUU creció un 2,2% en 2007 (una caída de siete décimas respecto a 2006 y el menor porcentaje en cinco años), pero en el cuarto trimestre la desaceleración fue mucho más fuerte: el PIB avanzó tan sólo un 0,6%. El sector inmobiliario está sumido en una profunda depresión, con una caída de las ventas del sector residencial del 50% y un crecimiento exponencial de los impagos, que han elevado los desahucios hasta el millón y medio de viviendas, que podrían ejecutarse en los próximos meses. Las empresas de informática y de automoción, así como el sector bancario, han registrado un recorte de sus beneficios y facturación, amenazando con miles de nuevos despidos. Tampoco es casualidad que el fabricante de maquinaria industrial Caterpillar, cuyos resultados siempre han sido un termómetro fiel de la temperatura económica de EE UU, anunciara el 25 de enero un "crecimiento anémico" de sus ventas, y representantes de la dirección advirtieran que "la debilidad de la economía se ha propagado desde la construcción de viviendas a la construcción no residencial y, recientemente, al empleo y las manufacturas".
En este contexto, las decisiones de inyectar más liquidez a los mercados y ampliar el crédito rebajando los tipos de interés, lejos de resolver los problemas de fondo pueden provocar un escenario de estanflación; es decir, una combinación de estancamiento económico y de inflación. Más dinero en circulación y más oferta de créditos no tienen porqué provocar un mayor crecimiento de la inversión ni del consumo cuando lo que existe es precisamente un gigantesco y descontrolado endeudamiento y una tasa de inflación en EEUU que ha superado el 4,3% interanual. Si el mercado se restringe porque el boom ha llegado ya a sus límites, si el desempleo crece y se destruyen empresas, si los beneficios caen, ¿qué sentido tiene endeudarse aún más?
Otra cosa diferente es la necesidad de liquidez que tienen los bancos y entidades financieras para cubrirse ante los impagos crecientes derivados de la concesión de miles de millones de dólares en créditos, no sólo por hipotecas de alto riesgo, sino por préstamos a empresas inmobiliarias para compra de suelo y construcción de promociones que ahora se venden a precio de saldo porque no hay comprador; o a multinacionales que se han fusionado o han comprado otras y que garantizaban sus deudas multimillonarias con unas acciones que marchaban bien, pero que ahora van muy mal. El keynesianismo que reclaman los tiburones de Wall Street y sus homólogos en Europa, no es más que una intervención descarada del Estado para protegerlos en caso de quiebra financiera. El anuncio de la nacionalización del 5º banco británico, el Northen Rock, es una prueba concluyente de esta maniobra descarada de socializar las pérdidas a costa de los ingresos de los trabajadores y la mayoría de la población. Pero más allá de los deseos, hay algo obvio: los bancos desconfían unos de otros y por mucho que caigan los tipos de interés, las condiciones del crédito se han endurecido mucho.

El mundo trastornado

Es evidente que las pretensiones de que la crisis norteamericana pueda ser sorteada gracias al papel de las economías emergentes, como China o India, ya no tiene mucha credibilidad. Una recesión en EEUU se transmitiría al resto del mundo como consecuencia lógica de la mayor integración e interdependencia económica que conoce la historia. No en vano el mercado de EEUU supone el 20% de las exportaciones globales y sus bolsas representan el 40% de la capitalización mundial.
En cualquier caso, una cosa está clara: las profundas contradicciones de la economía capitalista han resurgido destrozando todas las promesas de prosperidad ilimitada y mayor cohesión social. La clase dominante de todos los países mira con desconcierto el futuro, mientras afila el cuchillo sobre la garganta de los trabajadores, la juventud y los sectores más desprotegidos de la sociedad. El mundo se encuentra trastornado, ante el umbral de cambios decisivos, y la clase obrera debe prepararse para ellos. Una perspectiva que también es compartida por los estrategas más perspicaces del capital. No en vano el premio Nobel de economía, Paul A. Samuelson, ha señalado en un artículo reciente: " ‘Ojalá tus hijos vivan tiempos interesantes’. Estas palabras eran una antigua maldición, no un deseo de buena voluntad: las guerras y las revoluciones son épocas apasionantes. Una prosperidad prudente y pacífica es muy aburrida. Y así pareció evolucionar la macroeconomía entre 1980 y 2005, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo. Qué engaño" (Bush y las actuales tormentas financieras. 28 de enero de 2008).